Huellas en la Arena (4)
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Hebreos 11:1-3 “Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella recibieron aprobación los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue preparado por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve no fue hecho de cosas visibles.”
Historia de un niño Estaba ardiendo una casa. Todos se habían salvado, excepto un niño en el segundo piso. La escalera estaba llena de llamas y humo y no había salida sino por la ventana. —¡Papá, papá! ¿Cómo escaparé? —gritaba el niño. —Aquí estoy —gritaba el padre—: déjate caer, te recibiré en mis brazos; tírate, Carlitos, yo te recibiré.
Carlos salió a gatiando por la ventana, pero allí quedó agarrado, porque tenía miedo, sabiendo que era muy largo el trecho hasta la calle. —Suéltate!!!!!, déjate caer —gritaba el padre. —No puedo verte, papá. —Pero yo sí te veo: aquí estoy; ten confianza, suéltate, que yo te salvaré. —Tengo miedo de caer. —Suéltate, tírate —gritaban otras voces—, tu padre te recibirá con toda seguridad; no tengas miedo. Acordándose de la fuerza y del amor de su padre asia el , el niño recobró la confianza y se dejó caer. A los pocos instantes se halló a salvo en los brazos de su padre.
Hebreos 11:1-3 “Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella recibieron aprobación los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue preparado por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve no fue hecho de cosas visibles.”
Historia de un niño Estaba ardiendo una casa. Todos se habían salvado, excepto un niño en el segundo piso. La escalera estaba llena de llamas y humo y no había salida sino por la ventana. —¡Papá, papá! ¿Cómo escaparé? —gritaba el niño. —Aquí estoy —gritaba el padre—: déjate caer, te recibiré en mis brazos; tírate, Carlitos, yo te recibiré.
Carlos salió a gatiando por la ventana, pero allí quedó agarrado, porque tenía miedo, sabiendo que era muy largo el trecho hasta la calle. —Suéltate!!!!!, déjate caer —gritaba el padre. —No puedo verte, papá. —Pero yo sí te veo: aquí estoy; ten confianza, suéltate, que yo te salvaré. —Tengo miedo de caer. —Suéltate, tírate —gritaban otras voces—, tu padre te recibirá con toda seguridad; no tengas miedo. Acordándose de la fuerza y del amor de su padre asia el , el niño recobró la confianza y se dejó caer. A los pocos instantes se halló a salvo en los brazos de su padre.
WOW
—LA FE ......: No se trata de una definición teológica .Por eso no se puede estudiar ni tampoco es filosófica . Por eso tampoco se puede rasonar , La fe es la certeza- (basada en que mis hermanos) en las promesas de Dios 2. Esta fe se ilustra con la experiencia de hombres y mujeres que han encontrado que fiel , solamente es el que prometió . 3.Concretamente, la fe es la respuesta del hombre a la fidelidad DIVINA , y es la creencia o la convicción segura de lo que no se ve . LA FE es la respuesta a la fidelidad de Dios se ilustra en los héroes y heroínas del ANTIGUO TESTAMENTO. que el universo fue preparado. Dios creó , no sólo el mundo sino también la sucesión del tiempo que forma las épocas. Aquí el universo fue creado por la palabra de Dios esa palabra que despues la vimos cumplida en la existencia del hijo Jessucrito y por el mismo aver cumplido su cometido hoy estamos tu y yo haqui . No somos el resultado de la teoria del binban como disen y cren muchos . por eso hay tantos sientificos que no pueden creer. por que a DIOS NO SE PUEDE TRATAR DE ENTENDER CON NUESTRAS MENTES
Nosotros
Somos el resultado del del garn poder de nuestro DIOS
-EN el momento que queremos ver sin crer ya eso no es fe por eso en 2 de Corintios 5:7 dise : VIVIMOS POR FE NO POR VISTA
Por eso nuestro amigo CARLITOS el de nuestra historia pudo tirarce , no porque veia a su papa devajo para resibirlo , si no porque savia que su papa cumpliria su promesa de recivirlo .
- Pero entonce que pasa cuando ponemos nuestra confiansa en cualquer cosa o persona que no sea Dios ? aaaaaa hay vienen las decepciones verdada ..
-los amigos fallan
-las parejas fallan
-la familia tambien te pueden fallar
-Aun los lideres en las iglesias fallan
Saven que no puedo entender todavia como hay personas que se alejan de Dios solo porque un lider o pastor les fallo.
-es como que le crea mas a un auto que al chofer que es quien maneja el auto . devemos entender que solo los lideres somos canales que Dios usa y no dejamos de ser inmperfectos .
Si no mantenemos nuestra vista en Dios sera ipocible que veamos su gloria . Por eso en
HEBREOS 11:6 “Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que es remunerador de los que le buscan.”
Hebreos 11:6 (LBLA)
Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que es remunerador de los que le buscan.
Entonces la clave para agradar a Dios es la FE
.Amen
Hatsa aqui estamos claros verdad
Historia de Abrahan
Ahora miren esto : Un hombre fue a su casa corriendo sienta a su esposa en el comedor de su casa y le dice mi amigo Dios me a dicho que tenemos que irnos a otro lugar no me a dicho que lugar es ni a donde devemos ir solo que salgamos de aqui ,pero serca de su casa vivian las familias y amistades de esta pareja y el va y les dice yo y mi familia nos bamos ,no les da mucha esplicacion , me imajino que ya sabran de quien hablo . ABRAHAN
Y pues si porque si hablamos de la fe y no mencionamos a nuestros patriarcas .
Aqui vemos a un hombre que sabian a quien le tenia que creer alguien que tenia tan gran relacion con su Dios que no dudo ni un instante que el supliria todo pero tambien veo a una mujer....
ESTIENDO SOBRE SARA
En que estaremos poniendo nuestra confianza mis hermanos . Aquien estaremos escullando ,
-Tendremos puesta la vista y corazon en el trabajo
-En la econiomia que tienens o en la del pais
Recuerden que en donde este nuestro corazon estara nuestro Dios .
En que lugar tendremos a nuestro padre en nuestras vida
- Estamos en la postura de carlitos el niño de la historia del comienso que aunque no podia ver a su papa savia que lo reciviria
*O como nuestro patriarca Abrahan que era tan linda relacion que tenia que el estava convencido de que Dios supliria todo y cumpliria su promeza .
Esa es la diferencia a cuando estamos viviendo en fe
Historia de las huellas en la arena
Conclucion :
No se por que situacion estes pasando hoy en tu vida , no se si seran los momentos felices o los momentos de ocurida pero si te puedo acegurar que si tienes tu fe puestan en el que cumple sus promesas el te dice hoy te tengo en mis brazos hijo te tengo en mis brazos hija
No te te preocupes por nada no mires las llamas a tu espalda
Y para terminar te regalo :Juan 11:40 “Jesús le dijo*: ¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?”
John 11:40 (LBLA)
Jesús le dijo*: ¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?
Estas son las palabras que Moisés habló a todo Israel al otro lado del Jordán, en el desierto, en el Arabá, frente a Suf, entre Parán, Tofel, Labán, Hazerot y Dizahab.
Hay once días de camino desde Horeb, por el camino del monte Seir, hasta Cades-barnea.
Y sucedió que en el año cuarenta, el mes undécimo, el primer día del mes, Moisés habló a los hijos de Israel conforme a todo lo que el Señor le había ordenado que les diera,
después de haber derrotado a Sehón, rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón, y a Og, rey de Basán, que habitaba en Astarot y en Edrei.
Al otro lado del Jordán, en la tierra de Moab, Moisés comenzó a explicar esta ley, diciendo:
El Señor nuestro Dios nos habló en Horeb, diciendo: «Bastante habéis permanecido en este monte.
»Volveos; partid e id a la región montañosa de los amorreos, y a todos sus vecinos, en el Arabá, en la región montañosa, en el valle, en el Neguev, y por la costa del mar, la tierra de los cananeos y el Líbano, hasta el gran río, el río Eufrates.
»Mirad, he puesto la tierra delante de vosotros; entrad y tomad posesión de la tierra que el Señor juró dar a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, a ellos y a su descendencia después de ellos».
Y en aquel tiempo os hablé, diciendo: «Yo solo no puedo llevar la carga de todos vosotros.
»El Señor vuestro Dios os ha multiplicado y he aquí que hoy sois como las estrellas del cielo en multitud.
»QQue el Señor, el Dios de vuestros padres, os multiplique mil veces más de lo que sois y os bendiga, tal como os ha prometido.
»¿Cómo puedo yo solo llevar el peso y la carga de vosotros y vuestros litigios?
»Escoged de entre vuestras tribus hombres sabios, entendidos y expertos, y yo los nombraré como vuestros jefes».
Y vosotros me respondisteis, y dijisteis: «Bueno es que se haga lo que has dicho».
Entonces tomé a los principales de vuestras tribus, hombres sabios y expertos, y los nombré como dirigentes vuestros, jefes de mil, de cien, de cincuenta, y de diez, y oficiales para vuestras tribus.
Y en aquella ocasión mandé a vuestros jueces, diciendo: «Oíd los pleitos entre vuestros hermanos, y juzgad justamente entre un hombre y su hermano o el forastero que está con él.
»No mostraréis parcialidad en el juicio; lo mismo oiréis al pequeño que al grande. No tendréis temor del hombre, porque el juicio es de Dios. Y el caso que sea muy difícil para vosotros, me lo traeréis a mí, y yo lo oiré».
En aquella misma ocasión os mandé todas las cosas que deberíais hacer.
Partimos de Horeb y pasamos por todo aquel vasto y terrible desierto que visteis, camino de la región montañosa de los amorreos, tal como el Señor nuestro Dios nos había mandado, y llegamos a Cades-barnea.
Y os dije: «Habéis llegado a la región montañosa de los amorreos que el Señor nuestro Dios va a darnos.
»Mira, Israel, el Señor tu Dios ha puesto la tierra delante de ti; sube, toma posesión de ella, como el Señor, el Dios de tus padres, te ha dicho. No temas ni te acobardes».
Entonces todos vosotros os acercasteis a mí, y dijisteis: «Enviemos hombres delante de nosotros, que nos exploren la tierra, y nos traigan noticia del camino por el cual hemos de subir y de las ciudades a las cuales entraremos».
Y me agradó el plan, y tomé a doce hombres de entre vosotros, un hombre por cada tribu.
Y ellos partieron y subieron a la región montañosa, y llegaron hasta el valle de Escol, y reconocieron la tierra.
Tomaron en sus manos del fruto de la tierra y nos lo trajeron; y nos dieron un informe, diciendo: «Es una tierra buena que el Señor nuestro Dios nos da».
Sin embargo, no quisisteis subir, y os rebelasteis contra el mandato del Señor vuestro Dios.
Y murmurasteis en vuestras tiendas, diciendo: «Porque el Señor nos aborrece, nos ha sacado de la tierra de Egipto para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos.
»¿Adónde subiremos? Nuestros hermanos nos han atemorizado, diciendo: “El pueblo es más grande y más alto que nosotros; las ciudades son grandes y fortificadas hasta el cielo. Y además vimos allí a los hijos de Anac”».
Entonces yo os dije: “No os aterréis ni tengáis miedo de ellos.
»El Señor vuestro Dios, que va delante de vosotros, Él peleará por vosotros, así como lo hizo delante de vuestros ojos en Egipto,
y en el desierto, donde has visto cómo el Señor tu Dios te llevó, como un hombre lleva a su hijo, por todo el camino que habéis andado hasta llegar a este lugar».
Pero con todo esto, no confiasteis en el Señor vuestro Dios,
que iba delante de vosotros en el camino para buscaros lugar dónde acampar, con fuego de noche y nube de día, para mostraros el camino por donde debíais andar.
Entonces oyó el Señor la voz de vuestras palabras, y se enojó y juró, diciendo:
«Ninguno de estos hombres, esta generación perversa, verá la buena tierra que juré dar a vuestros padres,
excepto Caleb, hijo de Jefone; él la verá, y a él y a sus hijos daré la tierra que ha pisado, pues él ha seguido fielmente al Señor».
El Señor se enojó también contra mí por causa vuestra, diciendo: «Tampoco tú entrarás allá.
»Josué, hijo de Nun, que está delante de ti, él entrará allá; anímale, porque él hará que Israel la posea.
»Y vuestros pequeños, que dijisteis que vendrían a ser presa, y vuestros hijos, que hoy no tienen conocimiento del bien ni del mal, entrarán allá, y a ellos yo la daré, y ellos la poseerán.
»Pero vosotros, volveos y partid hacia el desierto por el camino del mar Rojo».
Entonces respondisteis y me dijisteis: «Hemos pecado contra el Señor; nosotros subiremos y pelearemos tal como el Señor nuestro Dios nos ha mandado». Y cada uno de vosotros se ciñó sus armas de guerra, y pensasteis que era fácil subir a la región montañosa.
Pero el Señor me dijo: «Diles: “No subáis, ni peleéis, pues yo no estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por vuestros enemigos”».
Y os hablé, pero no quisisteis escuchar. Al contrario, os rebelasteis contra el mandamiento del Señor, y obrasteis con presunción, y subisteis a la región montañosa.
Y los amorreos que moraban en aquella región montañosa salieron contra vosotros, y os persiguieron como lo hacen las abejas, y os derrotaron desde Seir hasta Horma.
Entonces volvisteis y llorasteis delante del Señor, pero el Señor no escuchó vuestra voz, ni os prestó oído.
Por eso permanecisteis en Cades muchos días, los días que pasasteis allí.
Después nos volvimos y partimos hacia el desierto por el camino del mar Rojo, como el Señor me había mandado, y por muchos días dimos vuelta al monte Seir.
Y el Señor me habló, diciendo:
«Bastantes vueltas habéis dado ya alrededor de este monte. Volveos ahora hacia el norte,
y da orden al pueblo, diciendo: “Vais a pasar por el territorio de vuestros hermanos, los hijos de Esaú que habitan en Seir, y os tendrán miedo. Así que tened mucho cuidado;
no los provoquéis, porque nada de su tierra os daré, ni siquiera la huella de un pie, porque a Esaú he dado el monte Seir por posesión.
“Les compraréis con dinero los alimentos para comer, y también con dinero compraréis de ellos agua para beber.
“Pues el Señor tu Dios te ha bendecido en todo lo que has hecho; Él ha conocido tu peregrinar a través de este inmenso desierto. Por cuarenta años el Señor tu Dios ha estado contigo; nada te ha faltado”».
Pasamos, pues, de largo a nuestros hermanos, los hijos de Esaú que habitan en Seir, lejos del camino de Arabá, lejos de Elat y de Ezión-geber. Y nos volvimos, y pasamos por el camino del desierto de Moab.
Entonces el Señor me dijo: «No molestes a Moab, ni los provoques a la guerra, porque no te daré nada de su tierra por posesión, pues he dado Ar a los hijos de Lot por posesión.
(Antes habitaron allí los emitas, un pueblo tan grande, numeroso y alto como los anaceos.
Como los anaceos, ellos también son considerados gigantes, pero los moabitas los llaman emitas.
Los horeos habitaron antes en Seir, pero los hijos de Esaú los desalojaron y los destruyeron delante de ellos, y se establecieron en su lugar, tal como Israel hizo con la tierra que el Señor les dio en posesión.)
»Levantaos ahora, y cruzad el torrente de Zered». Y cruzamos el torrente de Zered.
Y el tiempo que nos llevó para venir de Cades-barnea, hasta que cruzamos el torrente de Zered, fue de treinta y ocho años; hasta que pereció toda la generación de los hombres de guerra de en medio del campamento, como el Señor les había jurado.
Además, la mano del Señor fue contra ellos, para destruirlos de en medio del campamento, hasta que todos perecieron.
Y aconteció que cuando todos los hombres de guerra habían ya perecido de entre el pueblo,
el Señor me habló, diciendo:
«Tú cruzarás hoy por Ar la frontera de Moab.
»Y cuando llegues frente a los hijos de Amón, no los molestes ni los provoques, porque no te daré nada de la tierra de los hijos de Amón en posesión, pues se la he dado a los hijos de Lot por heredad».
(Es también conocida como la tierra de los gigantes, porque antiguamente habitaban en ella gigantes, a los que los amonitas llaman zomzomeos,
pueblo grande, numeroso y alto como los anaceos, pero que el Señor destruyó delante de ellos. Y los amonitas los desalojaron y se establecieron en su lugar,
tal como Dios hizo con los hijos de Esaú, que habitan en Seir, cuando destruyó a los horeos delante de ellos; y ellos los desalojaron, y se establecieron en su lugar hasta hoy.
Y a los aveos que habitaban en aldeas hasta Gaza, los caftoreos, que salieron de Caftor, los destruyeron y se establecieron en su lugar.)
«Levantaos; partid y pasad por el valle del Arnón. Mira, he entregado en tu mano a Sehón amorreo, rey de Hesbón, y a su tierra; comienza a tomar posesión y entra en batalla con él.
»Hoy comenzaré a infundir el espanto y temor tuyo entre los pueblos debajo del cielo, quienes, al oír tu fama, temblarán y se angustiarán a causa de ti».
Entonces envié mensajeros desde el desierto de Cademot a Sehón, rey de Hesbón, con palabras de paz, diciendo:
«Déjame pasar por tu tierra; iré solamente por el camino, sin apartarme ni a la derecha ni a la izquierda.
»Me venderás comestibles por dinero para que yo pueda comer, y me darás agua por dinero para que pueda beber; déjame tan solo pasar a pie,
tal como hicieron conmigo los hijos de Esaú que habitan en Seir, y los moabitas que habitan en Ar, hasta que cruce el Jordán a la tierra que el Señor nuestro Dios nos da».
