agentes especiales de Dios
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Cuando hablamos sobre los ángeles, entramos en un tema que en algunos aspectos es el más inusual y difícil de todos los temas de la teología. Karl Barth, que ha hecho el tratamiento más extenso sobre el tema que se ha hecho en ningún tratado teológico reciente, describe el tema de los ángeles como el más “llamativo y difícil de todos.”1 Es, por lo tanto, un tema que resulta tentador omitir o descuidar. Alguno podría decir que la doctrina cristiana no se vería afectada si omitimos este tema, y en cierto sentido eso es cierto. Sería posible mantener las doctrinas de la creación y la providencia sin hacer referencia a los ángeles, porque Dios sin duda creó el universo y puede sostenerlo y guiarlo directamente, sin utilizar a los ángeles como agentes. Sin embargo, la enseñanza de las Escrituras nos dice que él creó estos seres espirituales y ha escogido realizar muchos de sus actos a través de ellos. Por lo tanto, si vamos a ser estudiantes fieles de la Biblia, no tenemos otra opción que la de hablar de estos seres.
Por ángeles entendemos esos seres espirituales que Dios creó superiores a los humanos, algunos de los cuales permanecen obedientes a Dios y cumplen su voluntad, y otros le desobedecieron, perdieron su condición y ahora se oponen y dificultan su obra.
Hemos señalado la dificultad de este tema. Una razón es que aunque hay abundantes referencias a los ángeles en la Biblia, no son muy útiles para elaborar una teoría sobre los ángeles. Todas las referencias a los ángeles son incidentales a otros temas. No se tratan por sí mismos. Cuando se mencionan, siempre es para informarnos más sobre Dios, sobre lo que hace y cómo lo hace. Como los detalles sobre los ángeles no son significativos para ese propósito, se suelen omitir.
Historia de la doctrina
El tema de los ángeles probablemente ha tenido una historia más variada que la mayoría de las doctrinas. Unas veces, ha habido una preocupación exagerada por la doctrina de los ángeles y especulaciones de lo más disparatadas en torno a su naturaleza y actividades. Otras veces, creer en los ángeles se ha considerado como una reliquia de un tipo de pensamiento pre-científico y no crítico. Sin embargo, el potencial mal uso no debería disuadirnos de tratar este tema de importancia genuina. Barth reconoce que al tratar este tema nos aproximamos al límite de “los problemas ajenos a la tarea y el propósito de una dogmática basada en la Palabra de Dios.” Menciona varios teólogos que reconocen la naturaleza tangencial del tema: Orígenes, Gregorio Nacianceno, Agustín, Tomás de Aquino y Juan Calvino, pero no obstante observa que: “Por supuesto, sería inconcebible no tratar el problema.”
La doctrina de los ángeles no siempre se ha considerado tan problemática. Los apólogos del siglo segundo parecen haber dado a los ángeles un estatus cercano a la divinidad. Por ejemplo, al contestar al cargo de ateísmo formulado en contra de los cristianos, Justino enumeró los seres que los cristianos reverenciaban y adoraban; incluyó no sólo al Hijo, también a la hueste de ángeles que le seguían y tenían semejanza con él.
La cristiandad medieval discutió extensamente sobre el tema de los ángeles. El impulso principal lo proporcionó la obra de un autor del siglo quinto o sexto que escribió con seudónimo y que se decía que era Dionisio el areopagita, que había sido convertido por Pablo en Atenas (Hch. 17:34). Él clasificaba los ángeles en tres grupos (1) tronos, querubines, serafines; (2) potestades, autoridades, dominios; (3) principados, arcángeles, ángeles. El primer grupo, el más cercano a Dios, ilumina al segundo grupo, que a su vez ilumina al tercero. Dionisio puso un gran énfasis en la jerarquía que él creía que era inherente a toda la realidad. Basando su argumento en la declaración de Pablo de que la ley fue dada por medio de los ángeles (Gá. 3:19), Dionisio afirmaba que los humanos, como orden inferior que eran, no tenían acceso directo a Dios o a sus manifestaciones, si no era a través de los ángeles. Los órdenes humanos, y en particular la iglesia, deberían reflejar una estructura jerárquica similar.
El pensamiento medieval posterior se interesó mucho por los ángeles. En Summa contra Gentiles, Tomás de Aquino pretendía demostrar con la razón la existencia de los ángeles. En Summa theologica trata de demostrar varios puntos sobre ellos: su número es mayor que todo el conjunto de los seres materiales; cada uno tiene su propia naturaleza individual; siempre están en un punto en particular, pero no están limitados a ese punto. Cada persona tiene un ángel guardián que se le asigna en el nacimiento (antes de nacer el niño está bajo la custodia del ángel guardián de su madre). Aunque los ángeles se alegran ante la buena fortuna y el interés espiritual de las personas que están a su cargo, no se afligen ante las cosas negativas que les ocurren, porque la pena y el dolor les son ajenos. Tomás dedicó no menos de 118 cuestiones individuales a la naturaleza y condición de los ángeles. Este interés por los ángeles puede que fuera el motivo por el que se ganó el título de doctor angélico. Muchas de sus ideas sobre los ángeles se basaban en lo que ahora denominaríamos teología natural, una serie de argumentos racionales y de inferencias.
El efecto de los argumentos de Tomás estaba en que enfatizaba con fuerza el reino supersensible de los ángeles. Después de todo, si su número excedía el de la totalidad de los seres ligados a la materia, el reino material o terrenal debía ser de importancia secundaria. Por lo tanto mucha de la teología subsiguiente tendía a atribuir todo lo que ocurría a la actividad de los ángeles (o de los demonios).
Sin embargo, el intento de probar racionalmente la existencia de los ángeles no se limita a la obra de Tomás. También lo encontramos en teólogos posteriores. Johannes Quenstedt, uno de los escolásticos luteranos del siglo xvii, argumentaba que la existencia de los ángeles, o de algo similar a ellos, era probable, porque en la naturaleza no hay lagunas. Así como hay seres puramente corpóreos, como las piedras, y seres en parte corpóreos y en parte espirituales, como los humanos, se podría esperar que en la creación existieran seres totalmente espirituales, como los ángeles. Incluso Charles Hodge argumentó que la idea de que el humano sea el único ser racional es tan improbable como que los insectos son los únicos animales irracionales: “Hay todas las razones para suponer que la escala de los seres entre las criaturas racionales es tan extensa como en el mundo animal.”
