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¿Qué son los ángeles? ¿Por qué los creó Dios?
EXPLICACIÓN Y BASE BÍBLICA
A. ¿Qué son los ángeles?
Podemos definir a los ángeles de la manera siguiente: Los ángeles son seres creados, espirituales, con juicio moral y alta inteligencia, pero sin cuerpos físicos.
1. Seres espirituales creados. Los ángeles no han existido siempre; son parte del universo que Dios creó. En un pasaje que se refiere a los ángeles como el «ejército» de los cielos, Esdras dice: «Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, … y los ejércitos de los cielos te adoran» (Neh 9:6, RVR 1960; cf. Sal 148:2, 5). Pablo nos dice que Dios creó todas las cosas «visibles e invisibles» por medio de Cristo y para él, y luego específicamente incluye el mundo angélico con la frase «sean tronos, poderes, principados o autoridades» (Col 1:16).
El que los ángeles ejercen juicio moral se ve en el hecho de que algunos de ellos pecaron y cayeron de la posición que tenían (2 P 2:4; Jud 6; vea el capítulo 20). Su alta inteligencia se ve en toda la Biblia cuando hablan con personas (Mt 28:5; Hch 12:6–11; et al.) y cantan alabanzas a Dios (Ap 4:11; 5:11).
Puesto que los ángeles son «espíritus» (Heb 1:14) o criaturas espirituales, ordinariamente no tienen cuerpos físicos (Lc 24:39). Por consiguiente, por lo general no los podemos ver a menos que Dios nos dé una capacidad especial para verlos (Nm 22:31; 2 R 6:17; Lc 2:13). En sus actividades ordinarias de guardarnos y protegernos (Sal 34:7; 91:11; Heb 1:14), y unirse a nosotros para alabar a Dios (Heb 12:22), son invisibles. Sin embargo, de tiempo en tiempo los ángeles tomaron forma corporal para aparecerse a varios individuos en la Biblia (Mt 28:5; Heb 13:2).
2. Otros nombres que se dan a los ángeles. La Biblia a veces usa otros términos para referirse a los ángeles, tales como «hijos de Dios» (Job 1:6; 2:1), «santos» (Sal 89:5, 7), «espíritus» (Heb 1:14), «mensajeros» (Dn 4:13, 17, 23), «tronos», «dominios», «principados» y «autoridades» (Col 1:16).
3. Otras clases de seres celestiales. Hay otros tipos específicos de seres celestiales que se mencionan en la Biblia. Sea que pensemos que son tipos especiales de «ángeles» (en un sentido amplio del término), o que pensemos que son seres celestiales distintos de los ángeles, con todo son seres espirituales creados que sirven y adoran a Dios.
a. «Querubines»1 A los querubines se les dio la tarea de guardar la entrada del huerto del Edén (Gn 3:24), y frecuentemente se dice que Dios mismo tiene su trono entre querubines, o que viaja montado en querubines (Sal 18:10; Ez 10:1–22). Sobre el arca del pacto en el Antiguo Testamento había dos figuras de oro de querubines con alas extendidas sobre el arca, y allí Dios prometió ir a morar entre su pueblo: «Yo me reuniré allí contigo en medio de los dos querubines que están sobre el arca del pacto. Desde la parte superior del propiciatorio te daré todas las instrucciones que habrás de comunicarles a los israelitas» (Éx 25:22; cf. vv. 18–21).
b. «Serafines»2 Otro grupo de seres celestiales, los serafines, se mencionan sólo en Isaías 6:2–7, en donde continuamente adoran al Señor y claman el uno al otro: «Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria» (Is 6:3).
c. Seres vivientes. Ezequiel y Apocalipsis mencionan a otra clase de seres celestiales conocidos como «seres vivientes» alrededor del trono de Dios (Ez 1:5–14; Ap 4:6–8).3 Con su apariencia de león, buey, hombre y águila, son los representantes más poderosos de varias criaturas de Dios (bestias salvajes, animales domesticados, seres humanos y aves), y adoran continuamente a Dios: «Y día y noche repetían sin cesar: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir”» (Ap 4:8).
4. Rangos y órdenes entre los ángeles. La Biblia indica que hay rangos y órdenes entre los ángeles. A un ángel, Miguel, se le llama «arcángel» en Judas 9, título que indica gobierno o autoridad sobre otros ángeles. Se le llama «uno de los príncipes de primer rango» en Daniel 10:13. Miguel parece ser un líder en el ejército angelical: «Se desató entonces una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron al dragón; éste y sus ángeles, a su vez, les hicieron frente, pero no pudieron vencer» (Ap 12:7–8). Y Pablo nos dice que el Señor volverá del cielo «con voz de arcángel» (1 Ts 4:16). Si esto se refiere a Miguel como el único arcángel, o si hay otros arcángeles, la Biblia no nos lo dice.
