El Camino de la Paz

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Lucas 19:41–44 (NTV)
Jesús está por terminar SU viaje, Su éxodo de Galilea a Jerusalén, entre Betfagé y Betania envía a 2 discípulos a otra aldea, la orden es precisa, van por un burrito que nadie ha montado; después se dirige a Jerusalén dónde será recibido por una multitud de discípulos y gente que se une de otros pueblos, están ahí para la pascua próxima. Leeremos la historia de Lucas 19 y nos enfocaremos en los versos 41 al 44.
“...Jesús siguió rumbo a Jerusalén, caminando delante de sus discípulos. Al llegar a las ciudades de Betfagé y Betania, en el monte de los Olivos, mandó a dos discípulos que se adelantaran. «Vayan a la aldea que está allí —les dijo—. Al entrar, verán un burrito atado, que nadie ha montado jamás. Desátenlo y tráiganlo aquí. Si alguien les pregunta: “¿Por qué desatan al burrito?”, simplemente digan: “El Señor lo necesita”». Así que ellos fueron y encontraron el burrito tal como lo había dicho el Señor. Y, efectivamente, mientras lo desataban, los dueños les preguntaron: —¿Por qué desatan ese burrito? Y los discípulos simplemente contestaron: —El Señor lo necesita. Entonces le llevaron el burrito a Jesús y pusieron sus prendas encima para que él lo montara. A medida que Jesús avanzaba, la multitud tendía sus prendas sobre el camino delante de él. Cuando llegó a donde comienza la bajada del monte de los Olivos, todos sus seguidores empezaron a gritar y a cantar mientras alababan a Dios por todos los milagros maravillosos que habían visto. «¡Bendiciones al Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en el cielo más alto!». Algunos de los fariseos que estaban entre la multitud decían: —¡Maestro, reprende a tus seguidores por decir cosas como ésas! Jesús les respondió: —Si ellos se callaran, las piedras a lo largo del camino se pondrían a aclamar.” (Lucas 19:28–40, NTV)
A medida que la procesión avanza, la gente grita alabanzas, honran a Jesús como rey que viene en el Nombre del Señor, ¡Paz en el cielo y Gloria a Dios en el cuelo más alto! lo mismo que dijeron los ángeles al anunciar el nacimiento de Jesús; escuchar esa alabanza es demasiado para los fariseos, le piden que haga callar a la gente y Jesús dice: si la gente calla, entonces las piedras gritarán.
La Biblia registra que Jesús llora 3 veces: la primera cuando estaba por resucitar a Lázaro, vio la tristeza de las hermanas, meditó en lo que hace el pecado con la corrupción del cuerpo y la muerte.
La tercera es cuando está en agonía en el Getsemaní y sus lágrimas se mezclan con sudor y sangre.
La segunda es la que veremos hoy; esto sucedió exactamente un domingo como hoy, en la semana de la pasión.
Al acercarse a Jerusalén, Jesús vio la ciudad delante de él y comenzó a llorar, diciendo: «¡Cómo quisiera que hoy tú, entre todos los pueblos, entendieras el camino de la paz! Pero ahora es demasiado tarde, y la paz está oculta a tus ojos.” (Lucas 19:41–42, NTV)
Está por entrar a la ciudad, la gente lo rodea, frita de alegría, felicidad, de pronto los gritos se detienen y escuchan un sollozo que es vuelve llanto audible. Jesús llora por la ciudad de Jerusalén (obviamente por la gente) y lo que la ciudad representa. Jerusalén quiere decir: “Casa o ciudad de paz”, esa paz de la que cantaron los ángeles. Pero Jerusalén igual que los fariseos no estaban buscando la paz que Jesús vino a traer y ¡no tendrían paz sino una guerra espantosa!
