Hermenéutica 1

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Introducción

PRINCIPIOS PARA LA INTERPRETACIÓN
Bases para la interpretación
En esta clase ofreceremos una enseñanza práctica para ayudarles a adquirir destreza en la interpretación de la Biblia.
Intentaremos Ilustrar el proceso de interpretación considerando las etapas por las que debemos pasar en el estudio de un pasaje bíblico. Veremos también asuntos mas complejos para que los que se están preparando para el ministerio.
En cada etapa del proceso hermenéutico que aprenderemos, asumimos que nuestra comunión con Dios es el fundamento para cada etapa de la interpretación: el principio, el medio y el final.
El modelo que aprenderemos para interpretar la Biblia con fidelidad, tiene su fundamento en la Biblia misma. Aunque aprenderemos de algunas ideas positivas de la hermenéutica moderna, lo haremos dentro de un marco bíblico.
Una de las cosas que debe movernos a interesarnos por esta materia es nustro amor por Dios.
Mateo 22:37–40 NBLA
Y Él le contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. »Este es el grande y primer mandamiento. »Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. »De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas».
Si amamos al Señor, nuestro Dios, con todo nuestro corazón, alma y mente, estaremos interesados en aprender más sobre Él. Y como ya lo hemos visto, la Biblia es la principal fuente de conocimiento de Dios.
Amar a Dios es lo que nos motiva a estudiar con seriedad la escritura.
En medio de nuestro estudio, pediremos a Dios que vivifique nuestros corazones, que ilumine y aclare nuestra mente, que santifique nuestras actitudes, que nos enseñe y nos capacite para recibir y obedecer lo que estudiamos. También lo alabaremos, lo amaremos, lo disfrutaremos y nos maravillaremos de quién es Él en todos los aspectos de nuestro estudio. Nos arrepentiremos de nuestros pecados cuando la Biblia nos revele cómo hemos pecado.
Antes de considerar nuestro modelo hermenéutico, es necesario que hablemos de algunas cosas fundamentales como son: la naturaleza del amor, la naturaleza de Dios, nuestra propia naturaleza y la naturaleza de nuestras necesidades. Vamos a ver como las implicaciones de estos temas afectan nuestra práctica del estudio de la Biblia.
La Naturaleza del amor
En primer lugar, consideremos la centralidad del amor en nuestra respuesta a Dios.
Romanos 13:8–10 NBLA
No deban a nadie nada, sino el amarse unos a otros. Porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley. Porque esto: «No cometerás adulterio, no matarás, no hurtarás, no codiciarás», y cualquier otro mandamiento, en estas palabras se resume: “Amaras a tu projimo como a ti mismo.” El amor no hace mal al prójimo. Por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley.
Gálatas 5:14 NBLA
Porque toda la ley en una palabra se cumple en el precepto: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
La voluntad de Dios se resume también en el primer y gran mandamiento, amar a Dios, porque amar a Dios implica amar también al prójimo:
1 Juan 4:20 NBLA
Si alguien dice: «Yo amo a Dios», pero aborrece a su hermano, es un mentiroso. Porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto.
La Biblia también indica que si amamos a Dios, guardaremos sus mandamientos:
1 Juan 5:3 NBLA
Porque este es el amor de Dios: que guardemos Sus mandamientos, y Sus mandamientos no son difíciles.
Juan 14:15 NBLA
»Si ustedes me aman, guardarán Mis mandamientos.
Entre los mandamientos está el de amar al prójimo. Así que tiene sentido que amar a Dios sea el "grande y primer mandamiento". Implícitamente, abarca todos los demás mandamientos de Dios y resume todo nuestro deber para con Dios. Esto también resume nuestro deber cuando interpretamos la Biblia.
¿Cómo podemos amar a Dios con todo nuestro corazón?
En nuestra condición caída, como hijos de Adán, estamos en rebelión contra Dios y en esclavitud al pecado: "En verdad, en verdad os digo: todo el que practica el pecado es esclavo del pecado" (Juan 8:34). En el fondo, odiamos a Dios en lugar de amarlo. Dios mismo tiene que rescatarnos. Por eso envió a Cristo al mundo:
1 Juan 4:9–11 NBLA
En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a Su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
¿Cómo la redención que Dios llevo a cavo en Cristo afecta a nuestra interpretación de la Biblia?
La Naturaleza de Dios
Sólo podemos amar a Dios si Dios mismo nos da poder. Esta capacitación comienza cuando nacemos de nuevo a través del Espíritu Santo:
Juan 3:5–7 NBLA
Jesús respondió: «En verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. »Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. »No te asombres de que te haya dicho: “Tienen que nacer de nuevo”.
Este principio se ve confirmado por otros versículos que indican que Dios toma la iniciativa:
1 Juan 4:19 NBLA
Nosotros amamos porque Él nos amó primero.
Hechos de los Apóstoles 2:33 NBLA
»Así que, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que ustedes ven y oyen.
El Espíritu Santo nos capacita para amar: "El fruto del Espíritu es el amor..." (Gal. 5:22). Amar a Dios conduce a su vez a la comunión con Él: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14,23). Jesús dice que tanto Él como su Padre morarán con quien le ame. En el contexto de este versículo, también indica que el Espíritu Santo morará con los creyentes (v. 17). La comunión con Dios es comunión con el único Dios verdadero que es tres personas y cuya comunión con nosotros tiene lugar por mediación del Hijo en el poder del Espíritu Santo.
Esta comunión sólo tiene lugar en los que pertenecen a Cristo, que están unidos a Él por la fe.
Ya que la Biblia es la palabra de Dios, su propio discurso a nosotros, su discurso funciona como una forma en la que Él tiene comunión con nosotros. Por medio de su palabra, Dios obra la santificación: "Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad" (Jn 17,17). La comunión de Dios con nosotros armoniza siempre con su propio carácter. Tenemos comunión con nuestro Dios trino. Así que podemos pensar en cómo su carácter trinitario afecta a nuestra comunión con él.
Como hemos indicado, cuando nos unimos a Cristo y confiamos en Él, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo vienen a habitar en nosotros, y esta habitación expresa la comunión de Dios con nosotros. La obra del Espíritu Santo es particularmente prominente en esta morada. Romanos 8, al hablar de la habitación del Espíritu, lo llama "el Espíritu de Dios" y "el Espíritu de Cristo" (Rom. 8:9). El Padre y el Hijo habitan en el cristiano específicamente a través del Espíritu Santo.
Experimentamos la comunión con Cristo al ser sepultados y resucitados con él, según Romanos 6:3-11. Experimentamos su señorío y control tanto a través de sus mandamientos como a través de la aplicación de su obra en nuestras vidas. Por la obra de Dios comenzamos a amarlo y a expresar nuestro amor en obediencia fiel.