5. Nombres de ángeles específicos. Solo dos ángeles se mencionan específicamente en la Biblia.4 A Miguel se le menciona en Judas 9 y Apocalipsis 12:7–8, así como también en Daniel 10:13, 21, en donde se le llama «Miguel, uno de los príncipes de primer rango» (v. 13). Al ángel Gabriel se le menciona en Daniel 8:16 y 9:21 como el mensajero que vino de Dios a hablar con Daniel. A Gabriel también se le identifica como el mensajero de Dios a Zacarías y a María en Lucas 1; el ángel le responde a Zacarías: «Yo soy Gabriel y estoy a las órdenes de Dios» (Lc 1:19). p 417 Después leemos: «A los seis meses, Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, pueblo de Galilea, a visitar a una joven virgen … La virgen se llamaba María» (Lc 1:26–27).
6. Sólo en un lugar a la vez. La Biblia frecuentemente presenta a los ángeles viajando de un lugar a otro, como en el versículo mencionado arriba en donde leemos que «Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, pueblo de Galilea» (Lc 1:26). Esto se dice explícitamente cuando un ángel se presentó ante Daniel y le dijo:
Tu petición fue escuchada desde el primer día … En respuesta a ella estoy aquí. Durante veintiún días el príncipe de Persia se me opuso, así que acudió en mi ayuda Miguel, uno de los príncipes de primer rango. Y me quedé allí, con los reyes de Persia. Pero ahora he venido a explicarte lo que va a suceder con tu pueblo en el futuro, pues la visión tiene que ver con el porvenir (Dn 10:12–14).
La idea de que un ángel puede estar sólo en un lugar a la vez concuerda con el hecho de que los ángeles son seres creados. A diferencia de Dios, que es omnipresente, son criaturas finitas y por consiguiente limitados a estar en un solo lugar a la vez, como todo lo demás que Dios ha creado.5
7. ¿Cuántos ángeles hay? Aunque la Biblia no nos da una cifra del número de ángeles que Dios creó, es evidente que hay un gran número de ellos. Leemos que Dios en el monte Sinaí «Y vino de entre diez millares de santos, con la ley de fuego a su mano derecha» (Dt 33:2, RVR 1960). También leemos que «Los carros de guerra de Dios se cuentan por millares» (Sal 68:17). Cuando venimos a adorar entramos a la presencia de «millares y millares de ángeles, a una asamblea gozosa» (He 12:22).6 Su número es incluso más impresionantemente recalcado en Apocalipsis 5:11, en donde Juan dice: «Luego miré, y oí la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. El número de ellos era millares de millares y millones de millones». Esta expresión indica un número asombrosamente grande (desde el punto de vista humano); una asamblea innumerable de seres angélicos que alababan a Dios.
8. ¿Tienen los seres humanos ángeles de la guarda individuales? La Biblia claramente nos dice que Dios envía ángeles para nuestra protección: «Él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna» (Sal 91:11–12). Pero algunos han ido más allá de esta idea de protección general y se preguntan si Dios designa un «ángel de la guarda» específico para cada individuo del mundo, o por lo menos para cada p 418 creyente. Se ha hallado respaldo para esta idea en las palabras de Jesús en cuanto a los niños: «En el cielo los ángeles de ellos contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial» (Mt 18:10). Sin embargo, nuestro Señor puede simplemente haber estado diciendo que los ángeles que han sido asignados a la tarea de proteger a los niños pequeños tienen acceso libre a la presencia de Dios. (Para usar una analogía atlética, los ángeles pueden estar jugando una defensa de «zona», en lugar de una defensa «de hombre a hombre»).7 El que los discípulos, de Hechos 12:15 hayan creído que el «ángel» de Pedro pudiera haber estado tocando a la puerta, no necesariamente implica que creían en un ángel de la guarda individual. Pudiera ser que creían que un ángel estaba guardando o cuidando a Pedro en ese momento. Parece, por consiguiente, que no hay en el texto de la Biblia ningún respaldo convincente a la idea de que existen «ángeles de la guarda» individuales.
