WAYNE GRUDEM, TEOLOGÍA Y DOCTRINA
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EL HOMBRE CREADO A LA IMAGEN DE DIOS
EL HOMBRE CREADO A LA IMAGEN DE DIOS
1. EL SIGNIFICADO DE «IMAGEN DE DIOS».
1. EL SIGNIFICADO DE «IMAGEN DE DIOS».
De todas las criaturas que Dios hizo, solo una, el hombre, se dice que fue creado «a imagen de Dios»: ¿Qué significa esto?
Podemos usar la siguiente definición: El hecho que el hombre está formado a la imagen de Dios quiere decir que el hombre es como Dios y representa a Dios.
Cuando Dios dice: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» (Gn 1: 26), el sentido es que Dios planeaba hacer una criatura similar a él. La palabra hebrea que se traduce «imagen» (tselem) y la palabra hebrea que se traduce «semejanza» (demut) se refieren a algo que es similar, pero no idéntico a aquello que representa o de lo que es una «imagen». La palabra imagen también se puede usar para denotar algo que representa otra cosa.
Los teólogos han pasado mucho tiempo intentando especificar una característica del hombre, o unas pocas, en las que la imagen de Dios se ve principalmente.
Algunos han pensado que la imagen de Dios consiste en la capacidad intelectual del hombre, otros en su capacidad de tomar decisiones morales y su libre albedrío.
Otros han pensando que la imagen de Dios se refiere a la pureza moral original del hombre, o a su creación como hombre y mujer (vea Gn 1: 27), o a su dominio sobre la tierra.
En este estudio sería mejor que enfoquemos nuestra atención primariamente en los significados de las palabras «imagen» y «semejanza». Como ya hemos visto, estos términos tenían significados claros para los lectores originales. Cuando nos damos cuenta de que las palabras hebreas que se traducen «imagen» o «semejanza» simplemente le informaban a los lectores originales que el hombre era como Dios, y que en muchas maneras representaba a Dios, mucha de la controversia sobre el significado de «imagen de Dios» parece ser una búsqueda de un sentido demasiado estrecho o demasiado específico.
Cuando las Escrituras nos dicen que Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» (Gn 1: 26, RVR 1960), significaría sencillamente a los lectores originales: «Hagamos al hombre como nosotros somos y para que nos represente».
Debido a que «imagen» y «semejanza» tienen estos significados, las Escrituras no necesitaban decir algo como:
El Hecho De Que El Hombre Esté Creado En La Imagen De Dios Quiere Decir Que El Hombre Es Como Dios En Las Siguientes Formas: Habilidad Intelectual, Pureza Moral, Naturaleza Espiritual, Dominio Sobre La Tierra, Creatividad, Habilidad Para Tomar Decisiones Éticas E Inmortalidad [O Alguna Otra Declaración Similar].
NOTA: La palabra imagen (tselem) significa un objeto similar a otro y que a menudo lo representa. Se usa la palabra para hablar de estatuas o réplicas de tumores o ratas (1ª S 6: 5, 11), de pinturas de soldados en la pared (Ez 23: 14), y de ídolos paganos o de estatuas que representan deidades. (Nm 33: 42; 2ª R 11018; Ez 7: 20; 16: 17).
La palabra semejanza (demut) también se refiere a un objeto similar a otro, pero tiende a usarse más frecuentemente en contexto donde se enfatiza más una idea de similitud que la idea de representación o sustitución (de un dios, por ejemplo). A los modelos o dibujos del altar que el rey Acaz vio en Damasco se le llama «semejanza» (2ª R 16: 10), así como a las figuras de bueyes debajo del altar de bronce (2ª Cr 4:3-4), y las figuras de capitanes babilonios pintadas en la pared (Ez 23: 15). En el Sal 58: 4 (He v. 5) se dice que el veneno de los impíos es «semejante» al veneno de una serpiente, y aquí la idea es que son muy similares en sus características, pero no se piensa en una representación real o sustitución.
Toda esta evidencia indica que las palabras españolas imagen y semejanza son equivalentes muy exactos de los términos hebreos que traducen.
