La Blasfemia Contra El Espiritu Santo
LA BLASFEMIA CONTRA EL ESPIRITU SANTO
Es muy común entre la hermandad preguntar: ¿qué es la blasfemia contra el Espíritu Santo? Y generalmente esta blasfemia es también llamada el "pecado imperdonable", basándose en lo que dijo Juan (1 Juan 5.16) y lo que dijo el Señor Jesucristo, cuando acusó a los fariseos de blasfemar contra el Espíritu Santo, indicando que este pecado "no tiene jamás perdón" (Marcos 3.30). Tomando en cuenta lo interesante que es este tema, vamos a considerar unos conceptos que nos sirvan para entender mejor la problemática de la blasfemia contra el Espíritu de Dios.
Blasfemar es "hablar en contra","denigrar", "desacreditar", "hablar mal de", "difamar"; a lo cual se puede agregar "insultar" al Espíritu Santo, cuando la blasfemia es contra el Espíritu de Dios, como lo hicieron los fariseos del tiempo de Jesús.
Jesucristo defendió al Espíritu Santo al señalar con su justa indignación la maldad que abundaba en los corazones de los fariseos. Inclusive el mismo Jesús se puso al frente indicando que aun el pecado contra él sería perdonado. Pero el pecado contra el Espíritu Santo jamás sería perdonado. Contra Cristo toda la humanidad ha pecado - por eso fue él sacrificado. Pablo (antes Saulo) blasfemó contra Cristo y contra la iglesia - pero fue perdonado (1 Timoteo 1.13).
A partir de la actitud de los fariseos en su oposición al ministerio de nuestro Señor Jesucristo, se puede saber más de qué implica esta forma de blasfemia. Marcos 3.30 señala que el pecado contra el Espíritu Santo ocurrió cuando los fariseos dijeron que Jesús tenía un espíritu inmundo, es decir un espíritu de Satanás. Principalmente por su incredulidad esos judíos no podían aceptar que Jesús obraba por voluntad de Dios. No podían entender cómo podía hacer Jesús sus milagros; no podían someter su orgullo intelectual; no podían doblegar su voluntad ante aquel galileo ajeno a sus tradiciones. La única explicación para ellos era que Jesucristo hacía milagros por el poder del diablo. "Este no echa fuera demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios" (Mateo 12.24).
Los fariseos no se dieron cuenta que ellos mismos eran movidos por el espíritu de Beelzebú, pues sus pensamientos eran malignos. Inclusive tenían en mente matar a Jesús, a pesar de tener ante sus ojos la encarnación misma del poder de Dios expresado en toda buena obra que él hacía.
"Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio...!
"Procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros".
"El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios".
"Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?" (Juan 8.37,44,47,48).
El problema de la incredulidad es que ésta cierra definitivamente las puertas a toda verdad de Dios. Es como un ciego que no ve la luz de Cristo. No acepta ninguna revelación divina aunque sea confirmada con señales. Pero la incredulidad tiene trascendencia, pues no hace sólo mal para este siglo sino también para el venidero. Por la incredulidad hay personas que se perderán eternamente aunque tengan la oportunidad de escuchar el mensaje de Dios.
Todo lo que Jesús hacía (sus obras efectuadas por el poder del Espíritu Santo) eran orientadas hacia la formación de la fe en los hombres. Todo lo que se oponía a este propósito espiritual puede considerarse como blasfemia contra el Espíritu Santo. Esteban demostró que el pueblo se había perdido por causa de su incredulidad (Nehemías 9.30), lo cual es equivalente a resistir al Espíritu Santo (Hechos 7.51). Los fariseos resistieron a Jesús (quien era lleno del Espíritu de Dios) y le dieron muerte. Los judíos resistieron a Esteban (hombre lleno de Dios), y lo mataron.
Ananías y Safira fueron castigados por Dios con la muerte por haber mentido al Espíritu Santo (Hechos 5.1-11). Menospreciaron el poder de Dios. No creyeron que Dios fuera capaz de darse cuenta de su pecado. Tampoco creyeron que Dios fuera capaz de castigarlos tan severamente.
Los que pisotean la sangre de Cristo se pierden eternamente, no porque hagan algo contra la sangre de Cristo, sino porque rechazan el único medio que Dios ha dejado para la salvación de los hombres (Hebreos 10.29). Es importante observar en este pasaje que se menciona el Espíritu de gracia, indicando la relación entre el Espíritu Santo y la salvación.
"Pisotear la sangre de Cristo" debe entenderse aquí como rechazar el plan eterno de Dios para la salvación que ha sido difundido por medio del Evangelio. Los que rechazan el Evangelio, rechazan al Espíritu Santo, porque el Evangelio (la Palabra) es un producto directo del Espíritu Santo.
El pecado imperdonable es también el "pecado voluntario", el rechazo consciente de la única fuente de salvación que existe en el mundo. Es el menosprecio de la dádiva más grande y hermosa que Dios ha dado a la humanidad. Cuando el hombre muere sin recibir el don divino, la gracia, se pierde para siempre.
Cuando hay incredulidad en el individuo, su mente queda cauterizada, sellando así su perdición. Dios ya nada puede hacer por él - y sólo le queda su propia condenación. Y es peor aun cuando una persona se ha bautizado y se ha retirado para no volver más (Hebreos 10.26,27).
La exhortación para hoy es no resistir al Espíritu Santo. La palabra de Dios dice: "Si oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones" (Hebreos 3.7). La función del Espíritu Santo hoy es "convencer al mundo de pecado" (Juan 16.8). Y quien no oye al Espíritu, pierde su oportunidad de salvación. Quien rechaza al Espíritu Santo anula su salvación, ya no queda más sacrificio por los pecados para él (Hebreos 10.26).
"Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma" (Hebreos 10.39).
- Arnoldo Mejía A.
La Voz Eterna, Marzo-Abril 1994