Escudo protector

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Al resguardo de tu convicción

No sé si te gustarán esas películas en las que vuelan muchas balas.
Sabes a cuáles me refiero, ¿no? Son esas en las que una buena parte de la banda de sonido consiste en sucesivas explosiones y en las que hay por lo menos una buena persecución – a pie, en bici, en auto, en avión, en lo que sea. He visto algunas, y te aseguro que le agradezco sinceramente a Dios no haberme visto nunca envuelto en una situación semejante, con proyectiles letales volando alrededor.
Pero más allá de las películas, son cosas que pasan en nuestro mundo. Las situaciones violentas, la agresividad, la venganza, la guerra, el terrorismo, son todas realidades de las que todos los días nos enteramos, con dolor.
Pero gracias a Dios, la mayoría de nosotros vivimos realidades más tranquilas, en comunidades donde todavía el hecho de que alguien le apunte a un semejante con un arma resulta ser una excepción a la regla. Espero que esa sea tu realidad.
Pero, ¿será cierto que vivimos tan libres de conflictos y proyectiles?
Cuando leemos el capítulo 6 de la carta a los efesios nos damos cuenta de que no. Hay un conflicto espiritual que por lo general no percibimos con nuestros cinco sentidos pero que es muy real. Dios nos enseña que nos ha provisto con armas espirituales que nos ayudarán a permanecer firmes pese a los ataques y amenazas.
Efesios 6:16 RVR60
16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
Efesios 6:16 NVI
16 Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno.
Efesios 6:16 NTV
16 Además de todo eso, levanten el escudo de la fe para detener las flechas encendidas del diablo.
Efesios 6:16 NBLA
16 Sobre todo, tomen el escudo de la fe con el que podrán apagar todos los dardos encendidos del maligno.

I. Sobre todo

El escudo de la fe es un arma que se aplica a todo el ser del soldado de Cristo. En la práctica, el escudo es un arma móvil, que se dirige a proteger y defender la parte de la fisonomía del guerrero que sea amenazada. El escudo defiende contra todo tipo de armas (lanzas, espadas, flechas, piedras) y todo el cuerpo (las piernas, la cabeza, el pecho).
Los cristianos necesitamos una defensa así, que se aplique a todo nuestro ser, porque todas las áreas de nuestra vida están bajo la amenaza del enemigo. La fe (el escudo de la fe) puede proteger aún las demás armas (el cinturón, la coraza).
En realidad, los hijos de Dios contamos conque el Padre es nuestro refugio, nuestro Defensor permanente, y estamos seguros bajo su cuidado.
Salmo 91:1–6 RVR60
1 El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente. 2 Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré. 3 El te librará del lazo del cazador, De la peste destructora. 4 Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad. 5 No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día, 6 Ni pestilencia que ande en oscuridad, Ni mortandad que en medio del día destruya.
El cuidado y la protección permanente de parte de Dios son nuestros, porque Él nos ama y se preocupa por nosotros. Pero eso no quiere decir que nosotros no tengamos que hacer nada para defendernos. Él nos ha provisto las armas necesarias para enfrentar la batalla espiritual.
Pablo tenía como referencia los soldados romanos. Esta información puede ser útil.

ESCUDO. Los había de dos clases: el pequeño, redondo o bien ovalado (magen: Pr. 6:11; 1 S. 17:7, 41; 1 R. 10:16; etc.), y el grande, alargado (sinna), que al hombre bien armado le servía para la lucha cuerpo a cuerpo. Este escudo grande tenía también aplicaciones de oro, y servía igualmente como pieza de adorno o equipo de parada (1 R. 10:16s.), y podía ser de madera o tejido de caña, recubierto de cuero, untado con aceite (2 S. 1:21; Is. 21:5), a veces también repujado (Job 15:26), protegido durante la marcha por una funda (desenfundar el escudo, Is. 22:6). Las personas distinguidas tenían su escudero (1 S. 17:7, 41). En el Antiguo Testamento la imagen del escudo (las más de las veces magen) se aplica frecuentemente a Dios. En el Nuevo Testamento se habla del escudo de la fe (Ef. 6:16). El creyente lo debe llevar, como lo lleva también Jehová (Sal. 35:2). Sobre esta fe rebotan las flechas incendiadas del diablo.

El mensaje de Efesios 3. La armadura de Dios | 6:13–20

La cuarta pieza de nuestro equipo es el escudo de la fe (v. 16). No debemos tomar el ‘sobre todo’ (RVR) como si viniera el arma más importante, sino como indicando además de todo esto (NVI) es decir, como un agregado indispensable. La palabra que Pablo utiliza no denota el pequeño escudo redondo que dejaba desprotegida la mayor parte del cuerpo, sino el largo y oblongo, que medía 1,20 m por 0,75 m y que cubría toda la persona. Su nombre latino era scutum. ‘Consistía … de dos piezas de madera pegadas y cubiertas primero con tela y luego con piel: estaba ceñido con hierro por arriba y por abajo.’ Había sido diseñado especialmente para repeler los peligrosos misiles incendiarios que estaban entonces en uso, especialmente las flechas sumergidas en brea que luego eran encendidas y disparadas.

El escudo de la fe (6:16). El escudo era largo, por lo general de algo más de un metro de largo por medio metro de ancho, hecho de madera y cubierto con cuero duro. Cuando el soldado lo sostenía delante de sí, lo protegía de las lanzas, flechas y “dardos de fuego”. Los bordes de estos escudos estaban fabricados de tal forma que una fila entera de soldados podían entrelazar sus escudos y marchar hacia el enemigo como si fuera una pared sólida. Esto sugiere que en la batalla los creyentes no están solos.

