Sermón sin título (6)

dones espirituales  •  Sermon  •  Submitted   •  Presented
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Al parecer el Nuevo Testamento ignora totalmente el uso de los dones para beneficio individual; siempre son para beneficio de los demás. No se enfatiza abiertamente los dones como requisito a la hora de escoger personas para ocupar un cargo, un puesto, o para cumplir con un deber o un servicio. Los requisitos para escoger un pastor o un diácono por ejemplo, tienen que ver con los rasgos del carácter, y apenas deben tener en cuenta los dones espirituales. Sin embargo en la actualidad a menudo sucede que se tienen en cuenta los dones como lo primero para elegir a alguien para ocupar un puesto importante o prominente. Los dones tampoco han sido diseñados para hacernos más espirituales. La iglesia de Corinto era la que aparentemente poseía más dones (1 Co. 1:7), sin embargo era la menos espiritual.

Los dones deben ejercerse en la iglesia local

Un don espiritual debe ejercerse en el contexto del ministerio y alcance de la iglesia local. Como las iglesias locales constituyen la única expresión legítima, visible y organizada de la Iglesia Universal, la función y ejercicio de los dones espirituales debe estar en esa esfera. Aunque el cuerpo en su perspectiva más amplia (o sea, fuera de nuestra iglesia local) puede beneficiarse de los dones, el ejercicio de los dones espirituales, como en todos los empeños espirituales, debe estar bajo la salvaguarda de la iglesia local. Esto se demuestra en varios contextos. En primer lugar, Pablo calificó a la asamblea local de “…iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Ti. 3:15). Esta es una referencia a la iglesia local y se puede analizar desde dos perspectivas. En primer lugar, la primera epístola a Timoteo forma parte de las llamadas epístolas pastorales, un corpus de tres cartas que en su conjunto forman una especie de manual para la estructura y el sistema de gobierno de la iglesia local. En segundo lugar, el propósito de Pablo al escribir esta epístola (3:14), al menos el propósito del capítulo tres, tiene que ver con los requisitos de los pastores y diáconos de la iglesia local (3:1–13). En 1 Timoteo 3:15 Pablo argumenta que a la institución de la iglesia local se le ha encomendado el destino de la verdad revelada, y brinda parte de éste en una especie de confesión de fe resumida en 3:16. Debido a la primacía y también a las enormes responsabilidades de la iglesia local como institución, los pastores y diáconos debían cumplir con elevados estándares que Pablo describe detalladamente en este capítulo.

En otro contexto, 1 Corintios 12 y 14, el pasaje insignia del Nuevo Testamento en lo que respecta a dones espirituales, Pablo enfatiza enérgicamente en la iglesia local como sede del ejercicio de los dones del Espíritu. Él comienza a enumerar los dones diciendo que “En la iglesia Dios ha puesto, en primer lugar, apóstoles” (1 Co. 12:28). 1 Corintios 14 contiene un enorme volumen de información que explica que los dones están sujetos a la asamblea local, su servicio y su misión. La superioridad de las profecías se debe al hecho de que “el que profetiza, edifica a la iglesia” (v. 4). El que profetiza es mayor que el que habla en lenguas, a menos que el que hable en lenguas las interprete, “para que la iglesia reciba edificación” (v. 5). “Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia” (v. 12). “…pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento” (v. 19). “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas” (v. 23). “…pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos” (v. 33). “…porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación” (v. 35).

En tercer lugar, en Efesios 4 el ministerio de hombres dotados que Dios le dio a la iglesia, debía funcionar “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”. Esto ocurría obviamente en el contexto de la asamblea local donde estos individuos debían poner en práctica sus capacidades y deberes como pastores, maestros, profetas y evangelistas (v. 12).

Los propósitos de los dones espirituales dados a la iglesia institucional (local) son diversos, aunque parece existir cierto nivel de coincidencia entre algunos de ellos.

Establecimiento de iglesias locales

A la hora de comenzar una asamblea local los evangelistas, profetas, pastores y maestros eran muy útiles. Los dones de revelación estaban diseñados también para el establecimiento de iglesias locales antes de que el Nuevo Testamento estuviese completo. Al no contar con un corpus de eclesiología escrito, las primeras asambleas se instruían a través de la revelación inmediata. Esto era necesario sobre todo en lo tocante a los temas de verdades eclesiales distintivas. Como la iglesia era una institución nueva y sin precedentes, estos temas no podían hallarse en el canon del Antiguo Testamento.

Para el bien común

Pablo apunta que cada creyente en la era de la iglesia ha sido dotado para el beneficio de todos. Sus palabras son, “Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común” (1 Co. 12:7, LBLA). Este término tan amplio podría incluir en su totalidad el propósito de los dones.