Pero Sehón, rey de Hesbón, no quiso dejarnos pasar por su tierra porque el Señor tu Dios endureció su espíritu e hizo obstinado su corazón, a fin de entregarlo en tus manos, como lo está hoy.
Y el Señor me dijo: «Mira, he comenzado a entregar a Sehón y su tierra en tus manos. Comienza a ocuparla para que poseas la tierra».
Entonces Sehón salió con todo su pueblo a encontrarnos en batalla en Jahaza.
Y el Señor nuestro Dios lo entregó a nosotros; y lo derrotamos a él, a sus hijos y a todo su pueblo.
En aquel tiempo tomamos todas sus ciudades, y exterminamos a hombres, mujeres y niños de cada ciudad. No dejamos ningún sobreviviente.
Tomamos solamente como nuestro botín los animales y los despojos de las ciudades que habíamos capturado.
Desde Aroer, que está a la orilla del valle del Arnón, y desde la ciudad que está en el valle, aun hasta Galaad, no hubo ciudad inaccesible para nosotros; el Señor nuestro Dios nos las entregó todas.
Solamente no te acercaste a la tierra de los hijos de Amón, a todo lo largo del arroyo Jaboc, ni a las ciudades del monte, todo lo que el Señor nuestro Dios había prohibido.
Volvimos, pues, y subimos por el camino de Basán, y Og, rey de Basán, nos salió al encuentro con todo su pueblo para pelear en Edrei.
Pero el Señor me dijo: «No le tengas miedo, porque en tu mano yo lo he entregado a él, y a todo su pueblo y su tierra; y harás con él tal como hiciste con Sehón, rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón».
Así que el Señor nuestro Dios entregó también a Og, rey de Basán, con todo su pueblo en nuestra mano, y los herimos hasta que no quedaron sobrevivientes.
Y tomamos en aquel entonces todas sus ciudades; no quedó ciudad que no les tomáramos: sesenta ciudades, toda la región de Argob, el reino de Og en Basán.
Todas estas eran ciudades fortificadas con altas murallas, puertas y barras, aparte de muchos otros pueblos sin murallas.
Las destruimos totalmente, como hicimos con Sehón, rey de Hesbón, exterminando a todos los hombres, mujeres y niños de cada ciudad;
pero tomamos como nuestro botín todos los animales y los despojos de las ciudades.
Así tomamos entonces la tierra de mano de los dos reyes de los amorreos que estaban del otro lado del Jordán, desde el valle del Arnón hasta el monte Hermón
(los sidonios llaman a Hermón, Sirión, y los amorreos lo llaman Senir):
todas las ciudades de la meseta, todo Galaad y todo Basán, hasta Salca y Edrei, ciudades del reino de Og en Basán.
(Porque solo Og, rey de Basán, quedaba de los gigantes. Su cama era una cama de hierro; está en Rabá de los hijos de Amón. Tenía nueve codos de largo y cuatro codos de ancho, según el codo de un hombre.)
Tomamos posesión, pues, de esta tierra en aquel tiempo. Desde Aroer, que está en el valle del Arnón, y la mitad de la región montañosa de Galaad y sus ciudades, se la di a los rubenitas y a los gaditas.
Y el resto de Galaad y todo Basán, el reino de Og, toda la región de Argob, se la di a la media tribu de Manasés. (En cuanto a todo Basán, se le llama la tierra de los gigantes.
Jair, hijo de Manasés, tomó toda la región de Argob hasta la frontera con Gesur y Maaca, y la llamó, es decir a Basán, según su propio nombre, Havot-jair, como se llama hasta hoy.)
Y a Maquir le di Galaad.
A los rubenitas y a los gaditas les di desde Galaad hasta el valle del Arnón, el medio del valle como frontera, hasta el arroyo Jaboc, frontera de los hijos de Amón;
también el Arabá, con el Jordán como frontera, desde el Cineret hasta el mar del Arabá, el mar Salado, al pie de las laderas del Pisga al oriente.
Y en aquel tiempo yo os ordené, diciendo: «El Señor vuestro Dios os ha dado esta tierra para poseerla; todos vosotros, hombres valientes, cruzaréis armados delante de vuestros hermanos, los hijos de Israel.
»Pero vuestras mujeres, vuestros pequeños y vuestro ganado (yo sé que tenéis mucho ganado), permanecerán en las ciudades que os he dado,
hasta que el Señor dé reposo a vuestros compatriotas como a vosotros, y posean ellos también la tierra que el Señor vuestro Dios les dará al otro lado del Jordán. Entonces podréis volver cada hombre a la posesión que os he dado».
Y ordené a Josué en aquel tiempo, diciendo: «Tus ojos han visto todo lo que el Señor vuestro Dios ha hecho a estos dos reyes; así hará el Señor a todos los reinos por los cuales vas a pasar.
»No les temáis, porque el Señor vuestro Dios es el que pelea por vosotros».
Yo también supliqué al Señor en aquel tiempo, diciendo:
«Oh Señor Dios, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en los cielos o en la tierra que pueda hacer obras y hechos tan poderosos como los tuyos?
»Permíteme, te suplico, cruzar y ver la buena tierra que está al otro lado del Jordán, aquella buena región montañosa y el Líbano».
Pero el Señor se enojó conmigo a causa de vosotros, y no me escuchó; y el Señor me dijo: «¡Basta! No me hables más de esto.
»Sube a la cumbre del Pisga y alza tus ojos al occidente, al norte, al sur y al oriente, y mírala con tus propios ojos, porque tú no cruzarás este Jordán.
»Pero encarga a Josué, y anímale y fortalécele, porque él pasará a la cabeza de este pueblo, y él les dará por heredad la tierra que tú verás».
Y nos quedamos en el valle frente a Bet-peor.
Ahora pues, oh Israel, escucha los estatutos y los juicios que yo os enseño para que los ejecutéis, a fin de que viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, el Dios de vuestros padres, os da.
No añadiréis nada a la palabra que yo os mando, ni quitaréis nada de ella, para que guardéis los mandamientos del Señor vuestro Dios que yo os mando.
Vuestros ojos han visto lo que hizo el Señor en el caso de Baal-peor, pues a todo hombre que siguió a Baal-peor, el Señor vuestro Dios lo destruyó de en medio de ti.
Mas vosotros, que permanecisteis fieles al Señor vuestro Dios, todos estáis vivos hoy.
Mirad, yo os he enseñado estatutos y juicios tal como el Señor mi Dios me ordenó, para que hagáis así en medio de la tierra en que vais a entrar para poseerla.
Así que guardadlos y ponedlos por obra, porque esta será vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos que al escuchar todos estos estatutos, dirán: «Ciertamente esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente».
Porque, ¿qué nación grande hay que tenga un dios tan cerca de ella como está el Señor nuestro Dios siempre que le invocamos?
¿O qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios tan justos como toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?
Por tanto, cuídate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, y no se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; sino que las hagas saber a tus hijos y a tus nietos.
Recuerda el día que estuviste delante del Señor tu Dios en Horeb, cuando el Señor me dijo: «Reúneme el pueblo para que yo les haga oír mis palabras, a fin de que aprendan a temerme todos los días que vivan sobre la tierra y las enseñen a sus hijos».
Os acercasteis, pues, y permanecisteis al pie del monte, y el monte ardía en fuego hasta el mismo cielo: oscuridad, nube y densas tinieblas.
Entonces el Señor os habló de en medio del fuego; oísteis su voz, solo la voz, pero no visteis figura alguna.
Y Él os declaró su pacto, el cual os mandó poner por obra: esto es, los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra.
Y el Señor me ordenó en aquella ocasión que os enseñara estatutos y juicios, a fin de que los pusierais por obra en la tierra a la cual vais a entrar para poseerla.
Así que guardaos bien, ya que no visteis ninguna figura el día en que el Señor os habló en Horeb de en medio del fuego;
no sea que os corrompáis y hagáis para vosotros una imagen tallada semejante a cualquier figura: semejanza de varón o hembra,
semejanza de cualquier animal que está en la tierra, semejanza de cualquier ave que vuela en el cielo,
semejanza de cualquier animal que se arrastra sobre la tierra, semejanza de cualquier pez que hay en las aguas debajo de la tierra.
No sea que levantes los ojos al cielo y veas el sol, la luna, las estrellas y todo el ejército del cielo, y seas impulsado a adorarlos y servirlos, cosas que el Señor tu Dios ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos.
Pero a vosotros el Señor os ha tomado y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que seáis pueblo de su heredad como lo sois ahora.
Y el Señor se enojó conmigo a causa de vosotros, y juró que yo no pasaría el Jordán, ni entraría en la buena tierra que el Señor tu Dios te da por heredad.
Porque yo moriré en esta tierra, no cruzaré el Jordán; mas vosotros pasaréis y tomaréis posesión de esta buena tierra.
Guardaos, pues, no sea que olvidéis el pacto que el Señor vuestro Dios hizo con vosotros, y os hagáis imagen tallada en forma de cualquier cosa que el Señor tu Dios te ha prohibido.
Porque el Señor vuestro Dios es fuego consumidor, un Dios celoso.
Cuando hayáis engendrado hijos y nietos, y hayáis permanecido largo tiempo en la tierra, y os corrompáis y hagáis un ídolo en forma de cualquier cosa, y hagáis lo que es malo ante los ojos del Señor vuestro Dios para provocarle a ira,
pongo hoy por testigo contra vosotros al cielo y a la tierra, que pronto seréis totalmente exterminados de la tierra donde vais a pasar el Jordán para poseerla. No viviréis por mucho tiempo en ella, sino que seréis totalmente destruidos.
Y el Señor os dispersará entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las naciones adonde el Señor os llevará.
Allí serviréis a dioses hechos por manos de hombre, de madera y de piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen.
Pero de allí buscarás al Señor tu Dios, y lo hallarás si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma.
En los postreros días, cuando estés angustiado y todas esas cosas te sobrevengan, volverás al Señor tu Dios y escucharás su voz.
Pues el Señor tu Dios es Dios compasivo; no te abandonará, ni te destruirá, ni olvidará el pacto que Él juró a tus padres.
Ciertamente, pregunta ahora acerca de los tiempos pasados que fueron antes de ti, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra; inquiere desde un extremo de los cielos hasta el otro. ¿Se ha hecho cosa tan grande como esta, o se ha oído algo como esto?
¿Ha oído pueblo alguno la voz de Dios, hablando de en medio del fuego, como tú la has oído, y ha sobrevivido?
¿O ha intentado dios alguno tomar para sí una nación de en medio de otra nación, con pruebas, con señales y maravillas, con guerra y mano fuerte y con brazo extendido y hechos aterradores, como el Señor tu Dios hizo por ti en Egipto delante de tus ojos?
A ti te fue mostrado, para que supieras que el Señor, Él es Dios; ningún otro hay fuera de Él.
Desde los cielos te hizo oír su voz para disciplinarte; y sobre la tierra te hizo ver su gran fuego, y oíste sus palabras de en medio del fuego.
Porque Él amó a tus padres, por eso escogió a su descendencia después de ellos; y personalmente te sacó de Egipto con su gran poder,
expulsando delante de ti naciones más grandes y más poderosas que tú, para hacerte entrar y darte la tierra de ellos por heredad, como sucede hoy.
Por tanto, reconoce hoy y reflexiona en tu corazón, que el Señor es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra; no hay otro.
Así pues, guardarás sus estatutos y sus mandamientos que yo te ordeno hoy, a fin de que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y para que prolongues tus días sobre la tierra que el Señor tu Dios te da para siempre.
Entonces Moisés designó tres ciudades al otro lado del Jordán, al oriente,
para que huyera allí el homicida que involuntariamente hubiera matado a su vecino sin haber tenido enemistad contra él en el pasado; y huyendo a una de estas ciudades, salvara su vida:
Beser en el desierto, sobre la meseta, para los rubenitas, y Ramot en Galaad para los gaditas, y Golán en Basán para los de Manasés.
Esta es, pues, la ley que Moisés puso delante de los hijos de Israel.
Estos son los testimonios, los estatutos y las ordenanzas que Moisés dio a los hijos de Israel cuando salieron de Egipto,
al otro lado del Jordán en el valle frente a Bet-peor, en la tierra de Sehón, rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón, a quien Moisés y los hijos de Israel derrotaron cuando salieron de Egipto.
Y tomaron posesión de su tierra y de la tierra de Og, rey de Basán, los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán hacia el oriente,
desde Aroer, que está a la orilla del valle del Arnón, hasta el monte Sión, es decir, Hermón,
con todo el Arabá al otro lado del Jordán, al oriente, hasta el mar del Arabá, al pie de las laderas del Pisga.
Entonces llamó Moisés a todo Israel y les dijo: Oye, oh Israel, los estatutos y ordenanzas que hablo hoy a vuestros oídos, para que los aprendáis y pongáis por obra.
El Señor nuestro Dios hizo un pacto con nosotros en Horeb.
No hizo el Señor este pacto con nuestros padres, sino con nosotros, con todos aquellos de nosotros que estamos vivos aquí hoy.
Cara a cara habló el Señor con vosotros en el monte de en medio del fuego,
mientras yo estaba en aquella ocasión entre el Señor y vosotros para declararos la palabra del Señor, porque temíais a causa del fuego y no subisteis al monte. Y Él dijo:
«Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre.
»No tendrás otros dioses delante de mí.
»No te harás ningún ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
»No los adorarás ni los servirás; porque yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos, y sobre la tercera y la cuarta generación de los que me aborrecen,
pero que muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
»No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios, porque el Señor no tendrá por inocente a quien tome su nombre en vano.
»Guardarás el día de reposo para santificarlo, como el Señor tu Dios lo ha mandado.
»Seis días trabajarás y harás todo tu trabajo,
mas el séptimo día es día de reposo para el Señor tu Dios; no harás en él ningún trabajo, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ninguno de tus animales, ni el forastero que está contigo, para que tu siervo y tu sierva también descansen como tú.
»Y acuérdate que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, y que el Señor tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y brazo extendido; por lo tanto, el Señor tu Dios te ha ordenado que guardes el día de reposo.
»Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado, para que tus días sean prolongados y te vaya bien en la tierra que el Señor tu Dios te da.
»No matarás.
»No cometerás adulterio.
»No hurtarás.
»No darás falso testimonio contra tu prójimo.
»No codiciarás la mujer de tu prójimo, y no desearás la casa de tu prójimo, ni su campo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo».
Estas palabras el Señor habló a toda vuestra asamblea en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de las densas tinieblas con una gran voz, y no añadió más. Y las escribió en dos tablas de piedra y me las dio.
Y aconteció que cuando oísteis la voz de en medio de las tinieblas, mientras el monte ardía con fuego, os acercasteis a mí, todos los jefes de vuestras tribus y vuestros ancianos,
y dijisteis: «He aquí, el Señor nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su grandeza, y hemos oído su voz de en medio del fuego; hoy hemos visto que Dios habla con el hombre, y este aún vive.
»Ahora pues, ¿por qué hemos de morir? Porque este gran fuego nos consumirá; si seguimos oyendo la voz del Señor nuestro Dios, entonces moriremos.
»Porque, ¿qué hombre hay que haya oído la voz del Dios vivo hablando de en medio del fuego, como nosotros, y haya sobrevivido?
»Acércate tú, y oye lo que el Señor nuestro Dios dice; entonces dinos todo lo que el Señor nuestro Dios te diga, y lo escucharemos y lo haremos».
Y el Señor oyó la voz de vuestras palabras cuando me hablasteis y el Señor me dijo: «He oído la voz de las palabras de este pueblo, que ellos te han hablado. Han hecho bien en todo lo que han dicho.
»¡Oh si ellos tuvieran tal corazón que me temieran, y guardaran siempre todos mis mandamientos, para que les fuera bien a ellos y a sus hijos para siempre!
»Ve y diles: “Volved a vuestras tiendas”.
»Pero tú, quédate aquí conmigo, para que yo te diga todos los mandamientos, los estatutos y los juicios que les enseñarás, a fin de que los practiquen en la tierra que les doy en posesión».
Y cuidad de hacer tal como el Señor vuestro Dios os ha mandado; no os desviéis a la derecha ni a la izquierda.
Andad en todo el camino que el Señor vuestro Dios os ha mandado, a fin de que viváis y os vaya bien, y prolonguéis vuestros días en la tierra que vais a poseer.
Estos, pues, son los mandamientos, los estatutos y los juicios que el Señor vuestro Dios me ha mandado que os enseñe, para que los pongáis por obra en la tierra que vais a poseer,
para que temas al Señor tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te ordeno, tú y tus hijos y tus nietos, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados.
Escucha, pues, oh Israel, y cuida de hacerlo, para que te vaya bien y te multipliques en gran manera, en una tierra que mana leche y miel, tal como el Señor, el Dios de tus padres, te ha prometido.
Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es.
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón;
y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.
Y las atarás como una señal a tu mano, y serán por insignias entre tus ojos.
Y las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas.
Y sucederá que cuando el Señor tu Dios te traiga a la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, una tierra con grandes y espléndidas ciudades que tú no edificaste,
y casas llenas de toda buena cosa que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivos que tú no plantaste, y comas y te sacies;
entonces ten cuidado, no sea que te olvides del Señor que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre.
Temerás solo al Señor tu Dios; y a Él adorarás, y jurarás por su nombre.
No seguiréis a otros dioses, a ninguno de los dioses de los pueblos que os rodean,
porque el Señor tu Dios, que está en medio de ti, es Dios celoso, no sea que se encienda la ira del Señor tu Dios contra ti, y Él te borre de la faz de la tierra.
No tentaréis al Señor vuestro Dios, como le tentasteis en Masah.
