La Verdad Acerca De La Grandeza
LA VERDAD ACERCA DE LA GRANDEZA
(Marcos 9:30-37, 41-50)
¿A quién de nosotros no le gustaría que dijeran de él que es un gran profesional? ¿O un gran trabajador? ¿O un gran padre o madre o hijo? ¿O una gran persona? Cada uno de nosotros por otro lado tenemos una idea de los que significa ser “grande” y trabajamos para que así sea. A lo mejor esta idea a veces no es consciente, sino que forma parte del subconsciente, pero la realidad es que está ahí, en nosotros.
También como cristiano nos formamos una idea de los que es ser un “gran cristiano”, pero la realidad es que el ser un “gran cristiano” no es algo que debemos medir bajo nuestros patrones, sino bajo el patrón de las enseñanzas de de Jesús. Debemos dejar que sea Él quien defina nuestra idea de lo que es o no es ser grande dentro del Reino de los Cielos. A Jesús le da lo mismo lo que nosotros pensemos acerca de lo que es ser un “gran cristiano”. A los discípulos de Jesús les costó entender esta verdad. No podían entender la clase de reino que Jesús había venido a establecer. Todavía seguían pensando en términos de que su reino era un reino terrenal que se iba a establecer en Jerusalén, del cual Jesús sería el gran gobernador mundial que llevaría a Israel a la victoria sobre todos sus adversarios y sobre todo lo que más les preocupaba era la posición que iban a ocupar en ese reino. Una y otra vez Jesús no se cansaba de decirles que de eso nada, que Él sería un Mesías en una cruz y que su victoria sería una victoria sobre la muerte. Y Así en Marcos 9.30-32, les habló una vez más, acerca de su muerte y resurrección: “Habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese. Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día. Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle.”
En este texto acerca de la cruz que le esperaba a Jesús, este añade un nuevo elemento que hasta la fecha no había mencionado a sus discípulos y es que iba a ser traicionado: “El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres y le matarán; pero después de muerto resucitará al tercer día” (v.31). No sé lo que pensaría Judas cuando escucho esto, ya que la Biblia no lo dice, pero lo cierto es que Jesús si sabía desde el principio como iban a ser las cosas y así las compartía.
Pero a pesar de ello los discípulos seguían no sólo sin entender nada, sino que además no se atrevían ni a preguntarle: “Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle” (v.32). No sabemos porque los discípulos tenían miedo a preguntarle, pues en ninguna parte de los Evangelios vemos que Jesús reprendiera alguna vez a alguien por hacerle una pregunta. Las veces que vemos que Jesús les reprende es por su falta de fe, les reprendió una y otra vez por seguir siendo incrédulos a pesar de todas las cosas que habían visto y experimentado, pero nunca por preguntar. ¿Entonces porque tenían temor? No sería ¿Por qué no querían saber más acerca de quién le iba a traicionar y acerca de su muerte? Lo más sensato es pensar que tenían temor a lo que podían descubrir sobre este anuncio, el cual a ellos no les gustaba nada, y cuanto menos supieran menos sufrirían. Era algo inaceptable para sus pensamientos y por tanto cuanto menos supieran mejor: “Ojos que no ven corazón que no siente”. Era preferible esconder la cabeza debajo del ala.
A menudo nos pasa a nosotros lo mismo que a los apóstoles ¿verdad que si? Cuando alguien habla de un tema que no nos gusta, a veces decimos: “Mejor hablemos de otra cosa”. Hay momentos en los que seguimos la táctica del avestruz, que entierra su cabeza en la arena, y creemos que si evitamos mirar algo y no hablamos de ello, de algún modo desaparecerá. Pero Jesús enfrento a los apóstoles continuamente con la ineludible realidad de la cruz, aún cuando no la entendían, aun cuando no deseaban verla y aún cuando temían saber algo más acerca de ella.
Pero en este caso concreto había una razón más para no querer saber y preguntar más y es que en esos momentos sus corazones no abrigaban unos sentimientos muy nobles que pudiéramos decir ya que según iban por el camino nos dice Marcos iban con disputas entre ellos: “Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor”. (V.33-34)
Este pasaje nos demuestra que lejos estaban los apóstoles de entender qué clase de Mesías había venido a ser Jesús. En el mismo momento en que Jesús se encontraba de camino a la cruz, ellos estaban discutiendo quien había de ser el mayor en el nuevo reino de Dios. Cuando les pregunto acerca de lo que discutían no dijeron nada. Su silencio era el silencio de la vergüenza: No tenían defensa.
Pero para Jesús esta conversación fue muy seria y así llamo a los doce aparte, se sentó con ellos y comenzó a enseñarles la verdad acerca de lo que realmente significa ser grande. En el resto del capítulo 9 de Marcos Jesús les puso ejemplos acerca de cómo ellos, y nosotros, podían llegar a ser grandes personas.
Vamos a analizarlos y a aplicarlos a nuestras vidas.
