Introducción

En este pasaje de Zacarías, nos encontramos con la profecía del evento que recordamos hoy: La entrada de Jesús en Jerusalén. Y en este pequeño pasaje encontramos que el profeta nos revela tres facetas importantes del rey que entraría a Jerusalén.

Justo, al que imitar

צַדִּיק [ṣaddiq] correcto, inocente, justo, que tiene razón.

El que entraba a Jerusalén e iba a ser ajusticiado pocos días después, era justo. Fue un hombre que vivió en santidad. Como nos recuerda el libro de hebreos, fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.( Heb. 4.14)

Es por ello que es nuestro mejor modelo a imitar. Debemos vivir en santidad del mismo modo qué el vivió. Nosotros no somos justos, pero hemos sido justificados por la gracia de Dios y a través de su Santo espíritu podemos vivir vidas de Santidad en imitación a Cristo.

Salvador, al que acudir

Pero no sólo murió un justo, sino que murió para salvarnos. El murió en nuestro lugar, él pagó el precio que teníamos que pagar nosotros por nuestros pecados: la muerte. Y al pagar el con su muerte ahora nos puede ofrecer vida eterna.

Si acudimos a él por fe, podemos estar seguros de tener salvación. Nosotros no podemos salvarnos por nosotros mismos, ninguna otra persona o ser podría hacerlo, pues nuestro único salvador, el único camino para la vida eterna, es Jesucristo.

Humilde, al que someternos

A pesar de que era el rey, a pesar de su santidad y de su entrega por nosotros, Jesús nos enseñó el camino de la humildad. Entró en la ciudad sentado en un pollino, como simbolo de paz, de humildad.

El se humilló, se hizo obediente y se sometió a la voluntad del padre.

Del mismo modo, debemos aprender nosotros humildad y sometimiento a Dios: Padre, Hijo y Espíritu. Debemos aprender a rechazar el orgullo e imitar a Cristo también en humildad.

Conclusión

Vivamos vidas de imitación a Cristo en su justicia y humildad, pero sobre todo, tengamos a Cristo como nuestro salvador y Señor.