Sermón sin título (18)

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1. ¿Qué es la historia de la Iglesia y por qué es importante?
Ser cristiano es ser parte de la historia. Y crecer como cristiano es ser un estudioso de la historia.
El cristianismo no es una religión de meditación o de filosofías especulativas, sino una religión de hechos históricos.
Es, entre otras cosas, el mensaje acerca de los acontecimientos que tuvieron lugar en el tiempo y el espacio.
El cristianismo también enseña algunas verdades eternas: la existencia de Dios, sus atributos, la naturaleza de la Trinidad, etc., pero se enfoca en los sucesos históricos de la encarnación, muerte y resurrección de Jesús. Por tanto, el cristiano está personalmente involucrado con la historia.
No obstante, muchas veces tendemos a relegar la importancia de la historia o a atesorarla demasiado por su propio bien.
Así es como Carl Trueman describe las dos tendencias:
«La idolatría de lo nuevo y de lo novedoso, con la [correspondiente] falta de respeto por todo lo que es tradicional; o la nostalgia por el pasado que es básicamente idolatría de lo viejo y lo tradicional. Amabas son desalentadoras: la primera deja a la iglesia como una entidad anárquica que está destinada a reinventar el cristianismo cada domingo, y es propensa a ser subvertida y dominada por cualquier líder o grupo carismático (¡en el sentido no teológico!) que se preocupa por flexionar su músculo; la segunda deja a la iglesia atada al pasado, ya que a sus líderes les interesa escribir ese pasado y, por tanto, no pueden comprometerse críticamente con su propia tradición»[1].
Tal como Dr. Trueman señala, la historia es importante.
Nuestro conocimiento de la historia puede salvar a la iglesia de divisiones y pecados innecesarios; puede también traer aliento y esperanza en tiempos de prueba; puede incluso salvarnos de herejía y/o apostasía. En contraste, ignorar la historia de la comunidad de la fe a través de los siglos invariablemente llevará a la iglesia local a cometer muchos de los mismos errores, fracasos, corrupción y herejías de la iglesia en el pasado.
Existen muchas razones que demuestran el alto valor de conocer la historia y en especial la historia del cristianismo. Aquí presentamos algunas de las más importantes en nuestro contexto actual:
Primero, Dios nos ordena ser estudiantes del pasado. En el Antiguo Testamento, al pueblo de Dios se le recuerda no olvidar la fidelidad de Dios para con ellos en el pasado: su pacto especial con ellos, su liberación de Egipto, la derrota de sus enemigos una y otra vez. Vemos un patrón constante: A los israelitas les iba mejor cuando recordaban la fidelidad de Dios, y vacilaban cuando la olvidaban.
Esta también es la razón por la que el Señor les ordenó edificar monumentos y practicar ceremonias anuales: Él quería que su pueblo recordara lo que había hecho por ellos.
Ya no construimos monumentos, pero algunas de nuestras prácticas en la iglesia local (el bautismo y la Cena del Señor) nos recuerdan la fidelidad y la gracia de Dios. Así que deberíamos desarrollar el hábito de recordar el pasado.

El cristianismo es en esencia una fe histórica

La fe cristiana descansa sobre hechos históricos específicos que poseen valor y trascendencia eterna. A través de los siglos, los críticos del cristianismo han buscado atacar, refutar y negar la realidad histórica (la “historicidad”) de eventos tales como la creación, el llamado de Abram, el reinado de David, y el nacimiento, muerte y resurrección de Jesús. ¿Por qué es tan importante para los no cristianos negar estos eventos? La razón es simple. Si estos eventos son históricamente falsos, entonces el cristianismo también es falso. La Biblia misma nos enseña esta verdad. Considere el siguiente pasaje en relación a la resurrección de Jesús:
Pero si se predica de Cristo que resucitó de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe… y si Cristo no resucitó vuestra ve es vana… Si en esta vida solamente esperamos en Cristo somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres, 1 Corintios 15:12-14, 17, 19.
Es evidente que si la resurrección de Jesús de entre los muertos no es un hecho verdaderamente histórico, entonces el cristianismo es digno de burla y los cristianos dignos de lástima. El mismo razonamiento se puede aplicar a la historicidad de la obra de Dios en la creación del mundo y del ser humano, y otros muchos eventos importantísimos para nuestra fe.

2. Dios nos invita a conocer la historia y aprender de ella

En la Biblia, el olvido es frecuentemente asociado a la apostasía. El pueblo de Dios es constantemente alentado a recordar el pasado y reconocer la obra de Dios en la historia y su fidelidad para cumplir sus juicios y promesas a través de los siglos. Considere la importancia de la historia en uno de los pasajes más importantes de la Ley y del Antiguo Testamento. Al leer esta porción de Deuteronomio 6, pregúntese a si mismo, ¿es posible cumplir esta exhortación sin conocer el pasado del pueblo de Dios?:
Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros… Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes… Cuando Jehová tu Dios te haya introducido a la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac, y Jacob que te daría… cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre, Deuteronomio 6:1-12.
De pasajes como este, es evidente que no es posible vivir en buena relación con Dios en el presente cuando se ignora la obra de Dios en el pasado. Es la historia de los actos de Dios la que informa nuestra fe y nuestro comportamiento en el presente. La obra de Dios en la historia no terminó con la muerte de los apóstoles en el primer siglo. Dios es el mismo, ayer, hoy y por los siglos. Tal como él obraba en los tiempos bíblicos, nuestro Dios soberano ha seguido obrando por medio de su Espíritu en la iglesia por casi 2000 años. Ignorar la historia es ignorar la obra de Dios y la fidelidad constante de sus juicios, sus promesas, su gracia y su misericordia.