Aunque algunos de los primeros teólogos daban a los ángeles un lugar demasiado importante en el esquema total, en parte del pensamiento reciente se ha minimizado la doctrina o incluso eliminado ángeles de la consideración teológica. Esto ha sucedido especialmente con el programa de desmitologización de Rudolf Bultmann. Él señala que en el Nuevo Testamento los ángeles juegan un papel muy importante. Ocupan el cielo (en el caso de los ángeles buenos) y el infierno (en el caso de los demonios). Sin embargo, no están limitados al cielo o al infierno. Tanto los ángeles como los demonios obran también activamente en la zona media, la tierra. Los ángeles, en nombre de Dios, pueden intervenir milagrosamente en el orden creado. Y los demonios entran en los humanos, poniéndolos bajo su control, a través de medios como las enfermedades. Sin embargo, hoy ya no creemos en ese tipo de seres espirituales, dice Bultmann. Ahora sabemos, gracias a nuestro mayor conocimiento de la naturaleza, que la enfermedad no la causan los demonios, sino los virus y las bacterias. También sabemos lo que debemos hacer para recuperarnos de esas enfermedades. Bultmann afirma: “Es imposible utilizar la luz eléctrica y la radio y servirnos de los descubrimientos médicos y quirúrgicos, y creer al mismo tiempo en el mundo de espíritus y milagros del Nuevo Testamento.”10 Dice que no hay nada único y especial en la creencia en los espíritus de los escritores del Nuevo Testamento. Únicamente es una reflexión de las ideas mantenidas popularmente en aquellos días. En otras palabras, es un mito. Incluso muchos modernos que no saben nada sobre la teoría hermenéutica muy técnica y muy afinada de Bultmann consideran obsoleta la creencia en los ángeles. Entre las primeras áreas de la doctrina cristiana que se desmitologizan popularmente se encuentra la creencia en los ángeles y en el infierno.
En la última parte del siglo xx, se ha producido un auténtico resurgimiento de la angelología. Se ha producido un crecimiento del interés de la sociedad por lo sobrenatural, incluida la fascinación por el ocultismo. Quizá como reacción en contra del racionalismo científico naturalista, las explicaciones que caen fuera del campo de las leyes naturales han florecido en algunos círculos. Los cristianos han mostrado un interés renovado por la demonología, en particular por la posesión demoníaca y las enfermedades inducidas por los demonios. En relación con esto, aunque demorándose algo en el tiempo, ha surgido un interés popular por los ángeles buenos.11 En la década de los años 1990, aparecieron varias películas que relataban la realidad y la actividad de los ángeles. Sin embargo, no ha habido una investigación equilibrada de la naturaleza y la actividad de los ángeles, tanto de los buenos como de los malos.
Los ángeles buenos
Terminología
El principal término hebreo para ángel es מַלְאָךְ (mal’ak); la palabra griega correspondiente es ἄγγελος (angelos); en cada caso, el significado básico es mensajero, ya sea humano o angélico. Cuando se utiliza para ángeles, los términos resaltan su papel de portadores de mensajes. Ejemplos de humanos designados con el término מַלְאָךְ o ἄγγελος son el mensajero enviado por Jezabel a Elías (1 R. 19:2) y ciertos discípulos de Juan el Bautista (Lc. 7:24) y de Jesús (Lc. 9:52). Algunos sugieren que la palabra en singular en el Antiguo Testamento normalmente hace referencia a los mensajeros divinos (esto es, los ángeles) y en plural a los mensajeros humanos; pero las excepciones son lo suficientemente numerosas e importantes como para hacer que esta observación no sea realmente significativa.12 Otras expresiones hebreas que se cree que hacen referencia a los ángeles son “hijos de Elohim – Dios –” (Job 1:6; 2:1) e “hijos de Elim – los poderosos –” (Sal. 29:1; 89:6). Es dudoso que la palabra Elohim sola, pueda representar a los ángeles, aunque la Septuaginta así la traduce en varias ocasiones, la más destacada Salmos 8:5. Otros términos del Antiguo Testamento para ángeles son “santos” (Sal. 89:5, 7) y “vigilantes” (Dn. 4:13, 17, 23). Cuando se habla de ellos en su conjunto se les llama “la congregación” (Sal. 89:5, 7) y “ejército” o “ejércitos” como en la expresión muy común “Jehová de los ejércitos” que se encuentra más de sesenta veces sólo en el libro de Isaías.
Con frecuencia, cuando ἄγγελος aparece en el Nuevo Testamento, le acompaña una frase que deja claro que está haciendo referencia a los ángeles, como por ejemplo: “los ángeles de los cielos” (Mt. 24:36). Otras expresiones del Nuevo Testamento que se cree que hacen referencia a los ángeles son “huestes celestiales” (Lc. 2:13), “espíritus” (He. 1:14), y en distintas combinaciones “principados,” “potestades,” “tronos,” “dominios” y “autoridades” (ver especialmente Col. 1:16; también Ro. 8:38; 1 Co. 15:24; Ef. 6:12; Col. 2:15). El término arcángel aparece en dos pasajes, 1 Tesalonicenses 4:16 y Judas 9. En este último se llama a Miguel arcángel.
Su origen, naturaleza y estatus
Las Escrituras no dicen explícitamente que los ángeles fueran creados, tampoco se les menciona en el relato de la creación (Gn. 1–2). Sin embargo, que fueron creados queda claramente implícito en Salmos 148:2, 5: “Alabadlo, vosotros todos sus ángeles; alabadlo, vosotros todos sus ejércitos…Alaben el nombre de Jehová, porque él mandó, y fueron creados.” Los ángeles al igual que los objetos celestiales mencionados en los versículos 3 y 4, se dice que fueron creados por el Señor. Esto parece que también se afirma en Colosenses 1:16: “porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.” Algunos estudiosos creen que Génesis 2:1 y Job 38:7 indican que los ángeles formaban parte de la creación original, pero estos textos no son lo suficientemente claros como para ser utilizados como fundamento para esta creencia. Aparentemente los ángeles fueron creados todos a la vez directamente, dado que parece ser que no tienen el poder de propagarse de forma normal (Mt. 22:30), y no se nos dice que hubo más creaciones directas de Dios después de que finalizara el esfuerzo creativo original (Gn. 2:2–3).
