VENGA TU REINO

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Transcript
¿Qué significa la expresión “venga tu reino…”?
¿No está el reino de Dios entre nosotros?
“Venga tu reino…” Mt. 6:10

Introducción

El reino fue el tema central del ministerio de Jesús mientras estuvo en la tierra. Juan el Bautista, quien antecedía su llegada dijo, “arrepiéntanse porque el reino de Dios se ha acercado” Mt. 3:2. Las primeras palabras públicas de Su bendito ministerio fueron: “El tiempo se ha cumplido porque el reino de Dios se ha acercado, arrepentíos y creed en el evangelio” (Mc. 1:15; Mt. 4:17). En su recorrido por toda Galilea enseñó y predicó el evangelio del reino (Mt. 4:23). De hecho, fue enfático cuando dijo que debía ir a otras ciudades porque había sido enviado a anunciar el evangelio del reino (Lc. 4:43). En las bienaventuranzas o el sermón del monte resaltó los valores que regirían la presente era del reino (Mt. 5-7). Su prioridad era el reino y enseñó a sus discípulos a hacer lo mismo (Mt. 6:33; Lc. 12:31). Advirtió que no todos entrarán en el reino, inclusive algunos que piensan que si (Mt. 7:21). Enseñó que la llave del reino es la fe (Mt. 8:11-12). La comisión temprana que le dio a los doce fue que predicaran “el reino de los cielos se ha acercado” Mt. 10:7. Echó fuera demonios como una señal externa de que el reino de Dios se había acercado (Mt. 12:28). Dijo que su palabra era la palabra del reino (Mt. 13:19). En sus parábolas hay especial referencia al reino, lo comparó a un hombre que sembró buena semilla en su campo, a un grano de mostaza, a la levadura que tomó la mujer y la escondió en tres medidas de harina hasta que todo fue leudado (Mt. 13:24, 31,33). Enseñó que el reino era de incalculable valor y una fuente de gozo (Mt. 13:44-46). Igualó la vida eterna con el reino (Mc. 9:45,47). A Nicodemo le dijo que debía nacer de nuevo para entrar en el reino (Jn. 3:3) nacer de agua y de espíritu (Jn. 3:5). Además, explicó que el reino debía recibirse con la actitud de un niño (Mc. 10:15) y que para quienes confían en sus riquezas les sería muy difícil entrar (Mc. 10:24). También dijo que su reino no era de este mundo (Jn. 18:36) y sobre su cruz Pilato colocó el título “JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS” (Jn. 19:19). Aún el ladrón que estaba colgado junto a ÉL había escuchado el mensaje del reino porque le dijo, “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” Lc. 23:42. Luego de resucitar y presentarse con pruebas indubitables por cuarenta días les continuó hablando a sus discípulos del reino (He. 1:3).
Es muy evidente que el tema central de Jesús era el reino, por eso no debe asombrarnos que en la oración modelo dedicara una petición acerca de la venida del reino. Pero ¿Qué es exactamente el reino? ¿Que implica? ¿Qué demanda? ¿Cuáles son sus características? ¿Por qué fue una fuente de gozo y tan esperado por los primeros cristianos? ¿Qué implica orar esta petición? Preguntas como estas serán respondidas en la medida que vayamos comprendiendo la expresión “Venga tu reino”.

