Recordar es Vivir.
INTRODUCCIÓN: Tal vez hayan pasado muchos años, pero nunca se olvida esa primera vez en que conociste al amor de tu vida. ¿Cómo fue? ¿En un restaurante, la universidad, en la tienda de la esquina o en un viaje? La historia de los esposos Ramírez Olea, miembros de nuestra iglesia, casi la sé de memoria, con detalles. Ellos cuentan cómo fue ese flechazo que hoy, casi 40 años después, los mantiene unidos. En el caso de ellos, como en otros matrimonios de la congregación, ese bello pasado siempre está en tiempo presente.
Pero, más que una historia de amor de personas, hoy, con la ayuda del Señor, usando el libro de Deuteronomio 26:5-10, estudiaremos la Historia de Amor que trasciende los siglos de los siglos. Vamos a enfocarnos en el amor probado que Dios siente por cada persona del mundo, sin discriminar a nadie por cualquier condición, porque Dios ama como nadie puede amar, por mucho que se esfuerce.
El enfoque de hoy lo centraremos en lo que nosotros recordamos del amor de Dios por nosotros. De qué manera nuestra vida ha sido impactada, cambiada, por la acción del Señor en nuestra existencia.
Ciertamente, en el sentido espiritual, también Recordar es Vivir, porque ese amor no solo nos garantiza la paz en este momento, sino que Dios nos ha dado vida eterna, porque su amor es eterno, y él nos garantiza, por gracia, por medio de Cristo, la eternidad con nuestro amoroso Padre Celestial.
1. RECORDEMOS CÓMO DIOS NOS ENCONTRÓ.
Deut. 26: 5-8 5Entonces dirás estas palabras delante del Señor, tu Dios: »“Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres. Allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa. 6Los egipcios nos maltrataron, nos afligieron y nos impusieron una dura servidumbre.
En el texto, vemos como Dios instruye al pueblo a confesar delante de Él su historia de salvación, desde que Jacob emigró a Egipto, las calamidades que sufrieron como emigrantes y donde hallaron respuesta, consuelo y libertad.
Lo que impacta, más allá de la historia del pueblo judío, que de por si es impactante, es la relación que está presente entre un pueblo rebelde y pecador y un Padre que tuvo misericordia de ellos, que jamás dudó en confirmar a través del tiempo sus promesas de perdón, restauración, liberación y llevarlos a una tierra especial.
¿Cuál es nuestro recuerdo? ¿Podemos hacer una confesión similar a la del pueblo judío?
En medio del dolor y la esclavitud, el pueblo hebreo recordó las promesas que Dios le había dado a través de sus patriarcas, y movidos por ese “recuerdo”, optaron por la vida e hicieron lo que la Palabra misma les aconsejaba:
7Entonces clamamos al Señor, el Dios de nuestros padres, y el Señor oyó nuestra voz y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión. 8El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, con señales y milagros.
Dios respondió sus peticiones, más allá, Dios hizo realidad sus promesas y, levantó a Moisés y lo usó para sacar al pueblo de su estado y conducirlo hasta la tierra que había prometido para ellos.
Cuando Dios nos alcanzó con su gracia, estábamos a punto de perecer por nuestros delitos y pecados, sin esperanza, sin sentido correcto para nuestra vida. Nosotros también éramos esclavos del pecado, enemigos de Dios, merecedores de su ira, no de su compasión ni de su misericordia.
Cuando Dios nos encontró tal vez éramos ricos en apariencia, pero pobres en verdad; tal vez sabios en nuestra opinión, pero ignorantes en el conocimiento que salva; tal vez justos, buenas gentes, honestos, en el examen de la sociedad, pero delante del Señor, “trapos de inmundicia, esclavos de maldad”
Estoy seguro de que, si a cada miembro de esta Iglesia, le preguntó cómo era su vida antes de conocer a Dios, pasaríamos mucho tiempo escuchando relatos asombrosos, sobre cómo eran sus vidas antes de Cristo, porque cada vida aquí representada, evidencia el trabajo de Dios para nuestra salvación.
El Señor hizo la obra en nosotros, nos mostró señales externas maravillosas, el agua pasó de ser, por la acción de la Palabra de Dios, en lavamiento de la regeneración en el Santo Bautismo; el pan y el vino, pasaron a ser, por la misma operación espiritual, con el pan y el vino, en verdadero cuerpo y sangre del Señor, que perdona nuestros pecados, pero además el Señor es ahora nuestro Dios e hizo de nosotros de un pueblo apretado y lleno de aflicciones en ciudadanos de una nación grande, fuerte y numerosa.
