Buscando y dejando atrás

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La nueva vida en Cristo exige una nueva manera de vivir, en la que hay que buscar lo que no buscan los demás y en la que hay que dejar atrás lo que a otros los motiva.

Notes
Transcript

¿Alguna vez has perdido algo valioso? ¿Qué hiciste cuando eso sucedió? ¡Lo buscaste!
Pero los seres humanos no solamente buscamos cosas cuando las perdemos. A veces buscamos simplemente lo que no tenemos, o aquello de lo que queremos tener más. Además, tenemos que reconocer que podemos buscar las cosas materiales (una oferta, reunir lo suficiente para comprar aquello que nos gustaría tener) y también cosas inmateriales (el reconocimiento de los demás, el amor, una mejor posición). En definitiva, los seres humanos somos buscadores por naturaleza. ¡Cuántas historias hemos desarrollado a través de los siglos y que tienen que ver con nuestras búsquedas (a este continente llegaron muchos buscando riquezas, especias, y hasta la fuente de la eterna juventud...).
Así que para nosotros es normal buscar. ¿Qué has estado buscando en este tiempo? ¿Qué estás buscando en tu vida?
Porque, vamos a ser honestos, nuestras búsquedas requieren la inversión de nuestros recursos de una manera especial.
Considera, por ejemplo, cuando algo se te ha perdido y lo estás buscando con intensidad. Si alguien demandara tu atención en ese momento, le pedirás que espere. ¡Quieres concentrarte en lo que estás haciendo, dedicarte especialmente a encontrar aquello que estás buscando! Las búsquedas no admiten distracciones, y es algo que nos sale muy naturalmente.
¿A qué vas a la tienda? A buscar (aunque a veces sales de allí con lo que no buscabas pero “encontraste” - ¿o te encontró?). Buscamos trabajo, buscamos mejorar, buscamos aprender, y hasta muchos de los juegos del teléfono celular se tratan de buscar.
¿Qué estás buscando?
No es extraño que la Palabra de Dios haga un énfasis especial en lo que buscamos. Hay todo un rastro bíblico, a lo largo de todo el libro de Dios, en cuanto a la búsqueda. Empezaremos aquí, en Colosenses 3:1-4, para recibir la exhortación a buscar lo correcto.
Colosenses 3:1–4 RVR60
1 Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 4 Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.
Considera estas palabras como un manual de búsqueda para los hijos de Dios. Está dirigido a aquellos que han resucitado con Cristo.

1. Condicional

Sí, pues, habéis resucitado con Cristo...
¿Cómo? ¿Resucitado? ¿Tú has resucitado? Solamente puede resucitar una persona que ha muerto...
En el pasaje anterior, Pablo le recuerda a los cristianos en Colosas que al creer en Jesús, cuando se produce por la fe el intercambio de lugares que da lugar a nuestra salvación y el perdón de nuestros pecados, nos identificamos con nuestro Salvador y morimos junto con Él en aquella cruz, para que Él venga a vivir en nosotros. Intercambiamos lugares. Nos identificamos con Jesús en su muerte y resurrección. Si verdaderamente has encontrado en Cristo Jesús la Salvación, si has encontrado en Él la Perla de Gran Precio, lo que vale más que todo lo que tienes y puedas tener en toda tu existencia en la tierra, has muerto a aquella naturaleza caída heredada de Adán y Eva y nuestros antepasados, corrupta y sujeta a la esclavitud del pecado, y has resucitado en Cristo para una vida nueva, sin las limitaciones de la anterior.
Así que estas palabras son indicaciones de cómo deben vivir aquellos que han experimentado y están experimentando a Jesús en sus vidas.

