Tema:ORAR POR LOS PERDIDOS.
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introducción:
Una de las principales prioridades de Dios para las oraciones de los creyentes es rogar por la salvación de las personas que no conocen a Cristo. La oración evangelística es un deber espiritual y un compromiso que requiere mucho tiempo y energía.
C. H. Spurgeon escribió acerca de lo difícil que es y nos exhorta a no descuidarla:
Una cosa más, el ganador de almas debe ser un maestro en el arte de la oración. Usted no puede llevar almas a Dios si no acude a Él. Debe obtener sus armas de guerra de la armería, que es la comunicación sagrada con Cristo. Sise acostumbra a estar a solas con Jesús, reflejará su Espíritu, se encenderá con la llama que ardía en su pecho y consumió su vida, llorará con las lágrimas que caían sobre Jerusalén cuando la vio perecer y aunque no hable de forma tan elocuente como Él, hablará con el mismo poder con el que encantó los corazones y despertó las conciencias de los hombres. Mis queridos hermanos, especialmente los miembros de la iglesia, me inquieta que algunos de ustedes se relajen y se tomen con calma los asuntos del reino de Dios. Hay algunos (y los bendigo, y bendigo al Señor al acordarme de ustedes) que se toman en serio el ganar almas a tiempo y a destiempo, y son verdaderos sabios; pero me temo que hay otros cuyas manos son flojas, que están satisfechos con dejarme predicar, pero ellos mismos no lo hacen; que ocupan estos asientos y estas bancas, y esperan que todo salga bien. Eso es todo lo que hacen.
El Antiguo Testamento presenta varios ejemplos de hombres santos que oraron por quienes estaban lejos del Señor. Moisés oró: “Perdona ahora la iniquidad de este pueblo [Israel] según la grandeza de tu misericordia, y como has perdonado a este pueblo desde Egipto hasta aquí” (Nm. 14:19).
El profeta y juez Samuel también intervino de esta forma: “Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y solo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos. Entonces los hijos de Israel quitaron a los baales y a Astarot, y sirvieron solo a Jehová. Y Samuel dijo: Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehová” (1 S. 7:3-5.
En el Nuevo Testamento, Esteban oró por la salvación de sus verdugos mientras lo apedreaban, hasta que murió: “Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió” (Hch. 7:59-60).
El apóstol Pablo deseaba ardientemente que sus compatriotas judíos conocieran a Jesucristo: “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas” (Ro. 9:1-4).
Esta profunda preocupación se expresaba de forma inevitable en su vida de oración: “Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para su salvación” (Ro. 10:1).
1.-¿QUÉ ES ORAR POR LOS PERDIDOS?
Pablo define la esencia de orar por los perdidos al enumerar cuatro términos: “rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias” (1 Ti. 2:1). “Rogativas” viene de la raíz griega que significa “faltar” o “estar sin algo”. Cuando entendemos que algo falta, como una relación salvadora con Jesucristo en tantas vidas, debemos orar para que Dios provea el elemento faltante: la fe salvadora, en este caso. La necesidad imperiosa de alcanzar a un número tan grande de personas con el evangelio debe llevarnos a suplicarle a Dios que nos ayude a finalizar la tarea.
“Oraciones” solo se utiliza en las Escrituras en cuanto a Dios y, por lo tanto, denota el aspecto único de adoración y reverencia. La oración evangelística dirige la adoración hacia Él porque todos lo glorifican cuando responde y salva a los pecadores ( 2 Co. 4:15).
“Peticiones” es el sustantivo de un verbo griego que en otros lugares (Ro. 8:26; He. 7:25) habla de la intercesión de Cristo y del Espíritu Santo por los creyentes al identificarse con sus necesidades y luchas, y al ser partícipes de las mismas. De esta manera, la oración evangelística auténtica no es distante ni impersonal, sino que está llena de empatía y compasión por los que se ofrecen las peticiones. A medida que intercedemos a favor de familiares, amigos y compañeros de trabajo que no son salvos, trataremos de comprender con sinceridad la gravedad de su condición perdida, y la magnitud de cualquier dolor y desesperanza que puedan experimentar.
Por último, las “acciones de gracias” exigen que nuestra oración evangelística se caracterice por la gratitud porque Dios ha ofrecido el mensaje del evangelio, nos ha escogido para ser sus evangelistas y su Espíritu lleva a algunos a la fe y al arrepentimiento.
Si alguno de estos aspectos enriquecedores no está en su oración por los perdidos, es necesario que se haga algunas preguntas a conciencia. ¿Entiende usted el alcance de la condición desesperada de la persona que no es salva y de lo que él/ella se está perdiendo?
¿Realmente quiere ver a Dios glorificado por salvar a los pecadores? ¿Está agradecido por la oportunidad y el privilegio que ha recibido de darles a conocer el evangelio a quienes forman parte de su círculo de influencia? Es posible que no fuera consciente o que fuera indiferente a tal dictado de la conciencia antes, pero ahora debe pedirle ayuda al Señor para ser más sensible a estas preocupaciones cuando ora.
