falsas sanidades y falsas esperanzas

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Falsas sanidades y falsas esperanzas

«Cuando el famoso teleevangelista Oral Roberts entró en la eternidad el 15 de diciembre
de 2009, muchos en el mundo religioso presentaron cuantiosas esquelas floridas
alabando al «predicador pionero del “evangelio de la prosperidad”» por sus
contribuciones dominantes al cristianismo estadounidense. Aunque no resultaba
popular, mi opinión sobre la vida y el legado de Oral Roberts no podía haber sido más
diferente. En un artículo publicado tan solounos días después de su muerte, establecí tan claramente como pude: «La influencia de Oral Roberts no es algo que los cristianos
que creemos en la Biblia deberíamos celebrar. Casi cada idea aberrante de los
movimientos pentecostales y carismáticos generadas a partir de 1950 se puede
remontar de una manera u otra a la influencia de Oral Roberts».
Eso puede parecer duro. Sin embargo, no es tan fuerte como el Nuevo Testamento,
donde los que pervierten la verdad se denuncian con el lenguaje más severo que
pueda imaginarse. Oral Roberts no solo aceptó el falso evangelio de la salud y la riqueza,
sino que lo promovió dentro de la corriente principal del cristianismo, utilizando la
televisión para difundir su veneno doctrinal en las masas. En un sentido muy real, fue
el primero de los sanadores fraudulentos en hacer uso de la televisión, allanando el
camino para el desfile de estafadores espirituales que han venido después de él.3
En el libro Oral Roberts: An American Life [Oral Roberts: una vida estadounidense],
el biógrafo David Edwin Harrell hijo describe cómo Roberts descubrió el evangelio
de la prosperidad y de qué forma este se convirtió en la pieza central de su mensaje.
Un día, Oral abrió al azar la Biblia y encontró 3 Juan 2: «Amado, yo deseo que tú
seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma».
Él se lo mostró a su esposa, Evelyn, y separando por completo el versículo de su
contexto apropiado, la pareja «habló con entusiasmo sobre las implicaciones del mismo.
¿Significaba que podían tener un “automóvil nuevo”, una “casa nueva”, un
“nuevo ministerio”? Años después, Evelyn recordaba esa mañana donde todo empezó:
“En realidad creo que esa misma mañana fue el comienzo de este ministerio de
alcance mundial que él ha tenido, ya que amplió su modo de pensar”». Roberts
testificó que un nuevo y flamante Buick, adquirido de forma inesperada poco después
de esa experiencia, «se convirtió en un símbolo para mí de lo que un hombre
podía hacer si confiaba en Dios».
Después que fraguó su doctrina de la prosperidad, Oral Roberts inventó su
obra más conocida y de mayor alcance: el mensaje de la semilla de fe. Roberts
enseñó que dar la semilla de fe era el medio para alcanzar la prosperidad. El dinero
y las cosas materiales donados a su organización eran como semillas sembradas
que producirían una cosecha de bendiciones materiales de parte del Señor. Roberts
declaró que Dios multiplicaría de forma milagrosa lo que fuera donado al ministerio
de Roberts y le daría mucho más al donante. Era un plan sencillo, casi espiritual,
para hacerse rico con rapidez, el cual atraía principalmente a los pobres,
desfavorecidos y desesperados. Esto generó millones para el imperio de los medios
de comunicación de Roberts.
Cuando los resultados se hicieron evidentes, el sistema fue rápidamente adoptado por
un gran número de ministerios pentecostales y carismáticos orientados del mismo modo
hacia los medios de comunicación. El principio de la semilla de fe es la principal fuente de
ingresos que edificó y ha apoyado las vastas redes de teleevangelistas y predicadores, quienes
a cambio del dinero de sus espectadores les hacen fervientes promesas de «milagros»,
de los cuales los más codiciados son siempre los que involucran la salud y las riquezas.
Trágicamente, el mensaje de la semilla de fe usurpó y luego reemplazó por completo
cualquier contenido evangélico que pudo haber en la predicación de Oral
Roberts. En todas las ocasiones que lo vi en la televisión, ni una sola vez lo oí predicar
el evangelio. Su mensaje siempre era acerca de la semilla de fe. La razón de ello es
obvia: el mensaje de la cruz —de un sacrificio expiatorio por los pecados mediante los
sufrimientos de Jesucristo— no encaja con la idea de que Dios garantiza la salud, las
riquezas y la prosperidad de las personas que envían dinero a los predicadores por
televisión. Nuestra comunión en los sufrimientos de Cristo (Filipenses 3.10) y nuestro
deber de seguir sus pisadas (1 Pedro 2.20–23) también son la antítesis de los
principios básicos de la doctrina de la prosperidad. Como consideramos en el capítulo
2, el mensaje de la prosperidad es un evangelio diferente (cp. Gálatas 1.8–9).
Uno de los énfasis principales del ministerio de Roberts fue su concentración
en los supuestos milagros de sanidad, un truco necesario para conseguir que las
personas abrieran sus billeteras. Como el historiador pentecostal Vinson Synan
declaró poco después de la muerte de Roberts: «Más que a cualquier otra persona,
se le debería dar el mérito por ser el iniciador del movimiento carismático en la
corriente principal cristiana. Él trajo la sanidad [divina] a la conciencia estadounidense».
A pesar de que evitó ser etiquetado como tal, Roberts alcanzó su mayor
fama en la televisión en la década de los años cincuenta como un sanador por fe, e
incluso afirmó haber levantado a varias personas de entre los muertos. ¿Eran estos
«milagros» reales y verificables? Por supuesto que no. No obstante, él allanó el
camino para todos los predicadores carismáticos, teleevangelistas, sanadores por fe,
estafadores y charlatanes que dominan los medios de comunicación religiosos hoy.
En realidad, Roberts hizo más que nadie a comienzos del movimiento pentecostal
para que la corriente principal del evangelicalismo aceptara estas ideas engañosas. Se
valió de su ministerio televisivo, que como un vasto imperio ha dejado una profunda
huella en la iglesia de todo el mundo. En muchos lugares hoy, incluso en algunas de las
regiones con más analfabetismo y pobreza del mundo, el concepto de la semilla de fe de
Oral Roberts en realidad es más conocido que la doctrina de la justificación por la fe.
Es en el mensaje de la salud y las riquezas en lo que piensan ahora las multitudes cuando
escuchan la palabra evangelio. Un sinnúmero de personas en todo el mundo considera
el evangelio como un mensaje acerca de las riquezas materiales y la sanidad física, en
lugar de anunciar las infinitamente mayores bendiciones del perdón del pecado y la
bendición eterna de la unión espiritual del creyente con Cristo. Todas estas son razones
para lamentar en vez de celebrar la fama y la influencia de Oral Roberts.
Oral Roberts no fue el primer evangelista sanador, le precedieron ministros pentecostales
como John G. Lake, Smith Wigglesworth, Aimee Semple McPherson y A.
