El juicio final

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El juicio final (Apocalipsis 20:7-15)
El juicio presentado como una batalla (20:7-10)
Apocalipsis 20:7–8 RVR60
7 Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, 8 y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar.
Al final de los mil años, Satanás sale de su prisión (7) para reanudar su obra de engañar a las naciones y batallar contra Dios (8).
- Esta descripción no se debe interpretar literalmente, porque implicaría que la obra de Cristo, que encadenó a Satanás (2-3), es temporal.
- Estos versículos enseñan que Satanás no se reforma por ver el ministerio de Jesucristo ni el desarrollo de su reino en el tiempo de la iglesia.
- Aun en vísperas de la Segunda Venida, sigue teniendo el mismo propósito que le ha motivado a través de toda la historia.
- La oposi­ción a la soberanía y a los planes de Dios no desaparecerá antes del fin del mundo; “el mal tiene reservas de vitalidad casi insospechadas, y muere con gran dificul­tad” (Foulkes).
- Apocalipsis 20:7-10 sugiere un gran último esfuerzo de los rebeldes para derrotar a Dios y a su pueblo, la misma verdad presentada en 16:14 y 19:19.
Gog y Magog aparecen en Ezequiel 38-39 como el adversario de Dios y del pueblo que él ha recogido de entre las naciones (38:12).
- Gog sube contra el pueblo de Dios, Israel, y cubre la tierra como una nube (38:16).
- En Ezequiel, Magog es una tierra, y Gog un príncipe (38:2), pero en Apocalipsis se han fundido en un solo símbolo.
- Simboliza “todas las naciones hostiles a Dios y que odian a sus seguido­res” (Foulkes).
- Es una multitud tan numerosa como las arenas del mar, reunida desde los cuatro ángulos de la tierra (Apoc. 20:8).
- Esta multitud rodea y amenaza al pueblo de Dios, pero éste no tiene que defenderse, porque cae fuego del cielo para protegerlo (9; véase Ezeq. 39:6 y la batalla que falta en Apoc. 19:19-20).
- La tarea de los creyentes como candelero es adorar a Dios y testificar al mundo, no hacer guerra ni siquiera preservar su propia vida.
- Después de la victoria final de Dios sobre sus adversarios, el diablo sufre el mismo castigo que la bestia y el falso profeta: es arrojado al lago de fuego y azufre (Apoc. 20:10).
- La rebelión contra Dios no lleva a la gloria e indepen­dencia que el rebelde espera, sino al sufrimiento de la separación de Dios, sin tregua y sin fin.
En 9:13-19; 16:12-16; 19:11-21; y ahora en 20:7-10 Juan utiliza la figura de una batalla de escala mayor que toda batalla de la historia humana.
- Estos pasajes son expresiones de un mismo principio; no son cuatro distintas batallas.
- La rebe­lión contra Dios produce horribles conflic­tos dentro de la humanidad, pero aún más se expresa en un intento de derrotar y destruir a Dios.
- Puede ser que Juan entiende que esta oposición se intensifi­ca­rá a través de la historia, culmi­nando en un clímax de oposición, superada por la autori­dad y poder invenci­bles de Dios.
- La muerte y resurrec­ción de Jesu­cristo fue un clímax de la oposición y del poder de Dios.
- No está claro si Juan está descri­biendo aquel evento con términos escatológicos, o si se refiere a algo que sucederá en los últimos días. El tiempo dirá.
En cuanto al papel de Satanás en esta batalla a través de la histo­ria, Newport descubre en 20:7-10 la sugeren­cia de que la función del diablo no es originar el pecado sino revelar­lo y desarrollar las posibilida­des malas latentes en la gente.
El juicio presentado como proceso legal (20:11-15)
Apocalipsis 20:11–15 RVR60
11 Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. 12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. 13 Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. 14 Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. 15 Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.
Juan vuelve a ver el trono de Dios (véase 4:2). Ahora el trono es blanco, el color de la victoria (20:11); este soberano ha ganado la victoria sobre todos sus adversarios.
- El blanco también puede simboli­zar la pureza o rectitud de su juicio.
- La huida de la tierra y el cielo indica que está comenzando la gran renovación que Dios realizará al final de esta edad (véase 21:1); la creación rebelde será expulsada de la presencia de Dios para dar lugar a una nueva creación.
- Dios está sentado para juzgar a todos los seres humanos, tanto los vivos como los muertos (20:12), y nadie, ni grande ni pequeño, puede escapar del juicio.
- Cuando Juan dice que el mar devolvió sus muertos(13), enfatiza esta verdad.
- Para el judío, el que muere en el mar es el más lamentable, porque no es enterrado en su tierra ni cerca de su familia.
- Pero el mar que frustra los últimos deseos del hombre no representa ningún obstácu­lo para Dios.
- Al fin de todo esfuerzo humano y toda peripecia de la naturaleza, tanto los rebeldes como los reconciliados están en la mano de Dios.
Parece haber también simbolismo en el mar.
- Como la muerte y el infierno, el mar representa las grandes fuerzas suprahumanas que amenazan los planes de Dios.
- Aun estos tres monstruos que tienen encarce­lados a los muertos tendrán que doblegarse ante la voluntad de Dios y devolver a sus muertos.
- En el plan de Dios, el mal en todas sus manifestaciones será eliminado de su creación.
- Los poderes que se oponen al bienestar de sus criaturas serán juzgados y arrojados al lago de fuego (14).
- Dios no quiere que el juicio sea destrucción para ninguna persona; más bien quiere matar la Muerte (véase 21:4) y establecer la realización perfecta de la comunión que él quiere con la humanidad.
- Dios puede usar aun la tragedia más grande de la existencia humana para bendición.
A pesar de su deseo, Dios no obligará a ningún ser humano a aceptar esta comunión.
- Todo ser humano tiene que responder a Dios, pero puede decir “Sí” o “No.”
- En el juicio, Dios repasa la vida de cada persona y declara cuál fue su respues­ta.
- En la visión de Juan, los libros en que están escritas lo que cada persona había hecho se abrieron (12).
- Lo que uno hace, aun mejor que lo que dice o lo que piensa, revela su respuesta a la oferta de Dios; por lo tanto, cada muerto es juzgado conforme a lo que estaba escrito en los libros.
- El que había vivido una vida de rechazo fue arrojado al lago de fuego (15); Dios respeta su “no,” aun cuando significa el dolor de la separa­ción para la persona y para Dios.
Todos somos pecadores y nuestras acciones expresan el “no” de la rebelión contra Dios.
- Sin embargo, Dios nos da, por medio del Cordero, la oportunidad de arrepentirnos y cambiar nuestro “no” a “sí.”
- Los nombres de los que aceptan esta oferta están inscritos en el libro de la vida (12, 15).
- En las vidas de éstos se encuentran las acciones que Dios y Cristo producen.
- Nadie es exonera­do en el juicio en base de buenas obras.
- Más bien el Cordero con su muerte ha inscrito los nombres de los que creen en él en el libro de la vida (véase 3:5).
- Por eso el libro puede descri­birse como el libro del Cordero (13:8).
La escena del juicio incluye tanto los libros de las acciones como el libro de la vida, porque el juicio se basará tanto en las acciones humanas como en la gracia divina expresada en el sacrificio de Jesucristo.
Hay tensión entre estas dos bases, pero Juan incluye ambas en su presentación.
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