NUESTRO TESTIMONIO COMO SAL Y LUZ
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La conducta de las personas, sean cristianas o no, afecta la vida de otros con los que conviven. A veces, la influencia es positiva; otras, es muy negativa.
Ilustración:
Los siguientes dos relatos de la mitología griega ilustran de forma acertada este principio básico. Una vez, una diosa invisible vino a la tierra y dejó bendiciones tangibles a su paso: los árboles secos retoñaron, los caminos estériles se llenaron de flores, los charcos de agua estancada se convirtieron en agua fresca y los prados secos reverdecieron.
Otro relato describe qué pasó cuando le enviaron una princesa como regalo a un rey. Al parecer, era tan bella como una diosa y su aliento olía a perfume fino. Sin embargo, solo la habían alimentado con veneno desde su infancia, el cual impregnaba su ser y contaminaba el aire a su alrededor. Si soplaba sobre un enjambre de abejas, morían; si tomaba una flor, se marchitaba y perecía; si cualquier ave volaba demasiado cerca a ella, caía muerta a sus pies.
Por supuesto, queremos que nuestras palabras, acciones y presencia produzcan resultados positivos de forma automática. En ningún caso, los creyentes deben desear la influencia negativa que acompañaba a la princesa del mito griego. A pesar de que vivimos, trabajamos, estudiamos y participamos en este mundo, no debemos reflejar sus valores y actitudes.
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.
No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.
Debido a quienes somos, debemos influir para anunciar la salvación y los principios de justicia de Dios, en lugar de promover el egoísmo, la inmoralidad y el materialismo. Debemos estar en el mundo, pero no somos del mundo.
Una vez que desarrollamos una actitud bíblica respecto a nuestras responsabilidades en medio de un mundo espiritualmente hostil y moralmente decadente, es inevitable que esa actitud nos ayudará a definir nuestro enfoque hacia el evangelismo.
Las palabras de Jesús en el Sermón del Monte expresan de forma muy interesante la influencia positiva que tendremos en el mundo:
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
1.-LA ESENCIA DEL CREYENTE.
1.-LA ESENCIA DEL CREYENTE.
La mayoría de nosotros entiende que el mundo contemporáneo (con su cultura cada vez más corrupta, y su perspectiva más y más oscura) necesita sal y luz espiritual.
El predicador y comentarista G. Campbell Morgan les recordó a los creyentes de su generación: “Jesús, al observar a las multitudes de su época, vio la corrupción, la desintegración de cada área de la vida, su destrucción y su ruina. Y, debido a su amor por ellos, sabía que la sal era lo que más necesitaban para ponerle freno a la corrupción. También los vio envueltos por la melancolía, sentados en la oscuridad mientras buscaban a tientas en medio de la bruma y de la niebla. Sabía que era necesario, por encima de todo… la luz”
Si las personas del tiempo de Jesús necesitaban sal y luz con desesperación, ¿no es evidente que hoy también se necesita el conservante moral y la iluminación espiritual que los cristianos pueden ofrecer con la ayuda de Dios?.
En Mateo 5:13-14, “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.”
los pronombres griegos que se traducen como “vosotros” son enfáticos y están en plural. Lo primero significa que los creyentes son los únicos que en realidad pueden ser sal y luz para una cultura. A menos que el pueblo de Dios sea así, no podrá ponerle freno a la corrupción moral ni disipar la oscuridad espiritual.
El plural indica que Cristo quiere que todo su cuerpo (la Iglesia) influya en el mundo. Los granos de sal aislados y los rayos de luz individuales tienen poco efecto. Sin embargo, cuando se unen muchos granos de sal y muchos rayos de luz, y se dispersan por todo el mundo, se produce un cambio positivo y significativo a una escala mucho más amplia.
Muchas personas están espiritualmente perdidas debido a las preocupaciones de este mundo pecador, y no podrán encontrar el camino a la casa del Padre, a menos que los creyentes se extiendan por el mundo y los busquen en equipo para rescatarlos.
Cuando Jesús dijo: “Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo” (Mt. 5:13-14), Él estaba simplemente constatando un hecho. Los elementos “sal y luz” simbolizan lo que son los creyentes. El único aspecto sobre el que se puede preguntar es si los seguidores de Cristo actuarán con fidelidad como sal cáustica y luz penetrante en un mundo moribundo.
Jesús es “la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, [que vino] a este mundo” (Jn. 1:9). Después les dijo a los discípulos: “Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo” (Jn. 9:5). Sin embargo, ahora que Él ha dejado la tierra, es responsabilidad de los creyentes reflejar la luz de Cristo: “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Ef. 5:8; cp. Col. 1:13).
Por definición, una influencia es distinta de lo que quiere afectar, lo cual significa que si vivimos como sal y luz, nos diferenciaremos del mundo al que estamos llamados a impactar. No podemos ser la sal que retarda la corrupción moral y la decadencia espiritual si no somos santos; no podemos ser luz que trae la verdad a los lugares oscuros si no honramos la verdad de Dios.
