Cristo es la Fuente de la Verdadera Felicidad III

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Diversos estudios que se han realizado sobre la fe y cómo influye en la felicidad, la gran mayoría han encontrado una relación positiva entre ambas. Harold Koenig, del Centro Médico de la Universidad Duke, en Carolina del Norte, escribió: "Esto se hace patente en situaciones difíciles. Las creencias religiosas suelen ser un arma muy poderosa para enfrentar la adversidad".

En este día llegamos al final de la serie ¡Sea feliz sin fracasar en el intento!, basados en El Sermón de la Montaña, divinamente registrado en el evangelio de Mateo, capítulo 5. En los versículos 9-12 se destacan dos palabras que son antagónicas: Paz y Hostilidad. Por un lado, el Señor nos invita a ser promotores de paz. Pero también advierte que ese compromiso será causa de sufrimiento, persecución y violencia.

Pensando en la vida diaria de un creyente, reconocemos que como cristianos, nuestros esfuerzos y compromiso de vivir en paz, no siempre se ven recompensados de la misma forma por quienes nos ven y escuchan. Al contrario, reaccionan en forma violenta.

Si miramos el estado de la humanidad hay que reconocer que hay paz en ningún país del planeta. En todas partes hay conflictos, unos más graves que otros, pero la hostilidad entre las personas y las naciones está presente.

Sabemos que todo lo que ocurre es la consecuencia del pecado, de la enemistad entre los hombres y Dios, que hace imposible la máxima de Benito Juárez: "Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz".

¿Qué nos enseña sobre este punto la Biblia? ¿Cómo podemos ser felices a pesar de estar rodeados de violencia? ¿Cómo sentir alegría cuando la paz parece imposible?

Seamos felices promoviendo la paz

Mateo 5: 9 Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios.

El profeta Isaías, cuando definió al Mesías 700 años antes de su nacimiento, lo identificó como “Príncipe de paz”. Si nuestro Salvador es el Príncipe de la paz, no hay duda que sus seguidores estamos convocados por el Salvador a ser portadores de paz, promotores de la paz.

Hemos sido enviados al mundo para anunciar las Buenas Noticias de Dios, las mismas que predicaron los profetas celestiales: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad.»" (Lucas 2:14)

El compromiso de estar en paz, vivir en paz y promover la paz, es un motivo de felicidad. La paz es el arma que Dios entrega a sus hijos para enfrentar todas las situaciones, aun las más difíciles. Un hijo de Dios, conforme a la Biblia, está llamado a ser un militante activo de la paz, que es fruto del Espíritu Santo y revela quien controla nuestra vida y llena nuestro corazón. Un hijo de Dios, conforme a la Biblia, está llamado a convivir en paz, buscando siempre el bienestar de nuestros prójimos.

Si somos de Cristo, sabemos que está prohibido para nosotros practicar “el ojo por ojo y diente por diente”, en cambio somos animados “a poner la otra mejilla”.

¿Cuál será el premio que recibe un pacificador? Acaso un Premio Nobel. No, algo mucho más trascendente e importante: Ser llamados hijo de Dios.

Cuando un creyente es un pacificador, no solamente es consolado por la promesa que Jesús hace. También el mundo, las personas, creyentes o no, reconocerán por nuestros hechos de paz, que el Espíritu del Señor, reina y guía nuestra vida.

Seamos felices ejerciendo nuestro compromiso de fe

Meditemos en los siguientes tres versículos: Mateo 5: 10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 11 Bienaventurados serán cuando por mi causa les insulten, les persigan y digan toda clase de mal contra ustedes, mintiendo. 12 »Gócense y alégrense, porque su recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes de ustedes.

¿Qué salta a la vista e hincha de alegría nuestro corazón? Cuatro palabras que significan felicidad: Dos bienaventuranzas. También dos invitaciones a alegrarnos y gozarnos.

Sin embargo, Jesús también hace una advertencia: “En el mundo siempre tendrán aflicciones”. Cristo no vino a poner paz como el mundo la concibe. Tampoco usa los métodos hipócritas de los políticos para instaurar la paz. Dicho con palabras del humorista español Antonio Mingote: “Todos quieren la paz, y para asegurarla, fabrican más armas que nunca”.

El belicismo, con palabras y metrallas, rebela que el mundo y el demonio levantan barricadas contra la paz. El pecado que gobierna las vidas de los seres humanos, los impulsa a atacar el mensaje de la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento.

Mateo 5: 10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. La predicación de la Palabra de Dios, de la justicia de Dios en Cristo, generará también persecución. En algunos países la muerte es sentencia segura para los cristianos. En otros la persecución, los señalamientos, el descrito, la infamia y la calumnia. Así reacciona el hombre de pecado contra la paz que el evangelio proclama.

Aunque es difícil vivirlo, confiemos en el Señor, cuando por causa del evangelio, seamos blancos de toda clase de improperios y vejaciones. Podemos estar alegres y gozarnos, como Pedro y Juan, sintamos alegría, “Por padecer persecución por la causa del nombre del Señor”. La persecución, no solo nos hace imitadores de Cristo en su sufrimiento, en su martirio, también con los profetas y apóstoles que sufrieron por ser fieles al Señor: “Pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes de ustedes”.

Jesús promete estar con nosotros cuando esos momentos lleguen. Jesús pondrá palabras, Su Palabra en nuestra boca, para dar testimonio, el poder de su fuerza para resistir. ¿Qué palabra de consuelo son estas? Mateo 5: 12 »Gócense y alégrense, porque su recompensa es grande en los cielos.”

Cada vez que leamos o escuchemos El Sermón del Monte, recordemos el maravilloso mensaje que recibimos de Dios:

Somos felices, porque aún en la pobreza material, el reino de Dios espera por nosotros. Somos felices, porque, en medio de la adversidad, el Señor nos consuela. Somos felices, porque la mansedumbre, por medio de Cristo, es garantía de que recibiremos la tierra nueva por herencia. Somos felices, porque nuestra hambre y sed de justicia, no de la justicia humana, sino de la justicia divina que es Cristo, ha sido saciada, es saciada y será saciada. Somos felices, porque el Señor ha limpiado nuestro corazón, veremos a Dios cara a cara, tal como Él es. Somos felices, porque obedecemos Jesús cuando somos portadores de las buenas noticias de paz. Somos felices, porque en medio del dolor, el sufrimiento, la persecución, por causa de nuestra fe, tenemos la ciudadanía celestial.

Gocémonos y alegrémonos, porque nuestra recompensa es grande en los cielos. Soli Deo Gloria. Amén.

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