A. Allen. Él tampoco fue el único sanador por fe de mediados del siglo veinte. Sus
amigos Kenneth Hagin y Kathryn Kuhlman fueron contemporáneos de renombre.
Sin embargo, nadie como Roberts hizo más para darle un lugar importante a la
sanidad moderna, una hazaña que llevó a cabo por medio de la televisión. Él pasó de
las emisiones en blanco y negro de las reuniones en carpas polvorientas durante la
década de los cincuenta, a la sofisticada programación bien preparada, de alta calidad
y a colores en un estudio de televisión de la década de los setenta en adelante.
El éxito extraordinario de Roberts en la televisión dio lugar a una serie de
ministerios derivados e imitadores. Muchos sanadores por fe y recaudadores de
fondos carismáticos establecieron sus oficinas centrales en la ciudad natal de
Roberts: Tulsa, Oklahoma. Kenneth Hagin y T. L. Osborne construyeron grandes
ministerios allí. La Universidad Oral Roberts en Tulsa, fundada en 1963, se
convirtió en un caldo de cultivo para una nueva generación de teleevangelistas y
sanadores por fe. Joel Osteen, Creflo Dollar, Ted Haggard, Kenneth Copeland,
Carlton Pearson y Billy Joe Daugherty son antiguos alumnos de la ORU.
En resumen, quizá la mejor manera de medir el verdadero legado de Oral
Roberts es mediante el examen de la continua influencia de los que han seguido
sus pasos. En las páginas que siguen vamos a considerar a uno de tales individuos,
un hombre que ha reemplazado esencialmente a Roberts como el más visible y
exitoso de los sanadores por fe modernos.
Le presento a Benny Hinn
De todos los sórdidos sucesores de Oral Roberts, ninguna es más visto por todas
partes que Toufik Benedictus (Benny) Hinn. Roberts puede haberse ido, pero su
influencia todavía se puede ver a través de los ministerios de Hinn y los que lo
imitan. Él se considera a sí mismo un discípulo de Roberts. En un panegírico
publicado poco después de la muerte de Oral Roberts, Benny Hinn reconoció su
deuda con él y destacó su admiración por el teleevangelista fallecido: «Era un
gigante en muchas maneras y tuve el privilegio de tenerlo como amigo muy querido
por muchos años [...] A través de los años, a menudo he pensado en el modelo que
él estableció para que muchos ministros y creyentes lo siguieran [...] Estoy agradecido
por el sendero que él iluminó».
Roberts y Hinn no eran solo amigos, sino aliados en el ministerio. En numerosas
ocasiones aparecieron juntos en emisiones televisadas. Cuando NBC Dateline presentó
una devastadora exposición sobre el ministerio de Hinn en el año 2002, Oral Roberts
lo defendió públicamente. Hinn, por su parte, sirvió durante años como regente de la
Universidad Oral Roberts. Tal vez resulte apropiado que Benny Hinn haya tomado el
lugar de Oral Roberts como el más conocido de los sanadores por fe en todo el mundo.
De hecho, Benny Hinn puede argumentar de forma convincente que su fama
ha superado la de Roberts, en función del número de emisiones televisivas que
lleva a cabo y la enorme audiencia que atrae. El programa de televisión de Hinn,
This Is Your Day [Este es tu día], está considerado uno de los programas de la
televisión cristiana más populares en el mundo, llegando a más de veinte millones
de personas en los Estados Unidos y a doscientos países alrededor del mundo.11 La
cubierta de los libros de Hinn lo promociona como «uno de los grandes evangelistas
de sanidad de nuestro tiempo», y su página en la red informática se jacta de
que sus «cruzadas han incluido audiencias de hasta 7,3 millones de personas (en
tres servicios) en la India, el culto de sanidad más grande de la historia». De
acuerdo con Hinn, «se producen curaciones de todo tipo, y Dios se da poderosamente
a conocer» en sus cruzadas milagrosas mensuales, lo que explica su atractivo
para las personas desesperadas y que están muriendo.
Casi todas las noches en las diferentes redes carismáticas (y en muchas estaciones
seculares independientes), se puede ver a Benny Hinn llevando a las multitudes
a un frenesí, «derribando en el espíritu» a las personas, y afirmando
sanidades para todo tipo de enfermedades invisibles. Millones de espectadores
creen que el manto de Oral Roberts ha caído sobre Benny Hinn, y están totalmente
convencidos de que él tiene un extraordinario poder sanador y milagroso como
su difunto mentor, quizá aun mayor.
Una mirada atenta a la realidad detrás de las producciones televisivas ostentosas
revela un panorama diferente por completo.
¿Sanadores o herejes?
Al salir de la iglesia en el norte de Cleveland en una noche fresca de octubre, Rafael
Martínez no pudo dejar de notar a una joven pareja que sacaba a su niño enfermo del
santuario. «El cuerpo inerte estaba conectado a mangueras y respiradores, con los
equipos de soporte de vida que colgaban del andador sonando y parpadeando». Los
padres del niño lo habían traído a la iglesia para un culto de sanidad divina, con la
esperanza y el ruego de que tuviera lugar un milagro. Nada menos que el famoso
evangelista sanador Benny Hinn había dirigido la reunión esa noche. La atmósfera
había estado electrizante; las emociones eran altas y las expectativas aun mayores. Sin
embargo, varias horas más tarde todo había terminado y su hijo no había sido sanado.
Ahora llegó el momento de irse a casa, junto con sus esperanzas hechas pedazos.
La escena desgarradora inundó la mente de Martínez con preguntas inquietantes.
Al reflexionar sobre ese momento, escribió:
"Me pregunté si se cuestionaban por qué su hijo salía de la misma forma en que
entró. ¿Quizá sus padres agonizaban pensando que tal vez tuvieron una fe deficiente
e incompleta? ¿Puede que se preguntaran de qué pecado eran culpables?
¿Qué maldición generacional tenía que ser rota con la semilla de fe? Cuando
Hinn les dijo que le creyeran a Dios para que ocurriera el milagro, ¿por qué Dios
no se movió en ese lugar y tomó a ese hermoso niño en sus grandes manos marcadas
por los clavos, reanimó su cuerpecito y tuvo piedad de él ante el incierto
futuro que tendría que enfrentar? No podía apartar mis ojos de ellos y no me he
olvidado de la intensidad y el quebranto de ese momento."
Los desesperados padres de ese niño no eran las únicas víctimas de la falsa
esperanza de esa noche. Martínez observó a otros: un hombre mayor con un aparato
ortopédico que se alejaba de la escena en lugar de ser sanado; una mujer
enferma de Atlanta que había viajado a Cleveland sin pasaje de regreso a casa, solo
para marcharse sin cambio alguno. Al mirar en torno al final del culto, Martínez
vio que «había decenas de estas personas aún dispersas por todo el santuario, sentadas
tranquilamente en sus sillas de ruedas o apoyadas en sus bastones, muletas
y soportes». Él expresó la pregunta obvia: «¿Cómo puede alguien con un corazón
cristiano de pastor no dolerle la clase de crisis espiritual lacerante, desorientadora
y llena de confusión en que han sido sumidas estas personas heridas?».
