¡Mira la Cruz! Punto de vista psicología

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Comentario al Texto Hebreo del Antiguo Testamento Versículos 4–9. Marcha de Israel por el Arabá. Plaga de serpientes y serpiente de bronce

Dios castiga el pecado, es cierto, con el pecado; pero no cura el pecado con el pecado, ni la muerte con la muerte. Por el contrario, para conquistar el pecado fue necesario que el redentor fuera sin pecado; y para quitar el poder a la muerte, era requerido que Cristo, el príncipe de la vida, que tenía vida en sí mismo, se levantara de la muerte y del sepulcro (Jn. 5:26; 11:25; Hechos 3:15; 2 de Tim. 1:10)

En este día recordamos la crucifixión de nuestro Señor Jesús en la cruz del calvario.
Fue un acto que sorprendió a sus seguidores, porque ellos esperaban un Mesías que los librara del yugo romano. Aunque ÉL lo dijo varias veces, algunas de forma clara y otra de forma un poco más velada.
Veremos cuando habla con Nicodemo un hombre que era parte de los líderes religiosos pero que tenía dudas honestas y estaba buscando la verdad, sobre quién es Jesús; en una conversación le dice:
Ahora bien, si no me creen cuando les hablo de cosas terrenales, ¿cómo creerán si les hablo de cosas celestiales? Nadie jamás fue al cielo y regresó, pero el Hijo del Hombre bajó del cielo. Y, así como Moisés levantó la serpiente de bronce en un poste en el desierto, así deberá ser levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.” (Juan 3:12–15, NTV)
En una ocasión le dice a Nicodemo, que aunque ÉL les ha dado evidencia de ser el Hijo de Dios, no lo han podido entender, pero que llegará el momento en que la señal será tan evidente que ya no lo podrá negar. Y le hace referencia a un evento del pasado de Israel. Es la historia que veremos el día de hoy.
Luego el pueblo de Israel salió del monte Hor y tomó el camino hacia el mar Rojo para bordear la tierra de Edom; pero el pueblo se impacientó con tan larga jornada y comenzó a hablar contra Dios y Moisés: «¿Por qué nos sacaron de Egipto para morir aquí en el desierto? —se quejaron—. Aquí no hay nada para comer ni agua para beber. ¡Además, detestamos este horrible maná!». Entonces el Señor envió serpientes venenosas entre el pueblo y muchos fueron mordidos y murieron. Así que el pueblo acudió a Moisés y clamó: «Hemos pecado al hablar contra el Señor y contra ti. Pide al Señor que quite las serpientes». Así pues, Moisés oró por el pueblo. Entonces el Señor le dijo a Moisés: «Haz la figura de una serpiente venenosa y átala a un poste. Todos los que sean mordidos vivirán tan sólo con mirar la serpiente». Así que Moisés hizo una serpiente de bronce y la ató a un poste. ¡Entonces los que eran mordidos por una serpiente miraban la serpiente de bronce y sanaban!” (Números 21:4–9, NTV)
Esto sucedió durante el tiempo en el desierto. Muchos de la generación que salieron de Egipto han muerto, ahora es una nueva generación que está siendo transformada para poder entrar y poseer la Tierra prometida.
Pero como suele suceder, algunos siguen recordando las quejas de sus padres. Han sido alimentados por maná que Dios directamente les provee cada día de la semana, les ha enviado codornices, cuando pidieron carnita para comer. Y aun así, siguen quejándose, que ya se aburrieron del maná, y se quejan menospreciando el alimento que Dios mismo les da, y siguen quejándose como sus padres lo hicieron:
Luego el pueblo de Israel salió del monte Hor y tomó el camino hacia el mar Rojo para bordear la tierra de Edom; pero el pueblo se impacientó con tan larga jornada y comenzó a hablar contra Dios y Moisés: «¿Por qué nos sacaron de Egipto para morir aquí en el desierto? —se quejaron—. Aquí no hay nada para comer ni agua para beber. ¡Además, detestamos este horrible maná!».” (Números 21:4–5, NTV)
Esto no es del todo cierto, porque aunque están en el desierto ¡han tenido agua! aunque no han sembrado ¡tienen alimento todos los días!
Se quejan de Dios, no están satisfechos. Quien no tiene contentamiento en tiempos de dificultad, no tendrá contentamiento con nada.
Entonces el Señor envió serpientes venenosas entre el pueblo y muchos fueron mordidos y murieron.” (Números 21:6, NTV)
En lo secreto, Dios los había estado protegiendo todo el tiempo. Las serpientes no aparecieron de la nada, ellos estaban cruzando una zona rocosa, agreste infestada de serpientes venenosas; pero hasta ese momento Dios los había mantenido a Distancia.
El pueblo se queja, porque no puede ver lo que Dios ha estado haciendo por su bien. Entonces, Dios permite que las serpientes lleguen hasta donde estan ellos y los muerdan.
Ahora que están muriendo por las serpientes venenosas, de pronto se olvidan de sus quejas. No dicen, pues mejor morir así que seguir comiendo Mana y cordornices.