I. Entendiendo el reino

La palabra “reino”
La definición más común que conocemos de reino es aquella que lo puntualiza como un territorio en el que su jefe de gobierno es un rey o monarca. El diccionario de la Real Academia Española lo define como el Territorio o Estado con sus habitantes sujetos a un Rey. Pero para nosotros los occidentales entender el concepto de reino es mucho más complejo, la reciente historia de nuestras naciones nos muestra que sus grandes figuras militares y políticas levantaron una tremenda resistencia contra la monarquía. Muchos de nuestros himnos y símbolos patrios, son un recordativo de lo “bravío” de nuestros pueblos, y de la gallardía de nuestros libertadores. Por esta razón la idea que la mayoría tiene acerca de un rey, reinado y reino no favorece a la comprensión de la naturaleza del Reino de Dios. Si conservamos solo estas concepciones caeríamos en el error de pensar en el Reino de Dios en términos solo de territorio o estado.
De hecho, el Reino de los cielos nada tiene que ver con un estado político, Jesús rechazó el ser proclamado rey (Jn. 6:15) y a Pilatos le dijo que su reino no era de este mundo (Jn. 18:36). Él sabía que el reino sobre el cual Dios reina no es un estado ni está confinado a un territorio.
Por otra parte, la expresión “reino” según la usó Jesús, tiene que ver con soberanía, autoridad y, gobierno. El término griego es basileia y propiamente significa realeza o reinar, la palabra tiene que ver más con el ejercicio de reinar que con el territorio que abarca. Es más, las expresiones hebreas, arameas y, griegas que habitualmente se traducen como reino, no se refieren primeramente, ni siquiera en el lenguaje cotidiano a un estado político, a un territorio, a un lugar o a una situación, sino ante todo al hecho de reinar, a la soberanía, a la relación que el gobernante establecía con su pueblo. El reino de Dios es la actividad de Dios que reina. [1]
Finalmente, el término hace alusión a un reinado real, divino y, glorioso. A una actividad, función o ejercicio y no a un espacio geográfico.