2.-¿CUÁL ES EL ALCANCE DE ORAR POR LOS PERDIDOS?.
Nunca deberíamos poner límites a nuestra oración evangelística. Si Pablo le dijo a Timoteo que la oración debe hacerse a favor de “todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en eminencia” (1 Ti. 2:1b-2a), no es correcto que limitemos el alcance del llamado del evangelio o nuestras oraciones evangelísticas de forma egoísta.
Las Escrituras son claras en que la oración por todos los que se pierden es completamente consecuente con el corazón de Dios.
Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?
dice que no le agrada que las personas mueran sin arrepentirse, pero es feliz cuando se vuelven a Él. En Hechos 17:30, Pablo les dijo a los atenienses que Dios “ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” Hch. 3:26). Por lo tanto, tenemos la responsabilidad como creyentes de orar para que las personas no regeneradas obedezcan el mandamiento del Señor y acepten su oferta universal de salvación (Tit. 2:11).
La Biblia no hace excepciones de líderes malvados ni de aquellos con quienes tenemos diferencias políticas. En cambio, las epístolas instruyen a los cristianos a ser fieles y a someterse a sus gobiernos (Ro. 13:1-5; 1 P. 2:17). Si más creyentes hubieran dedicado gran parte de sus esfuerzos a orar de forma evangelística “por los reyes y todos los que están en eminencia”
3.-¿CUÁL ES EL BENEFICIO DE ORAR POR LOS PERDIDOS?.
El apóstol Pablo ofrece un incentivo para los creyentes en cuanto al mandamiento de orar por todos los perdidos, incluso por quienes están en posiciones de autoridad: “para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Ti. 2:2b).
En esencia, cuando la Iglesia es plenamente obediente en cuanto a orar por los perdidos, el beneficio será tener condiciones sociales favorables para sus actividades de evangelización.
Cuando usted ora por sus líderes, es probable que no piense en maneras de desobedecer o de destituir su autoridad legal. En su lugar, se convierte en la clase de pacificador que le agrada al Señor Jesús y que cumple las instrucciones que Pablo le dio a Tito: “Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres. Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros” (Tit. 3:1-3).
El segundo beneficio para el pueblo de Dios cuando ora por todos los perdidos es que el mundo comienza a ver las características positivas de la Iglesia señaladas en Tito 3:1-2. Las personas verán a los cristianos como amigos que buscan su bienestar, no su mal. A medida que los perdidos crean más y más en Cristo, como respuesta a las oraciones sinceras de los creyentes, se abre la posibilidad de tener fruto adicional en el evangelismo y condiciones más favorables para el ministerio de la Iglesia en general.
Tal atmósfera para el pueblo de Dios en la sociedad (mientras ora de forma diligente, frecuente y compasiva por la salvación de todos), disminuye la posibilidad de recibir respuestas hostiles y contribuye a la libertad de ministrar sin disturbios externos e internos (“vivamos quieta y reposadamente”, 1 Ti. 2:2b).
Si la Iglesia obedece a Cristo y disfruta de un ambiente favorable para evangelizar, tal situación incluso mejorará cuando sus miembros viven en “piedad y honestidad” (1 Ti. 2:2b). Aquí, “piedad” se refiere a la actitud reverencial hacia Dios y “honestidad” significa vivir con un enérgico sentido de firmeza moral. Los motivos santos producirán una conducta justa, la cual hará que los cristianos tengan un testimonio eficaz ante el mundo.
El apóstol Pablo exhortó también a los creyentes de Tesalónica a ser fieles al vivir de forma tranquila y respetable: “Que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos” (1 Ts. 4:11, cp. 2 Ts. 3:11-12).
Los incrédulos que nos rodean deben vernos como amantes de la paz que cumplimos nuestros deberes a conciencia y demostramos una preocupación amorosa por su bienestar físico y espiritual.
4.-¿POR QUÉ DEBEMOS ORAR POR LOS PERDIDOS?
Pablo continúa dándole instrucciones a Timoteo sobre la oración evangelística al presentar una de las declaraciones más firmes de las Escrituras acerca del propósito salvador de Dios mediante cinco razones por las que los cristianos deben orar por los perdidos:
“Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro de los gentiles en fe y verdad” (1 Ti. 2:3-7).
1.-Orar por los perdidos es moralmente correcto.
Dios, de buena fe, hace un llamado general a todos los pecadores y desea de corazón que acepten la salvación: “Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?” (Ez. 33:11). Dios ve la oración evangelística como un esfuerzo noble y correcto a nivel espiritual
Los incrédulos viven de forma orgullosa o inútil y, a menos que se conviertan, sufrirán agonía eterna, separados para siempre del Señor después de morir. Al saber esto, debemos orar por ellos de manera constante y ferviente.
2.-Orar por los perdidos es consecuente con el deseo de Dios.
