El Poder de Jesús Para Purificar

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Introducción

La pandemia nos ha dejado una gran lección acerca del contagio masivo que puede tener un virus o una bacteria.
Aprendimos que si una persona ha sido infectada con COVID-19, es importante aislarse y no tener contacto con esa persona porque el nivel de contagio es bastante alto.
Afortunadamente, el periodo de contagio puede dura corto tiempo - unos 14-21 días.
Pero, imaginemos una enfermedad, que en el mundo antiguo era una enfermedad incurable.
En esos casos, la persona debía vivir aislada de la sociedad por el resto de su vida.
Vemos un caso similar en la vida del rey Urías:
2º Crónicas 26:21 NBLA
El rey Uzías quedó leproso hasta el día de su muerte, y habitó en una casa separada, ya que era leproso, porque fue excluido de la casa del Señor. Y su hijo Jotam estaba al frente de la casa del rey gobernando al pueblo de la tierra.
Es por esta razón que Dios dio distintas leyes a Israel para evitar la contaminación.
Tocar un cadaver - ya sea de humano o animal.
Tocar a una persona con una herida abierta.
Estar en contacto con ciertos fluidos corporales (sangre, pus, saliva).
El día de hoy continuamos nuestro estudio en el evangelio según Marcos y veremos que Jesús tiene el poder para eliminar toda impureza, toda posibilidad de contagio, porque Jesús es Dios y tiene autoridad sobre todo. Hoy veremos:
Una muerta en vida
El poder de Jesús para purificar
Una fe eficaz

I. Una muerta en vida

Marcos presenta la historia de nuestra protagonista después de narrar la historia de como Jesús expulsó la legión de demonios que habían poseído al gadareno.
¿Qué era el hombre gadarerno?
Un hombre con una multitud de espíritus inmundos.
Luego, habla acerca de la muerte de la hija de Jairo.
¿Qué había en la casa de Jairo?
El cuerpo inerte, el cuerpo sin vida de una niña de 12 años. Quien tocara ese cuerpo quedaría en un estado de inmundicia por haber tocado un cuerpo sin vida.
Pero, ahora Marcos presenta una situación tan desesperante de una mujer que había sufrido por mucho tiempo.
Marcos 5:25–26 NBLA
Había una mujer que padecía de flujo de sangre por doce años. Había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno, sino que al contrario, había empeorado.
En este pasaje breve, vemos la situación desesperante de esta mujer.
Esta mujer padecía de “flujo de sangre”.
Es posible que fuese un problema menstrual o una hemorragia uterina.
Marcos nos dice que no era un problema reciente sino que la mujer había padecido este mal por 12 años.
La mujer había padecido 12 años de perdida de sangre.
Es posible que presentaba un cuadro clínico difícil con una anemia aguda (crónica).
La perdida de sangre produce debilidad porque no hay suficientes glóbulos rojos que son responsables de oxigenar el cuerpo.
Pero, como si esto fuera poco, ella padecía físicamente, pero en base a la ley de Moisés, ella padecía el aislamiento de la sociedad.
Levítico 15:25-33 presenta las ley sobre el flujo de sangre en la mujer.
Según la ley de Moisés, el periodo menstrual dejaba a las mujeres Israelitas en un estado de impureza ritual/religiosa.
Ellas debían permanecer en sus casas/cuartos y no tener contacto con nadie.
Pero, cuando cesara el flujo podría estar nuevamente en estado de purea ritual / religiosa.
Levítico 15:28 NBLA
”Cuando ella quede limpia de su flujo, contará siete días; después quedará limpia.
Pero, en el caso de esta mujer, habían pasado 12 años sin que ella pudiera recuperar su estado de pureza ritual/religiosa.
Por tanto, no podía tener físico con nadie - ni con su esposo, hijos, padres, etc.
Ella debía vivir encerrada, aislada de la sociedad, privada del contacto físico con los que la rodeaban.
Lo peor de todo es que ella no podía participar de ninguna de las fiestas anuales de Israel, ni entrar a la sinagoga el día de reposo, ni poder visitar el templo de Jerusalén.
El estado de impureza de esta mujer era el mismo de un cadaver, de un cuerpo sin vida, que no solamente estaba contaminado sino que podía contaminar a cualquiera que se acercara a ella.
Marcos nos permite ver la desesperación de esta mujer para poder recuperar su salud / estado de pureza.
Había sufrido a manos de muchos médicos y gastado todo lo que tenía para poder encontrar una solución.
La mujer había perdido todos sus bienes, había sido victima de los intentos inútiles de los médicos de su tiempo para lograr su recuperación.
…y es que la mujer anhelaba estar sana, anhelaba una vida normal, anhelaba librarse del estigma de ser una mujer impura, contaminada.
Anhelaba quizá poder ser como cualquier otra mujer judía devota que pudiera estar en los atrios de la casa del Señor.
Pero, por doce años, había vivido como una muerte en vida.
No había solución para su mal.
El tiempo pasaba, pero para ella no había ninguna esperanza.

