De la esclavitud a la libertad
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De la esclavitud a la libertad
Éxodo 13:17-22
Si alguna vez has firmado un contrato, notará rápidamente que su propósito es dejar por escrito cuáles son las cosas que debemos esperar de dicha relación contractual y todo esto para no crear falsas expectativas o aumentar falsas esperanzas.
Muchas personas que comienzan su andar en la fe, ignorando qué se trata realmente seguir a Cristo o fueron engañados acerca de las expectativas, de modo que esperan que una vez dan el paso a la libertad de la esclavitud del pecado, todo será “color de rosa”, así que cuando se dan de cara con la realidad de los retos de la vida cristiana, se sienten defraudados y abandonan la fe.
En el texto que hoy veremos, cercaremos al momento en el que Israel es liberado de la esclavitud y notaremos que eso no implicó plenitud inmediata, sino el inicio de una carrera con un recorrido lleno de desafíos para su fe, pero con una cosa segura, la presencia de Dios fiel los iba a acompañar en cada momento
Dios iría delante de ellos garantizando Protección y dirección, ese es precisamente el punto de nuestro texto en la mañana de hoy:
El camino hacia la libertad, no garantiza que será el más fácil de transitar, pero si garantiza que la presencia de Dios estará con los suyos para guiar y proteger.
En esta porción se retoma la historia después del paréntesis en que se nos explicó el propósito de los recordatorios de la Pascua y la fiesta de los panes sin levadura; al final del capítulo 12 Israel había salida ya de Egipto y ahora las cámaras vuelven a esa multitud de peregrinos que ha caminado aproximadamente cincuenta kilómetros desde Ramsés hasta Sucot donde habían organizado su primer campamento.
Pero ese no era su destino final. Este, de hecho, es el comienzo de una larga travesía por el desierto de la península del Sinaí que va a tardar unos 40 años antes de que puedan entrar a la tierra prometida, pero hay varios aspectos interesantes que ya podemos ir observando de Dios y cómo se va él a relacionar con Su pueblo durante toda esta travesía.
Por lo que consideraremos esta corta porción a la luz de 3 encabezados:
El Dios soberano que dirige a Su Pueblo (17-18)
El Dios fiel que cumple las promesas a Su Pueblo (19)
El Dios poderoso que acompaña a Su pueblo (20-22)
El Dios Soberano que dirige a Su pueblo
… “Como les venía diciendo” … El autor retoma la historia de la salida de Egipto proveyendo para nosotros unos detalles fantásticos de cómo Dios estaba dirigiendo a Su pueblo por el camino de la libertad.
Entre Egipto y la tierra de Canaán había una península que se conoce como la península del Sinaí. La ruta más corta implicaba ir por el norte y atravesar la tierra de los filisteos. Esta era la ruta que habían usado Abraham y Jacob cuando fue hasta José. De hecho, Isaac pensó en descender de Canaán a Egipto y Dios no se lo permitió y se quedó en Gerar, tierra de los filisteos (Gen 26).
Pero ahora no se trataba de un solo hombre con su familia, sino de más de 600 000 hombres de a pie, eso por supuesto habría sido algo muy arriesgado, toda vez que los Filisteos lo verían como una provocación y traería una guerra inevitable que desde la perspectiva de Dios iba a desanimar al pueblo, el cual todavía no estaba ni organizado ni preparado militarmente y tampoco tenía una confianza en Dios desarrollada.
Así que Dios los envía hacia el Sur, a bordear la península, siguiendo la orilla Del Mar Rojo, un camino mucho más largo y tedioso, pero el que Dios había escogido.
El verso 20 dice que ellos salieron entonces de Sucot y acamparan en Etam, Justo antes de descender a Pi-hairot donde presenciarían abrirse el mar Rojo.