Por supuesto, historias similares pudieran contarse de cada evento de sanidad de
Benny Hinn. William Lobdell, reportero de temas religiosos del periódico Los Angeles
Times, informó después de cubrir una de las cruzadas de Hinn en Anaheim, California:
«El verdadero drama ocurrió después que el pastor abandonó el escenario y la
música se detuvo. Las personas con enfermedades terminales estaban tan enfermas
como antes. Había gente con la enfermedad de Parkinson cuyas extremidades seguían
torcidas y temblorosas. Había tetrapléjicos que no podían mover ni un solo músculo
por debajo del cuello. Estas personas, cientos o tal vez miles de ellas en cada cruzada,
permanecían sentadas, aturdidas y aplastadas al ver que Dios no las había sanado».17
Basándose en lo que observó, Lobdell sabiamente dedujo que «la simple lógica de las
operaciones de Hinn son crear falsas esperanzas y sacar dinero».
Como un autoproclamado sanador por fe, Hinn afirma que está siguiendo el
modelo de Cristo y los apóstoles. Por ejemplo, él defiende su enfoque de la sanidad
en público destacando las ocasiones en que Jesús solo habló sanidad a la gente en
lugar de poner sus manos sobre los individuos. En relación con los apóstoles,
Hinn dice: «Yo sabía que el Señor me había dicho que orara por los enfermos como
parte de la predicación del evangelio, tal como él les dijo a los discípulos en Marcos
16.18: “Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”». Insistiendo en que
«la sanidad no es solo para el pasado, sino también para el presente»,21 Hinn afirma
ser «el canal [el Espíritu Santo] ungido y útil para traer la presencia y el poder
sanador de Dios a los que sufren y tienen hambre espiritual».
Sin embargo, tales afirmaciones no son más que fanfarronerías, motivadas
por las llamas de la arrogancia y el engaño absoluto. Hinn puede poseer «dones»
para el espectáculo, el histrionismo, la manipulación de las multitudes, el engaño
hábil e incluso la hipnosis masiva. No obstante, una cosa que sin duda no posee es
el don de sanidades del Nuevo Testamento. En el mejor de los casos, las supuestas
sanidades de Hinn son el resultado de un efecto placebo eufórico, por medio del
cual el cuerpo responde temporalmente a una jugarreta de la mente y las emociones.
En el peor de los casos, las sanidades de Hinn consisten en simples mentiras
y falsificaciones demoníacas. En cualquiera de los casos, una simple comparación
entre el don bíblico y el elaborado espectáculo de Benny Hinn expone por fin lo
que es en realidad: una estafa.
Benny Hinn frente a la Biblia
Tal vez ningún otro lugar en las Escrituras acusa más la búsqueda carismática
moderna de señales y maravillas que la reprimenda de nuestro Señor a los fariseos
en Mateo 16.4: «La generación mala y adúltera demanda señal». A pesar de que las
multitudes seguían a Jesús con el deseo de presenciar un milagro o una experiencia
de sanidad, el Señor «no se fiaba de ellos, porque conocía a todos» (Juan 2.24).
Jesús sabía que hay un falso tipo de fe, el cual es poco más que una curiosidad
superficial por lo sobrenatural, no un verdadero amor por el Salvador.
El movimiento carismático moderno se caracteriza por la misma clase de fe superficial.
Sin embargo, es mucho peor. En los días de Jesús y los apóstoles, se estaban
realizando verdaderos milagros. En nuestros días, por el contrario, los líderes carismáticos
afirman tener el mismo poder sobrenatural, pero nada verdaderamente milagroso
está ocurriendo a través de ellos. Los llamados ministros de la sanidad por fe y los
teleevangelistas de hoy no son más que una fachada. Los sanadores como Benny Hinn
son estafadores obvios, que se enriquecen a costa de los incautos y desesperados.
¿Por qué dedicar un capítulo entero a Benny Hinn si ya ha sido desacreditado
públicamente y en repetidas ocasiones? La respuesta es doble. En primer lugar, a pesar
de sus muchas bufonadas, errores y escándalos, Hinn sigue siendo un teleevangelista
carismático popular y la cara más conocida de la sanidad por fe. Su «ministerio»
continúa afectando a cientos de millones de personas en todo el mundo, mientras que
simultáneamente recauda cientos de millones de dólares. En segundo lugar, la insistencia
de Hinn en la continuidad de la sanidad milagrosa hoy ilustra de manera
acertada los devastadores extremos a los que lógicamente conlleva la posición carismática
en cuanto a la sanidad. Sanadores como Hinn afirman ser capaces de repetir
las sanidades de la era apostólica. En realidad, sus artimañas no tienen ninguna de las
características del verdadero don de sanidad del Nuevo Testamento. En el resto de
este capítulo consideraremos seis marcados contrastes entre las sanidades que aparecen
en las Escrituras y las de los falsos sanadores modernos.
La sanidad en el Nuevo Testamento no dependía de la fe de quien la recibía
Los sanadores carismáticos como Benny Hinn culpan fácilmente de sus incontables
fracasos a la falta de fe... aunque, por supuesto, no se trata de su propia fe, sino
de la de aquellos que no se sanaron. Como resultado, «muchas personas creen, como
predica Hinn, que Dios no las sana porque la fe de ellas no es lo bastante fuerte. Tal
vez no le dieron suficiente dinero al ministerio de Hinn. O tal vez simplemente no
creían lo suficiente». Por lo tanto, aunque Hinn obtiene todo el mérito por los
supuestos éxitos, no recibe ninguna culpa por sus incontables fracasos.
Culpar a las personas enfermas por no haberse sanado podría proporcionarle
una buena excusa al «sanador», pero no tiene apoyo bíblico. Una mirada rápida a
los ministerios de sanidad de Cristo y los apóstoles acertadamente aclara esto. Una
y otra vez, las personas fueron sanadas sin ningún tipo de expresión de fe personal.
Consideremos solo algunos ejemplos.
En Lucas 17.11–19, solo uno de los diez leprosos expresó que tenía fe, pero
todos quedaron limpios. Los endemoniados de Mateo 8.28–29 y Marcos 1.23–26
no expresaron su fe antes de ser liberados, el paralítico junto al estanque de Betesda
ni siquiera sabía quién era Jesús hasta después de ser curado (Juan 5.13), y el hombre
ciego de Juan 9 fue sanado de forma similar sin conocer la identidad de Jesús
(Juan 9.36). En varias ocasiones Jesús resucitó a muertos, como la hija de Jairo y
Lázaro; pero obviamente, los muertos no son capaces de hacer ningún tipo de
«confesión positiva» y mucho menos de responder con alguna muestra de fe. Nuestro
Señor también sanó a multitudes de personas a pesar del hecho de que no todos
creyeron (cp. Mateo 9.35; 11.2–5; 12.15–21; 14.13–14, 34–36; 15.29–31; 19.2).