Jesús llora ante la vista de su ciudad amada, pero rebelde. Mostró compasión por los problemas nacionales y se angustia por los males que le esperan a sus compatriotas. Se angustia profundamente y lo expresa con señales de congoja y palabras que evidencian su amarga tristeza. El Soberano, triste, llora mientras cabalga “triunfante” en medio de sus seguidores. Cristo ama y se compadece de todos, aun de quienes lo rechazan. Nadie es odiado, aunque quienes lo rechazan no se salven finalmente.
FOTO DE JERUSALÉN DESDE LOS OLIVOS
Al descender del Monte de los Olivos, se tiene una vista panorámica de Jerusalén, al llegar ahí se detiene y llora. Los judíos ya estaban en intrigas que terminarían con su destrucción el año 70 d. C. Si hubieran renunciado a sus sueños de grandeza política y aceptado el yugo manso y humilde de Cristo, esa desgracia no habría sucedido.
Las lágrimas de Jesús, son las de Dios cuando ve el dolor y sufrimiento innecesario que los hombres se echan encima cuando se rebelan contra Su Voluntad.
En esta escena vemos a Jesús como REY mostrando la ternura de SU corazón por sus súbditos rebeldes. La ciudad que había sido la metrópoli de la casa de David nunca antes vio a un hombre tan lleno de Realeza. Jesús conocía el vacío, lo hueco de sus alabanzas. Sabía que los que decían hosanna a los pocos días gritarían ¡crucifícale! sabía que su entrada triunfal en Jerusalén sería seguido por una procesión enlutada al ser llevado a la cruz para morir.
Algo que llama la atención de esas lágrimas es que no hubo ni una sola por su propia muerte, todas son por el juicio que vendría sobre Jerusalén, tal como lo dijo en la cruz días después:
Entonces Jesús se dio la vuelta y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.” (Lucas 23:28, NTV)
Llora al ver la ciudad amada y por el amargo futuro que le espera. Jerusalén será asediada y asolada, sus murallas destruidas, sus habitantes asesinados. En un tiempo Jerusalén había sido la alegría de toda la tierra.
Es alto y magnífico; ¡toda la tierra se alegra al verlo! ¡El monte Sión, el monte santo, es la ciudad del gran Rey!” (Salmo 48:2, NTV)
Que la lengua se me pegue al paladar si dejo de recordarte, si no hago de Jerusalén mi mayor alegría.” (Salmo 137:6, NTV)
Jesús puede ver el contraste, una ciudad en todo su esplendor y por otra parte ve unas ruinas espantosas, humeantes, miles de habitantes y visitantes condenados a encontrar la muerte de forma horrible. Ahí se lamenta:
«¡Cómo quisiera que hoy tú, entre todos los pueblos, entendieras el camino de la paz! Pero ahora es demasiado tarde, y la paz está oculta a tus ojos.” (Lucas 19:42, NTV)
El quiere que ellos encuentren el Camino de la Paz, pero ellos han escogido otro camino; en vez de arrepentimiento se han endurecido, en vez de conversión la apostasía y cuando los pecadores se endurecen, Dios permite que sigan endurecidos. La puerta de la Gracia está abierta, pero se cierra rápidamente ante tanta maldad.
Ese día Israel reconoció a Jesús, su Mesías, sin duda entre la multitud había convertidos verdaderos, quienes por la gracia de Dios habían aceptado a Jesús como su Mesías en un sentido espiritual. Mateo dice que los niños gritan alegres, sus gritos de hosanna eran más puros que los de la mayoría de adultos. Aunque todo parece maravilloso, Israel quería su propio tipo de Mesías, uno terrenal, libertador político temporal. Algo triste.
No estamos lejos de ser como ellos, cada uno de nosotros quiere a su Jesús personal, su Dios personal, uno a quien puedan controlar, uno que se alegra de nuestra desobediencia pero que en cuanto lo necesitamos esté presto para responder.
No sorprende que Jesús llore, pudo ver lo rebelde que eran esas personas y vio el resultado de esa rebeldía. Ellos no tenían excusa, en la Biblia que conocían los profetas hacen énfasis que el Mesías los rescataría de forma espiritual, del pecado.
