Las Bodas de Caná: Cristo se manifiesta como Único Salvador
INTRODUCCIÓN: En cada porción de la Palabra de Dios hay tanto que aprender, meditar y aplicar. Este milagro, el primero que hizo Jesús al comenzar su ministerio público, tiene, al igual que todos los milagros que el Señor hizo, el propósito de que los testigos de sus palabras y acciones: “crean en él”.
El evangelista Juan, de parte de Dios, nos cuenta la historia de una fiesta de bodas, a la que Jesús fue invitado junto a sus discípulos. Es posible que los nuevos esposos hayan sido conocidos o familiares de Jesús, lo decimos por la presencia activa de la virgen María en ese lugar, activa porque estaba enterada de los detalles, lo entendemos de esa manera, porque fue ella quien dio parte al Señor de que se había presentado un problema: No tienen vino.
Una situación similar la podríamos solventar hoy con facilidad, de hecho nos ha pasado. Hemos realizado actividades festivas y se ha terminado la comida o los refrescos, entonces los hermanos salen compran pizzas y refrescos. Pero en aquella época había dos situaciones:
1. No habían ni pizzerías ni supermercados cercanos para abastecerse de comida o bebida.
2. Las fiestas de bodas duraban una semana y, el terminarse la comida o la bebida, dejaba mal la reputación social de la nueva familia.
No dudo que algunos consideren que este milagro no era necesario, después de todo, la misión salvadora del Señor era más importante que convertir en vino seis tinajas con agua, para que la gente continuara festejando. Visto así, otros podrían decir que Jesús estaba ocupando su tiempo en apadrinar un festín de comedores y bebedores.
Lo que leemos en el texto nos muestra que detrás de este milagro estaba el propósito de crear fe en los recién llamados discípulos, pero además darnos la claridad necesaria para entender el origen divino de Cristo, su misericordia, poder, gloria y, algo muy importante, revelarse como el único Mediador y Salvador entre Dios sano y la humanidad perdida.
1. LA VIRGEN MARÍA LO ENTENDIÓ Y LO COMPARTIÓ. Jn. 3: 3-5.
3Y faltó vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: —No tienen vino. 4Jesús le dijo: — ¿Qué tiene que ver esto con nosotros, mujer? Aún no ha llegado mi hora. 5Su madre dijo a los que servían: —Hagan todo lo que él les diga.
Es curioso que algunos indiquen este pasaje como evidencia de la influencia de la virgen María en las acciones y decisiones del Señor, como una mediadora o madrina que podemos utilizar para que Jesús haga algo, cuando en realidad, el texto del evangelio enseña todo lo contrario.
Efectivamente la virgen se acercó a Jesús para notificarle la situación: No tienen vino. Ella estaba segura que su hijo tenía poder para resolver todos los problemas: Había sido concebido por obra del Espíritu Santo. El ángel le dijo que el fruto de su vientre sería llamado Hijo del Altísimo. Los pastores compartieron con ella el mensaje de los ángeles celestiales. Sabios venidos desde muy lejos, le testificaron que una estrella los había guiado al lugar donde había nacido el nuevo rey de los judíos y, por último, cuando Cristo se extravió en Jerusalén, respondió al consejo de sus padres terrenales que él tenía que estar pendiente de los negocios de su Padre Celestial. Todo esto la virgen María lo guardaba en su corazón.
Cristo toma distancia y le responde: — ¿Qué tiene que ver esto con nosotros, mujer? Aún no ha llegado mi hora. No podemos mirar esta respuesta como una falta de respeto, Jesús conocía y cumplió perfectamente todos los mandamientos, entre ellos el IV “Honra a tu padre y a tu madre”. Así que lo el texto dice es que la virgen estaba actuando como cualquier persona, que ve en Jesús como Salvador, buscó su ayuda y consuelo, creyendo que es Dios el que nos provee para cubrir todas nuestras necesidades. Es posible señalar que María estaba provocando que Cristo se revelará como el Ungido de Dios. Tal vez pensó que este era el momento más adecuado, era una fiesta donde había tantas personas. Pero Jesús no actúa según nuestras instrucciones, ni las de su mamá o parientes, él lo hace siempre conforme a su voluntad.
La actitud de la Virgen, después de escuchar la respuesta del Señor, evidencia que entendió las palabras de Cristo, pero esta vez no “lo guardó en su corazón” , hizo todo lo contrario, lo compartió con otros, en este caso con los que servían en la fiesta: —Hagan todo lo que él les diga. Ella no presumió de su influencia sobre Cristo. Ella se sometió a Cristo. No fue a buscar a los sirvientes para darles sus instrucciones de cómo encontrar más vino para los invitados, mucho menos hizo un milagro, testificó que es Cristo quien tiene el poder, es con Cristo con quien hay que hablar y esperar confiadamente, obedecerle, seguir sus instrucciones. Si realmente deseamos imitar a la Virgen María, debemos comenzar por entender que es Cristo y no ella, él que hace la obra en el marco de su voluntad, interpretar o enseñar lo contrario es colocar a la virgen por encima o al mismo nivel de Jesús.