Del mismo modo, los ministerios de sanidad de los apóstoles no requerían la
fe de los enfermos con el fin de ser eficaces. Pedro sanó a un cojo sin necesidad de
la fe del hombre (Hechos 3.6–8). Posteriormente, revivió a una mujer llamada
Tabita después que ella había muerto (Hechos 9.36–43). Asimismo, Pablo liberó
a una esclava no creyente de la posesión demoníaca (Hechos 16.18), y más tarde
resucitó a Eutico después de caerse y morirse (Hechos 20.7–12). Una profesión de
fe no fue un requisito previo para ninguno de esos milagros de sanidad.
Tal no es el caso de Hinn y su camarilla, que siempre le achacan la responsabilidad
a la fe de la persona que busca ayuda. Según Hinn: «La fe es vital para tu
milagro. La sanidad se recibe por fe y se mantiene por fe». Y repite: «Se necesita
fe agresiva [...] para alcanzar la salvación de esa enfermedad». Y otra vez: «No se
puede recibir sanidad a menos que tu corazón esté bien con Dios [...] La sanidad
se logra fácilmente cuando tu caminar con Dios es recto». En otra parte escribió:
"A menudo en nuestras cruzadas les diré a las personas que se toquen la parte de
su cuerpo que desean que Dios les sane. Las animaré a que comiencen a mover
sus brazos afectados o a doblar sus piernas aquejadas. Estas acciones no logran
nada por sí mismas, pero sí demuestran que la persona tiene fe en el poder sanador
de Dios. Y en las Escrituras aparecen una y otra vez que cuando el Señor
Jesús sanó a los enfermos les pidió que hicieran algo antes de que ocurriera el
milagro."
Esta idea de que las propias personas tienen la culpa cuando no se sanan es un
corolario de las enseñanzas de Hinn de que siempre es la voluntad de Dios que
haya sanidad. En su opinión, cualquier oración por sanidad que incluya la frase «si
es tu voluntad» es una expresión de una fe insuficiente. Como Hinn afirma:
«Nunca, nunca, nunca vaya al Señor y le diga: “Si es tu voluntad”. No permita que
esas palabras que destruyen la fe salgan de su boca. Cuando usted ora “si es tu
voluntad, Señor”, la fe se destruye».
La implicación es obvia y devastadora: si la voluntad de Dios es que siempre haya
sanidad, entonces los enfermos y desvalidos tienen la culpa de sus propias aflicciones.
No deben tener suficiente fe para ser sanados. Cuando se trata directamente esta
cuestión, Hinn siempre intenta alejar (o rechazar) las consecuencias inmisericordes de
su propia enseñanza. No obstante, como Justin Peters observa acertadamente:
Si se sigue la lógica de Hinn, como hacen muchos millones de sus seguidores,
entonces si se está enfermo la sanidad de esa persona depende de su propia fe. Si
la sanidad no llega, la persona se queda con la conclusión inevitable de que la
culpa es suya. Su caminar con Dios no es lo bastante puro, su fe no es lo bastante
fuerte. Aunque Hinn dice que «no va a hacer declaraciones fuertes que pongan
la culpa en las personas y las dejen pensando que ellas son las culpables si no se
curan», esto es exactamente lo que está haciendo.
A pesar de que muchas veces Jesús respondió a la fe de la gente durante su
ministerio, el éxito de su poder sanador no dependía ciertamente del nivel de fe de
ellos. La frase: «Tu fe te ha sanado» (cp. Mateo 9.22; Marcos 5.34; 10.52; Lucas
7.50; 8.48; 18.42) se traduce mejor: «Tu fe te ha salvado». La preocupación del
Señor acerca de la fe se relacionaba con la salvación de las almas, no con la mera
reparación de los cuerpos físicos. Sin embargo, este énfasis en el verdadero evangelio
se pierde entre los sanadores fraudulentos como Benny Hinn. Tal como
Rafael Martínez informó acerca de su propia experiencia en la reunión de sanidad
de Hinn:
"Aunque no hubo llamado al altar para salvación, sin duda hubo una serie de llamados
a ofrendar [...] En la exhortación, Hinn inexplicablemente mencionó que acababa
de firmar un contrato de veintitrés millones de dólares para comprar y usar un
avión privado a fin de transportarlo [...] Esta, según dijo, era una de las grandes
cosas que Dios previó como parte del tiempo final de «transferencia de riquezas»
para ayudar a financiar la «cosecha», y que debemos estar preparados para probarnos
a nosotros mismos por lo que damos de modo que Dios nos pueda dar la riqueza
del mundo para predicar el evangelio."
Hinn puede hablar de alcanzar al mundo, pero no está en realidad interesado
en predicar el verdadero evangelio. El «evangelio» que proclama se basa en el mantra
materialista del evangelio de la prosperidad, un mensaje de salud y riquezas
que Hinn heredó de Oral Roberts y otros como él. No tiene ninguna base en las
Escrituras, sino que le ha traído a Hinn una riqueza considerable, lo que nos lleva
a nuestro segundo punto de contraste.
Las sanidades del Nuevo Testamento no se realizaron por dinero o fama
El Señor Jesús no sanó a nadie para obtener beneficios materiales. Tampoco
lo hicieron los apóstoles. De hecho, la única vez que se le ofreció dinero a cambio
del poder sanador, Pedro reprendió a Simón el Mago con una fuerte reprensión:
«Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con
dinero» (Hechos 8.20).
Cristo y los apóstoles enfocaron sus ministerios de sanidad en los miembros
más pobres y desfavorecidos de la sociedad, personas que no tenían medios para
pagarles. Los mendigos ciegos (Mateo 9.27–31; 20.29–34; 21.14; Marcos 8.22
26), los leprosos marginados (Mateo 8.2–3; Lucas 17.11–21) y los pobres lisiados
(Mateo 9.1–8; 21.14; Juan 5.1–9; Hechos 3.1–10; 14.8–18) eran algunos de los
miembros más bajos de la sociedad, que vinculaba la enfermedad con el pecado
(cp. Juan 9.2–3). Sin embargo, fueron los mismos a los que Jesús y sus discípulos
les mostraron compasión. Y nunca pidieron dinero a cambio. La compulsión
detrás de los milagros de sanidad en el Nuevo Testamento claramente no era económica.
Todo lo contrario. Los así llamados ministros que estaban motivados por
el amor al dinero fueron denunciados como falsos maestros (1 Timoteo 6.5, 9–10).
Jesús dijo: «No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mateo 6.24).
Nuestro Señor también evitó la publicidad superficial y la curiosidad que
resultaba de sus milagros. A menudo les ordenó a los que curaba que no le
dijeran a nadie lo que había sucedido (cp. Mateo 8.4; 9.30; Marcos 5.43).