A. La concepción hebrea del reino de Dios

Una vez definido el término, considero necesario conocer algo de la idea que el pueblo hebreo tenía acerca del reino de Dios. La primera vez que está noción aparece en el pueblo es justo después de que cruzaron el Mar Rojo. Dios los salvó con su mano poderosa (Ex.14:9) Faraón había ordenado seiscientos carros, toda su caballería, gente a caballo y todo su ejército para que los siguieran, sin embargo, todos ellos fueron derribados en medio del Mar por la mano portentosa de Dios (v27).
Senda demostración de poder y magnificencia, produjo que Moisés y María, junto con los hijos de Israel entonaran a Dios un cántico de victoria, al final de él Moisés proclama, “Jehová reinará eternamente y para siempre.” Ex. 15:18. Ya el pueblo no estaba bajo el dominio de Faraón sino que estaría bajo el reinado de Dios. Desde ese instante Dios se convertía en el soberano de aquel pueblo quien a diferencia de las demás naciones no tendría un monarca humano sino al mismo Dios gobernándolos.
A pesar de estas y muchas otras demostraciones de poder, fidelidad y, gobierno divino; y muy a pesar de las leyes del Sinaí con su enfoque social bastante equilibrado y la innecesaria presencia de una monarquía humana, el requerimiento del pueblo hacia Dios fue el siguiente: “constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” 1 Sam. 8:5.A simple vista sus motivos parecían tener sentido, pues la queja de los ancianos de Israel era contra los jueces, quienes eran los hijos del propio Samuel y no andaban en buenos caminos sino en sobornos, avaricias y pervirtiendo el derecho (v3). Pero en realidad lo que ellos querían era que Dios no los gobernara más. El mismo Dios se lo dijo a Samuel: “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos.” (v7).
Esto traería diversas implicaciones, por ejemplo (1) desigualdad social producto de la creación de una realeza, corte, y un ejército armado. (2) el pueblo, al menos en este aspecto, no sería santo, pues tendrían una monarquía humana como las naciones de alrededor y (3) automáticamente Dios era desechado como el único Rey. Por su puesto que esto fue devastador, muchos de los reyes que pasaron por el trono de Israel fueron especialmente responsables de la idolatría y el hundimiento moral de la nación. Esta decadencia espiritual produjo un reino dividido, la invasión de Asiria y Babilonia y finalmente, el castigo y un abandono parcial de Dios.
“De esta experiencia surge naturalmente la esperanza de que Dios volverá a reinar directamente sobre su pueblo, como en los tiempos fundacionales de Israel, repitiendo las experiencias de la salida de Egipto, el camino por el desierto y los primeros tiempos en la tierra prometida cuando solamente Dios era el Rey.[2]
B. Un reino exclusivo, directo y único.
El hecho de que el reinado de Dios es exclusivo, lo vemos en el momento en que Faraón pierde la soberanía sobre el pueblo y el Señor la toma. El celo de Dios es evidente Dios no está dispuesto a compartir su gloria ni su reino con nadie, Faraón tenía que ser destronado para que Dios pudiera entronizarse. No solo la liberación del pueblo es una demostración de su reinado, el cómo lo hizo nos habla de la forma en que Dios lleva acabo la actividad de reinar.
En el cántico de victoria que mencionamos hace un instante se considera a Dios como Rey (v.18) pero también es considerado varón de guerra (Ex. 15:3) demostrando así que el pueblo no requería de armas ni ejércitos pues Él mismo era su defensa. Pero el cántico no solo proclama que Dios era su Rey y Guardián sino su Amo, pues el pueblo que Dios a libertado lo adquirió para Sí (v. 16 NVI). Dios era el exclusivo Rey, Guardián y Amo de Israel.
Además, este reino es exclusivo porque no admite otros reyes, otros dioses ni otros cultos, también lo es en el sentido de no parecerse a ningún otro reino humano (Lc. 22:25-30), todos ellos desaparecerán mientras que el reinado de Dios no tendrá fin (Lc. 1:33).
Pero también es enfáticamente directo, pues no requiere de una monarquía humana para ser representado. A diferencia de los sistemas políticos de las naciones paganas en los que sus reyes humanos eran elevados a la posición de dioses y por lo tanto la corte real era también considerada una corte divina, el reino de Dios está presente de manera colectiva y también de manera personal y directa en los corazones de aquellos que han sido comprado sin la necesidad de una monarquía humana como representante o intermediario.
El Reino de Dios en su concepción interna trasciende los templos y los palacios para introducirse en el interior de los corazones de cada uno de los miembros de su pueblo. Esto es el sentido interior del reino el cual debe buscarse (Mt. 6:33), recibirse como un niño (Mc. 10:15), nadie puede decir ¡helo aquí! o ¡helo allá! porque está entre nosotros (Lc. 17:21), que no es comida ni bebida sino justicia paz y gozo (Ro. 14:17), tampoco es palabras sino poder (1 Cor. 4:20).
Este reino también tiene un sentido externo, y es manifestado por la iglesia visible, quien lo valora como su gran tesoro (Mt. 13:44), lo proclama (Hch 19:8 ), lo hace cada vez más evidente (Lc. 13:18-19) y finalmente lo verá (Mt.16:28).
Este reino será perfeccionado en el mundo venidero, los justos resplandecerán en él como el sol (Mt. 13:43) se sentarán junto a la Mesa del Señor (Lc. 22:30) y quienes se esfuercen en mantenerse firmes en el llamado y la elección se les abrirá de par en par las puertas del reino eterno (2 Pe. 1:11).
Todo esto nos hace concebir la idea de que es un reino único, pero a lo dicho anteriormente se le puede agregar que es único en cuanto a su sistema de gobierno. Jesús quien es su Rey tiene autoridad sobre el cielo y la tierra, es decir, sobre todo aquello que ha sido creado, visible e invisible, sobre todo dominio, principado, potestad, sobre la vida y la muerte (Mt. 28:18; Col. 1:15-17). ningún otro rey posee tal autoridad. Además, Cristo no gobernará solo sino que con su sangre ha redimido para Dios un pueblo de toda lengua, linaje y nación y los ha hecho reyes para que reinen junto a Él sobre la tierra (Ap. 5:9-10) ¿Acaso no es único este reino donde todos sus miembros son reyes y por implicación siervos también?
También es único en sus leyes, estas no son coercitivas, no benefician a unos más que a otros, no son concebidas en el seno de una moralidad relativa ni una ética situacional, no poseen errores, no admiten enmiendas, sino que provienen directamente de Dios. Es buena, santa y, justa; es perfecta y promueve el amor a Dios y el amor al prójimo como el fin de su cumplimiento (Ro. 7:12; 13:8-10; Sl. 19:7; Mt. 22:37-39).
En cuanto a sus súbditos también es único, en la primera carta de Pedro encontramos, “más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (2:9), Este pueblo real no está confinado a una localidad especifica sino que incluye a gente de toda lengua, linaje y nación quienes por la fe en la persona de Cristo se les ha concedido el derecho de ser sus miembros (Ap. 5:9-10; Jn. 1:12).
Su misión también es diferente, su Rey ha dicho: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo…” Él mismo Rey se puso como ejemplo “como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” Mt. 20:27-28. Es evidente que este reino se caracteriza por el servicio.
Un reino puede ser legítimamente violento, pero el reino de Dios es radicalmente distinto, sus ciudadanos no devuelven mal por mal, son llamados a ser de bendición, a perdonar e inclusive a amar a sus enemigos, a bendecir a los que los maldicen, hacer el bien a los que los aborrecen, y orar por los que los ultrajan y persiguen. (Rom 17:19; 1 Pe. 3:9 ; Mt. 18:20-22 ; Mt. 5:44).

