La batalla en contra de la carne
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8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. 9 Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.
11 Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. 12 La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. 13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, 14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.
DESECHEMOS LAS OBRAS DE LAS TINIEBLAS
12 La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. 13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia,
La imagen presentada aquí es la de un soldado que se ha revolcado y embriagado en un bacanal nocturno, y todavía lleva puesta la indumentaria de su pecado cuando cae inconsciente en medio de su beodez. Se acerca el alba y la batalla está próxima. Es hora de levantarse, desechar los guiñapos de la noche y ponerse el atuendo para batallar.
Desechemos alude aquí a la idea de abandonar, de renunciar, y en este contexto es obvio que hace referencia al arrepentimiento de las obras de las tinieblas, un término genérico que incluye todos los pecados en que un creyente puede incurrir.
El Señor se entristece por todo el pecado, pero los pecados de sus propios hijos contristan en especial al “Espíritu Santo de Dios, con el cual [fuimos] sellados para el día de la redención” (Ef. 4:30 “30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.”).
David habló acerca de un hombre que “se vistió de maldición como de su vestido” (Sal. 109:18). Pecamos porque optamos por hacerlo y nos vestimos por voluntad propia con la maldad del pecado.
En el poder del Señor podemos revertir esa decisión y dejar el pecado, despojarnos de él como de un guiñapo. Pablo emplea la misma figura cuando amonesta a los creyentes de Éfeso: (Ef. 4:22 “22 En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,” ).
El apóstol dijo a los creyentes colosenses que dejaran cosas tales como (Col. 3:8-9 “8 Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.9 No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,” ).
Cuando recibimos a Cristo todo nuestro pecado quedó removido ante Dios. Fuimos justificados, contados como poseedores de una justicia perfecta gracias a que Él aplicó la justicia de Cristo mismo a nuestro favor.
Pablo estaba diciendo a los colosenses que siguieran dejando y que se despojaran continuamente de pecados particulares, en este caso “ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas”, todos los harapos espirituales sucios que seguían insistiendo en colocarse.
Por medio del escritor de Hebreos, el Señor nos dice: “despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia” (He. 12:1 “1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,” ).
A través de Pedro nos dice que debemos seguir “desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones” (1 P. 2:1).
Además nos dice por medio de Santiago que desechemos (Stg. 1:21 “21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.”).
La Biblia emplea con frecuencia la imagen de tinieblas para representar el pecado, que se describe aquí como las obras de las tinieblas. Por lo general los crímenes se cometen de noche, en la hora de las tinieblas, porque de ese modo pasan más desapercibidos. Job dijo que “los que son rebeldes a la luz, nunca
Pablo pasa en seguida del aspecto negativo al positivo, de hacer énfasis en la confesión y el arrepentimiento genuino que se manifiesta en dejar y despojarse de las tinieblas destructivas del pecado a vestirse con la luz de justicia que le protege.
Pablo emplea la imagen de un soldado que se ha vestido con atuendo de juerga y pasa la noche regodeándose en francachela.
Cuando rompe el día, el comandante le ordena que se levante, deseche sus prendas nocturnas y se vista con las armas que necesita para librar la batalla del día.
Las armas y las armaduras están hechas para la guerra, y su propósito es proteger a quien las lleva puestas. Mediante el Espíritu que mora en nosotros y obra a través de nuestra nueva naturaleza en Cristo, no solo contamos con todos los recursos necesarios para abandonar las obras de las tinieblas sino también con todos los recursos que necesitamos para acatar el llamado: vistámonos las armas de luz.
La luz de Dios mismo suministra protección divina en nuestra batalla contra los poderes sobrenaturales de las tinieblas de Satanás, así como en contra de la oscuridad natural del pecado humano a la cual somos tan proclives, aun siendo creyentes.
Aquí las armas de luz también es una referencia a “toda la armadura de Dios”, la cual debemos tomar “para que [podamos] estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:11-12).
No podemos estar seguros espiritual ni moralmente con algo menos que .. (Efesios 6:13 “13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.” ).
Las armas de luz que Dios nos da incluye (Efesios 6:14-17 “14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;” ).
En su primera carta proclama que (1 Jn. 1:5 “5 Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.” ).
El apóstol continúa diciendo que quienes en verdad pertenecen a Dios también se caracterizan por tener en ellos la luz de la justicia divina (1 Juan 1:6-7 “6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.”
El pecado y la justicia son tan incompatibles y son mutuamente excluyentes como las tinieblas y la luz.
Pablo amonestó a los creyentes de Éfeso: (Ef. 4:23-24 “23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente,24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” ), y les recordó unos cuantos versículos más adelante: “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Efesios 5:8).
