La Corrupción del Hombre y su Regeneración
Corrupción Radical
Regeneración
He oído dos ilustraciones por parte de evangelistas que suplican el arrepentimiento y la conversión de sus oyentes. La primera es una analogía de una persona que sufre de una enfermedad terminal. Se dice que el pecador está gravemente enfermo, al borde de la muerte. No está dentro de su propio poder el curarse de la enfermedad. Está tendido en su lecho de muerte casi totalmente paralizado. No puede recuperarse a menos que Dios provea la medicina sanadora. El hombre está tan mal que no puede ni aun estirar el brazo para recibir la medicina. Se halla en un estado casi comatoso. Dios debe no sólo ofrecerle la medicina, sino que debe ponerla en una cuchara y colocarla en los labios del hombre moribundo. A menos que Dios haga todo eso, el hombre perecerá sin duda. Pero aunque Dios haga el 99% de lo necesario, al hombre le queda aún el 1%. Debe abrir la boca para recibir la medicina. Este es el ejercicio necesario del libre albedrío que hace la diferencia entre el cielo y el infierno. El hombre que abre la boca para recibir el don benévolo de la medicina será salvo. El hombre que mantiene los labios fuertemente apretados perecerá.