II. El poder de Jesús para purificar

Pero, llegó un día glorioso en que ella “oyó hablar de Jesús”.
Marcos 5:27 NBLA
Cuando ella oyó hablar de Jesús, se llegó a Él por detrás entre la multitud y tocó Su manto.
Notemos que al oír acerca de Jesús, ella fue detrás de él entre la multitud.
Fue la noticia de que Jesús estaba allí, tal ve que Jesús sanaba, tal vez de que Jesús había tenido compasión con muchos otros desesperanzados.
Y esta es la misma manera en que las personas llegan a conocer la esperanza que Jesús ofrece.
Todos hemos venido a conocer la esperanza que Dios ofrece tras oír acerca de Jesús:
Romanos 10:17 NBLA
Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo.
Es por eso que enfatizamos la necesidad de la predicación de la palabra de DIos.
Enfatizamos la necesidad de testificar acerca del mensaje de Jesús.
Enfatizamos la necesidad de compartir a la gente lo que la Biblia dice acerca de Dios.
La mujer iba aferrada a una esperanza que Jesús podía hacer algo por ella.
Ahora, notemos su acción:
Marcos 5:27–28 NBLA
Cuando ella oyó hablar de Jesús, se llegó a Él por detrás entre la multitud y tocó Su manto. Porque decía: «Si tan solo toco Sus ropas, sanaré»
La mujer tenía la esperanza de que al tocar el manto de Jesús podía quedar completamente sana.
Ella no buscaba que Jesús pusiera sus manos sobre ella. Su fe era tal, que creía que sin tan solo tocaba el borde de su manto - esto sería suficiente para su restauración total.