Aunque hablaremos de esto en el próximo sermón, debemos mencionar que los arqueólogos y eruditos bíblicos expertos no tienen referencias exactas de ellos lugares de estos campamentos, los cuales podían ser para entonces pequeñas aldeas, pero está claro que estos lugares estaban en la parte más norte de la entrada Del Mar Rojo, en una conformación de lagos salados que se habían constituido en dicha región.
Por ahora, nos está quedando claro que Dios está proveyendo una ruta que no era necesariamente la más corta, pero si la que él consideraba ideal.
Es sorprendente este texto. De hecho, hay muchas cosas sorprendentes que podemos ver en términos prácticos:
Dios sabía que el pueblo no estaba preparado para enfrentar una guerra
Dios sabía que los filisteos se interpondrían en el camino
Y Dios sabía que el pueblo se iba a desanimar y a devolver a Egipto.
Dios sabía los obstáculos que se enfrentaría, pero no quita los obstáculos, ¡los evita!
Dio tiene el poder para hacer que el pueblo se haga hasta invisible al pasar por tierras filisteas, pero él está siguiendo el transcurso ordinario de las cosas. El Dios sobrenatural está usando una estrategia natural para dirigir a Su pueblo.
Muchas veces todo lo que necesitamos para conocer la voluntad de Dios es un análisis ordinario de la situación y actuar coherentemente. Muchas personas toman decisiones riesgosas, terminan envueltos en peligros innecesarios y luego preguntan si acaso están haciendo algo que este fuera de la voluntad de Dios.
Otra cosa que no quiero que perdamos de vista es el carácter protector de Dios para Su pueblo. El Señor nunca nos va a dirigir a algo que nos aleje de Él. Si después de tomar ciertas decisiones encuentras que las consecuencias es que tienes menos devoción, estás más alejado de la comunión y comprometes tu fe, no necesitas una revelación para saber que estás yendo fuera de la voluntad del Señor. Esta es una buena forma de conocer la voluntad de Dios, preguntarme, ¿qué tanto está decisión me aleja o me acerca al Señor?
También es interesante ver que la forma en la que Dios guía no siempre implica el camino más fácil. Enfrentar obstáculos en el camino (y me refiero a baches, no cosas que nos hacen perder la fe) no es algo que deba frustrarnos.
Hemos aprendido erróneamente que la voluntad de Dios y la dirección que él tiene para nuestras vidas tiene que implicar que no habrá inconveniente. Creemos eso y no los damos cuenta, por ejemplo, cuando oramos por un viaje decimos: Señor, permite que no pase nada en el camino y no haya ningún obstáculo. Y es normal que oremos así porque todos enfrentamos un temor natural por la adversidad, pero pudiéramos orar también diciendo: Señor, deseamos que no haya obstáculos, pero si se presentan, ayúdanos a preservar nuestra fe y tener la paciencia para superarlos.
Debemos ajustar nuestra perspectiva acerca de lo que entendemos como la dirección del Señor. No significa que pasaremos por dificultades si somos guiados, lo que significa es que el Señor sabrá preservarnos cuando aparezcan.
Esto es algo que debemos ver muy de cerca. Algunas personas se paralizan ante las decisiones por este tenor a que algo no salga según lo planeado. No se casan porque temen que algún día tengan que pensar en el divorcio, no emprende. Un negocio porque temen que el dólar suba o baje, y así. Pero La vida cristiana no se trata de encontrar los caminos fáciles, sino los caminos seguros y esa seguridad está en el Señor.
A veces, cuando pensamos en tomar decisiones, casi siempre optamos por lo que es más cómodo para nosotros y ponemos en segundo lugar la pregunta de si es algo agradable al Señor o si es su voluntad y considerando que la voluntad expresa de Dios es nuestra santificación, esa pregunta se convierte en estas: si me pone en peligro de pecado, si compromete mi integridad, si me aleja de la comunidad de creyentes. La próxima vez renuncia a esa forma simplista y no descartes las rutas largas y complejas solo porque son menos cómodas.
