Sermón sin título (16)
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Transcript
En esta parte de nuestra conferencia, exploraremos la redención y la santificación en el área sexual. Hemos discutido cómo la Caída ha afectado nuestra comprensión y experiencia de la sexualidad, y cómo el pecado distorsiona nuestra percepción y nos impulsa hacia caminos de inmoralidad sexual.
La redención implica un cambio profundo en nuestras creencias y deseos. Necesitamos abandonar actitudes y pensamientos pecaminosos sobre el sexo y permitir que Dios renueve nuestra mente. Reconocemos que necesitamos un rescate, un libertador sabio, poderoso, dispuesto y fiel, y Jesús es precisamente ese libertador que buscamos.
El mayor problema en el área de la inmoralidad sexual es no reconocerlo. Hemos fallado al pensar que el objetivo de la sexualidad es el placer y la satisfacción personal, en lugar de reconocer a Dios como el dueño y señor de nuestra vida, y a Cristo como nuestro redentor y Señor también de nuestra sexualidad.
En este camino erróneo, caemos en la locura de ver el sexo como un medio para nuestra propia gratificación, en lugar de comprender su propósito de glorificar a Dios. Necesitamos comprender la mente de Dios y entender cómo debemos usar nuestra sexualidad de una manera que le glorifique.
La caída nos advierte que la creación no es el problema, ni el placer en sí mismo. El verdadero problema somos nosotros y la forma en que manejamos nuestra sexualidad revela nuestra rebelión y deslealtad en el corazón. Somos egoístas, ninguno de nosotros es moralmente puro. Necesitamos ser rescatados y redimidos por Dios. Él nos ofrece libertad en Cristo y viene a rescatarnos de nuestro egocentrismo.
El sexo está intrínsecamente conectado a la existencia de Dios.
A. El sexo implica Comunión
La pornografía desvirtúa las relaciones interpersonales al reducir el sexo a meras fantasías gráficas y actividades sexuales. En contraste, el amor al prójimo en el contexto sexual implica considerar a la otra persona como una imagen de Dios digna de respeto y aprecio. Significa tratar al otro con bondad, cuidado y compasión. Buscar el bienestar mutuo y asegurarse de que ambos estén experimentando amor y satisfacción en la relación.
La intimidad sexual debe desarrollarse exclusivamente dentro de una relación comprometida entre un hombre y una mujer, en el marco sagrado del matrimonio. Esta unión duradera tiene como propósito proteger y purificar el acto sexual, transformándolo en un medio de expresión de un amor tierno, fiel, sacrificial y orientado al servicio hacia el otro.
En el contexto de una relación matrimonial saludable, el sexo se convierte en una forma de comunicación profunda y de conexión emocional. Es importante vivir dentro del matrimonio con un comportamiento sexual que honre a Dios y complazca al otro. Debemos satisfacer las necesidades sexuales del otro en el contexto de un amor generoso y sacrificial.
B. Obediencia
El tema del sexo está intrínsecamente relacionado con el tema de la autoridad y la obediencia.
La inmoralidad sexual está arraigada en el rechazo de la autoridad de Dios y en la búsqueda de satisfacer nuestros propios deseos egoístas. La obediencia en el área sexual implica someter nuestros deseos y comportamiento a la voluntad de Dios expresada en Su Palabra.
La Biblia es clara en cuanto a la sexualidad y establece límites y directrices para nuestro comportamiento. Dios nos llama a vivir una vida sexualmente pura, evitando la fornicación, el adulterio, la pornografía y cualquier otra forma de inmoralidad sexual. La obediencia implica abstenernos de cualquier actividad sexual fuera del matrimonio y de prácticas que vayan en contra del diseño y propósito de Dios.
La obediencia en el área sexual no es solo una cuestión de seguir reglas, sino que refleja nuestra relación y amor por Dios. Cuando obedecemos en esta área, mostramos nuestra confianza en Su sabiduría y amor, y reconocemos que Él es el Creador y dueño de nuestra sexualidad. Nuestra obediencia en este aspecto nos permite experimentar la plenitud y bendición que Dios tiene reservada para nosotros.
