Sermón del monte parte 2

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EL SERMÓN DEL MONTE parte 2

1. El cumplimiento de la ley

17No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. 18Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.

La ley es válida hasta que pasen “el cielo y la tierra”. No se abriga o se destruye, sino se va a cumplir hasta en tilde más pequeño.
Pero EL CUMPLIMIENTO parece estar en cuestión. Las fariseos y los escribas tenían una interpretación más limitada que Jesucristo.
Repasamos en este capítulo 5 unas seis momentos cuando Jesucristo dice: Oísteis que fue dicho a los antiguos, y también Yo os digo. Vamos a estudiar estos textos:
Oísteis que fue dicho
Versículo 21:
Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que mate será culpable de juicio.
Versículo 27:
Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.
Versículo 31:
También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio.
Versículo 33:
Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos.
Versículo 38:
Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente.
Versículo 43:
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.
Cuando dice: “Oísteis”, significa que el pueblo lo ha oído en las sinagogas. Los fariseos lo han enseñado de esa forma.
Es importante considerar correctamente estas afirmaciones, para entender los principios del Reino que enseña Jesucristo. Básicamente vemos dos interpretaciones confrontadas; una que quiere cumplir la ley exteriormente, y otra tal como lo vive un discípulo nacido de nuevo, con el poder del Espíritu. Parafraseando: “La letra de la ley de Moisés dice... pero yo os digo”.

“Yo os digo”

(6 veces en el capítulo 5)

LA IRA Y EL ADULTERIO

21Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. 22Pero yo os digo

27Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón

Dietrich Bonehoeffer fue un teólogo alemán al que mataron los nazis durante la segunda guerra mundial. Recuerdo haber leído un comentario suyo sobre este texto, en él explicaba que los “rabís”, o maestros judíos, estaban orgullosos del sistema de disciplina que tenían con sus alumnos. Dietrich Bonehoeffer dice que Jesucristo toma el ejemplo de los castigos rabínicos, para explicar su sentir. Había tres tipos de castigos, y Jesucristo los menciona así:
1) El enfado. En el enfado hay un distanciamiento hacia el hermano en el corazón.
2) Decir “Necio” o “Tonto” al hermano. Significa mostrar desprecio al hermano.
3) Decir “Fatuo” al hermano. Es difamar. Hay un odio desmedido, significa enemistad duradera.
Había una escala de gradación en los castigos rabínicos. Cada palabra que el rabino decía al alumno significaba un castigo. La primera palabra era la más leve, nesipha en hebreo; su castigo era no venir a clase durante una semana. La segunda palabra, niduj = necio, significaba ser expulsado durante un mes. No significaba tanto tener “la cabeza vacía”, como ser “desterrado” o “marcado como no deseado”. Ser desterrado significa ser desarraigado, deportado, desnaturalizado. La tercera palabra, cherem = fatuo, tenía como castigo ser definitivamente expulsado como alumno, sin posibilidad de retorno. El significado de esta palabra es ser rebelde, contumaz, obstinado, impertinente[1].
Jesucristo tomó entonces las costumbres rabínicas para mostrar los diferentes grados de enfado. El sólo hecho de enfadarse, expone al corazón al riesgo de “matar”. Es algo que pasa en el interior, pero según Jesucristo merecería ser culpable de juicio. Quizá el enfado dure una semana, por eso Dios procura aconsejar a Caín, antes de que hiciera algún mal a su hermano Abel. Dios le dio una oportunidad para corregirse.
Llegar a decir: “Necio”, merece ser entregado al concilio. El concilio de los judíos era la máxima instancia o “Sanedrín”. El Sanedrín lo formaban los setenta varones, principales en Israel, además del sumo sacerdote, que constituían el tribunal supremo de Israel, al que iban los asuntos más graves de la nación.
Enfadarse hasta el grado de llamar fatuo, y no querer ver más a la persona, merecería ser echado al “infierno de fuego”. Esto quiere decir que si tú deseas ver al otro en el infierno, tú mismo deberías ir allí.
El homicidio requiere un juicio, que debe estar en proporción al mal que se ha hecho. Por eso normalmente la pena del homicidio era la muerte. Había excepciones, cuando alguien mata a otro por “accidente”; para estos casos había ciudades de refugio en Israel, a las cuales se podía huir.
[1] Cherem De Wikipedia, la enciclopedia libre. Hérem (חרם), es la mayor censura eclesiástica judía e implica la exclusión de una persona de la comunidad a la que pertenece. https://es.wikipedia.org/wiki/Cherem

