Entre la espada y la gloria

Éxodo: De la esclavitud a la libertad  •  Sermon  •  Submitted   •  Presented
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Éxodo 14
Si hiciéramos una encuesta acerca de qué imagen o evento representa mejor el libro de éxodo, no cabe duda que la mayoría apuntaría al mar Rojo abriéndose y al pueblo de Israel pasando en seco. 
De hecho, en 1956, la película Los Diez Mandamientos, dirigida y producida por Cecil B. DeMille fue nominada a varios Premios Óscar, entre ellos a mejores efectos visitarles, precisamente por haber logrado recrear, de una manera asombrosa para la época, la memorable escena de Moisés parado sobre una peña con los brazos levantados y el mar abriéndose en dos, una escena que tardó seis meses en lograrse en una época de grandes limitaciones tecnológicas en comparación con la nuestra. 
Lo cierto es, que por muy popular o espectacular que nos resulte la imagen de ese mar rojo partido en dos, no es ese el evento central ni del libro, ni tampoco el episodio principal de este capítulo. Hay algo mucho más grande y glorioso que vemos en este texto y es una exhibición de la gloria de Dios, la cual se hace manifiesta en hacer juicio sobre el malvado y liberar a Su pueblo. 
Ese es precisamente el punto que queremos abordar en nuestro texto en la mañana de hoy:
Cuando Dios muestra Su gloria castigando al malo y salvando a Su pueblo, somos llamados a confiar y a creer en Él. 
De hecho, el tema de la gloria de Dios es repetitivo en este pasaje: versículo 4, 17, 18, y de manera implícita el 31. 
Así que vamos a ver todo este capítulo a la luz de tres grandes divisiones o si se prefiere, en tres momentos. 
Una espada que empuja al temor (1-12)
Un Dios que empuja al mar (13-18)
Una gloria que empuja a la confianza (14-31)
Una espada que empuja al temor
Dios vuelve a hablar a Moisés y esta vez la instrucción es moverse hacia un nuevo campamento, esta vez al lado Del Mar Rojo. 
Como hemos mencionado antes, existen tres lugares que los historiadores ubican como posibles para este campamento, no se sabe a ciencia cierta el punto exacto, sin embargo, lo que es claro es que quedaba frente al cuerpo de aguas de la parte más norte del mar Rojo, un lugar con la suficiente agua para impedir que el pueblo pasara. 
Esto iba acompañado de un plan. La idea de Dios era poner al pueblo entre la espada de Egipto y el mar, esto porque él estaba despertando el ejército de Faraón, como haciendo que volviera en sí para perseguir a los judíos y todo esto con el propósito de Dios mostrar Su gloria. 
Si pudiéramos decirlo en otros términos, Dios estaba usando a Israel como carnada para luego mostrar Su gloria. 
Y a estas alturas alguien pudiera preguntarse y con razón ¿por qué si la idea era evitar que el pueblo entrara en una guerra yendo por el territorio de los filisteos, aquí quería llevarlos a una guerra precisamente?  Parece no tener sentido; sin embargo, a diferencia del camino del norte, los enemigos no iban a ser los egipcios, ellos iban a verse tentados a volver a la esclavitud, pero en este escenario, el Señor los llevaría a un punto en el que sus enemigos y el único lugar al que se iban a ver tentados a escapar, iba a ser derrotado. 
Este camino difícil tenía un solo propósito: que Dios mostrara Su gloria. En efecto, la razón por la que Dios hace todo lo que hace no es otra cosa que no sea él mismo, y alguien dirá ¿no es esto arrogante? La respuesta a esto depende de quién creemos que es realmente digno de gloria, si Dios o lo que es creado. En este entendimiento, si Dios creó el mundo, es apenas de esperarse que él sea quien reciba toda la Gloria, que todo muestre su poder y su grandeza. 
La razón por la que esto nos resulta chocante en nuestra mente es porque el pecado nos hizo pensar algún día que nosotros como hombres merecemos un poco de esa gloria, pero eso es una distorsión. No es la realidad. Dios creó el mundo para que todo diera gloria a Él. Así que esto es perfectamente coherente con su naturaleza, no un acto de megalomanía. 
