La tierra prometida espera a los hijos de Dios

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INTRODUCCIÓN: Generalmente los grandes estrenos en el cine son precedidos por avances o “trailers”, como son conocidos. La idea de los promotores de películas es captar la atención del público, para que asista a ver la nueva producción cinematográfica, atraparlos con las partes más emotivas y sensacionales del film, al punto que, en el minuto que dura la promoción, la gente comienza a planear no dejar de verla.

Sin tratar de comparar la Palabra de Dios con las producciones del cine hoy, lo que Dios hizo con Moisés, usando el vocabulario actual, fue mostrarle los trailers de su promesa cumplida, dada a Abraham y ratificada a Isaac y Jacob, de llevarlos a una tierra donde podrían adorarlo a Él y levantar una nación prospera guiada por el Señor.

El texto de Deuteronomio 34 muestra a Moisés como un gran líder, quien tuvo la dicha de hablar cara a cara con Dios, de hacer grandes prodigios, pero también deja al descubierto su naturaleza pecaminosa y las consecuencias por no haber actuado conforme a la Palabra de Dios.

¿Qué enseñanzas deja la Palabra de Dios para nosotros, en un episodio que narra la muerte y sepultura de un líder político y espiritual como fue Moisés?

Por ser la Biblia la verdad inspirada por el Creador, sabemos que de cada una de sus partes, siempre hay enseñanzas muy claras para todas las personas. Hoy, a la luz del texto, miraremos al futuro para saber sobre: La tierra prometida que espera a los hijos de Dios.

1. DIOS REVELA LA TIERRA PROMETIDA QUE AGUARDA A LOS CREYENTES. Dt. 34: 1-4ª.

1 Entonces subió Moisés de la llanura de Moab al monte Nebo, en la cumbre del Pisga, que está frente a Jericó. Y Dios le mostró toda la tierra: desde Galaad hasta Dan, 2 todo Neftalí, la tierra de Efraín y de Manasés, toda la tierra de Judá hasta el mar Grande, 3 el Néguev y la llanura del valle de Jericó (la ciudad de las palmeras), hasta Zoar. 4 Y Dios le dijo: "Esta es la tierra de la cual juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: ’A tus descendientes la daré.’

Hace unos días fui a visitar en el hospital San Lucas de Milwaukee a una miembro de la Iglesia. Ella y su esposo, me invitaron a subir al último piso. A esa altura, uno puede ver buena parte de la zona sur de Milwaukee.

El monte Nebo, donde subió Moisés, tiene una altura superior a los 2.600 pies, unos 1.100 metros, desde el cual se podía ver, aún hoy, toda la zona oeste de Palestina sin necesidad de usar telescopio.

Puedo imaginar a Moisés viendo esta hermosa área, su mirada estaba puesta en las riquezas de aquella tierra en la cual ya no serían esclavos de nadie, sino libres. Es probable que recordara a los patriarcas, a quienes Dios había prometido aquella tierra, pero que no tuvieron el privilegio que él tenía de verla con sus propios ojos. Abraham, Isaac y Jacob, no habían visto, pero si oído y creído la promesa de Dios, esa palabra del cielo que les había dado fe para tener la certeza de que si el Señor lo dijo, es verdad.

Dios hoy también habla a nosotros, para que, guiados por el Espíritu Santo, podamos ver la tierra que nos aguarda. En el libro de Apocalipsis Dios la muestra claramente: "Después me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que fluye del trono de Dios y del Cordero. En medio de la avenida de la ciudad, y a uno y otro lado del río, está el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto. Las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones. Ya no habrá más maldición. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le rendirán culto. Verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá más noche, ni tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol; porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos." (Apocalipsis 22:1-5)

2. LA HUMANIDAD ES INCAPAZ DE LLEGAR POR SUS MÉRITOS A LA TIERRA PROMETIDA. Dt. 34: 4b-5ª, 7

4…Yo te he permitido que la mires con tus ojos, pero tú no cruzarás allá."

La vida de Moisés es una evidencia de la fidelidad de Dios, es salvado de la muerte, cuando su madre lo mete en una canasta y lo lanza al río, lugar de donde fue salvado por la hija de Faraón, quien lo adopta como su hijo y le da un lugar en la corte real. Este hombre, corto de palabras, es llamado por Dios para que libere a su pueblo del dominio egipcio y lo guíe hasta la tierra prometida a los patriarcas. Nadie duda del liderazgo espiritual de Moisés, a quien la Biblia declara como: el hombre que vio a Dios cara a cara.

La pregunta es: ¿Cómo Moisés se hizo merecedor del castigo divino de impedirle entrar a la tierra prometida?

La respuesta tiene su origen en que Moisés, era un líder espiritual, pero no dejó de ser nunca un hombre y por tanto pecador.

Para entender esto hay que retroceder a Meriba, lugar en el que los israelitas murmuraron contra Dios por no hallar agua para tomar. Dios interviene y le dice a Moisés:

"Toma la vara, y tú y Aarón tu hermano reúnan a la congregación y hablen a la roca ante los ojos de ellos. Ella dará agua. Luego Moisés y Aarón reunieron a la congregación delante de la roca, y él les dijo: — ¡Escuchad, rebeldes! ¿Sacaremos para vosotros agua de esta roca? Entonces Moisés levantó su mano y golpeó la roca con su vara dos veces. Y salió agua abundante. Luego Dios dijo a Moisés y a Aarón: —Por cuanto no creyeron en mí, para tratarme como santo ante los ojos de los hijos de Israel, por eso ustedes no introducirán esta congregación en la tierra que les he dado." (Números 20: 8-12)

Dios dijo que hablara a la roca y la roca daría agua. Moisés se enojó, llamó rebeldes a los israelitas y no habló sino que golpeó la roca, no obedeció la Palabra, actuó con ira, demostrando su naturaleza humana, pecadora como la nuestra.