B. El Reino de Dios es el Reino de Cristo.

Cuando Jesús inició su ministerio terrenal anunció que el reino de Dios se ha hecho “presente”, “cercano” y la idea de un gobierno directo de parte de Dios sobre su pueblo es bastante clara, Cristo es la manifestación visible de ese reino. Luego de su muerte y resurrección el Reino de Dios se considera en términos cristológicos y por lo tanto el reino de Cristo no se considera aparte del Reino de Dios sino que se identifican por igual.
Si Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo (2 Cor. 5:19) entonces, el reino de Cristo es el mismo reino de Dios. Esto se encuentra explicado y asumido en la divinidad de Cristo, Cristo ante todo es Dios (Mt. 1:23; Juan 5:17-18; Col. 1:15-18; Flp. 2: 6; 2 Pe. 1:1; 1 Juan 5:20) por ello, el reino de Cristo no es un reino distinto al reino de Dios, sino que es el mismo reino de Dios. Cristo está sentado a la derecha de la majestad reinando juntamente con el Padre. El apóstol Pablo se refiere a este reino conjunto en su carta a los Efesios, “porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de DiosEf. 5:5.
En el libro de Hebreos conseguimos esta poderosa declaración, “el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas…” más adelante se nos habla de su superioridad con respecto a los seres angelicales, “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino…” y aún “Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies” Heb. 1:3,8,13.
En esta declaración, Cristo se nos muestra (1) como la representación exacta del ser de Dios, su perfecta imagen. (2) como Aquel a quien se la ha dado la autoridad sobre el reino, el cual está entronizado sobre todos los poderes terrenales y espirituales. (3) en una alusión al sl. 45 se nos dice que Cristo ese Rey estable, alegre, favorecido y, lleno de gloria. (4) se nos muestra a Cristo como Aquel que es digno del más alto honor.
Al respecto William Hendriksem comenta:
La frase “siéntate a mi diestra” no es solamente una descripción del sitio de honor; la misma también evoca la imagen de una corte oriental en la que el rey, sentado en su trono, está rodeado de servidores. Ellos están de pie ante la presencia del monarca para demostrarle su respeto. Que el rey le invite a alguien que se siente junto a él, a su diestra, constituye el más grande honor que se puede recibir. Poder sentarse cerca del rey en cualquier momento es señal de estar en relaciones de familiaridad y amistad con él, ya que todos, con excepción de sus favoritos, permanecen de pie ante su presencia; pero sentarse cerca de él cuando está en el trono es señal de rango, dignidad y poder en el reino.