2.-La responsabilidad de ser sal.
2.-La responsabilidad de ser sal.
Los oyentes de Jesús del siglo I d.C. entendían la expresión “sal de la tierra” (Mt. 5:13) como una forma de referirse a un bien valioso. A los soldados romanos se les pagaba con sal (de ahí, se originó el dicho: “No vale su sal”). Mt. 5:13
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
En muchas sociedades antiguas, pasar la sal en una comida simbolizaba una responsabilidad mutua de amistad y preocupación. Debido a su carácter conservante, el mineral se usaba de forma simbólica en los tiempos bíblicos para legitimar un pacto, similar a la práctica contemporánea de autenticar contratos ante un notario (cp. Lv. 2:13 Los oyentes de Jesús del siglo I d.C. entendían la expresión “sal de la tierra” (Mt. 5:13) como una forma de referirse a un bien valioso. A los soldados romanos se les pagaba con sal (de ahí, se originó el dicho: “No vale su sal”). En muchas sociedades antiguas, pasar la sal en una comida simbolizaba una responsabilidad mutua de amistad y preocupación. Debido a su carácter conservante, el mineral se usaba de forma simbólica en los tiempos bíblicos para legitimar un pacto, similar a la práctica contemporánea de autenticar contratos ante un notario ( Lv. 2:13
Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal.
¿No sabéis vosotros que Jehová Dios de Israel dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos, bajo pacto de sal?
Por lo tanto, los oyentes de Cristo entendieron, aunque de forma incompleta, que los creyentes iban a tener una función decisiva en el mundo, ya que la sal representaba un bien valioso.
¿Cuál fue el rasgo específico de la sal que Jesús más trató de asociar con el carácter espiritual?
Otros han propuesto que Él asociaba el sabor de la sal con el sabor divino que los creyentes deben darle al mundo (deberían añadir un atractivo al evangelio).
Otros más han dicho que se refería al ardor que causa la sal en una herida (los creyentes deberían ser fieles a la Palabra, aunque ofenda a los incrédulos).
E incluso algunos han sugerido que Jesús señalaba, sobre todo, la sed que produce la sal (las vidas de los cristianos deberían producir sed de Dios en quienes no creen). Las observaciones anteriores tienen cierta validez, pero se quedan cortas en cuanto al énfasis principal del Señor.
La comparación principal que Cristo estaba haciendo entre la sal y la vida del cristiano es que, así como la sal es un conservante, el creyente es una influencia conservante en el mundo. Los seguidores de Cristo, como parte de su responsabilidad principal de vivir de forma devota y de proclamar el evangelio, sirven para salvar a los pecadores y, por tanto, con su influencia cada vez mayor, pueden ayudar a ponerle freno a la decadencia moral y espiritual provocada por la cultura del mundo.
Debemos recordar que la oportunidad que tienen los cristianos de ser conservantes es relativamente corta. Cuando el pueblo de Dios sea arrebatado del mundo, el poder maligno del reino de Satanás será desatado de una forma sin precedentes (2 Ts. 2:7-12 ).
Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio.
Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida;
inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos,
y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.
Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira,
a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.
Después, pasarán solo siete años para que el mundo se deslice hasta el borde del infierno (ver Dn. 9:27; Ap. 6—19).
Mientras tanto, quienes conocen a Jesucristo pueden influir mucho en el mundo para bien. Los agentes de sal del Señor lo han hecho en momentos específicos del pasado
3.-La tarea de ser luz.
3.-La tarea de ser luz.
Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Cristo también les dijo a todos los creyentes: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt. 5:14). La característica de luz espiritual tiene ciertas diferencias con la sal espiritual. La luz representa la verdad divina que se comunica directamente, mientras que la sal es una influencia indirecta. La luz actúa, sobre todo, mediante la proclamación de la verdad; la sal funciona de forma indirecta a través de nuestra forma de vivir.
Generalmente, la luz tiene un ministerio más positivo que el de la sal porque descubre lo pecaminoso y falso, y apunta hacia lo justo y verdadero. Por el contrario, la sal es sobre todo negativa, capaz de ponerle freno a la corrupción, pero no la vuelve incorruptible. Por lo tanto, los creyentes deben entender que son tanto luz como sal para quienes están separados de Cristo
Dios da su luz a los cristianos no solo para que la tengan, sino para que vivan por ella. El salmista afirma: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105), y el apóstol Juan nos anima y nos reprende con estas palabras en 1 Jn. 1:5-7
Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.
Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;
pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
La luz de Dios para nosotros es a la vez la Biblia, su revelación escrita y completamente inspirada, y su Hijo Jesucristo, la Luz eterna del mundo (ver Jn. 1:5, 9).
Quienes conocemos a Dios, debemos proclamar su luz a un mundo oscurecido por el pecado, así como Cristo vino “para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte” (Lc. 1:79). Quienes de verdad reciben esa luz deben reflejársela a los demás, como lo expresa 2 Corintios 4:6
Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.
