Adoración - SRL Sinaí
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LA ADORACIÓN EN EL MONTE SINAÍ
Desde la Caída hasta el Sinaí, los hombres adoraban a Dios esperando en la promesa del mesías. Y lo hacían recordando el sacrificio de Jehová que anticipaba la redención que efectuaría el mediador prometido. Los patriarcas tomaron para si esta responsabilidad, los vemos en Job 1:5
Cuando los días del banquete habían pasado, Job enviaba a buscarlos y los santificaba, y levantándose temprano, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque Job decía: «Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones». Job siempre hacía así.
Estos se siguió haciendo así, hasta que Israel fue redimida por Dios de Egipto y fue llevada para adorarle en el monte Sinaí.
Pasado mucho tiempo, murió el rey de Egipto. Los israelitas gemían a causa de la servidumbre, y clamaron. Su clamor subió a Dios, a causa de su servidumbre. Dios oyó su gemido y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob.
Y el Señor dijo: «Ciertamente he visto la aflicción de Mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues estoy consciente de sus sufrimientos. »Así que he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al lugar de los cananeos, de los hititas, de los amorreos, de los ferezeos, de los heveos y de los jebuseos.
Dios envió a Moisés, el redentor, a Egipto para liberar a su pueblo de la servidumbre.
»Este hombre los sacó, haciendo prodigios y señales en la tierra de Egipto, en el Mar Rojo y en el desierto por cuarenta años.
Moisés condujo a Israel, a la morada de Dios en el monte Sinaí. Los hijos de Israel subieron delante de Jehová a su monte santo, para poder adorarle y renovar el pacto con él.
La gran asamblea de Israel en el monte Sinaí es muy importante. Es un modelo tipológico del Antiguo Testamento.
En Éxodo 19, los israelitas llegan al monte Sinaí, y allí, acampan delante del Señor. Todo lo que se registra en Éxodo 19 en adelante, tiene lugar al pie del monte Sinaí. Aquí, en el monte de Dios, la nación de Israel entrará a una nueva etapa de su historia.
En este monte Dios estableció su pacto con ellos. Israel sería una nación santa, diferente a las demás naciones de la tierra. Serían la posesión, la heredad mas preciada de Dios.
”Ustedes serán para Mí un reino de sacerdotes y una nación santa”. Estas son las palabras que dirás a los israelitas»
En el monte Sinaí, Dios descendió desde su templo celestial para estar con su pueblo en la cima de la montaña. Todo el pueblo pudo ver su gloria, la misma gloria que llenaba y habitaba su templo celestial, ahora esta sobre a la cima del Monte Sinaí, en forma de columna de nube y fuego.
El templo celestial de Dios se proyectó hacia abajo sobre la montaña. El cielo y la tierra se volvieron uno. El límite entre los reinos visible e invisible se eliminó temporal y parcialmente.
La presencia de Dios santificó la montaña como un lugar santísimo, los israelitas ni siquiera podían tocar el monte, Dios estableció límites para ellos.
»Pondrás límites alrededor para el pueblo, y dirás: “De ningún modo suban al monte o toquen su límite. Cualquiera que toque el monte, ciertamente morirá.
El monte Sinaí era tierra santa debido a la gloriosa presencia de Dios. Solo podían subir aquellos que fueron santificados para estar cerca de Dios.
El monte Sinaí se convirtió en una representación redentora del monte Edén.
Recuerdan que Edén era un monte (Ezequiel 28:14). El lugar santísimo estaba en la cima (Huerto) y Adán era el sumo sacerdote de ese monte santo. Adán se acercaba a la cima del Edén cubierta de nubes y comulgaba con Dios, quien le hablaba allí desde la nube de gloria.
El monte Sinaí era ahora el nuevo Edén. Dios recreó el escenario en el que Adán le adoró al principio. Y Moisés fue el nuevo sumo sacerdote del Señor en este monte santo, él fue santificado, designado por Dios para subir a la sima y tener allí comunión con Él, e la nube de gloria.