2. Imperativo

¿Qué nos indica el Señor?
...buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
¿Qué es esto de “buscar las cosas de arriba”? Es la invitación a un cambio, uno profundo y elevado.
Nuestra naturaleza carnal, esto sucede con cada persona nacida en este planeta, busca de manera egoísta, busca lo terrenal, lo perecedero.
Los hijos de Dios somos llamados a buscar otra cosa, a buscar lo invisible, a buscar lo inaccesible para las manos y los sentidos humanos.
Como decíamos, hay todo un rastro bíblico de este concepto.
Isaías 55:1–7 RVR60
1 A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. 2 ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura. 3 Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David. 4 He aquí que yo lo di por testigo a los pueblos, por jefe y por maestro a las naciones. 5 He aquí, llamarás a gente que no conociste, y gentes que no te conocieron correrán a ti, por causa de Jehová tu Dios, y del Santo de Israel que te ha honrado. 6 Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. 7 Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.
La belleza e intensidad de estas palabras es difícil de comparar. ¡Es Dios que está clamando, invitando, exhortando, insistiendo, por el bien de todo el que escuiche! Pero el llamado no es para el satisfecho, aquel que no necesita nada. Es para los sedientos, los pobres, los que son capaces de reconocer la miseria de su condición espiritual. Si no lo necesitas, no lo tienes. Esta invitación de Dios desnuda el error que tantas veces cometemos, el de dedicar nuestros mejores esfuerzos, nuestro tiempo y energía, en buscar lo que en realidad no nos sacia. ¡Ya basta! ¡Busquemos lo que en realidad nos hace bien! Escucha a Dios llamándote tiernamente, diciéndote “¡Ven a mí!”. Desde la profecía de Isaías, Dios extiende esta invitación que ya estaba anunciando que se cumplía solamente por medio de su Hijo, por medio de Jesús. Además, no dejes que se te pierda el detalle, debemos tener en cuenta que el momento para aceptar esta invitación es ahora, y que llegará el momento, para cada ser humano en el planeta, en que ya no estará accesible. Nadie sabe hasta cuando va a tener la oportunidad de buscar a Dios, así que esta es una decisión que de ninguna manera se debe postergar (“para cuando esté más viejo, luego que viva un poco la vida.”… ¡no!).
Jeremías 29:10–14 RVR60
10 Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. 11 Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. 12 Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; 13 y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. 14 Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.
Estas fueron las palabras de Dios para su pueblo, que se había revelado, que había equivocado el camino, que estaba recibiendo las tristes consecuencias de sus malas decisiones. Les anunció sus buenas intenciones para con ellos. Estas palabras se aplican a todos los hijos de Dios, los que a veces erramos el camino y sentimos del Espíritu Santo el llamado a volver a casa. Dios tiene buenas intenciones, buenos planes, para nosotros. Conforme a esos planes, Él se propone ser encontrado. ¿Cuándo? ¡Cuando le busquemos, y cuando lo hagamos de todo corazón! Sé parte de los buenos planes que Dios tiene para sus hijos. Dios quiere restaurar, bendecir, edificar tu vida. Pero tienes que buscarle.
Mateo 6:25–33 RVR60
25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? 28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 29 pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. 30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? 31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
La exhortación a la búsqueda de Dios, su reino y lo invisible no podía faltar de las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. Es justamente Él en quien encontramos a Dios. Lo que esta Palabra destaca es el hecho de que nuestra preocupación, nuestro afán, nuestro estrés por las cosas de este mundo no soluciona nada, no aporta para nuestro bienestar. ¿Qué es lo que propone Jesús en lugar de eso? ¡Que busquemos primeramente el reino de Dios y su justicia. Otra vez, ¿qué has estado buscando? ¿Qué procuras obtener de esta vida?
Volvamos a considerar las palabras de Pablo a los colosenses. Las instrucciones en cuanto a nuestra búsqueda espiritual son muy interesantes.

¿Qué tenemos que buscar?