II. Tomad el escudo de la fe

No es una alternativa. Es una orden. No se trata de que “tal vez podrías llegar a utilizar este recurso en alguna oportunidad”. Es más bien un “levanta ese escudo, que lo estás necesitando”.
Es interesante que el Espíritu Santo haya inspirado a Pablo a señalar la fe como el escudo sobre todo.
Hebreos 11:6 RVR60
6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
La fe es esencial para nuestra relación con Dios. No podemos relacionarnos con Dios sin ella.
Romanos 10:17 RVR60
17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Hay una conexión indivisible entre la fe y la Palabra de Dios. No se trata de “simplemente tener fe” (en lo que sea), sino que el contenido y lo que sostiene nuestra fe tiene que ser siempre la Palabra de Dios. Creemos, sí, en la Palabra de Dios.
Romanos 1:17 RVR60
17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
El acto de revelación de la justicia de Dios se produce por fe y para fe (es un conocimiento que recibimos por fe, creyendo, pero que al mismo tiempo produce fe, alimenta la fe que necesitamos para vivir. El justo no solamente nace por la fe sino que vive (constantemente, cada día) por ella, con ella como alimento, sostén, apoyo.

III. Con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.

¿Es paranoia? ¿Estamos inventando una agresión que no existe? No, para nada. Lo has experimentado en esta semana. Fuiste atacado. Hubieron palabras, comentarios, pensamientos que te hicieron daño, que te sugirieron ideas que , en lugar de acercarte a Dios te alejarían, que te sumirían en la tristeza, que te llevarían por mal camino.
¿Cuáles son entonces, todas las flechas encendidas del maligno y con qué escudo pueden protegerse los cristianos? Los dardos del diablo, sin duda, incluyen sus acusaciones maliciosas que inflaman nuestra conciencia con algo que, si estamos protegidos en Cristo, sólo puede llamarse falsa culpa. Otros dardos son pensamientos no buscados de duda y desobediencia, rebelión, lujuria, malicia o miedo. Pero hay un escudo con el que podemos apagar o extinguir tales flechas encendidas. Es el escudo de la fe. Dios mismo ‘es escudo para los que en él esperan’, y es por fe que acudimos a él para refugiarnos. Porque la fe se toma de las promesas de Dios en los tiempos de duda y depresión, y la fe se toma del poder de Dios en tiempos de tentación. Apolión tentó a Cristiano con la amenaza: ‘Aquí derramaré tu alma.’ ‘Y con eso,’ continúa Bunyan, ‘tiró un dardo flameante a su pecho; pero Cristiano tenía un escudo en su mano, con el cual lo detuvo y, por lo tanto, evitó el peligro.’711
1 John Stott, El mensaje de Efesios, ed. Adriana Powell, trans. Carmen Pérez, 2a ed. (Barcelona;Buenos Aires;La Paz: Ediciones Certeza Unida, 2006), 262.

La “fe” mencionada aquí no es la fe salvadora, sino la fe viviente, una confianza en las promesas y el poder de Dios. La fe es un arma defensiva que nos protege de los dardos de fuego de Satanás. En los días de Pablo, las flechas, sumergidas en alguna sustancia inflamable y encendidas, eran arrojadas al enemigo. Satanás nos lanza sus “dardos de fuego” al corazón y a la mente: mentiras, blasfemias, pensamientos de odio sobre otros, dudas y deseos ardientes de pecar. Si por fe no apagamos estos dardos, encenderán un fuego en nuestro interior y desobedeceremos a Dios. Nunca sabemos cuándo lanzará Satanás uno de sus dardos contra nosotros, así que debemos andar siempre por fe y usar el escudo de la fe.

1 Pedro 5:6–9 RVR60
6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; 7 echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. 8 Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; 9 al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
Tenemos que humillarnos, sujetarnos con sencillez ante Dios, trayendo al mismo tiempo nuestra ansiedad, nuestra preocupación, nuestra fragilidad ante Él, sabiendo que a Él le importamos, y que le importa lo que nos pasa. Al hacerlo, no tenemos que dejarnos dominar emocionalmente por las situaciones (por el temor o la anticipación de lo que nos puede ocurrir) sino que tenemos que estar vigilantes, atentos, listos para responder. No bajemos la guardia. ¿Por qué todo esto? Porque el diablo (y toda la jerarquía de sus ejércitos, ver Efesios 6:10-12), como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.
La figura del león rugiente es bastante elocuente. En ella están representadas todas nuestras amenazas espirituales. Esto establece un paralelo con los dardos de fuego a los que se refiere Efesios 6:16.
¿Te devorará a ti? ¿Te alcanzará alguno de esos dardos de fuego lanzados en tu contra? ¡Levanta el escudo! ¡Hazlo ya! Conoce, repite, canta, confiesa, vuelve a repetir las promesas de Dios, la verdad de Dios.
¿Entiendes que se te está advirtiendo, que estás siendo atacado? Ya no actúes como si las cosas que pasan, las conversaciones que se producen, los eventos que acontecen son “simplemente cosas que pasan”, al azar, sin intencionalidad.
Sí, pasan cosas, pero hay intencionalidad en ellas, y están dirigidas a derribarte, a desviarte del camino, a apartarte de la voluntad de Dios.
No podemos tomar eso como un pretexto, porque Dios nos ha entregado las armas que necesitamos para salir victoriosos en la batalla.
Dios ha puesto--y está poniendo--a nuestra disposición sus propios recursos espirituales, para que respondamos con firmeza ante los ataques del enemigo.
Ya basta de caídas y fracasos. Caminemos con firmeza por la vida, aferrándonos firmemente a las armas de Jesús.
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