El Gran Día del Señor

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Revelation 20:11–15 NBLA
11Vi un gran trono blanco y a Aquel que estaba sentado en él, de cuya presencia huyeron la tierra y el cielo, y no se halló lugar para ellos. 12También vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono, y los libros fueron abiertos. Otro libro fue abierto, que es el libro de la vida, y los muertos fueron juzgados por lo que estaba escrito en los libros, según sus obras. 13El mar entregó los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades entregaron a los muertos que estaban en ellos. Y fueron juzgados, cada uno según sus obras. 14La Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda: el lago de fuego. 15Y el que no se encontraba inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.

Introducción

Ha sido maravilloso sumergirnos y meditar en los eventos que nos relata el capítulo 20 de Apocalipsis.
Este capítulo nos anuncia lo que ocurrió en el reino de las tinieblas el día que Jesús llevó a cabo su obra redentora en la cruz del Calvario.
Primero nos anuncia que aquel día el poder, la influencia y el alcance de Satanás sobre este mundo fue restringido, limitado, controlado.
Sobretodo su influencia y su poder para impedir que el mensaje del evangelio sea esparcido por todos los rincones de este mundo y que el reino de los cielos comenzara a ser establecido sobre esta tierra.
En esto, precisamente, se basan las palabras de Jesús cuando le dice a Pedro:
Matthew 16:18–19 NBLA
18»Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. 19»Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos».
La obra redentora de Jesús en la cruz hizo del Pueblo de Dios, de Su Iglesia una fuerza imparable; un ejercito indestructible
Recibiendo el poder y la autoridad para adentrarse en el mundo de las tinieblas y dedicarse a arrebatar almas del infierno
Y mientras todo esto se cumple, los que mueren en Cristo inmediatamente resucitan a una nueva vida y se sientan a reinar junto a Él
Más adelante en este capítulo 20 vimos lo que ocurrirá en el día final: la derrota definitiva de Satanás
Vimos que su derrota será una terrible, aplastante y humillante.
Porque justo antes de su derrota este será desatado y se le permitirá reunir un gran ejercito para, en un abrir y cerrar de ojos, ser totalmente aniquilado antes de tan siquiera lanzar la primera flecha
Y luego de su derrota, Satanás será arrojado al lago de fuego y azufre preparado para todos los enemigos de Dios. Allí será atormentado de día y de noche por los siglos de los siglos.