Yo le rendiré los honores de un soldado victorioso, porque se expuso a la muerte. Fue contado entre los rebeldes. Cargó con los pecados de muchos e intercedió por los transgresores.” (Isaías 53:12, NTV)
»En aquel día brotará un manantial para la dinastía de David y para el pueblo de Jerusalén; una fuente que los limpiará de todos sus pecados e impurezas.” (Zacarías 13:1, NTV)
Cuando Jesús llegó, el Perfecto Redentor, también hizo el mismo énfasis en lo espiritual, aunque hizo milagros en los cuerpos de muchos de ellos. El vino a pasarnos de muerte a vida eterna es lo principal, pero de forma correlativa, también vemos que hace milagros, sanidad, prodigios.
Jesús le dijo: —¡No! Las Escrituras dicen: “La gente no vive sólo de pan”.” (Lucas 4:4, NTV)
Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo al hombre: «Joven, tus pecados son perdonados».” (Lucas 5:20, NTV)
Vino a salvarnos de la muerte eterna, no a una salvación temporal y si no se arrepentían les llegaría las consecuencias. Es triste decirlo pero esto es lo que sucedió. Como narré la semana pasada, Tito arrasó la ciudad cruelmente y para cada persona que no se arrepintió, fue el final de su vida terrenal y eterna.
Pero para todos, para todos, hay un momento para encontrar y entrar en el Camino de la Paz, pero también hay un momento en que ya es demasiado tarde; Jesús les hubiera dado paz si lo hubieran escuchado y aceptado.
¡Ah, si sólo hubieras hecho caso a mis mandatos! Entonces habrías tenido una paz que correría como un río manso y una justicia que pasaría sobre ti como las olas del mar.” (Isaías 48:18, NTV)
Jesús no fue el tipo de Mesías que esperaban y por eso lo rechazaron y porque lo rechazaron la paz está oculta a sus ojos, que es un modismo para la ceguera a lo divino. Los hombres cierran los ojos a las revelaciones de Dios y después Dios como que se esconde de ellos.
Jesús fue rechazado por los fariseos, que eran considerados como lo santos del judaísmo ¡qué esperar de los demás! Y la respuesta de Jesús es, dolor, lágrimas. No es la primera vez que se lamenta por la ciudad.
»¡Oh, Jerusalén, Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas y apedrea a los mensajeros de Dios! Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina protege a sus pollitos debajo de sus alas, pero no me dejaste. Y ahora, mira, tu casa está abandonada. Y no volverás a verme hasta que digas: “Bendiciones al que viene en el nombre del Señor”.” (Lucas 13:34–35, NTV)
Jesús lamenta que no comprendieron que la fe y el arrepentimiento es el Camino de la Paz, a la reconciliación con Dios. Ellos no quieren ver por su incredulidad y no por falta de evidencia. Lo único que querían are un Mesías político, alguien que pudieran usan para sus deseos políticos, para su beneficio. Jesús les dice las consecuencias de su incredulidad: la destrucción:
No pasará mucho tiempo antes de que tus enemigos construyan murallas que te rodeen y te encierren por todos lados. Te aplastarán contra el suelo, y a tus hijos contigo. Tus enemigos no dejarán una sola piedra en su lugar, porque no aceptaste tu oportunidad de salvación».” (Lucas 19:43–44, NTV)
El tiempo, oportunidad o tiempo de su visitación. Es una forma de hablar de juicio y salvación; Dios visitaría a SU pueblo con actos de liberación o de juicio. Depende si hay arrepentimiento o no. Por eso se deduce que de el lamento de Jesús, la última frase es la más triste:
“...no aceptaste tu oportunidad de salvación».” (Lucas 19:43–44, NTV)
El reino que Jesús ofrece es de Paz y Justicia que durará por la eternidad, los pensamientos de Dios son siempre de bondad y paz. Es igual de triste que el mundo de hoy esté perdiendo esta misma oportunidad; el corazón se duele.