El señorío de Cristo sobre nuestras vidas expresa también el señorío de Dios Padre. Dios Padre, como Creador y sustentador, representa la fuente última de autoridad. Él tiene pretensiones morales sobre nuestras vidas. Sus afirmaciones son relevantes cuando estudiamos la Biblia.
El señorío de Cristo tiene implicaciones para el proceso de interpretación.
John M. Frame, meditando sobre la enseñanza bíblica acerca del señorío de Dios, ha resumido la naturaleza del señorío de Dios utilizando tres temas superpuestos: autoridad, control y presencia. Utiliza y expone estos temas para comprender el señorío de Dios sobre toda la creación y toda la historia. Pero los temas también se aplican al señorío de Dios sobre las vidas de los creyentes. Cuando estamos en comunión con Dios por medio de Cristo, experimentamos su señorío al aplicarnos la obra de salvación de Cristo.
Frame también indica que las tres categorías de señorío reflejan la obra de las tres personas distintas de la Trinidad:
La autoridad pertenece al Padre,
el control al Hijo y
la presencia a la obra del Espíritu Santo.
Sin embargo, dado que las tres personas de la Trinidad residen la una en la otra, y dado que todas actúan en todas las obras de Dios en el mundo, las tres categorías de señorío funcionan como perspectivas la una de la otra, en lugar de estar separadas. De manera que las tres personas actúan en todos los aspectos del señorío.
Cada perspectiva del señorío apunta a las otras dos y presupone las otras dos. Por ejemplo, si empezamos con la perspectiva del control, podemos ver que el control de Dios implica el control sobre mi ubicación y mi corazón, lo que significa que Dios está presente siempre conmigo. El control implica control sobre las normas de autoridad, y por tanto implica que Dios tiene la autoridad última. Si partimos de la presencia, se trata de la presencia de Dios, que también hace presentes sus normas morales y, por tanto, hace presente su autoridad última. Su poder de estar presente representa una forma de poder y, por tanto, de control.
El entrelazamiento y la interpenetración de las perspectivas sobre el señorío reflejan el misterio inagotable de la Trinidad, que nunca podremos comprender por completo.
Dios se comprende a sí mismo completamente porque es Dios (1 Cor. 2:10). Nosotros, como criaturas, podemos comprender verdadera y genuinamente, en la medida en que Dios nos da capacidad y se revela a sí mismo por medio de Cristo. Pero nunca llegamos a comprenderle exhaustivamente y nunca disolvemos todo misterio. Los misterios relativos a Dios sólo se profundizan a medida que nosotros profundizamos nuestra comprensión. Deberían suscitar nuestro asombro y alabanza, más que nuestra frustración.
Cuando Dios actúa, expresa su autoridad, su control y su presencia. Los tres -autoridad, control y presencia- se expresan cuando nos habla en las Escrituras. Así pues, estas perspectivas sobre el señorío describen cómo tenemos comunión con Dios en nuestra recepción de las Escrituras. Reflexionando específicamente sobre estas perspectivas mientras leemos, podemos suscitar en nuestros corazones la alabanza y la admiración hacia Él, y al mismo tiempo recordarnos a nosotros mismos que la Escritura contiene misterios. El misterio último de Dios mismo permanece siempre.
Podemos explorar más a fondo lo que significa escuchar las Escrituras utilizando una segunda tríada de perspectivas, a saber, la tríada formada por las perspectivas normativa, situacional y existencial. John Frame ha desarrollado esta segunda tríada de perspectivas para analizar la ética.
La perspectiva normativa se centra en las normas de la ética, que se resumen en los mandamientos de Dios. Las partes de las Escrituras con mandamientos explícitos se explican y profundizan más en las Escrituras circundantes que contienen otros tipos de comunicación.
La perspectiva situacional se centra en nuestra situación, y se pregunta cómo podemos promover mejor la gloria de Dios en nuestra situación. Amar al prójimo es una forma de glorificar a Dios. Así que, como un aspecto de la perspectiva situacional, podemos preguntarnos cómo podemos expresar mejor el amor a nuestro prójimo y cómo podemos ayudarle y bendecirle mejor.
Por último, la perspectiva existencial se centra en las personas de la situación y en sus motivaciones. La motivación principal debe ser el amor.
Estas tres perspectivas, bien entendidas, se entrelazan y refuerzan mutuamente. Cada una funciona como una perspectiva de toda la ética. Entendidas correctamente, cada una de ellas no sólo apunta a las otras, sino que incluso las engloba. Por ejemplo, la perspectiva normativa comienza con los mandamientos de Dios. Pero los mandamientos de Dios incluyen el mandamiento del amor, por lo que esta perspectiva nos dice que prestemos atención a las motivaciones y actitudes. Por tanto, engloba la perspectiva existencial, que se centra en las motivaciones y las actitudes. A continuación, supongamos que empezamos con la perspectiva existencial. Comenzamos con el énfasis en amar a Dios. Si amamos a Dios, cumpliremos sus mandamientos, por lo que también tenemos que prestar atención a los mandamientos, lo que implica la perspectiva normativa. Amar a nuestro prójimo significa prestar atención a cómo podemos bendecirles en sus circunstancias, y por tanto nos lleva a la perspectiva situacional de sus circunstancias. Si partimos de la perspectiva normativa, los mandamientos de Dios implican que debemos prestar atención a las circunstancias para actuar con sabiduría. Así pues, la perspectiva normativa conduce a la perspectiva situacional.
En resumen, podemos considerar provechosamente la Escritura utilizando las perspectivas de Frame, porque la propia Escritura nos invita a reflexionar sobre aspectos del señorío de Dios y aspectos de nuestras obligaciones para con Dios.
Nuestra Propia Naturaleza.
Para apreciar mejor lo que significa escuchar la palabra de Dios en la Biblia, tenemos que considerar quiénes somos como destinatarios de la palabra de Dios.
La realidad de la naturaleza trinitaria de Dios tiene implicaciones para nuestra comprensión de la humanidad.
Estamos hechos a imagen de Dios (Gn 1,26-27). Dios es un Dios en tres personas. Tiene unidad y diversidad en sí mismo. Los seres humanos somos criaturas, no el Creador. Pero también tenemos unidad y diversidad, aunque la unidad y la diversidad operan en un nivel diferente y de una manera diferente que con Dios mismo. (Por ejemplo, no tenemos coexistimos en una unidad como las tres personas de la trinidad.
La unidad de la humanidad consiste en que todos somos humanos: todos estamos hechos a imagen de Dios y compartimos formas comunes de pensar, hablar y actuar. Pero también mostramos diversidad. Cada uno de nosotros es un ser humano distintivo, distinto de los demás en detalles. El pecado hace que la diversidad sea conflictiva, pero un cierto tipo de diversidad armoniosa estaba presente en Adán y Eva antes de que pecaran. Y la redención trae de vuelta la diversidad armoniosa: la diversidad en la iglesia bendice a cada miembro del cuerpo de Cristo. La Iglesia es un cuerpo con muchos miembros (1 Corintios 12). Tenemos una diversidad de dones, que en su diversidad aportan salud y crecimiento al cuerpo único (véase también Ef. 4:1-16).
