Viviendo con Aquel que ninguna tumba pudo contener

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Jesús nos enseñó cómo vivir con Él luego de su resurrección

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Los hijos de Dios hemos escuchado la Palabra del evangelio. ¡Qué bendición es para nuestras vidas!
Hemos sido invitados a vivir con aquel que no pudo ser contenido por la tumba.
Ahora, ¿cómo es esto de vivir con Jesús resucitado? ¿Cómo es en tu experiencia práctica?
Aprendamos cómo Jesús enseñó que sería, y comparemos nuestra propia experiencia con su enseñanza.

1. Esperanza y confianza

Juan 14:1–14 RVR60
1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. 5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? 6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. 7 Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. 8 Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. 9 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? 10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. 11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. 12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. 13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
Juan 14:1–14 NVI
1 »No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. 2 En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. 3 Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté. 4 Ustedes ya conocen el camino para ir adonde yo voy. 5 Dijo entonces Tomás: —Señor, no sabemos a dónde vas, así que ¿cómo podemos conocer el camino? 6 —Yo soy el camino, la verdad y la vida—le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí. 7 Si ustedes realmente me conocieran, conocerían también a mi Padre. Y ya desde este momento lo conocen y lo han visto. 8 —Señor—dijo Felipe—, muéstranos al Padre y con eso nos basta. 9 —¡Pero, Felipe! ¿Tanto tiempo llevo ya entre ustedes, y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decirme: “Muéstranos al Padre”? 10 ¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les comunico, no las hablo como cosa mía, sino que es el Padre, que está en mí, el que realiza sus obras. 11 Créanme cuando les digo que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí; o al menos créanme por las obras mismas. 12 Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre. 13 Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. 14 Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré.
Juan 14:1–14 NTV
1 »No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí. 2 En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso les habría dicho que voy a prepararles un lugar? 3 Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos, para que siempre estén conmigo donde yo estoy. 4 Y ustedes conocen el camino que lleva adonde voy. 5 —No, Señor, no lo conocemos —dijo Tomás—. No tenemos ni idea de adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino? 6 Jesús le contestó: —Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí. 7 Si ustedes realmente me conocieran, también sabrían quién es mi Padre. De ahora en adelante, ya lo conocen y lo han visto. 8 Felipe le dijo: —Señor, muéstranos al Padre y quedaremos conformes. 9 Jesús respondió: —Felipe, ¿he estado con ustedes todo este tiempo, y todavía no sabes quién soy? ¡Los que me han visto a mí han visto al Padre! Entonces, ¿cómo me pides que les muestre al Padre? 10 ¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que yo digo no son mías, sino que mi Padre, quien vive en mí, hace su obra por medio de mí. 11 Sólo crean que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; o al menos crean por las obras que me han visto hacer. 12 »Les digo la verdad, todo el que crea en mí hará las mismas obras que yo he hecho y aún mayores, porque voy a estar con el Padre. 13 Pueden pedir cualquier cosa en mi nombre, y yo la haré, para que el Hijo le dé gloria al Padre. 14 Es cierto, pídanme cualquier cosa en mi nombre, ¡y yo la haré!
Juan 14:1–14 NBLA
1 »No se turbe su corazón; crean en Dios, crean también en Mí. 2 »En la casa de Mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, se lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para ustedes. 3 »Y si me voy y les preparo un lugar, vendré otra vez y los tomaré adonde Yo voy; para que donde Yo esté, allí estén ustedes también. 4 »Y conocen el camino adonde voy». 5 «Señor, si no sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?», le dijo* Tomás. 6 Jesús le dijo*: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí. 7 »Si ustedes me hubieran conocido, también hubieran conocido a Mi Padre; desde ahora lo conocen y lo han visto». 8 «Señor, muéstranos al Padre y nos basta», le dijo* Felipe. 9 Jesús le dijo*: «¿Tanto tiempo he estado con ustedes, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? 10 »¿No crees que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí? Las palabras que Yo les digo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en Mí es el que hace las obras. 11 »Créanme que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí; y si no, crean por las obras mismas. 12 »En verdad les digo: el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores que estas hará, porque Yo voy al Padre. 13 »Y todo lo que pidan en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14 »Si me piden algo en Mi nombre, Yo lo haré.