9. Los ángeles no se casan. Jesús enseñó que en la resurrección los seres humanos «no se casarán ni serán dadas en casamiento, sino que serán como los ángeles que están en el cielo» (Mt 22:30; Lc 20:34–36). Esto sugeriría que los ángeles no tienen el tipo de relaciones familiares que existen entre los seres humanos. Por lo demás, la Biblia guarda silencio en este punto, así que es sabio no intentar darse a la especulación.8
10. El poder de los ángeles. Evidentemente los ángeles tienen mucho poder. Se les llama «paladines que ejecutan su palabra» (Sal 103:20) y «poderes» (cf. Ef 1:21), y «dominios» y «autoridades» (Col 1:16). Los ángeles al parecer superan en fuerza y en poder a los seres humanos rebeldes (2 P 2:11; cf. Mt 28:2). Por lo menos por el p 419 tiempo de su existencia terrenal, los seres humanos son hechos «un poco menor que los ángeles» (Heb 2:7). Aunque el poder de los ángeles es grande, ciertamente no es infinito, pero lo usan para batallar contra los poderes demoníacos del mal que están bajo el control de Satanás (Dn 10:13; Ap 12:7–8; 20:1–3).9 No obstante, cuando el Señor vuelva, seremos elevados a una posición más alta que la de los ángeles (1 Co 6:3; véase sección C.1).
11. ¿Quién es el ángel del Señor? Varios pasajes de la Biblia, especialmente en el Antiguo Testamento, hablan del ángel del Señor de una manera que sugiere que era Dios mismo cuando tomó forma humana para aparecer brevemente a varias personas en el Antiguo Testamento.
Algunos pasajes se refieren a «el ángel del Señor» (no «un ángel del Señor») como si fuera el Señor mismo. Por ejemplo, «el ángel del Señor» que halló a Agar en el desierto le prometió: «De tal manera multiplicaré tu descendencia, que no se podrá contar» (Gn 16:10), y entonces, «como el Señor le había hablado, Agar le puso por nombre “El Dios que me ve”» (Gn 16:13). De modo similar, cuando Abraham está a punto de sacrificar a su hijo Isaac, «el ángel del Señor le gritó desde el cielo» y le dijo: «Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo» (Gn 22:12). Cuando «el ángel de Dios» se le apareció a Jacob en un sueño, le dijo: «Yo soy el Dios de Betel, donde ungiste una estela y me hiciste una promesa» (Gn 31:11, 13). De nuevo, cuando «el ángel del Señor» se apareció a Moisés en una llama de fuego en medio de una zarza, le dijo: «Yo soy el Dios de tu padre. Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob» (Éx 3:2, 6). Estas son claras instancias del ángel del Señor o el ángel de Dios presentándose como Dios mismo, tal vez más específicamente como Dios Hijo que por breve tiempo toma un cuerpo humano a fin de aparecerse a seres humanos.
En otras ocasiones parece que se hace alguna distinción entre el ángel del Señor y Dios (vea 2 S 24:16; Sal 34:7; Zac 1:11–13), y pasajes que mencionan «un ángel del Señor» (por ej., Lc 1:11) por lo general están hablando de un ángel enviado de Dios.
B. ¿Cuándo fueron creados los ángeles?
Todos los ángeles deben haber sido creados antes del séptimo día de la creación, porque leemos: «Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos» (Gn 2:1, RVR 1960, entendiendo «ejército» como las criaturas celestiales que habitan el universo de Dios). Incluso más explícito que esto es la afirmación: «Acuérdate de que en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y que descansó el séptimo día» (Éx 20:11). Por consiguiente, todos los ángeles fueron creados por lo menos en el sexto día de la creación.
Pero, ¿podemos ser algo más específicos? Puede haber un indicio en la creación de los seres angélicos en el primer día de la creación cuando leemos que «Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra» (Gn 1:1), y luego inmediatamente leemos p 420 que «la tierra era un caos total» (Gn 1:2), pero sin mención de los cielos en el versículo 2. Esto puede sugerir que el estado inhabitable de la tierra se indica en contraste con los cielos en donde, tal vez, Dios ya había creado a los seres angélicos y les había asignado varias funciones y órdenes. Esta idea es hecha más plausible cuando leemos: «¿Sobre qué están puestos sus cimientos, o quién puso su piedra angular mientras cantaban a coro las estrellas matutinas y todos los ángeles gritaban de alegría?» (Job 38:6–7). Si los ángeles («los hijos de Dios», RVR 1960) gritaban de gozo cuando Dios estaba haciendo inhabitable la tierra, esto pudiera implicar que Dios creó los seres angélicos temprano el primer día.
Sin embargo, puesto que sólo tenemos indicios en la Biblia, debemos contentarnos con el hecho de que Dios no nos ha dado mucha información en cuanto al tiempo de la creación de los ángeles. Cualquier especulación adicional, aparte de clara información bíblica, parecería inútil. «Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley» (Dt 29:29).
Algún tiempo antes de que Satanás tentara a Eva en el jardín (Gn 3:1), numerosos ángeles pecaron y se rebelaron contra Dios (2 P 2:4; Jud 6). Este acontecimiento tuvo lugar evidentemente después del sexto día de la creación cuando «Dios miró todo lo que había hecho, y consideró que era muy bueno» (Gn 1:31), pero aparte de esto, la Biblia no nos da ninguna otra información.
