La visita de los sabios de oriente

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Adorar a Jesús es entregarle lo mejor de nosotros, estar dispuestos a renunciar a nuestra comodidad, y seguirle a pesar de las dificultades que encontremos en el camino, confiando que Dios mismo tiene el control de la historia.

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Adorar a Jesús es entregarle lo mejor de nosotros, estar dispuestos a renunciar a nuestra comodidad, y seguirle a pesar de las dificultades que encontremos en el camino, confiando que Dios mismo tiene el control de la historia.

El Camino de los Magos: Adoración, Renuncia y Confianza en Jesús

Introducción

Adoración es una palabra que usamos mucho en la vida cristiana, aunque a veces puede ser que no entendemos del todo lo que en realidad significa adorar.
Puede ser que a veces, muchos cristianos entienden equivocadamente que adorar es solamente el hecho de cantar a Dios, a veces incluso se piensa que adoración es un tipo específico de música. A veces se puede relacionar adoración con solamente la liturgia en el culto o algún acto religioso. Pero, ¿Qué significa en verdad adoración?
En el idioma griego, adoración significa literalmente postrarse ante alguien, y este hecho simbólico de postrarse ante alguna persona significaba reconocer que esta persona es superior y que es digno de servirle y entregarle todo. Por eso es que era la costumbre postrarse ante los reyes y los emperadores, como una señal de sometimiento y de entrega.
Por eso, cuando decimos que tenemos que adorar a Dios, no significa solamente que con el hecho de postrarnos a arrodillarnos ya le estemos adorando a Dios, significa que reconocemos que él es digno de entregarle toda nuestra vida, es decir reconocemos que Jesús es el Señor.
Vamos a leer un texto que nos muestra claramente la realidad de la adoración a Dios:
Mateo 2:1–12 NVI
Después de que Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente. —¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos?—preguntaron—. Vimos levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo. Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalén con él. Así que convocó de entre el pueblo a todos los jefes de los sacerdotes y maestros de la ley, y les preguntó dónde había de nacer el Cristo. —En Belén de Judea—le respondieron—, porque esto es lo que ha escrito el profeta: »“Pero tú, Belén, en la tierra de Judá, de ninguna manera eres la menor entre los principales de Judá; porque de ti saldrá un príncipe que será el pastor de mi pueblo Israel.” Luego Herodes llamó en secreto a los sabios y se enteró por ellos del tiempo exacto en que había aparecido la estrella. Los envió a Belén y les dijo: —Vayan e infórmense bien de ese niño y, tan pronto como lo encuentren, avísenme para que yo también vaya y lo adore. Después de oír al rey, siguieron su camino, y sucedió que la estrella que habían visto levantarse iba delante de ellos hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de alegría. Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra. Entonces, advertidos en sueños de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

1.- Adorar a Jesús es reconocerlo como el Señor

El texto comienza recordándonos que Jesús nació en Belén de Judea, esto de por si ya es relevante porque las profecías bíblicas apuntaban a que Jesús nacería en Belén que era la ciudad del rey David, y el Mesías iba a ser un rey descendiente del rey David. Jesús cumple esas profecías.
Esto se pudieron dar cuenta, de una manera interesante, personas que no eran parte del pueblo de Israel, unos magos de Oriente. Recordemos que la palabra magos en ese tiempo no tenía el mismo sentido que hoy tiene, sino más bien eran personas sabias, probablemente consejeros de los reyes, expertos en ciencias, y en astrología.
Estos sabios de Oriente guiados por una estrella llegan a Belén a conocer al que iba a nacer Rey de los Judíos. Estos extranjeros entendieron algo que ni los propios judíos habían comprendido. Pero esta es la verdad. Jesús es el Rey, no solo de los judíos, sino el Rey de toda la humanidad, por eso es que aun los extranjeros llegaron para adorarlo.
Entonces, la adoración a Jesús comienza reconociendo que él es el Rey, en otras palabras, que Jesús es el Señor. Decir Señor, en aquel contexto era mucho más que lo que hoy suele significar. Señor es aquel que tiene autoridad, que tiene poder, es aquel a quien se le debe obediencia. Por eso, el emperador de Roma se hacía llamar Señor.
Es por eso que la declaración “Jesús es el Señor” para los cristianos significaba algo más profundo que lo que para nosotros puede significar, ya que para ellos decir “Jesús es el Señor” les podía costar la vida, recordemos que en el imperio Romano Cesar era el señor, es decir, el emperador era el Señor y los cristianos estaban poniendo en duda el señorío del emperador.
Pensemos entonces en la declaración de Pablo en Romanos 10:9-10
Romanos 10:9–10 NVI
que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo.
Entonces, adorar a Jesús comienza con reconocer que él es el único digno de adoración, reconocer que él es el Señor, es decir, postrarnos ante él, reconociendo que le debemos obediencia y lealtad absoluta.

2.- Adorar a Jesús es renunciar a nuestra comodidad

3.- Adorar a Jesús es entregarle lo mejor de nosotros
Conclusión
San Mateo 5. Sabios gentiles guiados a la presencia del niño (2:1–2)

Que El dispusiese de tal medio para guiar a aquellos sabios gentiles es indicación de cómo la salvación ofrecida por Jesús se extendería a todo el mundo gentil; y no sólo a humildes pastores, sino también a sabios y poderosos

“Cuando Jesús nació, Herodes se sintió amenazado, ya que la presencia de Jesús siempre pone en riesgo nuestra comodidad, nos convierte en siervos en lugar de reyes.”
Comentario Al Nuevo Testamento EL REY ASTUTO (Mateo 2:3–9)

La persona cuyo único deseo es hacer lo que le venga en gana no necesita para nada a Jesucristo. El cristiano es el que ha dejado de hacer lo que quiere para dedicar su vida a hacer lo que Cristo quiere

Comentario Al Nuevo Testamento REGALOS PARA CRISTO (Mateo 2:9–12)

El oro para un rey, el incienso para un sacerdote, la mirra para uno que había de morir —estos fueron los regalos de los sabios que, aun a los pies de la cuna de Cristo, predecían que había de ser el verdadero Rey, el perfecto Sumo Sacerdote y, por último, el supremo Salvador de los hombres.

Más aún, dentro de la historia del nacimiento de Jesús, la presencia de los sabios encaja perfectamente en el propósito del evangelista de mostrar que los gentiles fueron más rápidos para entender lo que estaba ocurriendo; mucho más que los habitantes de Jerusalén, el rey Herodes, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley.

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