III. Una fe eficaz

Estamos por ser testigos del poder de Dios:
Marcos 5:29 NBLA
Al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su aflicción.
Algo sucedió en la mujer que en el momento que ella tocó el manto de Jesús sintió algo dentro de su cuerpo.
Ella se sentía completamente distinta.
Se sentía como la mujer que había sido hace 12 años, limpia, pura, sin este aguijón que la había atormentado por tanto tiempo.
El poder de Dios se manifestó de tal manera que fue libre de su mal, fue libre de lo que la hacía impura.
Pero, ella no fue la única en sentir algo en el momento que tocó el manto de Jesús.
Marcos 5:30 NBLA
Enseguida Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de Él, volviéndose entre la gente, dijo: «¿Quién ha tocado Mi ropa?».
Jesús mismo sintió que había salido un poder de él.
Él supo que un poder, virtud, sanidad había salido de él.
Ahora, vemos que Jesús pregunta - ¿Quién ha tocado mi ropa?
Jesús no hizo esta pregunta porque no sabía lo que había sucedido.
Dios cuando hace preguntas no las hace para averiguar información.
Génesis 3:9 NBLA
Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?».
Dios hizo esta pregunta para que Adán pudiera reflexionar de lo que acababa de suceder - porque es que ahora se escondía de la presencia de Dios.
De la misma manera, Jesús hace esta pregunta para enseñar una lección a sus discípulos y a la mujer.
La respuesta natural de los discípulos fue concluir que Jesús estaba haciendo una pregunta absurda.
Marcos 5:31 NBLA
Y Sus discípulos le dijeron: «Ves que la multitud te oprime, y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”».
La multitud ha estado oprimiendo a Jesús.
La mujer misma se unió a esta multitud. Simplemente era otra más entre el grupo grupo de gente que rodeaba a Jesús.
Varios habían codeado a Jesús.
Otros habían rosado sus vestiduras con el manto de Jesús.
Otros quizá habían hasta pisado sus pies.
…es natural que esto suceda en un espació pequeño lleno de gente.
La lección que Jesús quiere enseñar llega a su clímax en los vv. 33-34.
Marcos 5:33–34 NBLA
Entonces la mujer, temerosa y temblando, dándose cuenta de lo que le había sucedido, vino y se postró delante de Él y le dijo toda la verdad. «Hija, tu fe te ha sanado», le dijo Jesús; «vete en paz y queda sana de tu aflicción».
La mujer entre toda la multitud sale de entre la multitud.
Notemos el temor de esta mujer que había vivido 12 años en un estado de impureza y que no debía estar entre esta multitud.
Sale de entre la multitud a pesar que pudiera ser descubierta como la mujer que vivía aislada de la sociedad.
Es por eso que la vemos llena de miedo (temor) y temblando.
La mujer esta abrumada por el temor y las emociones del momento.
Su mismo cuerpo está manifestando su temor / miedo.
Llega ante Jesús y le dice toda la verdad.
No sabemos si en esos momentos ella le contó toda la historia.
No sabemos exactamente que fue lo que le dijo a Jesús.
Pero, la verdad es que esta mujer tuvo que venir a confesar su gran necesidad ante Jesús.
Jesús, he vivido en un estado de inmundicia / impureza por 12 años.
He vivido alejado de la casa de Dios.
No he participado de las fiestas de Israel.
He gastado todo lo que tengo sin encontrar alivio.
Ella pudo desbordar su alma ante el maestro.
Ella pudo desahogarse ante aquel de quien salió el poder para restaurar su salud.
Desahogarse con un amigo, con un padre, con un consejero puede ayudar...
pero no hay nada mejor que venir y confesar nuestra falta, nuestra necesidad, nuestro pecado, nuestra mal ante el creador del cielo y la tierra, ante aquel que dio su vida en el Calvario, ante aquel que tiene el poder para sanar, libertar, salvar.
Y es aquí donde vemos la respuesta de Jesús.
Tal vez ella temía que Jesús la reprendiera por haberlo tocado pues estaba en un estado de impureza.
Tal ve ella temía a que la multitud la mirara con ojos de desprecio.
Pero, las únicas palabras que escuchó de parte de Jesús fueron:
Marcos 5:34 NBLA
«Hija, tu fe te ha sanado», le dijo Jesús; «vete en paz y queda sana de tu aflicción».
Jesús confirma la sanidad de la mujer.
No era una sanidad temporal. Ella había sido sanada de manera permanente.
Ahora estaba limpia / pura - completamente libre de su aflicción.
…en base a que?
No fue porque tocó el manto de Jesús.
Fue la fe que le concedió la sanidad.
Fue la fe, su confianza, su esperanza en que Jesús podía hacer algo por ella.
Y fue su fe la que la llevó a tocar al manto de Jesús.

Conclusión

La lección es esta - muchos estaban tocando a Jesús.
Otros lo tocaban por pasar a su lado.
Rosaban sus vestiduras contra las de él.
Lo codeaban entre la multitud.
…todo como parte de un día ordinario en un lugar lleno de gente.
Pero, esta mujer vino que fe, creyendo que Jesús podía hacer algo por ella.
Esta mujer no vino como todos los demás entre la multitud.
Ella vio en Jesús su única y última esperanza.
Ella vio en Jesús el camino a su restauración completa.
Ella vio en Jesús al Todopoderoso que podía limpiar su mal.
Pero tal vez, nuestro mal es más grave.
Sentimos que no tenemos ni siquiera suficiente fe para ver el poder de Dios.
Pero, para aquel que cree no tener fe, recuerde las palabras de Jesús:
Marcos 9:23–24 NBLA
«¿Cómo “si Tú puedes?” », le dijo Jesús. «Todas las cosas son posibles para el que cree». Al instante el padre del muchacho gritó y dijo: «Creo; ayúdame en mi incredulidad»
Marcos 9:24 NVI
—¡Sí creo!—exclamó de inmediato el padre del muchacho—. ¡Ayúdame en mi poca fe!
Todos los seremos humanos nos encontramos en la situación de la mujer.
No con una condición física que nos hace impuros ante Dios.
Más bien, nuestra situación es aún más grave - lo que nos hace impuros, sucios es el pecado que cometemos.
Lo sabemos, nos sentimos culpables, nos sentimos mal, sabemos que somos dignos de condenación y no tenemos seguridad de lo que sucederá con nosotros tras la muerte cuando tengamos que comparecer ante nuestro creador.
Pero, mediante la fe en Cristo Jesús, tenemos la seguridad de ser perdonados, cubiertos con su sangre preciosa que nos limpia / nos purifica de toda maldad.
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