La salvación en la cabeza

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Protégete. Toma resguardo. Sé vigilante. La vida está llena de peligros. En especial los que hemos creído en Jesús estamos expuestos a las agresiones del ejército espiritual enemigo que no duda en atacarnos y apuntar a nuestras áreas más sensibles.
Pero hemos sido advertidos. No es que estamos en medio de esta batalla sin que se nos haya dicho, sin que se nos haya anunciado el peligro que nos rodea. No solamente se nos ha advertido sino que también se nos han provisto los recursos, las armas necesarias para atravesar este valle y permanecer en pie.
¿Estás listo? ¿De qué manera estás enfrentando el conflicto espiritual? No se trata de enfrentarlo con ritos o gestos aparentemente espirituales y poderosos, sino con las armas espirituales que Dios ha puesto a nuestro alcance y nos ha ordenado tomar.
Sí, porque no se trata de que Dios “nos coloque las armas”, que Dios “haga todo” por nosotros, sin que nosotros participemos en la preparación y la lucha. Dios nos ha otorgado sus armas, pero nosotros tenemos que tomarlas, deliberadamente, aferrarnos a ellas cada día, para salir victoriosos ante cada desafío.
Aquí el Señor nos entrega otra de las armas que debemos llevar:
Efesios 6:17 RVR60
17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
Y tomad el yelmo de la salvación... (Ef 6:17)
Esto es algo muy oportuno.
Los trabajadores de la construcción utilizan cascos protectores.
Los ciclistas utilizan cascos.
Los policías de confrontación se ponen cascos.
Los jockeys en las carreras usan cascos.
¿Es algo extraño? No. Todos sabemos que debemos proteger nuestra cabeza. Es una de las áreas sensibles de nuestra fisonomía. Si algo nos pasa en la cabeza podríamos llegar a perder la vida.

I. Protección para nuestra cabeza

¿Está protegida tu cabeza?
Tal vez, para empezar, no reconozcas que “tu cabeza” está expuesta a peligros y desafíos todos los días.
¿Alguna vez escuchaste a alguien decir que la mente es el laboratorio del diablo?
Justamente, nuestra cabeza contiene un órgano muy importante y sensible: nuestro cerebro. Es el asiento de nuestro intelecto, nuestros pensamientos. Utilizando conceptos de la tecnología actual, el ser humano ha sido creado con una poderosa computadora incorporada, que no solamente coordina el funcionamiento de todo el cuerpo sino que también es vital en cuanto a su comportamiento y su desempeño total en la vida.
Sí, muchas cosas dependen de cómo piensas.
¿Te has puesto a pensar de dónde salen tus ideas? Permíteme recordarte algunas de las fuentes de las ideas que aplicas todos los días a tu vida:
La cultura. Todos somos el producto de la cultura que nos ha rodeado, en especial a lo largo de nuestra etapa de crecimiento y desarrollo. Hemos ido adquiriendo costumbres, conceptos y valores de la comunidad que nos rodea.
La educación. Hemos ido a la escuela, hemos leído, hemos sido expuestos a maestros y profesores que nos han transmitido sus conocimientos.
La experiencia. Cada cosa que nos ha pasado, cada desafío que hemos enfrentado, ha ido dejando un rastro de conocimiento en nuestro interior. Hemos aprendido “cómo hacer” y “cómo no hacer” las cosas de acuerdo a cosas que nos han pasado.
Nuestros modelos. Todos hemos elegido, consciente o inconscientemente, personas a las que imitar. Nos ha parecido que son “los mejores”, que han tenido éxito, que han salido adelante, y quisiéramos parecernos a ellos. Los imitamos y aplicamos sus valores, enseñanzas y pensamientos a nuestro propio comportamiento.
Los medios. Todos nosotros estamos continuamente expuestos a todo un ejército de medios de comunicación que tienden a moldear nuestros pensamientos y nuestras decisiones. La internet ha “contribuido” ampliamente a este respecto, poniendo a nuestro alcance noticias, sugerencias, historia, ciencia y mucho más. A veces llegamos a pensar que todo lo que encontramos en internet debe ser aplicado a nuestras vidas porque allí siempre se encuentran las mejores ideas (aunque no es así).
¿Te das cuenta que no siempre nos ponemos a pensar por qué llegamos a vivir como lo hacemos, o por qué decidimos de tal o cual manera?
Este tendría que ser el momento en que ya dejemos de dejarnos influenciar “por defecto” por todas estas cosas, y que elijamos deliberadamente colocarnos el casco de Dios.
Romanos 12:1–2 RVR60
1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Cuando el apóstol Pablo explicaba la salvación que recibimos por la fe en Jesús, sintió la necesidad de expresar este ruego.
Este es, en principio, un llamado a que nos consagremos a Dios:
...que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Escucha este llamado: entrégale a Dios toda tu vida, todo tu ser, cada área de tu existencia. Conságrate. Jesús lo entregó todo por ti, y lo que ha hecho ha sido tan grande que merece la entrega de cada aspecto de tu vida.
Pero entonces, el Espíritu de Dios inspiró a Pablo a exhortarnos a experimentar especialmente este cambio:
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Este es un llamado a un cambio intelectual, a una revolución en el área de nuestros pensamientos (a colocarnos el casco de Dios).