Entonces Moisés sacó al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios, y ellos se quedaron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en fuego. El humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía con violencia. El sonido de la trompeta aumentaba más y más. Moisés hablaba, y Dios le respondía con el trueno. El Señor descendió a la cumbre del monte Sinaí. Entonces el Señor llamó a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió.
Moisés es un nuevo mediador como lo fue Adan. Fue entonces un tipo que prefigura al Señor Jesúcristo, quien es el verdadero nuevo Adán. Como nuevo adán, nuestro Señor en su oficio como sumo sacerdote, redimió a su pueblo y ascendió al tabernáculo celestial que prefiguraba Eden y Sinaí, luego se sentó a la diestra de Dios en las alturas para tener comunión eterna con el Padre por la eternidad.
Lo que Moisés prefiguraba en sinaí, Cristo lo hizo realidad con su vida, muerte, Resurrección y ascensión.
Uno de los eventos que ocurrieron en el monte Sinaí y que es significativo para la adoración fue la entrega de los Diez Mandamientos (Éxodo 20: 1-17).
Los primeros cuatro Mandamientos tienen que ver con nuestra adoración a Dios:
Ex 20: 3 “»No tendrás otros dioses delante de Mí.” Este mandamiento exige una lealtad absoluta y exclusiva a Dios y prohíbe la adoración de cualquier otro dios. (Este mandamiento se enfoca en la persona a la que estamos llamados a adorar)
Exodo 20:4-5 “»No te harás ningún ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. »No los adorarás ni los servirás. Porque Yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,” Regula nuestro servicio a Dios, prohibiendo el uso de imágenes, (Este mandamiento se enfoca en como debemos adorar - se nos permite adorar solo a Jehová y solamente como él lo a prescrito en su palabra). John Knox dijo: "Cualquier acto de adoración que no esté ordenado en las escrituras es idolatría". Esto es en esencia el Principio Regulador de la Adoración Cristiana - está basado en el 2 mandamiento.
En el protestantismo, hay básicamente dos escuelas de pensamiento con respecto a la manera en que las Escrituras regulan la adoración:
El principio normativo. Dice que Todo lo que no está prohibido en las Escrituras está permitido. "No prohibir es permitir”. Según este principio, la iglesia puede crear nuevas ordenanzas de culto y requerir de la iglesia su cumplimiento, siempre y cuando esto no sean contrario a lo que la Escritura prohibe expresamente.
El Principio prescriptivo. Solamente lo que Dios ordena expresamente en su palabra esta permitido en la adoración. "Todo lo que Dios no ordena, está prohibido”. es lo que enseña nuestra confesión de Fe en el capitulo 21. Un Ejemplo de esto lo tenemos en Lv 10:1 “Pero Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron sus respectivos incensarios, y después de poner fuego en ellos y echar incienso sobre él, ofrecieron delante del Señor fuego extraño, que Él no les había ordenado.” Ofrecer adoración a Dios, que él no ha ordenado, viola el segundo mandamiento. El segundo mandamiento es muy importante para la adoración reformada.
Ex 20: 7 “»No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano, porque el Señor no tendrá por inocente al que tome Su nombre en vano.” Este mandamiento nos llama a honrrar con nuestros labios al Dios que adoramos.
Éx 20: 8 “»Acuérdate del día de reposo para santificarlo.” Este mandamiento nos señala el día que Dios estipulo para adorarle corporativamente. No todos los días los ha santificado Dios para esta tarea.
Estos cuatro mandamientos, nos enseñan al menos dos principios acerca de la adoración.
Dios no nos da libertad para adorarle como queramos. La adoración es aceptable delante de Dios, si se hace como un acto creativo del hombre Colosenses 2:18. La adoración que agrada a Dios, debe ser realizada de acuerdo con la revelación especial de Dios.
Dios solo acepta la adoración que Él mismos a ordenado. Todo tipo de adoración voluntaria o creativa, es una adoración falsa.
La verdadera adoración está dirigida a Dios y es dirigida solamente por Dios.
Estos son los principios sobre la adoración que podemos extraer de la ley de Dios. Ahora veamos el pacto de Dios con Israel Éxodo 24.