El Gran Día del Señor

Luego de la visión de la derrota de Satanás, Juan vio algo más: la escena del Gran Día del Señor, la escena del Gran Día de Su Ira, la escena del Juicio Final.
Hoy día el tema del Juicio Final se ha vuelto tan coloquial que ha perdido importancia en nuestra sociedad. Incluso muchos lo han convertido en una burla.
Hollywood lo ha convertido en una fantasía; en ciencia ficción.
La gente ya no cree en el Juicio Final y la creencia moderna y secular es que con la muerte física todo acaba.
Así que el mensaje de nuestra cultura es: aprovecha y disfruta la vida al máximo porque una vez mueras todo acabará.
Sin embargo, una de las consecuencias de no creer en un Juicio Final es que se produce cada vez una generación y una sociedad más inmoral y rebelde.
La gente no lo dice y quizás no lo analiza de esta manera pero este es el pensamiento que está detrás de todo esto: Es mejor no creer en un Juicio Final para así poder satisfacer todos mis deseos carnales y pecaminosos. Es mejor no creer en que un día seré severamente juzgado por mis actos y así poder vivir, como cantara Frank Sinatra, a mi manera.
Por eso nuestra responsabilidad como iglesia es seguir anunciando que este día llegará. Y nuestra responsabilidad no es solo anunciarlo sino creerlo.
Anunciar que aquel día será un día glorioso para todo aquel que haya puesto su confianza en Cristo, pero será un día terrible para aquellos que le hayan rechazado.
De hecho, eso es lo que hacemos cada vez que tomamos la cena del Señor juntos. No solamente recordamos lo que Él hizo por nosotros en la cruz, comiendo el pan y tomando la copa, sino que anunciamos Su muerte hasta el día que Él vuelva.
Cada vez que tomamos la cena del Señor juntos proclamamos al mundo que: este acto, esta ordenanza es la señal de que nosotros, la Iglesia del Señor, esperamos, deseamos, añoramos el Gran Día del Señor
La Palabra de Dios anuncia claramente el Gran Día del Señor. Desde los profetas de la antigüedad, hasta los apóstoles.
Por ejemplo, el profeta Sofonías, 600 años antes del nacimiento de Jesús, anunció el Gran Día del Señor con estas terribles palabras:
Zephaniah 1:14–18 NBLA
14Cercano está el gran día del Señor, Cercano y muy próximo. El clamor del día del Señor es amargo; Allí gritará el guerrero. 15Día de ira aquel día, Día de congoja y de angustia, Día de destrucción y desolación, Día de tinieblas y densas sombras, Día nublado y de densa oscuridad, 16Día de trompeta y grito de guerra Contra las ciudades fortificadas Y contra los torreones de las esquinas. 17Traeré angustia sobre los hombres, Y andarán como ciegos, Porque han pecado contra el Señor. Su sangre será derramada como polvo, Y su carne como estiércol. 18Ni su plata ni su oro Podrán librarlos En el día de la ira del Señor, Cuando por el fuego de Su celo Toda la tierra sea consumida; Porque Él hará una destrucción Total y terrible De todos los habitantes de la tierra.
A demás de los profetas el mismo Jesús anunció el Día del Señor:
Matthew 10:14–15 NBLA
14 »Cualquiera que no los reciba ni oiga sus palabras, al salir de esa casa o de esa ciudad, sacudan el polvo de sus pies. 15 »En verdad les digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y Gomorra que para esa ciudad.
En otra ocasión dijo:
Matthew 11:21–22 NBLA
21 «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros que se hicieron en ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza. 22 »Por eso les digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para ustedes.
El apóstol Pablo también lo anunció al emperador romano:
Acts 24:25 NBLA
25 Al disertar Pablo sobre la justicia, el dominio propio y el juicio venidero, Félix, atemorizado dijo: «Vete por ahora, pero cuando tenga tiempo te mandaré llamar»
También lo anunció a la iglesia en Roma:
Romans 2:4–5 NBLA
4 ¿O tienes en poco las riquezas de Su bondad y tolerancia y paciencia, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento? 5 Pero por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás acumulando ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios.
Pedro también lo anuncia a la iglesia en su segunda carta:
2 Peter 2:9 NBLA
9 El Señor, pues, sabe rescatar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos bajo castigo para el día del juicio,
El apóstol Juan también lo anuncia a la iglesia en su primera carta:
1 John 4:17 NBLA
17 En esto se perfecciona el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como Él es, así somos también nosotros en este mundo.
Juan también lo anuncia a las iglesias en Apocalipsis:
Revelation 6:16–17 NBLA
16 y decían* a los montes y a las peñas: «Caigan sobre nosotros y escóndannos de la presencia de Aquel que está sentado en el trono y de la ira del Cordero. 17 Porque ha llegado el gran día de la ira de ellos, ¿y quién podrá sostenerse?».
El autor de la carta a los Hebreos también lo anuncia a la iglesia:
Hebrews 9:27 NBLA
27Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio,
Más adelante también anuncia:
Hebrews 10:31 NBLA
31 ¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo!
Estos y muchos otros versos son la contundente evidencia bíblica de que este día llegará y que nadie podrá escapar del mismo, tanto vivos como muertos.