C. El lugar de los ángeles en el propósito de Dios
1. Los ángeles muestran la grandeza del amor de Dios y su plan para nosotros. Los seres humanos y los ángeles (usando el término ampliamente) son las únicas criaturas morales y altamente inteligentes que Dios ha hecho. Por consiguiente podemos entender mucho en cuanto al plan de Dios y su amor por nosotros cuando nos comparamos con los ángeles.
La primera distinción que hay que notar es que de los ángeles nunca se dice que fueron hechos «a imagen de Dios», en tanto que de los seres humanos varias veces se dice que son hechos a imagen de Dios (Gn 1:26–27; 9:6). Puesto que ser a imagen de Dios quiere decir ser como Dios,10 parece justo concluir que somos más parecidos a Dios incluso que los ángeles.
Esto lo respalda el hecho de que Dios algún día nos dará autoridad sobre los ángeles, para juzgarlos: «¿No saben que aun a los ángeles los juzgaremos?» (1 Co 6:3). Aunque somos «un poco menor que los ángeles» (Heb 2:7), cuando nuestra salvación sea completa seremos exaltados por encima de los ángeles y gobernaremos sobre ellos. Es más, incluso ahora, los ángeles ya nos sirven: «¿No son todos los ángeles espíritus dedicados al servicio divino, enviados para ayudar a los que han de heredar la salvación?» (Heb 1:14).
La capacidad de los seres humanos de tener hijos como ellos mismos (Adán «tuvo un hijo a su imagen y semejanza», Gn 5:3) es otro elemento de nuestra superioridad a los ángeles, que al parecer no pueden tener hijos (cf. Mt 22:30; Lc 20:34–36).
También, la grandeza del amor de Dios por nosotros se ve demostrada en relación con los ángeles. Aunque muchos ángeles pecaron, ninguno fue salvo. Pedro nos dice que «Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al abismo, metiéndolos en tenebrosas cavernas y reservándolos para el juicio» (2 P 2:4). Judas dice que «a los ángeles que no mantuvieron su posición de autoridad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene perpetuamente encarcelados en oscuridad para el juicio del gran Día» (Jud 6). Y en Hebreos leemos: «Ciertamente, no vino en auxilio de los ángeles sino de los descendientes de Abraham» (Heb 2:16).
Vemos, por consiguiente, que Dios creó dos grupos de criaturas inteligentes y morales. Entre los ángeles, muchos pecaron, pero Dios decidió no redimir a ninguno de ellos. Fue perfectamente justo que Dios lo hiciera, y ningún ángel jamás puede quejarse de que Dios lo trató injustamente.
Ahora, entre el otro grupo de criaturas morales, los seres humanos, también hallamos que un gran número (todos, por cierto) han pecado y se han alejado de Dios. Como con los ángeles que pecaron, Dios podía haber dejado que siguiéramos la senda hacia la condenación eterna que escogimos. Si Dios hubiera decidido no salvar a nadie de toda la raza humana, habría sido perfectamente justo que lo hiciera, y nadie podría quejarse de injusticia de parte de él.
Pero Dios decidió hacer mucho más que solo satisfacer las demandas de la justicia. Decidió salvar a algunos seres humanos pecadores. Si hubiera decidido salvar sólo a cinco seres humanos de toda la raza humana, eso habría sido mucho más que justicia; habría sido una gran demostración de misericordia y gracia. Si hubiera decidido salvar solamente a cien de toda la raza humana, hubiera sido una asombrosa demostración de misericordia y amor. Pero Dios, en verdad, ha escogido hacer mucho más que eso. Ha decidido redimir de la humanidad pecadora a una gran multitud, que nadie puede contar, «de toda raza, lengua, pueblo y nación» (Ap 5:9). Esto es misericordia y amor incalculables, mucho más allá de nuestra comprensión. Todo es favor inmerecido; todo es gracia. El asombroso contraste con la suerte de los ángeles recalca esta verdad en nosotros.
El hecho de que hemos sido salvados de una vida de rebelión contra Dios quiere decir que por toda la eternidad podremos entonar cantos que los ángeles jamás podrán cantar.
Redimido; ¡me encanta proclamarlo!
Redimido por la sangre del Cordero;
Redimido por su misericordia infinita;
Su hijo, para siempre, yo soy.
Este canto, y todos los grandes cantos que proclaman nuestra redención en Cristo, son nuestros solamente. Los ángeles que no cayeron nos ven entonar estos cantos y se regocijan (Lc 15:10), pero nunca podrán hacerlos suyos.
