Una invitación final
Apocalipsis • Sermon • Submitted • Presented
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«Yo, Jesús, he enviado a Mi ángel a fin de darles a ustedes testimonio de estas cosas para las iglesias. Yo soy la raíz y la descendencia de David, el lucero resplandeciente de la mañana».
El Espíritu y la esposa dicen: «Ven». Y el que oye, diga: «Ven». Y el que tiene sed, venga; y el que desee, que tome gratuitamente del agua de la vida.
Yo testifico a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: si alguien añade a ellas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.
Y si alguien quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa descritos en este libro.
El que testifica de estas cosas dice: «Sí, vengo pronto». Amén. Ven, Señor Jesús.
La gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén.
Introducción
Introducción
El pasado domingo vimos que Apocalipsis concluye con una advertencia para la iglesia. Una advertencia departe de Jesús.
«Por tanto, Yo vengo pronto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro».
«Por tanto, Yo vengo pronto, y Mi recompensa está conmigo para recompensar a cada uno según sea su obra.
»Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin».
Vimos que, en primer lugar, esta es una advertencia y un llamado a tomar Su Palabra en serio. A colocar Su Palabra en el centro de nuestra vida, en el centro de nuestras familias y en el centro de nuestra iglesia.
A vivir en este mundo pero con nuestra mirada fijada en la promesa de que Él pronto volverá. De que Él pronto regresará a hacer justicia, a restaurar todas las cosas y a reinar en medio de Su Pueblo para siempre.
Sea que Él venga a nosotros o que nosotros vayamos a Él.
Y en segundo lugar, vimos que esta es una advertencia a vivir vidas santas. A vivir nuestras vidas en una constante preparación para recibir al Rey. En una constante preparación como si hoy mismo nos fuéramos a encontrar con Él.
Cuando el presidente de una nación anuncia que va a visitar algún estado o alguna ciudad, se inicia todo un proceso de preparación para recibirlo. Se prepara la ciudad, se limpian las calles, se pintan los edificios, se arregla lo que está dañado, se repara la iluminación, se crea un plan de seguridad y se coordina todo un programa para recibirlo, para agasajarlo, para celebrarlo y para honrarlo.
La meta de esta preparación es que el presidente se sienta tan bien que tenga deseos de quedarse en la ciudad.
Eso es exactamente lo que debe estar pasando en la vida de cada uno de nosotros. Nuestro Rey ya anunció que vendrá. Por lo tanto, cada día de nuestra vida tiene que ser un día de preparación para su llegada. Ordenamos nuestra vida, nos preparamos y nos arreglamos para ese día.
Esto significa que cada día nos sometemos a Su voluntad y a Su Palabra. Que cada día procuramos vivir delante de Su presencia, en comunión con Él. Que cada día procuramos alejarnos del pecado y dejamos de aferrarnos a las cosas de este mundo. Que cada día procuramos amarle a Él con todo nuestro corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Los que viven de esta forma se prueban a sí mismos y a los demás que verdaderamente aman y anhelan el regreso del Rey.
El apóstol Pablo le escribe a los tesalonicenses de esta manera:
1 Tesalonicenses 5:23 (NBLA)
...que el mismo Dios de paz los santifique por completo; y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Una de las marcas, una de las evidencias de que verdaderamente hemos nacido de nuevo, de que verdaderamente somos creyentes, de que verdaderamente ha ocurrido en nosotros el milagro de la conversión es que nuestra vida va en un constante crecimiento espiritual, en un constante madurar, en un constante crecimiento en nuestra consagración con Dios, en un constante crecimiento en nuestro deseo de alejarnos del pecado y de agradarle a Él, en un constante crecimiento en nuestro deseo de servirle solo a Él.
Pablo también le escribe a los corintios de esta manera:
2 Corintios 3:17–18 (NBLA)
...el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad.
Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.
Aquellos que aman Su regreso están siendo transformados por Él cada día para estar listo para el encuentro con Él.
"Con Mi Puño y Letra"
"Con Mi Puño y Letra"
En la antiguedad era costumbre que hubiesen expertos en redactar cartas. Estos eran los famosos escribas. Si alguien quería escribir una carta simplemente buscaba a uno de estos expertos, se la dictaba y ellos la redactaban. Estos eran como secretarios.