Encontramos un resumen breve de varios puntos de vista en D.J. A. Clines, «The Image ofGod in Man», TB (1968), pp. 54-61. Millard Ericsson, Christian Theology, pp. 498-510, también nos ofrece un resumen útil de tres perspectivas principales de la imagen de Dios en el hombre que se han sostenido a lo largo de la historia de la iglesia:
(1) La perspectiva substantiva, que identifica alguna cualidad particular del hombre (tales como la razón o la espiritualidad) como que es la imagen de Dios en el hombre (Lutero, Calvino, muchos de los primeros autores cristianos);
(2) La perspectiva relacional, que sostiene que la imagen de Dios tiene que ver con nuestras relaciones interpersonales (Emil Brunner; también Kart Barth, quien vio la imagen de Dios específicamente en nuestra creación como hombre y mujer); y:
(3) La perspectiva funcional, que sostiene que la imagen de Dios tiene que ver con la función que llevamos a cabo, por lo general nuestro ejercicio de dominio sobre la creación (un punto de vista sociniano que también lo sostienen algunos escritores modernos como Norman Snaith y Leonard Verduin).
Una explicación así es innecesaria, no solo porque los términos tenían unos significados claros, sino también porque una lista así no podría hacer justicia al tema:
El texto solo necesita afirmar que el hombre es como Dios, y el resto de las Escrituras nos aportan más detalles para explicarlo. De hecho, al leer nosotros el resto de las Escrituras, comprendemos que el entendimiento completo de la semejanza del hombre con Dios requeriría una comprensión completa de quién es Dios en su ser y en sus acciones y una comprensión completa de quién es el hombre y de lo que hace.
Cuanto más conocemos a Dios y al hombre tantas más similitudes reconoceremos, y tanto mejor entenderemos lo que las Escrituras quieren decir cuando afirman que el hombre está hecho a la imagen de Dios. Esa expresión se refiere a toda forma en la que el hombre es como Dios.
Este concepto de lo que significa que el hombre está creado a la imagen de Dios queda reforzado por la similitud entre Génesis 1: 26, donde Dios declara su intención de crear al hombre a su imagen y semejanza, y Génesis 5: 3: «Cuando Adán llegó a la edad de ciento treinta años, tuvo un hijo a su imagen [tselem] y semejanza [demut], y lo llamó Set». Set no era idéntico a Adán, pero era como él en muchas formas, como un hijo es como su padre.
El texto simplemente significa que Set era como Adán. No especifica una serie de formas en que Set era como Adán, y sería demasiado restrictivo para nosotros afirmar que una u otra característica determinaba la manera en que Set era la imagen y semejanza de Adán. ¿Eran sus ojos castaños? ¿O su pelo ensortijado? ¿Sería quizá su aspecto fornido y atlético, o su disposición seria, o su fuerte temperamento?
Por supuesto, tales especulaciones serían de poca ayuda. Es evidente que toda manera en la cual Set era como Adán era una parte de su semejanza con Adán y por tanto sería a la «imagen» de Adán.
Del mismo modo, toda forma en que el hombre es como Dios es parte del hecho de ser a la imagen y semejanza de Dios.
2. LA CAÍDA: LA IMAGEN DE DIOS QUEDA DISTORSIONADA, PERO NO SE HA PERDIDO.
2. LA CAÍDA: LA IMAGEN DE DIOS QUEDA DISTORSIONADA, PERO NO SE HA PERDIDO.
Podemos preguntamos si todavía podíamos pensar que el hombre pudo seguir siendo como Dios después de haber pecado. La pregunta se responde bastante pronto en Génesis cuando Dios le da a Noé la autoridad de establecer la pena de muerte por el delito de matar a otros seres humanos después del diluvio: Dios dijo: «Si alguien derrama la sangre de un ser humano, otro ser humano derramará la suya, porque el ser humano ha sido creado a la imagen de Dios mismo» (Gn 9: 6).
Aunque los hombres son pecaminosos, hay todavía suficiente semejanza a Dios en ellos para que matar a otra persona (derramar sangre» es la expresión en el Antiguo Testamento que quiere decir destruir la vida humana) sea atacar la parte de la creación de Dios que más se asemeja a Dios, e indica un intento o deseo (si fuéramos capaces de ello) de atacar a Dios mismo! El hombre todavía es a la imagen de Dios.
El Nuevo Testamento nos lo confirma cuando Santiago 3: 9 dice que las personas en general, no solo los creyentes, están «creadas a imagen de Dios».