Debéis guardar diligentemente los mandamientos del Señor vuestro Dios, y sus testimonios y estatutos que te ha mandado.
Y harás lo que es justo y bueno a los ojos del Señor, para que te vaya bien, y para que entres y tomes posesión de la buena tierra que el Señor juró que daría a tus padres,
echando fuera a todos tus enemigos de delante de ti, como el Señor ha dicho.
Cuando en el futuro tu hijo te pregunte, diciendo: «¿Qué significan los testimonios y los estatutos y los juicios que el Señor nuestro Dios os ha mandado?»,
entonces dirás a tu hijo: «Eramos esclavos de Faraón en Egipto, y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte.
»Además, el Señor hizo grandes y temibles señales y maravillas delante de nuestros ojos contra Egipto, contra Faraón y contra toda su casa;
y nos sacó de allí para traernos y darnos la tierra que Él había jurado dar a nuestros padres».
Y el Señor nos mandó que observáramos todos estos estatutos, y que temiéramos siempre al Señor nuestro Dios para nuestro bien y para preservarnos la vida, como hasta hoy.
Y habrá justicia para nosotros si nos cuidamos en observar todos estos mandamientos delante del Señor nuestro Dios, tal como Él nos ha mandado.
Cuando el Señor tu Dios te haya introducido en la tierra donde vas a entrar para poseerla y haya echado de delante de ti a muchas naciones: los heteos, los gergeseos, los amorreos, los cananeos, los ferezeos, los heveos y los jebuseos, siete naciones más grandes y más poderosas que tú,
y cuando el Señor tu Dios los haya entregado delante de ti, y los hayas derrotado, los destruirás por completo. No harás alianza con ellos ni te apiadarás de ellos.
Y no contraerás matrimonio con ellos; no darás tus hijas a sus hijos, ni tomarás sus hijas para tus hijos.
Porque ellos apartarán a tus hijos de seguirme para servir a otros dioses; entonces la ira del Señor se encenderá contra ti, y Él pronto te destruirá.
Mas así haréis con ellos: derribaréis sus altares, destruiréis sus pilares sagrados, y cortaréis sus imágenes de Asera, y quemaréis a fuego sus imágenes talladas.
Porque tú eres pueblo santo para el Señor tu Dios; el Señor tu Dios te ha escogido para ser pueblo suyo de entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra.
El Señor no puso su amor en vosotros ni os escogió por ser vosotros más numerosos que otro pueblo, pues erais el más pequeño de todos los pueblos;
mas porque el Señor os amó y guardó el juramento que hizo a vuestros padres, el Señor os sacó con mano fuerte y os redimió de casa de servidumbre, de la mano de Faraón, rey de Egipto.
Reconoce, pues, que el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel, que guarda su pacto y su misericordia hasta mil generaciones con aquellos que le aman y guardan sus mandamientos;
pero al que le odia le da el pago en su misma cara, destruyéndolo; y no se tarda en castigar al que le odia, en su misma cara le dará el pago.
Guarda, por tanto, el mandamiento y los estatutos y los juicios que yo te mando hoy, para ponerlos por obra.
Y sucederá que porque escuchas estos juicios y los guardas y los pones por obra, el Señor tu Dios guardará su pacto contigo y su misericordia que juró a tus padres.
Y te amará, te bendecirá y te multiplicará; también bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, tu cereal, tu mosto, tu aceite, el aumento de tu ganado y las crías de tu rebaño en la tierra que Él juró a tus padres que te daría.
Bendito serás más que todos los pueblos; no habrá varón ni hembra estéril en ti, ni en tu ganado.
Y el Señor apartará de ti toda enfermedad; y no pondrá sobre ti ninguna de las enfermedades malignas de Egipto que has conocido, sino que las pondrá sobre los que te odian.
Y destruirás a todos los pueblos que el Señor tu Dios te entregue; tu ojo no tendrá piedad de ellos; tampoco servirás a sus dioses, porque esto sería un tropiezo para ti.
Si dijeras en tu corazón: «Estas naciones son más poderosas que yo, ¿cómo podré desposeerlas?»,
no tengas temor de ellas; recuerda bien lo que el Señor tu Dios hizo a Faraón y a todo Egipto:
las grandes pruebas que tus ojos vieron, las señales y maravillas, y la mano poderosa y el brazo extendido con el cual el Señor tu Dios te sacó. Así el Señor tu Dios hará con todos los pueblos a los cuales temes.
Además, el Señor tu Dios enviará la avispa contra ellos, hasta que perezcan los que queden y se escondan de ti.
No te espantes de ellos, porque el Señor tu Dios está en medio de ti, Dios grande y temible.
Y el Señor tu Dios echará estas naciones de delante de ti poco a poco; no podrás acabar con ellas rápidamente, no sea que las bestias del campo lleguen a ser demasiado numerosas para ti.
Pero el Señor tu Dios las entregará delante de ti, y producirá entre ellas gran confusión hasta que perezcan.
Y entregará en tus manos a sus reyes de modo que harás perecer sus nombres de debajo del cielo; ningún hombre podrá hacerte frente hasta que tú los hayas destruido.
Las esculturas de sus dioses quemarás a fuego; no codiciarás la plata o el oro que las recubren, ni lo tomarás para ti, no sea que por ello caigas en un lazo, porque es abominación al Señor tu Dios.
Y no traerás cosa abominable a tu casa, pues serás anatema como ella; ciertamente la aborrecerás y la abominarás, pues es anatema.
Todos los mandamientos que yo os ordeno hoy, tendréis cuidado de ponerlos por obra, a fin de que viváis y os multipliquéis, y entréis y toméis posesión de la tierra que el Señor juró dar a vuestros padres.
Y te acordarás de todo el camino por donde el Señor tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos.
Y te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no solo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del Señor.
Tu ropa no se gastó sobre ti, ni se hinchó tu pie durante estos cuarenta años.
Por tanto, debes comprender en tu corazón que el Señor tu Dios te estaba disciplinando así como un hombre disciplina a su hijo.
Guardarás, pues, los mandamientos del Señor tu Dios, para andar en sus caminos y para temerle.
Porque el Señor tu Dios te trae a una tierra buena, a una tierra de corrientes de aguas, de fuentes y manantiales que fluyen por valles y colinas;
una tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados; una tierra de aceite de oliva y miel;
una tierra donde comerás el pan sin escasez, donde nada te faltará; una tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes puedes sacar cobre.
Cuando hayas comido y te hayas saciado, bendecirás al Señor tu Dios por la buena tierra que Él te ha dado.
Cuídate de no olvidar al Señor tu Dios dejando de guardar sus mandamientos, sus ordenanzas y sus estatutos que yo te ordeno hoy;
no sea que cuando hayas comido y te hayas saciado, y hayas construido buenas casas y habitado en ellas,
y cuando tus vacas y tus ovejas se multipliquen, y tu plata y oro se multipliquen, y todo lo que tengas se multiplique,
entonces tu corazón se enorgullezca, y te olvides del Señor tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto de la casa de servidumbre.
Él te condujo a través del inmenso y terrible desierto, con sus serpientes abrasadoras y escorpiones, tierra sedienta donde no había agua; Él sacó para ti agua de la roca de pedernal.
En el desierto te alimentó con el maná que tus padres no habían conocido, para humillarte y probarte, y para finalmente hacerte bien.
No sea que digas en tu corazón: «Mi poder y la fuerza de mi mano me han producido esta riqueza».
Mas acuérdate del Señor tu Dios, porque Él es el que te da poder para hacer riquezas, a fin de confirmar su pacto, el cual juró a tus padres como en este día.
Y sucederá que si alguna vez te olvidas del Señor tu Dios, y vas en pos de otros dioses, y los sirves y los adoras, yo testifico contra vosotros hoy, que ciertamente pereceréis.
Como las naciones que el Señor destruye delante de vosotros, así pereceréis, porque no oísteis a la voz del Señor vuestro Dios.
Oye, Israel: Hoy vas a pasar el Jordán para entrar a desposeer a naciones más grandes y más poderosas que tú, ciudades grandes y fortificadas hasta el cielo,
un pueblo grande y alto, los hijos de los anaceos, a quienes conoces y de quienes has oído decir: «¿Quién puede resistir ante los hijos de Anac?».
Comprende, pues, hoy, que es el Señor tu Dios el que pasa delante de ti como fuego consumidor. Él los destruirá y los humillará delante de ti, para que los expulses y los destruyas rápidamente, tal como el Señor te ha dicho.
No digas en tu corazón cuando el Señor tu Dios los haya echado de delante de ti: «Por mi justicia el Señor me ha hecho entrar para poseer esta tierra», sino que es a causa de la maldad de estas naciones que el Señor las expulsa de delante de ti.
No es por tu justicia ni por la rectitud de tu corazón que vas a poseer su tierra, sino que por la maldad de estas naciones el Señor tu Dios las expulsa de delante de ti, para confirmar el pacto que el Señor juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.
Comprende, pues, que no es por tu justicia que el Señor tu Dios te da esta buena tierra para poseerla, pues eres un pueblo de dura cerviz.
Acuérdate; no olvides cómo provocaste a ira al Señor tu Dios en el desierto; desde el día en que saliste de la tierra de Egipto hasta que llegasteis a este lugar, habéis sido rebeldes contra el Señor.
Hasta en Horeb provocasteis a ira al Señor, y el Señor se enojó tanto contra vosotros que estuvo a punto de destruiros.
Cuando subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que el Señor había hecho con vosotros, me quedé en el monte cuarenta días y cuarenta noches; no comí pan ni bebí agua.
Y el Señor me dio las dos tablas de piedra escritas por el dedo de Dios; y en ellas estaban todas las palabras que el Señor os había dicho en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea.
Y aconteció al cabo de cuarenta días y cuarenta noches, que el Señor me dio las dos tablas de piedra, las tablas del pacto.
Entonces el Señor me dijo: «Levántate; baja aprisa de aquí, porque tu pueblo que sacaste de Egipto se ha corrompido. Pronto se han apartado del camino que yo les había ordenado; se han hecho un ídolo de fundición».
También me habló el Señor, diciendo: «He visto a este pueblo, y en verdad es un pueblo de dura cerviz.
»Déjame que los destruya y borre su nombre de debajo del cielo; y de ti haré una nación más grande y más poderosa que ellos».
Y volví, y descendí del monte mientras el monte ardía con fuego, y las dos tablas del pacto estaban en mis dos manos.
Y vi que en verdad habíais pecado contra el Señor vuestro Dios. Os habíais hecho un becerro de fundición; pronto os habíais apartado del camino que el Señor os había ordenado.
Tomé las dos tablas, las arrojé de mis manos y las hice pedazos delante de vuestros ojos.
Y me postré delante del Señor como al principio, por cuarenta días y cuarenta noches; no comí pan ni bebí agua, a causa de todo el pecado que habíais cometido al hacer lo malo ante los ojos del Señor, provocándole a ira.
Porque temí la ira y el furor con que el Señor estaba enojado contra vosotros para destruiros, pero el Señor me escuchó también esta vez.
Y el Señor se enojó tanto con Aarón que quiso destruirlo; y también intercedí por Aarón al mismo tiempo.
Y tomé el objeto de vuestro pecado, el becerro que os habíais hecho, y lo quemé en el fuego, y lo hice pedazos, desmenuzándolo hasta que quedó tan fino como el polvo; y eché su polvo al arroyo que bajaba del monte.
Nuevamente, en Tabera, en Masah y en Kibrot-hataava, provocasteis a ira al Señor.
Y cuando el Señor os envió de Cades-barnea, diciendo: «Subid y tomad posesión de la tierra que yo os he dado», entonces os rebelasteis contra la orden del Señor vuestro Dios; no le creísteis, ni escuchasteis su voz.
Vosotros habéis sido rebeldes al Señor desde el día en que os conocí.
Entonces me postré delante del Señor los cuarenta días y cuarenta noches, lo cual hice porque el Señor había dicho que os iba a destruir.
Y oré al Señor, y dije: «Oh Señor Dios, no destruyas a tu pueblo, a tu heredad, que tú has redimido con tu grandeza, que tú has sacado de Egipto con mano fuerte.
»Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob; no mires la dureza de este pueblo ni su maldad ni su pecado.
»De otra manera los de la tierra de donde tú nos sacaste dirán: “Por cuanto el Señor no pudo hacerlos entrar en la tierra que les había prometido y porque los aborreció, los sacó para hacerlos morir en el desierto”.
»Sin embargo, ellos son tu pueblo, tu heredad, a quien tú has sacado con tu gran poder y tu brazo extendido».
En aquel tiempo el Señor me dijo: «Lábrate dos tablas de piedra como las anteriores, y sube a mí al monte, y hazte un arca de madera.
»Y yo escribiré sobre las tablas las palabras que estaban sobre las primeras tablas que quebraste, y las pondrás en el arca».
Hice, pues, un arca de madera de acacia y labré dos tablas de piedra como las anteriores, y subí al monte con las dos tablas en mi mano.
Y Él escribió sobre las tablas, conforme a la escritura anterior, los diez mandamientos que el Señor os había hablado en el monte de en medio del fuego el día de la asamblea; y el Señor me las dio.
Entonces me volví y descendí del monte, y puse las tablas en el arca que yo había hecho; y allí están tal como el Señor me ordenó.
(Después los hijos de Israel partieron de Beerot-bene-jaacán hacia Mosera. Allí murió Aarón y allí fue sepultado, y su hijo Eleazar ministró como sacerdote en su lugar.
De allí partieron hacia Gudgoda; y de Gudgoda hacia Jotbata, una tierra de corrientes de aguas.
En aquel tiempo el Señor apartó la tribu de Leví para que llevara el arca del pacto del Señor, y para que estuviera delante del Señor, sirviéndole y bendiciendo en su nombre hasta el día de hoy.
Por tanto, Leví no tiene porción o herencia con sus hermanos; el Señor es su herencia, así como el Señor tu Dios le habló.)
Y me quedé en el monte cuarenta días y cuarenta noches como la primera vez, y el Señor me escuchó también esta vez; y el Señor no quiso destruirte.
Entonces me dijo el Señor: «Levántate, continúa tu marcha al frente del pueblo, para que entren y tomen posesión de la tierra que yo juré a sus padres que les daría».
Y ahora, Israel, ¿qué requiere de ti el Señor tu Dios, sino que temas al Señor tu Dios, que andes en todos sus caminos, que le ames y que sirvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma,
y que guardes los mandamientos del Señor y sus estatutos que yo te ordeno hoy para tu bien?
He aquí, al Señor tu Dios pertenecen los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y todo lo que en ella hay.
Sin embargo, el Señor se agradó de tus padres, los amó, y escogió a su descendencia después de ellos, es decir, a vosotros, de entre todos los pueblos, como se ve hoy.
Circuncidad, pues, vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz.
Porque el Señor vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible que no hace acepción de personas ni acepta soborno.
Él hace justicia al huérfano y a la viuda, y muestra su amor al extranjero dándole pan y vestido.
Mostrad, pues, amor al extranjero, porque vosotros fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto.
Temerás al Señor tu Dios; le servirás, te allegarás a Él y solo en su nombre jurarás.
Él es el objeto de tu alabanza y Él es tu Dios, que ha hecho por ti estas cosas grandes y portentosas que tus ojos han visto.
Cuando tus padres descendieron a Egipto eran setenta personas, y ahora el Señor tu Dios te ha hecho tan numeroso como las estrellas del cielo.
Amarás, pues, al Señor tu Dios, y guardarás siempre sus mandatos, sus estatutos, sus ordenanzas y sus mandamientos.
Y comprended hoy que no estoy hablando con vuestros hijos, los cuales no han visto la disciplina del Señor vuestro Dios: su grandeza, su mano poderosa, su brazo extendido,
sus señales y sus obras que hizo en medio de Egipto a Faraón, rey de Egipto, y a toda su tierra;
lo que hizo al ejército de Egipto, a sus caballos y a sus carros, al hacer que el agua del mar Rojo los cubriera cuando os perseguían, y el Señor los destruyó completamente;
lo que os hizo en el desierto hasta que llegasteis a este lugar,
y lo que hizo a Datán y Abiram, los hijos de Eliab, hijo de Rubén, cuando la tierra abrió su boca y los tragó a ellos, a sus familias, a sus tiendas y a todo ser viviente que los seguía, en medio de todo Israel.
Pero vuestros ojos han visto toda la gran obra que el Señor ha hecho.
Guardad, pues, todos los mandamientos que os ordeno hoy, para que seáis fuertes, y entréis y toméis posesión de la tierra a la cual entráis para poseerla;
para que prolonguéis vuestros días en la tierra que el Señor juró dar a vuestros padres y a su descendencia, una tierra que mana leche y miel.
Porque la tierra a la cual entras para poseerla, no es como la tierra de Egipto de donde vinisteis, donde sembrabas tu semilla, y la regabas con el pie como una huerta de hortalizas,
sino que la tierra a la cual entráis para poseerla, tierra de montes y valles, bebe el agua de las lluvias del cielo.
Es una tierra que el Señor tu Dios cuida; los ojos del Señor tu Dios están siempre sobre ella, desde el principio hasta el fin del año.
Y sucederá que si obedecéis mis mandamientos que os ordeno hoy, de amar al Señor vuestro Dios y de servirle con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma,
El dará a vuestra tierra la lluvia a su tiempo, lluvia temprana y lluvia tardía, para que recojas tu grano, tu mosto y tu aceite.
Y Él dará hierba en tus campos para tu ganado, y comerás y te saciarás.
Cuidaos, no sea que se engañe vuestro corazón y os desviéis y sirváis a otros dioses, y los adoréis.