Cuando las multitudes querían hacerlo rey, no porque realmente creían en él, sino
porque deseaban más milagros, Jesús se escabulló hacia el otro lado del Mar de
Galilea (Juan 6.15). En Lucas 10.20, les instruyó a sus discípulos que se regocijaran
en su salvación eterna y no en la capacidad de realizar milagros. Aunque las
multitudes acudían a Jesús durante su ministerio, el Señor nunca estuvo interesado
en ser popular. En definitiva, a pesar de los milagros que realizó, una multitud
pediría después que fuera crucificado.
El ministerio de sanidad de Benny Hinn, por el contrario, le ha brindado una
gran popularidad y prosperidad personal. Como él mismo dijo en su autobiografía:
«¿Cómo puedo criticar a la prensa cuando ha atraído a cientos de miles de
personas a nuestras cruzadas para escuchar la Palabra?».
¿«Para escuchar la Palabra»? Esa afirmación es algo típico de la ficción de
Benny Hinn. Las multitudes en sus eventos claramente no vienen a escuchar la
Palabra ni él predica fielmente la Palabra de Dios sin adulterarla. Como Hinn
mismo reconoce: «La mayoría de la gente sabe que los que les rodean han venido
esperando. Ellos esperan milagros». Por otra parte, añade: «Las personas no solo
viene a oírle a uno predicar, quieren ver algo».
Armado con el mismo mensaje de la semilla de fe como Oral Roberts, Hinn es
más que feliz solo convirtiendo a los buscadores de milagros en donantes del ministerio.
Como le dijo a la audiencia en un Praise-a-Thon de TBN en el año 2000: «Yo creo
que Dios está sanando a las personas mientras ellas están haciendo el compromiso de
dar dinero esta noche. Hay gente que se ha curado mientras hacía una promesa de
dar».34 El mensaje de Hinn en otro Praise-a-Thon se fue igualmente más allá del
límite: «Haga un compromiso, haga una donación. Porque esa es la única manera en
que usted va a obtener su milagro [...] Al dar su dinero, el milagro comenzará».35 Tales
apelaciones están basadas en el absurdo materialista de dar para recibir de la teología
de la semilla de fe, como Hinn explicó en una de sus audiencias televisivas:
En sus peticiones de oración, sea específico y luego envíe un donativo. He aquí el porqué:
la Palabra de Dios dice «da» [...] La Palabra dice que uno siembra y entonces cosechará.
No se puede esperar una cosecha hasta que usted siembra una semilla [de dinero]
[...] Así que envíe esa semilla hoy. Sea cual sea la cantidad, y lo que realmente depende
de su necesidad [...] Alguien vino a mí en la iglesia hace poco y me dijo: «Pastor, ¿cuánto
debo darle a Dios?». Le dije: «Bueno, ¿qué tipo de cosecha es la que busca?».
El plan de publicidad es cualquier cosa menos que sutil. Si quiere ser sanado, envíe
su dinero. Y si no consigue sanarse es porque no envió suficiente. Al igual que los
malvados líderes religiosos condenados en Lucas 20, Benny Hinn devora las «casas de
las viudas» como pregonero de una falsa esperanza a cambio de dinero, y como la
viuda pobre de Lucas 21, muchos responden enviándole sus últimas dos blancas.
Aunque Benny Hinn niega que sus motivos sean el dinero,37 su estilo de vida
revela el verdadero alcance de su avaricia y codicia. Hace unos años, se encontró
en el vórtice de un escándalo cuando salió a la luz que llevó a un gran grupo del
personal y guardaespaldas en un viaje a Europa con él en el Concorde, todo a
expensas de los donantes. Los boletos de primera clase en el Concorde costaron
ocho mil ochocientos cincuenta dólares cada uno, y durante esa gira de Hinn y su
grupo por Europa se alojaron en hoteles de cinco estrellas, a un costo de más de
dos mil dólares por noche cada habitación. CNN contó esta historia, complementada
con un vídeo de Hinn y su séquito en el momento que abordaban el Concorde.38
Un breve escándalo sobrevino, enfocando temporalmente la mira de la
crítica en las grotescas extravagancias de Hinn.
No mucho ha cambiado desde entonces: «Según se dice, Hinn gana más de un
millón de dólares al año, vive en una mansión frente al mar, maneja los últimos autos
de lujo y viaja en su avión privado, el Concorde ya no es más una opción», todo
mientras a la vez luce accesorios llamativos como un «Rolex con diamantes, anillos de
diamantes, pulseras de oro y trajes personalizados para que todos lo vean». Tal vida
ostentosa puede encajar en el paradigma del evangelio de la prosperidad, en el que las
riquezas materiales son mostradas con arrogancia como supuesta señal de la bendición
de Dios. Sin embargo, el contraste con el estilo de ministerio del Nuevo Testamento
no pudiera ser más marcado. Las planeadas sanidades de Hinn producen un
estimado de cien millones de dólares anuales, vaciando los bolsillos de las personas
desesperadas dispuestas a dar cualquier cosa por un milagro.
Las sanidades del Nuevo Testamento fueron un rotundo éxito
Los milagros de sanidad de Jesús nunca fallaron. Tampoco los que realizaron los
apóstoles en el libro de Hechos. En Mateo 14.36 se afirma que todos los que tocaron
el borde del manto de Cristo «quedaron sanos». Cuando los leprosos fueron sanados,
su recuperación fue total, de tal manera que podrían pasar la inspección minuciosa
del sacerdote (cp. Levítico 14.3, 4, 10). Los ciegos recibieron una visión de 20/20, los
cojos podían correr y saltar, los sordos escuchaban caer un alfiler y los muertos eran
restaurados a la plena salud. Ningún milagro del Nuevo Testamento dejó de ser, en
última instancia, todo un éxito.
Algunos pudieran contrarrestar esto señalando la incapacidad de los discípulos
para echar fuera un demonio en Mateo 17.20, o la decisión del Señor de sanar
a un ciego en dos etapas en Marcos 8.22–26. Sin embargo, las excepciones solo
confirman la regla, ya que en ambas ocasiones la curación completa se logró en
última instancia. En el caso de los discípulos, es importante señalar que el problema
fue debido a la falta de fe de ellos (no del muchacho enfermo). Si los sanadores
modernos quisieran encontrar un paralelo en este incidente, tendrían que reconocer
que el problema es su propia falta de fe.
En el caso del ciego, Jesús lo sanó en dos etapas para destacar un aspecto
espiritual, acentuando la miopía espiritual de los discípulos (cp. Marcos 8.21). Al
final, el Señor restauró totalmente la vista del hombre. Así que en cada ocasión,
tanto en los evangelios como en Hechos, Cristo y los apóstoles tuvieron una tasa
de éxito del ciento por ciento. Como Thomas Edgar señala con razón: «No hubo
fracasos. Cada intento por sanar tuvo éxito».