Todos podemos enfrentar momentos de angustia, incertidumbre, temor. Cuando eso sucede, la mano de un amigo, un abrazo a su tiempo, las palabras alentadoras de alguien pueden hacer la diferencia. ¿Has recibido ese tipo de atención?
Jesús estaba enfrentando un momento delicado con sus discípulos. Había compartido con ellos tres años muy intensos, de muchas emociones, mucha revelación que ellos habían recibido, experiencias transformadoras. Ahora les estaba dando “las malas noticias” de que estaba a punto de ser arrestado, maltratado, condenado, y que ellos saldrían huyendo, y que aún negarían conocerle, en especial Pedro.
Juan 14:1–6 RVR60
1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. 5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? 6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
El ambiente estaba pesado, el tenor de la conversación no estaba lleno de risas y abrazos como podía haber ocurrido en otros momentos, la tristeza y la preocupación los embargaban. Jesús los alentó. Y, gracias a Dios, Juan recordó las palabras con las que lo hizo. Sus palabras son también una fuente de alient para nosotros que muchas veces también enfrentamos momentos de incertidumbre, dolor, angustia.
Jesús empieza por alentarlos directamente, invitándolos a confiar en Dios, a confiar en Él.
Juan 14:1 RVR60
1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
La fuente de nuestra confianza, el origen y la substancia de nuestro gozo, nuestra fortaleza para seguir adelante es nuestro Salvador. Jesús nos llama la atención, para que no nos dejemos derrotar por la angustia. Él conoce lo que sentimos, sabe lo que nos preocupa, anticipa nuestros temores, y tiene exactamente lo que necesitamos para salir adelante. Así que nos puede decir, con toda autoridad, que no dejemos que nuestro corazón se angustie.
¿Cómo se supera la angustia? ¡Creyendo! Pero no simplemente “creyendo por creer”, o creyendo en “cualquier cosa”. Jesús nos invita a creer en Dios, a creer en Él (que, de hecho, es Dios).
Deja que Jesús llene tu corazón de la confianza y la firmeza que necesitas. El Maestro nos está indicando que, a pesar de lo duras que puedan resultar nuestras circunstancias, cualesquiera estas sean, podemos creer en Él, podemos confiar en Él. Él está obrando en nuestras vidas, en las vidas de los que caminan con Él, de los que confían en Él.
¿Qué argumento utiliza Jesús para animarnos a abandonar la angustia? Nos llena de esperanza, dándonos su promesa. El Señor quiere que sepas que sigue teniendo el control, que todo lo que estamos viviendo es parte de su plan.
Juan 14:2–3 RVR60
2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Jesús tiene esta preciosa promesa para nosotros. Tenemos un futuro y una esperanza (Jeremias 29:11-13).
El que nos dirige la promesa es el que conoce el mundo espiritual y la vida más allá de nuestra limitada perspectiva. Lo que hace aquí es, de alguna manera, descorrer el velo para compartirnos lo que va a ocurrir luego de su partida material. Nos habla del cielo, de los lugares celestiales.
Allí, en ese lugar más allá de lo material y la muerte, muchas moradas hay. Sí, Jesús nos habla de lo que les espera a los que creen y confían en Él, a los que caminan con Él por la vida.
Jesús quiere que confiemos en Él. Si “del otro lado” no hubieran habitaciones suficientes, Él nos lo hubiera dicho. Pero no es así. Hay lugar suficiente.
Hay un lugar para ti.
Hay una morada para ti.
Hay un lugar que está siendo preparado para ti.
Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Jesús fue a preparar lugar. Él es quien en 6 días creó todo lo que conocemos, y me parece que le salió “bastante bien”. ¿No crees? Ahora han pasado casi dos mil años desde que salió a preparar lugar para nosotros. ¿Te imaginas lo maravilloso que será ese lugar?
