El arma de la oración

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Cuando pensamos en armas o preparación para momentos de hostilidad, pensamos en disparos, chalecos, escudos.
Pero no pensamos en disciplinas espirituales.
La Palabra rompe con ese antecedente culminando su lista de armas espirituales con la oración.
Además de
La verdad
La justicia
La preparación para compartir el evangelio de la paz
La fe
La salvación
La Palabra
La oración
Estas tienen que ser nuestras almas.
Efesios 6:18–20 RVR60
18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio,20 por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.
Efesios 6:18–20 NVI
18 Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos. 19 Oren también por mí para que, cuando hable, Dios me dé las palabras para dar a conocer con valor el misterio del evangelio, 20 por el cual soy embajador en cadenas. Oren para que lo proclame valerosamente, como debo hacerlo.
Efesios 6:18–20 NTV
18 Oren en el Espíritu en todo momento y en toda ocasión. Manténganse alerta y sean persistentes en sus oraciones por todos los creyentes en todas partes. 19 Y oren también por mí. Pídanle a Dios que me dé las palabras adecuadas para poder explicar con valor su misterioso plan: que la Buena Noticia es para judíos y gentiles por igual. 20 Ahora estoy encadenado, pero sigo predicando este mensaje como embajador de Dios. Así que pidan en oración que yo siga hablando de él con valentía, como debo hacerlo.
Efesios 6:18–20 NBLA
18 Con toda oración y súplica oren en todo tiempo en el Espíritu, y así, velen con toda perseverancia y súplica por todos los santos. 19 Oren también por mí, para que me sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer sin temor el misterio del evangelio, 20 por el cual soy embajador en cadenas; que al proclamarlo hable sin temor, como debo hablar.
Orando

I. Orando en todo tiempo

¿Cuándo oramos?
Dependiendo de cuál haya sido nuestra formación espiritual (o si no la tenemos) los cristianos podemos tender a orar en determinados momentos:
Como una costumbre, como cuando oramos para dar gracias por los alimentos, o elevando siempre “la misma” oración matutina o nocturna.
Cuando queremos algo y no nos resulta fácil conseguirlo. Sí, podemos orar egoístamente, cuando “queremos” determinada cosa. Tenemos que entender que Dios no es el genio de la lámpara ni Santa Claus. Dios no está a nuestra disposición por medio de la oración para atender nuestros deseos o caprichos.
Cuando estamos en problemas. Es entonces que no dejamos de expresar el “¡Ayúdame, Señor!”, porque sabemos que Dios nos ama. Lo injusto es que a veces, cuando ya hemos pasado el mal momento o hemos superado el problema que nos agobiaba, nuestra tendencia a la oración disminuye o hasta se extingue.
La enseñanza bíblica, y la aplicación y utilización del arma espiritual que Dios nos provee, implica que oremos siempre, en todo tiempo, pase lo que pase. La oración tiene que ser un recurso y una costumbre constante en nuestras vidas.
1 Tesalonicenses 5:16–18 RVR60
16 Estad siempre gozosos.17 Orad sin cesar.18 Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.
Estas cosas tienen que acompañarnos siempre, no ser una reacción o una actividad reservada para ciertos momentos de la vida.
¿Oras a Dios siempre? Eso implica que estés bien o mal, que tengas o no tengas, que estés ocupado o descansando.

II. Orando con toda oración y súplica

¿Cómo tienen que ser nuestras oraciones? ¿Existen diferentes maneras de orar?
Sí, existen. Los que oramos con frecuencia y tenemos la costumbre de orar siempre podemos reconocer que nuestro estado emocional muchas veces determina la manera en que oramos.
Podemos orar cantando, soltando nuestra alabanza delante de Dios.
Podemos gozarnos y reír mientras oramos, con el deleite de estar delante de nuestro Padre celestial.
Podemos llorar mientras le hablamos a Dios de nuestros problemas, nuestras tristezas y nuestras cargas más pesadas.
Podemos estar de pie, sentados, de rodillas, postrados. Podemos orar caminando, conduciendo, acostados, a los gritos o en silencio.
Tal vez podríamos hacer una lista de los “diferentes tipos” de oraciones que elevamos a Dios. Eso no es lo más importante. Lo realmente importante es que oremos. Siempre es tiempo de orar. La oración jamás es inoportuna. Dios quiere encontrarse con nosotros y que le presentemos nuestras vidas sea como sea que estemos.