1. Lo que debemos evitar.

La exhortación empieza por lo que debemos hacer a un lado de nuestras vidas. ¿Qué es eso? Justamente, se nos exhorta a que no nos dejemos llevar por lo que el mundo considera “normal”. Observa de qué manera lo expresan las diferentes versiones de la Biblia:
No se amolden al mundo actual (Nueva Versión Internacional )
Y no se adapten a este mundo (Nueva Biblia de las Américas)
No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo (Nueva Traducción Viviente)
Y no vivan ya como vive todo el mundo. (Traducción en lenguaje actual)
Creo que queda cristalinamente claro que se trata de eludir todas esas influencias que dejamos que determinen nuestra manera de vivir simplemente porque la mayoría lo hace así. La Palabra nos insta a romper con esa tendencia de “dejarnos llevar”. Los hijos de Dios no se dejan llevar por el mundo.

2. Debemos ser transformados por una revolución intelectual.

Sí, una revolución, que aquí es expresada como una transformación de nuestro entendimiento. ¿Está siendo transformado tu entendimiento? ¡Dios quiere que lleves puesto su casco! Suena grande, ¿verdad? ¿Una revolución intelectual? ¿Un completo cambio de paradigmas? La Nueva Traducción Viviente dice: “...dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar”. ¿Nos queda claro o no? Definitivamente Dios puede y quiere cambiar la manera en que pensamos. Los hijos de Dios no pensamos como todo el mundo, sino que experimentamos una transformación completa de nuestro ser motivada por el cambio en nuestra manera de pensar. Si cambias tu manera de pensar, todo tu ser resultará transformado.

3. Nuestro cambio intelectual nos conducirá a conocer la voluntad de Dios.

¿Qué es lo que Dios quiere para tu vida? ¿Cuál es la voluntad de Dios para tus próximos años? ¿Cómo podemos ponernos de acuerdo con Dios para obrar conforme a su plan, de acuerdo a su voluntad para nosotros y los que nos rodean? Tenemos que pasar por esa revolución en nuestra manera de pensar. Para eso, tenemos que dejarnos impregnar por sus pensamientos (en lugar de los nuestros y los que todo lo que nos rodea). ¡Llénate de los pensamientos de Dios, que te quiere mostrar su voluntad, que es buena, agradable y perfecta!
Dios no quiere que andes con tu cabeza desprotegida en el campo de batalla de la vida. Necesitas protegerte, y eso tiene que ver con la revolución que Dios produce al revelarte su verdad, su voluntad. Eso empieza por tener una actitud de humildad, por no sentirse superior a otros, y disponernos a obrar conforme a lo que Él quiere.

II. La salvación como casco

Pero, volviendo al casco de Dios, ¿en qué consiste?
Es el yelmo (el casco) de la salvación. Se trata de que la salvación que Dios hizo accesible para nosotros en aquella cruz revolucione nuestros pensamientos y nos dirija conforme a su voluntad.
¿En qué sentido es la salvación el casco de Dios que tenemos que llevar puesto?
Todos los días tenemos que volver a colocarnos (a reconsiderar, a tomar en cuenta) el poderoso y maravilloso milagro que Dios ha hecho al otorgarnos la salvación.

1. ¿Salvación de qué?

A veces me he encontrado con personas que han hecho esta pregunta. El concepto de salvación se pierde si no hay conciencia de que existe un peligro inminente. ¿De qué te has salvado tú? ¿Te salvaste de pagar algo? ¿Te han salvado de un accidente? ¿Te has salvado de aparecen en “la lista negra”? ¿Te has salvado de la pobreza, la desgracia, la soledad, la confusión, la depresión, la muerte? Si no hay peligro, no hay salvación. Para que la salvación sea nuestro casco, tenemos que asumir la peligrosa situación en que se encuentra una persona sin Cristo. Sin Jesús, solo hay condenación eterna, y esa no es para nada una perspectiva aceptable. Sin embargo, ese es el destino de la mayoría, porque son pocos los que reciben y aceptan a Jesús como Salvador y Señor de sus vidas.