Tenemos que buscar las cosas de arriba. ¿A qué se refieren estas palabras? ¿Qué significaría “buscar las cosas de arriba”? El apóstol aclara: “...donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”. Luego de la resurrección Jesús ascendió al Padre y se le concedió el lugar de privilegio a la derecha del trono de Dios (Hebreos 1:3, 8:1). Tal vez tengamos que recordar lo que Jesús decía aquella noche en que fue arrestado:
Juan 14:1–7 RVR60
1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. 5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? 6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. 7 Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.
Jesús sabía lo que sucedía. Sabía lo que iba a pasar a continuación. Sabía exactamente adónde iba. Su propia indudable declaración al malhechor en la cruz, asegurándole que aquella misma tarde estaría con Él en el Paraíso reafirma este concepto. Todo fue parte del plan de Dios. Conforme a ese plan, Jesús está allí, a la derecha del trono de Dios, por sobre todo lo que existe.
Efesios 1:16–23 RVR60
16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él,18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza,20 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales,21 sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero;22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
Puedes hablar con Jesús ahora mismo, y te responderá desde su lugar de privilegio, donde recibe los honores y gobierna sobre todo. Lo que tenemos que buscar es lo de arriba, lo de dónde está Él, lo de los espacios celestiales a los que un día accederemos, cuando le veremos cara a cara. Tenemos que ser muy intencionales al decidir buscar lo de arriba, en lugar de lo terreno, lo iimitado, lo perecedero, lo material. Todo lo de esta vida se rompe, se muere, se termina, pero lo de nuestra patria celestial es eterno. Eso debemos buscar.

2. ¿Cómo debemos buscar las cosas de arriba?

Eso, ¿cómo se hace para buscar eso que hasta ahora no podemos ver ni tocar? ¿Cómo se hace para buscar lo invisible? La definición, o la explicación de cómo hacerlo, no es sencilla, pero recibamos el consejo de la Palabra de Dios. Este es parte de ese consejo: Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Entiendes este concepto de poner la mira, ¿verdad? Es la técnica del francotirador, o del cazador, que “donde pone el ojo, pone la bala”. Presta atención. Contén la respiración. Concéntrate, con todo tu corazón. Esto implica un alto nivel de concentración, la deliberada decisión de dejar fuera las distracciones que se pudieran presentar. Es también la técnica del deportista en una carrera: dirige su mirada a la meta y se concentra en llegar allí lo antes posible, anulando la influencia de la tribuna, los contrincantes, el terreno. De esto se habla en la carta a los Hebreos:
Hebreos 12:1–3 RVR60
1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. 3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.
Ahí lo tienes. ¿Cómo buscar las cosas de arriba? Pon tu mirada en las cosas de arriba, míralo a Jesús. Sí, a Jesús regularmente no lo ves con los ojos de carne, pero sí lo tienes que ver con los ojos de la fe. Tanto la Palabra de Dios como la historia del pueblo de Dios han dejado el registro de las vidas de aquellos que han atravesado la vida sobre la tierra con los ojos puestos en la realidad del cumplimiento de las promesas de Dios. Recorre las páginas de la Biblia y considera las vidas de los hombres y mujeres, tan frágiles y llenos de dudas como tú y yo, que por la fe enfrentaron las dificultades de esta vida en la carne con la mirada puesta en el Salvador y Señor.
Los versículos 3 y 4 reiteran conceptos y promesas con los que ya tendríamos que estar familiarizados.

3. Pasado

1) Hemos muerto a la vida centrada o limitada a este mundo.

Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
Los que hemos creído en Cristo Jesús necesitamos asumir y vivir con esta realidad. Hemos roto con la vida tal como la heredamos de nuestros antepasados. En este versículo Jesús nos trae su revelación para decirnos: “Has muerto”. ¿Muerto? ¿Cómo? No he dejado de respirar, no he dejado de cumplir años… Pero sí, los que hemos creído en Jesús hemos muerto a nuestra vida anterior, la que estaba dedicada a servir a nuestra carne y a obedecer a los poderes espirituales de la oscuridad. Esa parte de ti ya murió. Ya no vives para lo mismo. Ahora tu vida no está aquí, no depende de lo que sucede a tu alrededor.

4. Presente

Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Está escondida para que nadie la pueda tocar. Está en el lugar más seguro, donde nadie puede atentar contra ella. Esto que vemos, lo que tenemos, las situaciones presentes, todo es transitorio, pasajero, pero no es nuestra vida. Nuestra vida está allí con Jesús, en las moradas que Él fue a preparar para nosotros. Hemos muerto, y ya no vivimos para todo esto. Vivimos para algo más elevado.

5. Futuro

2) Nuestra verdadera vida todavía no se manifiesta: se manifestará cuando venga Jesús.

Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.
Puedes mirar tus manos, verte al espejo, si quieres. Esto que vemos, lo que palpamos, no es nuestra verdadera vida. Este es nuestro envase pasajero. Vivimos para algo más, para un futuro realmente glorioso. Los hijos de Dios esperamos aquel día glorioso en que Cristo Jesús cumplirá su promesa de retornar, lleno de gloria y autoridad, para manifestarse ante los ojos de toda la creación. Todos le verán asombrados, y verán que no tiene las limitaciones que presentó durante la encarnación. Va a descender lleno de luz, poder y autoridad. Cuando lo haga, entonces nosotros también seremos manifestados con él en gloria. ¿Cómo será? Creo que ni imaginarlo podemos. Será como Adán y Eva al principio de la creación. Será una existencia sin las limitaciones, las luchas y las tristezas de esta existencia limitada que ahora conocemos. Hay algo más, hay un futuro brillante, una esperanza poderosa para los hijos de Dios.
¿No es esta tu realidad? ¡Asegúrate de tener a Jesús, de ser un discípulo de Jesús, de que Jesús esté en tu vida y sea tu Señor y Salvador! Si Jesús es tu Salvador, ya no te limites a buscar lo que todos buscan. Busca a Dios, su Reino, su gloria, la presencia de Jesús. Sí, a veces tenemos que cerrar los ojos para hacerlo. Pero la vida adquiere sentido cuando nos sumergimos en su presencia.
Esto implica que deliberadamente nos concentremos en Jesús, en su presencia, en su obra, en la dirección de su Espíritu, en servirle, agradarle y dar fruto para Él conforme a su glorioso poder, y no el nuestro.
Hay vida y hay esperanza en Cristo Jesús.

