Recordar es vivir

Éxodo: De la esclavitud a la libertad  •  Sermon  •  Submitted   •  Presented
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Éxodo 13:1-16
“Recodar es vivir” esta frase, que usualmente se da en forma de exclamación y romántica, es muy común entre nosotros y parece transmitir la idea de que los momentos o eventos vividos en el pasado tienen un efecto de bienestar en el presente de quien los recuerda; sin embargo, más allá del romanticismo, podemos ver una forma en la que Dios usa los recordatorios de sus obras entre nosotros, pero no para proveer una emoción placentera, sino para impulsarnos a vivir con gratitud, esperanza y adoración. 
La Biblia es, por cierto, un libro de recordatorios. Está escrita para que nosotros acudamos a ella y veamos lo que Dios ha hecho, entonces tengamos esperanza. Para un creyente genuino hay un impulso para la vida, la piedad y la esperanza al mirar las grandes obras de Dios, como bien el Salmo 103:
Bendice, alma mía, a Jehová,
Y bendiga todo mi ser su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Jehová,
Y no olvides ninguno de sus beneficios.
Él es quien perdona todas tus iniquidades,
El que sana todas tus dolencias;
El que rescata del hoyo tu vida,
El que te corona de favores y misericordias;
El que sacia de bien tu boca
De modo que te rejuvenezcas como el águila.
En la mañana de hoy nos concentraremos en el pedido de Dios a Israel, Su pueblo, de establecer dos importantes recordatorios para ellos y las futuras generaciones de cuán grande ha sido su liberación y el propósito de la misma: salir para adorar y dedicarse al Señor. 
Este es precisamente el punto de nuestro sermón:
Dios espera que aquellos que son suyos recuerden Sus obras en medio de ellos, de modo que puedan vivir para Él siempre. 
Así que veremos en nuestro texto a la luz de esos dos mandatos asociados a los mencionados dos recordatorios:
Un mandato a recordar su liberación 
Un mandato a recordar para qué fueron liberados 
Antes de entrar al primer encabezado, debemos ubicarnos de nuevo en la secuencia de lo que vamos desarrollando, porque el libro de éxodo no es necesariamente un recuento histórico ininterrumpido, sino que se escribió para que el pueblo en el desierto tuviera claro por qué estaban ahí y por qué Dios les mandaba a hacerlas cosas que hacían. A veces encontramos relatos y luego hay una pausa, como esta, para explicar algunas prácticas que ya eran comunes entre el pueblo, pero que debían ser entendidas. La próxima semana retomaremos el transcurso de la historia y como el pueblo avanza hacia el mar Rojo para ver una última proeza de Dios, pero por ahora debemos detenernos para entender lo que el autor o quería que el pueblo en su momento también entendiera. 
Habiendo hecho entonces esta breve nota literaria, veamos nuestro primer encabezado:

Un mandato a recordar su liberación

El mandato en general es un mandato de consagración, pero al lado de él había un mandato de recordar el día que habían sido librados de la esclavitud. 
De hecho. Es importante ver este texto como una extensión de la Pascua en los capítulos finales del versículo 12, donde el Señor les manda a sacrificar un cordero cada año para recordar que un día el Señor proveyó un sustituto para su liberación. 
La historia de la liberación de Israel tuvo tres momentos, por así decirlo:
El día que el Señor paso por alto sus pecados, representado en la celebración de la Pascua 
El día en que fueron liberados y salieron de Egipto, representado en los panes sin levadura 
Y el día en que sus vidas ahora pertenecían al Señor, a un nuevo amo, representado en la entrega de una ofrenda por cada primogénito. 
El desarrollo de estas celebraciones se daba a lo largo de 11 días. Los primeros 4 días se preparaba un cordero, el cuarto día de celebración se sacrificaba el cordero y a partir del día 4 y por siete días debían comer pan sin levadura para recordar la premura con la que salieron de Egipto. El orden es importante. Primero la Pascua, la muerte del cordero y después los panes sin levadura porque, efectivamente, ellos primero fueron salvados del juicio de Dios y luego sacados de la esclavitud para vivir en una nueva tierra. 
La instrucción de Dios era que estas celebraciones comenzarán en el momento en que entrarán a la tierra prometida y debía ser perpetuamente. 
Otro aspecto interesante de esta celebración de los panes sin levadura, que incluso lo vemos en la celebración de la Pascua y los primogénitos, es que los judíos debían ocuparse de explicar a sus hijos lo que estaba detrás de esta celebración. 
Dios sabía que por muy grande que hubiese sido la liberación y por mucho poder que ellos vieran, iban a necesitar recordarlo siempre porque en su pecado lo podían olvidar. De hecho, no pasaron años, sino semanas cuando en efecto lo olvidaron y reclamaron a Dios y se rebelaron. 
Qué duro suele ser el corazón humano que puede incluso olvidar las obras más gloriosas de Dios en medio nuestro. 
Muchas veces enfrentamos temores, miedos, frustraciones por cosas en las que Dios antes ha sido fiel, incluso siendo situaciones peores. Somos olvidadizos y necesitamos estos recordatorios permanentes de la obra divina.  
Si bien es cierto que hoy nosotros no tenemos que observar los ritos asociados a esta celebración, si tenemos de parte de Dios un recordatorio permanente de nuestra liberación. Cada vez que celebramos la Cena del Señor, estamos recordando nuestra liberación del pecado. Como creyentes debemos siempre prepararnos para ese momento. La Cena no debe ser algo trivial o rutinario, sino el momento en que me encuentro con la realidad de lo que Cristo ha hecho para salvarme. 
Algo también a considerar de utilidad para nosotros es la referencia al pan sin levadura como algo que era preparado con premura, una forma de entender que en la voluntad del Señor a veces vamos a vivir con menos de lo que consideramos necesario. Él es una provisión suficiente para nosotros, en un acto de confianza en él. Aquí hay un importante principio del ayuno. A menudo privarnos de ciertos privilegios nos permite ser más sensibles al hecho de que nuestras vidas, incluso en los aspectos más básicos, dependen enteramente del Señor. 
También implica que debemos vivir siempre preparados y conscientes de que un día seremos librados de este mundo. En Mateo 24 se nos dice que la venida del Señor será como en los días de Noé, qué la gente comía y bebía y se daba en casamiento.  Ellos vivían como si nada fuera a ocurrir y entregados por completos a las pasiones y deseos de este mundo. Como creyentes debemos vivir con nuestras expectativas ajustadas, con un equipaje ligero, disfrutando de lo que él provee, pero no como si nos quedáramos en este mundo para siempre. 
Mi hermano, en nuestra vulnerabilidad, cuando olvidamos, caemos en dudas e incredulidades y es mi oración que tú hoy puedas recordar la obra de Cristo en ti. El día que él trajo su salvación a tu vida, el día que viste tu pecado con toda claridad, pero corriste a la luz admirable. El día en que el Señor trajo su favor. 
Puede que hoy estés enfrentando desánimos y preocupaciones, pero puedes mirará atrás, a lo que Cristo hizo y cobrar ánimo en tu alma. 
Habiendo visto entonces la instrucción para el primer recordatorio, pasemos al siguiente 

