PODEMOS VIVIR EN LIBERTAD
INTRODUCCIÓN:
CONTENIDO:
Este pasaje contiene ciertas ideas gnósticas básicas entremezcladas. Pablo está advirtiendo en él a los creyentes que no adopten ciertas prácticas gnósticas, porque el hacerlo supondría más un retroceso que un avance en la fe. Aquí subyacen cuatro prácticas gnósticas.
(i) Está el ascetismo gnóstico (versículos 16 y 21). Se trataba de una enseñanza que implicaba un montón de reglas sobre lo que se podía comer o beber. En otras palabras: se trataba de una vuelta atrás a las leyes dietéticas de los judíos, con sus listas de cosas limpias o inmundas. Según hemos visto, los gnósticos consideraban toda la materia esencialmente mala. Si la materia era mala, también lo era el cuerpo. Si el cuerpo era malo, se podía llegar a una de dos conclusiones.
(a) Si el cuerpo era esencialmente malo, no importaba lo que se hiciera con él. Siendo malo, se podía usar o abusar de cualquier manera, porque no había ninguna diferencia.
(b) Si el cuerpo era malo, había que tenerlo sojuzgado; había que maltratarlo, debilitarlo y aherrojar sus impulsos. Es decir: el gnosticismo podía conducir, o a una inmoralidad total, o a un ascetismo riguroso. Y es a esta última conclusión a la que se refiere aquí Pablo.
Dice en efecto: «No tengáis nada que ver con los que identifican la religión con leyes acerca de lo que se puede o no se puede comer o beber». El mismo Jesús había dicho que era indiferente lo que uno comiera o bebiera (Mateo 15:10–20; Marcos 7:14–23). Pedro tuvo que aprender a dejar de hablar de alimentos limpios o inmundos (Hechos 10). Pablo usa una frase bastante cruda para expresar con otras palabras lo que ya había dicho Jesús: «Estas cosas perecen tan pronto como se usan» (versículo 22). Quiere decir exactamente lo mismo que Jesús cuando dijo que los alimentos y las bebidas se ingieren y digieren y se expulsan del cuerpo y desaparecen en el alcantarillado (Mateo 15:17; Marcos 7:19). La comida y la bebida tienen tan poca importancia que están destinadas a deshacerse tan pronto como se ingieren. Los gnósticos querían hacer que la religión consistiera en reglas dietéticas; y sigue habiendo personas que se preocupan más de las reglas de la alimentación que del amor del Evangelio.
(ii) Estaba la observancia de los días de los gnósticos y de los judíos (versículo 16). Guardaban fiestas anuales, y nuevas lunas mensuales y sábados semanales. Hacían listas de los días que pertenecían especialmente a Dios, en los que había que hacer y dejar de hacer ciertas cosas. Identificaban la religión con el ritualismo.
La crítica que hace Pablo de esta insistencia en los días es clara y lógica. Dice: «Habéis sido rescatados de la tiranía de las normas legales. ¿Por qué queréis esclavizaros otra vez? ¿Por qué queréis retroceder al legalismo judío abandonando la libertad cristiana?». El es-píritu que trata de reducir el Evangelio a un sistema de normas y de reglas no ha muerto todavía.
(iii) Estaban las visiones especiales de los gnósticos. La versión Reina-Valera habla en el versículo 18 del falso maestro «metiéndose en lo que no ha visto». Esa traducción no es correcta. La traducción correcta debería ser: «Haciendo alarde de las cosas que ha visto». Los gnósticos presumían de visiones especiales de realidades secretas que no estaban a la vista de hombres y mujeres normales y corrientes. No se trata de negar las visiones de los místicos; pero es peligroso empezar a creerse que uno ha alcanzado un grado de santidad que le permite ver lo que la gente vulgar —como él la denomina— no puede ver; y el peligro está en que esas personas ven a menudo, no lo que Dios les revela, sino lo que ellas mismas quieren ver.
(iv) Estaba el culto a los ángeles (versículos 18 y 20). Como ya hemos visto, los judíos tenían una doctrina de los ángeles muy desarrollada, y los gnósticos creían en toda clase de intermediarios a los que adoraban, mientras que los cristianos saben que la adoración se debe solamente a Dios.
Pablo dedica a este punto cuatro objeciones.
(i) Dice que esta clase de cosa no es más que la sombra de la verdad, y que la realidad está en Cristo (versículo 17). Es decir, que una religión que se basa en comer y beber ciertas clases de alimentos y bebidas y de abstenerse de otras, una religión que se basa en la observancia del sábado y cosas por el estilo, no es más que una sombra de la verdadera religión, que es comunión con Cristo.
(ii) Dice que hay tal cosa como una humildad falsa (versículos 18 y 23). Cuando hablaban del culto a los ángeles, tanto los gnósticos como los judíos lo justificarían diciendo que Dios es tan grande y sublime y santo que no podemos nunca tener acceso directo a Él, y debemos contentarnos con rezar a los ángeles. Pero la gran verdad que predica el Cristianismo es, de hecho, precisamente que el camino a Dios está abierto a las personas más sencillas y humildes.
(iii) Dice que esto puede conducir a un pecado de orgullo (versículos 18 y 23). El que es tan meticuloso en la observancia de los días especiales, que guarda las leyes alimentarias y que practica la abstinencia ascética corre el grave peligro de creerse especialmente bueno y mirar a los demás por encima del hombro. Y es una verdad fundamental del Cristianismo que el que se cree bueno no lo es de veras, y menos el que se cree mejor que los demás.
(iv) Dice que esto es una vuelta a una esclavitud que no tiene nada de cristiana abandonando la libertad cristiana (versículo 20), y que en cualquier caso no le libra a uno de las concupiscencias carnales, sino solamente le mantiene a uno en la traílla (versículo 23). La libertad cristiana no viene de tratar de restringir los deseos con reglas y normas, sino de la muerte de los malos deseos y del surgir a la vida de los buenos deseos en virtud de que el cristiano está en Cristo y Cristo en el cristiano.