2. JESÚS MUESTRA SU PODER SOBRENATURAL. Jn. 3:7-11
7Jesús les dijo: —Llenen de agua estas tinajas. Y las llenaron hasta arriba. 8Entonces les dijo: —Saquen ahora un poco y preséntenlo al encargado del banquete. Y se lo presentaron. 9Cuando el encargado del banquete probó el agua hecha vino, sin saber de dónde era (aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), llamó al esposo10y le dijo: —Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando han bebido mucho, el inferior; sin embargo, tú has reservado el buen vino hasta ahora. 11Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.
El testimonio de la Palabra del Señor, usando como interlocutora a la virgen María, causó efectos:
1. Los que servían acudieron a Jesús para saber qué hacer y siguieron sus instrucciones: Le obedecieron y fueron testigos del milagro que Jesús hizo, no su santa madre, sino Jesús.
2. El experto en bebidas confirmó la obra del Señor, aunque no sabía lo ocurrido. Esta historia fue registrada no para beneficiar el prestigio del catador, sino para que nosotros, cuando lo leamos, entendamos que todo lo que hizo Jesús, fue hecho para que “Creamos en él, y para que creyendo, es decir por medio de la fe, tengamos vida en su nombre”.
3. El esposo recibió una doble bendición: Primera, el tener como invitado en su fiesta al Todopoderoso Señor. Segunda, salir de un grave problema que comprometería su reputación como líder de una nueva familia y quedar muy bien, porque el catador quedó convencido de la excelencia en la calidad del vino ofrecido en la fiesta.
El poder sobrenatural de Jesús no cambia con el tiempo, él sigue actuando con misericordia y obrando milagros. Todos los días el Señor hace milagros, tantos que pasaríamos horas, días, meses y años, enumerando la obra de Cristo en nuestras vidas.
El mejor de todos los milagros que podemos compartir es dar testimonio a otros de cómo hemos sido salvados, por medio de la fe en Cristo. Antes de conocer al Señor éramos como esas simples tinajas, sin valor, con agua para lavarse las manos, los platos o la ropa, sin importancia, inútil para ser catada por un experto. Peor aún, el pecado nos tenía lejos de Dios, sin posibilidad de salvación, ni de la santidad que Dios demanda, que Dios cata para darnos entrada al cielo.
Todo cambió radicalmente cuando el poder del Señor se hizo presente en nuestras vidas. Cristo hizo la obra en nosotros, por gracia, por misericordia. Cristo nos concedió un valor superior al oro y las piedras preciosas. Nos regaló el perdón de todos nuestros pecados, la vida eterna, nos convirtió en hijos de Dios y herederos de la salvación.
Somos el milagro del Señor, quien nos convirtió de las tinieblas a la luz, de perdidos en encontrados, de condenados a inocentes. Esa es la palabra del evangelio de poder que salva, la palabra de Jesús que nos dice: Oh pobres tinajas, de su interior correrán ríos de agua viva que saltan para vida eterna.
Somos los milagros de Dios, un milagro maravilloso que nos llevó, guiados por el Espíritu Santo, que nos dio la fe para creer, para confesar su nombre salvador. Cristo en nosotros ha manifestado su gloria, y nosotros damos testimonio de ello, porque el deseo de Dios es para salvación, para que, todo el que escuche la Palabra del Señor sea convertido en discípulo, creyendo en él.
CONCLUSIÓN:
Es comprensible que la mayoría de las veces, algunos predicadores y maestros, cuando tratan de los milagros que Jesús hizo en su ministerio público, ponen énfasis en su maravilloso poder, lo cual es un elemento importante. El problema surge cuando las aplicaciones y el propósito del milagro pasan por debajo de la mesa, porque el tiempo lo consume narrar o comentar hecho y no el impacto de salvación que tuvo en los testigos y beneficiarios del poder de Cristo.
Este milagro de la Bodas del Caná tiene muchas aplicaciones, pero en esta ocasión, hemos esbozado dos aspectos: 1. Doctrinal: Jesús es Dios, pero también el único mediador de salvación, es quien hace la obra en el marco de su perfecta y agradable voluntad. 2. Objetivo: Sembrar la fe en el corazón de los recién llamados discípulos, llevarlos a él, a confesarlo a él como Salvador.
Para nosotros tiene una aplicación muy clara: Cristo salvador transformó nuestras vidas, nos hizo nuevos y de gran calidad, para que, por medio de él, tengamos entrada en las bodegas celestiales como el vino nuevo de Dios.
Imitemos a la hermana Virgen María, quien compartió su fe en Cristo, señalando al Señor como el dador de todas las cosas, quien hoy, como siempre, puede transformar vidas. Bien dice el himno cristiano: “Solo el poder de Dios, puede cambiar tu ser; la prueba yo te doy, Él me ha cambiado a mi, ¿No ves que soy feliz, sirviendo al Señor? Nueva criatura soy, nueva soy”. Amén.