C. Un reino familiar y un consuelo permanente

Quizás lo más conmovedor de este reino es el carácter compartido que tiene, en su naturaleza se nos traslada de una corte real al seno de una familia, y del palacio de marfil (Sl. 45:8) a la casa de un Padre. Este “reino eterno” (v6) es además una familia para siempre, sus ciudadanos son reyes, siervos, pero también hermanos. Aquel Rey majestuoso, poderoso, glorioso quien cabalga sobre la justicia, y cuya diestra muestra cosas terribles es un Padre, el “Padre Nuestro” y sus hijos reinarán con Él.
Este Padre-Rey comparte la actividad de reinar con sus hijos y eso es una fuente inagotable de consuelo, alegría y una firme esperanza para ellos aun en la peor de las tribulaciones. En su segunda carta a Timoteo Pablo le escribió, “Palabra fiel es esta, Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él”(2:12). El apóstol estaba a punto de ser ejecutado pero halló descanso en la fidelidad de Dios. Haciendo alusión a lo que posiblemente era un himno de la iglesia primitiva, Pablo le recuerda a Timoteo su amado hijo que el futuro será maravilloso y glorioso, que por encima del sufrimiento y de la muerte está la preciosa promesa de que “reinaremos con Él” y que aunque nosotros seamos infieles, el permanece fiel porque Él no puede negarse a sí mismo (v13). Ni la misma muerte pudo manchar el gozo que el apóstol tenía por el Reino compartido. Pienso que si el cristiano meditara más en el hecho de que algún día reinará junto con Cristo estuviera más esperanzado, creciendo en santidad y viviendo con menos miedos pecaminosos.
Otro buen ejemplo acerca del consuelo que produce el reino lo encontramos en el propio Jesús, en el libro de Mateo lo vemos dando una serie de enseñanzas que abarcan diversos temas como la hipocresía, el temor a Dios, el infierno, la blasfemia contra el Espíritu Santo y el cuidado tierno de Dios hacia sus hijos (Lc. 12:1-12). Todas estas enseñanzas son cardinales acerca de la vida cristiana, sin embargo; a pesar de la santa doctrina que el Maestro estaba enseñando un hombre de la multitud le interrumpe para ver si puede ayudarle a solucionar un pleito que tenía con su hermano por una herencia. No en vano la TLA le puso como título a esta parte del pasaje “el rico tonto” aunque sabemos que no es un título inspirado, si es bastante acertado. Ante la petición necia y fuera de contexto Jesús no le reprende sino que aprovecha la ocasión para enseñarle a la multitud que deben guardarse de la avaricia porque la vida del hombre no está en las cosas que posee. Esta verdad la amplía con una parábola que concluye con la advertencia de que aquel que hace tesoros para sí pero no es rico en Dios es un necio (Lc. 12:21). Estas palabras debieron ser un gran consuelo para su audiencia, el saber que la vida y su felicidad no están determinadas por las riquezas ni en la cantidad de bienes que se acumulen no es menos que liberador, sobre todo para aquellas multitudes pobres que nunca llegarían a acumular riquezas.
Pero para sus discípulos había una promesa más grande “No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido. Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero y, Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves? ¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo? Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás? Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas. No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.” Lc. 12:22-32
El reino de Dios es una fuente inagotable de esperanza ¿qué le puede faltar a quienes han recibido como un regalo el reino? ¿De qué temerán? Las bendiciones espirituales son incontables pero además incluyen las necesidades físicas básicas. Aquí hay dos contrastes interesantes en los que usted puede meditar. Uno, entre la palabra multitud (v.13) y manada pequeña (v.32). Dos, entre el Dios de los lirios y de los cuervos (v. 24, 27) y vuestro Padre (v.32). A esta pequeña manada pero muy amada por su Padre se le ha otorgado un invaluable regalo, el reino, un regalo que además Dios le da con gran deleite.

II. Lo que implica la petición venga tu reino

Una vez comprendido algo de la naturaleza del reino de Dios podemos comprender que implica la oración “Venga tu reino”.

A. Implica que el reino se acerca a la tierra de forma gratuita.

¿Fue un despertar del pueblo de Dios, un cumplimiento más piadoso de la ley o un arrepentimiento colectivo lo que produjo el acercamiento del reino? ¡De ninguna manera! el Reino de Dios no se presentó entre los hombres condicionado por el cumplimiento de la ley o por cualquier ritual de purificación y perdón, más bien fue por la gracia soberana de Dios. El reino es un regalo. Este reino está presente en los corazones de sus miembros no debido a algún mérito de justicia por parte de ellos sino como una indicación de que Dios es fiel a su pacto y a cada una de sus promesas. El reino es dado en un acto de misericordia y gracia y esto es necesario tenerlo presente siempre que oremos. Somos ciudadanos de un reino que no merecemos y somos miembro de una familia de la cual no somos dignos.
J.C. Ryle refiriéndose a la petición “venga tu reino” nos dice: Al hablar de su “reino” nos referimos al Reino de gracia que Dios crea y sostiene en los corazones de todos los miembros vivos de Cristo, por medio de su Espíritu y su Palabra.