Entonces lo que conocemos como entrada triunfal, en realidad la gente le estaba diciendo: nos caes bien, eres popular, te apreciamos, pero no se estaban rindiendo en totalidad, no tenían convicción profunda. Fue más un me gusta escuchar que un te entrego todo. Por eso Jesús llora ante la ciudad, porque está consciente de que esas alabanzas son huecas, vanas. Sabe que no está seguro ni entre sus discípulos, donde hay un enemigo oculto.
Ellos debieron reconocer en los hechos y dichos de Jesús el cumplimiento de las profecías, pero sus tradiciones preciosas los cegaron frente a la verdad. Dios tenga misericordia de nosotros. El tiempo de la oportunidad puede ser una bendición o ser para juicio. Hay una oportunidad para los que creen que se convierte en juicio para los que deciden no creer y rechazan el amor de Dios.
Las mujeres de Jerusalén llorarían por Jesús cuando va a la cruz, pero ÉL les dice que es de ellos mismos de quienes se deben compadecer, porque el pueblo no comprendía que Dios los había visitado, les ha dado la oportunidad.
Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron;” (Juan 1:11, NTV)
pero sus súbditos lo odiaban y enviaron una delegación tras él a decir: “No queremos que él sea nuestro rey”.” (Lucas 19:14, NTV)
Los visitó, les dio la oportunidad, pero al rechazarlo se convirtió en la base para el juicio. Rechazar a Jesús es rechazar a Dios, rechazar SU mensaje es rechazarlo a ÉL mismo.
Año 70 d. C. los romanos llegan comandados por Tito, hijo de Vespasiano. Los asedian por 143 días, construyen una muralla de 6.5 km en 3 días, eso muestra lo decidido que estaban. En el horizonte el campamento enemigo los rodea por todos lados. Matarían a 600 mil judíos, y miles van cautivos, destruyen el templo. La ciudad en ruinas, arrasada a nivel de suelo, piedras mezcladas con cuerpos ensangrentados de sus hijos.
Al principio del asedio los judíos construyeron un muro de contención pero lo que sirvió para protegerlos los mantuvo encerrados. Los que quisieron huir fueron crucificados. A los niños los estrellaron contra el suelo ¡u baño de sangre! la demolición del templo fue completa.
“Mientras el santuario estaba ardiendo, no hubo piedad por la edad ni respeto por e rango. Por el contrario, los niños y los ancianos, laicos y sacerdotes por igual fueron matados”. (Flavio Josefo, Guerra Judía, V.271.)
“El emperador ordenó que la ciudad entera y el templo fueran arrasados por tierra, dejando sólo las más altas de las torres…el resto del muro que rodeaba la ciudad fue tan completamente arrasado que los visitantes del lugar en el futuro no tendrían ninguna razón para pensar que la ciudad hubiera estado alguna vez habitada”. (Flavio Josefo, Guerra Judía, VII. 1-3).
Hay ciudades por las que uno se lamenta, pero ninguna como Jerusalén tan privilegiada y tan ingrata ¿cuántos como ellos? ¿cuántos tan privilegiados y tan ingratos? tan bendecidos y tan olvidadizos.
Hay oportunidad para todos ¡debemos estar alertas! son días que el mensaje, el llamado no nos deja en paz, nos persigue, es la Gracia de Dios que nos llama con urgencia.
Ese día fue la oportunidad para ellos, si abren los ojos ¡no serán rechazados! aunque sean cuarto para las 12, cuando se nos dice que es nuestra oportunidad para el Camino de la Paz ¡no cerremos el corazón! arrepiéntete y obedece, no hay peor ciego que quien no quiere ver, porque cree que ve, cuando no ve. Quienes persisten en despreciar el llamado, la Gracia, entristecen al Señor y deberían también a nosotros. La única condición para ir por ese camino de la paz es: arrepentimiento y aceptar a Jesús como Salvador y Señor.
Después de la destrucción del templo, el estado judío desaparece como entidad independiente hasta el año 1948 que se proclamó el nuevo estado de Israel y Jerusalén como su capital.
