1 Juan 3: 4-10 | Incompatibilidad del cristiano con el pecado

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1 Juan 3:4–10 RVR60
4 Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. 5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. 6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. 7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. 8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. 9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.
La meta permanente de esta epístola es mostrar las pruebas por las cuales la afirmación que una persona hace de la salvación puede ser verificada o rechazada.
Mateo 7:20–21 RVR60
20 Así que, por sus frutos los conoceréis. 21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Juan y todos los escritores del Nuevo Testamento enseñaron que a menos que una persona crea y practique tales verdades, no es salva, afirme lo que afirme.
La mala teología condena, y el mal comportamiento revela mala teología. - John MacArthur
El punto de vista correcto de las referencias del apóstol en cuanto a que los creyentes no pecan se deriva de una precisa comprensión de los tiempos verbales griegos. En este pasaje todos los verbos relacionados con el pecado están en tiempo presente, lo que indica una acción continua y habitual.
En otras palabras, Juan no está -refiriéndose a actos ocasionales de pecado, sino a patrones establecidos y -continuos de conducta pecaminosa. Los creyentes a veces pecan (Ro. 7:14-25), incluso de manera voluntaria, pero no pecan ni pecarán de forma habitual y persistente, ni como estilo de vida (cp. Ro. 6:4-14; Gá. 5:24; Ef. 2:10).
3 Razones por las que no practicamos el pecado
Es incompatible con la ley de Dios (v. 4)
Es incompatible con la obra de Cristo (v. 5-8)
Es incompatible con el ministerio del Espíritu Santo (v. 9-10)

1. Es incompatible con la ley de Dios (v. 4)

1 Juan 3:4 RVR60
4 Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.
Dos definiciones bíblicas más importantes de pecado son: “Errar el blanco” (hamartia), y “sin justicia” (adikia).
En este versículo Juan equipara explícitamente al pecado con una actitud de anarquía y rebelión contra Dios (Ro. 8:7; cp. Jn. 3:20; 2 Co. 4:4; Ef. 4:18; Col. 1:21)
Todo aquel que habitualmente comete pecado, infringe también la ley.
El corazón verdaderamente arrepentido resuelve obedecer la ley de Dios (1 Ts. 2:13), rechaza los deseos carnales (Ro. 13:14; 2 Ti. 2:22; 1 P. 1:14), resiste las tentaciones del mundo (Tit. 2:12), y de buena gana se somete en todo al señorío soberano de Jesucristo (cp. Lc. 6:46).

2. Es incompatible con la obra de Cristo (v. 5-8)

1 Juan 3:5–8 RVR60
5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. 6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. 7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. 8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
Jesús vino a la tierra con el objetivo principal de quitar nuestros pecados.
Quitar es una forma activa pasada del verbo airō, que significa eliminar por supresión [cp. Jn. 1:29; Col. 2:14]. (LEER)
Juan concluye el versículo 5 con la frase y no hay pecado en él. Jesucristo es el único absolutamente sin mancha (2 Co. 5:21; He. 4:15; 7:26; 1 P. 1:19)
En 3:6 el apóstol reitera el principio de que nadie relacionado con Jesucristo para salvación puede seguir viviendo en pecado: Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.
De este modo Juan enseña que todo aquel que peca (el tiempo presente del verbo vuelve a denotar la acción habitual de desafío y rebelión de un corazón caído) no puede permanecer en Cristo. No es que quienes se convierten en cristianos nunca vuelven a pecar (1:8), sino que no vivirán como lo hacían, porque todo aquel que peca de manera constante o habitual según el patrón de los no regenerados, no le ha visto, ni le ha conocido.
Juan advierte además a sus lectores que deben asegurarse de que nadie los engañe con relación a un entendimiento adecuado acerca de la santificación. A pesar de cualquier enseñanza engañosa de lo contrario, solamente el que hace justicia puede tener alguna seguridad de que es justo, como él es justo.
El Señor Jesús vino a la tierra para quitar los pecados de todos los que confían en él, colocándolos de este modo en la senda de la santificación. En cambio, el que practica el pecado es del diablo. Diabolos (diablo) significa “acusador” o “calumniador”.
La expresión el diablo peca desde el principio probablemente se refiere al momento de la rebelión de Satanás contra Dios (cp. Lc. 10:18), porque Dios originalmente lo creó como un ser angelical perfecto (Is. 14:12-14; Ez. 28:12-17).
Juan llega a la conclusión obvia de que debido a que para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo (Gn. 3:15; cp. Jn. 12:31; He. 2:14), es imposible e impensable que los verdaderos creyentes sigan mostrando una conducta parecida a la del diablo. Hoy día Satanás sigue oponiéndose a los planes de Dios y a su pueblo (1 P. 5:8), pero los creyentes ya no son hijos del demonio que estén bajo su dominio, ni están obligados a ejecutar las obras del diablo.

3. Es incompatible con el ministerio del Espíritu Santo (v. 9-10)

1 Juan 3:9–10 RVR60
9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.
El nuevo nacimiento (ser nacido de Dios) personifica la obra del Espíritu Santo:
Jn. 3:3-8
Juan 3:3–8 RVR60
3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8 El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
El nuevo nacimiento es por medio de semilla incorruptible, asegurando así la salvación de creyente para la eternidad e iluminando la mente de tal modo que pueda discernir realidades espirituales (Jn. 14:26)
Juan concluye esta sección con este resumen: En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.
Solo existen dos grupos de personas en el mundo (LEER. Pr. 15:9): los hijos de Dios y los hijos del diablo. Los primeros exhiben el carácter justo de Dios por medio de la obediencia a la ley divina; los segundos exhiben el carácter pecaminoso de Satanás haciendo caso omiso a la Palabra y pecando de manera habitual (cp. Sal. 36:3; 119:150; Ro. 2:8).
Sin importar lo que las personas profesen, o hacia qué ritual o experiencia religiosa pasada puedan estar orientadas, todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.
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