Una fe a prueba de sed
Éxodo: De la esclavitud a la libertad • Sermon • Submitted • Presented
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Éxodo 15:22-27
“A prueba de todo” es el nombre de un programa de televisión que se comenzó a emitir en 2006 en Discovery Chanel. En este, Bear Grylls, un exmilitar británico y experto en supervivencia, enfrenta en cada capítulo una aventura en la que tenía que sobrevivir con pocos o casi nada de recursos en medio de ambientes hostiles: una selva, el desierto, el frío o algún lugar inexplorado. El programa estaba categorizado como educativo, porque, en teoría, su propósito era enseñar sobre supervivencia, en el caso de que algún día alguien tuviera que enfrentarlo en la vida real.
La sección que estamos comenzando hoy y que va desde el capítulo 15:22 y hasta el final del capítulo 18, perfectamente podría ser nuestro “A prueba de todo”, solo que no tenemos a un individuo experto sino a un pueblo con muy poca preparación y experiencia, pues se trata de una serie de acontecimientos en los que Dios lleva al pueblo de Israel, que ha sido librado de la esclavitud en Egipto, por medio de intensas y extremas jornadas en el desierto con el fin de enseñarles a confiar en él y a obedecer sus estatutos.
Por supuesto, hay mucho que podemos aprender, no solo de como Dios trata con los suyos, sino de qué manera debemos o no debemos responder ante situaciones similares, cuando disfrutando de nuestra libertad, tengamos que atravesar por diversas pruebas.
Hoy nos ocuparemos del primero de tres episodios seguidos en el camino del desierto (falta de agua, falta de comida, y de otra vez, falta de agua), la necesidad de agua que llevó al pueblo a la murmuración pero también como Dios los instruyó y les exhortó a escuchar su voz y obedecer sus estatutos.
El punto de mi sermón esta mañana es entonces el siguiente:
La vida de los que son librados de la esclavitud va a involucrar ser probados para confiar en Dios pero sobre todo, involucrará escuchar Su voz y obedecer sus mandatos.
Así que vamos a ver esta pequeña porción a la luz de dos divisiones:
Una prueba de confianza (22-25a)
Una prueba de obediencia (25b-27)
Una prueba de confianza (22-25a)
Después del alegre cántico que cantaron al ver la victoria de Dios sobre los egipcios, el pueblo de Israel comienza su caminata por la península del Sinaí hacia el sur bordeando la costa del Mar rojo, van camino al desierto.
Aquí es importante una aclaración geográfica. Usualmente, cuando pensamos en el pueblo de Israel atravesando el desierto, lo primero que viene a nuestra mente es una procesión de personas pasando por dunas de arena en medio del inclemente sol sin siquiera un árbol a la vista. Pero aquí, la palabra está más relacionada con el hecho de que no había ciudades en el territorio, obviamente se trataba de una zona de muchos accidentes geográficos, montañas, valles, caminos rocos y llanos; pero no muy uniforme. Es por eso que vemos que en ocasiones aparecen lugares en los que había agua y pastos, que no eran propiamente oasis, sino más bien zonas cercanas a ríos o a fuentes subterráneas de agua.
Además, también es importante precisar que el Señor milagrosamente iba protegiendo al pueblo de las inclemencias del sol y de las bajas temperaturas que pudieran experimentarse en la noche por medio de la columna de nube y de fuego.
Aun así, tres días después de iniciar la caminata, el pueblo experimentó sed. Las reseras de agua se habían acabado y no encontraban ni para ellos ni para su ganado. Así que al tercer día a la situación se hizo más crítica cuando al llegar a un lugar en el que se suponía debían encontrar agua, encontraron fue aguas amargas y para entonces no solo el agua era amarga, también sus almas y llamaron al lugar: “Mara”.
La respuesta ante tal frustración, fue murmurar contra Moisés y reclamarle sobre qué beber. La palabra “murmurar” da la idea de una queja. No era simplemente un murmullo, era un reproche contra Moisés, un señalamiento indirecto de que él y por tanto Dios era el responsable de tal situación. Ellos posiblemente nunca habían enfrentado una situación similar, después de todo, en Egipto eran esclavos, pero por lo menos tenían el Nilo.
Moisés, quien oficia como mediador, clama al Señor y Dios le dice que tome un árbol y lo arroje a las aguas, Moisés lo hizo y las aguas se hicieron aptas para beber.
No tenemos certeza de si esto fue algo natural o milagroso, lo cierto es que fue Dios quien estaba trayendo al pueblo una solución para lo que estaban enfrentando.
Hay varias cosas que podemos ver aquí en términos prácticos en este pasaje:
Aunque el pueblo de Israel había sido liberado de la esclavitud, eso no implicaba que no iban a pasar por situaciones difíciles pero Dios seguiría en cuidado de ellos.