Los judíos y los cristianos siempre han creído y enseñado que los ángeles son seres inmateriales o espirituales. Por otra parte, los ángeles han aparecido en forma de seres humanos con cuerpos materiales. En esto, como en el tema de su creación, no existen evidencias explícitas abundantes. De hecho, uno podría concluir que los ángeles y los espíritus son seres distintos unos de otros en Hechos 23:8–9, aunque puede que los ángeles formen parte del género de los espíritus. La frase más clara sobre la naturaleza espiritual de los ángeles la encontramos en Hebreos 1:14, donde el escritor, refiriéndose evidentemente a los ángeles (ver versículos 5, 13), dice: “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” Que los ángeles son espíritus también se puede deducir de las siguientes consideraciones:
1. A los demonios (ángeles caídos) se les describe como espíritus (Mt. 8:16; 12:45; Lc. 7:21; 8:2; 11:26; Hechos 19:12; Apoc. 16:14).
2. Se nos dice que nuestra lucha no es contra “sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12).
3. Pablo, en Colosenses 1:16, parece identificar las fuerzas celestiales como invisibles.
4. Que los ángeles son espíritus parece deducirse (aunque no necesariamente) de las afirmaciones de Jesús de que los ángeles no se casan (Mt. 22:30) y no mueren (Lc. 20:36).
Algunos han argumentado que como no hay referencias a las almas de los ángeles, estos no tienen ni almas ni cuerpos para ser ocupados por las almas (de ahí que los ángeles deben de ser espirituales). Esta conclusión, sin embargo, es un poco forzada. Además de ser un argumento del silencio, implica un punto de vista discutible sobre la relación cuerpo-alma.
A la vista de las consideraciones anteriores, parece seguro concluir que los ángeles son seres espirituales; no tienen cuerpos físicos o materiales. Las manifestaciones físicas recogidas en las Escrituras se deben considerar apariencias tomadas para la ocasión (angelofanías).
Como observamos anteriormente en este capítulo, a veces ha habido tendencia a exaltar exageradamente a los ángeles, ofreciéndoles el culto y la reverencia debida sólo a la deidad. Sin embargo, el pasaje más extenso sobre los ángeles: Hebreos 1:5–2:9, concluye que Cristo es superior a los ángeles. Aunque durante algún tiempo se le hizo un poco inferior a los ángeles, él es en todo superior a ellos. Aunque Jesús durante un periodo de tiempo estuvo subordinado al Padre, los ángeles siempre están subordinados a Dios y llevan a cabo su voluntad; no actúan por iniciativa propia. Aunque son superiores a los seres humanos en muchas habilidades y cualidades, forman parte de la clase de los seres creados y por lo tanto son seres finitos. No sabemos con precisión cuándo fueron creados, pero parece evidente que Dios en un momento dado les dio vida. Como seres totalmente espirituales son únicos entre las demás criaturas, pero siguen siendo criaturas.
Hay un gran número de ángeles. Las Escrituras tienen varias formas de indicar su cantidad: “diez millares” (Dt. 33:2); “veintenas de millares de millares” (Sal. 68:17); “doce legiones” (entre 36.000 y 72. 000 – el tamaño de una legión romana variaba entre 3.000 y 6. 000) (Mt. 26:53); “muchos millares de ángeles” (He. 12:22); “millones de millones” (Apoc. 5:11). La última referencia puede ser una alusión a Daniel 7:10. Job 25:3 y 2 Reyes 6:17 también indican un gran número de seres angélicos. Aunque no hay razón para tomar por exactas estas cifras, en particular por el significado simbólico de los números utilizados (12 y 1.000), queda claro que los ángeles son un gran número.
Su apariencia
En la mayoría de los casos no se ve a los ángeles. El Señor tuvo que abrir los ojos a Balaam para que viera al ángel que estaba en su camino (Núm. 22:31). Eliseo oró para que el Señor abriera los ojos de su criado; después el joven vio la montaña llena de hombres a caballo y carros de fuego alrededor de Eliseo (2 R. 6:17). Cuando se ve a los ángeles, normalmente tienen apariencia humana, de manera que pueden ser confundidos con humanos (Gn. 18:2, 16, 22; 19:1, 5, 10, 12, 15, 16; Jue. 13:6; Mr. 16:5; Lc. 24:4). A veces la gloria del Señor resplandece en ellos (Lc. 2:9; 9:26) – quizá la razón por la cual a veces se les ve llevando ropa blanca de brillante apariencia. Fijémonos en cómo describe Mateo al ángel del Señor que removió la roca del sepulcro de Jesús: “Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve” (Mt. 28:3; cf. Ez. 1:13; Dn. 10:6; Apoc. 1:14 y 19:12).
Algunos de los conceptos que se han mantenido comúnmente no están apoyados por ninguna referencia de las Escrituras. No hay indicaciones de ángeles que aparezcan con forma femenina. No hay referencias específicas a que tengan alas, aunque en Daniel 9:21 y Apocalipsis 14:6 se dice que vuelan. El querubín y el serafín son representados con alas (Éx. 25:20; Is. 6:2) y también las criaturas simbólicas de Ezequiel 1:6 (cf. Apoc. 4:8). Sin embargo, no podemos estar seguros de que lo que es cierto para un querubín y un serafín lo sea también para los ángeles en general. Como no hay referencia explícita que indique que la totalidad de los ángeles tienen alas, debemos considerar esto como una mera inferencia, pero no una inferencia necesaria, sacada de los pasajes bíblicos en los que se les describe volando.