Esto tendría que llenar nuestros corazones de paz, esperanza, una confianza que nos fortalezca para enfrentar nuestras circunstancias difíciles.
De esta manera Jesús les anunciaba a sus discípulos que ya no iba a estar materialmente con ellos, como había estado hasta ese momento.
...si me fuere
Sí, estaba a punto de dejarlos sin su presencia física. Pero eso no quería decir que no quisiera estar con ellos.
Jesús quiere estar con nosotros. Es por eso que promete
venir otra vez
llevarnos con Él (...os tomaré a mí mismo)
para que estemos con Él para siempre
Jesús quiere que estés donde Él está. Eso nos convierte en viajeros. Este lugar no es nuestro destino final, no es nuestro hogar. Nuestro lugar está con Jesús, en el cielo, donde Él está, donde Él ha estado preparando el lugar para nosotros.
¿Dónde es?
¿Cómo se llega?
Juan 14:4–6 RVR60
4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. 5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? 6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Estas conversaciones entre Jesús y sus discípulos, ¡son tan ricas! ¡Qué maravilla la de poder hablar con el Creador tan claramente, tan directamente, sin filtros!
Jesús afirmaba que los discípulos conocían tanto el lugar adónde iban como la manera de llegar allí.
Tomás aseguraba que no conocía nada, ni hacia dónde se dirigía ni cómo llegar. Creo que Jesús tenía razón; hasta Tomás lo sabía, aunque todavía no se daba cuenta. Además, Jesús acababa de decirlo, acababa de hablar de la casa del Padre. Jesús hablaba del mundo espiritual, y tal vez Tomás y los demás no querían asumir que estaba hablando de su muerte.
Pero, gracias a Dios por la duda de Tomás, porque permitieron que Jesús pronunciara aquellas palabras tan poderosas, de las que resuenan y hacen eco en toda la humanidad hasta el día de hoy:
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
¿Te quedó claro, Tomás?
Jesús no dejó “un mapa”, o una técnica espiritual de como llegar adónde Él está. Él mismo es el Camino, la Verdad necesaria, la Vida que nos permite llegar ante el trono de Dios.
Y, que no quede duda, no existe otro Camino, no hay otra manera. Solamente se llega a aquellas moradas celestiales, a la presencia del Padre, por el Camino que es Jesús.
Si vas a llegar, tienes que estar en Jesús, el Camino. ¿Estás en Él?
Juan 14:7–11 RVR60
7 Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. 8 Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. 9 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? 10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. 11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.
Aquí, el Maestro va a hablar del Padre.
A lo largo de las edades, antes del nacimiento de Jesús, Dios había tratado con diferentes personas, de diferentes maneras. Había tocado corazónes, había revelado verdades, había condenado pecados e intervenido en las vidas de muchos.
Pero nunca nadie había tenido una experiencia cara a cara con Él.
Es allí donde Jesús hace la diferencia, donde la revelación acerca de Dios se concreta.
En realidad, la revelación de Dios está en todas partes, empezando por la creación:
Romanos 1:20 RVR60
20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.
Además, sabemos que la Palabra de Dios nos revela a Dios.
Pero la culminación de la revelación acerca de Dios es Jesús.
Jesús lo dice claramente al principio:
Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.
¡Ahí lo tienes! Aquellos hombres habían pasado unos tres años caminando con Dios e interactuando con Él cara a cara, y no se habían dado cuenta.
Felipe tiene que sacarse la duda, y por eso pide (otra vez) la revelación del Padre.
Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.
Debe haber razonado: “Sería lo máximo si Jesús nos revelara a Dios”. No esperaba el “Ya lo hice, todo este tiempo”.
¿Te imaginas esta parte de la conversación con Jesús mirando a los ojos a Felipe para decirle esto?
¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.