No sea que la ira del Señor se encienda contra vosotros, y cierre los cielos y no haya lluvia y la tierra no produzca su fruto, y pronto perezcáis en la buena tierra que el Señor os da.
Grabad, pues, estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma; atadlas como una señal a vuestra mano, y serán por insignias entre vuestros ojos.
Y enseñadlas a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.
Y escríbelas en los postes de tu casa y en tus puertas,
para que tus días y los días de tus hijos sean multiplicados en la tierra que el Señor juró dar a tus padres, por todo el tiempo que los cielos permanezcan sobre la tierra.
Porque si guardáis cuidadosamente todo este mandamiento que os ordeno para cumplirlo, amando al Señor vuestro Dios, andando en todos sus caminos y allegándoos a Él,
entonces el Señor expulsará de delante de vosotros a todas estas naciones, y vosotros desposeeréis a naciones más grandes y más poderosas que vosotros.
Todo lugar donde pise la planta de vuestro pie será vuestro; vuestras fronteras serán desde el desierto hasta el Líbano, y desde el río, el río Eufrates, hasta el mar occidental.
Nadie os podrá hacer frente; el Señor vuestro Dios infundirá, como Él os ha dicho, espanto y temor de vosotros en toda la tierra que pise vuestro pie.
He aquí, hoy pongo delante de vosotros una bendición y una maldición:
la bendición, si escucháis los mandamientos del Señor vuestro Dios que os ordeno hoy;
y la maldición, si no escucháis los mandamientos del Señor vuestro Dios, sino que os apartáis del camino que os ordeno hoy, para seguir a otros dioses que no habéis conocido.
Y acontecerá, que cuando el Señor tu Dios te lleve a la tierra donde entras para poseerla, pondrás la bendición sobre el monte Gerizim y la maldición sobre el monte Ebal.
¿No están ellos al otro lado del Jordán, detrás del camino del poniente, en la tierra de los cananeos que habitan en el Arabá, frente a Gilgal, junto al encinar de More?
Porque vais a pasar el Jordán para ir a poseer la tierra que el Señor vuestro Dios os da, y la tomaréis y habitaréis en ella;
y tendréis cuidado de cumplir todos los estatutos y decretos que hoy pongo delante de vosotros.
Estos son los estatutos y los decretos que observaréis cuidadosamente en la tierra que el Señor, el Dios de tus padres, te ha dado para que la poseáis todos los días que viváis sobre su suelo.
Destruiréis completamente todos los lugares donde las naciones que desposeeréis sirven a sus dioses: sobre los montes altos, sobre las colinas y debajo de todo árbol frondoso.
Y demoleréis sus altares, quebraréis sus pilares sagrados, quemaréis a fuego sus imágenes de Asera, derribaréis las imágenes talladas de sus dioses y borraréis su nombre de aquel lugar.
No procederéis así con el Señor vuestro Dios,
sino que buscaréis al Señor en el lugar en que el Señor vuestro Dios escoja de todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para su morada, y allí vendréis.
Y allí traeréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, la contribución de vuestra mano, vuestras ofrendas votivas, vuestras ofrendas voluntarias, y el primogénito de vuestras vacas y de vuestras ovejas.
Allí también vosotros y vuestras familias comeréis en presencia del Señor vuestro Dios, y os alegraréis en todas vuestras empresas en las cuales el Señor vuestro Dios os ha bendecido.
De ninguna manera haréis lo que hacemos aquí hoy, que cada cual hace lo que le parece bien a sus propios ojos;
porque todavía no habéis llegado al lugar de reposo y a la heredad que el Señor vuestro Dios os da.
Cuando crucéis el Jordán y habitéis en la tierra que el Señor vuestro Dios os da en heredad, y Él os dé descanso de todos vuestros enemigos alrededor de vosotros para que habitéis seguros,
entonces sucederá que al lugar que el Señor vuestro Dios escoja para morada de su nombre, allí traeréis todo lo que yo os mando: vuestros holocaustos y vuestros sacrificios, vuestros diezmos y la ofrenda alzada de vuestra mano, y todo lo más selecto de vuestras ofrendas votivas que habéis prometido al Señor.
Y os alegraréis en presencia del Señor vuestro Dios, vosotros, vuestros hijos y vuestras hijas, vuestros siervos y vuestras siervas, y el levita que vive dentro de vuestras puertas, ya que no tiene parte ni heredad entre vosotros.
Cuídate de no ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que veas,
sino en el lugar que el Señor escoja en una de tus tribus, allí ofrecerás tus holocaustos, y allí harás todo lo que yo te mando.
Sin embargo, podrás matar y comer carne dentro de todas tus puertas, conforme a tu deseo, según la bendición que el Señor tu Dios te ha dado; el inmundo y el limpio podrán comerla, como si fuera de gacela o de ciervo.
Solo que no comeréis la sangre; la derramaréis como agua sobre la tierra.
No te es permitido comer dentro de tus ciudades el diezmo de tu grano, de tu mosto, o de tu aceite, ni de los primogénitos de tus vacas o de tus ovejas, ni ninguna de las ofrendas votivas que prometas, ni tus ofrendas voluntarias, ni la ofrenda alzada de tu mano,
sino que lo comerás en presencia del Señor tu Dios en el lugar que el Señor tu Dios escoja, tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu sierva, y el levita que vive dentro de tus puertas; y te alegrarás en presencia del Señor tu Dios de toda la obra de tus manos.
Cuídate de no desamparar al levita mientras vivas en tu tierra.
Cuando el Señor tu Dios haya extendido tus fronteras como te ha prometido, y tú digas: «Comeré carne», porque deseas comer carne, entonces podrás comer carne, toda la que desees.
Si el lugar que el Señor tu Dios escoge para poner su nombre está muy lejos de ti, entonces podrás matar de tus vacas y de tus ovejas que el Señor te ha dado, como te he ordenado, y podrás comer dentro de tus ciudades todo lo que desees.
Tal como se come la gacela y el ciervo, así la podrás comer; el inmundo y el limpio podrán comer de ella.
Solo cuídate de no comer la sangre, porque la sangre es la vida, y no comerás la vida con la carne.
No la comerás; la derramarás como agua sobre la tierra.
No la comerás, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, porque estarás haciendo lo que es justo delante del Señor.
Solamente las cosas sagradas que tengas y tus ofrendas votivas, las tomarás e irás al lugar que el Señor escoja.
Y ofrecerás tus holocaustos, la carne y la sangre, sobre el altar del Señor tu Dios; y la sangre de tus sacrificios será derramada sobre el altar del Señor tu Dios, y podrás comer la carne.
Escucha con cuidado todas estas palabras que te mando, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti para siempre, porque estarás haciendo lo que es bueno y justo delante del Señor tu Dios.
Cuando el Señor tu Dios haya destruido delante de ti las naciones que vas a desposeer, y las hayas desposeído y habites en su tierra,
cuídate de no caer en una trampa imitándolas, después que hayan sido destruidas delante de ti, y de no buscar sus dioses, diciendo: «¿Cómo servían estas naciones a sus dioses para que yo haga lo mismo?».
No procederás así para con el Señor tu Dios, porque toda acción abominable que el Señor odia ellos la han hecho en honor de sus dioses; porque aun a sus hijos y a sus hijas queman en el fuego en honor a sus dioses.
Cuidarás de hacer todo lo que te mando; nada le añadirás ni le quitarás.
Si se levanta en medio de ti un profeta o soñador de sueños, y te anuncia una señal o un prodigio,
y la señal o el prodigio se cumple, acerca del cual él te había hablado, diciendo: «Vamos en pos de otros dioses (a los cuales no has conocido) y sirvámosles»,
no darás oído a las palabras de ese profeta o de ese soñador de sueños; porque el Señor tu Dios te está probando para ver si amas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma.
En pos del Señor vuestro Dios andaréis y a Él temeréis; guardaréis sus mandamientos, escucharéis su voz, le serviréis y a Él os uniréis.
Pero a ese profeta o a ese soñador de sueños se le dará muerte, por cuanto ha aconsejado rebelión contra el Señor vuestro Dios que te sacó de la tierra de Egipto y te redimió de casa de servidumbre, para apartarte del camino en el cual el Señor tu Dios te mandó andar. Así quitarás el mal de en medio de ti.
Si tu hermano, el hijo de tu madre, o tu hijo, o tu hija, o la mujer que amas, o tu amigo entrañable, te incita en secreto, diciendo: «Vamos y sirvamos a otros dioses» (a quienes ni tú ni tus padres habéis conocido,
de los dioses de los pueblos que te rodean, cerca o lejos de ti, de un término de la tierra al otro),
no cederás ni le escucharás; y tu ojo no tendrá piedad de él, tampoco lo perdonarás ni lo encubrirás,
sino que ciertamente lo matarás; tu mano será la primera contra él para matarlo, y después la mano de todo el pueblo.
Lo apedrearás hasta la muerte porque él trató de apartarte del Señor tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre.
Entonces todo Israel oirá y temerá, y nunca volverá a hacer tal maldad en medio de ti.
Si oyes decir que en alguna de las ciudades que el Señor tu Dios te da para habitar,
han salido hombres indignos de en medio de ti y han seducido a los habitantes de su ciudad, diciendo: «Vamos y sirvamos a otros dioses» (a quienes no has conocido),
entonces inquirirás, buscarás y preguntarás con diligencia. Y si es verdad y se comprueba que se ha hecho tal abominación en medio de ti,
irremisiblemente herirás a filo de espada a los habitantes de esa ciudad, destruyéndola por completo con todo lo que hay en ella, y también su ganado a filo de espada.
Entonces amontonarás todo su botín en medio de su plaza, y prenderás fuego a la ciudad con todo su botín, todo ello como ofrenda encendida al Señor tu Dios; y será montón de ruinas para siempre. Nunca será reconstruida.
Y nada de lo dedicado al anatema quedará en tu mano, para que el Señor se aparte del ardor de su ira y sea misericordioso contigo, tenga compasión de ti y te multiplique, tal como Él juró a tus padres,
porque escuchas la voz del Señor tu Dios, guardando todos sus mandamientos que yo te ordeno hoy, haciendo lo que es justo ante los ojos del Señor tu Dios.
Vosotros sois hijos del Señor vuestro Dios; no os sajaréis ni os rasuraréis la frente a causa de un muerto.
Porque eres pueblo santo para el Señor tu Dios; y el Señor te ha escogido para que le seas un pueblo de su exclusiva posesión de entre los pueblos que están sobre la faz de la tierra.
No comerás nada abominable.
Estos son los animales que podréis comer: el buey, la oveja, la cabra,
el ciervo, la gacela, el corzo, la cabra montés, el íbice, el antílope y el carnero montés.
Y cualquier animal de pezuña dividida que tenga la pezuña hendida en dos mitades y que rumie, lo podréis comer.
Pero estos no comeréis de entre los que rumian o de entre los que tienen la pezuña dividida en dos: el camello, el conejo y el damán; pues aunque rumian, no tienen la pezuña dividida; para vosotros serán inmundos.
Y el cerdo, aunque tiene la pezuña dividida, no rumia; será inmundo para vosotros. No comeréis de su carne ni tocaréis sus cadáveres.
De todo lo que vive en el agua, estos podréis comer: todos los que tienen aletas y escamas,
pero no comeréis nada que no tenga aletas ni escamas; será inmundo para vosotros.
Toda ave limpia podréis comer.
Pero estas no comeréis: el águila, el buitre y el buitre negro;
el azor, el halcón y el milano según su especie;
todo cuervo según su especie;
el avestruz, la lechuza, la gaviota y el gavilán según su especie;
el búho, el búho real, la lechuza blanca,
el pelícano, el buitre, el somormujo,
la cigüeña y la garza según su especie; la abubilla y el murciélago.
Todo insecto alado será inmundo para vosotros; no se comerá.
Toda ave limpia podréis comer.
No comeréis ningún animal que se muera. Lo podrás dar al forastero que está en tus ciudades, para que lo coma, o lo podrás vender a un extranjero, porque tú eres un pueblo santo al Señor tu Dios. No cocerás el cabrito en la leche de su madre.
Diezmarás fielmente todo el producto de tu sementera, lo que rinde tu campo cada año.
Y comerás en la presencia del Señor tu Dios, en el lugar que Él escoja para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu mosto y de tu aceite, y los primogénitos de tus vacas y de tus ovejas, para que aprendas a temer siempre al Señor tu Dios.
Mas si el camino es tan largo para ti, que seas incapaz de llevar el diezmo por estar lejos el lugar donde el Señor tu Dios escoja para poner allí su nombre, cuando el Señor tu Dios te haya bendecido,
entonces lo cambiarás por dinero, y atarás el dinero en tu mano e irás al lugar que el Señor tu Dios escoja.
Y podrás gastar el dinero en todo lo que tu corazón apetezca: en vacas u ovejas, en vino o sidra, o en cualquier otra cosa que tu corazón desee; allí comerás en presencia del Señor tu Dios, y te alegrarás tú y tu casa.
Tampoco desampararás al levita que habite en tus ciudades, porque él no tiene parte ni heredad contigo.
Al fin de cada tercer año, sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año y lo depositarás en tus ciudades.
Y vendrá el levita, que no tiene parte ni herencia contigo, y el forastero, el huérfano y la viuda que habitan en tus ciudades, y comerán y se saciarán, para que el Señor tu Dios te bendiga en toda obra que tu mano haga.
Al cabo de cada siete años harás remisión de deudas.
Así se hará la remisión: todo acreedor hará remisión de lo que haya prestado a su prójimo; no lo exigirá de su prójimo ni de su hermano, porque se ha proclamado la remisión del Señor.
De un extranjero lo puedes exigir, mas tu mano perdonará cualquier cosa tuya que tu hermano tenga.
Y no habrá menesteroso entre vosotros, ya que el Señor de cierto te bendecirá en la tierra que el Señor tu Dios te da por heredad para poseerla,
si solo escuchas fielmente la voz del Señor tu Dios, para guardar cuidadosamente todo este mandamiento que te ordeno hoy.
Pues el Señor tu Dios te bendecirá como te ha prometido, y tú prestarás a muchas naciones, pero tú no tomarás prestado; y tendrás dominio sobre muchas naciones, pero ellas no tendrán dominio sobre ti.
Si hay un menesteroso contigo, uno de tus hermanos, en cualquiera de tus ciudades en la tierra que el Señor tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre,
sino que le abrirás libremente tu mano, y con generosidad le prestarás lo que le haga falta para cubrir sus necesidades.
Cuídate de que no haya pensamiento perverso en tu corazón, diciendo: «El séptimo año, el año de remisión, está cerca», y mires con malos ojos a tu hermano pobre, y no le des nada; porque él podrá clamar al Señor contra ti, y esto te será pecado.
Con generosidad le darás, y no te dolerá el corazón cuando le des, ya que el Señor tu Dios te bendecirá por esto en todo tu trabajo y en todo lo que emprendas.
Porque nunca faltarán pobres en tu tierra; por eso te ordeno, diciendo: «Con liberalidad abrirás tu mano a tu hermano, al necesitado y al pobre en tu tierra».
Si un hermano tuyo, hebreo o hebrea, te es vendido, te servirá por seis años, pero al séptimo año lo pondrás en libertad.
Y cuando lo libertes, no lo enviarás con las manos vacías.
Le abastecerás liberalmente de tu rebaño, de tu era y de tu lagar; le darás conforme te haya bendecido el Señor tu Dios.
Y te acordarás que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, y que el Señor tu Dios te redimió; por eso te ordeno esto hoy.
Y sucederá que si él te dice: «No me iré de tu lado», porque te ama a ti y a tu casa, pues le va bien contigo,
entonces tomarás una lezna y horadarás su oreja contra la puerta, y será tu siervo para siempre. Y lo mismo harás a tu sierva.
No te parezca duro cuando lo dejes en libertad, porque te ha dado seis años con el doble del servicio de un jornalero; y el Señor tu Dios te bendecirá en todo lo que hagas.
Todo primogénito que nazca de tu ganado y de tu rebaño consagrarás al Señor tu Dios; no trabajarás con el primogénito de tu ganado ni trasquilarás el primogénito de tu rebaño.
Lo comerás tú y tu casa cada año delante del Señor tu Dios en el lugar que el Señor escoja.
Pero si tiene algún defecto, si es cojo o ciego o con cualquier otro defecto grave, no lo sacrificarás al Señor tu Dios.
Lo comerás dentro de tus ciudades; el inmundo lo mismo que el limpio pueden comerlo, como se come una gacela o un ciervo.
Solo que no comerás su sangre; la derramarás como agua sobre la tierra.
Observarás el mes de Abib y celebrarás la Pascua al Señor tu Dios, porque en el mes de Abib el Señor tu Dios te sacó de Egipto de noche.
Y sacrificarás la Pascua al Señor tu Dios con ofrendas de tus rebaños y de tus manadas, en el lugar que el Señor escoja para poner allí su nombre.
No comerás con ella pan con levadura; siete días comerás con ella pan sin levadura, pan de aflicción (porque aprisa saliste de la tierra de Egipto), para que recuerdes todos los días de tu vida el día que saliste de la tierra de Egipto.
Durante siete días no se verá contigo levadura en todo tu territorio; y de la carne que sacrifiques en la tarde del primer día, no quedará nada para la mañana siguiente.
No podrás sacrificar la Pascua en ninguna de las ciudades que el Señor tu Dios te da,
sino que en el lugar que el Señor tu Dios escoja para poner allí su nombre sacrificarás la Pascua, al atardecer, al ponerse el sol, a la hora en que saliste de Egipto.
Y la asarás y la comerás en el lugar que el Señor tu Dios escoja. Luego, por la mañana, regresarás a tu habitación.