2. La necesidad de salvación es un concepto universal.

Por más que a veces se quiera minimizar este concepto, los seres humanos hemos sabido a lo largo de toda nuestra historia que necesitamos ser salvados.
Mesopotamia, Canaán y Anatolia En las religiones mesopotámica, cananea e hitita, la mayoría de la gente tenía una visión negativa del más allá. Los humanos fueron creados para servir a los dioses, y los dioses no querían que los humanos vivieran para siempre. En la epopeya de Gilgamesh, se le dice a Gilgamesh: “La vida que buscas nunca la encontrarás: cuando los dioses crearon a la humanidad, la muerte se la dispensaron a la humanidad, la vida se la reservaron para sí mismos” (George, Epic, xliii). No existía una concepción del juicio después de la muerte; más bien, todos se iban a un inframundo desagradable (Davies, Death, 47–59; Yamauchi, “Life”). Los rituales para los muertos no eran diseñados para mejorar la experiencia post mortem, sino para asegurar que los muertos no molestaran a los vivos. La gente común no tenía ninguna esperanza de mejorar su suerte en la otra vida, aunque es posible que hayan asumido un trato especial para los gobernantes fallecidos (Davies, Death, 58). Como resultado, los deseos de salvación se enfocaban en las circunstancias presentes. Una oración ugarítica pide un rescate físico: “O Baal. Si expulsas al fuerte de nuestras puertas, al guerrero de nuestros muros, un toro, oh Baal, dedicaremos” (Curtis, “Canaanite Gods”, 138, citando KTU 1,119). Tales solicitudes de salvación generalmente se veían atenuadas por el pesimismo sobre si las deidades se preocupaban lo suficiente como para intervenir. Un poema se lamenta: “Mi dios no ha venido al rescate … Mi tumba estaba esperando” (Davies, Death, 50).
Egipto. Aunque algunos egipcios creían que era posible una vida futura feliz basada en una vida virtuosa o en la gracia divina, otros pensaban que la otra vida sería lúgubre. Los gobernantes eran considerados divinos y podían esperar una feliz vida futura. Para ellos, “la otra vida se veía como ‘más vida’, no como muerte, y una vida sin las negatividades” (Davies, Death, 32). Assmann sostiene que esta bendita vida futura se restringía a los reyes de Egipto en las primeras dinastías y no se abria a otros hasta que comenzó la Sexta Dinastía (alrededor del 2200 a.C.); finalmente, una feliz vida después de la muerte estuvo disponible para todos basada en la virtud (Assmann, Death, 389–91, 411; Müller, “Afterlife”, 36). Debido a que los egipcios creían en un juicio después de la muerte, enfatizaban la vida pura (Davies, Death, 34); sin embargo, los rituales que buscan la ayuda divina pueden compensar las impurezas de una persona. En la literatura mortuoria egipcia, las oraciones por la salvación “se refieren sobre todo a la idea del Juicio de los muertos, que nadie podría esperar sobrevivir sin la gracia divina” (Assmann, Death, 404). Aunque una persona que fracasaba en el juicio caería en el olvido, los papiros registran solo el éxito, nunca el fracaso (Davies, Death, 31–32). El éxito en el juicio parecía depender más del conocimiento de los rituales correctos que de cómo había vivido una persona, pero una gran mayoría de la población no sabía leer y no conocía los rituales precisos, y los lamentos fúnebres indican que no tenían muchas esperanzas sobre la otra vida. A partir de alrededor del 1000 a.C., la evidencia sugiere que los egipcios vivían con “la triste certeza de que una persona fallecida pierde la conciencia individual y permanece en un lúgubre estado de sueño” (Müller, “Afterlife,” 36). Sin embargo, también hay señales (en historias egipcias, imágenes y prácticas) que apuntan a la esperanza de una vida futura que se parece un poco a la existencia actual (Wright, Resurrection, 47). 1 Michael D. Morrison, «Salvation», ed. John D. Barry y Lazarus Wentz, Diccionario Bíblico Lexham (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014).

3. La única fuente de salvación es Jesús.

En la Biblia, el concepto de la salvación está conectado indivisiblemente, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, con la persona del Salvador. Aquí también, la historia de la humanidad señala en diferentes sentidos. Cuando las personas se han preguntado de qué manera obtener la tan necesaria salvación han “opinado” lo que han enseñado las diferentes religiones e ideologías:
La salvación se puede obtener teniendo una vida correcta (este es el concepto de la mayoría). Los “buenos” (o los poderosos, los reyes y las autoridades en algunas religiones) trascienden a una existencia placentera y disfrutable, mientras que los “malos” se pierden y se condenan. La Biblia, sin embargo, revela que todos nos hemos quedado cortos ante las exigencias éticas para la salvación. Ninguno logra ser lo suficientemente “bueno”.
La salvación se podría obtener por medio de la realización de algunos ritos.
En algunos casos, uno tendría que hacer estos ritos en los que negociaría su salvación con el mundo espiritual antes de morir.
En otros casos, los que viven negociarían la posibilidad de salvación de un ser querido luego que este dejara esta existencia.
La Palabra de Dios revela una sola fuente de salvación:
Hechos de los Apóstoles 4:12 RVR60
12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Juan 3:16–17 RVR60
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
Juan 14:6 RVR60
6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Entonces, solamente queda personalizar esta enseñanza. ¿Es Jesús tu Salvador?
Si la Salvación va a ser el arma de Dios para proteger tu cabeza, tus pensamientos, tu intelecto, tu vida, tienes que armarte de este concepto de la salvación todos los días, muchas veces a lo largo de tu existencia.
Si ya tienes la salvación, tienes que mirarte al espejo y volver a anunciarte que eres salvo en Cristo Jesús. Jesús te salvó de la condenación, del castigo eterno, del alejamiento de Dios, de una eternidad alejado de su presencia.
Sí, todavía no estamos “del otro lado” pero el que tiene a Jesús tiene la salvación, lo cual implica la seguridad de la vida eterna, ahora y para siempre.
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