Un profundísimo silencio se debe haber producido en aquel lugar, y Felipe debía estar desmayado, mientras todos los demás se miraban unos a otros. Jesús dijo lo impronunciable, lo que nunca nadie, ni antes ni después, ha dicho en toda la historia de la humanidad. Dios había sido revelado, se había dado a conocer por medio de su Hijo.
Jesús es la revelación de Dios.
Créele.
Déjate impresionar por Dios, en Jesús.
Juan 14:12–14 RVR60
12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. 13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
La persona que recibe la revelación de Dios en Cristo Jesús es transformada, pasa a vivir a “otro nivel”, es conmovida hasta lo más profundo y toda su vida - física, emocional, espiritual - se sacude.
Sí, la revelación de Dios nos sacude.
Pero, ¿entiendes lo que Jesús está sugiriendo aquí? ¡Porque está hablando de ti, y de cada uno de los que creemos en Él!
¿Crees en Jesús? Entonces Jesús está hablando aquí de ti.
Si crees en Él harás sus obras.
¡Qué grande que nos queda esta declaración, siendo que cada uno de nosotros conoce sus limitaciones, pecados y errores!
¿Quién? ¿Yo? ¿Las obras de Jesús?
Siempre pensamos que este tipo de “nivel espiritual” está reservado para personas muy especiales, muy consagradas, muy “diferentes a los demás”.
Pero el Maestro está hablando de ti.
No solamente sus obras sino aun mayores. ¿Puedes creer que Jesús haya dicho semejante cosa?
La presencia de Jesús junto al Padre inclina el cielo a nuestro favor, siendo que el Hijo de Dios intercede por nosotros, le habla al Padre para nuestro bien, para que intervenga poderosamente haciendo una diferencia en nuestras vidas.
Por si hubieren dudas, Jesús habla de cómo esto se expresa en nuestra vida de oración.
Ora. Busca a Dios en oración. Entrégale tus necesidades, tus luchas, tus dudas, tus temores, todo tu ser.
No se trata de que Jesús complazca nuestros caprichos. No es eso lo que está prometiendo.
Pero cuando tenemos este compromiso tan profundo con Él, cuando le hemos consagrado nuestras vidas reconociéndole como Señor y Salvador, nuestra vida de oración se vuelve inmensamente poderosa, y tenemos que creerlo.
Dios quiere escuchar tu voz, y quiere hacer algo tremendamente grande y poderoso respondiéndote a ti.

2. Viendo al que el mundo no ve

Juan 14:15–27 RVR60
15 Si me amáis, guardad mis mandamientos.16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. 18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. 19 Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. 20 En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. 21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. 22 Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? 23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. 24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. 25 Os he dicho estas cosas estando con vosotros. 26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. 27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
Juan 14:15–27 NVI
15 »Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. 16 Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: 17 el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes. 18 No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes. 19 Dentro de poco el mundo ya no me verá más, pero ustedes sí me verán. Y porque yo vivo, también ustedes vivirán. 20 En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes. 21 ¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él. 22 Judas (no el Iscariote) le dijo: —¿Por qué, Señor, estás dispuesto a manifestarte a nosotros, y no al mundo? 23 Le contestó Jesús: —El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él. 24 El que no me ama, no obedece mis palabras. Pero estas palabras que ustedes oyen no son mías sino del Padre, que me envió. 25 »Todo esto lo digo ahora que estoy con ustedes. 26 Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho. 27 La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.