Sus capacidades y poderes
Los ángeles son representados como seres personales. Se puede interactuar con ellos. Tienen inteligencia y voluntad (2 S. 14:20; Apoc. 22:9). Son criaturas morales, algunos son caracterizados como santos (Mt. 25:31; Mr. 8:38; Lc. 1:26; Hch. 10:22; Apoc. 14:10), mientras que a otros, que han caído, se les describe como mentirosos y pecadores (Jn. 8:44; 1 Jn. 3:8–10).
En Mateo 24:36 Jesús da a entender que los ángeles tienen un conocimiento sobrehumano, pero al mismo tiempo afirma expresamente que su conocimiento tiene límites: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre.” En 1 P. 1:12 puede que haya una alusión a la naturaleza limitada de su conocimiento. Evidentemente ellos crecen en conocimiento observando las acciones humanas y oyendo hablar del arrepentimiento humano (Lc. 12:8; 15:10; 1 Co. 4:9; Ef. 3:10). Que su conocimiento es mayor que el de los humanos se aprecia en su presencia en los consejos celestiales, su implicación en la transmisión de la revelación (Gá. 3:19) y su interpretación de las visiones (como en los casos de Daniel y Zacarías). Ser comparado con un ángel puede implicar que se posee una gran sabiduría.
Al igual que los ángeles poseen gran conocimiento, pero no omnisciencia, así también tienen un poder grande y sobrenatural, pero sin ser omnipotentes. El gran poder de los ángeles se enseña de tres maneras en las Escrituras:
1. Los títulos asignados al menos a algunos de ellos: principados, potestades, autoridades, dominios, tronos.
2. Afirmaciones directas; por ejemplo: “mientras que los ángeles, que son mayores en fuerza y en poder [a los humanos]” (2 P. 2:11); “Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra obedeciendo a la voz de su precepto” (Sal. 103:20).
3. Los efectos atribuidos a su actuación: ver 2 Crónicas 32:21; Hechos 12:7–11; y nuestra discusión sobre las actividades de los ángeles (pp. 468–70).
Los ángeles obtienen su gran poder de Dios y siguen dependiendo de su voluntad favorable o de su permiso para ejercitarlo. Están restringidos a actuar dentro de los límites de su permiso. Esto le ocurre incluso a Satanás, cuya habilidad para afligir a Job estaba circunscrita a la voluntad del Señor (Job 1:12; 2:6). Los ángeles de Dios sólo actúan para llevar a cabo sus órdenes, no lo hacen de forma independiente. Sólo Dios hace los milagros (Sal. 72:18). Como criaturas que son, los ángeles están sujetos a todas las limitaciones de las criaturas.
Organización
A veces se han desarrollado esquemas bastante elaborados sobre la organización de las huestes angélicas. Hay muy poca información definida y clara sobre este tema. Sabemos que hay arcángeles, que evidentemente tienen una posición más alta que la de los ángeles ordinarios. El término sólo se utiliza dos veces en la Biblia, en 1 Tesalonicenses 4:16 y Judas 9. Sólo Miguel es identificado por el nombre como arcángel. Aunque popularmente se piensa que Gabriel también es un arcángel, no hay ningún lugar en la Biblia en el que se le identifique como tal. Ni se nos dice cuántos arcángeles hay.
Se ha intentado concebir un patrón organizativo partiendo de los distintos términos utilizados por Pablo, como principados, potestades y tronos. Aunque estos términos pueden designar diferentes funciones, allí realmente no hay una forma de detectar si existe una cadena de mando.
El querubín y el serafín presentan problemas especiales, ya que no se hace ninguna declaración sobre su relación con los ángeles en general. Sólo se hace una mención a los serafines: Isaías 6:2–3 los representa adorando a Dios. Los querubines, por otro lado, son mencionados con bastante frecuencia; se les describe como de apariencia humana, con alas y asistiendo de manera especial a Dios, que tiene su trono por encima de ellos (Núm. 7:89; 1 S. 4:4; 2 S. 6:2; Sal. 80:1; 99:1; etc.). Cuando Adán y Eva fueron expulsados del Jardín del Edén, Dios colocó querubines y una espada encendida para guardar el árbol de la vida (Gn. 3:24).
Ha habido diversos tipos de especulación sobre los serafines y los querubines. Algunos han argumentado que el querubín se debe identificar con el serafín. Augustus Strong sostenía que no se les debía considerar seres reales, con rango superior a los humanos, sino “apariencias simbólicas, que intentan representar a la humanidad redimida dotadas con todas las perfecciones que las criaturas perdieron tras la caída, y pensadas para que sirvan de morada a Dios.”14 Ante la ausencia de más datos, resulta infructuoso especular. La posición más cautelosa es simplemente considerar al serafín y al querubín como pertenecientes al grupo de criaturas espirituales que se designa con el nombre general de ángel. Puede que sean ángeles con funciones especiales, o un tipo especial de ángel. En cualquier caso, no podemos asumir que las características del serafín y del querubín se puedan aplicar a todos los ángeles. Y no sabemos si son de un rango mayor o menor, si es que existen los rangos.
Términos difíciles
Hay dos términos difíciles que merecen una atención especial: “hijos de Dios” y “ángel del Señor.” En Génesis 6:2 leemos que los hijos de Dios tomaron como esposas a las “hijas de los hombres.” Algunos eruditos han llegado a concluir que estos hijos de Dios eran en realidad ángeles que se unieron a las mujeres humanas para crear una raza de hombres poderosos. Entre los argumentos que se presentan a favor de esta interpretación está el hecho de que los ángeles son denominados hijos de Dios en otras partes de las Escrituras (Job 1:6; 2:1; 38:7) y que aparentemente había una raza de superhombres sobre la tierra en aquella época (v. 4). Por otra parte, el hecho de que hubiera también grandes maldades que disgustaron tanto a Dios como para enviar el diluvio ha llevado a sugerir que los hijos de Dios en realidad eran ángeles caídos. Pero la sugerencia de que los ángeles (buenos o caídos) se uniesen a las mujeres humanas y tuvieran hijos va en contra de lo que Jesús enseña sobre los ángeles (Mt. 22:30). Según esto, la interpretación de que “los hijos de Dios” de Génesis 6:2 son hijos de Set que se unieron con descendientes paganos de Caín, parece presentar menos problemas que la de que los “hijos de Dios” sean ángeles, aunque ninguna de las dos teorías se puede mantener de forma dogmática. Es necesario concluir que sencillamente no hay evidencias suficientes para justificar el uso de este pasaje como fuente de información sobre los ángeles. Esto no se debería considerar un caso de “desmitologización evangélica,” como ha sugerido el autor de una defensa de la interpretación tradicional de que los “hijos de Dios” de la Biblia en Génesis 6:2 eran ángeles. Se trata simplemente de permanecer escéptico ante la falta de evidencias suficientes.