Las armas de la luz espirituales del cristiano son la santidad y pureza mismas de Dios, con las cuales Él desea que sus hijos estén siempre vestidos. Es la vestidura de pureza e integridad espirituales, reflejo de la santidad de nuestro Señor, lo que el mundo entero puede ver sea que lo reconozca o no.
Por lo tanto, debido a que somos hijos de luz y tenemos a disposición las armas de luz del Señor mismo, también estamos en la obligación de que andemos como de día, honestamente. Este andar sincero consiste en vivir de una manera que agrada a Dios. Es vivir con sinceridad delante de nuestro Señor y delante de los hombres, vivir una vida exterior que sea consecuente con nuestra naturaleza interna en Cristo, es vivir una vida santificada que refleje nuestra vida justificada.
A fin de que seamos ” (2 P. 3:14 “14 Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.” ).
El cristiano que NO está viviendo una vida santa y obediente es un cristiano que no comprende la importancia y el significado del regreso del Señor.
Por otra parte, el creyente que entiende el juicio venidero y espera a diario que su Señor vuelva, es un creyente cuyo propósito primordial sobre todos los demás es agradar y honrar a su Señor con una vida santa y constante.
El cristiano que anhela la venida de Cristo se caracteriza por una santa y piadosa (2 P. 3:11-13 “11 Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, 12 esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! 13 Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.” ).
Después que Pablo amonestó a los creyentes colosenses a considerarse muertos a los diversos pecados a que eran propensos y a que dejaran “todas estas cosas” (Col. 3:5-9a “5 Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;6 cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia,7 en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas.8 Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.” ),
El apóstol les recuerda que cuando ellos fueron salvos, se habían “despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Colosenses 3:9-10 “9 No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,10 y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,” ).
Es necesario que andemos como de día, honestamente, porque como hijos de Dios “somos del día”, y por lo tanto debemos ser (1 Ts. 5:8-9 “8 Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. 9 Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo,” ).
ASPECTOS DE LAS TINIEBLAS
Romanos 13:13 “13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia,”
Otra vez de vuelta al aspecto negativo, Pablo menciona, como lo hace con frecuencia, cierto número de pecados específicos y características de nuestras vidas que reflejan tinieblas en lugar de luz espiritual, que pertenecen a la noche de la injusticia y no al día de la justicia.
Lo primero en la lista es la palabra glotonerías, que se traduce de kōmos en griego, un término que se empleaba para hacer referencia a la celebración de una victoria militar o atlética. Puesto que esos agasajos se convertían con frecuencia en tropeles inmorales, la palabra kōmos vino a emplearse con referencia a cualquier clase de fiestas salvajes, orgías sexuales, refriegas y hasta amotinamientos, en especial cuando se asociaban con borracheras,
El segundo pecado que se menciona aquí. La palabra methē (borracheras) se usaba casi siempre para referirse a actos intencionales y habituales de intoxicación y disipación. Es interesante que en Gálatas 5:21 y 1 Pedro 4:3 también se encuentran los mismos pecados uno al lado del otro.
Los siguientes dos pecados mencionados aquí, lujurias y lascivias, también están muy relacionados. Aquí lujurias se traduce como koitē, que hace referencia literal a una cama o dormitorio, aunque llegó a tener la misma connotación actual de la frase “ir a la cama” con una persona del sexo opuesto.
En el Nuevo Testamento la palabra se emplea por igual con referencia al lecho matrimonial honroso (He. 13:4 “4 Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.” ) y a las lujurias ilícitas, como es el caso aquí.
Por otro lado, lascivias es la traducción de aselgeia, que tiene el significado básico de exceso desvergonzado y ausencia de moderación. Se empleaba casi de manera exclusiva con referencia a las inmoralidades sexuales desenfrenadas y a las concupiscencias libidinosas desinhibidas.
Se refiere al tipo de libertinaje y depravación sexual que caracteriza gran parte de la sociedad moderna y que muchas veces se exhibe con impudor como una marca de distinción.
La palabra griega eris (contiendas) se refiere a altercados, riñas, trifulcas y enemistad persistentes. Refleja un espíritu de competitividad antagonista que pelea con otros para hacer las cosas a su modo y salir ganando sin importar el costo personal ni los daños causados a los demás.
Se producen por un deseo profundo de prevalecer sobre otros, adquirir el prestigio más alto y el reconocimiento y prominencia más grandes posibles. Las contiendas se caracterizan por la autoindulgencia y el egoísmo. No dan lugar a la simple tolerancia, mucho menos a la humildad y el amor.
De la palabra griega zēlos (envidia) se derivan nuestras palabras celo y celoso, Santiago conecta en dos versículos las ideas de “celos amargos” y “contención” (Stg. 3:14 “14 Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad;” , 16 “16 Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.” ).
VISTÁMONOS DEL SEÑOR JESUCRISTO
14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.