Esta diversidad entre los seres humanos se expresa en cómo entendemos la Biblia.
Nos encontramos en diferentes etapas de crecimiento.
No todos prestan atención exactamente a los mismos versículos o a los mismos aspectos de los versículos.
No todos comprenden con la misma profundidad o agudeza.
También podemos ver diversidad en los autores humanos de la Biblia.
Los cuatro Evangelios -Mateo, Marcos, Lucas y Juan- presentan fascinantes diferencias de énfasis.
Tienen cuatro autores humanos distintos, aunque debemos apresurarnos a añadir que fue Dios quien suscitó a estos cuatro autores en su carácter distintivo, y las distinciones expresan la voluntad de Dios y reciben la autorización de Dios. Los Evangelios no surgieron meramente de la individualidad humana, de manera independiente de Dios.
La unidad y la diversidad se manifiestan también en nuestro estudio de las Escrituras.
Algunas personas memorizan más Escrituras que otras.
Algunos se sienten atraídos por los Salmos, mientras que otros estudian detenidamente Mateo, Romanos o el Apocalipsis.
A algunas personas, Dios las dota del don de enseñar (Rom. 12:7; 1 Cor. 12:28-29; Ef. 4:11), y explican las Escrituras a los demás o escriben comentarios que ayudan a otros.
Algunas personas tienen el don de ayudar (1 Co. 12:28; véase Ro. 12:7), y sus actos prácticos de ayuda ponen de manifiesto las implicaciones de los pasajes de las Escrituras que hablan del servicio práctico.
Cuando todos los miembros de la Iglesia siguen a Cristo, todos sus esfuerzos contribuyen a edificar la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo (1 Co. 14:12; Ef. 4:12-16). Pero la iglesia en su conjunto sufre cuando algunos miembros sufren (1 Co. 12:26). Esta interacción de unidad y diversidad expresa el plan de Dios para la Iglesia y para sus miembros, para cada creyente cristiano.
La unidad y la diversidad en la Iglesia tienen un papel cuando consideramos el estudio de la Biblia. Ya hemos mencionado el don de la enseñanza. Los maestros desempeñan un papel fundamental a la hora de guiar a toda la Iglesia hacia una comprensión más profunda y fiel de la Biblia. No todo el mundo es maestro, así que hay diversidad.
Toda la iglesia se beneficia de los maestros piadosos y dotados, por lo que la iglesia también tiene una unidad. Todos los creyentes crecen en el conocimiento de las Escrituras de manera común, porque la Biblia es la palabra de Dios, del Padre a través del Hijo en el poder del Espíritu Santo. Los creyentes comparten doctrinas en común (Ef. 4:5: "un Señor, una fe, un bautismo").
Pero también nos encontramos con la diversidad. En el primer siglo de la Iglesia, y aún hoy en algunas culturas del mundo, algunos creyentes no saben leer o no tienen acceso a una Biblia impresa. Dependen de lo que otros les dicen, tal vez cuando se lee la Biblia en una reunión de la iglesia o cuando escuchan la radio, la televisión o una grabación que contiene una lectura de la Biblia. Incluso en situaciones en las que los creyentes tienen acceso a la Biblia y a otras ayudas como concordancias, atlas bíblicos y comentarios, debemos contar con la diversidad en el cuerpo de Cristo. No todo el mundo leerá y estudiará siguiendo exactamente el mismo patrón.
La Biblia prescribe un "método" central para el aprendizaje: Cristo mismo es "el camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6).
Cristo es el "método".
Pero, por supuesto, es una persona, no una lista mecánica de pasos. Cuando oímos la palabra método, podemos pensar en una serie fija de pasos que garantizan un resultado concreto. Por ejemplo, seguimos las instrucciones para montar una estantería nueva; y si las seguimos cuidadosamente, obtenemos una estantería terminada. O bien, la receta para cocinar Ajiaco da como resultado unas un buen Ajiaco.
Cristo como persona es, en realidad, lo opuesto a tener un "método" en este sentido, porque no podemos reducir la persona de Cristo a un método mecánico, ni podemos, como seres humanos, garantizar de antemano sólo con nuestra voluntad o nuestro poder que siempre seremos fieles a Cristo y a su señorío cuando estudiemos su Palabra.
Precisamente porque no disponemos de una "receta" sencilla y a prueba de fallos para la interpretación, una receta que funcione independientemente de nuestro compromiso religioso y de nuestra salud espiritual y de nuestra obediencia moral, es tanto más importante que afirmemos que Cristo es el camino.
Él es el camino hacia la vida eterna, el camino hacia la comprensión de Dios. Podemos añadir que Él es también el camino para entender la Escritura, porque necesitamos de Él y del poder de su Espíritu para hacerlo.
Nunca podremos reducir a ninguna persona humana, y mucho menos a Cristo, a una lista de pasos. La interacción personal crea relaciones ricas, incluidas las sorpresas.
Dios ha hecho el mundo con regularidades. Tenemos formas regulares de multiplicar los números. Las personas, como hemos dicho, son mucho más ricas, y el texto de la Escritura es mucho más rico, pero también aquí podemos hablar de regularidades. La propia Escritura indica que la palabra de Dios, ahora contenida en la Escritura, ha sido diseñada por Dios mismo como un medio clave para nuestro crecimiento en el conocimiento de Él:
Juan 17:17 NBLA
»Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad.
Juan 17:8 NBLA
porque Yo les he dado las palabras que me diste; y las recibieron, y entendieron que en verdad salí de Ti, y creyeron que Tú me enviaste.
Salmo 119:105 NBLA
Lámpara es a mis pies Tu palabra, Y luz para mi camino.
2 Timoteo 3:16–17 NBLA
Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra.
En consecuencia, los teólogos han descrito como un medio de gracia la lectura y la predicación de la escritura. Un medio de gracia es un medio o un camino por el que Dios da gracia y bendición a quienes le buscan. El estudio de las Escrituras está junto a otros medios de gracia: la oración, los sacramentos (bautismo y Cena del Señor) y la comunión con el pueblo de Dios. Todos los medios de gracia se refuerzan mutuamente.
Además, podemos decir que Dios ha establecido caminos para comprometerse con los medios de gracia que es la propia Escritura. Por lo que es la Escritura, Dios ha establecido vías o caminos que los creyentes pueden recorrer para recibirla y asimilarla adecuadamente, en comunión con el Dios que la dio y que sigue hablándola. Sólo debemos añadir, para equilibrar lo que ya hemos dicho, que las vías y caminos para estudiar la Escritura ofrecen una unidad en medio de la diversidad de los distintos lectores y estrategias de lectura. Observamos una diversidad en la recepción humana de la Biblia. Pero también hay una unidad fundamental en el modo en que los hombres deben acercarse a la Biblia: todos deben someterse sin reservas al Dios que habla. Ni la unidad ni la diversidad se reducen la una a la otra, sino que, en el mejor de los casos, se presuponen y refuerzan mutuamente.