También tenemos el problema de la identidad del “ángel del Señor.” En el Antiguo Testamento hay numerosas referencias al ángel del Señor o al “ángel de Dios” (Gn. 16:7–14; 18; 22:11, 14–15; 24:7, 40; 32:24–30; 48:15–16; Éx. 3:2; 14:19; 23:20–23; 32:34–33:17; Jue. 2:1, 4; 5:23; 6:11–24; 13:3, etc.). El problema está en que aunque hay numerosos pasajes donde el ángel del Señor se identifica con Dios, hay muchos otros pasajes en los que los dos se distinguen. Ejemplos de pasajes en los que se igualan son Génesis 31:11 y 13, donde el ángel del Señor dice: “Yo soy el Dios de Bet-el,” y Éxodo 3:2 y 6, donde el ángel del Señor le dice a Moisés: “Yo soy el Dios de tu padre.” Ejemplos de pasajes en los que los dos se distinguen son Génesis 16:11, donde el ángel del Señor le dice a Hagar: “porque Jehová ha oído tu aflicción,” y Éxodo 23:20 donde el Señor le dice al pueblo de Israel: “Yo envío mi ángel delante de ti.” Hay tres interpretaciones principales sobre “el ángel del Señor”: (1) es únicamente un ángel con una misión especial; (2) es Dios mismo temporalmente visible con forma humana; (3) es el Logos, una preencarnación temporal de la segunda persona de la Trinidad. Aunque ninguna de estas interpretaciones es plenamente satisfactoria, por la claridad de identificación de estas frases tanto la segunda como la tercera opción parecen más adecuadas que la primera. Donde hay una distinción aparente entre Dios y el ángel del Señor, Dios hace referencia a sí mismo en tercera persona. Por tanto, no es posible sacar de la naturaleza del ángel de Dios conclusiones que se puedan aplicar a todos los ángeles.
Sus actividades
1. Los ángeles continuamente alaban y glorifican a Dios (Job 38:7; Sal. 103:20; 148:2; Apoc. 5:11–12; 7:11; 8:1–4). Aunque esta actividad normalmente se produce en presencia de Dios, al menos una vez se produce en la tierra: en el nacimiento de Jesús los ángeles cantaron: “Gloria a Dios en las alturas” (Lc. 2:13–14).
2. Los ángeles revelan y comunican el mensaje de Dios a los humanos. Esta actividad está más en consonancia con la palabra ángel. Los ángeles participaron particularmente como mediadores de la ley (Hch. 7:53; Gá. 3:19; He. 2:2). Aunque no se les menciona en Éxodo 19, Deuteronomio 33:2 dice: “Jehová vino…entre diez millones de santos.” Este oscuro pasaje puede ser una alusión a la mediación de los ángeles. Aunque no se dice que realicen una función similar con respecto al nuevo pacto, el Nuevo Testamento con frecuencia les representa como portadores del mensaje de Dios. Gabriel se aparece a Zacarías (Lc. 1:13–20) y a María (Lc. 1:26–38). Los ángeles también hablan con Felipe (Hch. 8:26), Cornelio (Hch. 10:3–7), Pedro (Hch. 11:13; 12:7–11) y Pablo (Hch. 27:23).
3. Los ángeles ministran a los creyentes. Esto incluye protegerlos del daño. En la iglesia primitiva fue un ángel el que sacó a los apóstoles de la cárcel (Hch. 5:19) y más tarde a Pedro (Hch. 12:6–11). Los salmistas experimentaron el cuidado de los ángeles (Sal. 34:7; 91:11). Sin embargo, el ministerio principal son las necesidades espirituales. Los ángeles se interesan mucho por el bienestar espiritual de los creyentes, regocijándose en su conversión (Lc. 15:10) y sirviéndoles en sus necesidades (He. 1:14). Los ángeles son espectadores de nuestras vidas (1 Co. 4:9; 1 Ti. 5:21) y están presentes dentro de la iglesia (1 Co. 11:10). A la muerte de los creyentes, les conducen al lugar bendecido (Lc. 16:22).
4. Los ángeles llevan a cabo los juicios sobre los enemigos de Dios. El ángel del Señor mató a 185.000 asirios (2 R. 19:35) y a los hijos de Israel en Jerusalén hasta que el Señor le dijo que detuviese su mano (2 S. 24:16). Fue el ángel del Señor el que se puso entre el pueblo de Israel y los egipcios (Éx. 14:19–20); el resultado fue la liberación de los israelitas y la destrucción de los egipcios en el Mar Rojo. Fue un ángel de Dios el que mató a Herodes (Hch. 12:23). El libro del Apocalipsis está lleno de profecías sobre el juicio que será administrado por los ángeles (8:6–9:21; 16:1–17; 19:11–14).
5. Los ángeles estarán implicados en la segunda venida. Ellos acompañarán al Señor en su venida (Mt. 25:31), así como estuvieron presentes en otros eventos significativos de la vida de Jesús, como su nacimiento, la tentación y la resurrección. Ellos separarán el grano de las malas hierbas (Mt. 13:39–42). Cristo enviará a sus ángeles con gran voz de trompeta y juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos (Mt. 24:31; cf. 1 Ts. 4:16–17).
¿Qué hay del concepto de ángeles guardianes, la idea de que cada persona o al menos cada creyente tiene asignado un ángel específico para cuidarle y acompañarle durante toda su vida? Esta idea era una creencia judía popular en los tiempos de Cristo y ha pasado a una parte del pensamiento cristiano. Se citan dos textos bíblicos como evidencia de la existencia de ángeles guardianes. Tras llamar a un niño y colocarlo en medio de sus discípulos Jesús dijo: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 18:10). Cuando la muchacha Rode les dijo a los que estaban en la casa que Pedro estaba a la puerta, ellos dijeron: “Es su ángel” (Hch. 12:15). Estos versículos parecen indicar que los ángeles están asignados especialmente a los individuos.