Como se mencionó al principio de este capítulo, la expresión vestíos del Señor Jesucristo representa el crecimiento espiritual continuo de aquellos que se han convertido en hijos de Dios mediante la fe en su Hijo Jesucristo.
A medida que crecemos en Cristo, la vieja vestimenta de pensamientos y hábitos pecaminosos es desechada continuamente, y su vestidura divina de justicia, verdad, santidad y amor es puesta sobre nosotros.
Al avanzar, el proceso de nuestra santificación, el carácter del Señor va siendo cada vez más nuestro propio carácter. En ese sentido, el propósito principal de un cristiano es que continuamente se esté vistiendo del Señor Jesucristo. Esto es lo que Pablo tenía en mente cuando dijo que solo hacía (Fil. 3:13-14 “13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” ).
1 Jn. 3:2-3 “2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.”
Aguardar con amorosa expectación la venida de Cristo purifica nuestra vida, porque anhelarle es querer agradarle, y querer agradarle es tener el deseo genuino de ser como Él.
Pablo dijo a los creyentes gálatas que él no estaría satisfecho y que seguiría dispuesto a (Gá. 4:19 “19 Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros,” ). Cristo ya está formado en nosotros en el sentido de que Él mora en nuestro interior y nos ha dado su propia naturaleza.
Un atleta puede colocarse el uniforme y asumir el nombre de un equipo campeón, pero es su desempeño y no el uniforme o el nombre de su equipo, lo que determina su propio valor como deportista y jugador.
Un juez se puede colocar el atuendo correspondiente a su cargo, pero es su conocimiento de la ley y su sabiduría lo que determinan sus propios méritos como un juez.
De una manera similar pero mucho más profunda, la persona que recibe a Cristo como Salvador asume el nombre de cristiano, pero la calidad de su cristianismo está determinada por su propio nivel de fidelidad espiritual.
Una vez más, Pablo emplea un contraste para aclarar el punto, y esta vez en orden inverso al que aplicó en el versículo 12. Aquí el orden es primero vestirse de Cristo y su justicia, y luego despojarse del pecado atendiendo el mandato: no proveáis para los deseos de la carne.
La palabra pronoia (provisión) tiene el significado básico de una premeditación o planeación anticipada.
Con mayor frecuencia que en otros casos, los pecados que cometemos se desarrollan a partir de ideas erróneas y deseos pecaminosos a los que hemos permitido con anterioridad que se radiquen en nuestras mentes (cp. Stg. 1:14-15 “14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” ).
Cuanto más tiempo les permitamos a nuestros pensamientos quedarse, más vamos a proveer para que la carne satisfaga sus deseos.
David entendió esto y por eso dijo: “La iniquidad del impío me dice al corazón: no hay temor de Dios delante de sus ojos... Medita maldad sobre su cama; está en camino no bueno, el mal no aborrece” (Sal. 36:1 “1 La iniquidad del impío me dice al corazón: No hay temor de Dios delante de sus ojos.” , 4 “4 Medita maldad sobre su cama; Está en camino no bueno, El mal no aborrece.” ).
En uno u otro grado, la mayoría de los actos de maldad son planeados.
La persona impía no cae en pecado sino que “piensa hacer el mal” y toma la decisión de andar en esa dirección (Pr. 24:8 “8 Al que piensa hacer el mal, Le llamarán hombre de malos pensamientos.” ).
“Toda corrupción tiene una voz”. Lo que quiso dar a entender es que cada especie de pecado encuentra la manera de presentarse a la mente y corazón de cada hombre.
Sentir el deseo de pecar es evidencia de la presencia del pecado en nosotros.
Cumplir ese deseo es evidencia del poder del pecado sobre nosotros.
Mientras estemos en nuestros cuerpos mortales vamos a experimentar la presencia del pecado dentro de nosotros, pero en ningún momento el cristiano tiene que ceder ante el poder del pecado.
Gracias a que contamos con la provisión de la misma naturaleza y Espíritu de Cristo en nuestro interior, no tenemos razón ni necesidad de proveer para la carne o cumplir sus deseos.
La carne NO se refiere en primer término a nuestros cuerpos físicos sino a nuestra condición humana residual, la proclividad al pecado que tiende a permanecer en nosotros y halla su expresión a través de nuestros cuerpos.
Es por esa razón que.. (Ro. 8:23 “23 y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.” ). La decisión de proveer para el pecado se origina en nuestros corazones, mentes, emociones emociones y voluntad, los cuales siguen influenciados por la carne en gran medida.
Solo es cuando “andamos en el Espíritu” que podemos “no satisfacer los deseos de la carne” (Gá. 5:16 “16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.” ). Y andar en el Espíritu es vivir por la Palabra.