Seis días comerás pan sin levadura, y en el séptimo día habrá una asamblea solemne para el Señor tu Dios. Ningún trabajo harás en él.
Siete semanas contarás; comenzarás a contar siete semanas desde el momento en que empieces a meter la hoz a la mies.
Entonces celebrarás la fiesta de las semanas al Señor tu Dios con el tributo de una ofrenda voluntaria de tu mano, la cual darás según el Señor tu Dios te haya bendecido.
Y te alegrarás delante del Señor tu Dios, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, el levita que habita en tus ciudades, y el forastero, el huérfano y la viuda que están en medio de ti, en el lugar donde el Señor tu Dios escoja para poner allí su nombre.
Y te acordarás de que tú fuiste esclavo en Egipto; cuídate de guardar estos estatutos.
Durante siete días celebrarás la fiesta de los tabernáculos, cuando hayas recogido el producto de tu era y de tu lagar.
Y te alegrarás en tu fiesta, tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu sierva, el levita y el forastero, el huérfano y la viuda que están en tus ciudades.
Siete días celebrarás fiesta al Señor tu Dios en el lugar que escoja el Señor; porque el Señor tu Dios te bendecirá en todos tus productos y en toda la obra de tus manos; por tanto, estarás verdaderamente alegre.
Tres veces al año se presentarán todos tus varones delante del Señor tu Dios en el lugar que Él escoja: en la fiesta de los panes sin levadura, en la fiesta de las semanas y en la fiesta de los tabernáculos; y no se presentarán con las manos vacías delante del Señor.
Cada hombre dará lo que pueda, de acuerdo con la bendición que el Señor tu Dios te haya dado.
Nombrarás para ti jueces y oficiales en todas las ciudades que el Señor tu Dios te da, según tus tribus, y ellos juzgarán al pueblo con justo juicio.
No torcerás la justicia; no harás acepción de personas, ni tomarás soborno, porque el soborno ciega los ojos del sabio y pervierte las palabras del justo.
La justicia, y solo la justicia buscarás, para que vivas y poseas la tierra que el Señor tu Dios te da.
No plantarás para ti Asera de ninguna clase de árbol junto al altar del Señor tu Dios que harás para ti.
Ni levantarás para ti pilar sagrado, lo cual aborrece el Señor tu Dios.
No sacrificarás al Señor tu Dios buey o cordero que tenga defecto o alguna imperfección, porque es cosa abominable al Señor tu Dios.
Si se encuentra en medio de ti, en cualquiera de las ciudades que el Señor tu Dios te da, un hombre o una mujer que hace lo malo ante los ojos del Señor tu Dios, violando su pacto,
y que haya ido y servido a otros dioses, adorándolos, o adorando al sol, a la luna o a cualquiera de las huestes celestiales, lo cual yo no he mandado,
y si te lo dicen y has oído hablar de ello, harás una investigación minuciosa. Y he aquí, si es verdad y es cierto el hecho que esta abominación ha sido cometida en Israel,
entonces sacarás a tus puertas a ese hombre o a esa mujer que ha cometido esta mala acción; sacarás al hombre o a la mujer, y los apedrearás hasta que mueran.
Al que ha de morir se le dará muerte por la declaración de dos o tres testigos; no se le dará muerte por la declaración de un solo testigo.
La mano de los testigos caerá primero contra él para darle muerte, y después la mano de todo el pueblo. Así quitarás el mal de en medio de ti.
Si un caso es demasiado difícil para que puedas juzgar, como entre una clase de homicidio y otra, entre una clase de pleito y otra, o entre una clase de asalto y otra, siendo casos de litigio en tus puertas, te levantarás y subirás al lugar que el Señor tu Dios escoja,
y vendrás al sacerdote levita o al juez que oficie en aquellos días, e inquirirás de ellos, y ellos te declararán el fallo del caso.
Y harás conforme a los términos de la sentencia que te declaren desde aquel lugar que el Señor escoja; y cuidarás de observar todo lo que ellos te enseñen.
Según los términos de la ley que ellos te enseñen, y según la sentencia que te declaren, así harás; no te apartarás a la derecha ni a la izquierda de la palabra que ellos te declaren.
Y el hombre que proceda con presunción, no escuchando al sacerdote que está allí para servir al Señor tu Dios, ni al juez, ese hombre morirá; así quitarás el mal de en medio de Israel.
Entonces todo el pueblo escuchará y temerá, y no volverá a proceder con presunción.
Cuando entres en la tierra que el Señor tu Dios te da, y la poseas y habites en ella, y digas: «Pondré un rey sobre mí, como todas las naciones que me rodean»,
ciertamente pondrás sobre ti al rey que el Señor tu Dios escoja, a uno de entre tus hermanos pondrás por rey sobre ti; no pondrás sobre ti a un extranjero que no sea hermano tuyo.
Además, él no tendrá muchos caballos, ni hará que el pueblo vuelva a Egipto para tener muchos caballos, pues el Señor te ha dicho: «Jamás volveréis por ese camino».
Tampoco tendrá muchas mujeres, no sea que su corazón se desvíe; tampoco tendrá grandes cantidades de plata u oro.
Y sucederá que cuando él se siente sobre el trono de su reino, escribirá para sí una copia de esta ley en un libro, en presencia de los sacerdotes levitas.
La tendrá consigo y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a temer al Señor tu Dios, observando cuidadosamente todas las palabras de esta ley y estos estatutos,
para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos y no se desvíe del mandamiento ni a la derecha ni a la izquierda, a fin de que prolongue sus días en su reino, él y sus hijos, en medio de Israel.
Los sacerdotes levitas, toda la tribu de Leví, no tendrán porción ni heredad con el resto de Israel; comerán de las ofrendas encendidas al Señor y de su porción.
Y no tendrán heredad entre sus hermanos; el Señor es su heredad, como les ha prometido.
Y este será el derecho de los sacerdotes de parte del pueblo, de los que ofrecen como sacrificio buey u oveja: darán para el sacerdote la espaldilla, las quijadas y el cuajar.
Le darás las primicias de tu grano, de tu mosto, de tu aceite y del primer esquileo de tus ovejas.
Porque el Señor tu Dios le ha escogido a él y a sus hijos de entre todas tus tribus, para que esté allí y sirva en el nombre del Señor, para siempre.
Y si un levita sale de alguna de tus ciudades, de cualquier parte de Israel en que resida, y llega con todo el deseo de su alma al lugar que el Señor escoja,
él ministrará en el nombre del Señor su Dios, como todos sus hermanos levitas que están allí delante del Señor.
Comerán porciones iguales, excepto lo que reciban de la venta de sus patrimonios.
Cuando entres en la tierra que el Señor tu Dios te da, no aprenderás a hacer las cosas abominables de esas naciones.
No sea hallado en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni hechicería, o sea agorero, o hechicero,
o encantador, o médium, o espiritista, ni quien consulte a los muertos.
Porque cualquiera que hace estas cosas es abominable al Señor; y por causa de estas abominaciones el Señor tu Dios expulsará a esas naciones de delante de ti.
Serás intachable delante del Señor tu Dios.
Porque esas naciones que vas a desalojar escuchan a los que practican hechicería y a los adivinos, pero a ti el Señor tu Dios no te lo ha permitido.
Un profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará el Señor tu Dios; a él oiréis.
Esto es conforme a todo lo que pediste al Señor tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: «No vuelva yo a oír la voz del Señor mi Dios, no vuelva a ver este gran fuego, no sea que muera».
Y el Señor me dijo: «Bien han hablado en lo que han dicho.
»Un profeta como tú levantaré de entre sus hermanos, y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mande.
»Y sucederá que a cualquiera que no oiga mis palabras que él ha de hablar en mi nombre, yo mismo le pediré cuenta.
»Pero el profeta que hable con presunción en mi nombre una palabra que yo no le haya mandado hablar, o que hable en el nombre de otros dioses, ese profeta morirá».
Y si dices en tu corazón: «¿Cómo conoceremos la palabra que el Señor no ha hablado?».
Cuando un profeta hable en el nombre del Señor, si la cosa no acontece ni se cumple, esa es la palabra que el Señor no ha hablado; con presunción la ha hablado el profeta; no tendrás temor de él.
Cuando el Señor tu Dios destruya las naciones cuya tierra el Señor tu Dios te da, y las desalojes, y habites en sus ciudades y en sus casas,
te reservarás tres ciudades en medio de tu tierra que el Señor tu Dios te da en posesión.
Prepararás los caminos, y dividirás en tres partes el territorio de tu tierra que el Señor tu Dios te dé en posesión, para que huya allí todo homicida.
Y este será el caso del homicida que huya allí y viva: cuando mate a su amigo sin querer, sin haberlo odiado anteriormente
(como cuando un hombre va al bosque con su amigo para cortar leña, y su mano blande el hacha para cortar el árbol, y el hierro salta del mango y golpea a su amigo, y este muere), él puede huir a una de estas ciudades y vivir;
no sea que el vengador de la sangre en el furor de su ira persiga al homicida, y lo alcance porque el camino es largo, y le quite la vida aunque él no merecía la muerte, porque no lo había odiado anteriormente.
Por tanto, te mando, diciendo: Reservarás para ti tres ciudades.
Y si el Señor tu Dios ensancha tu territorio, como ha jurado a tus padres, y te da toda la tierra que ha prometido dar a tus padres
(si guardas cuidadosamente todos estos mandamientos que te mando hoy, de amar al Señor tu Dios y de andar siempre en sus caminos), entonces te añadirás tres ciudades más, además de estas tres.
Para que no se derrame sangre inocente en medio de tu tierra que el Señor tu Dios te da por heredad, y seas culpable de derramar sangre.
Pero si hay un hombre que odia a su prójimo, y acechándolo, se levanta contra él, lo hiere, y este muere, y después él huye a una de estas ciudades,
entonces los ancianos de su ciudad enviarán a sacarlo de allí, y lo entregarán en mano del vengador de la sangre para que muera.
No tendrás piedad de él; mas limpiarás de Israel la sangre del inocente, para que te vaya bien.
No moverás los linderos de tu prójimo, fijados por los antepasados, en la herencia que recibirás en la tierra que el Señor tu Dios te da en posesión.
No se levantará un solo testigo contra un hombre por cualquier iniquidad o por cualquier pecado que haya cometido; el caso será confirmado por el testimonio de dos o tres testigos.
Si un testigo falso se levanta contra un hombre para acusarle de transgresión,
los dos litigantes se presentarán delante del Señor, delante de los sacerdotes y de los jueces que haya en esos días.
Y los jueces investigarán minuciosamente; y si el testigo es un testigo falso y ha acusado a su hermano falsamente,
entonces le haréis a él lo que él intentaba hacer a su hermano. Así quitarás el mal de en medio de ti.
Los demás oirán y temerán, y nunca más volverán a hacer una maldad semejante en medio de ti.
Y no tendrás piedad: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.
Cuando salgas a la batalla contra tus enemigos y veas caballos y carros, y pueblo más numeroso que tú, no tengas temor de ellos; porque el Señor tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto está contigo.
Y sucederá que cuando os acerquéis a la batalla, el sacerdote se llegará y hablará al pueblo,
y les dirá: «Oye, Israel, hoy os acercáis a la batalla contra vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón; no temáis ni os alarméis, ni os aterroricéis delante de ellos,
porque el Señor vuestro Dios es el que va con vosotros, para pelear por vosotros contra vuestros enemigos, para salvaros».
Y los oficiales hablarán al pueblo, diciendo: «¿Quién es el hombre que ha edificado una casa nueva y no la ha estrenado? Que salga y regrese a su casa, no sea que muera en la batalla y otro la estrene.
»¿Quién es el hombre que ha plantado una viña y no ha tomado aún de su fruto? Que salga y regrese a su casa, no sea que muera en la batalla y otro goce de su fruto.
»¿Y quién es el hombre que está comprometido con una mujer y no se ha casado? Que salga y regrese a su casa, no sea que muera en la batalla y otro se case con ella».
Entonces los oficiales hablarán otra vez al pueblo, y dirán: «¿Quién es hombre medroso y de corazón apocado? Que salga y regrese a su casa para que no haga desfallecer el corazón de sus hermanos como desfallece el corazón suyo».
Y sucederá que cuando los oficiales acaben de hablar al pueblo, nombrarán capitanes de tropas a la cabeza del pueblo.
Cuando te acerques a una ciudad para pelear contra ella, le ofrecerás primero la paz.
Y sucederá que si ella está de acuerdo en hacer la paz contigo y te abre sus puertas, entonces todo el pueblo que se encuentra en ella estará sujeto a ti para trabajos forzados y te servirá.
Sin embargo, si no hace la paz contigo, sino que emprende la guerra contra ti, entonces la sitiarás.
Cuando el Señor tu Dios la entregue en tu mano, herirás a filo de espada a todos sus hombres.
Solo las mujeres y los niños, los animales y todo lo que haya en la ciudad, todos sus despojos, tomarás para ti como botín. Comerás del botín de tus enemigos, que el Señor tu Dios te ha dado.
Así harás a todas las ciudades que están muy lejos de ti, que no sean de las ciudades de estas naciones cercanas.
Pero en las ciudades de estos pueblos que el Señor tu Dios te da en heredad, no dejarás con vida nada que respire,
sino que los destruirás por completo: a los heteos, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos, tal como el Señor tu Dios te ha mandado,
para que ellos no os enseñen a imitar todas las abominaciones que ellos han hecho con sus dioses y no pequéis contra el Señor vuestro Dios.
Cuando sities una ciudad por muchos días, peleando contra ella para tomarla, no destruirás sus árboles metiendo el hacha contra ellos; no los talarás, pues de ellos puedes comer. Porque, ¿es acaso el árbol del campo un hombre para que le pongas sitio?
Solo los árboles que sabes que no dan fruto podrás destruir y talar, para construir máquinas de sitio contra la ciudad que está en guerra contigo, hasta que caiga.
Si en la tierra que el Señor tu Dios te da para que la poseas, fuera encontrado alguien asesinado, tendido en el campo, y no se sabe quién lo mató,
entonces tus ancianos y tus jueces irán y medirán la distancia a las ciudades que están alrededor del muerto.
Y sucederá que los ancianos de la ciudad más próxima al lugar donde fue hallado el muerto, tomarán de la manada una novilla que no haya trabajado y que no haya llevado yugo;
y los ancianos de esa ciudad traerán la novilla a un valle de aguas perennes, el cual no haya sido arado ni sembrado, y quebrarán la cerviz de la novilla allí en el valle.
Entonces se acercarán los sacerdotes, hijos de Leví, porque el Señor tu Dios los ha escogido para servirle y para bendecir en el nombre del Señor, y ellos decidirán todo litigio y toda ofensa;
y todos los ancianos de la ciudad más cercana al lugar donde fue hallado el muerto, lavarán sus manos sobre la novilla cuya cerviz fue quebrada en el valle;
y responderán y dirán: «Nuestras manos no han derramado esta sangre, ni nuestros ojos han visto nada.
»Perdona a tu pueblo Israel, al cual has redimido, oh Señor, y no imputes la sangre inocente a tu pueblo Israel». Y la culpa de la sangre les será perdonada.
Así limpiarás la culpa de sangre inocente de en medio de ti, cuando hagas lo que es recto a los ojos del Señor.
Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, y el Señor tu Dios los entregue en tus manos, y los tomes en cautiverio,
y veas entre los cautivos una mujer hermosa, y la desees, y la tomes para ti por mujer,
la traerás a tu casa, y ella se rasurará la cabeza y se cortará sus uñas.
También se quitará el vestido de su cautiverio, permanecerá en tu casa y llorará por su padre y por su madre por todo un mes; después de eso podrás llegarte a ella y ser su marido, y ella será tu mujer.
Pero sucederá que si no te agrada, la dejarás ir adonde quiera; mas ciertamente no la venderás por dinero, ni la maltratarás, porque la has humillado.
Si un hombre tiene dos mujeres, una amada y otra aborrecida, y tanto la amada como la aborrecida le han dado hijos, si el primogénito es de la aborrecida,
el día que reparta lo que tiene entre sus hijos, no puede él hacer primogénito al hijo de la amada con preferencia al hijo de la aborrecida, que es el primogénito,
sino que reconocerá al primogénito, al hijo de la aborrecida, dándole una porción doble de todo lo que tiene, porque él es el principio de su vigor; a él pertenece el derecho de primogenitura.
Si un hombre tiene un hijo terco y rebelde que no obedece a su padre ni a su madre, y cuando lo castigan, ni aun así les hace caso,
el padre y la madre lo tomarán y lo llevarán fuera a los ancianos de su ciudad, a la puerta de su ciudad natal,
y dirán a los ancianos de la ciudad: «Este hijo nuestro es terco y rebelde, no nos obedece, es glotón y borracho».
Entonces todos los hombres de la ciudad lo apedrearán hasta que muera; así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá esto y temerá.
Y si un hombre ha cometido pecado digno de muerte, y se le ha dado muerte, y lo has colgado de un árbol,
su cuerpo no colgará del árbol toda la noche, sino que ciertamente lo enterrarás el mismo día (pues el colgado es maldito de Dios), para que no contamines la tierra que el Señor tu Dios te da en heredad.
No verás extraviado el buey de tu hermano, o su oveja, sin que te ocupes de ellos; sin falta los llevarás a tu hermano.
Y si tu hermano no vive cerca de ti, o si no lo conoces, entonces lo traerás a tu casa, y estará contigo hasta que tu hermano lo busque; entonces se lo devolverás.
Así harás con su asno, y asimismo harás con su vestido; lo mismo harás con cualquier cosa perdida que tu hermano haya perdido y que tú halles. No te es permitido ignorarlos.