En resumen, el crecimiento cristiano comienza al nacer de nuevo por el Espíritu de Dios. Continúa a medida que crecemos en santidad y en conformidad con Cristo. Uno de los principales medios de crecimiento espiritual que Dios utiliza es la Biblia, que es su palabra.

Principios para la interpretación Bíblica

1. Dios Habla
La Biblia es el discurso de Dios en forma escrita. Por eso debemos reflexionar sobre lo que significa que Dios habla. El discurso de Dios tiene varias formas.
Dios habla eternamente en el Verbo, segunda persona de la Trinidad (Jn 1,1). Dios Hijo es la Palabra hablada. Dios Padre es el que habla. Juan 1:1 no menciona explícitamente al Espíritu Santo, pero otros pasajes (por ejemplo, Ezequiel 37:10, 14) comparan al Espíritu Santo con el aliento de Dios que lleva su palabra a su destino.
Dios habla para crear y gobernar el mundo. En Génesis 1 vemos repetidos casos en los que Dios habla para llevar a cabo su obra de creación: (Gen. 1:3; Salmo 33:6; Hebreos 1:3) El discurso de Dios sigue gobernando el mundo en la providencia. Este discurso muestra la autoridad de Dios Padre, el control de Dios Hijo, que es la Palabra, y la presencia del Espíritu Santo (que en Génesis 1:2 se cernía sobre la superficie de las aguas).
Dios hablaba oralmente a los seres humanos, en teofanías (Gn 17:1; Ex 20:18-19) y a través de profetas como sus portavoces (Ex 20:19, 21).
Dios escribió su palabra. Lo hizo directamente con las tablas del monte Sinaí, que estaban "escritas con el dedo de Dios" (Ex. 31:18). Más tarde, puso su palabra por escrito a través de portavoces humanos que se encargaron de escribirla (Dt. 31:24-26).
Finalmente, en el punto culminante de la historia, Dios habló por medio del Hijo encarnado (Heb. 1:1-2).
Dios nos habla ahora a través de la Biblia, que Dios nos ha dado como depósito permanente de su palabra. Juan 21:25 indica que no todas las palabras de Dios han quedado registradas en las Escrituras: Hay muchas otras cosas que Jesús hizo. Si se escribiera cada una de ellas, supongo que el mundo mismo no podría contener los libros que se escribirían.
De acuerdo con el modelo establecido en Deuteronomio 31:9-13, 24-29, Dios ha dispuesto la acumulación gradual de un grupo de textos autorizados, escritos con su autoridad, que servirían para la guía permanente de su pueblo. La Biblia es la colección completa de estos textos infalibles. Se llama canon de la Escritura, porque es la norma para nuestra instrucción. Es la comunicación permanente de Dios con nosotros.
Tres aspectos de la expresión oral
La comunicación de Dios implica a Dios como autor, a la Biblia como texto que comunica y a nosotros como destinatarios.
En la comunicación arquetípica de la Palabra de Dios en la Trinidad, tenemos a Dios Padre como autor, a Dios Hijo como la Palabra comunicada, y al Espíritu Santo como el asociado al destino de la Palabra. Estos tres aspectos de la comunicación coinciden y pueden funcionar como perspectivas unos de otros. Ningún aspecto puede aislarse estrictamente.
Del mismo modo, cuando Dios se comunica con nosotros en la Escritura, los tres aspectos funcionan como tres perspectivas. Si partimos de Dios como autor, su intención en la autoría nos lleva a prestar atención al texto de la Biblia y a los destinatarios. Él quiso escribir el texto que se produjo, y quiso dirigirse a los destinatarios a los que iba dirigida su comunicación. Por tanto, tanto el texto como los destinatarios pertenecen a su intención. Si partimos del texto, su interpretación exige que prestemos atención a Dios como autor. Y el texto se dirige a los destinatarios, a veces directamente (Gálatas se dirige a las iglesias gálatas), pero siempre al menos indirectamente, por vía de implicación.
En consecuencia, podemos considerar principios interpretativos centrados en Dios, en la propia Biblia o en los destinatarios. Pero estos tres focos no están estrictamente aislados. Todos ellos tienen implicaciones para los tres aspectos de la comunicación bíblica.
Dios
Si queremos apreciar lo que Dios dice, debemos conocerle y crecer en su conocimiento. Lo que sabemos de él alimenta nuestra comprensión de lo que dice.
Dios es Señor de todas las cosas. Así que debemos tener en cuenta su señorío cuando estudiamos. Podemos usar la tríada de autoridad, control y presencia de Marcos como un resumen de su señorío.
Dios es el Creador, mientras que nosotros y todo lo demás en el mundo somos criaturas. La Biblia distingue entre el Creador y sus criaturas. Dios, como Creador, es Señor, mientras que sus criaturas son súbditos y deben someterse a su señorío. Esta distinción implica que debemos escuchar a Dios cuando leemos la Biblia, y no imaginar que podemos escuchar meramente nuestras propias ideas que surgen mientras leemos. Algunas falsas religiones afirman que cada ser humano es realmente divino en su esencia. Si esto fuera así, podríamos llegar a comprender simplemente escuchando a este yo interior, supuestamente "divino". Pero eso es antitético al camino de Dios que Él revela en la Escritura. En resumen, la distinción Creador-criatura lleva a rechazar el misticismo panteísta, en el que los lectores se creen divinos y escuchan lo "divino" que hay en ellos, en lugar de escuchar realmente la Biblia. También debemos rechazar el platonismo, que dice que el conocimiento consiste en recordar lo que el alma ya sabe desde la eternidad pasada. Rechazamos el racionalismo, que hace de nuestra propia racionalidad la norma final para seleccionar lo que aceptaremos en la Biblia. Rechazamos la hermenéutica autónoma, que dice que primero debemos resolver cómo interpretamos los textos utilizando nuestras propias ideas autónomas, antes de llegar a cualquier texto en particular.
Dios es inmanente. Está presente en todo el mundo. También está especialmente presente, con su oferta de redención en Cristo, cuando leemos las Escrituras. Gran parte del pensamiento moderno asume o alega que Dios (si es que hay un Dios) está ausente cuando leemos las Escrituras. Pero no es así, y eso marca la diferencia. Nos encontramos con Dios, no sólo con un texto que sustituye a Dios.
