Deudor por deudor

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Introducción

Nuestra sociedad nos ha enseñado que nosotros debemos vengarnos de las personas que nos hacen el mal.
Escuchamos decir a padres: “si te da, dale tu también”. “No te quedes da’o”.
A otras personas los escuchamos decir: “yo perdono, pero no olvido”.
Y otras frases que son comúnmente escuchada.
Sin embargo, Dios nos enseña cosas muy diferentes.
Por esto, el ser cristiano, el ser seguidor de Cristo, implica ir en contra de la corriente. Dios tiene una forma diferente de medir todo esto.

36 Uno de los fariseos invitó a Jesús a cenar, así que Jesús fue a su casa y se sentó a comer. 37 Cuando cierta mujer de mala vida que vivía en la ciudad se enteró de que Jesús estaba comiendo allí, llevó un hermoso frasco de alabastro lleno de un costoso perfume. 38 Llorando, se arrodilló detrás de él a sus pies. Sus lágrimas cayeron sobre los pies de Jesús, y ella los secó con sus cabellos. No cesaba de besarle los pies y les ponía perfume.

39 Cuando el fariseo que lo había invitado vio esto, dijo para sí: «Si este hombre fuera profeta, sabría qué tipo de mujer lo está tocando. ¡Es una pecadora!».

40 Entonces Jesús respondió a los pensamientos del fariseo:

—Simón —le dijo—, tengo algo que decirte.

—Adelante, Maestro —respondió Simón.

41 Entonces Jesús le contó la siguiente historia:

—Un hombre prestó dinero a dos personas, quinientas piezas de plata a una y cincuenta piezas a la otra. 42 Sin embargo, ninguna de las dos pudo devolver el dinero, así que el hombre perdonó amablemente a ambas y les canceló la deuda. ¿Quién crees que lo amó más?

43 Simón contestó:

—Supongo que la persona a quien le perdonó la deuda más grande.

—Correcto —dijo Jesús.

44 Luego se volvió a la mujer y le dijo a Simón:

—Mira a esta mujer que está arrodillada aquí. Cuando entré en tu casa, no me ofreciste agua para lavarme el polvo de los pies, pero ella los lavó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. 45 Tú no me saludaste con un beso, pero ella, desde el momento en que entré, no ha dejado de besarme los pies. 46 Tú no tuviste la cortesía de ungir mi cabeza con aceite de oliva, pero ella ha ungido mis pies con un perfume exquisito.

47 »Te digo que sus pecados —que son muchos— han sido perdonados, por eso ella me demostró tanto amor; pero una persona a quien se le perdona poco, demuestra poco amor.

48 Entonces Jesús le dijo a la mujer: «Tus pecados son perdonados».

49 Los hombres que estaban sentados a la mesa se decían entre sí: «¿Quién es este hombre que anda perdonando pecados?».

50 Y Jesús le dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado; ve en paz»

La mujer de mala reputación

Una mujer de mala reputación estuvo dispuesto a derramar el perfume que costaba en la época cerca de un año de salario. Y estuvo dispuesto a hacerlo en los pies de Jesús.
La posición de lavarle los pies a alguien, le tocaba a los esclavos, pero aún así los fariseos que estaban allí juzgaron la reputación de la mujer.
Los fariseos que invitaron a Jesús no habían tenido al cortesía de ordenar que alguien le lavara los pies.

El pecado del fariseo

Los fariseos eran la clase religiosa, por lo tanto, en su mayoría vivían una vida que aparentaba ser perfecta, sin embargo, vivía de espaldas a Dios.
Tanto es así, que Jesús en una ocasión les dijo que “sepulcros blanqueados”.
Los fariseos les imponían a la gente leyes, que ellos mismo no cumplían.

Los dos deudores

Jesús conociendo los pensamientos de los fariseos, comenzó a contar una historia.
Un deudor debía 500 monedas de plata
El otro deudor 50 monedas de plata
A ambos el amo les canceló la deuda.
Y Jesús les pregunta, ¿a quién crees que amó más?
Hay personas que nunca podrán ser perdonados, porque están enfocados en ver los defectos del otro y no pueden ver que ellos mismo necesitan el perdón de Dios.

El perdón de Dios sobre nosotros

44 Luego se volvió a la mujer y le dijo a Simón:

—Mira a esta mujer que está arrodillada aquí. Cuando entré en tu casa, no me ofreciste agua para lavarme el polvo de los pies, pero ella los lavó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. 45 Tú no me saludaste con un beso, pero ella, desde el momento en que entré, no ha dejado de besarme los pies. 46 Tú no tuviste la cortesía de ungir mi cabeza con aceite de oliva, pero ella ha ungido mis pies con un perfume exquisito.

47 »Te digo que sus pecados —que son muchos— han sido perdonados, por eso ella me demostró tanto amor; pero una persona a quien se le perdona poco, demuestra poco amor.

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