Congregarnos habla de nuestro caracter.
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Introducción:
Introducción:
En la vida, el amor ocupa un lugar central. El amor nos impulsa a buscar la compañía de aquellos a quienes amamos. Cuando nos enamoramos profundamente de alguien, anhelamos estar cerca de esa persona, compartir momentos juntos y cultivar una relación íntima. El amor genuino nos lleva a buscar constantemente la presencia del ser amado. Esta realidad puede ayudarnos a comprender la importancia de congregarnos como creyentes en Cristo.
Imaginemos a una persona profundamente enamorada. Su corazón se llena de alegría cuando está cerca de su amado, sus pensamientos y emociones se centran en esa persona especial. A medida que la relación se fortalece, esa persona buscará cada oportunidad para pasar tiempo junto a su amado. La simple idea de separarse causa tristeza y deseo de volver a estar juntos lo antes posible.
Este tipo de amor apasionado y deseo constante de estar con el ser amado nos permite reflexionar sobre la necesidad de congregarnos como creyentes. ¿Por qué deberíamos anhelar estar en comunión con otros creyentes en la iglesia? ¿Cuál es la importancia de reunirnos regularmente en un lugar de adoración? La respuesta se encuentra en el carácter de Dios y en su plan para la comunidad de creyentes.
Dios, en su sabiduría y amor, ha establecido la necesidad de congregarnos como parte integral de nuestra vida espiritual. Desde los primeros tiempos, en el Eden pasando por la historia del pueblo de Israel llegando a la formación de la iglesia primitiva, y hasta el día notamos que Dios siempre ha buscado cohabitar entre su pueblo, por ello es la Biblia encontramos ejemplos y mandatos que hacen un énfasis grande y nos instan a reunirnos como comunidad de fe. Este llamado a la congregación tiene su raíz en el carácter de Dios mismo.
Cuando examinamos las Escrituras, descubrimos que Dios es un Dios de comunión. Desde el principio de la creación, vemos cómo Dios caminaba y hablaba con Adán y Eva en el jardín del Edén. Él deseaba tener una relación íntima con la humanidad y estar presente en sus vidas. A lo largo de la historia bíblica, encontramos narrativas que enfatizan la importancia de reunirse y adorar a Dios como comunidad.
El mandamiento del día del Señor, por ejemplo, nos recuerda la necesidad de apartar un tiempo especial para adorar y congregarnos. En Éxodo 20:8-11, Dios estableció el sábado como un día dedicado a descansar y honrarle. Este día sagrado no solo es un recordatorio del descanso divino en la creación, sino también una invitación a congregarnos para adorar juntos al Dios que nos creó.
Así como una persona enamorada busca estar siempre con su amado, nosotros, como creyentes, deberíamos anhelar estar en la presencia de nuestro Dios. El amor que sentimos hacia Dios y hacia nuestros hermanos en la fe debería impulsarnos a buscar la comunión y el compañerismo en la iglesia. Al igual que una persona enamorada disfruta de la cercanía y la interacción con su amado, nosotros encontramos satisfacción y fortaleza en la comunión con otros creyentes.
La ilustración del amor apasionado nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con Dios y con la comunidad de creyentes. ¿Cómo es nuestro anhelo de congregarnos y estar en la presencia de Dios? ¿Deseamos realmente la compañía y el compañerismo de nuestros hermanos y hermanas en la fe? La calidad y el compromiso de nuestra participación en la vida de la iglesia reflejan nuestra respuesta a estas preguntas.