Sabemos que la mayoría de las cartas de Pablo fueron escritas por escribas, pero en muchas ocasiones, al final de la carta Pablo sentía el deseo de escribir una porción con su puño y letra.
Esto era como un toque personal. Para que el receptor no tuviese la más mínima duda de que esta carta procedía de él.
Por ejemplo, en la segunda carta a los tesalonicenses Pablo escribe:
Yo, Pablo, escribo este saludo con mi propia mano, y esta es una señal distintiva en todas mis cartas; así escribo yo.
Mientras caminó por este mundo Jesús nunca escribió un libro, ni una carta, ni una epístola. Al Espíritu Santo le pareció bueno que fuesen Sus discípulos quienes registraran los hechos de Su vida y Sus palabras.
Sin embargo, algo especial ocurrió con Apocalipsis. Algo diferente. Algo fuera de lo común. Es como si para Jesús esta carta fuese tan transcendental, tan importante, tan esencial, tan crítica para la vida de la iglesia de los últimos días que Él hubiese querido plasmar su propia firma. Para que no hubiese la más mínima duda de que fue Él quien les envía esta carta.
Esto lo vemos en el verso 16 cuando dice:
«Yo, Jesús, he enviado a Mi ángel a fin de darles a ustedes testimonio de estas cosas para las iglesias. Yo soy la raíz y la descendencia de David, el lucero resplandeciente de la mañana».
Jesús utiliza la misma expresión que utilizan sus apóstoles cuando escriben. La misma expresión que utilizó Juan cuando introduce esta carta.
En el verso 9 del primer capítulo Juan escribe:
Apocalipsis 1:9 (NBLA)
Yo, Juan...
Así mismo vemos en el verso 16 del capítulo 22 que dice: Yo, Jesús.
Es como si Jesús le dijera a las iglesias:
Entre todo lo que mis apóstoles han escrito de mí, yo mismo me quiero asegurar de que ustedes reciban y entiendan el mensaje de esta carta de Apocalipsis.
Y quiero que entiendan que este mensaje está dirigido especial y principalmente a ustedes; a las iglesias; a los líderes; a los creyentes.
Y si hubiese podido firmar la carta, su firma diría:
Jesús, la raíz y la descendencia de David, el lucero resplandeciente de la mañana.
En otras palabras, Aquel que tiene todo poder y autoridad, firma esta carta. Aquel que se convirtió en el primero de muchos hermanos, firma esta carta. Aquel que se sentó en el trono de David y que reinará para siempre en medio de su pueblo redimido, firma esta carta. Aquel que se ganó el derecho y la autoridad de desatar los sellos y de revelarle estas cosas a Su Pueblo, firma esta carta.
Aquel que es el cumplimiento mismo de la profecía, firma esta carta.
Aquel de quien dijo el profeta Isaías:
Entonces un retoño brotará del tronco de Isaí, Y un vástago dará fruto de sus raíces.
Acontecerá en aquel día Que las naciones acudirán a la raíz de Isaí, Que estará puesta como señal para los pueblos, Y será gloriosa Su morada.
Aquel a quien se refirió Balaam el día que maldijo a Balac, rey de los moabitas:
»Lo veo, pero no ahora; Lo contemplo, pero no cerca; Una estrella saldrá de Jacob, Y un cetro se levantará de Israel Que aplastará la frente de Moab Y derrumbará a todos los hijos de Set.
Esta es una firma que ilustra el poder, la autoridad y la soberanía de Jesús sobre toda la humanidad y sobre todos los eventos que han ocurrido y que habrán de ocurrir en los últimos tiempos.
Una invitación final
Una invitación final
El Apocalipsis no solo culmina con una advertencia a la iglesia sino también con una invitación. Con una gloriosa invitación. Con una invitación, que al igual que la advertencia, más que para el mundo, es para la iglesia.
Pero es una invitación llena de gracia, amor y compasión. Como fuera la invitación de un padre amoroso a sus hijos.
Pero interesantemente esta invitación no viene directamente de Jesús. Sino que al coro de la conclusión de esta carta se unen otros dos personajes: el Espíritu y la esposa.
Ya habíamos visto al Espíritu participar activamente en el mensaje de esta carta. Porque el Espíritu y el Hijo son uno.