2. Los ángeles nos recuerdan que el mundo invisible es real. Tal como los saduceos del día de Jesús decían que «no hay resurrección, ni ángeles ni espíritus» (Hch 23:8), muchos en nuestros días niegan la realidad de cualquier cosa que no puedan ver. Pero la enseñanza bíblica de la existencia de los ángeles es un constante p 422 recordatorio para nosotros de que hay un mundo invisible que es muy real. Sólo cuando el Señor abrió los ojos del criado de Eliseo a la realidad del mundo invisible el sirviente pudo verla: «Vio que la colina estaba llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo» (2 R 6:17; era un gran ejército de ángeles enviado a Dotán para proteger a Eliseo de los sirios). El salmista, también, muestra que está consciente de un mundo invisible cuando anima a los ángeles: «Alábenlo, todos sus ángeles, alábenlo, todos sus ejércitos» (Sal 148:2). El autor de Hebreos nos recuerda que cuando adoramos entramos a la Jerusalén celestial para reunirnos con «millares y millares de ángeles, a una asamblea gozosa» (Heb 12:22), a quienes no vemos, pero cuya presencia debería llenarnos de sobrecogimiento y gozo. El mundo incrédulo podrá decir que hablar de los ángeles es superstición, pero la Biblia lo hace para darnos percepción de las cosas como realmente son.
3. Los ángeles son ejemplo para nosotros. En su obediencia y en su adoración, los ángeles son ejemplos dignos de que los imitemos. Jesús nos enseña a orar: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo» (Mt 6:10). En el cielo los ángeles cumplen la voluntad de Dios inmediatamente, gozosamente y sin cuestionar. Debemos orar diariamente que nuestra obediencia y la obediencia de otros sean como la de los ángeles en el cielo. Ellos se deleitan en ser humildes siervos de Dios, y cada uno desempeña fiel y gozosamente las tareas asignadas, sean grandes o pequeñas. Nuestro deseo y oración debería ser que nosotros y todos los demás en la tierra hagamos lo mismo.
Los ángeles también sirven como ejemplos para nosotros en su adoración a Dios. Los serafines ante el trono de Dios ven a Dios en su santidad y continuamente exclaman: «Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria» (Is 6:3). Y Juan ve alrededor del trono de Dios un gran ejército de ángeles: «El número de ellos era millares de millares y millones de millones. Cantaban con todas sus fuerzas: «¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!» (Ap 5:11–12). Así como los ángeles hallan sumo gozo en alabar a Dios continuamente, ¿no deberíamos nosotros también deleitarnos cada día en entonar a Dios alabanzas, y tenerlo como el uso más elevado y más digno de nuestro tiempo y nuestro mayor gozo?
4. Los ángeles realizan algunos de los planes de Dios. La Biblia ve a los ángeles como siervos de Dios que realizan algunos de sus planes en esta tierra. Traen mensajes de Dios a las personas (Lc 1:11–19; Hch 8:26; 10:3–8, 22; 27:23–24). Ejecutan algunos castigos que Dios impone, como traer una plaga sobre Israel (2 S 24:16–17), exterminar a los dirigentes del ejército asirio (2 Cr 32:21), matar al rey Herodes porque no dio gloria a Dios (Hch 12:23), o derramar las copas de la ira de Dios sobre la tierra (Ap 16:1). Cuando Cristo vuelva, los ángeles vendrán con él como un gran ejército que acompaña a su Rey y Señor (Mt 16:27; Lc 9:26; 2 Ts 1:7).
Los ángeles también patrullan la tierra como representantes de Dios (Zac 1:10–11) y libran guerra contra las fuerzas demoníacas (Dn 10:13; Ap 12:7–8). Juan, en su visión, vio a un ángel descender del cielo, y anota que el ángel «sujetó al dragón, a aquella serpiente antigua que es el diablo y Satanás, y lo encadenó por mil p 423 años. Lo arrojó al abismo» (Ap 20:1–3). Cuando Cristo vuelva, un arcángel proclamará su venida (1 Ts 4:16; cf. Ap 18:1–2, 21; 19:17–18; et al.).
5. Los ángeles glorifican directamente a Dios. Los ángeles también tienen otra función: sirven directamente a Dios glorificándolo. Por tanto, además de los seres humanos, hay otras criaturas morales e inteligentes que glorifican a Dios en el universo.
Los ángeles glorifican a Dios por lo que Dios es en sí mismo, por su excelencia.
Alaben al Señor, ustedes sus ángeles,
paladines que ejecutan su palabra
y obedecen su mandato (Sal 103:20; cf. 148:2).
Los serafines continuamente alaban a Dios por su santidad (Is 6:2–3), como también los cuatro seres vivientes (Ap 4:8).