C. Renovación de la mente
La redención y la santificación en el área sexual también implican una renovación de nuestra mente. Romanos 12:2 nos insta a no conformarnos a los patrones de este mundo, sino a ser transformados mediante la renovación de nuestra mente. Necesitamos deshacernos de las mentiras y distorsiones culturales sobre la sexualidad y permitir que la verdad de la Palabra de Dios moldee nuestra forma de pensar.
Esto implica estudiar y meditar en las Escrituras para comprender el diseño y propósito de Dios para el sexo. Necesitamos llenar nuestra mente con la verdad y desafiar los pensamientos y patrones de pensamiento incorrectos que hemos adquirido. La renovación de la mente nos ayudará a tener una visión clara y saludable de la sexualidad y nos capacitará para vivir de acuerdo con los principios bíblicos en este aspecto de nuestras vidas.
D. Rendición al Espíritu Santo
Finalmente, la redención y la santificación en el área sexual requieren que nos rindamos al Espíritu Santo. Como cristianos, no podemos vivir una vida santa por nuestra propia fuerza, sino que dependemos del poder y la guía del Espíritu Santo en nosotros. Necesitamos pedirle al Espíritu Santo que nos fortalezca, nos dé discernimiento y nos capacite para resistir las tentaciones sexuales y vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.
Al rendirnos al Espíritu Santo, también recibimos los frutos del Espíritu, que incluyen el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la bondad, la benignidad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio propio (Gálatas 5:22-23). Estos frutos del Espíritu nos ayudarán a vivir una vida sexualmente pura y a amar a los demás de la manera en que Dios nos ha llamado.
En conclusión, la redención y la santificación en el área sexual implican abandonar las actitudes y pensamientos pecaminosos relacionados con la sexualidad. Esto requiere reconocer y arrepentirse de nuestros pecados sexuales pasados, renunciar a la inmoralidad sexual presente y comprometernos a vivir una vida pura y obediente a la voluntad de Dios en el futuro.
La redención en el área sexual implica confiar en la gracia de Dios para perdonar nuestros pecados sexuales pasados. No importa cuán lejos hayamos caído o cuántas veces hayamos transgredido, Dios está dispuesto a perdonarnos y a restaurarnos. Su gracia y misericordia son más grandes que cualquier pecado sexual que hayamos cometido. El primer paso hacia la redención es acudir a Dios con un corazón contrito, confesar nuestros pecados y recibir Su perdón.
La santificación en el área sexual implica vivir una vida pura y consagrada a Dios. Esto implica renunciar a la inmoralidad sexual presente y evitar cualquier situación o tentación que pueda llevarnos a caer en pecado. Significa comprometernos a seguir los principios y enseñanzas de la Palabra de Dios en cuanto a la sexualidad, y buscar la guía y fortaleza del Espíritu Santo para resistir las tentaciones y vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.
La redención y la santificación en el área sexual son un proceso continuo que requiere disciplina, perseverancia y confianza en Dios. Puede implicar luchar contra nuestros deseos y renunciar a gratificaciones inmediatas en favor de una vida sexualmente pura y saludable según los estándares de Dios. También puede implicar buscar ayuda y apoyo de otros creyentes maduros y de confianza, como líderes espirituales, consejeros o grupos de apoyo, para obtener orientación y apoyo en el camino hacia la sanidad y la restauración sexual.
En última instancia, la redención y la santificación en el área sexual nos llevan a experimentar una vida plena y abundante en Cristo. Nos permiten vivir en la libertad y el propósito para los cuales fuimos creados, y nos acercan a una relación íntima con Dios. A través de Su gracia y poder transformador, podemos encontrar sanidad, restauración y una vida sexualmente saludable que honre a Dios y nos traiga alegría y paz duraderas.
Recuerda que estos son principios generales, y cada persona y situación es única. Si estás lidiando con desafíos en el área sexual, te animo a buscar el consejo y la guía de personas confiables y sabias, y a orar a Dios para recibir la dirección y fortaleza que necesitas.