Dejando atrás lo que ya no sirve

Colosenses 3:5–11 RVR60
5 Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;6 cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia,7 en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas.8 Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.9 No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,10 y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,11 donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.
¿Hace falta cambiar en esta vida? Considera seriamente esta pregunta y analízala personalmente. ¿Hay algo en lo que necesitas cambiar?
Todos somos variables de alguna manera. A medida que vivimos van cambiando nuestras tendencias, nuestros gustos, nuestras preferencias. Vamos aprendiendo nuevas destrezas y las nuevas experiencias nos abren nuevos panoramas, nos llenan de nueva información que utilizamos para reprogramar nuestra vida.
El problema es que no siempre nos reprogramamos para bien. Somos influenciados por cada conversación, por lo que nos enteramos que sucede con otras personas, por la información que encontramos en internet y otros medios de comunicación, por las tendencias, las modas, el ejemplo de la vida de otros. Pero otra vez, no todos los cambios son para bien.
¿Qué nos puede proporcionar un buen cambio?
La inmensa mayoría de los que hemos creído en Jesucristo podemos dar testimonio de que hemos sido transformados más allá de lo que nos hubiéramos propuesto. Jesús cambia a las personas para bien. Jesús nos lleva a parecernos cada vez más a Él. Los cambios que Jesús produce en la vida son todos para bien. Ser cristiano es mucho más que una inclinación ideológica o una cuestión de estar de acuerdo con ciertas posiciones políticas. Ser cristiano, ser discípulo de Jesús, tiene que ver con experimentar un cambio, profundo y poderoso, que nos transforma en personas que viven a otro nivel, al nivel de Jesús, al nivel para el que Dios nos creó.
Lo que debemos tener en cuenta como cristianos es que la transformación no se produce “automáticamente”, sino que somos nosotros, los hijos de Dios, los que hemos creído en Jesús, que tenemos que tomar decisiones.
Considera cuidadosamente este pasaje, en el que aprendemos la enseñanza de Dios, conforme a lo que el Espíritu Santo le inspiró al apóstol Pablo, en cuanto a los cambios que necesitamos en nuestro estilo de vida.
El titular es muy elocuente:
Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros:...
Recordemos que estas palabras vienen a continuación de la exhortación a vivir con la mirada puesta en -- con el interés y la atención dedicados a -- las cosas de arriba, las cosas espirituales, lo que tiene que ver con nuestro destino espiritual. No olvidemos que el versículo 3 ya dice que los que hemos creído en Jesús hemos muerto, pero que esa muerte no implica nuestro exterminio sino la realidad de nuestra vida escondida con Cristo en Dios. Pablo está desplegando la enseñanza de que tenemos una nueva vida (2 Corintios 5:17), y nos quiere animar a practicarla.
Hay aspectos de nuestra vida que tenemos que “hacer morir”. ¿Cómo te suena esto a ti, personalmente? ¿Hay aspectos de tu vida que tienes que “hacer morir”? Es una referencia a despedirse de ciertas acciones, actitudes o comportamientos que ya no tienen que volver a presentarse en tu vida.
¿Qué es lo que tiene que morir en nosotros? Lo terrenal. Hay cierto estilo de vida que refleja la condición humana caída, un eco de aquella mala decisión tomada por Adán y Eva en el Jardín del Edén. Los que hemos creído en Jesús nos dedicamos a “romper la tradición”, a cortar la línea de decaimiento y corrupción que hemos heredado y que sin Jesús ha corrido por nuestras venas. ¡Ya no más!
Ahora, presta atención a la lista negra, la enumeración de las obras terrenales, carnales, que encienden la ira de Dios:
fornicación
impureza
pasiones desordenadas
malos deseos
avaricia, que es idolatría
Considera que esta es una lista primaria, todavía incompleta. Estas son referencias a impulsos que nos suelen mover, sentimientos y pasiones que se despiertan en nuestro interior, generando atracción hacia acciones que no nos debemos permitir. Vuelve a considerar esta lista, teniendo en cuenta que estas son las cosas que ya tienen que abandonar el uso de tus miembros y la habitación de tu corazón.