Sin embargo, en todas partes de la Biblia leemos que no un único ángel, sino muchos acompañaban, protegían y cuidaban a los creyentes. Eliseo estaba rodeado por mucha gente a caballo y por carros de fuego (2 R. 6:17); Jesús podría haber llamado a doce legiones de ángeles; varios ángeles llevaron el alma de Lázaro al seno de Abraham (Lc. 16:22). Además, en la referencia que Jesús hace sobre los ángeles de los pequeños especifica que están en presencia del Padre. Esto sugiere que estos son ángeles que alaban en presencia de Dios en lugar de ángeles que cuidan a los seres humanos en este mundo. La respuesta a Rode refleja la tradición judía de que el ángel guardián se parece a la persona a la cual está asignado. Pero una indicación de que algunos discípulos creían en los ángeles guardianes no confiere autoridad a esta creencia. Algunos cristianos todavía tenían creencias equivocadas o confusas sobre diversos temas. En ausencia de un material didáctico definitivo, debemos concluir que no hay evidencias suficientes para el concepto de los ángeles guardianes.
Ángeles malos
El estatus actual de la demonología
Dónde examinar el tema de los ángeles malos presenta un problema. Tratarlos en conexión con nuestro examen de los ángeles buenos tendería a sugerir que hay un paralelismo entre ellos. Como los ángeles buenos han sido tratados aquí por su evidente relación con la providencia, los ángeles malos ¿no están un poco fuera de lugar aquí? ¿No sería más adecuado tratar este tema en conexión con el estudio del pecado? Pero hablar de los ángeles malos en este momento se justifica de dos maneras. Primero, los ángeles malos deben ser estudiados en relación estrecha con los ángeles buenos, ya que tienen el mismo origen, y mucho de lo que se ha dicho de estos segundos es cierto también para los primeros. Los ángeles buenos son todavía lo que en su día también fueron los ángeles malos. Segundo, la providencia de Dios tiene sobre sí la sombra del problema del mal. Y como ya hemos tratado sobre el mal, parece lógico tratar el tema de los demonios y del diablo aquí. Nos referiremos a estos agentes malignos de nuevo cuando hablemos del pecado y la tentación, y cuando ahondemos en la doctrina de las últimas cosas; pero simplemente no se les puede ignorar en esta coyuntura.
Los teólogos recientemente han mostrado cierta tendencia a reestructurar la idea que se tiene sobre los demonios y Satanás. Un intento de este tipo ha sido, por supuesto, el programa de desmitologización de Rudolf Bultmann, que señalamos anteriormente en este capítulo. Según este punto de vista y otros parecidos, los demonios son únicamente conceptos mitológicos extraídos de la cultura del momento. En particular, se cree que la representación bíblica refleja la influencia de la mitología persa. A pesar de lo llamativa que es esta idea superficialmente, tiene un serio defecto al no tomar en cuenta que el punto de vista cristiano no contiene nada del dualismo que con tanta frecuencia se encuentra en el pensamiento persa.
Una segunda alternativa de enfoque es la de despersonalizar a los demonios. La realidad del mal en nuestros días no se puede negar. Incluso los que rechazan ideas como la depravación total y el pecado original con frecuencia condenan la injusticia y la guerra en el mundo. Algunos teólogos ven todo este mal no como algo que procede de una fuente personal, sino como algo que forma parte de la estructura misma de la realidad, y en especial de nuestra actual realidad social. El término demoníaco se considera como una caracterización de las poderosas fuerzas y estructuras sociales en lugar de seres personales. Un ejemplo de los que tienen este punto de vista es Paul Tillich.
Un tercer enfoque reciente es el de Karl Barth. Él resalta la antítesis entre los demonios y los ángeles.20 Esto no significa que separe el tratamiento de los dos temas, ya que habla brevemente de los demonios después de tratar sobre los ángeles. No es que tenga en mente la oposición entre ambos. Más bien la idea de Barth es que los demonios y los ángeles literalmente no tienen nada en común. No son dos especies de un mismo género: los ángeles. Hay una antítesis absoluta y exclusiva entre los dos. Al igual que el “sinsentido” no es una especie de sentido, los demonios o los ángeles malos no son una especie de ángeles, sino la realidad que condenan, niegan y excluyen los ángeles buenos. El origen y la naturaleza de los demonios reside en la nada, el caos, la oscuridad.21 No han sido creados por Dios, pero forman parte de la amenaza a la creación de Dios. Son simplemente la nada en su dinámica. El problema básico con esta posición es que niega la concreción del mal y de las cosas malas.
El origen de los demonios
La Biblia tiene poco que decir sobre cómo los ángeles malos llegaron a tener su actual carácter moral y dice menos aún sobre su origen. Podemos aprender algo de su origen por lo que se dice de su carácter moral. Dos pasajes estrechamente relacionados nos informan sobre la caída de los ángeles malos. Segunda Pedro 2:4 dice: “Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al infierno y los entregó a prisiones de oscuridad, donde están reservados para el juicio.” Judas 6 dice que “a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propio hogar, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día.” Los seres descritos en estos dos versículos se identifican claramente como ángeles que pecaron y serán juzgados. Deben ser seres creados, al igual que el resto de los ángeles.
Un problema que presentan estos dos versículos es que se dice que los ángeles fueron arrojados a las tinieblas para esperar allí a ser juzgados. Esto ha llevado a algunos a teorizar que hay dos clases de ángeles caídos: los que están en prisión, y los que están libres para llevar a cabo el mal en el mundo. Otra posibilidad es que estos dos versículos describan la condición de todos los demonios. Que esto último es correcto lo sugiere el resto de 2 Pedro 2. En el versículo 9 Pedro dice: “El Señor sabe librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio.” Este lenguaje es prácticamente idéntico al utilizado en el versículo 4. Observe que el resto del capítulo (vv. 10–22) es una descripción de la actividad pecadora continuada de esta gente que está siendo castigada. Concluimos que, asimismo, aunque arrojados a las tinieblas, los ángeles caídos tienen suficiente libertad como para llevar a cabo sus malvadas actividades.