Se trata de saber que el Señor es quien nos dirige por medio de su Espíritu y disfrutar el viaje.
Así que, si enfrentamos encrucijadas como la de Israel, todo lo que debemos hacer es tener la convicción de que estamos yendo en la voluntad de Dios hacia lo que es agradable a Él y si hay obstáculos, ellos no deben desanimarnos, sino, por el contrario, deben acercarnos más al Señor.
El pasaje nos lleva ahora a algo muy extraño, pero igual de interesante, y es algo que hace Moisés esta vez: llevar consigo los huesos de José, y esto nos lleva al siguiente punto de nuestro sermón:
El Dios fiel que cumple las promesas a Su Pueblo (19)
En medio de la gran procesión viajaba un ataúd, y no cualquier ataúd, probablemente uno tan suntuosamente decorado como el de un faraón, momificado para ser preservado, el cuerpo de José.
Pero este acto no era algo solo de dignificar a José o cumplir sus últimas palabras. Él pudo tener un entierro en una pirámide incluso, pero no, él pidió que su cuerpo fuera llevado a Canaán como un recordatorio en medio del pueblo de que la Palabra de Dios se cumpliría.
Cuando Jacob llegó a Egipto eran apenas 70 personas y cando José murió todavía no eran un pueblo tan numeroso; sin embargo, en su lecho de muerte pronunció estas Palabras:
“José les dijo a sus hermanos: «Yo pronto moriré, pero ciertamente Dios los ayudará y los sacará de esta tierra de Egipto. Él los hará volver a la tierra que solemnemente prometió dar a Abraham, a Isaac y a Jacob». Entonces José hizo jurar a los hijos de Israel y les dijo: «Cuando Dios venga a ayudarlos y los lleve de regreso, deben llevarse mis huesos con ustedes».”
Génesis 50:24-25 NTV
Cuando alguien de la multitud veía el ataúd y los huesos debía recordar: Él tenía razón, creyó cuando no había nada en que Dios haría lo que hoy está haciendo. El cuerpo de José era un recordatorio de la fidelidad de Dios y que él cumpliría su promesa:
“Fue por la fe que José, cuando iba a morir, declaró con confianza que el pueblo de Israel saldría de Egipto. Incluso les mandó que se llevaran sus huesos cuando ellos salieran.” Hebreos 11:22 NTV
La fe de José estaba puesta en la promesa de Dios, en que él un día cumpliría todas sus promesas.
¿Pero saben que es lo más glorioso para nosotros? Que nuestro recordatorio no es un cuerpo metido en un ataúd sino una tumba vacía.
Cada domingo por la mañana celebramos que en Jerusalén hay una tumba que se quedó sin un cuerpo porque ese cuerpo fue trasladado a la gloria y eso nos recuerda que nosotros también seremos llevados allá.
José sabía que él no disfrutaría de la tierra, los huesos solo servían como recordatorio de una promesa cumplida, pero nosotros estaremos con el Señor y comeremos con él y celebraremos que nos ha dado libertad. No serán huesos los que entrarán al cielo nuevo y la tierra nueva, sino cuerpos glorificados para estar siempre con el Señor. ¡Aleluya!
¡Dios cumplirá sus promesas, él nos llevará a la gloria! Recuerda eso hoy mi hermano, en medio de tu peregrinaje, del dolor o lo que sea que estés experimentando, hay un cuerpo en la Gloria que hoy garantiza que nosotros estaremos allá con Él. ¡Gloria a Dios!
Pero algo aún más glorioso que vemos en este texto, es que con Jerusalén no solo viajaba un cuerpo muerto como testimonio de su fidelidad, sino la presencia del Dios vivo quien garantizaba protección y cuidado. Lo que nos lleva al tercer y último punto:
El Dios poderoso que acompaña a Su pueblo (20-22)
Hemos visto a Dios dirigiendo a su pueblo según su soberanía y mostrando su fidelidad al cumplir las promesas hechas en el pasado, pero él es al mismo tiempo un Dios cercano que cuida de su pueblo en medio de su peregrinaje.