B. Implica que debemos desear que Dios gobierne nuestras vidas.

En este punto la palabra clave es el pronombre “tu” debemos comprender que lo que estamos invocando es Su reino, no una simple ayuda divina para nuestro reino, no es una alianza estratégica entre nuestro reino y el reino divino, ni un convenio bilateral entre Dios y yo. Es más bien una oración para que Dios gobierne con todas sus facultades soberanas. Por lo tanto, pedir que el reino de Dios se acerque no sería sincero al menos que exista un genuino compromiso porque Dios gobierne primeramente nuestros corazones con todas las prerrogativas que tiene como Rey, y que a su vez haya un ardiente anhelo porque seamos limpiados de toda mancha que contamine la imagen misma de Su reino. Juan Calvino dijo, “el Señor reina cuando los hombres, negándose a sí mismos y menospreciando al mundo y a esta vida terrenal, se dedican a la rectitud y aspiran al cielo.[3]
Debemos aspirar que Dios reine todas las áreas de nuestras vidas, pero también debemos confiar en que lo hará de la mejor manera. Dios nos conoce mejor de lo que nosotros mismo podemos conocernos, su perfecto conocimiento le hace saber todos los hechos presente pasados y futuros que conciernen a nuestra vida. Él sabe lo que verdaderamente nos conviene por eso debemos confiar en que ser gobernados por Él es muchísimo mejor que ser gobernados por nosotros mismos. Esto implica que aun en las aflicciones debemos estar confiados, de hecho, cuando oramos “Venga tu Reino” le decimos a Dios que aceptamos los términos de su gobierno y que estamos dispuestos a someternos en cualquier circunstancia.
Consideremos estos ejemplos, luego que una multitud descontrolada y persuadida por unos judíos en Listra apedrearan a Pablo y lo arrastraran hasta las afuera de la ciudad, el apóstol se fue a Dember a predicar el evangelio, a su regreso confirmaba los ánimos y exhortaba a los discípulos a mantenerse en la fe con las siguientes palabras: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” He. 14:22.
Igualmente, cuando estaba preso en Roma el apóstol le escribió una carta a los filipenses. Por ser un territorio romanos donde se adoraba al Cesar ellos enfrentaba diversas aflicciones tanto fuera como dentro de la iglesia, afuera sufrían una constante oposición al evangelio (Flp. 1:28) y dentro una continua presión por parte de los falsos creyentes y maestros judaizantes a los cuales Pablo llamó, los perros, malos obreros, mutiladores del cuerpo (3:2) y enemigos de la cruz (3:17). Ante un ambiente tan opositor y hostil les escribe: “porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcáis por él” (1:29). Pablo nunca miró estás situaciones como circunstancias que escapaban del reinado de Dios, sino como parte de ello.
En medio de una intensa persecución en Ponto, Galacia, Capadocia, Asia, y Bitinia (Cinco provincias romanas del Asia Menor, la actual Turquía) Pedro escribió una carta para animar a sus lectores y prepararlos para los tiempos difíciles que venían. Es interesante, que al comienzo de la carta les habla de reino venidero, lo define en términos de la esperanza viva del creyente, la herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible y preservada en los cielos (1 Pe. 1:3-4). Les dice que esa es la razón de su alegría y que aunque de ser necesario tengan que ser afligidos en diversas pruebas, el fin de ellas es que una vez sometida a prueba su fe, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando Jesucristo se manifieste (1 Pe. 1:6-8), es decir, cuando el reino se manifieste plenamente en la segunda venida de Cristo.
Dios gobierna su pueblo con amor, cuidado y la ternura única del Padre celestial, pero siempre que considere necesario permitirá las pruebas en nuestras vidas, debemos confiar y aprender a ver la soberanía de Dios en ellas. Ya casi al final de la carta encontramos estás palabras del apóstol “amados, no os sorprendáis del fuego de la prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría”(4:12-13).
Igualmente, aquel que ora “venga tu reino…” no debe sorprenderse cuando el fuego de la prueba se le presente, más bien debe aprender a ver la belleza que esconde la prueba y el gozo que brota de la aflicción. El que padece como cristiano que no se avergüence sino que glorifique a Dios y encomiende su alma al Fiel Creador (1 Pe. 4:19).