Dios ha planeado la historia y lleva a cabo su plan en el tiempo (Ef. 1:11). La historia tiene un propósito, y Dios ha diseñado en particular que nuestro estudio de la Biblia tenga un propósito. La Biblia sirve a sus objetivos, no a los que nosotros nos propongamos. En particular, no se supone que estudiemos la Biblia simplemente para adquirir información, sino para nuestro bien espiritual, para nuestra salvación. Esperamos "cielos nuevos y tierra nueva en los que habite la justicia" (2 Pe. 3:13). Dios nos da la Biblia como un medio que nos ayuda y nos capacita para avanzar hacia esa meta.
La Biblia
Consideremos ahora algunos principios básicos sobre la Biblia.
La Biblia es la propia palabra de Dios, de modo que lo que dice la Biblia, lo dice Dios.
Dios gobierna el mundo entero mediante su discurso divino, que especifica y controla lo que sucede (Heb. 1:3). La Biblia indica que Dios habla para gobernar el mundo, pero nosotros no oímos ese discurso; sólo vemos sus efectos (por ejemplo, Sal. 33:6, 9; 147:15-18). La Biblia, por el contrario, es la palabra de Dios, diseñada por Dios para hablarnos específicamente a nosotros como seres humanos. Todo discurso divino, ya sea dirigido a gobernar el mundo en general o dirigido a nosotros como seres humanos, tiene carácter divino. En particular, muestra el señorío de Dios en autoridad, control y presencia.
Dios nos habla en pactos (Gn 9,9; 15,18; 17,7; Ex 19,5; etc.). Un "pacto" es un acuerdo solemne y legalmente vinculante entre dos partes. En este caso, las dos partes son Dios y los seres humanos. En el Antiguo Testamento, los pactos de Dios con los seres humanos muestran algunas afinidades con los antiguos tratados de soberanía del Cercano Oriente. Estos tratados presentan cinco elementos, que también aparecen de forma explícita o implícita en los pactos de Dios en el Antiguo Testamento (tabla 2.1). Estos cinco puntos tienen correlación con la tríada del señorío de John Frame, que consiste en autoridad, control y presencia. La identificación de Dios proclama su autoridad trascendente, y las estipulaciones como normas implican su autoridad sobre el pueblo. El prólogo histórico muestra cómo ha ejercido su control en la historia pasada. Las bendiciones y maldiciones indican cómo ejercerá su control en el futuro. Su identificación también proclama su presencia, y el registro y la transmisión de las palabras de la alianza implican su presencia continua con el pueblo.
Toda la Biblia es la palabra pactada de Dios. Es decir, la idea de pacto nos ofrece una perspectiva de la Biblia. El Nuevo Testamento proclama el evangelio relativo a la muerte, resurrección y ascensión de Cristo. El apóstol Pablo caracteriza todo su ministerio como un ministerio de la "nueva alianza" (2 Cor. 3:6). Así que todos los escritos de Pablo son palabras de alianza en sentido amplio. En la Última Cena, Jesús inauguró "la nueva alianza" (Lc. 22:20; 1 Co. 11:25). Los demás apóstoles y escritores del Nuevo Testamento tienen la función de transmitirnos las palabras de la nueva alianza. Cuando la Biblia utiliza la palabra nuevo para describir el nuevo pacto, presupone claramente uno más antiguo. El nuevo pacto cumple el pacto abrahámico (Gál. 3:7-14) y el pacto davídico (Hch. 2:30-36), pero el pacto mosaico está principalmente en mente cuando el Nuevo Testamento implica un pacto que es "antiguo" (Heb. 8:8-13). El pacto mosaico también contiene, en Deuteronomio 31, instrucciones explícitas para conservar los documentos canónicos del pacto e instrucciones explícitas sobre los futuros profetas (Deut. 18:18-22). La totalidad del Antiguo Testamento consiste en adiciones divinamente autorizadas al depósito mosaico inicial, por lo que encaja en la estructura de alianza inaugurada con Moisés. Todo el Antiguo Testamento tiene carácter de alianza. Así pues, tanto el Nuevo Testamento como el Antiguo Testamento pueden considerarse pactos en sentido amplio. De hecho, los nombres tradicionales, en los que se denominan "Testamentos", denotan su carácter de alianza ("testamento" es casi sinónimo de "alianza" en el uso teológico posterior, que se basa en Heb. 9:15-16).
En consecuencia, toda la Biblia muestra el carácter del señorío de Dios, que incluye autoridad, control y presencia. Como de costumbre, los tres aspectos del señorío están relacionados desde el punto de vista de la perspectiva. Se entrelazan y se implican mutuamente. El entrelazamiento implica que no podemos separarlos claramente. No podemos tener la presencia de Dios sin que nos afecte en el control, y sin que hable específicamente con autoridad, especialmente a través de estipulaciones. Este entrelazamiento excluye el misticismo sin palabras, según el cual una unión más profunda con Dios va más allá de las palabras y las ignora. Ciertamente, nuestra comunión con Dios en Cristo, por medio del Espíritu, incluye asuntos "demasiado profundos para las palabras" (Rom. 8:26). Pero eso no significa que las palabras se devalúen. El apóstol Pablo utiliza muchas palabras en Romanos.
Del mismo modo, no podemos tener la autoridad y los significados estipulativos de la Escritura sin la presencia de Dios y sin los efectos de su control. Este entrelazamiento excluye un tratamiento meramente académico o informativo de la Escritura. La Escritura contiene información, y mucha. Pero cuando nos encontramos con la información, también nos encontramos con Dios en su presencia y control. Estamos truncando la plenitud de la Escritura si negamos la presencia de Dios. Cualquier supuesto tratamiento "científico" de la Escritura, que pretenda dominar y controlar su significado en lugar de someterse a la comunión con Dios en su presencia, niega y socava su carácter real.
La Biblia es un libro único, cuyo autor es Dios. Por supuesto, tiene múltiples autores humanos. Pero su unidad según el autor divino implica que debemos verla como un único mensaje unificado, y utilizar cada pasaje y cada libro para ayudarnos a comprender los demás. Porque Dios es fiel a su propio carácter, es coherente consigo mismo. Por tanto, debemos interpretar cada pasaje de la Biblia en armonía con el resto de la Biblia.
La Biblia está centrada en Dios. No sólo tiene a Dios como autor, sino que de manera fundamental habla de Dios como tema principal. Lo hace incluso en pasajes históricos que no mencionan directamente a Dios, porque la historia que relata es la historia gobernada por Dios.
La Biblia está centrada en Cristo. Los pactos median la presencia de Dios ante nosotros, y en el centro de los pactos está Cristo, que es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Tim. 2:5). Cristo, como siervo venidero del Señor, se identifica virtualmente con la alianza en Isaías 42:6 y 49:8. En Lucas 24, Jesús enseña a los apóstoles que todas las Escrituras del Antiguo Testamento hablan de él y de su obra (Lucas 24:25-27, 44-49). Comprender cómo el Antiguo Testamento habla de Cristo es un reto, pero a la vista de las enseñanzas de Jesús no puede eludirse. Afortunadamente, contamos con la ayuda del Nuevo Testamento. No sólo contiene enseñanzas que nos ayudan a entender el Antiguo Testamento en su conjunto, sino también muchas citas del Antiguo Testamento que ilustran las afirmaciones de Jesús en Lucas 24.