Los cristianos van a influir a otros con la luz de la verdad divina si resplandecen en la oscuridad y demuestran que son (Fil. 2:15 ).
para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo;
Puesto que Dios les ha ofrecido el evangelio de forma gratuita a todas las personas, no envió a su Hijo para que fuera un tesoro secreto ni escondido. En cambio, Cristo vino para que todos tuviéramos la oportunidad de recibir su luz (cp. Jn 1:9). Muchos, en su incredulidad, rechazarán la luz y a quienes la ofrecen, pero aun así, nuestra tarea es brillar como luces.
De hecho, Jesús describe a los creyentes como luces brillantes en Mateo 5:14
Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
En una jornada normal, sus edificios son visibles a la luz del día y sus luces brillan intensamente durante la noche, lo cual hace que la presencia de la ciudad sea casi imposible de ignorar. Debería ser igual con el pueblo de Dios. Un cristiano secreto es tan incongruente como una luz escondida. Los creyentes son como luces que deben mostrarse y brillar, en lugar de ocultarse.
4.-LOS RETOS DE SER SAL Y LUZ.
4.-LOS RETOS DE SER SAL Y LUZ.
Si usted es creyente, no puede perder su salvación (Jn. 10:27-28), así como la sal y la luz no pueden perder sus propiedades fundamentales. Sin embargo, puede ser ineficaz para el Señor cuando permite que las distracciones del pecado contaminen su vida. Jesús ilustró esta verdad al señalar que la sal puede perder su sabor si se contamina con otros minerales (Mt. 5:13). Aunque a los cristianos se les identifica como sal en Mateo 5 y en otros lugares se les llama justos y santos ( ej., Ro. 4:4 , a veces, no demuestran lo que son (cp Ro. 7:15-25).
Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda;
mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos.
Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.
Ante la gran responsabilidad de ser la sal del mundo, siempre hay retos por cumplir con ese testimonio. Si nos rendimos con frecuencia ante las tentaciones de la impureza, no podremos esperar que seamos influencias puras para el mundo.
No podemos llevar la Palabra de Dios a las vidas de otros si no dejamos las ocupaciones diarias para disponer de tiempo con el fin de leer, estudiar y meditar en las Escrituras. A largo plazo, nuestro reto es pedirle a Dios en oración que nos ayude a permanecer como discípulos fieles que marcan la diferencia con el evangelio.
La otra alternativa es perder nuestra salinidad y eficacia, y ser descalificados para el servicio (cp. 1 Co. 9:27).
Igual que la sal, la luz no puede perder su esencia, pero también corre el riesgo constante de oscurecerse en la vida del creyente. Por eso Jesús les dijo a sus seguidores que no “se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa” (Mt. 5:15). Una lámpara que se coloca bajo una cesta no es útil para la lectura y, básicamente, es inútil para cualquier otro fin.
Si no somos capaces de vivir como luces espirituales (no importa cuál sea la razón), mostraremos infidelidad a Cristo. Nuestro deseo debe ser caminar continuamente con Él y superar así todos los retos que nos incitan a dejar de ser sal y luz del mundo. Entonces, seremos siervos con sabor, eficaces y útiles en el reino de Dios
5.-GLORIFICAR A DIOS AL SER SUS LUCES.
5.-GLORIFICAR A DIOS AL SER SUS LUCES.
Siempre que alumbre su luz ante los demás, ya sea al presentarles la verdad o al vivirla, es algo que Dios hace a través de usted. Cuando su familia, amigos y vecinos noten su testimonio, verán el cumplimiento del mandamiento de Jesús en Mateo 5:16
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
La última frase de Jesús en el versículo 16 declara cuál es el propósito verdadero de que usted sea luz (y sal) en el mundo: que los hombres y las mujeres glorifiquen a Dios.
Las buenas palabras y obras de usted son para magnificar la gracia y el poder de Dios, no para que acapare la alabanza y la atención. Su testimonio debe hacer que otros glorifiquen a Dios, se arrepientan y tengan una fe salvadora, si el Espíritu los atrae. Esa será la mejor manera de alabarlo por ser la fuente de su salvación.
Cuando vivimos como sal y luz ante el mundo, la respuesta más frecuente de los incrédulos es reaccionar con escepticismo o indiferencia, a veces incluso, con oposición hostil. El apóstol Pablo experimentó reacciones positivas y negativas ante su ministerio de evangelización. Sin embargo, no se dejó intimidar porque sabía que él y otros creyentes manifestarían “en todo lugar el olor de su conocimiento [de Cristo]. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquellos olor de vida para vida” (2 Co. 2:14-16).
Los principios y mandamientos impartidos por la Palabra de Dios no deben obedecerse en aislamiento o solo entre cristianos, sino dondequiera que vayamos. Somos “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncies las virtudes de aquel que os llamó [a nosotros] de las tinieblas a su luz admirable” (1 P. 2:9 ). Dios nos ha escogido para proclamar el evangelio al mundo. Los incrédulos no tienen otra forma de conocer a Cristo sino por el testimonio de lo que son los creyentes: la sal de la tierra y la luz del mundo
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;