Obviamente, ningún ministerio de sanidad moderna ni se acerca a esta norma
bíblica. La trayectoria irregular de Benny Hinn proporciona un ejemplo de
ello. Como informó ABC Nightline en el 2009: «Hinn admite que no tiene verificación
médica de ninguna de las sanidades. De hecho, algunas de sus supuestas
curaciones han resultado no ser verdaderas». El informe de Nightline continúa:
«En una cruzada de Hinn en el 2001, William Vandenkolk, un niño de nueve
años de edad con la visión dañada, afirmó que su vista había sido restaurada.
Vandenkolk tiene ahora diecisiete años de edad y todavía es legalmente ciego».
Frente a los hechos, Hinn se vio obligado a admitir: «Yo no sé por qué una
persona no es tocada y sanada».45 Él dice que a veces ha puesto sus manos sobre
personas «y no sucedió nada».46 Los informes noticiosos hablan de cuatro pacientes
gravemente enfermos a los que se les permitió salir de un hospital de Kenia
para asistir a una de las cruzadas de milagros de Hinn con la esperanza de ser
curados. En vez de sanarse, los cuatro murieron en la cruzada.47 Tales realidades
contradicen los reclamos que Hinn ha escrito.
En su libro Rise and Be Healed [Levántate y sé sanado], Hinn dijo sobre Dios: «Él
promete sanar a todos, a cada uno, a cualquiera, sin importar quién sea, de cualquier tipo
de enfermedad. Esto significa hasta un dolor de cabeza, sinusitis, un dolor de muelas.
Ninguna enfermedad debería atravesarse en tu camino. Dios sana todas tus dolencias».48
No obstante, ni siquiera Hinn cree eso en realidad. Un artículo en el diario Los Angeles
Times hizo esta observación conmovedora sobre el propio fracaso de Hinn al luchar a
brazo partido con las razones de por qué la sanidad es a menudo difícil de alcanzar:
"A pesar de que rara vez lo menciona en el escenario, al día siguiente en el hotel
Four Seasons, Hinn dijo que se pregunta por qué Dios no sana a algunas personas.
Esta es una cuestión con la que el pastor ha tenido que luchar personalmente.
Reconoce que él tiene una enfermedad del corazón que Dios no le ha curado,
y sus padres han sufrido graves problemas de salud. «Esto es algo muy difícil
para mí, porque le dije a mi padre que creyera», dijo Hinn. «Sin embargo, murió.
Yo no sé por qué».
Asentir que algunas personas no se sanan es relativamente nuevo para él.
«Hubo un tiempo en mi vida en que nunca habría dicho esas cosas», admite
Hinn. «Pero tienes que hacerlo, quiero decir, por bondad. Mi madre tiene diabetes,
mi padre murió de cáncer. Así es la vida»."
A pesar de que a regañadientes reconoce que algunas de sus curaciones han fracasado,
Hinn aún insiste en que no es un estafador en busca de dinero: «Si yo fuera
un farsante, sin duda les devolvería su dinero». ¿En serio? Así que la prueba de que
no es un mentiroso y un charlatán es que él sigue estafando a las personas necesitadas
y crédulas, aunque inexcusablemente continúa llevando un estilo de vida derrochador
con el dinero que ha tomado de ellos. Tal es la lógica de Benny Hinn.
En el 2002, de manera similar le dijo a una audiencia televisiva: «Ahora, mírame
directo a los ojos. Mírame de cerca y observa estos ojos. Nunca he mentido. Nunca.
Nunca lo haré. Prefiero morir que mentirle al pueblo de Dios. Esa es la verdad».51 En
realidad, eso era cualquier cosa menos la verdad. Eran los vigorosos intentos de Hinn
por defender sus motivos para evitar un examen más detallado. Después de tener una
entrevista con Hinn, William Lobdell de Los Angeles Times concluyó:
"Hinn dice que si no fuera por el llamado divino, se alejaría de su trabajo en un instante.
No podía mirar en el alma de Hinn, pero desde donde yo estaba sentado, veía
a un talentoso actor que aprovechaba sus habilidades teatrales y los sentimientos por
la condición humana para llevar la vida material de una estrella de cine. No pienso que
por un momento él haya creído una palabra de lo que predica, o que le molestara que
las personas que no recibieron su sanidad milagrosa hubieran muerto. Me lo imaginaba
detrás de las puertas de su mansión en lo alto del acantilado Dana Point, riéndose
consigo mismo de su buena fortuna al mirar por las ventanas amplísimas hacia el
Pacífico, con los surfistas flotando entre las olas, los delfines nadando justo más allá de
la línea de surf y los veleros que adornaban el horizonte. Se había ganado la lotería, con
sus acciones protegidas por la ley de la Primera Enmienda."
Las sanidades del Nuevo Testamento eran innegables
A diferencia de las supuestas sanidades de Benny Hinn, para las que no hay
verificación autorizada, las sanidades milagrosas que Cristo y los apóstoles realizaron
no pudieron dejarse de tener en cuenta, incluso por parte de los que eran abiertamente
hostiles al evangelio. Cuando Jesús echó fuera demonios, los fariseos no
pudieron negar su poder sobrenatural. Así que intentaron desacreditarlo al afirmar
que estaba facultado por Satanás (cp. Mateo 12.24). Más tarde, cuando el Señor
resucitó a Lázaro, los líderes religiosos de Israel fueron de nuevo incapaces de negar
lo que había sucedido (Juan 11.47–48). Sin embargo, en vez de creer, decidieron
darle muerte. En el libro de Hechos, esos mismos líderes no pudieron refutar el
hecho de que Pedro había sanado a un cojo (Hechos 4.16–17). Tampoco los propietarios
paganos de una esclava endemoniada pudieron dejar de notar la autoridad
de Pablo para echar fuera al demonio que la atormentaba (Hechos 16.19).
Además del testimonio de los incrédulos, los escritores de los evangelios y
Hechos tuvieron especial cuidado en registrar sus historias con precisión (cp.
Lucas 1.1–4). El hecho de que Lucas era doctor (Colosenses 4.14) le añade credibilidad
al mérito médico de los informes de milagros del Nuevo Testamento. Por
supuesto, todos los escritores de los evangelios fueron inspirados por el Espíritu
Santo (2 Timoteo 3.16–17), quien les permitió recordar con precisión los detalles
que incluyeron en sus diferentes narraciones (cp. Juan 14.26). Como resultado,
podemos confiar en el relato bíblico con absoluta certeza.
Las cruzadas de sanidad de Benny Hinn son un asunto completamente distinto.
Aunque Hinn insiste en que «se han producido cientos de sanidades comprobadas
y miles de conversiones», es claro que esto es una mentira. A pesar de que él
cuenta con regularidad acerca de «las personas levantándose de las sillas de ruedas y
dejando las muletas [...] los ojos ciegos y oídos sordos verificados [que] se han abierto»,53
la evidencia que apoya estas afirmaciones simplemente no existen. Mike Thomas
investigó las cruzadas milagrosas de Hinn y escribió:
"A pesar de los pretendidos miles de milagros de Hinn, la iglesia parece estar en
apuros para llegar a convencer a un escéptico serio. Si Dios sana a través de Hinn,
no cura enfermedades como la parálisis permanente, el daño cerebral, el retraso
mental, las malformaciones físicas, la falta de visión u otras enfermedades obvias."