Los demonios, pues, son ángeles creados por Dios y por lo tanto en origen eran buenos; pero pecaron y por eso se hicieron malos. Cuándo exactamente tuvo lugar la rebelión no lo sabemos, pero debió haber ocurrido entre el momento en que Dios terminó la creación y dijo que “era buena” y el momento de la tentación y la caída de los humanos (Gn. 3).
El jefe de los demonios
El diablo es el nombre que las Escrituras dan al jefe de estos ángeles caídos. También se le conoce como Satanás. El nombre hebreo שָׂטָן (satan) procede del verbo שָׂטָן (satan), que significa ser o actuar como un adversario.22 Así que él es el oponente, el que se opone a la causa y al pueblo de Dios. La palabra griega Σατᾶν (satan) o Σατανᾶς (satanas) es una transliteración de este nombre hebreo. La palabra griega más común para él es διάβολος (diabolos: diablo, adversario, acusador). También se utiliza κατήγωρ (kategor – acusador – Apoc. 12:10). Otros términos utilizados con menos frecuencia son: tentador (Mt. 4:3; 1 Ts. 3:5), Belcebú (Mt. 12:24, 27; Mr. 3:22; Lc. 11:15, 19), el enemigo (Mt. 13:39), el malo (Mt. 13:19, 38; 1 Jn. 2:13; 3:12; 5:18), Belial (2 Co. 6:15), adversario (1 P. 5:8), la serpiente antigua (Apoc. 12:9), el gran dragón (Apoc. 12:3), padre de mentira (Jn. 8:44), homicida (Jn. 8:44), pecador (1 Jn. 3:8). Todos ellos transmiten algo sobre el carácter y la actividad del diablo. Aunque al diablo no se le denomina expresamente demonio en las Escrituras, Jesús identificó a Satanás con Belcebú, el príncipe de los demonios (ver los relatos paralelos de Mt. 12:22–32; Mr. 3:22–30 y Lc. 11:14–23). Que Satanás es un demonio también queda implícito en Lucas 10:17–20, donde la expulsión de demonios es señal de que se vence a Satanás. Los que estaban poseídos por demonios se decía que estaban: “oprimidos por el diablo” (Hch. 10:38; cf. Lc. 13:16).
El diablo se dedica, como su nombre indica, a oponerse a Dios y a la obra de Cristo. Hace esto especialmente tentando a los humanos. Esto se demuestra en la tentación de Jesús, en la parábola del trigo y la cizaña (Mt. 13:24–30) y el pecado de Judas (Lc. 22:3). (Ver también Hch. 5:3; 1 Co. 7:5; 2 Co. 2:11; Ef. 6:11; 2 Ti. 2:26).
Uno de los principales métodos utilizados por Satanás es el engaño. Pablo nos dice que Satanás se disfraza de ángel de la luz, y que sus ministros se disfrazan de ministros de justicia (2 Co. 11:14–15). Su uso del engaño también se menciona en Apocalipsis 12:9 y 20:8, 10. A los incrédulos “les cegó el entendimiento, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”(2 Co. 4:4). Se opone y estorba a los cristianos en su servicio (1 Ts. 2:18), incluso valiéndose de dolores físicos para conseguir su fin (así, probablemente en 2 Co. 12:7).
A pesar de todo el poder de Satanás es limitado, como se indica en el caso de Job. Se le puede resistir con éxito y huirá (Stgo. 4:7; ver también Ef. 4:27). Sin embargo, se le puede hacer huir no por nuestro propio esfuerzo, sino sólo por el poder del Espíritu Santo (Ro. 8:26; 1 Co. 3:16).
Actividades de los demonios
Como sujetos de Satanás, los demonios llevan a cabo su obra en el mundo. Por lo tanto se debe asumir que están implicados en todas las formas de tentación y el engaño que él emplea. Producen enfermedades: mudez (Mr. 9:17), sordomudez (Mr. 9:25), ceguera y sordera (Mt. 12:22), convulsiones (Mr. 1:26; 9:20; Lc. 9:39), parálisis o cojera (Hch. 8:7). Y, en particular, se oponen a la progresión espiritual del pueblo de Dios (Ef. 6:12).
Posesión demoníaca
A los incidentes de posesiones demoníacas se les ha prestado especial atención en los relatos bíblicos. La expresión técnica es “tener un demonio” (δαιμόνιον ἔχω – daimonion echō) o “estar endemoniado” (δαιμονίζομαι – daimonizomai). A veces encontramos expresiones como “espíritus impuros” (Hch. 8:7; 19:12).
Las manifestaciones de la posesión demoníaca son variadas. Ya hemos señalado algunas de las dolencias físicas que los demonios infligen. Las personas poseídas pueden tener una fuerza inusual (Mr. 5:2–4), pueden actuar de forma extraña como por ejemplo no llevar ropa o vivir entre tumbas en lugar de vivir en una casa (Lc. 8:27), o pueden tener un comportamiento autodestructivo (Mt. 17:15; Mr. 5:5). Evidentemente hay grados de aflicción, ya que Jesús habló del espíritu maligno que “toma consigo otros siete espíritus peores que él” (Mt. 12:45). En todos estos casos el elemento común es que la persona implicada está siendo destruida, ya sea física, emocional o espiritualmente. Parece que los demonios eran capaces de hablar, seguramente utilizando el aparato vocal de la persona poseída (e.g. Mt. 8:29, 31; Mr. 1:24, 26, 34; 5:7, 9, 10; Lc. 4:41; 8:28, 30). Parece que los demonios también podían introducirse dentro de los animales (ver los relatos paralelos del incidente con los cerdos – Mt. 8; Mr. 5; Lc. 8).