1º) La grandeza del servidor.
En primer lugar, Jesús dijo que una gran persona es la que sirve a los demás: “Entonces el se sentó y llamo a los doce, y les dijo: SI alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos (V.35). Lo que hagamos a los demás por medio de nosotros constituye para Cristo una regla para medir el grado de nuestra grandeza.
Jesús puso un ejemplo para que se entendiera lo que Él acababa de decir y así “tomo un niño” (v.36) y lo puso en medio de ellos y les dijo: “El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió” (v.37).
Al escoger a un niño Jesús escogió a alguien bastante insignificante, a alguien que no tenía titulo, ni importancia, ni riquezas, ni influencia, ni peso en el mundo. Allí estaba el niño, solo, en medio de ellos, y Jesús les dijo intencionadamente: “El que reciba a este niño, me recibe a mi”.
El niño simboliza a todas las personas indefensas y pobres del mundo que nos necesitan, representa a aquellas personas que para la sociedad de hoy no son nada, personas a las que nadie presta atención, porque no tienen nada con que pagar la ayuda que puedan recibir, excepto la promesa de que lo que hagamos por ellas, lo hacemos por Cristo. Pero si nos ponemos a pensar en esto, es una promesa bastante buena, ¿no lo creéis así?
Para Jesús una persona grande es aquella que se dedica a servir a los demás. Pero no creamos que Jesús está exigiendo hacer grandes cosas, grandes gestos. Jesús no pide lo imposible, pero si pide sensibilidad y amor hacia la gente y así en el versículo 41 dice: “Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa”. A veces no hacemos nada porque creemos que nada podemos hacer porque no tenemos nada con que ayudar, pero una gran persona sabe que Dios lo que mira es la bondad de nuestro corazón y siempre que no pasemos de lado de nuestro prójimo y le prestemos aunque sólo sea nuestro hombro, nuestro tiempo, nuestro cariño este acto, por muy simple que nos parezca, no quedará sin recompensa.
Un simple vaso de agua que demos al que tiene sed no pasa desapercibido para Dios. Por tanto la primera característica de un gran cristiano, de una gran persona en definitiva, es ser un servidor de los demás.
2º) La capacidad de influir.
La segunda característica de un gran cristiano es la que nos presenta el versículo 42. Jesús dijo: “Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar.”
Antes de nada aclarar que la frase “estos pequeñitos” que creen en mí” no se está refiriendo sólo a los niños, sino también a los niños en la fe, es decir a los nuevos convertidos. Por tanto la segunda cualidad de un gran cristiano en su buen ejemplo en primer lugar con los principiantes en la fe y en segundo lugar para con todos. Para Dios es de mucha importancia lo que nosotros hagamos para ayudar o para estorbar a los cristianos “novatos”. Nuestra grandeza se manifestará en la capacidad que tengamos para alimentar tiernamente a los que están dando sus primeros pasos en la fe. Cuando uno hace pecar a un “niño” en la fe incurre en la más severa condena de Cristo. Dice Él que lo mejor que podría pasar es que se le atara una piedra de molino al cuello y se le arrojase al mar para que se ahogase, antes que hacer pecar a uno nuevo.
Este tema de la piedra al cuello hace referencia a un método de ejecución que usaban los romanos en el siglo I. Ellos tomaban al criminal y le ataban una enorme piedra de molino al cuello y lo arrojaban de un barco a las profundidades del mar. No sé si habéis captado todo el impacto del mensaje de Jesús. “Mejor le fuera, dice él, si muriera trágicamente, ejecutado como un criminal vulgar, que si maltratará o indujera por mal camino a un neófito en la fe”. Es preferible que le pase esto, ya que el castigo que le espera es peor si por su culpa se perdiera un nuevo cristiano.
Esto nos dice que este tema es un asunto muy serio para Jesús. Ya podemos tener mucho celo por la obra, ser muy fervorosos, ser muy constantes en la vida de iglesia, que nada de ello justificará, ni compensará una actitud de descuido, de espíritu de crítica, de mal ejemplo, que ponga tropiezos en el camino del nuevo cristiano. La advertencia tan seria que se nos hace en este pasaje debería hacernos reflexionar a cada uno de nosotros para que siempre tratemos con cuidado y con cariño la inmadurez de los cristianos novatos y de que seamos conscientes de que no da lo mismo de cuál sea la influencia nuestra sobre los demás. Tal vez podamos creer que nuestra responsabilidad con un hermano en la fe termina el día que se bautiza y no es así sino que esta responsabilidad nos va a acompañar siempre con respecto a aquellos que son niños en la fe comparados con nosotros.
Por tanto otra característica de un gran cristiano es aquella que ejerce influencia positiva sobre los demás.
3º) La grandeza de la conciencia.