Este pacto se estableció en un servicio de adoración, al pie del monte Sinaí.
Entonces Dios dijo a Moisés: «Sube hacia el Señor, tú y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel, y adorarán desde lejos. »Sin embargo, Moisés se acercará solo al Señor. Ellos no se acercarán, ni el pueblo subirá con él».
Aquí tenemos el llamado de Dios a la adoración. Moisés, Aarón, los 70 ancianos de Israel, fueron invitados a subir al monte santo para adorar a Jehová. Solo a Moisés se le permitió acercarse a la cima de la montaña. Aron y los ancianos debían adorar a la distancia, a los lados de la montaña. Y el pueblo debía permanecer al pie del monte.
En este servicio de Adoración, los israelitas se dividieron en tres grupos, separados por 3 áreas: la cima, los lados y el pie de monte. No es curioso que esto corresponda con las tres áreas en las que mas tarde se dividirá el tabernáculo y el templo:
El lugar santisimo del tabernáculo corresponde a la cumbre del Monte Sinaí.
El lugar santo corresponde a lados del Sinaí.
El patio del tabernaculo corresponde al pie de monte del Sinaí.
Moisés escribió todas las palabras del Señor. Levantándose muy de mañana, edificó un altar al pie del monte, con doce columnas por las doce tribus de Israel. Y envió jóvenes israelitas, que ofrecieron holocaustos y sacrificaron novillos como ofrendas de paz al Señor.
Antes de que pudieran ellos acercarse a Dios para adorarle en monte santo, sus pecados debían ser removidos por medio de un sacrificio expiatorio. Ese fue el propósito de los holocaustos (Ofrendas quemadas por completo sobre el altar). Las ofrendas de paz sólo eran parcialmente consumidas en el altar (Mas adelante estas ofrendas fueron consumidas por Moisés, los sacerdotes y los ancianos en la presencia de Dios). Comer estas ofrendas de paz, representaba la amistad y la comunión entre el pueblo y Dios.
Después de que se ofrecieron los sacrificios, Moisés proclamó las palabras del pacto y selló esas palabras con una señal visible, el rociado de sangre.
Moisés tomó la mitad de la sangre y la puso en vasijas, y la otra mitad de la sangre la roció sobre el altar. Luego tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, y ellos dijeron: «Todo lo que el Señor ha dicho haremos y obedeceremos». Entonces Moisés tomó la sangre y la roció sobre el pueblo, y dijo: «Esta es la sangre del pacto que el Señor ha hecho con ustedes, según todas estas palabras».
Leer el Libro del pacto o la palabra de Dios, era una parte vital de la adoración de Israel en el monte Sinaí. La lectura de la Sagrada Escritura es uno de los principales elementos del servicio de adoración a Dios. Las palabras del pacto que Moisés leyó a la gente identificaba las 2 partes del pacto (Dios e Israel) y proclamaba las promesas, las estipulaciones, y las sanciones del pacto.
Una vez leído el Libro del Pacto, los israelitas respondieron haciendo un voto de obediencia Exodo 24:7 «Todo lo que el Señor ha dicho haremos y obedeceremos».”
Dios habló a su pueblo por medio de la lectura de las Escrituras, y luego ellos le respondieron prometiendo obediencia.
Note como en este servicio de adoración, hay claramente un diálogo entre las dos partes del pacto. Dios habla a través de su Palabra. Y el pueblo responde con oración, gratitud y alabanza.
Nuestros servicios de adoración deben estructurarse de acuerdo con ese diálogo entre Dios y su pueblo. Eso se llama el principio conversacional de la adoración.
El pacto no solo fue proclamado; estaba sellado con una señal visible, el rociamiento de la sangre.
Éxodo 24:8. Aquí tenemos un sacramento, una señal visible, un sello del pacto de gracia. La sangre del pacto era una señal visible de que ratificó y confirmó el pacto que Dios estaba haciendo con Israel en el Monte Sinaí.
Los sacramentos son signos visibles que acompañan a la Palabra de Dios, las promesas del pacto, para ratificarlo o sellarlo.