No verás el asno de tu hermano, o su buey, caído en el camino sin ocuparte de ellos; sin falta le ayudarás a levantarlos.
La mujer no vestirá ropa de hombre, ni el hombre se pondrá ropa de mujer; porque cualquiera que hace esto es abominación al Señor tu Dios.
Si encuentras un nido de pájaros por el camino, en un árbol o en la tierra, con polluelos o con huevos, y la madre echada sobre los polluelos o sobre los huevos, no tomarás la madre con los hijos;
sin falta dejarás ir a la madre, mas a los hijos los puedes tomar para ti, para que te vaya bien y prolongues tus días.
Cuando edifiques casa nueva, harás pretil a tu azotea, para que no traigas culpa de sangre sobre tu casa si alguno se cayera de ella.
No sembrarás tu viña con dos clases de semilla, no sea que todo el fruto de la semilla que hayas sembrado y el producto de la viña queden inservibles.
No ararás con buey y asno juntos.
No vestirás ropa de material mezclado de lana y lino.
Te harás borlas en las cuatro puntas del manto con que te cubras.
Si un hombre toma a una mujer y se llega a ella, y después la aborrece,
y la acusa de actos vergonzosos y la difama públicamente, diciendo: «Tomé a esta mujer, pero al llegarme a ella no la encontré virgen»,
entonces el padre y la madre de la joven tomarán las pruebas de la virginidad de la joven y las llevarán a los ancianos de la ciudad, a la puerta.
Y el padre de la joven dirá a los ancianos: «Di mi hija por mujer a este hombre, pero él la aborreció;
y he aquí, él le atribuye actos vergonzosos, diciendo: “No encontré virgen a tu hija”. Pero esta es la prueba de la virginidad de mi hija». Y extenderán la ropa delante de los ancianos de la ciudad.
Y los ancianos de la ciudad tomarán al hombre y lo castigarán,
y le pondrán una multa de cien siclos de plata, que darán al padre de la joven, porque difamó públicamente a una virgen de Israel. Y ella seguirá siendo su mujer; no podrá despedirla en todos sus días.
Pero si el asunto es verdad, que la joven no fue hallada virgen,
entonces llevarán a la joven a la puerta de la casa de su padre, y los hombres de su ciudad la apedrearán hasta que muera, porque ella ha cometido una infamia en Israel prostituyéndose en la casa de su padre; así quitarás el mal de en medio de ti.
Si se encuentra a un hombre acostado con una mujer casada, los dos morirán, el hombre que se acostó con la mujer, y la mujer; así quitarás el mal de Israel.
Si hay una joven virgen que está comprometida a un hombre, y otro hombre la encuentra en la ciudad y se acuesta con ella,
entonces llevaréis a los dos a la puerta de esa ciudad y los apedrearéis hasta que mueran; la joven, porque no dio voces en la ciudad, y el hombre, porque ha violado a la mujer de su prójimo; así quitarás el mal de en medio de ti.
Pero si el hombre encuentra en el campo a la joven que está comprometida, y el hombre la fuerza y se acuesta con ella; entonces morirá solo el que se acuesta con ella,
no harás nada a la joven; no hay en la joven pecado digno de muerte, porque como cuando un hombre se levanta contra su vecino y lo mata, así es este caso;
cuando él la encontró en el campo, la joven comprometida dio voces, pero no había nadie que la salvara.
Si un hombre encuentra a una joven virgen que no está comprometida, y se apodera de ella y se acuesta con ella, y son descubiertos,
entonces el hombre que se acostó con ella dará cincuenta siclos de plata al padre de la joven, y ella será su mujer porque la ha violado; no podrá despedirla en todos sus días.
Ninguno tomará a la mujer de su padre para que no descubra la vestidura de su padre.
Ninguno que haya sido castrado o que tenga cortado su miembro viril entrará en la asamblea del Señor.
Ningún bastardo entrará en la asamblea del Señor, ninguno de sus descendientes, aun hasta la décima generación, entrará en la asamblea del Señor.
Ningún amonita ni moabita entrará en la asamblea del Señor; ninguno de sus descendientes, aun hasta la décima generación, entrará jamás en la asamblea del Señor,
porque no fueron a vuestro encuentro con pan y agua en el camino cuando salisteis de Egipto, y porque alquilaron contra ti a Balaam, hijo de Beor, de Petor en Mesopotamia, para maldecirte.
Mas el Señor tu Dios no quiso escuchar a Balaam, sino que el Señor tu Dios te cambió la maldición en bendición, porque el Señor tu Dios te ama.
Nunca buscarás su paz ni su prosperidad en todos tus días.
No aborrecerás al edomita, porque es tu hermano; no aborrecerás al egipcio, porque fuiste extranjero en su tierra.
Los hijos de la tercera generación que les nazcan podrán entrar en la asamblea del Señor.
Cuando salgas como ejército contra tus enemigos, te guardarás de toda cosa mala.
Si hay en medio de ti un hombre inmundo a causa de una emisión nocturna, debe salir fuera del campamento; no volverá a entrar al campamento.
Pero al llegar la tarde se bañará con agua, y cuando se ponga el sol, podrá entrar de nuevo al campamento.
Tendrás también un lugar fuera del campamento y saldrás allí;
y tendrás entre tus herramientas una pala, y cuando te sientes allá fuera, cavarás con ella, y te darás vuelta para cubrir tu excremento.
Porque el Señor tu Dios anda en medio de tu campamento para librarte y para derrotar a tus enemigos de delante de ti, por tanto, tu campamento debe ser santo; y Él no debe ver nada indecente en medio de ti, no sea que se aparte de ti.
No entregarás a su amo un esclavo que venga a ti huyendo de su señor.
Contigo habitará en medio de ti, en el lugar que él escoja en una de tus ciudades donde le parezca bien; no lo maltratarás.
Ninguna de las hijas de Israel será ramera de culto pagano; tampoco ninguno de los hijos de Israel será sodomita de culto pagano.
No traerás la paga de una ramera ni el sueldo de un perro a la casa del Señor tu Dios para cualquier ofrenda votiva, porque los dos son abominación para el Señor tu Dios.
No cobrarás interés a tu hermano: interés sobre dinero, alimento, o cualquier cosa que pueda ser prestado a interés.
Podrás cobrar interés a un extranjero, pero a tu hermano no le cobrarás interés a fin de que el Señor tu Dios te bendiga en todo lo que emprendas en la tierra que vas a entrar para poseerla.
Cuando hagas un voto al Señor tu Dios, no tardarás en pagarlo, porque el Señor tu Dios ciertamente te lo reclamará, y sería pecado en ti.
Sin embargo, si te abstienes de hacer un voto, no sería pecado en ti.
Lo que salga de tus labios, cuidarás de cumplirlo, tal como voluntariamente has hecho voto al Señor tu Dios, lo cual has prometido con tu boca.
Cuando entres en la viña de tu prójimo, entonces podrás comer las uvas que desees hasta saciarte, pero no pondrás ninguna en tu cesto.
Cuando entres en la mies de tu prójimo, entonces podrás arrancar espigas con tu mano, pero no meterás la hoz a la mies de tu prójimo.
Cuando alguno toma una mujer y se casa con ella, si sucede que no le es agradable porque ha encontrado algo reprochable en ella, y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa,
y ella sale de su casa y llega a ser mujer de otro hombre;
si el segundo marido la aborrece y le escribe certificado de divorcio, lo pone en su mano y la despide de su casa, o si muere este último marido que la tomó para ser su mujer,
al primer marido que la despidió no le es permitido tomarla nuevamente como mujer, porque ha sido menospreciada; pues eso es abominación ante el Señor. No traerás pecado sobre la tierra que el Señor tu Dios te da por heredad.
Cuando un hombre es recién casado, no saldrá con el ejército, ni se le impondrá ningún deber; quedará libre en su casa por un año para hacer feliz a la mujer que ha tomado.
Ninguno tomará en prenda el molino de mano ni la muela del molino, porque sería tomar en prenda la vida del hombre.
Si se encuentra a un hombre que haya secuestrado a alguno de sus hermanos de los hijos de Israel, y lo haya tratado con violencia, o lo haya vendido, entonces ese ladrón morirá; así quitarás el mal de en medio de ti.
Cuídate de una infección de lepra, para que observes diligentemente y hagas conforme a todo lo que los sacerdotes levitas os enseñen; como les he ordenado, así cuidaréis de hacer.
Recuerda lo que el Señor tu Dios hizo a Miriam en el camino, cuando salíais de Egipto.
Cuando prestes cualquier cosa a tu prójimo, no entrarás en su casa para tomarle prenda;
te quedarás afuera, y el hombre a quien hiciste el préstamo te traerá la prenda.
Y si es un hombre pobre, no te acostarás reteniendo aún su prenda;
sin falta le devolverás la prenda al ponerse el sol, para que se acueste con su ropa, y te bendiga; y te será justicia delante del Señor tu Dios.
No oprimirás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus conciudadanos o uno de los extranjeros que habita en tu tierra y en tus ciudades.
En su día le darás su jornal antes de la puesta del sol, porque es pobre y ha puesto su corazón en él; para que él no clame contra ti al Señor, y llegue a ser pecado en ti.
Los padres no morirán por sus hijos, ni los hijos morirán por sus padres; cada uno morirá por su propio pecado.
No pervertirás la justicia debida al forastero ni al huérfano, ni tomarás en prenda la ropa de la viuda,
sino que recordarás que fuiste esclavo en Egipto y que el Señor tu Dios te rescató de allí; por tanto, yo te mando que hagas esto.
Cuando siegues tu mies en tu campo y olvides alguna gavilla en el campo, no regresarás a recogerla; será para el forastero, para el huérfano y para la viuda, para que el Señor tu Dios te bendiga en toda obra de tus manos.
Cuando sacudas tus olivos, no recorrerás las ramas que hayas dejado tras de ti, serán para el forastero, para el huérfano y para la viuda.
Cuando vendimies tu viña, no la repasarás; será para el forastero, para el huérfano y para la viuda.
Recordarás que tú fuiste esclavo en la tierra de Egipto; por tanto, yo te mando que hagas esto.
Si hay pleito entre dos hombres y van a la corte, y los jueces deciden el caso, y absuelven al justo y condenan al culpable,
sucederá que si el culpable merece ser azotado, entonces el juez le hará tenderse, y será azotado en su presencia con el número de azotes de acuerdo con su culpa.
Puede darle cuarenta azotes, pero no más, no sea que le dé muchos más azotes que estos, y tu hermano quede degradado ante tus ojos.
No pondrás bozal al buey mientras trilla.
Cuando dos hermanos habitan juntos y uno de ellos muere y no tiene hijo, la mujer del fallecido no se casará fuera de la familia con un extraño. El cuñado se allegará a ella y la tomará para sí como mujer, y cumplirá con ella su deber de cuñado.
Y será que el primogénito que ella dé a luz llevará el nombre de su hermano difunto, para que su nombre no sea borrado de Israel.
Pero si el hombre no quiere tomar a su cuñada, entonces su cuñada irá a la puerta, a los ancianos, y dirá: «Mi cuñado se niega a establecer un nombre para su hermano en Israel; no quiere cumplir para conmigo su deber de cuñado».
Entonces los ancianos de su ciudad lo llamarán y le hablarán. Y si él persiste y dice: «No deseo tomarla»,
entonces su cuñada vendrá a él a la vista de los ancianos, le quitará la sandalia de su pie y le escupirá en la cara; y ella declarará: «Así se hace al hombre que no quiere edificar la casa de su hermano».
Y en Israel se le llamará: «La casa del de la sandalia quitada».
Si dos hombres luchan entre sí, un hombre y su conciudadano, y la mujer de uno se acerca para librar a su marido de la mano del que lo golpea, y ella extiende su mano y le agarra sus partes vergonzosas,
entonces le cortarás su mano; no tendrás piedad.
No tendrás en tu bolsa pesas diferentes, una grande y una pequeña.
No tendrás en tu casa medidas diferentes, una grande y una pequeña.
Tendrás peso completo y justo; tendrás medida completa y justa, para que se prolonguen tus días en la tierra que el Señor tu Dios te da.
Porque todo el que hace estas cosas, todo el que comete injusticia, es abominación para el Señor tu Dios.
Acuérdate de lo que te hizo Amalec en el camino cuando saliste de Egipto,
cómo te salió al encuentro en el camino, y atacó entre los tuyos a todos los agotados en tu retaguardia cuando tú estabas fatigado y cansado; y él no temió a Dios.
Por tanto, sucederá que cuando el Señor tu Dios te haya dado descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que el Señor tu Dios te da en heredad para poseerla, borrarás de debajo del cielo la memoria de Amalec; no lo olvides.
Y sucederá que cuando entres en la tierra que el Señor tu Dios te da por herencia, tomes posesión de ella y habites en ella,
tomarás las primicias de todos los frutos del suelo que recojas de la tierra que el Señor tu Dios te da, y las pondrás en una canasta e irás al lugar que el Señor tu Dios escoja para establecer su nombre.
Y te presentarás al sacerdote que esté en funciones en esos días y le dirás: «Declaro hoy al Señor mi Dios que he entrado en la tierra que el Señor juró a nuestros padres que nos daría».
Entonces el sacerdote tomará la canasta de tu mano, y la pondrá delante del altar del Señor tu Dios.
Y responderás y dirás delante del Señor tu Dios: «Mi padre fue un arameo errante y descendió a Egipto y residió allí, siendo pocos en número; pero allí llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa.
»Y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron y pusieron sobre nosotros dura servidumbre.
»Entonces clamamos al Señor, el Dios de nuestros padres, y el Señor oyó nuestra voz y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión;
y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, con gran terror, con señales y milagros;
y nos ha traído a este lugar y nos ha dado esta tierra, una tierra que mana leche y miel.
»Ahora, he aquí, he traído las primicias de los frutos de la tierra que tú, oh Señor, me has dado». Entonces las pondrás delante del Señor tu Dios, y adorarás delante del Señor tu Dios.
Y te alegrarás, tú y también el levita y el forastero que está en medio de ti, por todo el bien que el Señor tu Dios te ha dado a ti y a tu casa.
Cuando acabes de pagar todo el diezmo de tus frutos en el tercer año, el año del diezmo, entonces lo darás al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda, para que puedan comer en tus ciudades y sean saciados.
Y dirás delante del Señor tu Dios: «He sacado de mi casa la porción consagrada y también la he dado al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda conforme a todos tus mandamientos que me has mandado; no he violado ni olvidado ninguno de tus mandamientos.
»No he comido de ella estando de luto, ni he tomado de ella mientras estaba inmundo, ni he ofrecido de ella a los muertos. He escuchado la voz del Señor mi Dios; he hecho conforme a todo lo que me has mandado.
»Mira desde tu morada santa, desde el cielo, y bendice a tu pueblo Israel y a la tierra que nos has dado, una tierra que mana leche y miel, como juraste a nuestros padres».
El Señor tu Dios te manda hoy que cumplas estos estatutos y ordenanzas. Cuidarás, pues, de cumplirlos con todo tu corazón y con toda tu alma.
Has declarado hoy que el Señor es tu Dios y que andarás en sus caminos y guardarás sus estatutos, sus mandamientos y sus ordenanzas, y que escucharás su voz.
Y el Señor ha declarado hoy que tú eres su pueblo, su exclusiva posesión, como Él te prometió, y que debes guardar todos sus mandamientos;
y que Él te pondrá en alto sobre todas las naciones que ha hecho, para alabanza, renombre y honor; y serás un pueblo consagrado al Señor tu Dios, como Él ha dicho.
Y Moisés y los ancianos de Israel dieron orden al pueblo, diciendo: Guardad todos los mandamientos que yo os ordeno hoy.
Y sucederá que el día que paséis el Jordán a la tierra que el Señor tu Dios te da, levantarás para ti piedras grandes, y las blanquearás con cal,
y escribirás en ellas todas las palabras de esta ley, cuando hayas pasado, para entrar en la tierra que el Señor tu Dios te da, una tierra que mana leche y miel, tal como el Señor, el Dios de tus padres, te prometió.
Y sucederá que cuando pases el Jordán, levantarás estas piedras en el monte Ebal, como yo te ordeno hoy, y las blanquearás con cal.
Además, edificarás allí un altar al Señor tu Dios, un altar de piedras; y no alzarás sobre ellas herramientas de hierro.
Construirás el altar del Señor tu Dios de piedras enteras; y sobre él ofrecerás holocaustos al Señor tu Dios;
y sacrificarás ofrendas de paz y comerás allí, y te alegrarás delante del Señor tu Dios.
Escribirás claramente en las piedras todas las palabras de esta ley.
Entonces Moisés y los sacerdotes levitas hablaron a todo Israel, diciendo: Guarda silencio y escucha, oh Israel. Hoy te has convertido en pueblo del Señor tu Dios.
Por tanto, obedecerás al Señor tu Dios, y cumplirás sus mandamientos y sus estatutos que te ordeno hoy.
También Moisés ordenó al pueblo en aquel día, diciendo:
Cuando pases el Jordán, estos estarán sobre el monte Gerizim para bendecir al pueblo: Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín.
Y para la maldición, estos estarán en el monte Ebal: Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí.
Entonces los levitas responderán y dirán en alta voz a todos los hombres de Israel:
«Maldito el hombre que haga ídolo o imagen de fundición, abominación al Señor, obra de las manos del artífice, y la erige en secreto». Y todo el pueblo responderá, y dirá: «Amén».
«Maldito el que desprecie a su padre o a su madre». Y todo el pueblo dirá: «Amén».
«Maldito el que cambie el lindero de su vecino». Y todo el pueblo dirá: «Amén».