Sin embargo, puesto que el hombre ha pecado, no es ya tan completamente como Dios como lo fue antes. Su pureza moral se ha perdido y su carácter pecaminoso no refleja para nada la santidad de Dios. Su intelecto está corrompido por la falsedad y el mal entendimiento; su forma de hablar no glorifica siempre a Dios; y sus relaciones están con frecuencia gobernadas por el egoísmo más que por el amor, y así sucesivamente.
Aunque el hombre todavía conserva la imagen de Dios, en cada aspecto de la vida algunas partes de esa imagen han quedado distorsionadas o perdidas. En resumen, «Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones» (Ec 7:29, RVR 1960). Después de la Caída, entonces, todavía conservamos la imagen de Dios -todavía somos como Dios y lo representamos- pero la imagen de Dios en nosotros está distorsionada; ya no somos tan completamente como Dios como lo fuimos antes de que entrara el pecado.
Por tanto, es importante que entendamos el sentido pleno de imagen de Dios no solo partiendo de nuestra observación de los seres humanos como existen hoy, sino también desde las indicaciones bíblicas de la naturaleza de Adán y Eva cuando Dios los creó y cuando todo lo que había hecho (era muy bueno) (Gn 1: 31).
La verdadera naturaleza del hombre en la imagen de Dios también la pudimos ver en la vida terrenal de Cristo. La medida plena de la excelencia de nuestra humanidad no la veremos de nuevo en la vida en la tierra hasta que Cristo vuelva y hayamos obtenido todos los beneficios de la salvación que él ganó para nosotros.
3. LA REDENCIÓN EN CRISTO: UNA RECUPERACIÓN PROGRESIVA DE MÁS DE LA IMAGEN DE DIOS.
3. LA REDENCIÓN EN CRISTO: UNA RECUPERACIÓN PROGRESIVA DE MÁS DE LA IMAGEN DE DIOS.
Sin embargo, es alentador volvemos al Nuevo Testamento y ver que nuestra redención en Cristo significa que podemos, incluso en esta vida, crecer progresivamente a una cada vez mayor semejanza a Dios.
Por ejemplo, Pablo dice que como cristianos tenemos una «nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador» (Col 3: 10). A medida que obtenemos un conocimiento verdadero de Dios, de su Palabra y de su mundo, empezamos a pensar más y más los pensamientos que Dios mismo piensa.
En esta manera nos vamos «renovando en conocimiento» y nos hacemos más a la semejanza de Dios en nuestro pensamiento. Esta es una descripción de un curso ordinario de la vida cristiana.
De manera que Pablo también pudo decir: «Todos nosotros reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza [lit. Imagen», gr. eikon]» (2ª Co 3: 18). A lo largo de esta vida, a medida que crecemos en madurez cristiana crecemos en una mayor semejanza con Dios. Más particularmente, crecemos en la semejanza a Cristo en nuestra vida y en nuestro carácter.
De hecho, la meta para la cual Dios nos ha redimido es que podamos ser «transformados según la imagen de su Hijo» (Ro 8: 29) y ser exactamente como Cristo en nuestro carácter.
NOTA: Para un análisis detallado de este pasaje, vea John Murray, Principies of Conduct (Eerdmans, Grand Rapids, 1957), pp. 109-13.
En este versículo Pablo dice específicamente que somos seres transformados a la imagen de Cristo, pero luego cuatro versículos más tarde dice Cristo es la imagen de Dios (2 Co 4:4, ambos versículos usan eikon).
4. AL REGRESO DE CRISTO: COMPLETA RESTAURACIÓN DE LA IMAGEN DE DIOS.
4. AL REGRESO DE CRISTO: COMPLETA RESTAURACIÓN DE LA IMAGEN DE DIOS.
La promesa asombrosa del Nuevo Testamento es que así como hemos sido semejantes a Adán (sujetos a la muerte y el pecado), seremos también semejantes a Cristo (moralmente puros, nunca más sujetos a la muerte): «y así como hemos llevado la imagen de aquel hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial» (1ª Ca 15: 49). La medida plena de nuestra creación a la imagen de Dios no se ve en la vida de Adán que pecó, ni tampoco en nuestra vida ahora, porque somos imperfectos.