Edificación de la iglesia

La edificación mutua, la madurez y el crecimiento espiritual de los creyentes deben estar en el contexto de una asamblea local saludable y vibrante. Solo la iglesia local puede hacer un discípulo completo, al efectuar la ordenanza del bautismo en nombre del Dios trino, y al instruir al discípulo en los mandatos de Cristo, los cuales incluyen realmente todas los aspectos de la experiencia cristiana (Mt. 28:18–20). Pablo enfatiza constantemente la edificación como meta consciente en el ejercicio de los dones (1 Co. 14:3–4 [2 veces], 5, 12, 17, 26; Ef. 4:12, 16).

La obra del ministerio

Los dones de Efesios 4:7–13 (los cuales, por extensión legítima, deben ser con certeza indicios de los demás dones y aplicables a éstos) deben “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio” (v. 12). Esto por lo general se comprende como un enfoque de dos o tres aspectos en el ministerio, en el cual (1) las personas dotadas perfeccionan a los santos, quienes a su vez trabajan sirviendo y edificando, o (y preferiblemente) (2) los hermanos dotados participan en el servicio y la edificación.

Testimonio

El propósito del autor de Hebreos era hacer que los judíos que se habían convertido al cristianismo comprendiesen totalmente la dispensación de la gracia y la obra acabada de Jesucristo en la cruz. En otras palabras, el objetivo era alejar a estos hebreos convertidos al cristianismo de la dispensación de la ley mosaica con todos sus personajes principales y protocolos levíticos, mostrándoles la superioridad y finalidad de la revelación de Dios en Jesús de Nazaret (He. 1:1–2). Para lograr este objetivo, valiéndose de una severa advertencia, el autor comenta desde el comienzo sobre la designación divina del Cristo y sobre el nuevo mensaje dispensacional y sus mensajeros:

Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad (He. 2:1–4).

Este propósito en particular, en lo que respecta a los dones, se aplicaba sobre todo al don de las señales milagrosas. Estos dones acreditaban tanto al mensajero como a su mensaje de verdad. Pero la pregunta era, ¿qué verdad se estaba acreditando?

En la iglesia primitiva existían dos verdades fundamentales que había que validar: (1) la verdad del reino y (2) la verdad de la iglesia. Algunos milagros, a pesar de haber ocurrido en los tiempos de la iglesia, guardaban mayor relación con la verdad del reino. Según Hebreos 6:5, los milagros en la iglesia cristiana primitiva eran “poderes del siglo venidero”. Otros milagros estaban claramente vinculados con la iglesia y sirvieron para validar el nuevo mensaje dispensacional de gracia, incluyendo las verdades relacionadas con la ekklesia del Nuevo Testamento. El pasaje de 2 Corintios 12:12 es muy claro al respecto: “las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros” (ver también Hch. 11:15–18 —cuando se repartieron lenguas en casa de Cornelio quedó demostrado que los gentiles eran igualmente partícipes de la nueva verdad eclesial. “El mismo don” (v. 17) puede aquí entenderse como el don de lenguas o como el don del Espíritu escatológico que fue validado por el don de lenguas).

Permanencia

Existe diferencia de opiniones acerca de la permanencia de los dones. Packer, un teólogo no pentecostal y reformado, probablemente habló en nombre de muchos cuando escribió, “Aunque la teología carismática, con sus características habituales, no es viable, la experiencia carismática podría y debería justificarse desde el punto de vista teológico, y ser aceptada sobre esa base como algo que proviene de Dios, y por ende como algo valioso”.34 Pero su explicación no parece ser teológica sino más bien una explicación basada en la amistad y en el pietismo religioso. Si la teología carismática no es viable, ¿sobre qué base puede entonces la experiencia carismática provenir de Dios y ser por tanto valiosa? ¿O es que acaso la experiencia no debe aceptar a la teología?

Parece ser cierto que algunos de los dones espirituales fueron de naturaleza temporal y algunos fueron permanentes (1 Co. 13:8). ¿Cuáles fueron permanentes y cuáles temporales? No es nuestro objetivo aquí delinear los dones específicos en cada caso, sino más bien exponer el criterio que parece haberlos diferenciado.