III. Orando en el Espíritu

¿Qué tiene que ver el Espíritu Santo con nuestra vida de oración?
El Espíritu Santo está en la vida de toda persona que ha recibido a Jesús como su Salvador y el Señor de su vida. Es la influencia que nos conduce a ser transformados para parecernos cada vez más a nuestro Señor.
Una de las áreas afectadas por el Espíritu Santo es nuestra oración.
¿Sabías que la oración no es solamente la expresión de nuestras palabras, deseos, opiniones, pedidos delante de Dios?
Cuando empezamos a orar, tenemos que dejar que el Espíritu de Dios intervenga, que participe en nuestro diálogo con nuestro Padre. En medio de la oración vamos a percibir que podemos llegar a decirle a Dios lo que no habíamos planificado, que nuestras emociones se verán involucradas de maneras que no provocamos. Podemos llegar a sorprendernos y decir: “¿Por qué dije esto?”.
¿Puede ser que hable en lenguas? Sí, puede ser. Pero esa no es la única manera en que el Espíritu de Dios puede participar en nuestras oraciones. A veces podemos sentir un impulso a orar de determinada manera, o a pedir algo que originalmente no habíamos considerado.
Recuerda que la oración es un encuentro con Dios, el Creador, el Todopoderoso, y es, por tanto, el momento más especial de nuestro día.
1 Tesalonicenses 5:19 RVR60
19 No apaguéis al Espíritu.
Romanos 8:26–27 RVR60
26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27 Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.

IV. Orando y velando en ello con toda perseverancia

Hay algo en lo que todos nos podemos parecer: somos impacientes. Queremos las soluciones y las queremos ahora. No queremos esperar.
Cuando aplicamos esto a nuestra vida de oración, quisiéramos que funcionara en modo “Express”.
La oración implica perseverancia y paciencia (fruto del Espíritu).
Lucas 18:1–8 RVR60
1 También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, 2 diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. 3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. 4 Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, 5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. 6 Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. 7 ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? 8 Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
Dios quiere responderte cuando vienes ante Él de día y de noche. No se tardará en responderte. Su respuesta llegará en el momento justo, y tienes que confiar.

V. Orando con súplicas por todos los santos

A veces, cuando pensamos en la oración, pensamos en nosotros mismos o nuestra familia. Nuestros motivos más frecuentes de oración son nuestros afectos, los más cercanos a nuestro corazón.
Pero tenemos que ir más allá.
Tenemos que cultivar la disciplina de la intercesión.
Somos llamados a orar unos por los otros.
¿Necesitan los demás de tu oración?
Esto se aplica particularmente a nuestra familia espiritual. Tenemos que orar unos por los otros, apoyarnos, sostenernos en intercesión delante de Dios. Todos enfrentamos circunstancias difíciles y oposición espiritual del mundo que nos rodea. ¡Seamos solidarios! ¡Funcionemos como el equipo que Dios quiere que seamos!
¿Nos damos cuenta de cuán importante es conocernos, acercarnos, relacionarnos, comunicarnos?
Sí, estas personas a tu alrededor no son solamente “gente que va a la misma iglesia que yo”. Son tu familia, y al bendecirles te bendecirás a ti mismo.
Santiago 5:14–16 RVR60
14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. 16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.
Tú necesitas de la intercesión de otros. Dios te escucha, sí, pero ha querido que nos apoyemos en oración también.
Mateo 18:18–20 RVR60
18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Observa que el propio apóstol Pablo termina su carta pidiendo oración. Si Pablo tuvo un ministerio fructífero y vibrante fue porque contaba con un ejército de intercesores que oraban por él.
Efesios 6:19–20 RVR60
19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio,20 por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.
Ora por tu iglesia, ora por el ministerio, ora para que las necesidades de otros sean cubiertas.
Intercede.
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