La Biblia está orientada a la historia de la redención. Dios hizo que los distintos libros de la Biblia se escribieran a lo largo de siglos. El discurso posterior de Dios se basa en el discurso anterior, y despliega aún más el significado de su plan para la historia. La redención de Dios tiene lugar en la historia. El cristianismo no es una mera filosofía religiosa, un conjunto de verdades generales sobre Dios y el mundo. Su núcleo es el Evangelio, la buena noticia de que Cristo ha venido, ha vivido, ha muerto y ha resucitado de entre los muertos, y ahora vive para interceder por nosotros. Dios ha obrado nuestra salvación viniendo en la persona de Cristo y actuando en el tiempo y el espacio. El mensaje de lo que ha hecho llega ahora a las naciones (Mateo 28:18-20; Hechos 1:8).
La primera y la segunda venida de Cristo son centrales en la historia. La obra redentora de Dios culminó con la obra de Cristo en la tierra, especialmente con su crucifixión, muerte, resurrección y ascensión. Cristo reina ahora a la derecha del Padre (Ef. 1:20-21). Esperamos la futura consumación de la redención cuando Cristo regrese.
La obra redentora de Dios entrelaza palabras y obras. Vemos este entrelazamiento incluso durante su obra de creación: Genesis 1:3-4; Genesis 1:26-28 Del mismo modo, las palabras de Jesús interpretan sus actos y viceversa: Juan 10:37-38. En el libro de los Hechos, los milagros y el crecimiento de la Iglesia ayudan a los no creyentes a comprender las implicaciones de la predicación apostólica, y viceversa: Hechos 8:5-7
Los destinatarios
Algunos de los libros de la Biblia indican que fueron escritos originalmente para destinatarios concretos, como la iglesia de Corinto, Filipos o Colosas. Pero Dios, que conoce el fin desde el principio (Is. 46:10), también nos tenía en mente a nosotros:
Romanos 15:14 NBLA
En cuanto a ustedes, hermanos míos, yo mismo estoy también convencido de que ustedes están llenos de bondad, llenos de todo conocimiento y capaces también de amonestarse los unos a los otros.
Enriquecemos nuestra comprensión si tenemos en cuenta a ambos grupos de destinatarios. Tanto para los destinatarios originales como para el conjunto del pueblo de Dios, hay varios principios que son válidos.
El hombre hecho a imagen de Dios. Estamos hechos a imagen de Dios, de modo que tenemos la capacidad de comprender a Dios, tanto a través de la revelación general en el mundo que Dios hizo (Rom. 1:18-25; Sal. 19:1-6) como a través de la revelación especial en la Escritura.
La caída. La caída en el pecado ha corrompido a la humanidad, de modo que de maneras profundas y complejas evadimos y luchamos contra lo que Dios dice.
Redención. Dios proporcionó en Jesucristo el remedio definitivo y completo para nuestra rebelión. Por medio del Espíritu Santo aplica este remedio a los que confían en Cristo para su salvación.
La presencia del pecado. Aunque los creyentes son renovados por el Espíritu Santo (Juan 3:1-8), los que permanecen en esta vida todavía tienen pecado en ellos, y el pecado distorsiona su respuesta a Dios, incluyendo los aspectos mentales e intelectuales de su respuesta.
Crecimiento continuo. En esta vida crecemos en santificación, pero nunca alcanzamos la perfección sin pecado. Seguimos necesitando, colectiva e individualmente, la enseñanza bíblica, la reprensión, la corrección y la formación en la justicia (2 Tim. 3:16-17).
Interacción de los focos. Nuestro crecimiento en la comunión con Dios incluye el crecimiento en el conocimiento de Dios y de la Biblia como su Palabra. En este crecimiento, nos beneficiamos de la interacción entre tres focos interrelacionados: (1) la teología, como resumen de la enseñanza de la Biblia en su conjunto; (2) la interpretación de pasajes individuales de la Biblia (a veces llamada "exégesis"); y (3) la hermenéutica, el estudio de los principios y la práctica de la interpretación.
Pueden surgir problemas si absolutizamos uno de los tres enfoques, negándonos a dejar que se nutra de las ideas de los otros. El catolicismo romano tradicional ofrece un ejemplo del peligro de absolutizar la teología. Ciertos pronunciamientos de la Iglesia, a saber, las sentencias de los concilios y las sentencias ex cathedra del Papa, se han convertido dentro del catolicismo romano en piezas irreformables de la teología. Su irreformabilidad produce el peligro de que determinados pasajes de las Escrituras dejen de tener voz propia y se amolden automáticamente a la teología preexistente. (Por supuesto, si una persona realmente cree en las afirmaciones romanas sobre su infalibilidad en doctrina, esta conformidad le parece algo bueno. Pero si, como yo creo, las pretensiones de infalibilidad son erróneas, también son desastrosas para la interpretación bíblica).
Podríamos pensar que la salud espiritual sólo puede mejorarse fomentando la atención a pasajes individuales. Y si todo fuera saludable en nuestro uso de los pasajes individuales, eso sería cierto. Pero el pecado también puede colarse aquí. Por ejemplo, los arrianos han apelado a Juan 14:28, "el Padre es mayor que yo", para concluir que el Hijo de Dios es sólo una criatura y no el Dios eterno. Pero tal interpretación no es correcta. Otros pasajes de la Escritura, incluidos Juan 1:1 y 20:28, nos protegen de interpretar erróneamente este único pasaje, porque esos otros pasajes indican que Jesús es plenamente Dios. De estos pasajes derivamos nuestra teología general, que resume la enseñanza de la Biblia. La buena teología nos lleva a rechazar la interpretación arriana de Juan 14:28, y a examinar el pasaje con más detenimiento para ver lo que realmente significa en el contexto del Evangelio de Juan. Jesús está hablando de su sumisión al Padre al llevar a cabo la obra de la redención en la tierra (obsérvese la primera parte de 14:28, y el versículo 31). Así pues, el versículo 28 no habla de la naturaleza de la divinidad de Cristo como tal, y es bastante compatible con la teología del resto de la Biblia.
Como ejemplo del dominio de la hermenéutica, podemos tomar el caso de Rudolf Bultmann. Bultmann elaboró una complicada hermenéutica de "desmitologización", que le llevó a encontrar en el Nuevo Testamento sólo un mensaje sobre la autenticidad existencial. Su sistema hermenéutico era destructivo no sólo por sus conclusiones distorsionadas, sino también porque amenazaba con ser irreformable. Cualquier enseñanza bíblica que lo desafiara era reinterpretada antes de que el desafío pudiera ser sopesado seriamente.