C. Implica una oración por el evangelio.

El Señor dijo, “el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.” Mc. 1:15. Como ya hemos visto, la presencia del reino entre los hombres no estuvo condicionada por ningún acto humano, antes bien, fue hallado por quienes no le buscaban y se les manifestó a los que no preguntaron por Él (Ro. 10:20). El reino se acercó porque su Soberano Rey así lo quiso, pero para ser recibido, el evangelio debe ser proclamado y creído. En el libro de Isaías encontramos la siguiente declaración:
“! Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: Tu Dios reina!” Is. 52:7
La fiel predicación del evangelio es la que le dice a una humanidad sin esperanza y bajo el control de satanás que ¡Dios reina! ”, Es el evangelio lo que abre camino para la entrada del reino a los corazones, por lo tanto, orar porque que el reino venga repentinamente sobre alguna localidad es orar para que el evangelio avance en dicho lugar, para que con la suministración del Espíritu Santo les sea concedido a quienes escuchen el poder para arrepentimiento y fe, para que de manera gozosa y humilde reciban el regalo divino. Oremos pues porque el evangelio sea anunciado hasta los confines de la tierra. Porque ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? Y ¿cómo oirán sin haber quien les predique? Ro.10:14.
Oramos en última instancia para que todo aquel que ha sido trasladado de las tinieblas a la luz anuncie las bondades de su Rey, pero en primera instancia estamos nosotros quienes estamos orando por la venida del reino para que se nos conceda el estar en pie, en alguna nación lejana o en la puerta de algún vecino, hablándole a una multitud incontable o quizás a un par de recién conocidos, acerca de las buenas nuevas. Si vamos a orar por la causa del evangelio también debemos estar dispuesto a disponer nuestro tiempo, dinero e intelecto en su proclamación, de lo contrario sería una fina hipocresía cubierta de una barata piedad.

D. Implica un compromiso con la santidad.

Las peticiones “Santificado sea tu nombre” y “venga tu reino” tienen algunas cosas en común. Una de ellas es que ambas tienen como efecto, por así decirlo, un compromiso mayor por parte del orante hacia su propia santidad. Pedir que el Nombre de Dios sea santificado, es pedir por la santidad de aquellos que representan ese Nombre (1 Pe. 1:16). Lo mismo sucede cuando se ora por la venida del reino, en su primera carta Juan nos recuerda la esperanzadora verdad que aunque ahora somos hijos de Dios aún no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero cuando Cristo se manifieste en su segunda venida seremos semejantes a él. El apóstol nos dice que todo aquel que tiene tal esperanza inevitablemente “se purifica a sí mismo, así como él es puro” 1 Jn. 3:3. Orar que “Venga tu reino”, es un recordativo de que debemos cooperar con el gobierno santo de Dios en todas las áreas de nuestra vida.
Recordemos que el Reino de Dios es expresado de dos maneras, como una realidad presente y como una consumación futura. Así en esa tensión entre “el presente” y “el futuro” el ¡ya! pero aun ¡no! del reino, el creyente ora y vive. Si oramos para que la segunda venida de Cristo no demore y somos sinceros en nuestra petición al mismo tiempo estaremos procurando una mayor santidad para ser tan puros como nos sea posible en su venida. Ningún creyente verdadero quiere alejarse avergonzado en su venida.