Si tenemos un entendimiento bíblico sobre la soberanía de Dios en cuanto a la elección y aceptamos la verdad de que “nos escogió en él antes de la fundación del mundo… en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos” (Ef. 1:4-5), comprenderemos entonces que su deseo por la salvación de todos es, de algún modo, distinto a su propósito eterno:
Dios desea sinceramente que todos los hombres y mujeres se vuelvan a Él mediante la fe salvadora. Sin embargo, solo escogió a los elegidos “del mundo” (Jn. 17:6) y pasó por alto a los otros pecadores, dejándolos en su depravación y maldad (cp. Ro. 1:18-32).
Como resultado, se condenan solo por causa de su pecado y rechazo a Dios. Él no es de ninguna manera culpable de su incredulidad ni le alegra que, al final, muchas personas elijan el infierno. Sin embargo, Dios recibirá la gloria, incluso cuando los incrédulos sean condenados ( Ro. 9:22-23 “¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria,”).
Los creyentes que quieren ser testigos fieles al aceptar su verdad, deben hacerlo por fe en su Palabra y confiar en declaraciones tan profundas como:
“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén” (Ro. 11:33-36).
Puesto que el Señor “quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Ti. 2:4; cp. Mt. 23:37), no debemos preocuparnos por saber si alguien ya fue elegido, antes de orar por la salvación de esa persona. Podemos hacerlo por cualquiera que no sea salvo, ya que esas oraciones son plenamente consecuentes con el deseo de Dios.
Después de todo, “clemente y misericordioso es Jehová, lento para la ira, y grande en misericordia. Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras” (Sal. 145:8-9).
3.-Orar por los perdidos refleja la unicidad de Dios.
En esta era de pluralismo religioso y filosófico, se dice que el judaísmo, el islam, el budismo, el hinduismo y un sinnúmero de religiones mayores y menores son igualmente válidos y que, al final, ofrecen un camino al cielo y a Dios. Si así fuera, los cristianos no necesitarían evangelizar porque muchos caminos de salvación “salvarían” a la mayoría de personas.
Sin embargo, los creyentes saben que las Escrituras enseñan que hay un solo Dios verdadero y Salvador ( Dt. 4:35, 39 “Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro.” Por lo tanto, existe la necesidad de interceder y pedir que las personas reconozcan y acepten a Jesucristo como la única fuente de salvación ( Hch. 4:12 “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” ).
4.-Orar por los perdidos es consecuente con la persona de Cristo.
Las personas pueden acercarse al Padre solo a través de “Jesucristo hombre” (1 Ti. 2:5 “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,” ). Como el Dioshombre perfecto (la construcción griega indica la traducción: “Cristo Jesús, Él mismo hombre”), Cristo reúne a Dios y al hombre.
El libro de Hebreos lo llama el mediador de un nuevo y mejor pacto (He. 8:6; 9:15; 12:24). Las personas no pueden acercarse a Dios por medio de ningún otro mediador (ángeles, santos, María) ni pueden alcanzar la salvación por otros medios (obras buenas, prácticas religiosas o rituales legalistas, meditación trascendental), sino solo poniendo su fe en la obra expiatoria de Cristo (Jn. 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” ; Hch. 10:43 “De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.” ; Ro. 3:21-26 “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.”.
Por lo tanto, es completamente apropiado y necesario que le pidamos a Dios que los corazones de los pecadores acepten la declaración de Jesús: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6).
5.-Orar por los perdidos refleja la plenitud de la expiación.
La naturaleza de la expiación de nuestro Señor, cuando se entiende bíblicamente, debería ser otra motivación para que oremos con más fervor y confianza por los inconversos. Todas las personas, sin que se den cuenta, se ven beneficiadas por el carácter completamente suficiente de la obra expiatoria de Cristo (Mt. 5:45 “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. ; Hch. 14:17 “si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones.”).
Su muerte sustitutiva, por la cual fue sacrificado en nuestro lugar para llevar nuestros pecados a fin de satisfacer la justicia de Dios, es suficiente para toda la humanidad. En palabras del apóstol Pablo, Él “se dio a sí mismo en rescate por todos” (1 Ti. 2:6). Sin embargo, como ya dijimos en la explicación sobre el deseo y el propósito de Dios para la salvación; por designio, la expiación solo es eficaz para quienes creen ( Mt. 22:14 “Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.” ).
La obra de Cristo en la cruz cumplió todo lo que Dios, en la eternidad pasada, decidió que sucediera respecto a la salvación de los pecadores. Los incrédulos que rechazan el evangelio no pueden frustrar los propósitos de Dios respecto a su plan soberano de redención. El profeta Isaías escribió: “Porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Is. 46:9b-10).
Por lo tanto, podemos orar con la confianza de que Dios salvará a todos aquellos a quienes Él ha escogido para la redención desde antes de que empezara el mundo ( Jn. 17:12 “Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.” ; Hch. 13:48 “Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.” ).