Además, considera la severa advertencia que acompaña esta lista. Estas son...
...cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo, cuando vivíais en ellas.
Seguramente sabes que no es bueno que alguien esté enojado contigo. Multiplica eso indefinidamente cuando ese alguien es Dios mismo. La peor posición para cualquier persona es la de estar expuesta a la ira de Dios. Sin embargo, de acuerdo a su comportamiento y la manera en que se dejan llevar por estas pasiones, la mayoría de las personas son objeto de la ira de Dios. Es más, este pasaje nos deja bien claro que no somos mejores que otros, porque nosotros mismos hemos estado allí. Cualquier persona sin Cristo, por mejor que se vea, viviendo su vida a su manera, termina siendo objeto de la ira de Dios por su comportamiento y actitudes.
Antes vivías en eso. ¡Ya basta! No alcanza con que sepas lo que está mal. Tienes que declarar la defunción de todo eso en tu vida.
Pero hay más. Hay una extensión de la lista, bajo la orden de que también dejemos estas cosas:
enojo
malicia
blasfemia
palabras deshonestas de vuestra boca
mentira
No se trata de que estos pecados sean “menores” que los otros. No hay pecados más grandes y más pequeños (aunque los seres humanos hemos tratado y tratamos de clasificarlos así). A veces solo queremos compararnos con otros y justificarnos opinando que lo que hemos hecho nosotros no es tan malo como lo que otros han hecho o están haciendo. No. Excusa no válida.
Acepta la exhortación de Dios. Tu enojo te puede exponer a la ira de Dios. Tus blasfemias pueden alejarte de la voluntad de Dios. Tus mentiras pueden impedir que vivias conforme a la voluntad de Dios.
Los hijos de Dios hemos experimentado un cambio de vestimenta.
...habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo...
Esta es nuestra realidad en Cristo. En Cristo Jesús hemos dejado atrás todo un estilo de vida corrupto, esclavizado al pecado, y hemos sido cubiertos por una nueva naturaleza (2 Corintios 5:17). Observa que a los cristianos se les habla de esto en pasado. Esto es algo que ocurrió en aquel momento especial y grandioso en que comprendimos que solamente hay salvación en Jesús y le recibimos como Señor y Salvador. Estás siendo invitado a vivir conforme a tu nueva naturaleza.
Pero ten en cuenta que esto sigue siendo un proceso de renovación:
...el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,...
Los hijos de Dios se van renovando. Tal vez tendrías que decírtelo a ti mismo: “Me estoy renovando”. ¿Cómo? Conforme a la imagen del que nos creó. ¿Entiendes lo que quiere decir esto? Dios no solamente quiere que nos parezcamos cada vez más a Él sino que lo está haciendo, está obrando para que así seamos. Estamos en un proceso de transformación para ser cada vez más como nuestro Creador. Lo normal en la vida del cristiano es que vayamos cambiando para parecernos cada vez más a Dios. Esta es una transición que se va dando día tras día, en cada situación que enfrentamos. La idea es que llegues a sorprenderte de ver más actitudes celestiales y divinas en tu propia vida.
Y hay un bono.
...donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircucisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.
¿Sabes cuál es una de las actitudes nocivas que Dios quita de nuestras vidas en nuestro proceso de santificación? ¡La comparación! ¡Eso es lo que dice allí!
Es asombroso como en nuestra vida, casi todo el tiempo, nos estamos midiendo y comparando con los demás: que si gana más que yo, que si es más guapo o bonita, que si obtuvo una mejor calificación o fue más rápido, que si su respuesta fue mejor o no… ¡Ya basta! Dios nos llamó a formarte de su pueblo, la comunidad de sus hijos, donde ya no hay diferencias. No hay americanos e hispanos, blancos y negros, demócratas y republicanos, progresistas y conservadores. ¡No! Hemos sido llamados a ser no, sin importar nuestros orígenes, nuestras tradiciones, nuestras costumbres heredadas.
Hay mucho que dejar morir en la práctica en nuestras vidas. Hay todo un proceso de crecimiento en el que estamos involucrados, y una nueva unidad de la que formamos parte.