Los ángeles también glorifican a Dios por su gran plan de salvación conforme se desenvuelve. Cuando Cristo nació en Belén, una multitud de ángeles alabó a Dios y dijo: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad» (Lc 2:14; cf. Heb 1:6). Jesús nos dice: «Les digo que así mismo se alegra Dios con sus ángeles por un pecador que se arrepiente» (Lc 15:10), lo que indica que los ángeles se regocijan cada vez que alguien se convierte de sus pecados y confía en Cristo como Salvador.
Cuando Pablo proclama el evangelio para que las personas de diverso trasfondo racial, lo mismo judíos que griegos, sean llevadas a la iglesia, ve el sabio plan de Dios para la iglesia exhibido ante los ángeles (y demonios), porque dice que fue llamado a predicar a los gentiles para «que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales» (Ef 3:10). Y Pedro nos dice que «Aun los mismos ángeles anhelan contemplar» (1 P 1:12) las glorias del plan de salvación conforme se realiza en la vida de creyentes individuales cada día.11 Pablo también nota que Cristo fue «visto por los ángeles» (1 Ti 3:16), lo que sugiriere que ellos glorifican a Dios por la vida de obediencia de Cristo. Es más, el hecho de que las mujeres debían vestirse de manera que apropiadamente señale que son mujeres, «a causa de los ángeles» (1 Co 11:10), cuando la iglesia se reunía para adorar, indica que los ángeles presencian la vida de los cristianos y glorifican a Dios por nuestra adoración y obediencia. De hecho, Pablo le recuerda a Timoteo, cuando quiere enfatizar la seriedad de un mandamiento, que desempeñamos nuestras acciones en presencia de testigos angélicos: «Te insto delante de Dios, de Cristo Jesús y de los santos ángeles, a que sigas estas instrucciones sin dejarte llevar de prejuicios ni favoritismos» (1 Ti 5:21; cf. 1 Co 4:9). Si Timoteo sigue las instrucciones de Pablo, los ángeles presenciarán su obediencia y glorificarán a Dios; si deja de obedecer, los ángeles también lo verán y se entristecerán.
D. Nuestra relación con los ángeles
1. Debemos estar concientes de los ángeles en nuestra vida diaria. La Biblia dice claramente que Dios quiere que estemos conscientes de la existencia de los ángeles y de la naturaleza de su actividad. No debemos, por consiguiente, dar por sentado que su enseñanza en cuanto a los ángeles no tiene nada que ver con nuestra vida. Más bien, hay varias maneras en que nuestra vida cristiana será enriquecida si nos percatamos de la existencia y ministerio de los ángeles en el mundo incluso hoy.
Cuando nos presentamos ante Dios en adoración, estamos uniéndonos no solamente con la gran compañía de creyentes que han muerto y han entrado a la presencia de Dios en el cielo, «a los espíritus de los justos que han llegado a la perfección», sino también a una gran multitud de ángeles, «a millares y millares de ángeles, a una asamblea gozosa» (Heb 12:22–23). Aunque ordinariamente no vemos ni oímos evidencia de esta adoración celestial, ciertamente enriquece nuestro sentido de reverencia y gozo en la presencia de Dios si apreciamos el hecho de que los ángeles se unen a nosotros en la adoración a Dios.
Es más, debemos darnos cuenta de que los ángeles están presenciando nuestra obediencia o desobediencia a Dios todo el día. Incluso si pensamos que hacemos nuestros pecados en secreto y no afligen a nadie más, debemos considerar aleccionador el pensamiento de que tal vez incluso cientos de ángeles presencian nuestra desobediencia y se afligen.12 Por otro lado, cuando estamos desalentados y pensamos que nuestra obediencia fiel a Dios no la presencia nadie y no es estímulo para nadie, podemos consolarnos al darnos cuenta de que tal vez cientos de ángeles presencian nuestra lucha solitaria, y diariamente anhelan contemplar la manera en que la gran salvación de Cristo halla expresión en nuestra vida.
Como para hacer más vívida la realidad de la observación de los ángeles de nuestro servicio a Dios, el autor de Hebreos sugiere que los ángeles pueden a veces tomar forma humana, al parecer para hacer «visitas de inspección», algo así como el periodista que es crítico de restaurantes y de incógnito visita un nuevo restaurante. Leemos: «No se olviden de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles» (Heb 13:2; cf. Gn 18:2–5; 19:1–3). Esto debería hacernos más deseosos de ayudar en sus necesidades a otros quienes no conocemos, siempre preguntándonos si algún día llegaremos al cielo y conoceremos al ángel a quien ayudamos cuando se apareció como un ser humano en dificultades aquí en la tierra.