Por ejemplo en el capítulo 2 verso dice:
Apocalipsis 2:7 (NBLA)
’El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias...
¿Pero y la esposa?
Ciertamente, esta carta habla de la esposa. De hecho, Su mensaje es para la esposa.
¿Pero que ahora sea la esposa una de las coautoras de la carta junto con Jesús y el Espíritu?
Ciertamente esto es glorioso pero no debe sorprendernos. Porque al final del día es el Espíritu y la Iglesia los agentes de Dios en este mundo.
Es la iglesia la que ha sido llamada a proclamar este mensaje. Mientras el Espíritu ha sido enviado a guiar a la iglesia a toda verdad.
Como dijo Jesús:
»Pero cuando Él, el Espíritu de verdad venga, los guiará a toda la verdad, porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber lo que habrá de venir.
»Él me glorificará, porque tomará de lo Mío y se lo hará saber a ustedes.
»Todo lo que tiene el Padre es Mío; por eso dije que Él toma de lo Mío y se lo hará saber a ustedes.
Me encanta que la NBLA traduce la palabra griega nymphe como esposa y no como novia. Pero la verdad es que no importa cómo se traduzca.
En la antiguedad no había esta zanganada de nuestra cultura de que la etapa de noviazgo es para conocernos y determinar si somos compatibles o si tenemos química.
En la antiguedad creo que las cosas eran más simples; más naturales. Un hombre le atraía una mujer, se tomaba un tiempo para observarla y ver cómo se comportaba. Observaba a la familia de la mujer. Y finalmente tomaba la decisión de proponerle matrimonio.
Así lo hice yo con Johanna. El día que le pedí que fuese mi novia le dije, te estoy pidiendo que seas mi novia porque quiero casarme contigo.
Por lo tanto, en la antigüedad no había una distinción marcada entre el término novia y esposa. La única distinción era en el tiempo que transcurría entre el momento en que un hombre le proponía matrimonio a una mujer y el día en que se consumaba la unión matrimonial.
Por lo tanto el término nymphe se utilizaba indistintamente tanto para una mujer que estaba comprometida para casarse como para una que estaba recién casada.
En otras palabras, una mujer que estaba comprometida para casarse ya se consideraba la esposa.
Y creo que así mismo Jesús nos ve. Así mismo ve a su Iglesia. Aunque aun no se ha consumado el matrimonio, ya somos considerados su esposa; la esposa del Cordero.
No es que estamos en una relación de noviazgo y Jesús está analizando si somos compatibles o no. Ya somos su esposa.
¡Aleluya!
Y como Su esposa nos unimos a Él y al Espíritu para hacer esta maravillosa invitación a Su iglesia.
Y la invitación es esta:
El Espíritu y la esposa dicen: «Ven». Y el que oye, diga: «Ven». Y el que tiene sed, venga; y el que desee, que tome gratuitamente del agua de la vida.
Cada vez que leía este verso asumía que el primer Ven era dirigido a Jesús. Como un llamado del Espíritu y de la Iglesia a que este regrese. Sin embargo, para algunos comentaristas esto no haría sentido lógico.
Este verso apunta a las palabras del profeta Isaías cuando le hizo una invitación muy similar al pueblo de Israel para que este se volviera a Dios:
«Todos los sedientos, vengan a las aguas; Y los que no tengan dinero, vengan, compren y coman. Vengan, compren vino y leche Sin dinero y sin costo alguno.
Por lo tanto, esta invitación es para las ovejas perdidas.
Es lo que Jesús le dice a sus discípulos:
»Tengo otras ovejas que no son de este redil; a esas también Yo debo traerlas, y oirán Mi voz, y serán un rebaño con un solo pastor.
A esas ovejas perdidas, que están tanto adentro como afuera de la iglesia, el Espíritu y la Iglesia le dicen: Ven.
Y el segundo Ven es proclamado por los que oyen. En otras palabras, la invitación que surge del Espíritu y de la Iglesia en general se convierte en la invitación particular de todos los creyentes.
Porque todos somos llamados a hacer esta invitación en nuestro propio contexto: en nuestros hogares, en nuestros vecindarios, en nuestros lugares de trabajo y de estudio y en los lugares donde nos entretenemos.
