La ley de Dios.
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Dios gobierna su universo por medio de la Ley. La naturaleza misma opera bajo el gobierno providencial de Dios. Las llamadas leyes de la naturaleza son una simple expresión de su voluntad soberana.
Dios no está sujeto a ninguna ley fuera de sí mismo. No hay reglas independientes y cósmicas que Dios esté obligado a obedecer. Mas bien, Dios es Ley en Si mismo. Esto significa que Dios actúa según su propio caracter moral. Su propio caracter no solo es perfecto, sino que es el máximo estándar de perfección. Sus acciones son perfectas porque su naturaleza es perfecta y siempre actúa de acuerdo con su naturaleza. Por tanto Dios nunca actúa de forma caprichosa, arbitraria o antojadiza. Siempre hace lo que es correcto.
Como criaturas de Dios, también se nos requiere que hagamos lo que es correcto actuando según las bases de su ley moral, la cual Dios ha revelado en su palabra. La ley de Dios es el máximo estándar de la justicia y la norma suprema para juzgar el bien y el mal. Como nuestro soberano, Dios tiene la autoridad de imponernos obligaciones para exigir nuestra obediencia y a pesar de nuestra conciencia. A demás también tiene el poder y el derecho para castigar la desobediencia cuando violamos su Ley (El pecado suele definirse como la desobediencia a la ley de Dios).
Algunas leyes en la biblia se basan directamente en el caracter de Dios. Estas leyes reflejan los elementos permanentes y transculturales de las relaciones, tanto la divina como la humana. Otras leyes estaban destinadas a condiciones temporales de la sociedad. Esto significa que algunas leyes son absolutas y eternas , en tanto que otras pueden ser anuladas por Dios por razones históricas, entre ellas las leyes ceremoniales y alimenticias de Israel. Solo Dios mismo puede abolir tales leyes. Los seres humanos nunca tienen la autoridad para dejar a un lado la ley de Dios.
No somos autónomos. Es decir, no podríamos vivir de acuerdo con nuestra propia ley. La condición moral de la humanidad se rige por la heteronomía; vivimos para la ley de otro. La forma especifica de esa heteronomía bajo la cual vivimos es la ley de Dios.