El principio que determinó cuáles dones permanecían en la iglesia y cuáles cesaban es el principio del milagro. Los dones de señales o de validación eran especialmente milagrosos por causa de sus propios propósitos. (En Hebreos 2:4, para designar el término “don” se empleaba el vocablo dunamesin― es decir, hechos poderosos, obras de poder. Éstas se consideran como parte de los milagros, señales y prodigios). Los dones que eran de naturaleza milagrosa no fueron permanentes porque sirvieron de base para la iglesia. Una vez que los apóstoles y los profetas hubieron establecido los cimientos de la nueva dispensación (Ef. 2:20), ya no había necesidad de esos dones específicos. Los dones básicos fueron en esencia aquellos de naturaleza reveladora y los que tenían que ver con las señales. Una vez que se llevó a cabo la transición de la Ley hacia la Gracia y se completaron los escritos del Nuevo Testamento, los dones milagrosos cesaron.

En ese sentido, Thomas Edgar nos brinda perspectivas muy útiles.Él apunta que los milagros se realizaron, con pocas excepciones, por parte de los apóstoles y no por la iglesia como un todo (p.ej. Hch. 2:43; 5:12). Él brinda dos evidencias para apoyar su afirmación. (1) Evidencia bíblica general: En el Antiguo Testamento Moisés y algunos de los profetas hicieron milagros, pero no se esperaba que los israelitas en general los hicieran, ni tampoco los milagros continuaron ocurriendo a lo largo de la historia de Israel. (2) Evidencia específica: En primer lugar, la palabra “apóstol” significa representante, y éste era un don milagroso (2 Co. 12:12). Los únicos apóstoles del Nuevo Testamento fueron los Doce, Pablo, y tal vez Bernabé y Santiago. Desde entonces no ha habido más apóstoles. En segundo lugar, los estándares para convertirse en apóstol excluían la continuación del don. Además, para ser apóstol era necesario haber visto al Señor resucitado. Pablo dice que él fue el último en verle (1 Co. 15:8). En tercer lugar, los apóstoles y profetas eran cimientos de la iglesia (Ef. 2:20); eran necesarios en los inicios de la iglesia. Por ende sus milagros también eran solamente para esos primeros tiempos (ver Stg. 5:14, donde Santiago habla sobre la necesidad de llamar a los ancianos de la iglesia y no a alguien con poderes para hacer milagros, como un apóstol por ejemplo).

¿Cómo Determinar Nuestros Dones?

Resulta importante percatarse de que en el Nuevo Testamento no existe ningún mandamiento a descubrir nuestro don o dones. El mandamiento es a ejercerlos. Aun así persiste una interrogante, ¿cómo puede alguien determinar su don o sus dones? Sobre este tema abundan los seminarios y los consejos prácticos. Pero parece como si estuviésemos perdiendo la mayor parte de nuestra energía de forma inútil e insensata en este sentido. La Biblia no proporciona ninguna explicación para determinar de forma específica cuál es el don de cada cual. Hay que reiterar que los dones no constituían un criterio lógico para la selección de pastores, diáconos u obreros cristianos en el Nuevo Testamento, aunque algunos de los requisitos para el ministerio están incluidos en la amplia esfera de algunos de los dones (1 Ti. 3; Tit. 1). Pero el requisito primordial era el carácter moral de la persona.

El Nuevo Testamento parece indicar que como mismo los dones han sido soberanamente otorgados por Dios, él también, de forma soberana aunque providencial, los traerá a la luz en cada persona. Es el deber de cada creyente obedecer a los mandatos y la dirección de todo el consejo de Dios como indica esta dispensación. De esa manera, el creyente será un cristiano lleno del Espíritu, exhibirá el fruto del Espíritu y se involucrará con devoción en el servicio cristiano de su iglesia local. Al hacerlo, Dios se encargará de hacer aflorar sus capacidades o dones especiales, y el Señor también hará que otros creyentes llenos del Espíritu las reconozcan. Luego, a medida que el creyente madura en su experiencia cristiana, surgirán de forma providencial otras oportunidades de ejercer sus dones de forma más amplia y responsable.

Por supuesto, esto no quiere decir que un creyente nunca sepa cuál es su don, pero sí indica que siempre le será difícil reconocer de forma infalible todas las variantes de sus dones. Un creyente no puede asegurar dogmáticamente poseer un don determinado y luego exigir a una iglesia local que le facilite un cargo o le dé un espacio para ejercer ese don específico. Tampoco las iglesias están obligadas a facilitar un espacio abierto o algún tipo de atmósfera informal para que cada creyente pueda ejercitar sus dones en la manera en la que se sienta guiado por el Espíritu. (Este es uno de los errores que el movimiento “body life” (“vida en el cuerpo de Cristo”) cometió en el sistema de gobierno y conducta de sus iglesias locales). El Nuevo Testamento no menciona nada de esto.

Los dones surgen de forma providencial por diseño de Dios. Él, en su infinita sabiduría soberana, hace que se den las circunstancias adecuadas acorde con las capacidades mismas, las necesidades de la iglesia local y la madurez de los creyentes.

Capítulo 26

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