La fe bíblica tiene un aspecto comunitario, habla del juicio hasta la tercera y cuarta generación, pero la lealtad al pacto protege, resguarda a mil generaciones. Esto nos da confianza que Dios trabajará con mis hijos y sus hijos y los hijos de sus hijos. La Paz con Dios viene por medio de la Fe en Cristo Jesús, el Camino de la Paz.
Por lo tanto, ya que fuimos declarados justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros.” (Romanos 5:1, NTV)
Cada persona tiene un día de crisis existencial, cruzamos esa línea a veces sin saberlo, pero hay un momento en la vida de todos, en que como el templo antes de la caída, los vigilantes oyen unas palabras ¡Sálvate! y un crujido de alas que baten. Dios nos visita con misericordia antes de venir con ira.
El profeta Jonás ve a Nínive y espera que sea destruida; Jesús mira Jerusalén y lloró porque la ciudad ha traído destrucción sobre sí. Ese pueblo que debía saber quién era ÉL, porque envió mensajeros para preparar el camino, se volvió una ciudad con mucha actividad religiosa, pero el templo se había convertido en cueva de ladrones, los líderes religiosos buscaban matarlo, al ciudad llena de peregrinos para celebrar una fiesta pero los corazones estaban cargados de pecados.
Es nuestro privilegio presentar a Jesús a un mundo que va hacia un mal final, que ésta generación sea más sabia que la Jerusalén del primer siglo y reconozcan el tiempo en que Dios les da la oportunidad. Esta es tu oportunidad.
En todo el recuento de Lucas ha demostrado que Jesús tiene el derecho de tener nuestra lealtad, por ser el Hijo de Dios, nos ha explicado como cada persona que decide creer debe tomar otra decisión ¡comprometerse por completo a ser discípulo! Lucas quiere que entendamos lo inútil de rechazarlo, porque nos cuesta todo.
Jesús va a SU muerte. Rechazar a Jesucristo nos cuesta todo, nuestra salvación le cuesta todo a Jesús.
Con todo y lo trágico, esta escena es una de esperanza para nosotros hoy. Es así, porque aquí estamos y podemos escuchar el clamor de nuestro Señor:
«¡Cómo quisiera que hoy tú, entre todos los pueblos, entendieras el camino de la paz!...” (Lucas 19:42, NTV)
“...tu oportunidad de salvación».” (Lucas 19:44, NTV)
Que esta semana de la pasión se re encienda tu pasión por tu Señor y Salvador.
Si te has alejado, este es el día para ponerte a cuentas con ÉL, si hay áreas que en forma rebelde escondes de Su Soberanía, este es el día para entregárselo.
Palabra de Dios
Oremos
¡Alabado sea el Señor! ¡Den gracias al Señor, porque él es bueno! Su fiel amor perdura para siempre. ¿Quién podrá enumerar los gloriosos milagros del Señor? ¿Quién podrá alabarlo lo suficiente? Hay alegría para los que tratan con justicia a los demás y siempre hacen lo que es correcto. Acuérdate de mí, Señor, cuando le muestres favor a tu pueblo; acércate y rescátame. Déjame tener parte en la prosperidad de tus elegidos. Permite que me alegre por el gozo de tu pueblo; concédeme alabarte con los que son tu herencia.” (Salmo 106:1–5, NTV)
Aun así, él los salvó: para defender el honor de su nombre y para demostrar su gran poder.” (Salmo 106:8, NTV)
Entonces el pueblo creyó las promesas del Señor y le cantó alabanzas.” (Salmo 106:12, NTV)
Aun así, él sintió compasión por la angustia de ellos y escuchó sus clamores. Recordó el pacto que les había hecho y desistió a causa de su amor inagotable. Hasta hizo que sus captores los trataran con amabilidad.” (Salmo 106:44–46, NTV)
Alaben al Señor, Dios de Israel, quien vive desde siempre y para siempre. Que todo el pueblo diga: «¡Amén!». ¡Alabado sea el Señor!” (Salmo 106:48, NTV)
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