La realidad o el cumplimiento al que apuntaba este evento lo tenemos aquí:
porque esto es Mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados.
Moisés dijo: "Esta es la sangre del pacto" más Jesús dijo: "Esta es MI sangre del pacto".
A diferencia de Moisés, Cristo, como Mediador del nuevo pacto, derramo su propia sangre para ratificar las promesas del pacto a su pueblo, él es al realidad que anticipaban los sacrificios.
El servicio de adoración de la Iglesia cristiana, expresa y renueva el pacto que Dios ha establecido con nosotros en Cristo, a través de su sangre derramada en la cruz.
La adoración señala y renueva el vínculo de alianza y comunión amorosa entre Dios y su pueblo. La adoración es un evento pactual.
El servicio de adoración de Israel en el Monte Sinaí era pactual en su naturaleza, y también lo es la adoración de la iglesia cristiana. El servicio público de adoración, es un servicio de comunión pactual.
En nuestro presbiterio, tenemos un documento que regula nuestro servicio de adoración, y en este documento se destaca la naturaleza del pacto en nuestro servicio de adoración:
“El servicio público de adoración no es simplemente una reunión de comunión entre los hijos de Dios. Sino más bien, una reunión del Dios trino con su pueblo elegido. Dios está presente en el servicio público de adoración, no sólo a causa de su divina omnipresencia, sino mucho más íntimamente, como el fiel Salvador del Pacto. El Señor dijo: "Cuando dos o tres se reúnen en mi nombre yo estoy allí en medio de ellos"….
“En una asamblea de adoración pública, el Dios trino no es solo el objeto de nuestra adoración, sino que también participa activamente en la adoración de la iglesia. Mediante sus ordenanzas públicas, el pacto de Dios trabaja activamente para involucrar a su pueblo en comunión consigo mismo. En el servicio público, Dios habla a su pueblo, y su pueblo habla con Él, de esta manera se expresa la estrecha relación que el tiene como Padre de sus hijos redimidos...”
La adoración es un encuentro del Dios Trino con su pueblo del pacto. En la adoración, Dios se comunica con nosotros y nosotros nos comunicamos con él. Y esa comunión expresa y renueva el pacto que Dios estableció con nosotros en Jesucristo.
En el monte Sinaí, la comunión entre Dios e Israel alcanzó un clímax con una comida sagrada que se comió en la presencia de Dios en la montaña.
Y subió Moisés con Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y vieron al Dios de Israel. Debajo de Sus pies había como un embaldosado de zafiro, tan claro como el mismo cielo. Pero Él no extendió Su mano contra los príncipes de los israelitas. Ellos vieron a Dios, y comieron y bebieron.
Ellos experimentaron una visión gloriosa de Dios. El límite entre los reinos visible e invisible, se eliminó temporal y parcialmente.
Ellos vieron a Jehová en su trono glorioso, en su templo celestial.
La expansión, que es la cortina que separa los dos reinos, se corrió y vieron a Dios en su reino de gloria. Comieron y bebieron en su presencia.
Esta comida sagrada representa el compañerismo y la comunión entre Dios y los adoradores. Esta comida fue el punto culminante del servicio de adoración. Fue cuando Moisés ascendió al lugar santísimo en la cima de la montaña. Moisés era el sumo sacerdote del monte santo, y solo a él se le permitió entrar en el lugar santisimo.
Entonces Moisés subió al monte, y la nube cubrió el monte. Y la gloria del Señor reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días. Al séptimo día, Dios llamó a Moisés de en medio de la nube. A los ojos de los israelitas la apariencia de la gloria del Señor era como un fuego consumidor sobre la cumbre del monte. Moisés entró en medio de la nube, y subió al monte. Moisés estuvo en el monte cuarenta días y cuarenta noches.
Esta ascensión de Moisés a la cima del monte, se recreaba simbólicamente en la adoración de Israel cada vez que el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo dentro del tabernáculo cada año, cuando se celebraba el Día de la Expiación.