Así como nos debe preocupar el crecimiento espiritual de los recién convertidos a Cristo, también nos debe de preocupar nuestro propio crecimiento espiritual. Si en el camino que nos lleva a la madurez espiritual se encuentra algún estorbo, este debe de ser quitado para que podamos crecer y llegar a ser la persona que Dios se propuso que fuéramos al crearnos. Así la tercera característica de un gran cristiano es que debe de aprender a discernir el pecado en su propia vida.
Dice Marcos que Jesús dijo: “Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. (Vv. 43-48)
Este texto nos dice que una vez que hemos descubierto el pecado en nuestra vida este no puede permanecer en nosotros y para que así sea tenemos que tomar decisiones y estas decisiones serán las que nos harán o no grandes cristianos. Tenemos que tener claro que nuestra prioridad es Dios por encima de todo hábito, costumbre o asunto personal de nuestra vida. Si hay algo que nos resta eficacia en nuestro servicio para Él, debemos tomar la decisión de cortarlo, de deshacernos de ello.
Pero que nadie piense que literalmente está diciendo Jesús que nos mutilemos, sino que por muy trágico que nos pueda parecer el perder una mano, un pie o un ojo, esto no es nada en comparación con lo que supone perder el alma en el infierno.
Estas palabras nos obligan a hacer un examen de nuestra vida: ¿Qué es lo que sigo haciendo o diciendo que me impide ser fiel y humilde a la voluntad de Dios? ¿Qué pecados estoy permitiendo que sigan dominando mi vida? ¿Cuán sincero soy cuando reconozco mi pecado y le pido a Dios que me libere de él? ¿De verdad quiero cortarlo de mi vida o sólo quiero taparlo?
Un gran cristiano es el que juzga el pecado en su vida y lo corta para darle prioridad a Dios por encima de todo lo demás.
4º) La grandeza de la perseverancia.
Un gran cristiano persevera ante la dificultad. Esta característica se encuentra en una de las afirmaciones más difíciles de Jesús: “Porque todos serán salado con fuego” (v.49). En las Escrituras el fuego representa a menudo la persecución. Cuando tomamos en serio seguir a Jesús, ciertas persecuciones, dificultades y problemas van a venir con toda seguridad. Así el apóstol Pablo lo declaro en 2ª Timoteo 3:12. “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (Por tanto sino la padecemos a lo mejor es porque no estamos viviendo tan piadosamente como debiéramos).
No pensemos que cuando hablamos de persecución esta es siempre violenta. Esa es una clase de persecución que la mayoría de nosotros afortunadamente no conocemos y espero que no conozcamos, aunque ya han vuelto a aparecer en algunos países. Pero hay otra clase de persecución que podemos padecer y está relacionada cuando nuestras normas, valores y fidelidad a Jesús entran en conflicto con los valores y normas del mundo: incomprensiones, tentaciones, desprecios, burlas, marginación etc.
Pero un gran cristiano sabe cómo manejar los problemas porque ya ha resuelto con anterioridad el asunto más importante que tiene que ver con la decisión que ha tomado de ser un hombre o una mujer de Dios y por ello sabe mantenerse firme en ese compromiso cuando el fuego y los problemas sobrevienen.
5º) La grandeza de conservar valores.
La última característica de ser un gran cristiano tiene que ver con la sal. El último versículo del capítulo 9 dice: “Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.”(v.50)
Un gran cristiano tiene que ser una influencia positiva para el mundo, para los demás sean o no cristianos. Así como la sal es un conservante y purificante de toda aquella sustancia a la cual se aplica, el cristiano tiene que ser el purificante moral del mundo en el que vive: familia, trabajo, colegio, universidad, barrio etc. Debe impedir que la corrupción entre donde él esta. Su influencia debe dejarse notar en la vida de los que le rodean.
Por tanto un gran cristiano se conoce también por la cantidad de influencia positiva que ejerce en el mundo.
Conclusión
Resumiendo en primer lugar un gran cristiano será un servidor de la gente. En segundo lugar será un ejemplo para los nuevos cristianos. En tercer lugar será capaz de juzgar el pecado en su propia vida. En cuarto lugar perseverará aún cuando se encuentre ante la dificultad. Y en quinto lugar un gran cristiano tendrá una influencia positiva en las demás personas.
Jesús enseño unas características de lo que significa ser grande, que nada tiene que ver con los parámetros de sus apóstoles, ni con los que se viven en la actualidad. Pero no pide algo inalcanzable sino que está al alcance de todos nosotros. Dios nunca pide imposibles.
Ojala al final de nuestra vida, cuando estemos ante la presencia de Dios Él pueda decir de cada uno de nosotros no sólo que hemos sido cristianos sino unos grandes cristianos. Unos grandes cristianos que nos podamos codear con todos los grandes creyentes que nos han precedido y que ya están disfrutando de la divina presencia.
Ojala también que ninguno de nosotros se conforme con ser un cristiano mediocre sino que anhelemos ser grandes cristianos para darle a Él lo mejor de nosotros.
Que no nos quepa ninguna duda: todos podemos ser grandes cristianos si hacemos del camino de Dios el camino de nuestra vida.