La queja fue su primer recurso, incluso cuando apenas hace tres días acababan de ver una gran manifestación del poder de Dios; pero definitivamente son las situaciones de extrema necesidad las que sacan realmente lo que hay dentro de nosotros. Incluso el milagro más grande que alguien pueda presenciar tiene un efecto que se esfuma con el paso de los días y con el hecho de enfrentar la realidad de la vida.
Dios permite las pruebas y el sufrimiento como una oportunidad para enseñarnos a confiar en él pero es tan misericordioso que cuando aún nuestra respuesta puede ser pecaminosa, él siempre acude a nuestro socorro. Dios no es alguien que aflige por placer, sino que hace que nuestro sufrimiento obre para nuestro bien. (Leer Lamentaciones 3:25-33).
Uno esperaría que un relato como estos terminara allí. El pueblo camina por el desierto, tiene sed, murmura, Moisés clama y Dios les resuelve el problema con un milagro; pero no, el texto continúa y hay nos conduce a lo que es en realidad el texto principal en este pasaje:
Dios les dio estatuto y ordenanza y los puso a prueba; pero veamos qué es lo que eso implica.
Una prueba de obediencia (25b-27)
Y Dios les dio allí un estatuto y una ordenanza, y allí los puso a prueba
Mara no solo fue el lugar del primer desafío para la fe del pueblo de Israel, sino el lugar del primer estatuto y ordenanza. Aunque sabemos que el Señor les daría un cuerpo más completo de leyes en el capítulo 20, aquí Él les da también unas instrucciones que no conocemos, el texto no las menciona, pero se nos dice que allí los puso a prueba, eso quiere decir que desafió su obediencia.
¿Y en qué consistía la prueba? Si ellos escuchaban la voz de Dios y obedecían los mandatos y estatutos, el Señor no enviaría las plagas que había enviado a los egipcios. Y aquí conviene preguntarnos ¿qué tiene que ver la queja por la falta de agua con la obediencia a las leyes y estatutos y las plagas de Egipto? Confieso que la relación no es fácil de ver a simple vista per permítanme proponerles la siguiente interpretación:
Dios está aprovechando el golpe de realidad que los Israelitas están teniendo al encontrarse con que el camino de la libertad les va a demandar fe y confianza absoluta en Dios como su proveedor, pero también, ser libres involucra que ellos ahora deberán seguir la voz de su nuevo Señor, ya no obedecen a Faraón, ya sus almas y mentes no deben estar en Egipto y sus leyes, sino en las leyes y preceptos de Dios. Dios les está diciendo: Ustedes ahora no solo son un pueblo libre que debe confiar, sino uno que debe obedecer mi voz y mis leyes, les dice el Señor.
Pero a la par de todo eso el Señor les advierte que desobedecer sus estatutos y sus mandatos va a traer consecuencias y estas tienen que ver con castigos semejantes a los que se les envió a los egipcios.
Aquí tenemos otro desafío de interpretación ¿está Dios amenazando al pueblo diciéndole que si no obedecen los va a destruir como a los egipcios? Estamos claros en que ese no debe ser el sentido de esta advertencia ¿entonces cuál?
Bueno, una forma de verlo es a la luz del contexto. El pueblo de Israel no es el pueblo de Dios porque haya obedecido nada, por lo tanto, no va a dejar de ser Su pueblo por no obedecer. La base sobre la cual ellos son aceptados es el pacto de Dios, pero, efectivamente desobedecer va a traer consigo consecuencias y eso nos lleva a pensar en el propósito de las plagas que Dios envió a Egipto, el cual era ablandar el corazón de Faraón para que dejara ir al pueblo, así que, la idea parece ser esta: ustedes ahora deben obedecer mi voz, pero si no lo hacen, yo los disciplinaré con el fin de que se arrepientan. Enviaré sufrimientos, con el fin de hacerlos volver de su mal camino.
Esto nos ayuda a entender mejor que cuando Dios habla de probar a su pueblo, Él no se refiere a enviarles toca clase de sufrimientos para ver si son o no son fieles; Dios sabe lo que cada uno de sus hijos puede y no puede soportar, las pruebas del Señor tienen, de acuerdo con este pasaje dos propósitos: o bien llevarnos a confiar en él, o bien disciplinarnos para que abandonemos nuestro pecado y desobediencia.
Las pruebas que vienen a los creyentes no vienen porque Dios no esté seguro de si son o no buenos seguidores, sino porque el Señor quiere traer un provecho, ya sea en confianza o en obediencia.