Tanto Moisés como los sumos sacerdotes de Israel eran sólo tipos y sombras del verdadero sumo sacerdote, el Señor Jesucristo.
La ascensión de Moises y los sacerdotes al lugar santísimo, anticipó ó prefiguró la ascensión de Cristo, el gran sumo sacerdote, al templo celestial.
Antes de que Israel partiera del monte santo de Dios, construyeron el tabernáculo según el modelo que se les mostró en el monte.
los cuales sirven a lo que es copia y sombra de las cosas celestiales, tal como Moisés fue advertido por Dios cuando estaba a punto de erigir el tabernáculo. Pues, dice Él: «Haz todas las cosas conforme al modelo que te fue mostrado en el monte».
Y la misma gloria divina que apareció en la cima de la montaña, reposó sobre el tabernáculo y llenó el santuario.
Cuando los israelitas partieron del Sinaí, se llevaron una réplica del monte santo. El tabernáculo era una copia y una sombra de este monte santo de Dios.
La adoración de Israel en el tabernáculo fue una extensión y perpetuación de su adoración en el monte Sinaí. Su adoración en el monte santo se repitió en su adoración continua en el tabernáculo de reunión y luego en el templo de Salomón.
Los servicios de adoración debían ser una renovación del pacto que Dios estableció con ellos en el monte Sinaí.
La gran asamblea de Israel en el monte y la adoración que tuvo lugar allí por mediación de Moisés fueron una sombra de la verdadera adoración que ofreció el gran sumo sacerdote, Jesucristo, y de la adoración de su iglesia, que unida a él, hoy adora en Cristo en los lugares celestiales, y lo hace en Espíritu y en verdad.
El Señor Jesucristo, el sumo sacerdote del nuevo pacto, es “ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre.”
como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero, que el Señor erigió, no el hombre.
Él no sirve en un santuario terrenal sino en el celestial, el primer y último lugar santísimo. Él no ascendió a una montaña terrenal, sino a una celestial. Y con su sangre, nos ha abierto “el camino nuevo y vivo” para entrar en ese lugar santo y acercarnos al glorioso trono de Dios colocado en lo alto y hacerlo con confianza.
Entonces, hermanos, puesto que tenemos confianza para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, por un camino nuevo y vivo que Él inauguró para nosotros por medio del velo, es decir, Su carne, y puesto que tenemos un gran Sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo nuestro corazón purificado de mala conciencia y nuestro cuerpo lavado con agua pura.
La iglesia cristiana no adora en un santuario terrenal o en una montaña terrenal que se puede ver o tocar.
Adoramos en el verdadero monte celestial, que actualmente está velado por la expansión, la cortina que Cristo pasó más allá cuando ascendió al cielo.
El Libro de Hebreos aclara esto cuando contrasta nuestra adoración con la adoración de Israel en el monte Sinaí.
Porque ustedes no se han acercado a un monte que se puede tocar, ni a fuego ardiente, ni a tinieblas, ni a oscuridad, ni a torbellino, ni a sonido de trompeta, ni a ruido de palabras tal, que los que oyeron rogaron que no se les hablara más. Porque ellos no podían soportar el mandato: «Si aun una bestia toca el monte, será apedreada». Tan terrible era el espectáculo, que Moisés dijo: «Estoy aterrado y temblando». Ustedes, en cambio, se han acercado al monte Sión y a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, a la asamblea general e iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos, y a Dios, el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos ya perfectos, y a Jesús, el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la sangre de Abel.
No nos acercamos a un monte que se puede ver o tocar. Nos acercamos al monte de Sión, al monte celestial de Dios. Ahí es donde nos reunimos para adorar. En este monte, Cristo esta sentado a la diestra de Dios. En este monte, lleno de la gloria del Espíritu de Dios, adoramos al Dios Trino con reverencia y asombro.
Por lo cual, puesto que recibimos un reino que es inconmovible, demostremos gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor.
Estos son los principios que podemos extraer sobre la adoración, en la escena de Israel adorando a Dios, junto al monte Sinaí.
En nuestra próxima lección, centraremos nuestra atención en la adoración en el tabernáculo.