Cuando somos librados repentinamente del peligro o la aflicción, podemos sospechar que Dios ha enviado ángeles para ayudarnos, y debemos estar agradecidos. Un ángel cerró la boca de los leones para que no le hicieran daño a Daniel (Dn 6:22), libró a los apóstoles de la cárcel (Hch 5:19–20), más adelante libró a Pedro de p 425 la cárcel (Hch 12:7–11), y ministró a Jesús en el desierto en un tiempo de gran debilidad, inmediatamente después de que sus tentaciones terminaron (Mt 4:11).13
Cuando un carro hace un viraje repentino para no atropellarnos, cuando repentinamente hallamos pie y eso impide que nos arrastre un río rugiente, cuando caminamos sin sufrir daño por un vecindario peligroso, ¿no deberíamos sospechar que Dios ha enviado a sus ángeles para protegernos? ¿Acaso no promete la Biblia: «Él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna» (Sal 91:11–12)? ¿No deberíamos, por consiguiente, agradecer a Dios por enviar a los ángeles para protegernos en tales momentos? Parece correcto que lo hagamos.
2. Precauciones en cuanto a nuestra relación con los ángeles
a. Cuidado con recibir falsa doctrina de ángeles. La Biblia nos advierte que pudiéramos recibir falsa doctrina de falsos ángeles. «Aun si alguno de nosotros o un ángel del cielo les predicara un evangelio distinto del que les hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición!» (Gá 1:8). Pablo hace esta advertencia porque sabe que hay una posibilidad de engaño. Dice: «Satanás mismo se disfraza de ángel de luz» (2 Co 11:14). De modo similar, el profeta mentiroso que engañó al hombre de Dios en 1 Reyes 13 adujo: «Un ángel, obedeciendo a la palabra del Señor, me dijo: “Llévalo a tu casa para que coma pan y beba agua”» (1 R 13:18). Sin embargo el texto de la Biblia inmediatamente añade en el mismo versículo: «Así lo engañó».
Todas estas son instancias de doctrina o instrucción falsa traída por ángeles. Es interesante que estos ejemplos muestran la clara posibilidad de engaño satánico para tentarnos a desobedecer las claras enseñanzas de la Biblia o los claros mandamientos de Dios (cf. 1 R 13:9). Estas advertencias deberían impedir que un creyente se deje engañar por las afirmaciones de los mormones, por ejemplo, de que un ángel (Moroni) le habló a José Smith y le reveló las bases de la religión mormona. Tal «revelación» es contraria a las enseñanzas de la Biblia en muchos puntos (con respecto a doctrinas tales como la Trinidad, la persona de Cristo, la justificación por la fe sola, y muchas otras), y los cristianos deberían estar advertidos y no aceptar tales afirmaciones.14 El cierre del canon de la Biblia (vea capítulo 3) debería también advertirnos que no habrá revelación adicional de doctrina procedente de Dios, y cualquier afirmación de haber recibido revelación adicional de doctrina de ángeles se debe rechazar de inmediato como falsa.
b. No hay que adorar a los ángeles ni orarles ni buscarlos. «La adoración de ángeles» (Col 2:18) era una de las doctrinas falsas que se estaban enseñando en Colosas. Es más, en el libro de Apocalipsis un ángel le pide a Juan que no lo adore: «¡No, cuidado! Soy un siervo como tú y como tus hermanos que se mantienen fieles al testimonio de Jesús. ¡Adora sólo a Dios!» (Ap 19:10).
Tampoco debemos orar a los ángeles. Debemos orar sólo a Dios, quien es el único omnipotente y por consiguiente capaz de contestar la oración, y el único omnisciente por consiguiente capaz de oír las oraciones de todo su pueblo a la vez. En virtud de su omnipotencia y omnisciencia, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo también son dignos de que se les ore, pero esto no es cierto de ningún otro ser. Pablo nos advierte en contra de pensar que pueda haber otro «mediador» entre nosotros y Dios, «porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Ti 2:5). Si oráramos a los ángeles, eso implícitamente les atribuiría un estatus igual al de Dios, y no lo debemos hacer. No hay ningún ejemplo en la Biblia de alguien que ore a un ángel específico o pida ayuda a los ángeles.