«Maldito el que haga errar al ciego en el camino». Y todo el pueblo dirá: «Amén».
«Maldito el que pervierta el derecho del forastero, del huérfano y de la viuda». Y todo el pueblo dirá: «Amén».
«Maldito el que se acueste con la mujer de su padre, porque ha descubierto la vestidura de su padre». Y todo el pueblo dirá: «Amén».
«Maldito el que se eche con cualquier animal». Y todo el pueblo dirá: «Amén».
«Maldito el que se acueste con su hermana, la hija de su padre o de su madre». Y todo el pueblo dirá: «Amén».
«Maldito el que se acueste con su suegra». Y todo el pueblo dirá: «Amén».
«Maldito el que hiera a su vecino secretamente». Y todo el pueblo dirá: «Amén».
«Maldito el que acepte soborno para quitar la vida a un inocente». Y todo el pueblo dirá: «Amén».
«Maldito el que no confirme las palabras de esta ley, poniéndolas por obra». Y todo el pueblo dirá: «Amén».
Y sucederá que si obedeces diligentemente al Señor tu Dios, cuidando de cumplir todos sus mandamientos que yo te mando hoy, el Señor tu Dios te pondrá en alto sobre todas las naciones de la tierra.
Y todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te alcanzarán, si obedeces al Señor tu Dios:
Bendito serás en la ciudad, y bendito serás en el campo.
Bendito el fruto de tu vientre, el producto de tu suelo, el fruto de tu ganado, el aumento de tus vacas y las crías de tus ovejas.
Benditas serán tu canasta y tu artesa.
Bendito serás cuando entres, y bendito serás cuando salgas.
El Señor hará que los enemigos que se levanten contra ti sean derrotados delante de ti; saldrán contra ti por un camino y huirán delante de ti por siete caminos.
El Señor mandará que la bendición sea contigo en tus graneros y en todo aquello en que pongas tu mano, y te bendecirá en la tierra que el Señor tu Dios te da.
Te establecerá el Señor como pueblo santo para sí, como te juró, si guardas los mandamientos del Señor tu Dios y andas en sus caminos.
Entonces verán todos los pueblos de la tierra que sobre ti es invocado el nombre del Señor; y te temerán.
Y el Señor te hará abundar en bienes, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu ganado y en el producto de tu suelo, en la tierra que el Señor juró a tus padres que te daría.
Abrirá el Señor para ti su buen tesoro, los cielos, para dar lluvia a tu tierra a su tiempo y para bendecir toda la obra de tu mano; y tú prestarás a muchas naciones, pero no tomarás prestado.
Y te pondrá el Señor a la cabeza y no a la cola, solo estarás encima y nunca estarás debajo, si escuchas los mandamientos del Señor tu Dios que te ordeno hoy, para que los guardes cuidadosamente;
no te desvíes de ninguna de las palabras que te ordeno hoy, ni a la derecha ni a la izquierda, para ir tras otros dioses y servirles.
Pero sucederá que si no obedeces al Señor tu Dios, guardando todos sus mandamientos y estatutos que te ordeno hoy, vendrán sobre ti todas estas maldiciones y te alcanzarán:
Maldito serás en la ciudad, y maldito serás en el campo.
Malditas serán tu canasta y tu artesa.
Maldito el fruto de tu vientre y el producto de tu suelo, el aumento de tu ganado y las crías de tu rebaño.
Maldito serás cuando entres y maldito serás cuando salgas.
Enviará el Señor sobre ti maldición, confusión y censura en todo lo que emprendas, hasta que seas destruido y hasta que perezcas rápidamente, a causa de la maldad de tus hechos, porque me has abandonado.
El Señor hará que la peste se te pegue hasta que te haya consumido de sobre la tierra adonde vas a entrar para poseerla.
Te herirá el Señor de tisis, de fiebre, de inflamación y de gran ardor, con la espada, con tizón y con añublo; y te perseguirán hasta que perezcas.
Y el cielo que está encima de tu cabeza será de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro.
Y el Señor hará que la lluvia de tu tierra sea polvo y ceniza; descenderá del cielo sobre ti hasta que seas destruido.
El Señor hará que seas derrotado delante de tus enemigos; saldrás contra ellos por un camino, pero huirás por siete caminos delante de ellos, y serás ejemplo de terror para todos los reinos de la tierra.
Y tus cadáveres serán alimento para todas las aves del cielo y para los animales de la tierra, y no habrá nadie que los espante.
Te herirá el Señor con los furúnculos de Egipto y con tumores, sarna y comezón, de los que no podrás ser sanado.
Te herirá el Señor con locura, con ceguera y con turbación de corazón;
y andarás a tientas a mediodía como el ciego anda a tientas en la oscuridad, y no serás prosperado en tus caminos; más bien serás oprimido y robado continuamente, sin que nadie te salve.
Te desposarás con una mujer, pero otro hombre se acostará con ella; edificarás una casa, pero no habitarás en ella; plantarás una viña, pero no aprovecharás su fruto.
Tu buey será degollado delante de tus ojos, pero no comerás de él; tu asno será arrebatado, y no te será devuelto; tu oveja será dada a tus enemigos, y no tendrás quien te salve.
Tus hijos y tus hijas serán dados a otro pueblo, mientras tus ojos miran y desfallecen por ellos continuamente, pero no habrá nada que puedas hacer.
Un pueblo que no conoces comerá el producto de tu suelo y de todo tu trabajo, y no serás más que un pueblo oprimido y quebrantado todos los días.
Y te volverás loco por lo que verán tus ojos.
Te herirá el Señor en las rodillas y en las piernas con pústulas malignas de las que no podrás ser sanado, desde la planta de tu pie hasta la coronilla.
El Señor te llevará a ti y a tu rey, al que hayas puesto sobre ti, a una nación que ni tú ni tus padres habéis conocido, y allí servirás a otros dioses de madera y de piedra.
Y vendrás a ser motivo de horror, proverbio y burla entre todos los pueblos donde el Señor te lleve.
Sacarás mucha semilla al campo, pero recogerás poco, porque la langosta la devorará.
Plantarás y cultivarás viñas, pero no beberás del vino ni recogerás las uvas, porque el gusano se las comerá.
Tendrás olivos por todo tu territorio pero no te ungirás con el aceite, porque tus aceitunas se caerán.
Tendrás hijos e hijas, pero no serán tuyos, porque irán al cautiverio.
Todos tus árboles y el fruto de tu suelo los consumirá la langosta.
El forastero que esté en medio de ti se elevará sobre ti cada vez más alto, pero tú descenderás cada vez más bajo.
Él te prestará, pero tú no le prestarás a él; él será la cabeza y tú serás la cola.
Y todas estas maldiciones vendrán sobre ti y te perseguirán y te alcanzarán hasta que seas destruido, porque tú no escuchaste la voz del Señor tu Dios, no guardando los mandamientos y estatutos que Él te mandó.
Y serán señal y maravilla sobre ti y sobre tu descendencia para siempre.
Por cuanto no serviste al Señor tu Dios con alegría y con gozo de corazón, cuando tenías la abundancia de todas las cosas,
por tanto servirás a tus enemigos, los cuales el Señor enviará contra ti, en hambre, en sed, en desnudez y en escasez de todas las cosas; Él pondrá yugo de hierro sobre tu cuello hasta que te haya destruido.
El Señor levantará contra ti una nación de lejos, desde el extremo de la tierra, que descenderá rauda como águila, una nación cuya lengua no entenderás,
una nación de rostro fiero que no tendrá respeto al anciano ni tendrá compasión del niño.
Se comerá la cría de tu ganado y el fruto de tu suelo, hasta que seas destruido; tampoco te dejará grano, ni mosto, ni aceite, ni el aumento de tu ganado, ni las crías de tu rebaño, hasta que te haya hecho perecer.
Y te pondrá sitio en todas tus ciudades, hasta que tus muros altos y fortificados en los cuales tú confiabas caigan por toda tu tierra; y te sitiará en todas tus ciudades, por toda la tierra que el Señor tu Dios te ha dado.
Entonces comerás el fruto de tu vientre, la carne de tus hijos y de tus hijas que el Señor tu Dios te ha dado, en el asedio y en la angustia con que tu enemigo te oprimirá.
El hombre que es tierno y muy delicado en medio de ti, será hostil hacia su hermano, hacia la mujer que ama y hacia el resto de sus hijos que le queden,
y no dará a ninguno de ellos nada de la carne de sus hijos que se comerá, ya que no le quedará nada en el asedio y en la angustia con que tu enemigo te oprimirá en todas tus ciudades.
La mujer tierna y delicada en medio tuyo, que no osaría poner la planta de su pie en tierra por ser delicada y tierna, será hostil hacia el esposo que ama, también hacia su hijo, hacia su hija,
hacia la placenta que salga de su seno y hacia los hijos que dé a luz; porque se los comerá en secreto por falta de otra cosa, en el asedio y en la angustia con que tu enemigo te oprimirá en tus ciudades.
Si no cuidas de poner en práctica todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre glorioso y temible, el Señor tu Dios,
entonces el Señor hará horribles tus plagas y las plagas de tus descendientes, plagas severas y duraderas, y enfermedades perniciosas y crónicas.
Y traerá de nuevo sobre ti todas las enfermedades de Egipto de las cuales tenías temor, y no te dejarán.
También toda enfermedad y toda plaga que no están escritas en el libro de esta ley, el Señor traerá sobre ti hasta que seas destruido.
Y quedaréis pocos en número, aunque erais multitud como las estrellas del cielo; porque no obedecisteis al Señor tu Dios.
Y sucederá que tal como el Señor se deleitaba en vosotros para prosperaros y multiplicaros, así el Señor se deleitará en vosotros para haceros perecer y destruiros; y seréis arrancados de la tierra en la cual entráis para poseerla.
Además, el Señor te dispersará entre todos los pueblos de un extremo de la tierra hasta el otro extremo de la tierra; y allí servirás a otros dioses, de madera y de piedra, que ni tú ni tus padres habéis conocido.
Y entre esas naciones no hallarás descanso, y no habrá reposo para la planta de tu pie, sino que allí el Señor te dará un corazón temeroso, desfallecimiento de ojos y desesperación de alma.
Y tendrás la vida pendiente de un hilo; y estarás aterrado de noche y de día, y no tendrás seguridad de tu vida.
Por la mañana dirás: «¡Oh, si fuera la tarde!». Y por la tarde dirás: «¡Oh, si fuera la mañana!» por causa del espanto de tu corazón con que temerás y por lo que verán tus ojos.
Y te hará volver el Señor a Egipto en naves, por el camino del cual yo te había dicho: «Nunca más volverás a verlo». Y allí os ofreceréis en venta como esclavos y esclavas a vuestros enemigos, pero no habrá comprador.
Estas son las palabras del pacto que el Señor mandó a Moisés que hiciera con los hijos de Israel en la tierra de Moab, además del pacto que Él había hecho con ellos en Horeb.
Y convocó Moisés a todo Israel y les dijo: Habéis visto todo lo que el Señor hizo delante de vuestros ojos en la tierra de Egipto a Faraón, a todos sus siervos y a toda su tierra,
las grandes pruebas que vieron vuestros ojos, aquellas grandes señales y maravillas.
Pero hasta el día de hoy el Señor no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír.
Yo os he conducido durante cuarenta años en el desierto; no se han gastado los vestidos sobre vosotros y no se ha gastado la sandalia en vuestro pie.
No habéis comido pan ni habéis bebido vino ni sidra, para que sepáis que yo soy el Señor vuestro Dios.
Cuando llegasteis a este lugar, Sehón, rey de Hesbón, y Og, rey de Basán, salieron a nuestro encuentro para pelear, pero los derrotamos;
y tomamos su tierra y la dimos en herencia a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés.
Guardad, pues, las palabras de este pacto y ponedlas en práctica, para que prosperéis en todo lo que hagáis.
Hoy estáis todos vosotros en presencia del Señor vuestro Dios: vuestros jefes, vuestras tribus, vuestros ancianos y vuestros oficiales, todos los hombres de Israel,
vuestros pequeños, vuestras mujeres, y el forastero que está dentro de tus campamentos, desde tu leñador hasta el que saca tu agua,
para que entres en el pacto con el Señor tu Dios, y en su juramento que el Señor tu Dios hace hoy contigo,
a fin de establecerte hoy como su pueblo y que Él sea tu Dios, tal como te lo ha dicho y como lo juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.
Y no hago solo con vosotros este pacto y este juramento,
sino también con los que están hoy aquí con nosotros en la presencia del Señor nuestro Dios, y con los que no están hoy aquí con nosotros
(pues vosotros sabéis cómo habitamos en la tierra de Egipto y cómo pasamos en medio de las naciones por las cuales habéis pasado,
además, habéis visto sus abominaciones y los ídolos de madera y de piedra, de plata y de oro, que tenían con ellos);
no sea que haya entre vosotros hombre o mujer, familia o tribu, cuyo corazón se aleje hoy del Señor nuestro Dios para ir y servir a los dioses de aquellas naciones; no sea que haya entre vosotros una raíz que produzca fruto venenoso y ajenjo.
Y sucederá que cuando él oiga las palabras de esta maldición, se envanecerá, diciendo: «Tendré paz aunque ande en la terquedad de mi corazón, a fin de destruir la tierra regada junto con la seca».
El Señor jamás querrá perdonarlo, sino que la ira del Señor y su celo arderán contra ese hombre, y toda maldición que está escrita en este libro caerá sobre él, y el Señor borrará su nombre de debajo del cielo.
Entonces el Señor lo señalará para adversidad de entre todas las tribus de Israel, según todas las maldiciones del pacto que están escritas en este libro de la ley.
Y la generación venidera, vuestros hijos que se levanten después de vosotros y el extranjero que venga de tierra lejana, cuando vean las plagas de la tierra y las enfermedades con las que el Señor la ha afligido, dirán:
«Toda su tierra es azufre, sal y calcinación, sin sembrar, nada germina y el pasto no crece en ella, como en la destrucción de Sodoma y Gomorra, de Adma y de Zeboim que el Señor destruyó en su ira y en su furor».
Y dirán todas las naciones: «¿Por qué ha hecho así el Señor a esta tierra? ¿Por qué esta gran explosión de ira?”
Y los hombres dirán: «Porque abandonaron el pacto que el Señor, el Dios de sus padres, hizo con ellos cuando los sacó de la tierra de Egipto.
»Y ellos fueron y sirvieron a otros dioses y los adoraron, dioses que no habían conocido y los cuales Él no les había dado.
»Por eso, ardió la ira del Señor contra aquella tierra, para traer sobre ella toda maldición que está escrita en este libro;
y el Señor los desarraigó de su tierra con ira, con furor y con gran enojo, y los arrojó a otra tierra, hasta hoy».
Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios, mas las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre, a fin de que guardemos todas las palabras de esta ley.
Y sucederá que cuando todas estas cosas hayan venido sobre ti, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y tú las recuerdes en todas las naciones adonde el Señor tu Dios te haya desterrado,
y vuelvas al Señor tu Dios, tú y tus hijos, y le obedezcas con todo tu corazón y con toda tu alma conforme a todo lo que yo te ordeno hoy,
entonces el Señor tu Dios te hará volver de tu cautividad, y tendrá compasión de ti y te recogerá de nuevo de entre todos los pueblos adonde el Señor tu Dios te haya dispersado.
Si tus desterrados están en los confines de la tierra, de allí el Señor tu Dios te recogerá y de allí te hará volver.
Y el Señor tu Dios te llevará a la tierra que tus padres poseyeron, y tú la poseerás; y Él te prosperará y te multiplicará más que a tus padres.
Además, el Señor tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.
El Señor tu Dios pondrá todas estas maldiciones sobre los enemigos y sobre los aborrecedores que te persiguieron.
Y tú volverás a escuchar la voz del Señor, y guardarás todos sus mandamientos que yo te ordeno hoy.
Entonces el Señor tu Dios te hará prosperar abundantemente en toda la obra de tu mano, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu ganado y en el producto de tu tierra, pues el Señor de nuevo se deleitará en ti para bien, tal como se deleitó en tus padres,
si obedeces a la voz del Señor tu Dios, guardando sus mandamientos y sus estatutos que están escritos en este libro de la ley, y si te vuelves al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma.
Este mandamiento que yo te ordeno hoy no es muy difícil para ti, ni fuera de tu alcance.
No está en el cielo, para que digas: «¿Quién subirá por nosotros al cielo para traérnoslo y hacérnoslo oír a fin de que lo guardemos».
Ni está más allá del mar, para que digas: «¿Quién cruzará el mar por nosotros para traérnoslo y para hacérnoslo oír, a fin de que lo guardemos?».
Pues la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la guardes.
Mira, yo he puesto hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal;
pues te ordeno hoy amar al Señor tu Dios, andar en sus caminos y guardar sus mandamientos, sus estatutos y sus juicios, para que vivas y te multipliques, a fin de que el Señor tu Dios te bendiga en la tierra que vas a entrar para poseerla.
Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, sino que te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses y los sirves,
yo os declaro hoy que ciertamente pereceréis. No prolongaréis vuestros días en la tierra adonde tú vas, cruzando el Jordán para entrar en ella y poseerla.
Al cielo y a la tierra pongo hoy como testigos contra vosotros de que he puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tu descendencia,
amando al Señor tu Dios, escuchando su voz y allegándote a Él; porque eso es tu vida y la largura de tus días, para que habites en la tierra que el Señor juró dar a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.
Fue Moisés y habló estas palabras a todo Israel,
y les dijo: Hoy tengo ciento veinte años; ya no puedo ir ni venir, y el Señor me ha dicho: «No pasarás este Jordán».