La tierra y el cielo huyen de su presencia

Ese día será tan terrible que dice el verso 11 del capítulo 20 de Apocalipsis que en ese día la tierra y el cielo huirán de la presencia de aquel que está sentado en el trono.
Imágenes similares a esta las vemos en los relatos paralelos del gran día del juicio final en los capítulos 6 y 16.
Revelation 6:14 NBLA
14 El cielo desapareció como un pergamino que se enrolla, y todo monte e isla fueron removidos de su lugar.
Revelation 16:20 NBLA
20 Entonces toda isla huyó y los montes no fueron hallados.
Esto no es otra cosa que una imagen de la destrucción y la renovación de la creación que ocurrirá en el día final.
La actual creación, corrompida y dañada por el pecado, huirá de la presencia de Dios para darle paso a una nueva creación
El presente orden mundial, el reino de este mundo pasará para darle paso a un nuevo orden, a un nuevo reino, al Reino de Dios y del Cordero.
En ese día ya nada será igual. Todo será hecho nuevo.

Los muertos resucitan para enfrentar el juicio y los libros son abiertos

En aquel día todo ser humano que ha existido desde la creación del mundo, volverá a la vida. Todos tendrán que presentarse ante el trono de Dios.
El mar, la Muerte y el Hades entregarán a sus muertos.
Estos tres simbolizan el poderío del mundo de las tinieblas sobre todos los que han muerto. Poderío que se le será arrebatado en aquel día.
Incluso el mar en Apocalipsis simboliza las regiones de maldad.
Y entonces en aquel día los libros será abiertos.
No existe pecado que haya sido pasado por alto o ignorado. Todos están escritos en los libros.
Y Dios juzgará a todos según sus obras.
Una vez escuché a un predicar decir que la salvación siempre es por obras. Y aunque vivamos en el periodo de la gracia, la salvación sigue siendo por obras.
Por lo cual nadie puede ser salvo a menos que se le confieran, se le imputen, se le acrediten las obras del hombre perfecto, las obras de Jesús.
Somos salvos por gracia, pero porque se nos imputan las obras de Jesús. Así que somos salvos por obras; pero por las obras de Jesús.
Aquel que no reciba a Jesús como su salvador, para que Sus obras le sean imputadas, se enfrentará al juicio final con lo que tenga en sus manos. O mejor dicho, con las manos vacías; con las manos sucias.
Pero alguien pudiera argumentar, como lo hacen muchos hoy día: Pero yo soy una buena persona. Yo no he matado a nadie. Soy un buen ciudadano. Soy responsable y trabajador. Soy un buen esposo; un buen padre.
Pero la verdad es otra. El salmista declara:
Psalm 14:1–3 NBLA
1 El necio ha dicho en su corazón: «No hay Dios». Todos se han corrompido, han cometido hechos abominables; No hay quien haga el bien. 2 El Señor ha mirado desde los cielos sobre los hijos de los hombres Para ver si hay alguien que entienda, Alguien que busque a Dios. 3 Pero todos se han desviado, a una se han corrompido; No hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno.
El apóstol Juan también declara:
1 John 1:8–10 NBLA
8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a Él mentiroso y Su palabra no está en nosotros.
Ciertamente nadie podrá en aquel día enfrentarse al trono de justicia y argumentar que sus obras fueron buenas

La Muerte y el Hades destruidos para siempre

Ese día no solo serán juzgados todos los seres humanos, sino que también será destruida la Muerte y el Hades.
Estos serán arrojados al mismo lugar donde será arrojado Satanás.
En ese día nuestro mayor enemigo, la muerte, será destruida. El gran enemigo de la humanidad dejará de existir. Perderá su dominio y su poder.
Ese enemigo que entró al mundo el día que el primer hombre y la primera mujer pecaron y que ha producido tanta angustia y dolor sobre la raza humana no podrá reclamar ni una vida más.
Emocionado por esta maravillosa verdad y por la esperanza que esto debe producir en el pueblo de Dios, el apóstol Pablo le escribe a los corintios:
1 Corinthians 15:54–55 NBLA
54 Pero cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: «Devorada ha sido la muerte en victoria. 55 »¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh sepulcro, tu aguijón?».