Lo que sí tenemos que llevar con nosotros

Colosenses 3:12–13 RVR60
12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; 13 soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.
¿Qué tienes puesto? ¿Cómo te vistes? Generalmente nos vestimos de acuerdo al acontecimiento. No te pones lo mismo para ir a presenciar un evento deportivo en el estadio que para aistir a una boda o un funeral. Nuestra vestimenta tiene un contenido de comunicación, expresando nuestro respeto, la manera en que acompañamos ciertos eventos y aún nuestro sentido del humor.
La pregunta aquí es, ¿cómo nos vestimos para una vida en la que Jesucristo es nuestro Señor? ¿Cómo se viste uno para una vida habitada por el Espíritu Santo de Dios?
En los versículos anteriores se nos enseña de qué debemos despojarnos, proporcionándonos dos listas de inconvenientes y sobrecarga que tenemos que descartar definitivamente de nuestras vidas. De aquello nos desvestimos, es lo que nos quitamos. Aquí se nos va a indicar qué actitudes y acciones tienen que ocupar el lugar de lo que extirpamos de nuestras vidas.
Como ha sucedido en los versículos que hemos venido estudiando, estos también cuentan con un titular, y resulta muy revelador e interesante.
Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados...
Sí, el apóstol, inspirado por el Espíritu Santo, va a indicarnos qué es lo que tiene que substituir las obras de la carne en nuestras vidas. Pero al hacerlo, hace una descripción llena de revelación de Dios en cuanto a nuestra identidad.
¿Quiénes somos ante los ojos de Dios? ¿En quienes nos convertimos al creer en Jesús, recibiéndolo como nuestro Señor y Salvador? Presta atención a esta corta lista, porque si has creído en Jesús y caminas con Él, este es quien tú eres:
Escogidos de Dios. ¿Haz sido elegido alguna vez? Es algo que nos puede hacer sentir muy especiales, muy bien. Los que estamos casados hemos sido escogidos. El mundo está lleno de personas, y nuestra pareja nos eligió a nosotros entre todos, y eso nos convierte en personas muy especiales para ellos. Pero esto es todavía mucho más que eso: somos escogidos de Dios. Dios ha elegido a aquellas personas que no rechazan a su Hijo, a los que le reciben, a los que creen en Él, a los que eligen caminar con Él y ser sus discípulos. Deja que tu corazón se sumerja en esta realidad: por haber creído en Jesús, eres un escogido de Dios. Hay muchas personas en el mundo, pero tú eres parte de esta excelsa minoría, uno de los escogidos de Dios, uno de sus hijos, integrante de su pueblo, miembro de su iglesia. Dios te mira y sonríe: eres uno de los suyos.
Santos. En Cristo Jesús eres uno de ellos. Los santos no son personas fallecidas que interceden por los vivos. No, son los hijos de Dios, aquellos que atraviesan esta existencia terrenal de la mano de Jesús. Dios nos acab a de decir que somos sus escogidos, y la palabra santo tiene un poco del mismo significado. Los santos son los apartados, separados de los demás, dedicados para el servicio especial de Dios y la relación con Él. Eres santo, por la gloriosa obra de Jesús en la cruz, y tienes que vivir como tal.
Amados. Por haber creído en Jesús, eres un ἀγαπάω. ¿Recuerdas aquella conversación entre Jesús y Simón Pedro? Jesús merece ser nuestro amado, con todas las letras, con opción al sacrificio por Él, y aquí Él nos está diciendo que los que creemos en Él somos sus amados. Sí, es cierto, Dios nos ama a todos, ama al mundo, pero ama especialmente a los que están en Cristo. ¿Estás tú en Cristo Jesús?
Deléitate en esta definición de tu identidad en Cristo: eres escogido de Dios, santo y amado.
Entonces, dado que somos así, escogidos de Dios, santos y amados, tenemos que desarrollar una vida conforme a la dignidad de esa situación. No podemos andar por la vida como cualquier hijo de vecino, sino que tenemos que desplazarnos con la dignidad que exige nuestra investidura como hijos de Dios. Para eso está esta lista de actitude y acciones que deben sustituir las malas acciones de nuestra carne.
entrañable misericordia
benignidad
humildad
mansedumbre
paciencia
soportandonos
perdonándonos
Si prestas atención a estas cualidades podrás observar que son las que definen a Dios. Sí, Dios es así, y así es que nos trata a nosotros. Son las actitudes que el Hijo de Dios puso de manifiesto durante su vida terrenal y ministerio.
En esta lista, también, hay un énfasis particular en la paciencia, agregando que implica que tengamos que soportarnos. ¡Por favor, sopórtame, aunque no te caiga bien! Esto va más allá de la afinidad que podamos tener con las personas. Como hijos de Dios debemos soportarnos los unos a los otros. La Palabra del Señor anticipa que algunas veces nos vamos a lastimar, vamos a fallar en nuestro compromiso unos con otros, y nos exhorta que nos perdonemos (y agrega que esto si aplica si alguno tuviera queja contra otro). ¿Tú hermano o hermana en la fe te ha fallado de alguna manera? ¡Disponte a perdonar, a restaurar! ¡No salgas corriendo en sentido contrario, eludiendo tu relación con otro hijo de Dios! ¿Necesitas más? De la manera en que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. No sé si caben más palabras. ¿Cómo podría yo perdonar al nivel de como Jesús me perdonó a mí? ¡Por obra y gracia del Espíritu Santo que Él puso en mí al creer en Él! Soporta, perdona, ten paciencia.
Colosenses 3:14–17 RVR60
14 Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. 15 Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. 16 La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. 17 Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
A la lista de actitudes que ponen de manifiesto a los hijos de Dios, necesitamos agregar estas condiciones vitales.

Amor

En primer lugar, el versículo 14 destaca que en la lista anterior no había aparecido el amor, y que no debe faltar.
Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.
Ahí lo tienes. No apareció en la lista anterior porque es lo que debe estar sobre todas estas cosas, por encima, caracterizando todo lo anterior.
Que el amor caracterice y defina tu vida. Has sido amado con el amor más grande, con ese amor que no se extingue ni envejece. Eso tiene que impulsarte a amar, a que tu vida sea caracterizada por el amor. El amor tiene que estar presente en todo lo que haces y en la manera en que te relaciones con todas las personas.
El apóstol aclara que el amor es el vínculo perfecto, es aquello que mantiene las cosas unidas. Esta exhortación es particularmente dirigida a la relación entre los miembros de la iglesia de Jesucristo: debemos amarnos, debemos ser altamente celosos en mantener la unidad, y para eso debemos aplicar el amor.