El Señor tu Dios pasará delante de ti; Él destruirá estas naciones delante de ti y las desalojarás. Josué es el que pasará delante de ti, tal como el Señor ha dicho.
Y el Señor hará con ellos como hizo con Sehón y con Og, reyes de los amorreos, y con su tierra cuando Él los destruyó.
Y los entregará el Señor delante de vosotros y haréis con ellos conforme a los mandamientos que os he ordenado.
Sed firmes y valientes, no temáis ni os aterroricéis ante ellos, porque el Señor tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará.
Entonces llamó Moisés a Josué y le dijo en presencia de todo Israel: Sé firme y valiente, porque tú entrarás con este pueblo en la tierra que el Señor ha jurado a sus padres que les daría, y se la darás en heredad.
El Señor irá delante de ti; Él estará contigo, no te dejará ni te desamparará; no temas ni te acobardes.
Y escribió Moisés esta ley y la dio a los sacerdotes, hijos de Leví, que llevaban el arca del pacto del Señor, y a todos los ancianos de Israel.
Entonces Moisés les ordenó, diciendo: Al fin de cada siete años, durante el tiempo del año de la remisión de deudas, en la fiesta de los tabernáculos,
cuando todo Israel venga a presentarse delante del Señor tu Dios en el lugar que Él escoja, leerás esta ley delante de todo Israel, a oídos de ellos.
Congrega al pueblo, hombres, mujeres y niños, y al forastero que está en tu ciudad, para que escuchen, aprendan a temer al Señor tu Dios, y cuiden de observar todas las palabras de esta ley.
Y sus hijos, que no la conocen, la oirán y aprenderán a temer al Señor vuestro Dios, mientras viváis en la tierra adonde vosotros vais, cruzando al otro lado del Jordán para poseerla.
Entonces dijo el Señor a Moisés: He aquí, el tiempo de tu muerte está cerca; llama a Josué y presentaos en la tienda de reunión para que yo le dé mis órdenes. Fueron, pues, Moisés y Josué y se presentaron en la tienda de reunión.
Y se apareció el Señor en la tienda en una columna de nube, y la columna de nube se puso a la entrada de la tienda.
Y el Señor dijo a Moisés: He aquí, tú vas a dormir con tus padres; y este pueblo se levantará y fornicará tras los dioses extranjeros de la tierra en la cual va a entrar, y me dejará y quebrantará mi pacto que hice con él.
Y se encenderá mi ira contra él en aquel día; los abandonaré y esconderé mi rostro de ellos. Será consumido, y muchos males y tribulaciones vendrán sobre él, por lo que dirá en aquel día: «¿No será porque mi Dios no está en medio de mí que me han alcanzado estos males?».
Pero ciertamente esconderé mi rostro en aquel día por todo el mal que habrá hecho, pues se volverá a otros dioses.
Ahora pues, escribid este cántico para vosotros, y tú, enséñaselo a los hijos de Israel; ponlo en su boca, para que este cántico me sea por testigo contra los hijos de Israel.
Porque cuando yo los introduzca en la tierra que mana leche y miel, la cual juré a sus padres, y ellos coman y se sacien y prosperen, se volverán a otros dioses y los servirán, y me despreciarán y quebrantarán mi pacto.
Sucederá entonces que cuando muchos males y tribulaciones vengan sobre ellos, este cántico declarará contra ellos como testigo (pues no lo olvidarán los labios de sus descendientes); porque yo conozco el plan que ahora están urdiendo antes de que los traiga a la tierra que juré darles.
Y escribió Moisés este cántico aquel mismo día, y lo enseñó a los hijos de Israel.
Entonces Él nombró a Josué, hijo de Nun, y le dijo: Sé fuerte y valiente, pues tú llevarás a los hijos de Israel a la tierra que les he jurado, y yo estaré contigo.
Y sucedió que cuando Moisés terminó de escribir las palabras de esta ley en un libro, hasta su conclusión,
Moisés ordenó a los levitas que llevaban el arca del pacto del Señor, diciendo:
Tomad este libro de la ley y colocadlo junto al arca del pacto del Señor vuestro Dios, para que permanezca allí como testigo contra vosotros.
Porque conozco vuestra rebelión y vuestra obstinación; he aquí, estando yo hoy todavía vivo con vosotros, habéis sido rebeldes contra el Señor; ¿cuánto más lo seréis después de mi muerte?
Reunid ante mí a todos los ancianos de vuestras tribus y a vuestros oficiales, para que hable estas palabras a sus oídos, y ponga a los cielos y a la tierra como testigos en su contra.
Porque yo sé que después de mi muerte os corromperéis y os apartaréis del camino que os he mandado; y el mal vendrá sobre vosotros en los postreros días, pues haréis lo que es malo a la vista del Señor, provocándole a ira con la obra de vuestras manos.
Entonces habló Moisés a oídos de toda la asamblea de Israel las palabras de este cántico hasta terminarlas.
Oíd, oh cielos, y dejadme hablar;
y escuche la tierra las palabras de mi boca.
Caiga como la lluvia mi enseñanza,
y destile como el rocío mi discurso,
como llovizna sobre el verde prado
y como aguacero sobre la hierba.
Porque yo proclamo el nombre del Señor;
atribuid grandeza a nuestro Dios.
¡La Roca! Su obra es perfecta,
porque todos sus caminos son justos;
Dios de fidelidad y sin injusticia,
justo y recto es Él.
Corrompidamente se han portado con Él.
No son sus hijos, debido a la falta de ellos;
sino una generación perversa y torcida.
¿Así pagáis al Señor,
oh pueblo insensato e ignorante?
¿No es Él tu padre que te compró?
Él te hizo y te estableció.
Acuérdate de los días de antaño;
considera los años de todas las generaciones.
Pregunta a tu padre, y él te lo hará saber;
a tus ancianos, y ellos te lo dirán.
Cuando el Altísimo dio a las naciones su herencia,
cuando separó los hijos del hombre,
fijó los límites de los pueblos
según el número de los hijos de Israel.
Pues la porción del Señor es su pueblo;
Jacob es la parte de su heredad.
Lo encontró en tierra desierta,
en la horrenda soledad de un desierto;
lo rodeó, cuidó de él,
lo guardó como a la niña de sus ojos.
Como un águila que despierta su nidada,
que revolotea sobre sus polluelos,
extendió sus alas y los tomó,
los llevó sobre su plumaje.
El Señor solo lo guió,
y con él no hubo dios extranjero.
Lo hizo cabalgar sobre las alturas de la tierra,
y comió el producto del campo;
le hizo gustar miel de la peña,
y aceite del pedernal,
cuajada de vacas y leche de ovejas,
con grosura de corderos,
y carneros de raza de Basán y machos cabríos,
con lo mejor del trigo;
y de la sangre de uvas bebiste vino.
Pero Jesurún engordó y dio coces
(has engordado, estás cebado y rollizo);
entonces abandonó a Dios que lo hizo,
y menospreció a la Roca de su salvación.
Le provocaron a celos con dioses extraños,
con abominaciones le provocaron a ira.
Ofrecieron sacrificios a demonios, no a Dios,
a dioses que no habían conocido,
dioses nuevos que vinieron recientemente,
a los que vuestros padres no temieron.
Despreciaste la Roca que te engendró,
y olvidaste al Dios que te dio a luz.
Y el Señor vio esto, y se llenó de ira
a causa de la provocación de sus hijos y de sus hijas.
Entonces Él dijo: «Esconderé de ellos mi rostro,
veré cuál será su fin;
porque son una generación perversa,
hijos en los cuales no hay fidelidad.
»Ellos me han provocado a celo con lo que no es Dios;
me han irritado con sus ídolos.
Yo, pues, los provocaré a celos con los que no son un pueblo;
los irritaré con una nación insensata,
porque fuego se ha encendido en mi ira,
que quema hasta las profundidades del Seol,
consume la tierra con su fruto,
e incendia los fundamentos de los montes.
»Amontonaré calamidades sobre ellos,
emplearé en ellos mis saetas.
»Serán debilitados por el hambre, y consumidos por la plaga
y destrucción amarga;
dientes de fieras enviaré sobre ellos,
con veneno de serpientes que se arrastran en el polvo.
»Afuera traerá duelo la espada,
y dentro el terror,
tanto al joven como a la virgen,
al niño de pecho como al hombre encanecido.
»Yo hubiera dicho: “Los haré pedazos,
borraré la memoria de ellos de entre los hombres”,
si no hubiera temido la provocación del enemigo,
no sea que entendieran mal sus adversarios,
no sea que dijeran: “Nuestra mano ha triunfado,
y el Señor no ha hecho todo esto”».
Porque son una nación privada de consejo,
y no hay en ellos inteligencia.
Ojalá que fueran sabios, que comprendieran esto,
que discernieran su futuro.
¿Cómo pudiera uno perseguir a mil,
y dos hacer huir a diez mil,
si su Roca no los hubiera vendido,
y el Señor no los hubiera entregado?
En verdad, su roca no es como nuestra Roca;
aun nuestros mismos enemigos así lo juzgan.
Porque su vid es de la vid de Sodoma
y de los campos de Gomorra;
sus uvas son uvas venenosas,
sus racimos, amargos.
Su vino es veneno de serpientes,
y ponzoña mortal de cobras.
«¿No tengo yo esto guardado conmigo,
sellado en mis tesoros?
»Mía es la venganza y la retribución;
a su tiempo el pie de ellos resbalará,
porque el día de su calamidad está cercano,
ya se precipita lo que les está preparado».
Porque el Señor vindicará a su pueblo
y tendrá compasión de sus siervos,
cuando vea que su fuerza se ha ido,
y que nadie queda, ni siervo ni libre.
Dirá Él entonces: «¿Dónde están sus dioses,
la roca en que buscaban refugio,
los que comían la grosura de sus sacrificios,
y bebían el vino de su libación?
¡Que se levanten y os ayuden!
¡Que sean ellos vuestro refugio!
»Ved ahora que yo, yo soy el Señor,
y fuera de mí no hay dios.
Yo hago morir y hago vivir.
Yo hiero y yo sano,
y no hay quien pueda librar de mi mano.
»Ciertamente, alzo a los cielos mi mano,
y digo: Como que vivo yo para siempre,
cuando afile mi espada flameante
y mi mano empuñe la justicia,
me vengaré de mis adversarios
y daré el pago a los que me aborrecen.
»Embriagaré mis saetas con sangre,
y mi espada se hartará de carne,
de sangre de muertos y cautivos,
de los jefes de larga cabellera del enemigo».
Regocijaos, naciones, con su pueblo,
porque Él vengará la sangre de sus siervos;
traerá venganza sobre sus adversarios,
y hará expiación por su tierra y su pueblo.
Entonces llegó Moisés y habló todas las palabras de este cántico a oídos del pueblo, él, con Josué, hijo de Nun.
Cuando terminó Moisés de hablar todas estas palabras a todo Israel,
les dijo: Fijad en vuestro corazón todas las palabras con que os advierto hoy, las cuales ordenaréis a vuestros hijos que las obedezcan cuidadosamente, todas las palabras de esta ley.
Porque no es una palabra inútil para vosotros; ciertamente es vuestra vida. Por esta palabra prolongaréis vuestros días en la tierra adonde vosotros vais, cruzando el Jordán a fin de poseerla.
En aquel mismo día, habló el Señor a Moisés, diciendo:
Sube a estos montes de Abarim, al monte Nebo, que está en la tierra de Moab frente a Jericó, y mira hacia la tierra de Canaán, la cual doy a los hijos de Israel en posesión.
Morirás en el monte al cual subes, y serás reunido a tu pueblo, así como murió tu hermano Aarón sobre el monte Hor, y fue reunido a su pueblo;
porque me fuisteis infieles en medio de los hijos de Israel en las aguas de Meriba de Cades, en el desierto de Zin, porque no me santificasteis en medio de los hijos de Israel.
Por tanto, solo de lejos verás la tierra, pero allí no entrarás, a la tierra que doy a los hijos de Israel.
Esta es la bendición con la que Moisés, varón de Dios, bendijo a los hijos de Israel antes de morir.
Dijo:
El Señor vino del Sinaí
y les esclareció desde Seir;
resplandeció desde el monte Parán,
y vino de en medio de diez millares de santos;
a su diestra había fulgor centellante para ellos.
En verdad, Él ama al pueblo;
todos tus santos están en tu mano,
y siguen en tus pasos;
todos reciben de tus palabras.
Una ley nos prescribió Moisés,
una herencia para la asamblea de Jacob.
Él era rey en Jesurún,
cuando se reunieron los jefes del pueblo,
juntamente con las tribus de Israel.
Viva Rubén, y no muera,
y no sean pocos sus hombres.
En cuanto a Judá, esto dijo:
Escucha, oh Señor, la voz de Judá,
y tráelo a su pueblo.
Con sus manos luchó por ellos;
sé tú su ayuda contra sus adversarios.
Y de Leví dijo:
Tu Tumim y tu Urim sean para tu varón santo,
a quien pusiste a prueba en Masah,
con quien luchaste en las aguas de Meriba;
el que dijo de su padre y de su madre:
«No los conozco»;
y no reconoció a sus hermanos,
ni consideró a sus propios hijos,
porque obedecieron tu palabra,
y guardaron tu pacto.
Ellos enseñarán tus ordenanzas a Jacob
y tu ley a Israel.
Pondrán incienso delante de ti,
y holocaustos perfectos sobre tu altar.
Bendice, oh Señor, sus esfuerzos,
y acepta la obra de sus manos;
quebranta los lomos de los que se levantan contra él
y de los que le odian, para que no se levanten más.
De Benjamín, dijo:
Habite el amado del Señor en seguridad junto a aquel
que le protege todo el día,
y entre cuyos hombros mora.
Y de José, dijo:
Bendita del Señor sea su tierra,
con lo mejor de los cielos, con el rocío
y con las profundidades que están debajo;
con lo mejor de los frutos del sol
y con los mejores productos de los meses;
con lo mejor de los montes antiguos
y con lo escogido de los collados eternos;
con lo mejor de la tierra y cuanto contiene
y el favor del que habitaba en la zarza.
Descienda la bendición sobre la cabeza de José,
y sobre la coronilla del consagrado entre sus hermanos.
Su majestad es como la del primogénito del toro,
y sus cuernos son los cuernos del búfalo;
con ellos empujará a los pueblos,
todos juntos, hasta los confines de la tierra.
Tales son los diez millares de Efraín,
y tales los millares de Manasés.
Y de Zabulón, dijo:
Alégrate, Zabulón, en tus salidas
e Isacar, en tus tiendas.
Llamarán a los pueblos al monte;
allí ofrecerán sacrificios de justicia,
pues disfrutarán de la abundancia de los mares,
y de los tesoros escondidos en la arena.
Y de Gad, dijo:
Bendito el que ensancha a Gad;
se echa como león,
y desgarra el brazo y también la coronilla.
Entonces reservó para sí la primera parte,
pues allí la porción de gobernante le estaba reservada.
Y él vino con los jefes del pueblo;
ejecutó la justicia del Señor,
y sus ordenanzas con Israel.
Y de Dan, dijo:
Dan es cachorro de león
que salta desde Basán.
Y de Neftalí, dijo:
Neftalí, colmado de favores,
y lleno de la bendición del Señor,
toma posesión del mar y del sur.
Y de Aser, dijo:
Más bendito que hijos es Aser;
sea favorecido por sus hermanos,
y moje su pie en aceite.
De hierro y de bronce serán tus cerrojos,
y tan largo como tus días será tu reposo.
Nadie hay como el Dios de Jesurún,
que cabalga los cielos para venir en tu ayuda,
y las nubes, en su majestad.
El eterno Dios es tu refugio,
y debajo están los brazos eternos.
El echó al enemigo delante de ti,
y dijo: «¡Destruye!».
Por eso Israel habita confiado,
la fuente de Jacob habita separada
en una tierra de grano y mosto;
sus cielos también destilan rocío.
Dichoso tú, Israel.
¿Quién como tú, pueblo salvado por el Señor?
Él es escudo de tu ayuda,
y espada de tu gloria.
Tus enemigos simularán someterse ante ti,
y tú hollarás sus lugares altos.
Y subió Moisés desde la llanura de Moab al monte Nebo, a la cumbre del Pisga, que está frente a Jericó, y el Señor le mostró toda la tierra: Galaad hasta Dan,
todo Neftalí, la tierra de Efraín y de Manasés, toda la tierra de Judá hasta el mar Occidental,
el Neguev y la llanura del valle de Jericó, la ciudad de las palmeras, hasta Zoar.
Entonces le dijo el Señor: Esta es la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: «Yo la daré a tu descendencia». Te he permitido verla con tus ojos, pero no pasarás a ella.
Y allí murió Moisés, siervo del Señor, en la tierra de Moab, conforme a la palabra del Señor.
Y Él lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, frente a Bet-peor; pero nadie sabe hasta hoy el lugar de su sepultura.
Aunque Moisés tenía ciento veinte años cuando murió, no se habían apagado sus ojos, ni había perdido su vigor.
Y los hijos de Israel lloraron a Moisés por treinta días en la llanura de Moab; así se cumplieron los días de llanto y duelo por Moisés.
Y Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los hijos de Israel le escucharon e hicieron tal como el Señor había mandado a Moisés.
Desde entonces no ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés, a quien el Señor conocía cara a cara,
nadie como él por todas las señales y prodigios que el Señor le mandó hacer en la tierra de Egipto, contra Faraón, contra todos sus siervos y contra toda su tierra,
y por la mano poderosa y por todos los hechos grandiosos y terribles que Moisés realizó ante los ojos de todo Israel.
Historia de Abrahan