Capítulo 2: Sanidad, gozo, y libertad

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Una sanidad mayor (Marcos 2:1-12)

Jesús continuó con sus recorridos de enseñanzas, y su popularidad ha aumentando desde el capítulo anterior. hay tanta gente que lo quiere ver en acción que la gente lo atrapa dentro de una casa. De repente, se oyen unos golpes en el techo de la casa, y descienden a un paralítico cerca de Jesús para que este lo sane. Jesús hace lo más inesperado. Jesús nota la fe de los invasores de los que ayudaron al paralítico, y declara, “Hijo, tus pecados son perdonados.”
Esto causó una revuelta entre los expertos de las leyes religiosas. Ellos razonaban que sólo Dios puede perdonar pecados. Jesús supo al instante lo que estaban diciendo, y les contestó, preguntando, “¿es más fácil decirle a un paralítico que su corazón es perdonado, o que camine?”
Jesús le dio la orden al paralítico, y este caminó.
Los fariseos tenían razón: sólo Dios puede perdonar nuestros pecados; y eso fue lo que ocurrió. El mismo poder que sana nuestros cuerpos puede perdonar pecados.
Para Jesús, aunque el hombre necesitaba ser sanado físicamente, la medicina más importante de todas es la que sana nuestro interior. Vamos al médico para que descifre cuál es nuestra condición y nos recete algún tratamiento, pero Jesús quiere sanar lo que nadie más puede.
Si nos fijamos en las apariencias, ocurrió un solo milagro: el de la sanidad. Pero aquellos más perceptivos notarán que ocurrieron dos milagros. Jesús sanó el cuerpo del paralítico, pero sanó también al paralítico de por sí. El perdón de Dios es un milagro. Jesús fue declarado el Hijo de Dios de parte de Dios mismo en el capítulo anterior, así que Jesús verdaderamente tiene la autoridad para perdonar pecados.

El maestro de la escoria (Marcos 2:13-17)

Jesús continúa su viaje, y entre tanta gente que lo rodea, él nota a un hombre sentado, alguien llamado Leví (luego llamado Mateo) que trabajaba para cobrar los impuestos del imperio romano a todos los que pasaran delante de él. Socialmente, su trabajo era uno desagradable, pues era un recordatorio constante del subyugación del pueblo judío bajo las botas militares romanas. Nadie quería asociarse con alguien con ese puesto. Jesús reconoció al instante la soledad de este oficial, y lo invitó a ser parte de su círculo interior.
De repente, el hombre más odiado de la muchedumbre se convirtió en el más amado, por la persona que más ama: Jesús.
Jesús fue más tarde a comer en la casa de su nuevo estudiante, y resulta que más compañeros de trabajo de Mateo desearon ser seguidores de Jesús, pues también participaron de la comida.
Esto causó revuelo una vez más entre los expertos religiosos. No era suficiente para Jesús que se asociara con ese grupo de personas, sino que también incluyera a a otros más de mala reputación, o gente que alguien de buena reputación no debería juntarse.
La respuesta de Jesús, una vez más hace referencia a la sanidad. Los sanos no necesitan doctores, sino los enfermos. Hay una enfermedad que solo Dios puede sanar: el pecado.

Su presencia es gozo (Marcos 2:18–22)

Habían diferentes grupos religiosos que, aunque tenían visiones diferentes, compartían muchas prácticas como el ayuno. Los judíos ayunaban como un método de buscar cercanía con Dios. También se utilizaba como una señal de luto, arrepentimiento. Incluso, para la época, los judíos tenían la práctica semanal de ayunar los lunes y jueves. Sin embargo, los que seguían a Jesús no ayunaban.
Al ser interrogado, Jesús cuestionó el propósito del ayuno. Si el propósito del ayuno es buscar una mayor cercanía con Dios, ¿para qué ayunar si ya está con ellos? Nadie está triste ni de luto en una boda, así que si estamos con Jesús, no hace falta ayunar. Una vez más está señalando que es Dios encarnado.
Luego Jesús incluye algo más a su respuesta: declara que lo que él está haciendo con sus seguidores no es una continuación de lo que los demás grupos religiosos. Jesús está haciendo algo totalmente nuevo, y las prácticas de los judíos se quedarán atrasadas.

En el reino se descansa (Marcos 2:23–28)

Finalmente, Jesús es cuestionado por los expertos religiosos ya que sus seguidores recogían granos de unos sembradíos para comer. Esto era permitido hacer casi todo el año, pero estaba prohibido los sábados ya que era un día de descanso en la ley judía y mandato de Dios.
Jesús contesta que la interpretación de los fariseos era errónea. Jesús argumentó que el rey David (un ancestro de Jesús) hizo un sacrilegio aun mayor en los ojos de los fariseos: ¡tomó pan sagrado para él mismo comer con sus soldados!
Jesús entonces nos presenta la forma correcta de leer la orden que los fariseos estaban usando contra él: El propósito del día de descanso es para que la humanidad descansara. No hay nada mejor que un día de descanso, y Dios le enseñó a los judíos que ellos también deben descansar. Los legalistas tomaron esta enseñanza divina y convirtieron el día de descanso en un día de tareas. Jesús, por otro lado, nos enseña que debemos descansar y pueda satisfacer las cosas importantes para vivir, como el buscar comida.
Vivimos de tarea tras otra tarea. Usamos agendas porque tenemos tantas tareas que se nos olvidan. Jesús nos dice aquí como si fuera un susurro, “los que me siguen, descansan.”
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