E. Implica un tremendo conflicto.

El hombre no tiene mucho problema cuando se le presenta a Dios como ese Rey que gobierna las estrellas, los planetas, los mares, los desiertos, los vientos y aun las bestias del campo. El problema se presenta cuando se le anuncia que ese Rey quien gobierna cielo y tierra quiere ejercer el mismo domino sobre su corazón. Es por esta razón que el reino no puede venir como si se tratase de una democracia participativa. De hecho, el término “Venga”, entre sus muchas aplicaciones puede usarse como sobrevenir, esto es una venida repentina e inesperada. Por mi parte no puedo tener otra imagen de un reino que llegue de forma inesperada a un territorio que no sea para establecerse y ejercer dominio.
El Reino de Dios está en conflicto con gente violenta que lo ataca (MT. 11:12), con hipócritas que cierran sus puertas para que otros no entren (MT. 23:13), gente que pretende detenerlo y resistirlo (Ro. 1:18) contra el reino del pecado (Ro. 6:12) contra Satanás (1 JN. 5:19) y su dominio de oscuridad (Col. 1:13) por lo tanto, para establecerse debe hacerlo ejerciendo su poder soberano sobre las voluntades humanas aunque sin forzarlas. ¿Cómo se puede hacer esto? Es lo que sucede cuando el Espíritu Santo aplica la Palabra a los corazones y habilita al hombre para venir a Cristo, entonces, el que no quería por el poder de Espíritu ahora quiere.
Orar “Venga tu reino” es involucrarse activamente en este conflicto, es pedirle a Dios que humille el orgullo humano, que someta las mentes y corazones a su obediencia, que su Nombre sea vindicado, que aquellos que resisten a toda clase de autoridad ahora se sometan a la Suya. Es un oración para que Dios rompa el cielo y descienda, derrita los montes, se haga notorio entre sus adversarios y las naciones tiemblen a su presencia (Is. 64:1-3), es pedirle que quebrante los cerrojos de bronce, abra las puertas que permanecen cerradas, pudra los yugos, levante a su iglesia, avergüence a los falsos profetas, y que lo haga día tras días comenzando por nosotros mismo.

f. Venga tu reino nos recuerda la edad de oro cuando la justicia divina será plenamente establecida.

Frederick Martin Lehman escribió un himno titulado “the love of God” su última estrofa dice,
Oh amor de Dios
Brotando está
Inmensurable eternal
Por las edades durará
Inagotable raudal
Y cuando el tiempo pasará
Con cada reino mundanal
Y cada reino caerá
Con cada trama y plan carnal
El gran amor del Redentor
Por siempre durará
La gran canción de salvación
Su pueblo cantará.
Esta parte del himno nos recuerda que el amor de Dios permanecerá para siempre y que por encima de todo lo creado, está el eterno reino de Dios. Hay una edad dorada prometida en donde la justicia divina será plenamente establecida. El pecado, Satanás y todo el mal será echado de este mundo, los reinos mundanales desaparecerán y todo dominio, autoridad y potencia será suprimida por Cristo (1 Corintios 15:24) aun la muerte (v.26) y entonces, reinaremos junto con Él.
La teocracia reinará, la felicidad, la paz y la justicia serán plenamente establecidas. Se acabará la lucha y comenzará la fiesta. Los días de luto quedaran atrás y las horas alegres serán para siempre. El pecado será completamente erradicado de nuestras vidas y amaremos, adoraremos y serviremos a nuestro Señor sin impedimento alguno. Estas son razones suficientes para que ese momento de “la segunda venida” sea deseado como ninguna otra cosa y que dicho deseo eleve, siempre que sea posible, una petición al Señor para que apresure su venida “Venga tu reino”.

Aplicación

Responder a las siguientes preguntas le ayudará a aplicar lo aprendido en este capítulo a su diario vivir:
1. ¿Qué impacto produce en usted el hecho de que Dios sea un Rey exclusivo que no está dispuesto a compartir su gloria ni alabanza con nadie más?
2. ¿Cómo cambia su actitud hacia la oración el entender que tiene libre acceso al Rey y Señor de todo y todos?
3. ¿Cómo cambia la perspectiva de su vida el hecho de que este Rey es también su Padre celestial?
4. ¿De qué manera está comprometido con la manifestación del Reino de Dios aquí en la tierra?
5. ¿Cómo puede participar más activamente en la extensión del Reino de Dios?
6. ¿Cuándo fue la última vez que compartió el evangelio con una persona?
7. ¿De ahora en adelante cómo será su adoración a Dios por el hecho de que gratuitamente Él nos ha concedido su Reino?
8. ¿Desea sinceramente que Dios gobierne todas las áreas de su vida, cuál área aún no le ha entregado y qué le detiene entregársela ahora mismo?
9. ¿Se está preparando con mayor santidad para el establecimiento definitivo del Reino de Dios?
[1] Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia. Reino. [2] Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia. Reino. [3][3]Oración el ejercicio continuo de la fe. Juan Calvino. Pag. 151.
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