Estas dos ideas las vemos claramente en la biblia:
Por un lado, las pruebas por causa de la providencia divina nos llevan a crecer en paciencia:
Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; 4 y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza. 5 Y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado. (Rom 5:3. Ver también Stg 1:2-3)
Y por otro lado, la prueba que el Señor permite que viene como disciplina por la desobediencia, también produce fruto:
«Hijo Mío, no tengas en poco la disciplina del Señor,Ni te desanimes al ser reprendido por Él.
Ni te desanimes al ser reprendido por Él.
6 Porque el Señor al que ama, disciplina,Y azota a todo el que recibe por hijo».
Y azota a todo el que recibe por hijo».
7 Es para su corrección que sufren. Dios los trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline? 8 Pero si están sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces son hijos ilegítimos y no hijos verdaderos. 9 Además, tuvimos padres terrenales para disciplinarnos, y los respetábamos, ¿con cuánta más razón no estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos? 10 Porque ellos nos disciplinaban por pocos días como les parecía, pero Él nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de Su santidad.
11 Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza. Sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, después les da fruto apacible de justicia. 12 Por tanto, fortalezcan las manos débiles y las rodillas que flaquean, 13 y hagan sendas derechas para sus pies, para que la pierna coja no se descoyunte, sino que se sane. (
(Heb 12:5-13)
Notemos cómo el Señor en este pasaje está dejando en evidencia el propósito del sufrimiento para su pueblo: que aprendan a confiar cada vez más en él, o que corrijan su mal camino viviendo en obediencia.
Mis amados hermanos; ser libres en Cristo, como lo hemos dicho, no significa que no vamos a sufrir, pero tampoco que vamos a vivir como queramos.
Ser libres significa que el Señor nos dejará sufrir para conocerle y nos mandará a obedecer su voz a fin de experimentar su cuidado, y si no hacemos esto último, él enviará sufrimiento a fin de producir arrepentimiento y volvernos del mal camino, ablandar nuestro corazón.
Israel debía saber esto porque si algo iba a enfrentar a partir de ese momento eran dificultades y necesitaba saber que Dios estaba trabajando en medio de ellas. Lamentablemente, todos sabemos que este pueblo, ni lo uno ni lo otro, las pruebas no los hacían confiar sino murmurar y las leyes en lugar de guardarlas las transgredían; pero mi hermano, gracias al Señor nosotros tenemos mucha más luz en Cristo y esto nos apunta significativamente al evangelio:
Pues Cristo no solo entendió el propósito del sufrimiento sino que se sometió a dicho sufrimiento gozosamente. Él llevó nuestro castigo y no porque él haya desobedecido sino porque nosotros lo hicimos y eso hoy nos anima en nuestras tribulaciones. Por la pura gracia divina nosotros no experimentamos la severidad de un castigo que no podríamos soportar.
Así que, cuando pensemos que el sufrimiento que estamos llevando es demasiado severo o cruel, que nos ha tocado algo muy difícil de llevar, recordemos las palabras del autor de Hebreos:
Consideren, pues, a Aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra Él mismo, para que no se cansen ni se desanimen en su corazón.4 Porque todavía, en su lucha contra el pecado, ustedes no han resistido hasta el punto de derramar sangre.
Cuanto ánimo trae eso en medio de nuestras luchas y tribulaciones. No tenemos que victimizarnos por el duro camino del desierto, más bien debemos mirar con gratitud a Jesucristo porque por Él seguimos siendo pueblo, por Él no sufrimos todo lo que deberíamos, por Él avanzamos hacia la meta.
¿Cuál es tu lucha hoy? ¿Cuáles son las aguas amargas que te amargan el alma? ¿Estas siendo disciplinado como consecuencia de tu desobediencia? ¿Has dejado de escuchar la voz de Dios en algún área de tu vida? Sea lo que sea, no dejes de confiar que el Señor en Su bondad obrará para bien, ya sea para producir paciencia o para producir la santidad como fruto.
Regocíjate en el Señor, hermano mío, por las diversas pruebas y tribulaciones, porque en todas ellas Cristo ya paso antes que nosotros y es nuestra ayuda. Que el Señor hoy te dé ánimo al contemplar esta realidad.
Y amigo que estás aquí, puede ser que el motivo que te esté impulsando aquí haya sido encontrarte de cara con la realidad de que la vida no es un camino fácil de transitar. Es posible que hoy estés frente a un poso de aguas amargas; pero como o puedes ver, en Dios hay esperanza. Una cosa es segura, lejos de Dios o no, vas a tener que continuar caminando por el desierto de este mundo, pero solamente en Dios encontrarás la manera de llegar sano a la meta. Ven a Cristo, y camina junto a los muchos que hoy, en medio de pruebas y tribulaciones, avanza con gozo a la esperanza de la vida Eterna.