2. RECORDEMOS COMO DIOS NOS BENDICE. Deut. 26: 9-10.
9Nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel.
La semana pasada, en el servicio de Miércoles de Cenizas, comentaba sobre las motivaciones generales que tiene la gente para ir a la Iglesia este día, llegamos a la conclusión que muchas personas son movidas por tradiciones. Los creyentes, contrario a otras personas, somos motivados por Dios, quien nos trajo aquí, para reconocer nuestros pecados y escuchar sus palabras de perdón y consuelo.
Nosotros podemos decir, ajustados a la Palabra de Dios, que el Señor nos trajo a la iglesia, porque esta es la tierra que fluye la leche, su Palabra nos alimenta; la miel, la dulzura suprema del evangelio, que proclama desde el cielo que en “Cristo tenemos el perdón de nuestros pecados”, pero agregamos que somos parte de una nación grande, fuerte y numerosa.
¿Cómo respondemos a estas bendiciones que el Señor nos ha dado?
(1) Respondemos con una confesión de fe: "Esta es la palabra de fe que predicamos: Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo” Romanos 10: 8b…
(2) Respondemos con gratitud: 10Y ahora, Señor, he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste”.»Tú dejarás las primicias delante del Señor, tu Dios, y adorarás delante del Señor, tu Dios. Nuestra tierra es la Iglesia, esta es la nación visible de Dios, pero también su cuerpo invisible y universal. Un lugar donde Dios ha enviado y envía bendición y vida eterna.
Es a la Iglesia a quien el Espíritu Santo da sus regalos, sus dones, que deben ser usados para la edificación del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Es a su pueblo, a quien Dios protege, cuida y provee, dándonos todo lo que necesitamos. Nosotros respondemos con gratitud, al dador y dueño de todo, usando el concepto bíblico de la mayordomía integral:
(A) Devolviendo, es decir, sirviendo con los talentos que nos ha dado a nuestros hermanos en la fe y a los que aún no han conocido a Cristo. (B) Devolviendo, el tiempo que Dios nos da, aprovechándolo de la mejor manera, nutriéndonos y nutriendo a otros con el estudio de su Palabra. Orando, intercediendo los unos por los otros; consolando a los afligidos, proclamando a los “apretados” por el diablo, la buena noticia de salvación. Dando lo mejor de nosotros en nuestro servicio en la Iglesia.
¿Cómo explico esta parte? La semana pasada visité una familia de la Iglesia, a quien quería pedirle que ejercieran una responsabilidad dentro de la congregación. No terminé de hablar, esta familia me esperaba para decirme que estaban listos a servir, pues Dios les había puesto en su corazón, aceptar. Me di cuenta de inmediato que lo que estamos haciendo, está dentro del Plan de Dios y que el Señor quiere usarnos a todos, para ministrar a los santos congregados en la Iglesia San Pedro. Lo mismo pasó con otros hermanos con quienes he hablado. Gloria a Dios por la manera en que está obrando en la vida de sus hijos.
(C) También lo hacemos a través de nuestras ofrendas. Estamos poco a poco cumpliendo nuestras metas en la mayordomía de los tesoros, sé que lo haremos, no para gloria de los hombres, sino como muestra visible de nuestro agradecimiento al Señor que nos da todo y que es dueño de todo.
Que maravilloso es saber que cada día los hermanos y hermanas toman conciencia de su responsabilidad con el ministerio hispano de esta congregación. Devuelven al Señor las primicias, es decir el mejor de su fruto, en tiempo, talentos y tesoros, para qué, para mostrar su gratitud, cómo: 10Y ahora, Señor, he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste”.»Tú dejarás las primicias delante del Señor, tu Dios, y adorarás delante del Señor, tu Dios.
CONCLUSIÓN
Hermanos e hijos en el Señor: Recordar es vivir y el vivir es Cristo. Recordamos que sin Cristo estábamos en las tinieblas, errantes y “apretados” por el diablo, pero en su gracia, por su misericordia, por su evangelio, nos ha traído a su luz admirable, nos ha levantado de entre los muertos en delitos y pecados para alumbrarnos con su luz eterna.
Con ese recuerdo en nuestros corazones, motivados siempre por la Palabra de Dios, somos llevados a expresar nuestra gratitud a Dios que nos ha dado todo, presentando en su Altar, por medio de Jesús, nuestro Señor, las primicias, todo lo mejor de lo que él nos ha dado para ser usados por la Iglesia de Dios, para gloria del Padre.
Sigamos de la mano, guiados por él, con la certeza de que todas sus promesas son para nosotros, recordando una vez más que “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios”. Amén.