Juan 14:15–27 NTV
15 »Si me aman, obedezcan mis mandamientos. 16 Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Abogado Defensor, quien estará con ustedes para siempre. 17 Me refiero al Espíritu Santo, quien guía a toda la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo busca ni lo reconoce; pero ustedes sí lo conocen, porque ahora él vive con ustedes y después estará en ustedes. 18 No los abandonaré como a huérfanos; vendré a ustedes. 19 Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán. Dado que yo vivo, ustedes también vivirán. 20 Cuando yo vuelva a la vida, ustedes sabrán que estoy en mi Padre y que ustedes están en mí, y yo, en ustedes. 21 Los que aceptan mis mandamientos y los obedecen son los que me aman. Y, porque me aman a mí, mi Padre los amará a ellos. Y yo los amaré y me daré a conocer a cada uno de ellos. 22 Judas (no Judas Iscariote, sino el otro discípulo con el mismo nombre) le dijo: —Señor, ¿por qué te darás a conocer sólo a nosotros y no al mundo en general? 23 Jesús contestó: —Todos los que me aman harán lo que yo diga. Mi Padre los amará, y vendremos para vivir con cada uno de ellos. 24 El que no me ama no me obedece. Y recuerden, mis palabras no son mías, lo que les hablo proviene del Padre, quien me envió. 25 Les digo estas cosas ahora, mientras todavía estoy con ustedes. 26 Sin embargo, cuando el Padre envíe al Abogado Defensor como mi representante —es decir, al Espíritu Santo—, él les enseñará todo y les recordará cada cosa que les he dicho. 27 »Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo.
Juan 14:15–27 NBLA
15 »Si ustedes me aman, guardarán Mis mandamientos. 16 »Entonces Yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre; 17 es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni lo ve ni lo conoce, pero ustedes sí lo conocen porque mora con ustedes y estará en ustedes. 18 »No los dejaré huérfanos; vendré a ustedes. 19 »Un poco más de tiempo y el mundo no me verá más, pero ustedes me verán; porque Yo vivo, ustedes también vivirán. 20 »En ese día conocerán que Yo estoy en Mi Padre, y ustedes en Mí y Yo en ustedes. 21 »El que tiene Mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por Mi Padre; y Yo lo amaré y me manifestaré a él». 22 Judas (no el Iscariote) le dijo*: «Señor, ¿y qué ha pasado que te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?» 23 Jesús le respondió: «Si alguien me ama, guardará Mi palabra; y Mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada. 24 »El que no me ama, no guarda Mis palabras; y la palabra que ustedes oyen no es Mía, sino del Padre que me envió. 25 »Estas cosas les he dicho estando con ustedes. 26 »Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que les he dicho. 27 »La paz les dejo, Mi paz les doy; no se la doy a ustedes como el mundo la da. No se turbe su corazón ni tenga miedo.
Juan 14:15–18 RVR60
15 Si me amáis, guardad mis mandamientos.16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. 18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
Hay una cuidadosa relación entre la obediencia a Dios y su obra en nosotros. Vamos a encontrar en diferentes pasajes de la Biblia que algo muy especial ocurre cuando nos decidimos a tomar en serio los mandamientos de Dios y los obedecemos.
Observa esto en tu vida.
¿Le estás prestando atención a “tus caminos”, la manera en la que te comportas, cómo te relacionas con los demás, la forma en la que tomas decisiones? Observa si andas en obediencia a los mandamientos de Dios o no. Tu respuesta personal a esta pregunta es muy importante y hace toda la diferencia.
1 Juan 2:3–6 RVR60
3 Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. 4 El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; 5 pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. 6 El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.
Pero observa bien la conexión que hace Jesús aquí:
Guardar los mandamientos de Dios tiene que ver con amar a Jesús (lo cual viene a ser el cumplimiento del Gran Mandamiento, amar a Dios con todo el corazón, el alma y la mente).
Eso conduce a la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.
Tienes que amar al Señor. Tienes que entender que Él es lo máximo, que entre todos los valores que vas a encontrar en la vida, Él vale más que todo lo demás. Cuando lo hagas, vas a querer vivir como Él te enseña, vas a querer obedecerle. Y cuando lo hagas, su Espíritu estará obrando en tu vida.
Porque, además, esta vida de obediencia, solo puede producirse si el Espíritu Santo obra en nosotros. Nuestra carne no puede cumplir con los mandamientos.
Romanos 8:5–8 RVR60
5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. 7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
Cuando el Espíritu de Dios se manifiesta en la vida de una persona, algo muy especial ocurre. Jesús promete que el Espíritu viene para estar con nosotros para siempre. Es la manifestación de su presencia, y el cumplimiento de la promesa de Dios de no abandonarnos.