Por muy buenos que parezcamos, por mis cristianos que no faltemos a la iglesia cada semana, somos pecadores y por tanto no podemos cumplir la orden de vivir en santidad de un Dios santo y exigente. Nadie puede decir que es tan santo que merezca estar aquí escuchando la Palabra y ocupar un lugar en el cielo, todos sin excepción somos pecadores y, por tanto, “destituidos de la gloria de Dios”.

Hay otra evidencia sobre la naturaleza humana de Moisés, él, como nosotros, también sufrió directamente la consecuencia del pecado: 5 Y allí murió Moisés… La muerte entró por el pecado.

Moisés no murió porque estaba enfermo, 7 Moisés tenía 120 años cuando murió. Sus ojos nunca se debilitaron, ni perdió su vigor. Moisés muere porque, como dice la Escritura: “Esta destinado para todos los hombres que mueran una sola vez y luego el juicio”.

La vida de Moisés, nuestra propia vida, expresa que por nuestra cuenta, méritos o acciones, podemos alcanzar la tierra prometida, es decir el perdón y la salvación, el derecho de ir al cielo, libres del pecado y de la muerte. Todos necesitamos un salvador, y ese salvador prometido, que al lado del cual aparecieron Moisés y Elías en el monte de la transfiguración, es Jesucristo.

3.- CRISTO NOS LLEVA A LA TIERRA PROMETIDA. Dt. 34:5ª,10-12

¿En que parte del pasaje vemos manifestada la gracia de Dios que cubre el pecado cometido por Moisés?

(1) Lo vemos en la bondad de Dios que, a pesar del pecado, permite que Moisés vea la tierra prometida a Abraham. Isaac y Jacob. Lo mismo está pasando hoy, cuando a pesar de nuestros pecados, Dios no nos quita su palabra, no nos retira la bendición de escuchar el dulce evangelio y todas sus promesas de perdón y salvación.

(2) Pero además, lo muestra cuando Dios escribe el mejor de los epitafios para un hombre que muere bajo su amor y gracia: 5 Y allí murió Moisés, siervo de Dios. Moisés murió, pero Dios dice que murió su siervo. Su nombre ha sido registrado en la Palabra de Dios, no solo como el líder de una nación, sino como un hombre que fue bendecido por Dios, dirigido por Dios, salvado por la gracia de Dios. El registro bíblico destaca no la obra de Moisés, sino la obra de Dios en la vida de Moisés.

Cuando un creyente parte de este mundo, nos consuela el evangelio al saber lo que espera a este hermano o hermana. Aunque la despedida, humanamente nos cause el dolor natural, sin embargo sabemos por las promesas de Dios que, como Moisés, están viendo cara a cara al “Autor y Consumador de la fe”. Han entrado al gozo del Señor, a las moradas que Jesús preparó para cada uno de los creyentes y la concede por su obra, por su muerte, para dárnosla como regalo bendito.

Lo afirmamos, porque este texto nos da un sendero claro de que uno superior a Moisés, vino en forma de hombre, aunque es Dios, para hacer obras más grandes que las realizadas por el líder hebreo: 10 Nunca en Israel se levantó otro profeta como Moisés, a quien Dios conociera cara a cara. 11 Nadie fue como él, ni por todas las señales y prodigios que Dios le mandó hacer en la tierra de Egipto contra el faraón, contra todos sus servidores y contra toda su tierra, 12 ni por la mano poderosa y los hechos asombrosos, como los que Moisés hizo ante los ojos de todo Israel.

Nadie había superado a Moisés, solo Cristo: Profeta, Dios. Hizo mayores señales, prodigios, hechos poderosos. Lo más importante ofreció su vida a cambio de la nuestra. Murió, pero también resucitó. Es el Señor, es el Cristo, el Salvador prometido, el que nos dio vida juntamente con él, en él tenemos el perdón de los pecados y la seguridad de ser llevados, por medio de él, a la tierra prometida, a los cielos eternos.

CONCLUSIÓN

La Biblia nos trae los trailers de nuestra salvación completa, al mostrarnos lo que, por la gracia de Dios en Cristo, nos espera en los cielos.

Cristo es nuestro consuelo supremo y absoluto. Por medio de él tenemos el perdón completo de nuestros pecados. Por medio de él somos declarados vencedores de la misma muerte, porque él vive nosotros también tenemos asegurada la vida eterna. Por medio de él, somos hijos de Dios y ciudadanos de los cielos.

Toda la Escritura: Ley (Moisés) y los Profetas (Elías) se hacen visibles para nosotros, en Cristo Jesús. Escuchamos la voz de Dios que nos ha dicho: "Este es mi Hijo, el Escogido. A él escuchen."

El Espíritu Santo ha puesto la fe en nosotros para creer y decir: Si Señor, gracias Señor. Amén.

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