Pero el Nuevo Testamento hace hincapié en que el propósito de Dios al crear al hombre a su imagen quedó realizado completamente en la persona de Cristo Jesús. Él mismo «es la imagen de Dios» (2ª Ca 4: 4); «él es la imagen del Dios invisible» (Col 1: 15).
En Jesús vemos la semejanza a Dios como era la intención que fuera, y debiera regocijarnos en el hecho de que Dios nos haya predestinado para «ser transformados según la imagen de su Hijo» (Ro 8: 29; 1ª Co 15: 49): «Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él» (1ª Jn 3: 2).
5. ASPECTOS ESPECÍFICOS DE NUESTRA SEMEJANZA CON DIOS.
5. ASPECTOS ESPECÍFICOS DE NUESTRA SEMEJANZA CON DIOS.
Aunque hemos razonado arriba que sería dificil definir todas las maneras en las cuales somos como Dios, podemos, no obstante, mencionar varios aspectos de nuestra existencia que muestran que somos más como Dios que todo el resto de la creación.
A. ASPECTOS MORALES:
(1) Somos criaturas que somos moralmente responsables ante Dios por nuestras acciones. Correspondiente con esa responsabilidad, tenemos;
(2) Un sentido interno de lo que es bueno y es malo que nos distingue de los animales (que tienen muy poco, si es que alguno, de sentido innato de moralidad o justicia, sino que simplemente responden al temor del castigo o a la esperanza de la recompensa). Cuando actuamos conforme a las normas de Dios, nuestra semejanza a Dios se refleja en;
(3) Un comportamiento que es santo y justo delante de él, pero, por contraste, nuestra desemejanza con Dios se refleja siempre que pecamos.
B. ASPECTOS ESPIRITUALES:
(4) Tenemos no solo cuerpos físicos, sino también espíritus inmateriales, y podemos, por tanto, actuar en formas que son significativas en la esfera inmaterial, espiritual, de la existencia. Esto significa que tenemos;
(5) Una vida espiritual que nos capacita para relacionarnos con Dios como personas, orar y alabarle, y oírle hablarnos sus palabras. Ningún animal puede jamás pasar una hora en oración de intercesión por la salvación de un familiar o amigo. Relacionado con esta vida espiritual está el hecho de que tenemos;
(6) inmortalidad; no cesaremos de existir sino que viviremos para siempre.
C. ASPECTOS MENTALES:
(7) Tenemos una capacidad para razonar y pensar lógicamente y aprender que nos separa del mundo animal. Los animales a veces muestran un comportamiento notable para resolver laberintos o problemas en el mundo fisico, pero ellos ciertamente no se involucran en razonamientos abstractos.
No hay tal cosa como una «historia de la filosofía canina», por ejemplo, ni tampoco ningún animal desde la creación se ha desarrollado para nada en la comprensión de problemas éticos o el uso de conceptos filosóficos, etc. Ningún grupo de chimpancés se sentará jamás alrededor de una mesa para argumentar acerca de la doctrina de la Trinidad o los méritos relativos del calvinismo o del arminianismo.
De hecho, aun en el desarrollo de las habilidades físicas o técnicas somos muy diferentes de los animales: Los castores todavía edifican la misma clase de represas que han estado edificando por miles de generaciones, los pájaros todavía construyen la misma clase de nidos, y las abejas todavía forman la misma clase de colmenas. Pero nosotros seguimos desarrollando mayor habilidad y complejidad en la tecnología, en la agricultura, en la ciencia y en casi cada campo de empeño.
(8) Nuestro uso de lenguaje abstracto y complejo nos separa de los animales. Yo le podía decir a mi hijo, cuando tenía cuatro años, que fuera a buscar un destornillador grande y rojo a mi banco de trabajo en el sótano. Aun cuando él nunca lo hubiera visto, podía cumplir fácilmente con la tarea porque conocía el significado de «ir», «buscar», «destornillador», «grande», «rojo», «banco de trabajo» y «sótano».
Él podía haber hecho lo mismo si le pedía un martillo pequeño y marrón o un recipiente negro al lado del banco de trabajo u otra docena de cosas que quizá nunca había visto antes, pero que podía visualizarla cuando se la describía mediante unas pocas palabras.
Ningún chimpancé ha sido capaz de hacer eso en toda la historia: realizar una tarea que no había aprendido mediante repetición y recompensa, sino mediante el uso sencillo de unas pocas palabras para referirse a un artículo que él nunca antes había oído ni visto.