Es más, la Biblia no nos autoriza a que busquemos que los ángeles se nos aparezcan. Estos se manifiestan sin que los busquemos. Buscar tales apariciones sería señal de curiosidad malsana o de un deseo de presenciar algo espectacular, en vez de señal de amor a Dios y devoción a él y su obra. Aunque los ángeles en efecto se aparecieron a personas en diferentes ocasiones en la Biblia, los individuos evidentemente nunca buscaron esas apariciones. Nuestro papel es más bien hablar al Señor, quien es el comandante de todas las fuerzas angélicas. Sin embargo, no parece ser errado pedir que Dios cumpla su promesa del Salmo 91:11 y envíe a sus ángeles para protegernos en tiempos de necesidad.
c. ¿Se aparecen los ángeles a personas hoy? En el período más temprano de la historia de la iglesia, los ángeles estaban activos. Un ángel le dijo a Felipe que fuera al sur, a un camino que iba de Jerusalén a Gaza (Hch 8:26), le instruyó a Cornelio que enviara un mensajero a pedirle a Pedro a que fuera desde Jope (Hch 10:3–6), instó a Pedro a levantarse y salir de la cárcel (Hch 12:6–11), y le prometió a Pablo que nadie del barco se perdería y que él mismo comparecería ante el césar (Hch 27:23–24). Es más, el autor de Hebreos anima a sus lectores, ninguno de los cuales eran apóstoles y ni siquiera primera generación de creyentes asociados con los apóstoles (vea Heb 2:3), que ellos debían continuar mostrando hospitalidad a extraños, al parecer con la expectación de que podrían en algún momento hospedar ángeles sin darse cuenta (Heb 13:2).
No parece haber, por consiguiente, razón contundente para descartar la posibilidad de apariciones angélicas hoy. Algunos disputarían esto en base a que la suficiencia de la Biblia (vea capítulo 8) y el cierre de su canon (vea capítulo 3) descartan la posibilidad de manifestaciones angélicas hoy.15 Dirían que no debemos esperar que Dios se comunique con nosotros por medio de ángeles. Sin embargo, esta conclusión no convence. Aunque los ángeles no añadirían al contenido doctrinal o moral de la Biblia, Dios podría comunicarnos información por medio de ángeles como lo hace mediante la profecía16 o mediante la comunicación ordinaria de parte de otras personas, o mediante nuestra observación del mundo. Si Dios puede enviar a otro ser humano para que nos advierta del peligro o nos anime cuando estamos desalentados, no parece haber razón inherente por la que él no podría ocasionalmente enviar a un ángel para que hiciera esto igualmente.
Sin embargo, debemos usar extrema precaución al recibir orientación de un ángel si tal acontecimiento inusual se presentara. (Tal vez valga la pena notar que muy pocas instancias de tales acontecimientos se registran hoy, y que muchos de estos incluyen la comunicación de doctrina contraria a la Biblia, indicando que en realidad son apariciones de demonios.) El hecho de que los demonios puedan presentarse como ángeles de luz (vea 2 Co 11:14) debe advertirnos de que la aparición de cualquier criatura que parezca un ángel no garantiza que ésta hable la verdad; la Biblia es nuestra guía, y ninguna criatura angélica puede dar enseñanza autorizada que sea contraria a la Biblia (vea Gá 1:8).
Una aparición de ángeles hoy sería inusual. Si alguna (aparentemente) tuviera lugar, debemos evaluarla con cuidado. Pero no hay razón convincente para decir que tal acontecimiento no puede suceder en lo absoluto, particularmente en un tiempo de extremo peligro o intenso conflicto con las fuerzas del mal.
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN PERSONAL
1. ¿Cómo podría afectar este capítulo la manera en que usted piensa en cuanto a los ángeles de aquí en adelante? ¿Qué diferencia haría en su actitud en la adoración si pensara que está en presencia de ángeles cuando usted está cantando alabanzas a Dios?
2. ¿Piensa usted que hay ángeles que le están contemplando ahora mismo? ¿Qué actitud o actitudes piensa usted que tienen al observarlo? ¿Alguna vez ha experimentado un sentido sorprendentemente elevado de gozo después de orar con alguien que recibe a Cristo como Salvador personal? ¿Piensa usted que un aspecto que contribuye a ese gozo pueda ser que los ángeles también se regocijan con usted debido a que un pecador se ha arrepentido (Lc 15:10)?
3. ¿Alguna vez ha experimentado algún rescate milagroso de peligro físico o de otro tipo, y se ha preguntado si los ángeles intervinieron para ayudarle en ese momento?
4. ¿Cómo puede el ejemplo de ángeles que gozosa y fielmente desempeñan sus tareas asignadas, sean grandes o pequeñas, ser de ayuda para usted en las responsabilidades que enfrenta hoy, sea en su trabajo, en su casa o en la iglesia?
5. ¿Cómo piensa usted que se sentirá cuando Dios le pida que juzgue a los ángeles (1 Co 6:3)? Explique lo que ese hecho le dice en cuanto a la grandeza de su humanidad creada a imagen de Dios.
Grudem, Wayne. Teología Sistemática: Una Introducción a La Doctrina Bíblica. Miami, FL: Editorial Vida, 2007.