Hemos considerado ejemplos más extremos de dominio teológico, dominio exegético y dominio hermenéutico. Pero los peligros nos aquejan a todos. De maneras más sutiles, cualquiera de nosotros puede "leer" su teología favorita donde realmente no corresponde. O podemos aceptar acríticamente una determinada interpretación tradicional o cómoda de un texto concreto. O podemos negarnos a hacer preguntas críticas sobre nuestros principios y práctica hermenéuticos.
Como somos pecadores, y como el pecado tiene tendencia a excusarse y ocultarse, no siempre podemos detectar fácilmente los pecados sutiles. Incluso se cuelan en nuestra práctica del estudio de la Biblia.
El estudio de la Biblia nos resulta fructífero cuando estamos dispuestos a escuchar los tres aspectos -la teología, la exégesis y la hermenéutica- y dejamos que se corrijan mutuamente. Al hacerlo, necesitamos que el Señor nos dé la humildad para ver rápidamente los pecados y los fallos. Pero, por supuesto, existe un peligro opuesto, un peligro al que el ambiente moderno de "tolerancia" puede tentarnos: podríamos utilizar una apelación a la "humildad" para excusarnos de defender con valentía la verdad cuando sea necesario. ¿Quién nos librará de estos dos pecados? En última instancia, sólo Jesús, nuestro Salvador (Rom. 7:24-25).
Relaciones humanas. Dios nos diseñó para vivir en relaciones humanas, así como en relación con Él. En consecuencia, aprendemos de los demás, incluidos los no creyentes (que reciben conocimientos en virtud de la gracia común). Este aprendizaje nos ayuda en nuestra propia comprensión de la Biblia (aunque debemos ser cautos, porque el pecado nos infecta tanto a nosotros como a los demás).
Tradición. Nuestro aprendizaje de los demás incluye el aprendizaje de las generaciones pasadas. La Biblia misma es infalible en su enseñanza; las generaciones posteriores no lo son. Debemos examinar los puntos de vista de las generaciones posteriores utilizando la Biblia como nuestra norma. Pero las generaciones posteriores y sus enseñanzas no deben ser ignoradas. Personas de muchas generaciones han recibido dones del Espíritu. Y otras generaciones y otras culturas son valiosas para nosotros porque pueden ayudarnos a ver las limitaciones propias de la cultura y los supuestos con los que hemos crecido. La sabiduría de las generaciones pasadas es la tradición. La tradición puede ser tanto una bendición como una maldición. Recibimos una bendición cuando aprovechamos la sabiduría de las generaciones anteriores (Prov. 1:8) Por otro lado, podemos ser maldecidos cuando damos una lealtad acrítica a la tradición, y nos aferramos a ella cuando está en tensión con la palabra de Dios (Mt. 15:6; Gal. 1:13-14)
Utilización de recursos humanos. Los principios relativos a la tradición se aplican cuando utilizamos léxicos, gramáticas, comentarios, diccionarios y otros recursos como ayuda para interpretar la Biblia. Los recursos ofrecen ayuda porque contienen sabiduría del pasado. En ocasiones, también pueden atraparnos, porque pueden estar corrompidos por el pecado y sus efectos intelectuales. Los lectores deben reconocer que incluso los mejores recursos humanos pueden contener deficiencias sutiles. Y a veces las deficiencias son más graves. Cualquier recurso humano debe utilizarse con cuidado, comprendiendo su falibilidad.

Puntos de partida complementarios para la interpretación

Veamos ahora la formas en las que podemos estudiar la Biblia. Consideramos tanto los enfoques sencillos como los más complejos. Los enfoques sencillos de la lectura y la escucha son importantes, tanto porque constituyen el punto de partida de reflexiones más complejas como porque pueden practicarlos personas con todos los niveles de destreza.
El Catecismo Mayor de Westminster hace hincapié en la lectura de las Escrituras y, sobre todo, en la escucha de la predicación:
Q. 155. ¿Cómo se hace eficaz la Palabra para la salvación?
A. El Espíritu de Dios hace que la lectura, pero especialmente la predicación de la Palabra, sea un medio eficaz para iluminar, convencer y humillar a los pecadores; para sacarlos de sí mismos y atraerlos a Cristo; para conformarlos a su imagen y someterlos a su voluntad; para fortalecerlos contra las tentaciones y corrupciones; para edificarlos en la gracia y establecer sus corazones en santidad y consuelo mediante la fe para salvación.
Además de leer y escuchar, debemos incluir la memorización de la Biblia y la meditación, que la propia Escritura alienta. Sal. 1:2; 119:11,15; Josue 1:8
La gente del mundo occidental está tan ocupada y tan rodeada de un diluvio de información que la mayoría ya no memoriza pasajes o libros de la Biblia, y no sabe cómo bajar el ritmo para meditar. No hay una solución fácil para esta deficiencia. La gente debe comprender lo que es importante a los ojos de Dios, y reordenar su tiempo y sus prioridades en consecuencia. Memorizar es trabajo, pero a la larga es espiritualmente provechoso.
Tres perspectivas de interpretación
Consideremos ahora formas de estudiar la Biblia que impliquen un enfoque más explícito.
Como hemos visto, Dios nos llama a "amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente" (Mt. 22:37). El mandamiento se aplica a toda nuestra vida, y por tanto, implícitamente, a todo nuestro estudio de la Biblia. Podemos amar y servir a Dios mientras estudiamos, o podemos fracasar en amarle y servirle. El estudio es una tarea ética. Dios es el Señor, y nuestro estudio está sujeto a sus normas. Podemos utilizar las tres perspectivas éticas de Frame que hemos presentado antes, a saber, la perspectiva normativa, la situacional y la existencial.
La perspectiva normativa lleva naturalmente a centrarse en la enseñanza de la Biblia en su conjunto, porque esa enseñanza en su conjunto nos da nuestras normas. Las normas incluyen la comunicación en forma de mandamientos, mandamientos que exigen nuestra obediencia. Pero hay otros tipos de comunicación que también nos imponen exigencias. Debemos creer lo que Dios dice, y buscar lo que aún no entendemos. Dios ha hablado de una vez por todas, en el canon completo de las Escrituras. Cuando nos centramos en este carácter único de la Escritura, estamos utilizando lo que podemos llamar un enfoque único. La teología sistemática resume lo que enseña la Biblia como canon completo. Así que podemos asociar la perspectiva normativa con un enfoque de la Biblia similar al de la teología sistemática. El enfoque de una vez por todas se asemeja a un enfoque teológico sistemático.