A pesar de que ha llevado a cabo cientos de cruzadas en los últimos años, las
supuestas curaciones de Hinn aún carecen de verificación. Cuando Hinn le proporcionó
al Christian Research Institute sus tres casos mejor documentados, los
resultados fueron totalmente impresionantes. «Los tres casos están mal documentados
y son confusos», escribió Hank Hanegraaff del CRI. «Si esta es la mejor
evidencia que Hinn puede reunir después de años de “cruzadas de milagros”, con
un personal que trabaja en cada reunión para documentar los casos de sanidad,
entonces no hay evidencia creíble de que él ha estado involucrado en una sanidad
de buena fe».
Aunque la lista de afirmaciones fantásticas e historias curativas increíbles
sigue creciendo a un ritmo frenético, cualquier evidencia real de milagros genuinos
brilla por su ausencia. Un documental de HBO del año 2001, titulado A
Question of Miracles [Un asunto de milagros], siguió la vida de siete personas
durante un año después de que supuestamente se habían curado en una cruzada
de Benny Hinn. Al final de ese período de tiempo, Anthony Thomas, el director
de la película, llegó a la conclusión de que nadie había sido sanado en realidad.
En una entrevista con el New York Times, Thomas ofreció esta fuerte evaluación:
«Si hubiera visto milagros [en las cruzadas de Hinn], habría estado feliz de
darlos a conocer [...] pero al mirar en retrospectiva, creo que le hacen más daño al
cristianismo que a los ateos más comprometidos».
Las sanidades del Nuevo Testamento eran inmediatas y espontáneas
Cuando Jesús y sus discípulos curaban a alguien, los enfermos quedaban
sanos de inmediato. No había período de recuperación: no era necesaria la fisioterapia
ni se precisaba un tiempo de convalecencia. Los leprosos fueron limpiados
inmediatamente (Marcos 1.42), a los ciegos se les concedió al instante la vista
(Marcos 10.52), y las personas que habían estado paralizadas un momento antes
podían saltar de alegría al siguiente (Hechos 3.8). Algunos podrían argumentar
que ciertas curaciones tardías se produjeron en Marcos 8.22–26 (donde un ciego
fue sanado en dos etapas), en Lucas 17.11–19 (donde diez leprosos fueron limpiados
mientras iban a ver al sacerdote) y en Juan 9.1–7 (donde un ciego fue sanado
después de lavarse en el estanque de Siloé). No obstante, en estos incidentes hubo
retrasos de solo minutos, no de semanas o días, y las demoras eran parte deliberada
de la forma en que Jesús tenía la intención de lograr el milagro de la sanidad.
Ellos son, de nuevo, excepciones que confirman la regla: las sanidades milagrosas
registradas en el Nuevo Testamento sucedieron inmediatamente.
Por el contrario, Benny Hinn exalta a «una señora que fue a las reuniones de
Katherine Kuhlman once veces antes de que fuera sanada. ¡Once veces!». Todo esto
encaja con la teología de la Palabra de Fe de Hinn. Como D. R. McConnell explica:
"En el movimiento de fe al creyente se le instruye que la sanidad es un «hecho de
fe» consumado, pero que no se manifiesta instantáneamente como un hecho
físico en el cuerpo de la persona. Durante el interludio entre la confesión de la
sanidad y su manifestación, el creyente pudiera manifestar «síntomas» de la
enfermedad. Estos síntomas no son la misma enfermedad [sino] señuelos espirituales
con los que Satanás está tratando de engañar al creyente para que haga
una confesión negativa, perdiendo con ella su sanidad."
Así que, incluso si parece que usted todavía está enfermo, realmente ha sido
curado. Solo tiene que esperar a que su cuerpo se ponga a tono con la realidad. Es
por esto que Hinn puede decirles a sus seguidores: «Después de haber recibido su
milagro, apártese de los que se oponen a los milagros [...] Continúe viéndose a sí
mismo como bien y completamente sanado en el nombre de Jesús». Tal afirmación
ridícula nunca se habría dicho en las curaciones bíblicas. Los resultados
inmediatos fueron siempre evidentes para todo el mundo.
Además, las sanidades registradas en el Nuevo Testamento fueron espontáneas.
No se arreglaron de antemano, sino que se llevaron a cabo durante el curso normal de
la vida. En Mateo 8.14–15, el Señor simplemente llegó a la casa de Pedro y encontró a
la suegra de este enferma, así que la sanó. Mateo 9.20 registra la sanidad de una mujer
que en secreto tocó el borde del manto de Jesús mientras él estaba caminando. Pedro
y Juan iban normalmente camino al templo cuando les interrumpió un mendigo cojo
(Hechos 3.6–7). Podrían citarse muchos otros ejemplos para establecer el mismo punto:
las sanidades del Nuevo Testamento no fueron cuidadosamente orquestadas y programadas
con anticipación para que ocurrieran en los estadios y las salas de reuniones.
Las sanidades de Jesús nunca fueron «teatrales» o hechas con la esperanza de crear un
espectáculo capaz de proporcionar un mayor número de donantes.
Por el contrario, Benny Hinn ha hecho de las reuniones preestablecidas de milagros
el sustento económico de su ministerio. Los cultos siguen un horario preestablecido
y tienen una coreografía preparada con todo cuidado. Como Richard Fisher
explica: «No solo se edita lo que el público ve en la televisión, sino que se escenifica
con meticulosidad lo que el público ve en vivo. Los que están terriblemente deformados,
los niños con síndrome de Down, amputados y similares se mantienen fuera del
escenario y de la vista de las cámaras de televisión».61 En un documental investigativo
del 2004 que difundió el Canadian Broadcasting Channel se usaron cámaras ocultas
para demostrar que a las personas con graves condiciones médicas, como los tetrapléjicos,
los discapacitados mentales y las personas con dolencias físicas obvias, no se les
permitía salir al escenario, sino que eran enviadas de vuelta a sus asientos por un
equipo de vigilantes evaluadores. Ese tipo de selectividad cuidadosa no sería necesaria
si realmente Hinn tuviera el don de sanidad.
Por supuesto, si Benny Hinn pudiera en realidad hacer lo que dice que hace,
podría vaciar los hospitales y contener las enfermedades en los países del Tercer
Mundo. Al igual que Jesús, sería capaz de desterrar la enfermedad y el sufrimiento
en todas las regiones que ha visitado. Sin embargo, debido a que no posee el verdadero
don, Hinn requiere que las personas vengan a él: a un lugar donde puede
manipular a la audiencia y controlar todos los detalles. Esto ofrece, obviamente, un
marcado contraste ante el paradigma del Nuevo Testamento. Como Robert Bowman
señala de manera acertada: «Programar que el Espíritu Santo venga a mi iglesia
los jueves a las siete de la noche para realizar sanidades es algo ajeno a la Biblia».