Un mandato a recordar para qué fueron liberados

Esta instrucción del Señor es bastante llamativa. 
Es importante diferenciar el sacrificio del cordero pascual, el cual era por casa el día 14 del primer mes, del sacrificio de un corredero para redimir al primogénito. 
Lo primero es una conmemoración, pero esta es una ceremonia en la que el primogénito de cada familia es consagrado al Señor como señal de que la descendencia de Israel, tanto de hombres como animales, pertenece solamente al Señor y aunque hay en efecto una relación con lo sucedido en el juicio contra los primogénitos de Egipto, este evento debía verse como una forma de dedicar a los primeros hijos a Dios. 
En número 8:17 se lee así:
Míos son todos los primogénitos de entre los hijos de Israel, tanto de hombres como de animales; el día en que herí a todo primogénito en la tierra de Egipto, los santifiqué para mí
No sabemos en términos prácticos lo que eso implicaba. Algunos consideran que estos fueron los sacerdotes jóvenes que ofrecían sacrificio antes de que fueran escogidos los levitas después del episodio del becerro de oro:
Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. (Ex 24:5
Comoquiera que sea, la idea es clara:
Los que son rescatados por el Señor son consagrados para ser su posición, sus servidores, sus sacerdotes:
Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros10 que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.
El propósito de la redención, de que Cristo haya sido nuestro sustituto, es que sirvamos al Señor y entreguemos nuestras vidas a Él. 
Cuanto más entendemos el sacrificio de Cristo, más crece nuestro deseo por entregarnos a él. No nos pertenecemos a nosotros mismos, fuimos librados de un amo que nos esclavizaba para ahora pertenecer a un Señor que nos ama. 
Mis amados, nuestra identidad completa está aquí: somos propiedad del Señor, hemos sido apartados para él, Cristo ha sido el Cordero que nos redimió. 
Ahora bien, esto también era algo que debía enseñarse a los hijos por generaciones, que la razón de vivir para Dios era que él los había rescatado de la esclavitud. 
Débenos comunicar a nuestros hijos que nuestro servicio está conectado al evangelio. ¿Por qué nos congregamos cada domingo? ¿Por qué no vivimos como los demás que no conocen al Señor? ¿Por qué llamamos a personas que apenas conocemos, hermanos? ¿Por qué damos de lo que recibimos como ofrenda? Todas esas y otras preguntas tienen una respuesta: porque Cristo nos redimió. Porque nosotros merecíamos la muerte y él fue un cordero inocente ofrecido en nuestro lugar. 
Como hemos visto mis amados, los cristianos no recordamos la obra de Cristo porque nos resulte romántico, recordamos porque es lo que nos impulsa a vivir para él, a rendirnos a él. 
Gracias damos a Dios por las múltiples maneras en que podemos recordar su obra, pero una de las más visibles es esto que hacemos aquí y ahora: cada domingo por la mañana recordamos que él se levantó de entre los nuestros como el certificado de que su sacrificio fue suficiente para comprarnos y redimirnos para él. 
Cuando cantamos del evangelio estamos recordando. 
Cuando escuchamos la predicación del evangelio estamos recordando. 
Cuando vivimos el evangelio unos con otros, estamos recordando y cuando recordamos, vivimos. 
Amigo que estás aquí, tal vez estés pensando que tú no tienes un día que recordar; pero hoy puede ser ese día. Hoy puede ser el día en que te conviertas al Señor y entonces sea el primero de los días de tu calendario. Puede ser este el día en que tus pecados sean perdonados, que Cristo sea tu redentor y que seas libre de la esclavitud. 
Ven al Señor hoy mismo. 
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