Otro libro fue abierto

Juan vio que en aquel día se abrieron los libros que contenían las obras de todos los seres humanos. Pero también vio que se abrió otro libro; el libro de la vida.
El libro del Cordero. Libro que contiene los nombres de todos aquellos que han sido redimidos por la sangre del Cordero, desde antes de la fundación del mundo.
Todos aquellos que al escuchar el mensaje del Evangelio han rendido sus vidas a Él para siempre. Todos aquellos que se han humillado ante Dios y se han arrepentido de sus pecados.
Aquellos a quienes el Señor les dice:
Revelation 3:5 NBLA
5 ’Así el vencedor será vestido de vestiduras blancas y no borraré su nombre del libro de la vida, y reconoceré su nombre delante de Mi Padre y delante de Sus ángeles.
En una ocasión Jesús le dijo a sus discípulos:
Luke 10:20 NBLA
20 »Sin embargo, no se regocijen en esto, de que los espíritus se les sometan, sino regocíjense de que sus nombres están escritos en los cielos».
Delante del trono de Dios solo hay dos opciones. O nuestro nombre está escrito en el libro de la vida o no lo está.
Aquellos cuyos nombres no estén escritos en el libro de la vida sufrirán la misma suerte que sufrirá Satanás, la Muerte y el Hades; serán arrojados al lago de fuego y azufre. Y allí serán atormentados de día y de noche por los siglos de los siglos.
Esta es la verdad que el mundo no quiere escuchar. Esta es la verdad que el mundo no quiere creer. Esta es la verdad que el mundo quiere rechazar. Esta es la verdad que el mundo quiere ridiculizar.
Y esta es la verdad que tristemente muchas veces la iglesia no quiere predicar.
El día del juicio se acerca y la única escapatoria es que nuestros nombres estén escritos en el libro de la vida.
¿Está tu nombre escrito en el libro de la vida?

¿Y la Iglesia será juzgada ese día?

¿Y qué pasará con la iglesia en el gran día del juicio del Señor? ¿También seremos juzgados?
Esto es algo que yo me cuestiono mucho y trato de entender.
Ciertamente tenemos que partir de la premisa de que tenemos la certeza de que seremos librados del castigo eterno porque nuestros nombres están escritos en el libro de la vida. En esto se basa nuestra esperanza de salvación.
Sin embargo, hasta qué punto o en qué circunstancias nos enfrentaremos al juicio.
El apóstol Pablo le dice a los corintios:
2 Corinthians 5:10 NBLA
10Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo.
Según Pablo sí seremos juzgados en aquel día. Y esta verdad nos debe motivar a vivir vidas santas y agradables a Dios.
Pero seremos juzgados de una forma muy distinta a los demás seres humanos. Seres juzgados para ser recompensados por las obras que hayamos hecho en esta vida.
Ciertamente nuestras obras son trapos de inmundicia con respecto a ganarnos la salvación. Pero esto no significa que nuestras obras son ignoradas por Dios y que en aquel día no seamos recompensados.
Por esto, sigamos haciendo el bien. Sigamos sirviendo a los demás. Sigamos amando al prójimo. Sigamos siendo fieles a Dios. Sigamos obedeciéndole. Sigamos viviendo en santidad. ¡Sigamos! ¡Sigamos! ¡Sigamos! Por un buen día seremos recompensados.
Pero ninguna recompensa se compara con ser librados, en aquel día, del lago de fuego y azufre y del tormento eterno. Y eso no será a causa de nuestras buenas obras, sino por las obras y los méritos de Jesucristo nuestro amado Señor y Salvador. Aquel que derramó su vida en la cruz del Calvario por amor a nosotros. Y que nos acreditó, nos imputo su obediencia, su fidelidad, su entrega, su consagración y su amor al Padre.
Aquel que estará sentado en el trono en el día final y que juzgará a todos los seres humanos, será el mismo que nos dirá:
Mateo 25:21 (NBLA)
21 ...“Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”.
Ninguna recompensa se compara al amor y la gracia que ya hemos recibido en Él.
Porque:
1 John 4:15–18 NBLA
15 Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. 16 Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. 17 En esto se perfecciona el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como Él es, así somos también nosotros en este mundo. 18 En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor.
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