Las sanidades del Nuevo Testamento autenticaron un verdadero mensaje
Una última característica de las sanidades del Nuevo Testamento es que sirvieron
como señal para autenticar el mensaje del evangelio que Cristo y los apóstoles
predicaron. Como Pedro explicó en el día de Pentecostés, el Señor Jesús fue «varón
aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales» (Hechos
2.22). Cristo mismo les dijo a los escépticos fariseos: «Mas si las hago, aunque no me
creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo
en el Padre» (Juan 10.38). Y el apóstol Juan explicó el propósito de su evangelio con
estas palabras: «Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos,
las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis
que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre»
(Juan 20.30–31).
Los apóstoles, como embajadores de Cristo, se acreditaron de manera similar
por las señales que hicieron (cp. Romanos 15.18–19; 2 Corintios 12.12). Hablando
de ese testimonio apostólico, el escritor de Hebreos explica: «¿Cómo escaparemos
nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido
anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron,
testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros
y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad» (Hebreos 2.3–4).
Estas señales validaron el hecho de que los apóstoles eran verdaderamente quienes
afirmaban ser: representantes autorizados de Dios que predicaban el evangelio
verdadero.
Aquellos que predican otro evangelio diferente al establecido por Cristo y
proclamado por los apóstoles muestran ser «falsos apóstoles» y «obreros fraudulentos»
(2 Corintios 11.13). Pablo maldijo a estas personas, dos veces en rápida sucesión,
para enfatizar el asunto lo más posible: «Mas si aun nosotros, o un ángel del
cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.
Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica
diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema» (Gálatas 1.8–9). El Dios
de la verdad solo valida el verdadero evangelio. No autenticaría la mala teología o
les daría un poder milagroso a las personas que enseñan mala teología. Por lo
tanto, los autoproclamados obradores de milagros que enseñan un falso evangelio
no pueden hacer milagros, o lo hacen por un poder que no proviene de Dios (cp.
2 Tesalonicenses 2.9).
Aunque Benny Hinn dice que desea «alcanzar de alguna manera a todos los hogares
en todos los países con el evangelio», su «evangelio» no es el mensaje de salvación
expresado en el Nuevo Testamento. Al contrario, es el falso evangelio de salud, riquezas
y prosperidad; una deformación grotesca que es, en realidad, una mentira condenatoria. Decirle a la gente lo que desea escuchar en aras de una ganancia monetaria no solo resume la carrera de Hinn, sino también identifica a un falso maestro (2 Timoteo 4.3; Tito 1.11). Las raras invenciones doctrinales proclamadas por Hinn bajo la supuesta influencia del Espíritu Santo solo confirman su verdadera naturaleza.
¿Qué podemos concluir acerca de alguien que ha afirmado que la Trinidad se compone
de nueve personas;65 que Dios el Padre «camina en un cuerpo espiritual», con
manos, boca, pelo y ojos;66 que el Señor Jesús asumió la naturaleza satánica en la
cruz;67 y que los creyentes deben considerarse a sí mismos como pequeños mesías?68 Es
ridículo pensar que el Santo Dios autentique tales errores monumentales dándole a un
falso maestro como Benny Hinn poder para hacer milagros. Tal cosa haría a Dios
participante en el engaño de Hinn. No obstante, resulta obvio que este no es el caso.
Aunque Hinn posteriormente se ha apartado de algunos de estos puntos de
vista, un hecho ineludible permanece: una retracción apresurada hecha para evitar
la vergüenza pública no es lo mismo que el verdadero arrepentimiento demostrado
mediante una vida cambiada. Hasta la fecha, Hinn no ha dado ninguna evidencia
de arrepentimiento genuino. Él sigue siendo el rostro fraudulento de un ministerio
falso, dirigiéndose a la ruina eterna y llevando consigo a las multitudes desesperadas
que lo siguen.
Una visión precisa de la sanidad
Los ministerios de obrar milagros que Cristo y los apóstoles llevaron a cabo eran
únicos. Como hemos visto en este capítulo, las sanidades que realizaron eran
sobrenaturalmente poderosas, un éxito total, innegables, inmediatas, espontáneas
y con un propósito: servir como señales de autenticación del mensaje del evangelio.
No se basaban en la fe del beneficiario, no se llevaron a cabo en busca de
dinero o popularidad, y no se planearon con anticipación o fueron un espectáculo
de ninguna manera. Se trataba de verdaderos milagros que dieron lugar a que
enfermedades reales fueran instantáneamente curadas: el ciego vio, el cojo anduvo,
el sordo oyó y hasta los muertos resucitaron.
Tales milagros de sanidad bíblica no se están realizando en la actualidad. Benny
Hinn puede presumir de poseer un ministerio de sanidad apostólica, pero obviamente
no lo tiene. Los milagros curativos del tipo registrado en los evangelios y Hecho
eran exclusivos de la iglesia del primer siglo. Después de la época de los apóstoles, tales
sanidades han cesado y nunca más han sido parte de la historia eclesiástica.
Aunque el Señor todavía contesta la oración y obra de manera providencial
sanando a las personas de acuerdo con su voluntad, no hay pruebas de que las
curaciones milagrosas están ocurriendo hoy como lo hicieron durante la edad
apostólica. Cuadripléjicos, paralíticos, amputados y personas con otras desventajas
físicas significativas no están siendo restauradas de forma instantánea a la
plena salud en la actualidad como en los tiempos del Nuevo Testamento. Es evidente
que no ha habido ningún paralelo en la historia de los milagros curativos
únicos que tuvieron lugar en la época de Cristo y los apóstoles. Hoy no es la
excepción. El don apostólico de sanidad ha cesado.
Aunque el Nuevo Testamento instruye a los creyentes a orar por los enfermos
y los que sufren, confiando en que el Gran Médico hará lo que está de acuerdo con
sus propósitos soberanos (cp. Santiago 5.14–15), esto no es equivalente al don
sobrenatural de sanidad descrito en las Escrituras. Quien afirme lo contrario se
está engañando a sí mismo. Benny Hinn y otros como él, los cuales reclaman estar
especialmente ungidos con un don de sanidad, ilustran esto de forma acertada.
Ellos simplemente no pueden hacer los milagros apostólicos, y cuando tratan de
usar trucos, argucias, talento para el espectáculo, fraudes y otras estafas similares
como si fueran verdaderas señales y prodigios, pierden su credibilidad ante la
mayoría, minan la autoridad de las Escrituras en las mentes de muchos, engañan
a las multitudes ingenuas, y se condenan a sí mismos como profetas falsos y mentirosos
ante Dios mismo. En resumen, todo acerca de esta práctica resulta espiritualmente
destructivo.
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