Es destacable que los escritores bíblicos no atribuyeran todas las enfermedades a la posesión demoníaca. Lucas cuenta que Jesús distinguía entre dos tipos de curaciones: “Echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana” (Lc. 13:32). Una distinción similar se hace en Mateo 10:8; Marcos 1:34; 6:13; Lucas 4:40–41; 9:1. No se confundió la epilepsia con la posesión demoníaca. Leemos en Mateo 17:15–18 que Jesús expulsó un demonio de un epiléptico, pero en Mateo 4:24 los epilépticos (al igual que los paralíticos) se diferencian de los endemoniados. En muchas curaciones no se hace referencia a los demonios. En Mateo, por ejemplo, no se hace referencia al exorcismo de demonios cuando se cura al criado del centurión (8:5–13), la mujer con flujo de sangre de doce años de duración (9:19–20), los dos hombres ciegos (9:27–30), el hombre con la mano seca (12:9–14) y los que tocaban el borde del manto de Jesús (14:35–36). En particular, la lepra no parece que se atribuya nunca a los demonios.
Jesús expulsaba los demonios sin pronunciar fórmulas elaboradas. Sencillamente les ordenaba salir (Mr. 1:25; 9:25). Atribuía el exorcismo al Espíritu de Dios (Mt. 12:28) o al dedo de Dios (Lc. 11:20). Jesús invistió a sus discípulos con la autoridad de expulsar demonios (Mt. 10:1). Pero los discípulos necesitaban fe para tener éxito en la tarea (Mt. 17:19–20). También se menciona la oración como requisito para el exorcismo (Mr. 9:29). A veces era necesaria la fe de una tercera persona (Mr. 9:23–24; cf. Mr. 6:5–6). Otras veces los demonios eran expulsados de personas que no mostraban ningún deseo de ser curados.
No hay razón para creer que las posesiones demoníacas estén restringidas al pasado. Se dan casos, especialmente aunque no de forma exclusiva, en culturas poco desarrolladas, que sólo parecen poderse explicar de esta manera. El cristiano debería estar alerta ante la posibilidad de que suceda la posesión demoníaca hoy en día. Al mismo tiempo, no se deberían atribuir con demasiada rapidez fenómenos físicos o psíquicos aberrantes a posesiones demoníacas. Así como Jesús y los escritores bíblicos distinguían casos de posesión de otro tipo de enfermedades, lo mismo deberíamos hacer nosotros, “probar los espíritus.”
En los últimos años ha habido un estallido de interés hacia el fenómeno de la posesión demoníaca. Como consecuencia de ello, algunos cristianos pueden considerar esto como la principal manifestación de las fuerzas del mal. En realidad, Satanás, el gran engañador, puede estar fomentando el interés en las posesiones demoníacas para que los cristianos descuiden otros tipos de influencias más sutiles de los poderes del mal.
El destino de Satanás y de los demonios
La Biblia deja claro que se está produciendo una lucha sería e intensa entre Cristo y sus seguidores por una parte y Satanás y sus fuerzas por la otra. Evidencias de esta lucha incluyen la tentación de Jesús (Mt. 4:1–11), los encuentros de Jesús con los demonios y muchos otros pasajes (e.g. Lc. 22:31–34; Gá. 5:16–17; Ef. 6:10–20). La tentación de Jesús representó una victoria preliminar sobre Satanás. Otras anticipaciones de la victoria final las podemos encontrar en Lucas 10:18; Juan 12:31; 14:30; 16:11; Romanos 16:20; Hebreos 2:14–15; 1 Juan 2:13; 3:8; 5:18. Apocalipsis 12 describe una guerra en el cielo entre Miguel y sus ángeles por una parte y Satanás y los suyos por la otra; una guerra que termina con Satanás expulsado del cielo hacia la tierra y después atacando a Cristo y a su iglesia. En Apocalipsis 20 leemos que Satanás será encerrado por mil años (v. 2) y después liberado por un tiempo antes de ser arrojado a un lago de fuego y azufre para siempre (v. 10). Jesús señala que ese será también el destino de los ángeles de Satanás (Mt. 25:41).
La batalla decisiva en la guerra entre el bien y el mal fue disputada y ganada por Cristo con la crucifixión y la resurrección. Satanás ha sido vencido y aunque continúa luchando desesperadamente, su destino ha sido sellado. Los cristianos tienen que sentirse reconfortados al saber que no tienen por qué ser vencidos en ninguno de sus encuentros específicos con Satanás (1 Co. 10:13; 1 Jn. 4:4).
El papel de la doctrina de los ángeles
Por oscura y extraña que esta creencia en los ángeles buenos y malos pueda resultar para algunos, juega un papel importante en la vida de los cristianos. Se pueden extraer varios beneficios de nuestro estudio sobre este tema:
1. Resulta reconfortante y alentador darnos cuenta de que existen numerosos y poderosos agentes invisibles que nos ayudan en nuestras necesidades. El ojo de la fe hará por el creyente lo que la visión de los ángeles hizo por el criado de Eliseo (2 R. 6:17).
2. La alabanza y el servicio de los ángeles de Dios nos dan un ejemplo de cómo tenemos que conducirnos ahora y cuál será nuestra actividad en la vida venidera en presencia de Dios.
3. Nos debería hacer reflexionar darnos cuenta de que incluso los ángeles que estaban cerca de Dios sucumbieron a la tentación y cayeron. Esto nos recuerda que debemos “mirar de no caer”(1 Co. 10:12).
4. Saber de los ángeles malos sirve para alertarnos del peligro y la sutileza de la tentación que podemos esperar que venga de las fuerzas satánicas, y nos da una perspectiva de las maneras en las que obra el diablo. Tenemos que estar en guardia contra los dos extremos. No deberíamos tomárnoslo tan a la ligera como para ignorar los peligros, ni sentir un interés demasiado fuerte por él.
5. Nos da confianza darnos cuenta de que por muy poderosos que sean Satanás y sus cómplices, hay límites en lo que pueden hacer. Por lo tanto, nosotros, por la gracia de Dios, podemos resistirnos con éxito. Y podemos saber que al final su derrota es segura.
Erickson, Millard J. Teología Sistemática. Editado por Jonatán Haley.
Traducido por Beatriz Fernández. Segunda Edición. Colección Teológica Contemporánea. Viladecavalls, Barcelona: Editorial Clie, 2008.