Oremos siempre sin desmayar
INTRODUCCIÓN. Jorge Washington, primer presidente de los Estados Unidos, en una carta que envió a los gobernadores de todos los estados, dijo: “Mi oración más sincera a Dios es que les bendiga y que tenga su estado bajo su protección. Que su gracia nos mueva a hacer justicia, a amar la misericordia y a conducimos con esa claridad, mansedumbre y templanza que caracterizan al Divino Autor de nuestra bendita religión, pues sin imitarlo con humildad nunca podremos esperar que la nación sea feliz.”
Algunos de los fundadores de esta nación tuvieron como característica creer que Dios era el gran protector del país y, mientras en la Casa Blanca hubo un presidente que oraba y la Biblia como norma de conducta, fue una patria victoriosa, sólida, con principios éticos y morales. Cuando eso cambió, todos somos testigos del derrumbe de la sociedad estadounidense.
El pasaje del Evangelio según San Lucas nos trae un mandato claro del Señor, al que llamo, el onceavo mandamiento: Jesús enseña que los creyentes debemos de orar siempre y no desmayar.
La orden de Jesús nos lleva a formularnos una pregunta concreta: ¿Cómo debemos orar los creyentes? A ella respondemos, con la Biblia como guía para hacerlo, que los cristianos Debemos orar con insistencia y esperar confiados en que Dios responde las oraciones.
1. ORAR CON INSISTENCIA. Lucas 18: 1-5
Cuando leemos el contexto del pasaje de este día, encontramos que el Señor venía refiriéndose al fin del mundo. Seguidamente usa la parábola en la que compara la actitud en la oración de un fariseo, religioso extremista y conservador de los tiempos de Jesús; frente a la de un publicano, abiertamente señalado como pecador y traidor.
Ahora Jesús da una orden que no podemos discutir: 1… La necesidad de orar siempre y no desmayar.
¿Cuáles son algunas excusas que damos para no orar sin desmayar? Sé que son varias. Muchas veces las he escuchado y hasta las he repetido. Pero las resumiré: Los cristianos no oramos, como Jesús ordena, por causa del desanimo y como resultado de la duda en la respuesta de Dios a nuestras súplicas.
Nos desanimamos por la cantidad de problemas que enfrentamos. Nos desanimamos, por ejemplo, cuando vemos que el esfuerzo de invitar a la gente a la Iglesia no da resultado. Nos desanimamos porque consideramos que Dios no nos escucha.
El Señor nos dice que Él viene pronto y, con su retorno, se acabarán los problemas. Con la venida de Cristo tan cercana, los creyentes debemos redoblar la guardia, para que con la ayuda de Dios, estemos firmes y fieles en la verdadera fe para la vida eterna.
Jesús nos enseña a través de una parábola la importancia de la insistencia en la oración. Primero muestra a 2… un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre. Luego a 3 una viuda, la cual venía a él diciendo: “Hazme justicia de mi adversario”.
¿Cómo era este hombre encargado de hacer justicia? Definitivamente muy malo: Ni temía a Dios ni respetaba a hombre.
Hoy es probable encontrar jueces muy malos en ambos sentidos. Pero tenemos el recurso de ir a otras cortes, con otros jueces, para demandar hasta al mismo juez por negarnos justicia. Pero en aquella época no. Los jueces eran absolutos. Actuaban como les parecía.
Sobre la viuda, el texto dice que Venía a él diciendo: “Hazme justicia”. La palabra Venía, es el imperfecto en el griego ἤρχετο, e indica que la viuda constantemente, no una sino varias veces, iba frente al juez para pedir justicia.
La actitud del juez malo en rechazar las peticiones de la mujer se mantuvo 4Por algún tiempo. Pero la viuda persistió, insistió en su demanda de justicia.
¿Qué ocurrió? 4… Pero después de esto dijo dentro de sí: “Aunque ni temo a Dios ni tengo respeto a hombre, 5sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo me agote la paciencia”».
La persistencia de la mujer hizo que se molestara, literalmente (ὑπωπιάζῃ) se fastidió, se enojó mucho, golpeaba, tal vez una mesa, con los puños.
Estos versículos no enseñan que los creyentes debemos orar hasta “Sacar a Dios de sus casillas”. Tampoco muestran que cuando oramos mucho, Dios se fastidia y para no ser molestado responde.
Lo que Jesús quiere mostrarnos como ejemplo para orar, sin desmayar, es la persistencia que tuvo la mujer. Decir y actuar con San Pablo, “Orar sin cesar”.