¿No somos así la mayoría? Cuando tenemos una crisis mayor, de pronto los demás problemas parecen insignificantes. Pero cuando estamos con pequeños problemas, no vemos todas las demás bendiciones con que Dios nos rodea.
Porque Dios ¡sigue protegiéndote! cuando viajas, te levantas, comes en la calle, saludas a personas, andas en bicicleta, haces negocios con desconocidos ¡Dios sigue cuidando de ti! y aún así nos quejamos
Así que el pueblo acudió a Moisés y clamó: «Hemos pecado al hablar contra el Señor y contra ti. Pide al Señor que quite las serpientes». Así pues, Moisés oró por el pueblo.” (Números 21:7, NTV)
Ahora, al ver el peligro, no forman caravanas para regresar a Egipto, no se reúnen con sus amigos con quienes se han estado quejando, sino que van con aquél a quién están culpando, pero saben que es el hombre de Dios, el instrumento de Dios.
Van a Moisés para que los ayude y Moisés que la biblia dice que era manso, no toma en cuenta todo lo que han murmurado de él, cómo lo han acusado injustamente. Intercede por ellos.
La forma como Dios resuelve el problema es interesante por decir lo menos. El pudo decirle a Moisés, todo el que te mire a ti no morirá, pudo decir, las serpientes van a desaparecer y se volverán polvo. Pudo hacer de muchas formas para que las serpientes no los mordieran, pero da una instrucción peculiar:
Entonces el Señor le dijo a Moisés: «Haz la figura de una serpiente venenosa y átala a un poste. Todos los que sean mordidos vivirán tan sólo con mirar la serpiente».” (Números 21:8, NTV)
Una versión dice: una serpiente de cobre ¡esto tomó tiempo! no se cuántos días o cuantas horas tardó en hacerlo.
Así que Moisés hizo una serpiente de bronce y la ató a un poste. ¡Entonces los que eran mordidos por una serpiente miraban la serpiente de bronce y sanaban!” (Números 21:9, NTV)
Desde una perspectiva psicológica, esto tiene todo el sentido.
Lo que hacen es que ver, enfrenta aquello que es la causa de su sufrimiento y su muerte.
Lo primero que aprendemos es que nuestro Dios, muchas veces actúa al darnos valor. Sólo ÉL puede darnos el valor suficiente para enfrentar las situaciones ¡Todas! por complicadas que sean.
Nosotros, esperamos que sea ÉL quién mate las serpientes, pero a veces es ÉL quien nos dice ¡enfrenta eso que te espanta! YO ESTOY CONTIGO.
Es verdad, hay una enfermedad, pero ¡no temas! Enfrenta eso que te asusta. No tanto porque al ver la serpiente en ese poste ¡eso sea lo milagroso! sino porque SOY YO quien te lo ordena.
El pueblo así lo hizo y, cuando eran mordidos, veían eso mismo que les daba miedo y por que confiaron en las Palabras de Dios, sanaban. No evitaban el dolor de la mordedura, pero veían que el veneno ya no tenía poder sobre ellos.
No evitaremos las dificultades de esta vida, de ver que nuestro cuerpo se va degradando, de tener diferentes crisis en las diferentes etapas de nuestra vida, pero porque sabemos que Dios promete estar con nosotros, podemos enfrentar cada una de esas.
Y es interesante que el Señor Jesús haga referencia a este pasaje con Nicodemo.
Ahora bien, si no me creen cuando les hablo de cosas terrenales, ¿cómo creerán si les hablo de cosas celestiales? Nadie jamás fue al cielo y regresó, pero el Hijo del Hombre bajó del cielo. Y, así como Moisés levantó la serpiente de bronce en un poste en el desierto, así deberá ser levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.” (Juan 3:12–15, NTV)
Llegaría el momento que Jesús sería levantado sobre un madero. Siguiendo con esta línea de pensamiento o análisis, encontramos algo muy interesante.
Primero, para que Jesús llegará a ese momento, vemos que vino a su pueblo, pero su propio pueblo lo rechaza. Su familia lo desprecia al principio, su amigo lo traiciona, testigos falsos mienten sobre ÉL, el juicio fue plagado de injusticias y no se observó el debido proceso
Se burlaron de ÉL los de su pueblo y los romanos.
Su madre sufre al verlo llevar una cruz que no debería llevar.
En otras palabras, vemos en Jesús el epítome del sufrimiento más amplio.
Vemos en ÉL todos los males que podríamos imaginar, que podríamos pasar.
¿Has trabajado hasta el cansancio sólo para que al final nadie aprecie lo que hiciste?
¿has sido rechazado por tu familia?
¿tu amigo más cercano te ha traicionado?
¿Te han tratado injustamente? ¿te han acusado de algo que no has hecho?
¿llevas una enfermedad que no pediste?
O como María, como las madres, que tienen un tiempo a sus hijos para después entregarlo al “mundo” y observar como sufren, como tienen sus propias crisis, sin poder hacer nada más que orar por ellos.
Todo esto lo vemos en la Cruz. Y es como si Jesús nos dice ¡enfréntalo! Porque YO vencí tú también lo harás.
DOnde esta muerte tu agujón.
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