Paz

Entonces aparece la referencia a la paz.
Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo...
Paz. ¡Vaya si necesitamos paz! ¿Qué haríamos sin ella? Todos necesitamos esa tranquilidad que nos permite dormir tranquilos, aún en medio de las difíciles circunatancias que se nos presentan en la vida. Dios tiene el control, caminamos con Aquel que gobierna sobre todo y a quien jamás le sorprende lo que sucede (como en tantas ocasiones nos sucede a nosotros). El amor es el enlace perfecto con nuestra familia espiritual, y fuimos llamados a la paz en un solo cuerpo. Observa que esta es una nueva referencia a la iglesia, el cuerpo de Cristo, enlazado por el amor y gobernado por la paz de Dios. Fuiste llamado a la paz, es la característica de la vida reconciliada con Dios. Nuestro conflicto con el Padre celestial terminó en el momento en que recibimos a Jesús como nuestro Señor y Salvador. En Jesús escuchamos y recibimos el llamado de Dios a estar en paz. Que ella reine en nuestras vidas y corazones.

Palabra

Aquí estamos hablando de imprescindibles, y entre ellos no puede faltar la Palabra de Dios.
La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñandoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría...
Que no nos falte la Palabra de Cristo. Al contrario, es necesario que more en abundancia en nosotros. ¿Mora en ti la Palabra del Señor? ¿Se manifiesta en tus pensamientos, en tu sentir, en lo que hablas, en tus decisiones? Somos llamados a crecer en el Señor, a desarrollarnos, y la Palabra de Dios es vital para eso. Necesitamos de la Palabra del Señor todos los días de nuestra vida, como nuestro alimento espiritual, como el aire espiritual que respiramos de Dios. Pero ahora observa que, una vez más, aquí está hablando de la iglesia, y nos anima a que la Palabra no falte, de ninguna manera, en nuestras relaciones. Debemos enseñarnos y exhortarnos unos a otros en toda sabiduría. Hablemos la Palabra. Aprendamos la Palabra y compartamos lo que el Señor nos dice. Alentémonos unos a otros con la Palabra. Repitamos las promesas de Dios y exhortémonos a andar como es digno de Dios citando la Palabra. ¿Te das cuenta de lo importante que es que conozcas, aprendas y repitas la Palabra?
Eso no es todo. Los cristianos de todas las eras hemos cantado.
...cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.
¿Entiendes ahora por qué cantamos cuando nos reunimos? Hemos sido invitados a hacerlo, y es una de las maneras en que nos comunicamos con Dios y nos exhortamos los unos a los otros. La música espiritual dirigida a Dios no es simplemente un invento humano. Elevamos nuestras canciones a Dios, declarando sus verdades y afirmándonos en sus promesas por la fe. Sí, la música cristiana también tiene que ser parte de tu vida. Pero no te limites a escucharla: ¡canta! Eleva tu voz, lo mejor que puedas, para adorar a Dios y reconocerle en todo lo que vives.

Obras

Todos hacemos cosas diferentes, pero hay algo que tiene que ser la constante:
Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios por medio de él.
Sí, hay una regla para todo lo que haces y lo que dices. No es lo mismo dar un consejo a alguien que hacerlo en el nombre del Señor Jesús. No es lo mismo limpiar, caminar, utilizar el teléfono, abrazar a un amigo o lo que hagas, que hacerlo dando gracias a Dios por medio de Jesús. Esto lo cambia todo. Haz menos conforme a tus ideas, tus intenciones, la mejor versión de ti mismo, y haz más, mucho más, en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios por medio de él.
Podemos hacer la diferencia. Podemos ser diferentes. Podemos honrar a Dios y vivir conforme a su voluntad. Para hacerlo hay ciertas cosas que tenemos que dejar atrás, actitudes de las que tenemos que revestirnos, amor, paz, la Palabra, y hacerlo todo para el Señor.
¡Ayúdanos, Jesús, a vivir así!
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