Pero considera el detalle: los hijos de Dios vemos lo que el mundo no ve.
el mundo no le puede recibir.
el mundo no lo ve
el mundo no lo conoce
Sin embargo, los hijos de Dios
le conocen
mora con ellos
estará en ellos
Esa es la diferencia entre una persona que anda con Jesús y alguien que no lo tiene.
Es el Espíritu de verdad, siendo que Jesús acaba de anunciar que Él mismo es la Verdad.
¿Andas con Jesús? Entonces conces lo que el mundo no puede ver ni conocer.
Juan 14:19–21 RVR60
19 Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. 20 En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. 21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
Desde aquel momento de la crucifixión, el mundo dejó de ver a Jesús.
Sin embargo, los hijos de Dios, los que creemos en Él sí le vemos.
Le vemos y vivimos por Él.
Jesús promete que una poderosa confianza llenará nuestros corazones.
En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y no en vosotros.
Esto es tremendamente poderoso.
¿Es esta tu experiencia? ¿Conoces que Jesús está en el Padre, que tú estás en Él, y que Él está en ti?
Examina tu experiencia a la luz de esta revelación. Deja que el Espíritu de Dios te analice y te transforme.
Una vez más, Jesús conecta la vida espiritual con la obediencia. El que le conoce y camina con Él tiene una vida de obediencia.
El amor a Dios y la obediencia a los mandamientos están conectados.
Es así que se vive con el resucitado, amándole y obedeciendo sus mandamientos intencionalmente.
Cuando eso sucede, cuando vivimos así, Jesús nos revela su amor y se nos manifiesta.
¿Qué quiere decir eso?
Que Jesús dejará clara su presencia con nosotros, que vamos a experimentarle claramente.
¿Es esta tu experiencia con Jesús?
Búscale ahora mismo.
Necesitas de su manifestación en tu vida.
Juan 14:22–24 RVR60
22 Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? 23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. 24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.
Ahora es Judas quien expresa (tal vez en nombre de todos los demás, y de nosotros) una duda.
¿Cómo es que Jesús se manifestará a nosotros y no al mundo?
¿Cómo se producirá este tipo de revelación especial, para nosotros, en exclusividad?
Observa la insistencia del Maestro en estas palabras. Una vez más conecta el amor a Dios (el amor a Él) con la obediencia. Cuando este amor se produce, es amor mutuo. Los que amamos a Dios recibimos el amor del Padre y del Hijo.
El sello de Dios está en nuestra obediencia. Cuando esta se produce, el Padre y el Hijo vienen a vivir con la persona que cree.
Para que quede claro, Jesús anuncia que esto no sucede con los que no le aman ni guardan sus palabras.
Por favor, no dejes que pase este momento sin clamar a Jesús y decirle que quieres ser de estos, de los que le aman y guardan su Palabra. Necesitas su presencia, su cuidado, la voz del Padre y su morada contigo.
Dale tu vida a Jesús.
Juan 14:25–27 RVR60
25 Os he dicho estas cosas estando con vosotros. 26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. 27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
¿Cómo se produce el cumplimiento de estas promesas de Jesús? ¿De qué manera se concreta su manifestación a los que creen en Él?
Por medio del Espíritu Santo.
Además, Jesús sabía que aquellos discípulos, los demás y hasta nosotros, tendríamos muchas preguntas más.
¿Quién nos respondería?
El Espíritu Santo.
El Espíritu es nuestro Maestro, quien nos trae su Palabra.
De alguna manera, el Maestro concluye este diálogo como lo había comenzado.
Anuncia su paz. Necesitas esta paz. No es “cualquier paz”, de las que el mundo podría ofrecer. Es su paz.
En el mundo hay razones para llenarnos de miedo, para angustiarnos, preocuparnos, estresarnos.
Hay paz en Jesús, fruto de su Espíritu.
Necesitamos esa paz.
No te quedes sin ella.
Esta paz está en Jesús.
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