Pero la respuesta a esta acción fue la incredulidad del pueblo. Ellos tuvieron temor y clamaron a Moisés, reclamándole por qué los había llevado precisamente a un callejón sin salida para luego morir ahí.  
Y antes de juzgar al pueblo rápidamente, debemos hacer un análisis de la situación. Ellos todavía no habían comenzado a confiar en Dios ni habían desarrollado una fe sólida y encima se encuentran de cara con la realidad de que Dios los había llevado a estar entre la espada y la pared. Por supuesto, Dios no es el responsable de su incredulidad, pero esta es la evidencia de que a menos que veamos la gloria de Dios, nuestras almas permanecerán sumidas en la incredulidad y el temor. 
Varias implicaciones prácticas en este punto:
Que tengamos que enfrentar cosas difíciles no significa que Dios nos haya abandonado, puede ser incluso parte su plan
Dios puede, yen efecto lo hace, ponernos en situaciones difíciles solamente con el propósito de que su nombre sea glorificado. Esto es lo que significa que todo obra para bien. Para la Gloria de Dios. 
No entender que Dios no siempre tiene que hacer lo que esperamos, nos puede conducir a la incredulidad y la incredulidad al temor 
Una de las cosas que produce el no estar asombrados por Dios es vivir siempre deseando las cosas de este mundo, incluso cuando ellas nos esclavizan 
Pero Dios no iba a dejar a su pueblo en esta condición. Él va a llevar a cabo su plan y no solo por ellos, sino como hemos visto, por él mismo. Lo que nos lleva al siguiente punto
Un Dios que empuja al mar (13-18)
Moisés escucha el clamor del pueblo y antes de ir a Dios trata de comunicarles esperanza. Él sabe que es un plan de Dios, sabe que todo marcha según lo planeado, pero está recibiendo él reclamos del pueblo: Los enemigos serán derrotados. Dios peleará por nosotros. Esas son la palabra de Moisés. 
El verso 14 es una tremenda declaración. El Señor peleará y ustedes estarán tranquilos. 
En algún momento Moisés clama a Dios y el Señor le pide que continúe el plan, que camine hacia el mar, que alce la vara y lo divida. Se requería una confianza enorme para eso; pero ya Moisés era un hombre entrenado en la fe. 
La acción parece ridícula, sin sentido. Un hombre parado frente a un gran mar con las manos abiertas y una vara en la mano, a los ojos de lo humano esto parecía una locura, pero no era un plan humano, era el plan de Dios. 
Mis amados, todo lo que el Señor pide de los suyos es confiar en Él, incluso cuando parece imposible, es confiar en lo que ya ha prometido. Esta es una promesa segura también para nosotros en nuestros días. El Señor sigue peleando por su pueblo y lo llama a confiar en medio de la adversidad. 
Romanos 8 nos recuerda que si Dios está por nosotros, nadie puede estar contra nosotros (Leer Rom 8:31-38)
Hemos visto entonces que Dios en su plan lleva a su pueblo a estar entre la espada de faraón y un mar, el pueblo responde con incredulidad, pero el Señor les pide ir hacia adelante. Así que estamos a punto de ver el desenlace de esta historia:
Una gloria que empuja a la confianza (14-31)
Lo que sigue ahora tiene música dramática de fondo. Todo comienza a moverse rápido. 
El primer movimiento que vemos es la columna de nube y de fuego. Ya no estaba adelante sino detrás. El Dios que los guiaba ahora es el Dios que los protege. 
Moisés, por su parte, extiende sus manos y el mar por un fuerte viento comenzó a retirarse. No fue algo inmediato, parece que fue algo que duró hasta la media noche y entonces, con el mar abierto, con columnas o cuerpos de agua a lado y lado Del Mar, el pueblo comenzó a moverse hacia adelante. 
Faraón y su ejército, por su parte, también se movieron. A ellos no les sorprendió el milagro que estaban presenciando, estaban obstinados y endurecidos, por lo que entraron a perseguir al pueblo. 
Los egipcios se acercaban, pero el Señor hizo que sus carros fallaran, que sus ruedas quedaran enterradas y no pudieran ni continuar ni devolverse. Los soldados quisieron huir, se dieron cuenta de que el mismo Seor que los había herido con plagas peleaba por ellos, pero era tarde. 