Todos somos embajadores de esta invitación. A todos se nos han repartido invitaciones para la boda para que invitemos a otros.
Hoy, aquí, como iglesia local, como un cuerpo, colectivamente hacemos esa invitación juntos: Ven.
Pero esa invitación no se queda aquí. Sino que cuando salgamos de aquí y cada uno vayamos a nuestros respectivos hogares, vecindarios, trabajos, lugares de estudio y de entretenimiento, esa invitación se sigue escuchando, sigue haciendo eco por medio de cada uno de nosotros, individualmente.
¿Y qué dice la invitación?
Si tienes sed, ven y toma gratuitamente del agua de la vida. Ven y toma gratuitamente de las aguas del rio cristalino que fluye desde el trono de Dios en la Ciudad Jardín. Ven y toma gratuitamente del agua de vida que es Cristo Jesús. Ven y toma del agua de la vida que salta para vida eterna.
Vengan:
pues el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a manantiales de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos»
Ven y deja ya de vivir deshidratado emocional y espiritualmente. Ven y deja ya de vivir deshidratado por ese pecado. Ven y deja ya de vivir deshidratado por tu pasado. Ven y deja ya de vivir deshidratado por la vergüenza. Ven y deja ya de vivir deshidratado por el orgullo. Ven y deja ya de vivir deshidratado por esa raíz de amargura. Ven y deja ya de vivir deshidratado por ese rencor. Ven y deja ya de vivir deshidratado por esa herida.
Ven a la fuente inagotable de vida eterna.
Juan 4:14 (NBLA)
[porque] el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna».
¿Y sabes qué? ¡Es gratis! No tienes que hacer ningún esfuerzo para accesar a esa fuente. No tienes que viajar a ningún lado. No tienes que pagar nada.
Simplemente:
Hechos de los Apóstoles 16:31 (NBLA)
...«Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y toda tu casa».
Una advertencia final
Una advertencia final
Una advertencia final a la iglesia.
Como estas palabras son fieles y verdaderas, reveladas por Jesús; inspiradas por el Espíritu Santo, que nadie se atreva ni siquiera a intentar añadirle o quitarle.
Esto sería una ofensa tan grande para Dios que esa persona sufriría el castigo eterno.
La mera posibilidad de tergiversar el mensaje del Evangelio nos debe aterrorizar.
¿No fue precisamente eso lo que hizo Satanás cuando tentó a Eva en el principio? ¿No fue precisamente eso lo que provocó el colapso de la creación y de la humanidad?
¿No fue precisamente eso lo que hizo Satanás cuando tentó a Jesús en el desierto?
Y lo peor son las medias verdades. Eso fue precisamente lo que hizo Satanás.
Este tergiversó la Palabra de Dios con el fin de engañar, robar, matar y destruir.
El día que ustedes me escuchen tergiversando la Palabra de Dios, me botan como bolsa.
Ten mucho cuidado con lo que oyes. Ten mucho cuidado con lo que escuchas en la radio cristiana. Ten mucho cuidado con lo que escuchas en los canales cristianos. Ten mucho cuidado con a quién sigues en las redes. Ten mucho cuidado con los libros que lees.
Si te vas a alimentar de otros pastos ten mucho cuidado. No te digo que no lo hagas. Pero que ten mucho cuidado. A lo que le prestamos atención termina formando nuestra manera de pensar. Y lo que forma nuestra manera de pensar termina formando nuestra manera de actuar.
No te alimentes de cualquier pastos que de lejos veas verdecito y cuando lo comas esté contaminado. Aprecia el pasto verde y saludable que se te sirve todos los domingos desde esta tarima. Porque ha sido cultivado y preparado especialmente para ti.
Una promesa y un clamor final
Una promesa y un clamor final
Jesús concluye su carta haciendo una promesa. Jesús concluye la Biblia haciendo una promesa.
Sí, vengo pronto.
Y Su Iglesia responde gozosa y triunfante: ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús¡
Se cree que en la antiguedad había una palabra muy común entre las iglesias del primer siglo. Esta solo aparece una vez en la Biblia y es utilizada por Pablo en su conclusión de su primera carta a los corintios.
Es la palabra Maranata.