3. Conocer la historia de la iglesia corrige nuestra presunción sobre el presente

Un teólogo dijo en alguna ocasión que algunos evangélicos bien pudieran definir la “historia de la iglesia” como “el estudio de cómo todo mundo malinterpretó la Biblia hasta que llegamos nosotros”. Tendemos a ser muy optimistas respecto a nuestra condición presente cuando la comparamos con el pasado. Frecuentemente vemos al pasado como “primitivo”. El estudio de la historia de la iglesia es un fuerte antídoto contra esta arrogancia contemporánea. Nos permitirá descubrir la deuda tan grande que tenemos a tantos y tantos pastores, teólogos y santos del pasado quienes hicieron posible que la fe cristiana fuera preservada fiel y llegara hasta nosotros para concedernos salvación en Jesucristo. No es posible admirar correctamente nuestra condición presente si no conocemos la forma en que ha sido influenciada y determinada por el pasado.

4. El estudio de la historia nos preserva de divisiones y herejías

Los historiadores Bradley y Muller realizan la siguiente afirmación en su libro (p.62) sobre metodología histórica:
“La iglesia moderna, usualmente a causa de su ignorancia de los padres de la iglesia, ha tendido a duplicar en su teología muchos de los errores y problemas de los primeros cinco siglos del pensamiento Cristiano”.
Esta afirmación nos recuerda el famoso dicho popular que afirma que “aquél que no conoce la historia está condenado a repetirla”. Estudiar la historia de la iglesia hace evidente que muchas iglesias en el tiempo presente sufren de la misma decadencia en su fe y práctica experimentada por otras iglesias cristianas en el pasado. En muchos de los casos, estas iglesias ignoran que la solución a sus problemas se resolvió hace muchos siglos. El estudio de la historia nos ayudará a evitar, o al menos resolver, muchos de nuestros problemas. Pero lo que es más importante, nos ayudará a evitar la apostasía y la herejía.

5. El estudio de la historia nos ayuda a entender mejor al ser humano

El Dr. John Hannah, profesor de historia y teología histórica del Seminario Teológico de Dallas suele decir:
“Si algo he aprendido de la historia de la historia de la iglesia es que gente muy buena hace cosas muy malas por muy buenas razones y que gente muy mala hace cosas muy buenas por muy malas razones”.
Esta afirmación pudiera parecer cómica, pero ilustra en breves palabras la extraña y compleja realidad del ser humano en su grandeza y su miseria. La historia eclesiástica, al igual que la iglesia universal, esta llena de héroes y villanos. De mujeres admirables lo mismo que otras sagaces y crueles. Al estudiar la historia adquirimos una nueva habilidad para separar el mito de la realidad y aprendemos a valorar la obra de Dios y su poder para utilizar a personas pecadoras. En la historia encontramos exhortación y aliento; esperanza y advertencias. En ella descubrimos a Dios obrando por medio de un grupo de personas imperfectas pero redimidas y transformadas por gracia.
Existen muchas otras razones para explorar la historia de la iglesia: la forma en que el estudio de la historia puede ayudarnos a evitar las divisiones en la iglesia, a preservar una teología sana, a perseverar en la fe, a comprender el abundante legado histórico que posee nuestra práctica cristiana, a tener una fe balanceada y libre de extremismos, etc. En conclusión, podemos decir que existen suficientes razones que juntas construyen un caso convincente a favor del estudio de la historia de la iglesia, y eso estaremos haciendo en las próximas semanas.
Segundo, por el evangelio de Jesucristo, hemos sido adoptados en una familia que abarca razas, culturas, fronteras e incluso el tiempo. Por tanto, es provechoso para nosotros refrescar nuestra historia familiar. La historia de la iglesia debería proporcionarnos numerosos ejemplos de nuestros hermanos y hermanas de distintos ámbitos de la vida, y de una variedad de contextos que trabajaron para llevar su fe al mundo en el que viven.
Tercero, Eclesiastés nos recuerda: «Nada hay nuevo debajo del sol» (Ec. 1:9). Indudablemente, como veremos en este seminario, muchos de esos desacuerdos y herejías se repetirán. Es posible que en momentos diferentes y de distintas maneras, pero el estudioso de la historia está mejor preparado para abordar estos problemas y brindar respuestas claras.
Finalmente, la historia debería hacernos humildes, debería alentarnos y equiparnos para la evangelización. No existimos en una burbuja de nuestra circunstancia actual, podemos aprender grandes cosas al recordar el pasado. Podemos ser animados por la audacia y el sacrificio de nuestros hermanos y hermanas que ya no están. Sus ejemplos nos sirven como recordatorios del evangelio.
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