Nacimiento de Jesús
Si escuchamos la voz de Dios y la obedecemos, experimentaremos en nuestra vida a Jesús, quien es Dios con nosotros, y él podrá usar nuestra vida para ser parte de su plan.
Instrumentos en las manos de Dios: El poder de escuchar y obedecer
Introducción
1. El problema de las buenas intenciones sin dirección
2. La importancia de recibir dirección divina
3. Los beneficios de la obediencia
Conclusión
Es crucial que tengamos la prudencia de José ante casos difíciles y problemáticos. José habría empañado la honra de María y habría estropeado el plan divino si se hubiera apresurado a denunciarla como infiel con otro hombre. Su prudencia y dominio propio fueron muy bien recompensados por ese Dios a quien temía, quien le dio el privilegio de ser “padre” de Jesús (Lc. 2:48). Acatemos en todo momento la exhortación a no juzgar según las apariencias (Jn. 7:24).
En el v. 21 leemos que Jesús salvaría a su pueblo no en sus pecados, sino de sus pecados. Nadie se salva en sus vicios, incredulidad y rebeldía contra Dios. Es indispensable el arrepentimiento y la fe en ese Salvador, la fe que se apropia de su obra expiatoria y conduce a la experiencia personal de salvación y renovación espiritual
Para decirlo de otra manera: Jesús es la única Persona que nos puede decir cómo es Dios y lo que Dios quiere que seamos. Solamente en Él podemos ver cómo es Dios y cómo debemos ser nosotros
En una de las novelas de William J. Locke hay una descripción de una mujer que tenía más dinero del que podía contar, y que había pasado la mitad de su vida visitando los museos de pintura del mundo. Estaba cansada y aburrida. Entonces conoció a un francés que tenía muy poco de las cosas de este mundo, pero que tenía un conocimiento amplio y un amor profundo por la belleza. Fue con ella, y en su compañía las cosas aparecieron totalmente diferentes. «Yo nunca supe cómo eran las cosas —le dijo ella— hasta que tú me enseñaste a mirarlas.»
En este sentido se debe ver en José un ejemplo de discípulo piadoso, que prefiere anteponer su obediencia a Dios a su derecho de paternidad natural.