En el v26 el Señor manda a Moisés a extender de nuevo las manos y las aguas se volvieron sobre su ejército, de modo que no quedó ninguno. 
De repente el sol comienza a levantarse y cuerpos, ruedas y animales se ven en la orilla. 
El verso 30 resume muy bien esto:
Así salvó el Señor aquel día a Israel de mano de los egipcios, e Israel vio a los egipcios nuestros en la orilla del mar. 
Este texto es impresionante porque es el resumen de la exhibición de la gloria de Dios. Y esta gloria no es otra cosa que el juicio y la misericordia ocurriendo en un mismo acto. 
Era es la gloria que Dios quería mostrar. No tanto al mar abriéndose como a un pueblo siendo salvado y a otro siendo condenado en el juicio. Esta es la forma en la que Dios ha mostrado siempre Su gloria. Porque Dios es glorificado cuando el malvado es castigado, es glorificado cuando tiene misericordia del que no merece misericordia, pero es más glorificado cuando muestra las dos cosas al mismo tiempo. 
Aunque en ocasiones la Gloria de Dios en la Biblia se relaciona con apariciones esplendorosas del Señor (Is 6), debemos también ver que él hace evidente su gloria en el castigo del impío y en la misericordia que extiende a Su pueblo. 
Nosotros sabemos que esta Gloria ahora está en la persona de Jesús. Juan dice en el capítulo 1 que Dios hizo manifiesta su gloria en Cristo, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. (Jn 1:14
La gloria de Dios está contenida en el Evangelio porque es allí donde Dios muestra estas dos cosas, la justicia y la misericordia. En la Cruz, donde Cristo estaba muriendo, Dios estaba castigando el pecado en la humanidad de Su hijo y al mismo tiempo, mostrando su misericordia al perdonar al pecador. 
Para nosotros no fue un mar que se abrió, sino los brazos del Hijo de Dios en donde nuestro pescado fue ahogado y al mismo tiempo fuimos nacidos para una nueva vida. 
No es en vano que Pablo use esta analogía para decir que Israel fue bautizado por Moisés en la nube y en el mar (1 Cor 10:2). El cruce del mar fue para Israel el juicio y la misericordia, de la misma manera que en Cristo, la cruz ha sido para nosotros el juicio y la misericordia.  
Por lo que, si queremos ver la gloria de Dios, debemos pedirle al Señor que nos haga contemplar cada vez con más claridad Su evangelio. Ser más sensibles a la muerte y resurrección de Cristo. Debemos pedirle que nunca perdamos el asombro porque eso produce una transformación en nosotros. 
Al ver la gloria de Dios, el Israel temeroso e incrédulo creyó al Señor y a Moisés su siervo. Y también nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen como por el espíritu del Señor.
Entre más contémplanos a Cristo, entre más crecemos en el evangelio, entre más profundízanos en el evangelio, más somos transformados por esa gloria. Eso nos lleva a afianzar la confianza, abandonar la incredulidad, crecer en la santidad, impulsa nuestra vida de oración. 
Oh hermanos, anhelemos con todo nuestro corazón la Gloria de Dios en el evangelio. En nuestro Señor Jesucristo. 
Como vemos, este no es un texto sobre el mar de nuestros problemas abriéndose para que nosotros pasemos en medio; es un pasaje que nos muestra la gloria de Dios en la manera en que él extiende su juicio y salva según su misericordia, y como dicha gloria nos transforma de incrédulos y temerosos a confiados y transformados. 
Amigo mío, no hay nada más que pueda cambiar tu vida y llevarse el temor y la incredulidad que el hecho de mirar la gloria de Dios en Cristo. Fue cuando Saulo de Tarso, un perseguidor de la Iglesia en el primer siglo, vio a Jesús resucitado, que su vida fue transformada de inmediato. De ser un perseguidor, ahora adoraba a Cristo. 
Tú no necesitas palabras bonitas, tampoco un milagro espectacular, tú necesitas mirar la gloria de Dios en el evangelio: Cristo murió por tus pescados y los míos, llevó nuestro castigo, pero al mismo tiempo mostró su gran misericordia. Solo tienes que mirar y venir a él con confianza. 
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