Mujeres Zulma
Sueños guajiros
“Sueños guajiros” es una expresión utilizada en México y se refiere a crear fantasías en la mente sin apego a la realidad. “Guajiro” es un adjetivo que describe un canto popular cubano de campesinos. La historia de cómo llegó esta frase a México resulta muy ilustrativa.
Cuentan que Fidel Castro arribó a México mientras se preparaba para encabezar el movimiento guerrillero que derrocaría al dictador Batista. Se dice que Fidel hablaba de una Cuba libre donde la gente sería feliz. La gente que lo escuchaba tan apasionado, le decía: “Son sueños guajiros, Fidel”.
Irónicamente, los cubanos —en el momento en que esto se escribe— continúan esperando justicia en su país, donde Fidel y su hermano aún persiguen aquel “sueño guajiro”.
¿Y qué sueños guajiros aspiramos las mujeres? Tal vez tener una casa lujosa con servidumbre para no hacer el quehacer nunca más, o ver a nuestros hijos adultos con vidas provechosas, o volvernos ricas y dejar nuestro empleo. Pero en el fondo, el sueño guajiro que más pronto se desvanece viene después de la boda, cuando nos damos cuenta que no nos casamos con un príncipe azul, y que la relación no resulta tan perfecta como soñamos.
Una de las quejas más comunes de las recién casadas anuncia que los halagos del noviazgo se han esfumado. Al paso de las semanas, los meses y los años, la “princesa” se transforma en “mujer”, la “flaquita” en “gorda”, la “preciosa” en “vieja”, y la “amada” en el nombre de pila. ¿Volveremos a ser nuevamente la “reina”? ¡Sueños guajiros!
Pero, ¿será que nosotras mismas hemos propiciado que este sueño tenga tintes de imposible? Tal vez hemos fallado, y si rectificamos, volveremos a escuchar un halago del esposo. Es más, probablemente ya ni siquiera ansiamos el sobrenombre de cariño, sino algo más profundo. Añoramos algo superior, como la historia de aquel hombre a quien se apodó el Hombre de Hierro.
Nadie podía hablar mal de él, pues se mostraba serio y poco compasivo. Su reputación lo etiquetaba como un hombre con malos modales; un capitán recio que no se daba a sentimentalismos. Otto no era de fiar. Pero ese hombre austero se enamoró de Johanna y ella resultó una buena anfitriona, madre y esposa.
Seguramente vivir con Otto no fue una tarea sencilla. Él era dogmático, obstinado e irritable, pero cuando Johanna murió, el canciller Otto Von Bismarck, un importante político alemán, le escribió a un amigo: “No puedes imaginar lo que esta mujer ha hecho de mí”.
Johanna no dejó su huella en la literatura o la pintura de la época, pero grabó su sello en el corazón de su marido. ¿Cómo lo logró? ¿Cómo consiguió ese “sueño guajiro”?
2
Una mujer “odiosa”
Una amiga me dijo en cierta ocasión al abrir la Biblia en el libro de Proverbios, en el capítulo 31:
—¿Sabes? No me gusta esta mujer.
—¿Por qué? —pregunté con curiosidad.
—Es demasiado perfecta —respondió ella.
Estuve de acuerdo. El escritor de Proverbios, probablemente Salomón, redacta las cualidades de una mujer perfecta. Y ya que ninguna de nosotras lo somos, por supuesto que nos sentimos incómodas ante este modelo de magnificencia.
Algunos estudiosos de la Biblia sugieren que este pasaje fue escrito por una mujer o alegan que tal vez Salomón copió lo que su madre —Betsabé— le enseñó que debía tener una esposa digna de un rey. Obviamente, si alguna de estas teorías es cierta, la mujer que plasmó estos versos exigió demasiado de sus congéneres de todas las épocas. Las grandes feministas del siglo XX la atacarían con vehemencia si regresara a la vida.
Por otra parte, he escuchado muchas predicaciones sobre este poema. Generalmente los hombres que exponen y desglosan cada enunciado, lo hacen con una sonrisa y un suspiro. Al parecer, a ellos sí les emociona la imagen de esta mujer tan especial. ¿Por qué hallamos reacciones tan opuestas hacia esta mujer quien probablemente luce como un sueño guajiro más que como una realidad? ¿O acaso existió una persona con dichas cualidades?
El poema comienza así:
“Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas”.
Para los hombres esto suena a reto, una aventura emocionante en la que desean participar. Me imagino que lo comparan con la adrenalina que les surge al toparse con una montaña o una competencia. Pero para las mujeres esto suena amenazante e intimidante. ¿Qué quiere decir el escritor? ¿Acaso dichas mujeres están en peligro de extinción?
¡Por supuesto que no! Yo conozco muchas mujeres ejemplares. Está mi propia madre, una mujer íntegra y valiosa; o pienso en mi suegra, una mujer industriosa y pendiente del hogar. Me faltaría espacio para describir a mis abuelas, pero pienso en las palabras que escuché hace poco en el funeral de mi tía Betty de labios de sus hijos y su marido. Se expresaron de ella con honestidad y amor, describiéndola como una mujer digna de admiración. ¿Qué vieron en ella? Cuidado del hogar, tiempo invertido en cada uno de ellos, amor incondicional; y debo aclarar que ella no fue una mujer perfecta, en el sentido literal de la palabra, sino que más bien la califico como una mujer “completa”.
¿A qué me refiero? Analicemos el significado de “virtuosa”. La palabra choca con nuestros oídos modernos; quizá imaginamos una mujer con vestido largo, el cabello recogido y sin maquillaje, que no pierde tiempo viendo televisión, ni conduce un auto. Primer error. Las diversas traducciones de la Biblia traducen la palabra hebrea como una mujer “ejemplar” o una mujer “de carácter” o una mujer “hacendosa” o una mujer “fuerte” o una mujer “completa”.
La Biblia se refiere a una mujer con una fortaleza interior que la hace capaz de llevar un hogar. Así que la expresión empieza a suavizar nuestra frente fruncida y respiramos con más tranquilidad.
Aún más, nos conmueve que el escritor insista que una mujer así es más valiosa que la joya más exquisita. Quizá al empezar a leer este poema nos sintamos inferiores a esta mujer ejemplar, pero mi deseo es que al analizar aquello que la hace especial, podamos imitar su conducta y pertenecer a esta liga de mujeres de carácter, que más que odiosas, nos deberían parecer dignas de admiración.