El salmista se pregunta, ¿cómo podré, mi Dios, pagarte todas tus bondades? (Salmo 116:12, TLA). Casi inposible pagar al Señor Jesús por todas sus bondades, no nos alcansaría el oro y la plata. Nuestro pasaje de hoy habla del gran valor de la sangre del Señor Jesús de tres maneras: Es incomparable, es indispensable y es infinita.