El verso 21 dice que el Señor iba delante de ellos en la representación de una columna de nube de día y una columna de fuego de noche.
No sabemos a ciencia cierta cómo era que esto se veía, pero sabemos que dicha columna no solo se veía delante del pueblo indicando el camino, sino que se extendía sobre ellos, protegiéndolos de la inclemencia del sol del desierto y en la noche proveía luz y calor a finde que no murieran congelados.
Esta protección sobrenatural no es simbólica. Él va 22 dice que el Señor no quitó la columna durante todo el viaje. Era un testimonio permanente de que en efecto Dios caminaba con ellos.
Es a esto a lo que nos referimos en principio, Dios no siempre dirige a los suyos por caminos fáciles, pero si garantiza su presencia en medio de ellos.
Y en este punto, es importante tratar el tema de la presencia de Dios. Casi siempre pensamos en ella como algo sobrenatural que sucede a nivel emocional y durante un culto; pero la presencia de Dios aquí estaba materializada en dirección, cuidado y protección.
No podemos perder de vista el hecho de que la presencia de Dios mora actualmente en el creyente por medio del Espíritu Santo exactamente con los mismos propósitos: dirigirnos y guardarnos.
El verdadero creyente experimenta la presencia de Dios cada día, solo que muchas veces no somos conscientes de eso. Es cierto que en ocasiones esa presencia se manifiesta de una forma especial cuando la iglesia se congrega.
Yo estoy convencido de que Dios visita de manera extraordinaria Iglesias locales por medio de su Espíritu durante los cantos, la oración o la predicación misma de la Palabra, pero esas manifestaciones son extraordinarias, la realidad es que en el sentido ordinario, la presencia de Dios está siempre en medio de Su pueblo porque el Espíritu Santo mora en los creyentes.
Nosotros no tenemos que ver columnas o fuego o nubes para estar seguros de que la presencia de Dios está allí, está fue una manifestación extraordinaria de esa presencia. Dios habita en el creyente.
Romanos 8:14 dice: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y puede ser que sea esta idea la que esté en la mente de Pablo, una columna que nos guía.
Esto tiene un significado valioso para nosotros: no caminamos solos. No hemos sido abandonados a nuestra suerte. Él nos ha dado al Consolador, el cual nos guía hacia toda verdad, nos conduce a la santificación, produce el querer como el hacer en nosotros, de modo que agrádenos al Señor, el Espíritu Santo nos convence de pecado para que no nos alejemos y es el Espíritu Santo el que nos une a otros creyentes para que permanezcamos como parte del Pueblo. Bendito sea Dios por el Espíritu Santo, columna de fuego y de nube en nuestras vidas.
En nuestros días más oscuros, el Señor es nuestra luz y en nuestros días más soleados, el Señor es nuestra sombra. Bendito sea el Señor.
Así que, Israel fue librado con mano poderosa, pero no ha sido dejado a su suerte, el Señor les prometió un lugar, pero se asegura de que puedan llegar y ha provisto dirección y protección durante el viaje.
Esa es también nuestra historia: él nos ha liberado del pecado, pero entre nuestro primer paso a la libertad y el día que entremos a la presencia del Señor hay un lego camino y debemos confiar que Él nos dirige por medio de su Espíritu y sabes guardarnos de los obstáculos que de seguro van a aparecer.
Mi amigo que me escuchas, puede ser que esto suene decepcionante para ti en algún modo. Tal vez esperarías escuchar que si vienes al Señor, él resolverá todo problema y nunca más habrá sufrimiento, pero no puedo mentirte; si habrá desafíos, obstáculos y pruebas, pero lo que puedo asegurarte, es que si confías en el Señor de todo corazón, él sabrá guardarte y guiarte a lo largo de toda la carrera y esa es nuestra mejor garantía.