No obstante, un niño de cuatro años puede hacer esto con regularidad y no pensamos que sea algo extraordinario. La mayoría de los niños de ocho años pueden escribir una carta inteligible a sus abuelos describiendo un viaje al parque zoológico o pueden trasladarse a un país extranjero y aprender otra de las muchas lenguas en el mundo, y pensamos que es algo muy normal.
Pero ningún animal escribirá jamás una carta así a sus abuelos ni recitará un verbo en francés en tiempo presente, pasado y futuro, ni leerá un cuento de detectives entendiéndole, ni entender el significado de un solo versículo de la Biblia. Los niños humanos hacen todas estas cosas con normalidad y de manera rutinaria, y al hacerlo muestran que están viviendo en un nivel tan superior al de todo el reino animal que nos preguntamos cómo a alguien se le ocurre pensar que nosotros somos solo otra clase de animales.
(9) Otra diferencia mental entre los humanos y los animales es que tenemos cierta conciencia del futuro distante, aun el sentido interno de que viviremos más allá del tiempo de nuestra muerte fisica, un sentido que lleva a las personas a desear intentar estar a bien con Dios antes de morir (Dios «ha puesto eternidad en el corazón de ellos», Ec 3: 11).
(10) Nuestra semejanza con Dios la vemos también en nuestra creatividad humana en cuestiones como el arte, la música y la literatura, y en la capacidad de invención en las ciencias y la tecnología. No debiéramos pensar que esa capacidad está restringida a músicos o artistas mundialmente famosos, sino que se refleja también de una forma encantadora en las escenificaciones realizadas por los niños, en la habilidad reflejada en la cocina o decoración de los hogares, o en los jardines, o en la inventiva de alguien que arregla algo que no estaba funcionando correctamente.
Los aspectos ya mencionados de la semejanza con Dios han mostrado formas en las que nos diferenciamos absolutamente de los animales, no solo en grado. Pero hay otras áreas en las que somos diferentes de los animales en un grado significativo, y que también muestran nuestra semejanza a Dios.
(11) En la cuestión de las emociones, nuestra semejanza con Dios presenta también una gran diferencia en el grado y complejidad de las emociones. Por supuesto, los animales también exhiben algunas emociones (todo el que ha poseído un perro puede recordar, por ejemplo, expresiones evidentes de gozo, tristeza, temor al castigo cuando hizo algo mal, enojo cuando otro animal invadía su territorio, contentamiento y afecto). Pero en la complejidad de emociones que nosotros experimentamos, una vez más somos muy diferentes del resto de la creación.
Después de ver un partido de baloncesto de mi hijo, me puedo sentir simultáneamente triste porque su equipo perdió, contento porque él jugó muy bien, orgulloso porque se comportó como un buen deportista, agradecido porque Dios me había dado un hijo y por el gozo de verle crecer, gozoso por el canto de alabanza que había estado sonando en mi mente durante toda la tarde, y preocupado porque íbamos a llegar tarde a la cena.
Es muy dudoso que un animal experimente nada que se acerque a esta complejidad de sentimientos y emociones.
NOTA: La palabra griega del Nuevo Testamento para (imagen) (eikon) tiene un significado similar a la que se usa en el Antiguo Testamento (vea arriba). Indica que algo es similar o muy parecido a lo que representa. Un uso interesante es una referencia a una imagen de César en una moneda romana. Jesús preguntó a los fariseos: «¿De quién son esta imagen (gr. Eikon9 (imagen) y esta inscripción?» Ellos contestaron: «De! César». (Mt 22: 20-21).
Esa imagen se asemejaba al César y le representaba. (La palabra griega homoioma) «Semejanza», no se usa en el Nuevo Testamento para referirse al hombre a la semejanza de Dios.)
Sin embargo, los ángeles también comparten un grado significativo de la semejanza con Dios en varios de estos aspectos.
Aunque esto no es un aspecto separado de nuestra semejanza con Dios, e! hecho de que nosotros hemos sido redimidos por Cristo nos separa en una forma absoluta de toda otra criatura que Dios ha creado. Esta es una consecuencia de estar hechos a la imagen de Dios y de! amor de Dios por nosotros, más bien que ser una parte de lo que significa de estar en su imagen.