UNIDOS EN EL EVANGELIO Libro 4 Sesión #1
Dios muestra Su amor a través de la disciplina y la reprensión. El profeta Oseas ejemplifica el amor de Dios por su pueblo
El fiel amor de Dios
Introducción:
Algunos piensan que era sacerdote, otros que pertenecía al cuerpo de los profetas. Su influencia se nota en muchos escritos del Antiguo y del NT. Oseas, como escribe J. Pixley, «es a la vez uno de los libros proféticos más importantes de la Biblia por la fuerza de imágenes que fueron retomadas por la tradición legal (Deuteronomio) y por profetas que le siguieron (Jeremías y Ezequiel) y uno de los más difíciles de entender».
Conocía bien las tradiciones israelitas de la alianza y quiso oponerse a la religión de las > Asheras-Astarté donde Dios aparecía como dualidad sexual, para recuperar la experiencia del único Dios trascendente (Yahvé), pero de manera que el pueblo de Israel ocupase de algún modo la función y puesto de esposa de Dios. Por esta razón, la profecía de Oseas se caracterizará por la interpretación de la relación de Dios con su pueblo en términos de amor conyugal. Israel aparece como la esposa amada de Yahvé que se prostituye y va en busca de otros dioses, de otros amores. Yahvé la ama, la busca, pero ella no responde. La fuerza del mensaje de Oseas reside especialmente en el hecho de que el libro presenta al profeta padeciendo él mismo, en su vida personal, el drama del amor traicionado. Habrá de tomar por esposa a una mujer dada a la prostitución y amarla (Os. 1:2; 3:1).
I. El Tema de Oseas
a) Dios ordena a Oseas tomar a una mujer
Es muy importante entender que no se casa con una mujer que ya era adúltera o prostituta, sino que se la llama fornicaria (v. 2b) prolépticamente, es decir, como una mujer que iba a serlo después. Sólo así podía reflejar bien la historia de Israel (v. Dt. 32; Jer. 2). Se la llama fornicaria, en lugar de adúltera, aunque también es esto último, por la sencilla razón de que se ofrece a muchos, como hacen las rameras vulgares.
1er hijo: Jezreel: Dios Siembra.
Jehú, que dio muerte a Joram y a Ocozías, nieto de Acab; por orden de Jehú, Jezabel fue echada abajo desde una ventana. Ella había introducido en Israel el culto a Baal e instigado muchos otros crímenes, entre ellos el de Nabot (2 R. 9:1–37). Después, Jehú persuadió a los ancianos de Samaria para que dieran muerte a los setenta hijos de Acab (2 R. 9:7–8). Estas acciones, a pesar de su carácter sanguinario, fueron actos de obediencia y la ejecución que le había sido especialmente encomendada de los terribles juicios de Dios sobre la casa de Acab (2 R. 10:30). Pero no se puede decir que su motivo único fuera glorificar al Señor, pues no se había entregado de todo corazón a Dios (2 R. 10:31). El profeta Oseas condena sus motivos (Os. 1:4). Jehú hizo dar muerte a los principales oficiales, consejeros y amigos de Acab, y después a los 42 hermanos de Ocozías. Finalmente, convocó a los sacerdotes de Baal y sus adoradores a una gran fiesta en honor de su dios; todas los que entraron en el templo de Baal fueron masacradas (2 R. 10:12–28). Pero a pesar de todo, Jehú no siguió la Ley de Yahvé, ni abandonó el culto de los becerros de oro de Bet-el (2 R. 10:29, 31). Accedió al trono alrededor del año 842 a.C. Según los documentos asirios, aquel año pagó tributo a > Salmansar, que se había dirigido a Israel para combatir contra Hazael rey de Damasco. En el obelisco negro descubierto en Tell Nimrud se representa el pago del tributo por parte de Jehú, cuyo nombre se menciona en la inscripción.