La perspectiva situacional puede llevar a que cada persona se centre en su situación actual y se pregunte qué dice la Biblia sobre su situación. Este enfoque es útil, porque Santiago y otros pasajes de la Biblia subrayan la importancia de aplicar la palabra de Dios y actuar en consecuencia: Santiago 1:22; Santiago 2:14. La perspectiva situacional también puede llevarnos a centrarnos en las situaciones en las que Dios hizo que se escribiera la Biblia, y cómo luego hizo que se nos transmitiera a lo largo del tiempo. Este enfoque lleva a considerar la situación que rodea a cada libro de la Biblia: su lenguaje, su contexto social e histórico, su autor humano y su audiencia, y la línea más amplia de la historia de la redención que conduce desde el pasado hasta el presente, según el designio de Dios. Así pues, este enfoque se centra en la historia, y especialmente en la historia de la redención. También podemos designar este enfoque como un enfoque de transmisión, porque se centra en cómo Dios transmite su palabra a través del tiempo.
Podemos utilizar la perspectiva existencial. Esta perspectiva lleva a que cada persona se centre en sí misma como receptor consciente de la palabra de Dios. Dios está hablando a cada persona en el momento en que lee. Dios está hablando aunque la persona se resista a su palabra y no saque provecho de ella. Así pues, esta tercera perspectiva hace hincapié en la experiencia personal presente de la palabra de Dios. Podemos llamar a este enfoque un enfoque de tiempo presente debido a su enfoque en el presente.
Pensar en términos de perspectivas es especialmente apropiado cuando estudiamos un pasaje de la Biblia. No importa cuántas veces volvamos al mismo pasaje, ni cuántas preguntas nos hagamos, ni qué tipo de preguntas nos hagamos: estamos tratando el mismo pasaje. Cada forma de estudiar el pasaje funciona como una perspectiva del mismo. En cada caso, aunque algún aspecto del pasaje pueda ser el enfoque principal, hay que tener en cuenta el pasaje en su conjunto, incluido su contexto, si queremos hacer justicia a lo que dice.
En este caso, utilizamos las tres perspectivas de la ética. Cada una de estas tres perspectivas es apropiada para estudiar la Biblia. En principio, armonizan, porque:
Dios pronuncia su enseñanza normativa de una vez para siempre en las Escrituras (enfoque de la teología sistemática);
Dios gobierna la historia para que su discurso viaje hacia adelante en el tiempo (enfoque de la transmisión, con su enfoque en la historia redentora);
y Dios gobierna a cada individuo aquí y ahora, para que los individuos escuchen la voz de Dios (enfoque del tiempo presente).
Cualquiera de estos enfoques, si se utiliza por sí solo, puede resultar desequilibrado.
Si utilizamos el enfoque de "una vez para siempre", podríamos descuidar la evolución a lo largo del tiempo y nuestra obligación personal en el presente.
Si utilizamos el enfoque de la transmisión, podríamos descuidar la unidad de la Escritura y el hecho de que Dios la diseñó para dirigirse a nosotros en el presente.
Si utilizamos el enfoque del tiempo presente, podríamos descuidar la reflexión sobre lo que Dios ha hecho en el pasado.
Pero, las perspectivas bien entendidas apuntan las unas a las otras e incluso se incluyen mutuamente. Si comenzamos con el enfoque de la transmisión, éste incluye en un extremo de la transmisión el punto en el que la palabra de Dios incide en nosotros como lectores. Por tanto, incluye en principio el enfoque del tiempo presente. También tiene en cuenta el hecho de que Dios, como Señor de la historia, diseñó todo el proceso para que todos los escritos anteriores de la Escritura se acumularan en un canon completo, y por tanto incluye el enfoque de una vez para siempre.
Supongamos, por otra parte, que comenzamos con el enfoque de una vez para siempre. Cuando examinamos realmente el contenido de la enseñanza bíblica, éste incluye enseñanzas sobre la historia, sobre el hecho de que Dios tenía un plan redentor desde el principio y que lo está llevando a cabo en el tiempo. La Biblia también indica cómo la obra de Cristo lleva esta historia a su clímax (Heb. 1:1-3). Así que el enfoque de una vez por todas incluye en principio el enfoque de la transmisión. E incluye el enfoque del tiempo presente, ya que en pasajes como Romanos 15:4 la Biblia enseña explícitamente, de una vez por todas, que Dios sigue hablando a los nuevos lectores a través de lo que escribió hace mucho tiempo.
Utilizar el enfoque del tiempo presente
En esta clase nos centraremos principalmente en el enfoque actual de la Biblia. Los otros dos enfoques que acabamos de mencionar lo incluyen implícitamente, ya que su enfoque inicial lleva a reconocer la presencia de Dios al hablar el mensaje de la Biblia hoy. Pero el enfoque del tiempo presente tiene su valor, especialmente para quienes desean estudiar la Biblia más de cerca y metódicamente. Nos recuerda que no podemos prescindir de Dios ni ignorar su presencia en ninguna parte del proceso de nuestro estudio. Si seguimos un "método", podemos cometer el error de tratar el método como si funcionara "por sí mismo". Podríamos empezar a actuar como si no necesitáramos prestar atención a nuestra relación espiritual con Dios, al menos no hasta después de haber terminado de utilizar el método.
El enfoque del tiempo presente utiliza una perspectiva, la existencial, que se centra en cada lector como receptor. Así que esperamos que incluya perspectivamente los otros dos enfoques. Es decir, si seguimos el enfoque correctamente, en obediencia a Dios que está presente con nosotros, debería conducir a los otros dos enfoques e incluso incluirlos. ¿Es así?
Dios, que nos habla ahora, en el presente, nos dice ahora en el presente, por medio de la Escritura, que toda la Escritura ha sido soplada por Dios y es provechosa (2 Tim. 3:16-17). Así pues, al responder a Dios ahora, tenemos que asumir la responsabilidad de tratar la Biblia según lo que Dios dice ahora, y considerarla como un depósito o canon acabado que enseña permanentemente a la Iglesia. La usamos como fuente para la teología sistemática. Por lo tanto, debemos afirmar la validez del enfoque de una vez por todas.
Además, Dios nos dice ahora a través de la Biblia que habló a su pueblo "hace mucho tiempo, muchas veces y de muchas maneras" (Heb. 1:1). Nos indica que, a lo largo de los siglos, no sólo se ha ocupado de nosotros ahora, sino también de las generaciones anteriores ("nuestros padres"; Heb. 1:1). Por eso nos da a entender que debemos pensar en lo que dijo entonces y por qué. Dios ensancha nuestros corazones mostrándonos cómo es Dios a través de todas las épocas y no sólo aquí y ahora. Comprender su obra a lo largo de los siglos anima y fortalece nuestros corazones ahora, lo cual forma parte del efecto que Dios quiere que tenga la Escritura en la actualidad. Así pues, el enfoque del tiempo presente incluye, desde una perspectiva, el enfoque de la transmisión.
Ver. Interpretación bíblica centrada en Dios. Capítulos 9-10.
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