Sanar conflictos

Por eso vemos que la enseñanza de Jesucristo habla de sanar los conflictos:
“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante” (vv. 23-26).
El texto dice: “Te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti”. No dice: “tú tienes algo contra tu hermano”; basta con que tú hermano tenga algo contra ti. Si tú sabes que un hermano tiene un problema contigo, es suficiente para actuar. No te puedes quedar quieto, debes subsanarlo. Jesucristo muestra el camino.
“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tú hermano tiene algo contra ti” (v. 23).
Cuando Jesús habla del altar, podemos entender que habla de nuestro culto. Estando delante de Dios, se despierta nuestra conciencia. Dios se comunica con nosotros. Nos hace ver como están las relaciones con nuestros hermanos. Cualquier problema debe ser subsanado siempre, en lo que de nosotros dependa.
“Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante” (vv. 25-26).
Jesucristo nos dice ponte de acuerdo a nosotros. Si somos “pacificadores” buscaremos la paz. Jesucristo utiliza la palabra “pronto”; debemos tener prontitud en buscar la reconciliación. Si se espera, el diablo aprovecha la situación. Pablo dice: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo” (Ef. 4:26-27). Mejor que no se ponga el sol sobre nuestro enojo.

ADULTERIO

Hay una diferencia entre fornicación y adulterio. Fornicar es tener relaciones sexuales con alguien que no es tu esposa/o. Adulterar añade un mal mayor, porque rompes un matrimonio, te entremetes en una relación ya establecida.
Jesucristo dice: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (vv. 27-28). Otra vez vemos como Jesucristo pone el énfasis en el interior, en el corazón. El pecado empieza por dentro, antes de ser exteriorizado.
Los pecados ya cometidos, no son más que síntomas manifestados de un asunto más grave: “el pecado”que está en el interior. El naranjo da naranjas, el manzano da manzanas, el pecado produce pecados. Esto tiene que ver con la naturaleza interior. Ser cristiano, o profeta como David, no nos hace libres de nuestra “vieja naturaleza”.
David y Betsabé
Dice la Palabra que, en una ocasión, David no fue a la guerra, en el tiempo en que era costumbre que lo hicieran los reyes, sino que se quedó en su palacio. Esto significa que no compartió las cargas de sus soldados.
“Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa. Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo” (2 S. 11:2-3).
Los ojos de los hombres pueden traicionarles. El pecado puede entrar por la vista. Jesucristo dice: “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (v. 29). Si entiendo bien, la forma de hablar de Jesucristo, en arameo como los judíos de su tiempo. “Sacar y echar un ojo” era una expresión que significaba apartar la vista de algo y no mirarlo. Por eso se debe cortar con la pornografía en general y especialmente en internet, del mismo modo se deben evitar películas que incitan al adulterio. Debemos guardar nuestra alma de la condenación y de su destrucción en el infierno. Por eso se deben tomar medidas drásticas. El texto de 2 Samuel nos da a entender que David comenzó a mirar a Betsabé con codicia. La empezó a anhelar, y cuando el deseo llegó a ser ardiente, dio lugar al pecado. Como dice Santiago:
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Stg. 1:13-15).
Santiago habla de un proceso que comienza en nuestro interior. Jesucristo demanda control de nuestro corazón y de nuestra mirada. David pecó porque no dejó de mirar a esa mujer, por eso cayó en adulterio.

EL DIVORCIO Y EL JURAMENTO

31También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. 32Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación,

33Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. 34Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera

OJO POR OJO Y EL AMOR HACÍA LOS ENEMIGOS

38Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra;

43Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen

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