2. ORAR CONFIADOS EN QUE DIOS SIEMPRE RESPONDE. Lucas 18: 6-8.
6Y dijo el Señor: «Escuchen lo que dijo el juez injusto.
El Señor comienza a dar su aplicación práctica a la enseñanza de la parábola. Asegura que el juez era injusto.
Seguidamente lo compara con el Juez de la justicia perfecta. 7¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?
Formula dos interrogantes: ¿Dios no atenderá a sus escogidos que piden a Él en todo tiempo? ¿Cuánto tiempo tarda Dios en responder las peticiones de sus hijos?
El objetivo de Cristo es contrastar dos conductas. La del juez ineficiente, malvado, injusto, quien respondió a la viuda porque lo obstinaba. Frente a la de Dios, “Cuyos oídos están atentos a las oraciones de su pueblo”. Nuestro Padre celestial, siempre sabe lo que necesitamos. Siempre atiende con amor y misericordia a sus escogidos. El Creador promete que “Todo lo que pidan sus hijos amados, en nombre de Cristo, conforme a su voluntad, será hecho”. La diferencia es notable y maravillosa.
Hermanos y hermanas. A veces Dios se toma tiempo en dar respuestas a nuestras oraciones. Su Plan siempre es perfecto. Dios siempre tiene el control. El Padre siempre quiere darnos lo mejor. Pero debemos confiar y esperar en el Señor, porque ninguna de nuestras demandas queda sin respuesta. Dios dice si siempre, pero en su tiempo, en el momento que Él considera adecuado.
Para usted que tal vez tiene mucho tiempo orando por un amigo o familiar. Invitándole a asistir a la Iglesia. Quizás piensa que Dios no ha respondido su petición. Permita que le narre una historia real.
Hace 26 años, yo era un joven pastor de una iglesia en Venezuela. Una hermana, Marisela Del Corral, se acercó muchas veces a pedir que oráramos para que su esposo asistiera a la Iglesia. Que pidiéramos para que su esposo Nelson fuera atraído a la fe.
Este hombre trataba mal a su esposa, casi la sacaba a empujones del templo ante la mirada de todos nosotros. El hombre seguía igual y hasta peor.
La hermana Marisela se cansó de la violencia doméstica y le pidió el divorcio.
Recuerdo que yo estaba hospitalizado. Hasta el hospital llegó Nelson desesperado. Me dijo: “A usted lo andaba buscando”. Reconozco que sentí miedo a le ver a aquel hombre grandulón, para colmo sin poderme mover, no para pelear con él sino para salir corriendo.
El hombre siguió hablando: “Mi esposa me quiere dejar. Usted tiene que decirle que eso es pecado. Ella no puede dejarme. Por favor, convénzala de que cambie de parecer”.
Yo le pedí que se calmara. Que le dijera a Marisela que viniera a la clínica a verme. Ella lo hizo. Hablamos los tres. Oramos los tres. Aquél hombre de rodillas pidió perdón a Dios, a su esposa, a mi. Al finalizar la junta estábamos llorando los tres.
Entonces les recomendé que tomaran una segunda luna de miel. Lo hicieron. No sé que pasó en ese viaje. Pero ambos me contaron que durante el crucero, una noche, él y ella se arrodillaron, mirando al cielo, y Nelson le pidió al Señor que lo ayudara, que lo cambiará, que lo perdonara. Dios respondió. Dios hizo justicia por medio de Cristo.
Hoy Nelson es un pastor, toda la familia sirve en el ministerio. Recuerdo que en una ocasión fui invitado a predicar en su Iglesia y luego del sermón, abracé a toda la familia para dar gracias al Señor.
Definitivamente, es verdad lo que el Señor nos promete. 8Les digo que pronto les hará justicia. No importa que el reloj nuestro avance distinto al de Dios. Él responde, “Nunca nos dejará ser tentados, por más tiempo que el que podamos resistir”. Dios siempre nos da la salida perfecta, la respuesta perfecta, en el tiempo perfecto.
CONCLUSIÓN
Cartas como la del general Washington son comunes entre varios presidentes de Estados Unidos. La nación se ha desviado y está atada al pecado.
Pero el recuerdo presente de que el Señor viene, debe motivarnos a Orar siempre y no desmayar.
El reformador Martín Lutero escribió sobre la oración que “Los cristianos debemos “Orar con valor y plena confianza. Porque somos hijos amados de un Padre amoroso”. Amén.