Este saludo es de mi puño y letra. Pablo. Si alguien no ama al Señor, que sea anatema. ¡Maranata!
Se cree que Maranata es una transliteración del arameo que significaba Ven, Señor Jesús.
Se cree que esta palabra se volvió tan común en las iglesias del primer siglo como las palabras Aleluya, Hosana y Amén. Se volvieron tan comunes que aun siendo en otro idioma, en arameo, trascendieron al pueblo judío y eran utilizadas por los cristianos griegos.
¡Qué manera tan gloriosa de concluir el Apocalipsis y la Biblia!
Una promesa y un clamor. Una promesa departe de Jesús y en respuesta un clamor departe Su Iglesia. Ambos se unen en un majestuoso coro. Ambos anhelando el día final. Ambos anhelando el cumplimiento de todas las cosas. Ambos anhelando la restauración de la creación. Ambos anhelando la restauración de nuestros cuerpos mortales. Ambos anhelando la destrucción final de la muerte y del mal. Ambos anhelando vivir finalmente juntos para siempre.
Sí, vengo pronto, dice el Señor. Y Su iglesia responde, Amén. Ven, Señor Jesús.
Oh Ven, Señor Jesús, Ven (Un himno para Cristo) - J. Piper (Libro Ven, Señor Jesús)
Grandioso crucificado y resucitado Cristo,
Ascendido, reinando, Señor de todo,
Amado Cordero soberano, una vez crucificado,
Ante quien se postran incontables ángeles,
Ten misericordia, Salvador, por nuestros ojos,
Tan propensos a considerar al mundo como un premio,
Y concede que tu venida, pronta,
Aumente el amor, y despierte el clamor:
¡Oh Ven, Señor Jesus, Ven!
Oscureciendo diez mil veces mas
Al mayor espectáculo de la tierra,
Tu gloria concédenos contemplar
Y sentir su belleza, grandeza, valor,
Con radiantes ejércitos de ángeles
En poder, asistiendo en tu descenso,
Que nosotros, antes de ese último grito,
Podamos ver, y desde el corazón clamar:
¡Oh Ven, Señor Jesús, Ven!
Que tus siervos no se encojan de miedo
Debido a ese gran día de ardiente fuego,
Cuando aquellos que escojan no venerar
Tu nombre reciban lo que desean,
Pero que nunca soñaron que sería un lugar
Tan terrible, alejados de tu rostro.
Concédenos, Oh Cristo, ser librados del juicio,
Que sin miedo siempre podamos rogar:
¡Oh Ven, Señor Jesús, Ven!
Oh apura el día en que escuchemos
A ti decir: “Bien hecho, amado hijo,” aunque estemos
Torcidos e imperfectos-el día, severo,
Cuando, todo la paja se queme, veamos
Tu sonrisa, ese rostro todo-transformador,
Y después la perpetua gracia:
Ese momento en que nosotros hombres caídos
Nunca volvamos a caer o pecar.
¡Oh Ven, Señor Jesús, Ven!
Has sonar, Oh Dios, prontamente tu trompeta.
Desata, Oh Cristo, tu último mandato.
Arcángel, habla, y di a la luna
Y al sol que escondan su rostro, a la tierra
Y al mar que le cedan el paso de Cristo su esposa,
La Iglesia triunfante resucitada a vida,
Sí, en un abrir y cerrar de ojos
Con cuerpos que nunca morirán.
¡Oh Ven, Señor Jesús, Ven!
Nos atrevemos, Oh Cristo, esperanza tener, aunque
Escasamente podemos comprenderlo, que aquella
Por quien moriste, agradecidamente
Tome su privilegiado asiento, y sea
La más apreciada en tu banquete, mientras tú
Vistes de ropa nueva a su majestad,
Y, teniendo todo el dominio,
En ese día te vuelvas nuestro sirviente.
¡Oh Ven, Señor Jesús, Ven!
Aunque ahora, Oh Cristo, como en un espejo,
Oscuramente vemos, aunque cara a cara
Es nuestro deseo. Y aunque, lamentablemente,
Nuestro amor es débil, nos aferramos
A la bendita esperanza de que brillaremos
Con divino brillo prestado,
Porque en ese gran día estaremos
Satisfechos, y ya no tendremos que decir,
Oh Ven, Señor Jesús, Ven.